domingo, 31 de octubre de 2010

Creemos en la diversidad y en la gente buena

Como el loto. Por Eloy Roy

Son cientos de millones las mentes lúcidas y proféticas que todos los días sueñan con un mundo de justicia, de bondad y de belleza. Si ese mundo fuera sólo una utopía, haría tiempo que no lo esperarían. Pero, al contrario, muchos luchan y sufren para hacerlo realidad porque les impulsa una intuición profunda, si no una plena conciencia, de que más allá de las apariencias, este mundo existe ya y está en marcha en toda la tierra.

Es evidente que se trata de un mundo en gestación no más, todavía oculto por montañas de miedo, corrupciones, envidias, increíbles injusticias, mentiras, hambre, guerras salvajes, armas, odios, discriminaciones e incontables atropellos a la naturaleza. Pero, en ese mar de lodo, los soñadores y los profetas están tejiendo en sus entrañas el cuerpo y el alma de ese mundo que, tarde o temprano y con toda seguridad, va a terminar emergiendo a la luz.

Es en el lodo donde el loto echa sus raíces, y, sin embargo, su flor es de una deslumbrante pureza. Lo mismo sucede con el mundo de justicia y de bondad que también va creciendo en medio de nuestras lágrimas y sufrimientos, de nuestros fracasos y combates. No se debe dudar de eso. Él es como la primavera que se despierta suavemente bajo la tierra que aún tiembla de frío. Es como el bebé que empieza a patalear porque quiere salir del vientre de su madre.

Este país maravilloso está en todos nosotros. Estamos preñados de él. Va a nacer tan seguramente como nacen las flores de loto en el barro, como nacen los niños entre gritos de dolor, o como nace la primavera cuando el invierno muere. Lo que tenemos que hacer es creer, y ayudarlo a desarrollarse hasta que sea suficientemente fuerte como para vencer el lodo en nosotros y cubrir la tierra entera de flores y de vida nueva.

Un loto raramente crece solo. ¡Somos muchos! [1]

[1] Jn 16, 20-21; 1 Co 10, 17

Una bella experiencia

El sábado 23 de octubre el Equipo Animador del Proyecto 70 veces7 - acompañado por la sabiduría y el generoso compromiso de Monseñor Carmelo Giaquinta - convocó a un encuentro de reflexión sobre el perdón y su aplicación concreta a las consecuencias de la violencia de los años 70 en nuestra patria.
El espíritu de la reunión estuvo caracterizado por la esperanza que generó la coincidencia entre personas diversas. Compartieron varias horas de escucha, diálogo y oración: familiares de muertos por el accionar de las organizaciones armadas no estatales; familiares de muertos y /o desaparecidos por la acción de las fuerzas armadas estatales; ex miembros de organizaciones armadas; miembros retirados de las fuerzas armadas; hijos de militares actualmente presos; docentes; estudiantes; periodistas; abogados; politólogos; psicólogos; ingenieros; empleados; comerciantes; agentes pastorales. Pero, más allá de estos datos, gente que cree en la fuerza del perdón y que sueña con un país de hermanos reconciliados.
La evaluación de la jornada impulsa a producir nuevos encuentros que concreten la creatividad en el entramado de redes por una vida cada vez más humana en nuestra querida Argentina.

Para comunicarse: nosotros.70veces7@gmail.com

miércoles, 13 de octubre de 2010

Corresponsabilidad en la construcción de la Paz

Mons. Héctor Fabio Henao (colombiano) afirma: “Caminar en Esperanza es afrontar la historia y la memoria de los que sufren, para construir de manera solidaria estructuras y sistemas más humanos y fraternos. Caminar en Esperanza es una nueva visión de la responsabilidad y del desarrollo. Al mismo tiempo es profundizar en el compromiso ético con la sociedad, en la voluntad permanente de asumir la libertad, la racionalidad y las potencialidades de cada ser humano para emprender la construcción de un mundo que asegure la dignidad de cada persona”. A este caminar le da sentido el “Dios de la Esperanza”. En el encuentro con Dios se hacen nuevas todas las cosas y se abre un vasto horizonte a la construcción de la paz.

Postura que coincide con la Posdata de la Carta de la Paz dirigida a la ONU: “Es tarea de los gobernantes centrar sus miras al bien de los contemporáneos, pues ya existen y tienen derecho a vivir la vida con dignidad humana. (…) Si una nación, gracias a sus políticos, va de bien en mejor, las relaciones entre sus ciudadanos actuales transcurrirán de una manera más suave y gratificante, e irán naciendo unos hijos, los cuales podrán alegrarse de que el país haya ido progresando, pues gracias a ello se habrán dado las condiciones precisas para los encuentros de los adultos que posibilitaron el existir de esos hijos. (…) Claro es que estos nuevos ciudadanos deberán esforzarse para mejorar la situación cuando sean mayores”.

¿Apostamos cada uno a vivir en Esperanza para el bien de los presentes, ejerciendo nuestra corresponsabilidad y libertad en la construcción diaria de esa anhelada paz?

TIENE QUE VER....

Una hazaña que redime al hombre
Enrique Valiente Noailles
Para LA NACION

El rescate de los 33 mineros chilenos atrapados en una cueva oscura, en las entrañas de la tierra, ha concitado toda la atención, la solidaridad y la emoción mundiales. La historia tiene todos los ingredientes y el montaje de un insuperable reality show, tiene toda la espectacularidad de un guión de Hollywood, pero la razón por la que emociona colectivamente yace en un lugar más profundo.En las situaciones límite de la experiencia humana, cuando un hombre o un grupo de hombres es probado hasta sus extremos, lo que le toca vivir ya no es sentido por el resto como un destino individual, sino como un destino colectivo. La resistencia y el coraje ya no son percibidos como parte de una odisea personal, sino como parte de una odisea de la especie. Porque un hombre llevado a un extremo pone en juego al resto de la humanidad

La muerte de cualquier hombre nos disminuye, porque somos parte de la humanidad, decía John Donne. El sentimiento inverso es lo que se juega en este caso. Y aunque, estrictamente hablando, sería ilegítimo pensar que el heroísmo individual o de algunos hombres engrandece a todos, en algún lugar secreto las cosas se sienten de esa manera. Es lo que intuyó Neil Armstrong cuando habló de su pequeño paso como hombre, que era en realidad un salto para la humanidad. Es algo colectivo lo que está siendo rescatado cuando se rescata a uno solo de esos hombres sometidos a la peor pesadilla imaginable, como es la de estar enterrados vivos.

Treinta y tres personas enterradas en una masa compacta de piedra a 700 metros de profundidad, rescatadas a través de un agujero concebido y realizado mediante un espectacular esfuerzo técnico, es sentido también como un pequeño triunfo del hombre contra sus límites. Porque éstos son desafíos que empujan los límites de lo posible. Son desafíos que expanden los umbrales y nos muestran lo que somos capaces de hacer cuando dirigimos toda nuestra voluntad hacia algo y, sobre todo, cuando la gente coopera en conjunto. La salida de los mineros a la luz habrá sido un triunfo del trabajo en equipo, en el que habrán debido apoyarse mutuamente, y en el que habrán logrado alinear el interés de cada uno con el interés del conjunto.

Habrán creado una familia bajo tierra tan poderosa como la que los espera afuera. Y habremos presenciado un nacimiento: 2000 periodistas y más de 200 medios de comunicación aguardan en esa improvisada sala de parto en que se han convertido el desierto y la montaña. Los 33 hombres fueron alimentados en el vientre de la tierra por un cordón umbilical venido desde la superficie. Hasta las imágenes que se veían de ellos eran similares a las ecografías, en las que se adivinan lejanamente los rasgos de un rostro y se siente la inminencia del paso hacia otra vida.

Conmueven también las historias en que predominan la peripecia, el cambio extremo y súbito de fortuna en poco tiempo. Todos nos sentimos expuestos y atraídos por los golpes de dados de la existencia, en la cual las vidas pueden cambiar de un segundo al otro, en una u otra dirección.
La emoción del año

Los primeros días, cuando se derrumbó la mina sobre las cabezas de los mineros, fueron dados por muertos. Pero aquel "Estamos bien en el refugio los 33" habrá sido la emoción del año. Estaban muertos, y si todo sale bien, saldrán vivos. Descendieron anónimos y saldrán célebres. De la oscuridad absoluta pasarán a estar cegados por algo más, probablemente, que la luz del sol.

Pero conmueve también otra cosa, tal vez más relevante que todo lo anterior. Y es que por unas semanas, por un par de meses, las prioridades del hombre se invirtieron y recuperaron su lugar.

Ya no eran un grupo de humildes mineros trabajando para las grúas, para dar el máximo rédito a la mina, para encontrar en condiciones de escasa seguridad una materia deseada que valía más que ellos. De golpe todo adquirió un rostro distinto: las inmensas grúas, las orugas que van y vienen, los inmensos recursos invertidos no trabajaban ya para sacar oro, plata o cobre. Trabajaban para sacar a 33 personas del centro de la tierra, para salvar las vidas de 33 hombres que se cuentan entre los más humildes del planeta. Sin reparar en gastos, se invirtieron todos los recursos necesarios para dotar de seguridad el rescate, y se abrieron varios caminos alternativos de salvación, por si alguno fallaba.

Por un corto tiempo, los mineros pasaron a ser pensados como fines en sí mismos. Y las cosas cayeron nuevamente en su lugar.

Sucede como si las experiencias extremas fueran necesarias, cada tanto, para que los seres humanos sean nuevamente percibidos dentro de una escala total. Mientras estas líneas se escriben un minero era izado a la superficie. Pero esto es lo otro que se habrá rescatado, junto con los mineros. Lo sucedido es una muestra de lo que puede la voluntad cuando se propone priorizar la vida ajena. Por poco que pensemos, todas las vidas tienen igual valor, y millones de ellas se pierden por razones evitables en la superficie misma de la tierra. ¿Habrá que percibir que son también situaciones extremas, para poner todos los recursos y energías en su rescate?

Tal vez haya prioridades enterradas también a 700 metros de profundidad que mandan cada tanto, como en esta fecha, señales de estar vivas.