viernes, 30 de abril de 2010

RECONCILIÁNDONOS con NUESTRA HISTORIA

36ª FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE BUENOS AIRES

Mesa Redonda:
Mons. Carmelo Juan Giaquinta – Lic. Arturo Larrabure – Lic. Luis Labraña
Coordinador: Dr. Roberto Federico Ré
Sábado 8 de mayo - 17.00 hs - Sala Roberto Arlt
En comunión con la celebración cívico religiosa de Luján en la que nos comprometemos a encender una nueva luz de esperanza por una Patria en paz

Nos proponemos hacer un reconocimiento sincero de nuestro propio pasado, sin eludir las heridas, y una reflexión que mire limpiamente hacia el futuro. Creemos en la importancia de la convivencia basada en la dignidad de la persona, en la tolerancia y en el respeto a las ideas de los demás, valores que para ser alcanzados necesitan de una actitud clave: el perdón – pedido, ofrecido, dado o recibido – como camino hacia la reconciliación y la paz.

En la presentación se abordará el tema propuesto por nuestros obispos de comprometernos hacia un Bicentenario en Justicia y Solidaridad, sin pobreza ni exclusión, sin enemistades ni violencias. Reafirmaremos que “nuestra patria es un don de Dios confiado a nuestra libertad, como un regalo que debemos cuidar y perfeccionar” (Hacia el Bicentenario, 11). Por eso, la vida en democracia requiere ser animada por valores permanentes, y fundamentarse en el respeto a la Constitución Nacional y las Leyes. Los invitamos a reflexionar juntos en la necesidad de ser corresponsables de la construcción del bien común para crecer sanamente como Nación y afianzar nuestra identidad.

INFORMACIÓN SOBRE LOS PANELISTAS:

Mons. Carmelo Giaquinta
Arzobispo emérito de Resistencia, Chaco. Fue obispo de Posadas de 1986 a 1993.
Profesor Emérito y Ex-Decano de la Facultad de Teología de la U.C.A., se dedicó a la enseñanza en ésta por un período de 50 años; él mismo expresa acerca de su experiencia: “Fui muy feliz estudiando aquí la Ciencia Sagrada para transmitirla. Y mucho más feliz cuando descubrí al alumno, diez años después en la docencia.”

Lic. Arturo Cirilo Larrabure

Es Licenciado en Informática, hijo del Cnel. Argentino del Valle Larrabure, y autor del libro “Un canto a la Patria”, en el cual nos invita a reflexionar, para tomar conciencia de la importancia de conocer toda la verdad sobre los hechos luctuosos que ocurrieron en nuestro país de los cuales fueron víctimas muchos argentinos. Caracteriza al autor de la obra su prédica contra todo tipo de violencia y su llamado a la reconciliación entre los argentinos, mensajes que fueron recibidos de su padre a través de las escasas comunicaciones con su familia desde el lugar de su extenso cautiverio.

Lic. Luis Labraña

Es docente, Licenciado en Lingüística por la Universidad de Amsterdam, director del Centro Cultural Baldomero Fernández Moreno.
Explicó Luis Labraña durante la presentación del libro “Volver a Matar”, de Juan B. Yofre, que lo llevó a “reflexionar que necesitamos una Argentina libre del pasado, sin mezquindades, sin recuento de los muertos, con un monumento único para los que cayeron y con un indulto amplio que nos permita la paz interna”

Dr. Roberto Ré
Es médico especialista en Psiquiatría, posee un master en Neuropsicofarmacología Clínica otorgado por la Universidad Barceló y otro en Psiconeuroendocrinología, por la Universidad Favaloro. Es miembro fundador de la Asociación Argentina de los Trastornos de Ansiedad (A.A.T.A), fundador del Teléfono para la Esperanza (Asistencia al Suicida) y director de la RED SANAR (www.redsanar.org). Además, es docente en la Universidad de Buenos Aires, en la Universidad Católica de Salta y en la Universidad del Salvador. En el 2008 fue nombrado Docente a cargo del Módulo “Sufrimiento, duelo y sanación” en el Diplomado de Humanización de la Salud de la Universidad Finis Terrae de Santiago de Chile.

ORGANIZAN: Proyecto Setenta Veces Siete, Editorial SAN PABLO.

ADHIERE: Red Sanar.

INFORMES
Ed. San Pablo
Riobamba 230, Buenos Aires
TEL: 5555 – 2448
Proyecto 70x7
153 5684523 Beatriz
154 4132749 José María

EL RESENTIMIENTO QUE ENFERMA

REFLEXIONES EN TORNO A LOS RESENTIMIENTOS.
Ángeles González,
Inst. de la Paz Asia Oriental

La introducción de la Carta de la Paz dirigida a la ONU expresa el anhelo de paz de los seres humanos y la dificultad de materializar este anhelo, ya que topa con muchos obstáculos. Uno de ellos, gravísimo por cierto, es el resentimiento. Aunque algunos de estos resentimientos tienen su origen en hechos del pasado, afectan a la convivencia social presente. Otros nacen en el presente pero son justificados por hechos del pasado.

La gran influencia negativa que tiene el resentimiento en la percepción global de la realidad y por tanto, en las relaciones humanas, es digna de tenerse en cuenta por su repercusión social. El apasionamiento excesivo con que se re-vive impide ver la realidad en su conjunto parcializando y reduciendo nuestra visión de los diversos elementos involucrados. Las emociones, en este caso, anulan una visión racional y sin prejuicios de la realidad.

El resentimiento colectivo, especialmente el histórico, es uno de los obstáculos más áridos y difíciles de superar en la construcción de la paz. Una historia colectiva llena de resentimientos no contribuye a que dicha colectividad desarrolle su libertad, su creatividad, y por tanto su inteligencia y su capacidad de amar; aspectos interrelacionados entre sí en la construcción de una convivencia pacífica. Las frustraciones y humillaciones de un pueblo y la transmisión de las mismas influyen no sólo en que esa colectividad recorte las capacidades de su desarrollo integral en el presente, sino también las de su futuro inmediato.

A menudo el resentimiento es transmitido y heredado –con fines diversos- de generación en generación a través de la Historia, de la memoria colectiva o del lenguaje con un sentido de falsa responsabilidad o falsa solidaridad histórica. En aras de las mismas, a menudo, con cariz patriótico, se sacrifica y olvida la solidaridad debida con todas las personas existentes hoy día, todas ellas descendientes de los avatares de esa Historia. Por tanto, lo que hacen es esclavizar y no vivir plena y libremente la única vida que tenemos las personas en este mundo. De ahí que se haga necesario no sólo cuestionar qué historia se enseña sino también el cómo se enseña y se transmite, así como su por qué y el para qué.

La paz del futuro no sólo se juega en la transmisión de los relatos históricos, sino en el modo cómo se hacen. Y es que también a menudo nos quedamos estancados en una manera determinada del recuerdo: recordar con resentimiento.
Hay maneras de enseñar historia que no solamente son una clara deformación de la misma sino de la naturaleza propia del conocimiento ya que afectan al proceso cognitivo al no permitir aprender de forma activa, crítica, con sistemas de objetivación o relacionando el pasado con el presente y el futuro. Se sacrifica a menudo el objetivo disciplinar y cognitivo que tiene la historia como ciencia social en aras de objetivos sociales e identitarios.

Sería positivo no olvidar que nuestro pasado, tanto individual como colectivo, no sólo lo configuran las humillaciones, odios o rencores sino que también tiene muchos elementos satisfactorios que le dan sentido positivo. Que nos hayan hecho un agravio no significa nada, a menos que insistamos en recordarlo continuamente. Las personas tenemos que evitar vivir la vida como una serie de acontecimientos desagradables dispares. Es importante saber integrarlos como configuradores positivos de nuestro presente y convertirlos en útiles de cara a nuestro futuro. En esta expresión de creatividad ejercida al liberar la energía bloqueada por los resentimientos se potencia la libertad humana. Este enfoque integrador es necesario para reconciliarse con uno mismo y con su realidad como paso previo a una terapia que pueda curar estos resentimientos, como puede ser el perdón. Integrar de forma conciliadora hechos negativos facilitaría, el darse cuenta que éstos han posibilitado la existencia de los actuales contemporáneos.

En este sentido, el resentimiento ofrece una buena oportunidad: la de liberar una lucha interior donde el enemigo no es el otro o la realidad exterior sino uno mismo. También el ganador puede ser uno mismo. Lo que se gana es descubrir lo que uno es, porque si uno se abre al don de la realidad de los demás puede profundizar en el don que es él mismo. También gana intrepidez como instrumento válido y necesario en este largo camino que supone trabajar y disfrutar de un ambiente pacífico donde desarrollar y hacer crecer la vida.

Para ello hay que pasar primero por el corazón, por un camino interior y vencer el miedo, tener unos horizontes más amplios, un corazón más grande que sea capaz de perdonar y donde quepan incluso realidades y hechos que han provocado heridas. Este tipo de perdón incondicional requiere como premisa, amar desinteresada y gratuitamente. Quien ama no compara; acepta al otro tal y como es y no cae en el juego de medirlo a partir de sus expectativas.

Ciertamente, sin perdón no tenemos futuro pero no hay que olvidar que el camino hacia el perdón requiere algunas virtudes como la paciencia, la fidelidad y otras más, pues es un camino de toda una vida. No es fácil caminar hacia el perdón aunque, a veces, se entienda como signo de debilidad: caminar sin saber si la otra persona a la que vamos a pedir perdón nos va a recibir, si vamos a tener una respuesta, sin saber qué va a hacer la otra persona con nuestro perdón, etc. Es una apuesta que necesita de mucho valor ya que se hace difícil entender o hablar de este tipo de perdón universal en la actualidad, como indica Francesc Torralba en su artículo El resentimiento: obstáculo fundamental para la paz*, pues implica hablar de una ética de máximos y no de mínimos, que es la que prevalece hoy día. También implica ir en contra de la cultura del resentimiento en la que muchas veces hemos sido educados y que fomenta ciertas estructuras y ciertos elementos del sistema económico actual. Pero también es cierto que hay ejemplos visibles de personas que han apostado y siguen apostando por implementar en sus vidas este tipo de perdón.
El olvido, en cierto sentido, aunque es una fragilidad de la memoria, es otro tipo de terapia contra el resentimiento. Pero es una terapia más frágil porque en él no hay reconocimiento de lo que no se ha hecho bien y no hay reconciliación. Es difícil reconciliarse y pedir perdón si no hay responsabilidad por lo sucedido. El olvido positivo se relaciona con el perdón en el sentido de que la persona que perdona olvida, no la afrenta que le han infringido, sino la hostilidad. Al menos, puede ayudar a situar esos sentimientos hostiles y deseos de venganza en un marco más amplio de comprensión que permite controlar los sentimientos hostiles para que no se agraven.

Hoy día se necesitan personas clarividentes, historiadores que hagan lecturas identitarias en clave de paz así como líderes políticos sabios y pacíficos para apaciguar y no transmitir estos sentimientos airados. No sólo es necesaria esta sabiduría sino hacer buen uso de ella para el bien colectivo, para no revivir y alimentar el orgullo, la humillación y el dolor colectivo sufrido en el pasado, para saber mirar con serenidad, fuerza y amplias capacidades humanas ese pasado (del cual somos fruto los contemporáneos) renunciando a una falsa responsabilidad que no tienen los actuales contemporáneos. Todos sabemos que la convivencia sólo es posible desde la comprensión, la generosidad, el amor y el perdón.

En la vida pública, donde los agentes fundamentales son los gobernantes, los medios de comunicación tantas veces centrados en el sensacionalismo y en la utilidad política de los enemigos reales o imaginarios y las organizaciones sociales, se hace necesario cuidar más la política de los sentimientos colectivos a fin de que estén al servicio de una convivencia en justicia y solidaridad.
*TORRALBA, F., El resentimiento, obstáculo para la paz. En RIGOL, J. y OTROS. Convivencia en el s. XXI: la Carta de la Paz. Barcelona, 1995.

Otro libro recomendado: Tzvetan Todorov

Las emociones que mueven el mundo. Francesc Torralba Roselló, Doctor en Filosofía. Para Portal Carta de la Paz dirigida a la ONU
Uno de los libros más interesantes de analizar para comprender la inestabilidad política del planeta en nuestro tiempo es el ensayo de Tzvetan Todorov (Sofía, 1939), El miedo a los bárbaros (2008). En él desarrolla una sugerente exposición de las dos principales emociones que mueven el mundo social, político y económico: el miedo y el resentimiento. (…)
El ser humano, movido por la pulsión elemental y primaria del miedo, es capaz de cualquier atrocidad, de convertirse en un bárbaro, de mentir y hasta de segregar al otro. El ser humano, impulsado por el resentimiento, es hábil para causar grandes sufrimientos (…)
La construcción de la paz es una tarea ardua y difícil. Uno de los obstáculos fundamentales en esta tarea es el resentimiento, pero, también se debe identificar, como barrera, el miedo, pues el miedo genera desconfianza y suspicacia y hace imposible reconocer al otro como hermano en la existencia, niega aquella fraternidad existencial que es el fundamento más sólido y más universal de la paz.
Este libro de Todorov es una lúcida contribución para entender la gravedad del momento actual. Nos recuerda que un ser humano puede perder los derechos que la sociedad le confiere si infringe sus normas, pero nunca puede perder la dignidad inherente. Este sugerente texto nos obliga a pensar si el miedo a los bárbaros no es un temor más ancestral y atávico: el miedo al lado oscuro del ser humano, a la esfera nocturna de su ser.

DE CINE Y LIBROS: MANDELA

"Estuve encadenado como lo estuvieron ustedes. Fui liberado como ustedes lo fueron. Por consiguiente, si puedo perdonar a mis opresores, también ustedes pueden hacerlo. Nelson Mandela"
En 2007 se estrenó el film Goodbye Bafana - Adiós Bafana - dirigido por Bille August; el drama se refiere a las relaciones amistosas del preso de Robben Island, Nelson Mandela, con su oficial carcelero, James Gregory.

En diciembre de 2009 se estrenó en Estados Unidos Invictus, con Clint Eastwood de director y Morgan Freeman en el papel de Mandela. La película se basa en el libro de John Carlin The Human Factor: Nelson Mandela and the Game that Changed the World, que relata la implicación del entonces presidente, en su deseo de profundizar la reconciliación, en el campeonato mundial de rugby de 1995, organizado y ganado por Sudáfrica tras años de exclusión de las competiciones deportivas.

Importantes para ver, leer y debatir.

domingo, 25 de abril de 2010

Ser cada vez más humanos...

Jesús se llama a sí mismo “Hijo del Hombre” y se atribuye en ese momento “poder para perdonar”.
Perdonar, como “hijo del hombre”. ¿Será que Dios no tiene que “perdonar”? ¿No será que Dios Padre no perdona porque es Amor y el Amor no puede estar ofendido? Perdona quien es capaz de ofenderse. El Amor no tiene receptividad de ofensas, no puede, no tiene que emitir un perdón.
¿No será que los únicos que nos tenemos que perdonar somos los hombres, que los únicos que nos ofendemos somos nosotros y entre nosotros?
¿No será que Jesús vino a decirnos que una actividad del hombre era perdonar; que la ofensa y el perdón es cosa de humanos; que no hay ser humano si no hay perdón; que el rencor paraliza lo humano; que el odio es un fracaso y que el perdón plenifica lo humano?
Y que, por tanto, no podemos perdonar “en nombre de Dios”, sino en nombre propio. Que, mientras no perdonemos, Dios -el Amor- no puede entrar en lo humano y que, en la medida en la que perdonamos, el Amor entra en nosotros.
"El Reino de Dios" que anunciaba Jesús era como un Jubileo Universal en el que deberían caer todas las barreras, quedar zanjadas todas las deudas, rotas todas las cadenas, abiertas todas las puertas, entrelazadas todas las manos, curadas todas las heridas, comiendo todos un mismo pan, recostados en una misma mesa.

Fragmento de texto de Luís Alemán en http://www.feadulta.com/lit-PENITENCIA-3.htm

DEL ORIGEN DE LA PALABRA PERDÓN

La etimología es la especialidad lingüística que estudia el origen de las palabras. No se trata de una especie de búsqueda arqueológica sino que también investiga el desarrollo en el uso de los vocablos, registra los cambios y la evolución. Así,la etimología nos permite conocer las experiencias humanas,en diferentes contextos, expresadas por medio de las palabras. Ivonne Bordelois, en su libro "La etimología de las pasiones", lo explica así:

"El viaje de rescate etimológico, en efecto, puede compararse a una exploración que se orienta a encontrar joyas escondidas entre ruinas. Está guiado e iluminado por la contemplación de la invencible fuerza del lenguaje atravesando las catástrofes de las civilizaciones destruidas y preservando la memoria de aquellas consonantes seminales que esparcieron las primeras metáforas de la historia humana"

Perdonar:(Del latín per y donāre, dar). per, que significa "con insistencia, muchas veces" y donare, que significa "donar, dar". El prefijo per intensifica el verbo que acompaña, donare.
En inglés,for-give; en francés,par-donner; en italiano per-donare, en alemán ver-geben

Perdonar es,entonces, dar gratuita y abundantemente...Para continuar pensando...

miércoles, 21 de abril de 2010

PROYECTO 70 X 7

SETENTA VECES SIETE

¿Quiénes somos?

Un grupo de personas deseosas de trabajar por la paz nacional mediante la conformación de espacios de reflexión, diálogo y encuentro entre los actores y testigos directos e indirectos, voluntarios e involuntarios, de los hechos de la década del 70 y sus antecedentes, época signada por la violencia y la fractura que nos afectó a todos - aunque de diferentes modos e intensidad - en nuestra historia individual y colectiva. Provenientes de muy distintas vertientes sociales y políticas, confluimos en este común anhelo.
Con un criterio amplio, pretendemos humildemente convocar para la maduración y concreción de esta causa a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que tengan como meta el bien común y la paz de los argentinos.

¿Por qué lo hacemos?

• Porque nos duele nuestra patria herida y dividida por antinomias recurrentes, el tejido social fragmentado, disperso, con vínculos destruidos y una exacerbación del resentimiento entre hermanos, además de una ideologización y reivindicación acrítica de aquella lucha fratricida.

• Porque hemos experimentado que la compasión, el padecer con el otro que es nuestro hermano y ser conmovidos por su dolor, tiene el poder de curar las heridas y de encender la esperanza de una Argentina que, sin olvidar los momentos de inmensa tristeza y desazón, nos permita descubrir la fecundidad del dolor, trascenderlo creativamente y mirar hacia el futuro.

¿Para qué lo hacemos?

• Para hacernos cargo de nuestra responsabilidad ciudadana en un proceso de pacificación humilde y sustentable que reconstruya relaciones quebradas por la violencia y que genere espacios de convivencia y concordia.

• Para que nuestros hijos y nietos hereden una Argentina en paz y no les dejemos la pesada carga de seguir padeciendo las consecuencias de una terrible violencia que ni siquiera vivieron directamente.

Creemos

• Que nunca el dolor ajeno puede ser visto como un triunfo propio, antes bien, puede volverse espacio para el encuentro fraterno

• Que no hay unas historias de sufrimiento para exponer y otras para esconder, aunque respetamos profundamente el derecho al resguardo de los relatos que sus protagonistas prefieran mantener en la intimidad.

• Que tanto las relaciones personales como las sociopolíticas no deben seguir vertebrándose según el eje del poder y la violencia sino en torno a la contemplación del dolor desnudo e interpelante de quien sufre y a la práctica de la compasión activa, no un mero apenarse.

• Que es necesario que cada uno haga su propia introspección y asuma sus responsabilidades en esta historia profundamente dolorosa que cercenó vidas y proyectos y, aun hoy, más de treinta años después, sigue reabriendo heridas profundas que, en algunos casos, el tiempo había comenzado a cicatrizar.

• Que solo la verdad nos hace libres y permite caminar hacia delante. Y es profundamente sanador pasar de la culpa o del rencor destructores a la responsabilidad integradora.

• Que es posible una espiritualidad de la apertura, del reconocimiento del otro y la inclusión respetuosa y tolerantemente activa – no indolente - de la diversidad.

• Que solo el diálogo, el encuentro humano, el perdón y la reconciliación o la concordia llevan hacia la paz:

 Que el diálogo entre quienes no comparten las mismas razones y los mismos argumentos vale la pena en pos del bien. Requiere arriesgarse a perder seguridades adquiridas, cuestionarse principios considerados inamovibles, tomar conciencia de los límites de las verdades personales o del grupo de pertenencia, estar disponibles a escuchar sin prejuicios y a descubrir al otro.

 Que el encuentro, cuando es realmente humano, es profundamente humanizante. Según palabras de Martin Buber: Únicamente cuando el individuo reconozca al otro en toda su alteridad como se reconoce a sí mismo y marche desde este reconocimiento hacia el otro, habrá quebrantado su soledad en un encuentro riguroso y transformador

 Que el perdón - que se gesta en la intimidad personal – libera y posibilita la vida en comunidad mediante el ejercicio de la no violencia como medio para promover la paz; la renuncia a la venganza y el amor creativo.

El perdón es un humilde y generoso gesto de misericordia hacia quien ha ofendido o lastimado. Puede trascender al Derecho, en una elección libre, para abrir en el ofendido y en el ofensor un camino que se sitúa en otro plano diferente al de la justicia humana. Es un acto de amor hacia el prójimo, generalmente de la víctima hacia el victimario, para intentar buscar y restaurar la paz alterada o perdida entre ambos.
Si bien el perdón no prescinde nunca de la verdad, puede -no exige- y allí radica su posibilidad de mayor perfección, renunciar al reclamo de justicia para permitir y facilitar la reconciliación.
El perdón, nutrido de misericordia, deja de lado cuestiones de la ofensa recibida, yendo al abrazo del otro para permitir que a su vez, reconozca la ofensa y manifieste su deseo de ser perdonado, acrecentando el bien y la satisfacción de ambas partes. Desde esta perspectiva a la justicia se le suman la solidaridad y la compasión.
Diferentes tradiciones religiosas y escuelas filosóficas brindan bases
sólidas para reflexionar sobre esta actitud, muchas veces mal interpretada
como desmovilización de la capacidad de asumir una causa o, más crudamente, como traición a dicha causa.

Que la reconciliación no es una mera vuelta atrás sino una novedad constituida por relaciones diferentes y mejores que las conocidas. Reconciliar es: establecer la armonía, acercar unos a otros, acortar distancias entre voluntades opuestas, allanar los caminos para encuentros cruciales que eliminen la enemistad entre grupos humanos. La nueva creación no se produce por la supresión de una de las partes sino por la aceptación e integración de las causas del conflicto y de los factores de separación, en procura de la común resolución de los mismos. No se trata de que un grupo absorba a otro, lo reduzca, asimile, haga desaparecer o destruya. Consiste en crear un nuevo cuerpo social y hacerlo con la conciencia atenta y vigilante a todas sus dimensiones: personales, sociales y políticas.


• Que trabajar por la paz es cuidar la vida, optar por una forma de estar en el mundo desde los débiles, los vulnerados, los heridos, los excluidos, los olvidados. Sin adhesiones idolátricas, sin negar el conflicto ni huir de él, sino afrontándolo sin miedo y sin odio.

domingo, 18 de abril de 2010

¿QUÉ ES Y QUÉ NO ES PERDONAR?

Perdonar no es olvidar sino mirar la ofensa, la herida, con otros ojos.
Perdonar no es negar la ofensa sino reconocerla.
Perdonar no es un acto exclusivo de la voluntad sino el resultado de un aprendizaje en el que se despliegan todas las facultades: afectividad, inteligencia, capacidad de juicio, imaginación, fe...
Perdonar no es un deber, es una opción libre.
Perdonar no implica sentirse como antes de ser herido u ofendido. El perdón no es sinónimo de reconciliación porque ésta requiere de dos partes decididas a restablecer una relación. No siempre es posible o conveniente
Perdonar no exige renunciar a los propios derechos, a la aplicación de la justicia.
Perdonar al otro no es disculparlo, descargarlo de su responsabilidad.
Perdonar es un acto de humildad, de ofrecimiento, y no una demostración de superioridad moral de parte del ofendido.
Perdonar, en el caso de ser creyente, no es traspasarle la responsabilidad a Dios, sino hacerse cargo personalmente.