martes, 23 de noviembre de 2010

Traducir en gestos de amor la Palabra escuchada

VERBUM DOMINI - EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POST SINODAL (Extracto)

Anuncio de la Palabra de Dios, reconciliación y paz entre los pueblos

102. Entre los múltiples ámbitos de compromiso, el Sínodo ha recomendado ardientemente la promoción de la reconciliación y la paz. En el contexto actual, es necesario más que nunca redescubrir la Palabra de Dios como fuente de reconciliación y paz, porque en ella Dios reconcilia en sí todas las cosas (cf. 2 Co 5,18-20; Ef 1,10): Cristo «es nuestra paz» (Ef 2,14), que derriba los muros de división. En el Sínodo, muchos testimonios han documentado los graves y sangrientos conflictos, así como las tensiones que hay en nuestro planeta. A veces, dichas hostilidades parecen tener un aspecto de conflicto interreligioso. Una vez más, deseo reiterar que la religión nunca puede justificar intolerancia o guerras. No se puede utilizar la violencia en nombre de Dios.[334] Toda religión debería impulsar un uso correcto de la razón y promover valores éticos que edifican la convivencia civil.
Fieles a la obra de reconciliación consumada por Dios en Jesucristo, crucificado y resucitado, los católicos y todos los hombres de buena voluntad han de comprometerse a dar ejemplo de reconciliación para construir una sociedad justa y pacífica.[335] Nunca olvidemos que «donde las palabras humanas son impotentes, porque prevalece el trágico estrépito de la violencia y de las armas, la fuerza profética de la Palabra de Dios actúa y nos repite que la paz es posible y que debemos ser instrumentos de reconciliación y de paz».[336]

La Palabra de Dios y la caridad efectiva

103. El compromiso por la justicia, la reconciliación y la paz tiene su última raíz y su cumplimiento en el amor que Cristo nos ha revelado. Al escuchar los testimonios aportados en el Sínodo, hemos prestado más atención a la relación que hay entre la escucha amorosa de la Palabra de Dios y el servicio desinteresado a los hermanos; todos los creyentes han de comprender «la necesidad de traducir en gestos de amor la Palabra escuchada, porque sólo así se vuelve creíble el anuncio del Evangelio, a pesar de las fragilidades humanas que marcan a las personas».[337] Jesús pasó por este mundo haciendo el bien (cf. Hch 10,38). Escuchando con disponibilidad la Palabra de Dios en la Iglesia, se despierta «la caridad y la justicia para todos, sobre todo para los pobres».[338] Nunca se ha de olvidar que «el amor –caritas– siempre será necesario, incluso en la sociedad más justa... Quien intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hombre en cuanto hombre».[339] Exhorto, por tanto, a todos los fieles a meditar con frecuencia el himno a la caridad escrito por el Apóstol Pablo, y a dejarse inspirar por él: «el amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no presume ni se engríe; no es mal educado, ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca» (1 Co 13,4-8).
Por tanto, el amor al prójimo, enraizado en el amor de Dios, nos debe tener constantemente comprometidos, personalmente y como comunidad eclesial, local y universal. Dice san Agustín: «La plenitud de la Ley y de todas las divinas Escrituras es el amor... El que cree, pues, haber entendido las Escrituras, o alguna parte de ellas, y con esta comprensión no edifica este doble amor de Dios y del prójimo, aún no las entendió».[340]

viernes, 5 de noviembre de 2010

Dialogando sobre Mediación

Jordi Palou-Loverdos es uno de los pocos abogados del mundo autorizado a actuar ante la Corte Penal Internacional (La Haya).

En diálogo con Carta de la Paz expresó hace pocos días:

“En verdad la mediación en conflictos se presenta ahora como un instrumento nuevo, sobre todo porque lo ha trabajado en los últimos treinta o cuarenta años el mundo anglosajón, y ellos son especialistas en presentar las cosas como nuevas. Pero es preciso destacar la existencia, por ejemplo, de los textos de la antigua China, donde allí se trabajaba la mediación en conflictos a todos los niveles, y de hecho en muchas otras culturas de norte, sur este y oeste del planeta se ha trabajado antiguamente la mediación, tanto en su vertiente teórica como práctica. Por lo tanto lo que se presenta como una innovación es que a partir de la entrada del instrumento formal como tal, algunas sociedades y particularmente la nuestra, están empezando a regular y legislar sobre los procesos de mediación, con el fin de que cada vez más tenga trascendencia social y jurídica aquello que se da entre las partes, sean dos o sean más, que deciden someterse o acompañarse del proceso de mediación. Los buenos oficios de un tercero de buena fe que intenta acompañar a las partes en su proceso conflictivo y facilitar la comunicación y, en su caso, un acuerdo entre ellos, es tan viejo como la humanidad.
(…) La gran fuerza de las mediaciones cívicas o de la diplomacia ciudadana o de las facilitaciones de diálogos, es su ausencia de poder (que no de capacidad de influencia): es la sociedad civil que se pone realmente a disposición sin ningún interés, porque no tiene el poder ni la influencia política para decidir nada y no tiene detrás ningún interés político, económico, o estratégico.

jueves, 4 de noviembre de 2010

70 X 7 En Clarín

La Iglesia reunió a víctimas de la guerrilla y la represión ilegal
04/11/10
Por Sergio Rubín para Clarín
No se quiso hacer publicidad. La convocatoria fue hecha de modo casi personal. Y sin buscar que la respuesta sea numerosa. Pero sí un primer paso. Así, el sábado 23 de octubre, una veintena de familiares de víctimas de la guerrilla y de la represión ilegal se congregaron por primera vez en el recoleto edificio del seminario de Devoto para un retiro espiritual con eje en el perdón como camino hacia la reconciliación. Una propuesta que, según sus impulsores, no debe emparentarse con la búsqueda de la impunidad –de hecho, cada uno de los participantes tiene su posición sobre el papel que debe jugar la Justicia-, sino con el objetivo de un país “sin odios”. La idea venía siendo macerada desde hacía tres años por un grupo de católicos llamado “Setenta veces siete”, nombre que alude a la pregunta de Pedro a Jesús acerca de cuántas veces se debe perdonar. Grupo que integran, entre otros, José María Sacheri –hijo del dirigente católico nacionalista Carlos Sacheri, asesinado en 1974 por el ERP-; Cristina Cacabelos –hermana de una militante de Montoneros muerta en un enfrentamiento y de dos desaparecidos que tenían 16 y 17 años-, y Beatriz Fernández, de la iglesia porteña de la Santa Cruz, donde empezaron a reunirse las Madres de Plaza de Mayo y fueron secuestradas las monjas francesas.
El retiro tuvo un paso previo. Fue un panel sobre la reconciliación que se realizó en la última Feria del Libro. Y del que participaron Arturo Larrabure –hijo del coronel Argentino Larrabure, asesinato en cautiverio por el ERP-; Luis Labraña, ex montonero, y el arzobispo emérito de Resistencia, Carmelo Giaquinta, cercano en su momento al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y a quien le ametrallaron su casa en 1976. Giaquinta fue el predicador del retiro espiritual, ocasión en la que dijo no tener dudas de que “si los argentinos nos perdonásemos de corazón, nos desataríamos las ataduras que nos tienen prisioneros del pasado y volveríamos a caminar como Nación”. Los organizadores prometen otro encuentro antes de fin de año.

70 X 7 En El Cronista

El Cronista 03.11.10

Obispos: asamblea tras la muerte de Kirchner

Norberto Beladrich Periodista
Pasados los primeros días, caracterizados por el impacto que en toda la sociedad causó la inesperada muerte del ex presidente Néstor Kirchner, las primeras y rápidas consultas permiten afirmar que la Iglesia no espera mayores cambios en su relación con el gobierno de aquí en adelante.

De todas maneras, la situación y sus perspectivas serán objeto de un análisis más circunstanciado a partir del lunes próximo, cuando se inicie en Pilar la última Asamblea Plenaria del Episcopado, ya que siempre esas reuniones prevén el intercambio de opiniones de los participantes sobre la realidad del país.

“Ya había temas, pero esta novedad carga bastante la agenda”, graficó uno de los concurrentes a la Plenaria cuando se lo consultó al respecto.

Para la gran mayoría de los obispos argentinos la relación con el gobierno que inició su gestión en mayo de 2003 fue compleja y -de acuerdo con la acertada expresión de un dignatario del interior- “despareja, más que mala”.

Ocurre que Kirchner y su equipo desplegaron a lo largo de todos estos años una estrategia en la que equipararon a la Iglesia con los grupos de presión o de interés que actúan en la Argentina, y como consecuencia de esa visión inicial atribuyeron intencionalidad política a cada una de sus declaraciones y acciones.

“Si en cada mención a la pobreza y en cada pedido de diálogo y consenso ves una confabulación en tu contra, entonces es muy difícil entenderse”, señaló un obispo cercano a la Capital Federal, al agregar otro aspecto que complicó la relación: la convicción, en el gobierno, de que cada vez que un hombre de la Iglesia exhortaba a superar situaciones de injusticia o tensión estaba encubriendo su militancia opositora.

Indudablemente, para la jerarquía eclesiástica el punto de mayor distancia entre el ex presidente y la Iglesia ha sido el del llamado a impulsar la reconciliación de la sociedad argentina. Un obispo que mantuvo reuniones con funcionarios por este tópico simplificó su conclusión en pocas palabras: “Nunca nos creyeron, pensaron que trabajábamos para los militares”.

Por cierto, el interés de la Iglesia en ese campo continúa expresándose en distintas formas. El pasado 23 de octubre, por ejemplo, se realizó un encuentro de reflexión sobre el perdón y su aplicación concreta a la historia argentina reciente, con participación de familiares de muertos y de desaparecidos por la acción de grupos armados y de fuerzas armadas estatales, antiguos miembros de organizaciones armadas, retirados de instituciones militares, hijos de personas actualmente detenidas en relación con aquellos sucesos, además de psicólogos y otros profesionales interesados en el tema.

La reunión contó con el aporte del ex arzobispo de Resistencia, Carmelo Giaquinta, que anima la iniciativa conocida como “Proyecto 70 veces 7”,y que está convencido de que en torno a tan ardua tarea “está sembrándose la semilla de una Argentina por fin reconciliada”.

70 X 7 En Valores Religiosos

Valores Religiosos
EN EL MARCO DEL PROYECTO 70 VECES 7
La Iglesia reunió a víctimas del terrorismo y de la represión ilegal
Inédito gesto en busca de la reconciliación aplicado a las consecuencias de la violencia en la década del 70. Motivados por el arzobispo Giaquinta, ex miembros de grupos armados y retirados de las FF.AA. compartieron un espacio de diálogo y oración.
________________________________________
El Equipo Animador del "Proyecto 70 veces 7", con el aliento del arzobispo emérito de Resistencia, monseñor Carmelo Giaquinta, quien aportó su sabiduría y su compromiso, convocó a un encuentro de reflexión sobre el perdón y su aplicación concreta a las consecuencias de la violencia de los años 70 en la Argentina.

El encuentro, que no revistió un temperamento religioso, se llevó a cabo el sábado 23 de octubre y tuvo la particularidad de que su convocatoria tenía como destinatarios a toda persona de buena voluntad que ansiara poner fin a la división de los argentinos, sembrando la semilla de la reconciliación a partir del perdón.

El espíritu de la reunión estuvo caracterizado por la esperanza que generó la coincidencia entre personas diversas, tan diversas que en aquellos años estuvieron férreamente enfrentadas con el corazón y las manos ensangrentadas.

Compartieron varias horas de escucha, diálogo y oración familiares de muertos por el accionar de los grupos armados; familiares de muertos o desaparecidos por la acción de las fuerzas armadas estatales; ex miembros de grupos armados; miembros retirados de las fuerzas armadas; hijos de militares actualmente presos; docentes, estudiantes, periodistas, abogados, politólogos, psicólogos, ingenieros, empleados, comerciantes, agentes pastorales.

Pero más allá de estos datos, todos los asistentes creen en la fuerza del perdón y sueñan con un país de hermanos reconciliados.

Antecedentes

El sábado 8 de mayo de 2010, fiesta de Nuestra Señora de Luján, patrona de la Argentina, a las 17, una multitud de peregrinos se reunió frente al Santuario Nacional de Luján, y al mismo tiempo que millones de argentinos en todo el país, en el marco del Bicentenario del primer Gobierno Patrio, encendían una vela y oraban pidiendo una nueva luz de esperanza por una Patria en paz.

Ese mismo día y a esa misma hora, en la Sociedad Rural Argentina donde se instaló este año la 36ª Feria Internacional del Libro, un centenar y medio de personas se dieron cita para asistir a lo que podría llamarse un paso en la ansiada reconciliación de los argentinos.

Enfrentaba al público un panel integrado por tres personas: un obispo, monseñor Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia (Chaco); un ex miembro de grupos armados, hoy un pacífico docente de lingüística; y el hijo de un militar torturado y muerto por uno de aquellos grupos armados. Hoy se dedica a escribir y hablar a favor de la reconciliación entre los argentinos, en cumplimiento del mensaje recibido de su padre desde el lugar de su cautiverio.

La exposición de monseñor Giaquinta se titulaba "Perdonar setenta veces siete", aludiendo a la respuesta que Jesús le dio a San Pedro cuando éste le preguntó cuántas veces debía perdonar, y también refiriéndose a una de las entidades organizadoras del encuentro, el "Proyecto Setenta veces siete".

Reconocer el pasado y mirar al futuro
Nos proponemos -decían los organizadores- hacer un reconocimiento sincero de nuestro propio pasado, sin eludir las heridas, y una reflexión que mire limpiamente hacia el futuro. Creemos en la importancia de la convivencia basada en la dignidad de la persona, en la tolerancia y en el respeto a las ideas de los demás, valores que para ser alcanzados necesitan de una actitud clave: el perdón –pedido, ofrecido, dado o recibido– como camino hacia la reconciliación y la paz.

En el espacio dedicado al misterio del odio, el prelado afirmó que "el hombre que odia es como la bestia cebada que quiere más sangre. La lógica del odio es no detenerse nunca. No puede ser vencido por el odio de otro. Si éste lograse prevalecer sobre el primero, se convertiría automáticamente en un ser odiable, suscitador del odio de muchos otros. ¿Cómo salir de esta encerrona? En ella también está atrapada la Argentina".

Tras unos conceptos sobre cómo promover la reconciliación de los argentinos, tarea que calificó de "ardua, porque nuestros odios son grandes, irracionales como todo odio", monseñor Giaquinta se refirió al "Proyecto Setenta veces siete", del que dijo: "Me conmueve ver a ciudadanos, cristianos y tal vez no, comprometidos en tan nobilísimo y necesario propósito. Me animo a decir que aquí se está sembrando la semilla de una Argentina por fin reconciliada", e instó a cultivarla con cuidado y tesón.

La evaluación de la reunión del 23 de octubre -fruto, precisamente, de aquel encuentro del 8 de mayo- abre la posibilidad de producir nuevos encuentros y la creación de un entramado de redes propiciadoras de una vida cada vez más humana en la Argentina.

Fuente: AICA

70 X 7 En SALA STAMPA, Torino, Italia

Sala Stampa EU
http://argentinatoday.eu/1010/2010/11/02/70-veces-7
Por Rubén Guzzo desde Torino, Italia
70 veces 7
2 Noviembre, 2010

El cuerpo de Abel encontrado por Adam y Eva, pintura de William Blake, 1826, Londres, Tate Gallery
Llamado al perdón y la reconciliación de los argentinos
Buenos Aires, 2 Noviembre 2010 (AICA) – El Equipo Animador del “Proyecto 70 veces 7”, con el aliento del arzobispo emérito de Resistencia, monseñor Carmelo Giaquinta, quien aportó su sabiduría y su compromiso, convocó a un encuentro de reflexión sobre el perdón y su aplicación concreta a las consecuencias de la violencia de los años 70 en la Argentina.
El encuentro, que no revistió un temperamento religioso, se llevó a cabo el sábado 23 de octubre y tuvo la particularidad de que su convocatoria tenía como destinatarios a toda persona de buena voluntad que ansiara poner fin a la división de los argentinos, sembrando la semilla de la reconciliación a partir del perdón.
El espíritu de la reunión estuvo caracterizado por la esperanza que generó la coincidencia entre personas diversas, tan diversas que en aquellos años estuvieron férreamente enfrentadas con el corazón y las manos ensangrentadas.
Compartieron varias horas de escucha, diálogo y oración familiares de muertos por el accionar de los grupos armados; familiares de muertos o desaparecidos por la acción de las fuerzas armadas estatales; ex miembros de grupos armados; miembros retirados de las fuerzas armadas; hijos de militares actualmente presos; docentes, estudiantes, periodistas, abogados, politólogos, psicólogos, ingenieros, empleados, comerciantes, agentes pastorales.
Pero más allá de estos datos, todos los asistentes creen en la fuerza del perdón y sueñan con un país de hermanos reconciliados.
Antecedentes
El sábado 8 de mayo de 2010, fiesta de Nuestra Señora de Luján, patrona de la Argentina, a las 17, una multitud de peregrinos se reunió frente al Santuario Nacional de Luján, y al mismo tiempo que millones de argentinos en todo el país, en el marco del Bicentenario del primer Gobierno Patrio, encendían una vela y oraban pidiendo una nueva luz de esperanza por una Patria en paz.
Ese mismo día y a esa misma hora, en la Sociedad Rural Argentina donde se instaló este año la 36ª Feria Internacional del Libro, un centenar y medio de personas se dieron cita para asistir a lo que podría llamarse un paso en la ansiada reconciliación de los argentinos.
Enfrentaba al público un panel integrado por tres personas: un obispo, monseñor Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia (Chaco); un ex miembro de grupos armados, hoy un pacífico docente de lingüística; y el hijo de un militar torturado y muerto por uno de aquellos grupos armados. Hoy se dedica a escribir y hablar a favor de la reconciliación entre los argentinos, en cumplimiento del mensaje recibido de su padre desde el lugar de su cautiverio.
La exposición de monseñor Giaquinta se titulaba “Perdonar setenta veces siete”, aludiendo a la respuesta que Jesús le dio a San Pedro cuando éste le preguntó cuántas veces debía perdonar, y también refiriéndose a una de las entidades organizadoras del encuentro, el “Proyecto Setenta veces siete”.
Reconocer el pasado y mirar al futuro
Nos proponemos -decían los organizadores- hacer un reconocimiento sincero de nuestro propio pasado, sin eludir las heridas, y una reflexión que mire limpiamente hacia el futuro. Creemos en la importancia de la convivencia basada en la dignidad de la persona, en la tolerancia y en el respeto a las ideas de los demás, valores que para ser alcanzados necesitan de una actitud clave: el perdón –pedido, ofrecido, dado o recibido– como camino hacia la reconciliación y la paz.
En el espacio dedicado al misterio del odio, el prelado afirmó que “el hombre que odia es como la bestia cebada que quiere más sangre. La lógica del odio es no detenerse nunca. No puede ser vencido por el odio de otro. Si éste lograse prevalecer sobre el primero, se convertiría automáticamente en un ser odiable, suscitador del odio de muchos otros. ¿Cómo salir de esta encerrona? En ella también está atrapada la Argentina”.
Tras unos conceptos sobre cómo promover la reconciliación de los argentinos, tarea que calificó de “ardua, porque nuestros odios son grandes, irracionales como todo odio”, monseñor Giaquinta se refirió al “Proyecto Setenta veces siete”, del que dijo: “Me conmueve ver a ciudadanos, cristianos y tal vez no, comprometidos en tan nobilísimo y necesario propósito. Me animo a decir que aquí se está sembrando la semilla de una Argentina por fin reconciliada”, e instó a cultivarla con cuidado y tesón.
La evaluación de la reunión del 23 de octubre -fruto, precisamente, de aquel encuentro del 8 de mayo- abre la posibilidad de producir nuevos encuentros y la creación de un entramado de redes propiciadoras de una vida cada vez más humana en la Argentina.
Los interesados en colaborar con la pacificación del país, pueden comunicarse a los teléfonos: 15.4413-2749 (José María Sacheri); 15.3568-4523 (Beatriz Fernández); 15.6534-3011 (Cristina Cacabelos). O al correo electrónico: nosotros.70veces7@gmail.com
Fuente: AICA
Información de dominio público

70 X 7 EN AICA

Llamado al perdón y la reconciliación de los argentinos Buenos Aires, 2 nov. 10 (AICA)

El Equipo Animador del “Proyecto 70 veces 7”, con el aliento del arzobispo emérito de Resistencia, monseñor Carmelo Giaquinta, quien aportó su sabiduría y su compromiso, convocó a un encuentro de reflexión sobre el perdón y su aplicación concreta a las consecuencias de la violencia de los años 70 en la Argentina.

El encuentro, que no revistió un temperamento religioso, se llevó a cabo el sábado 23 de octubre y tuvo la particularidad de que su convocatoria tenía como destinatarios a toda persona de buena voluntad que ansiara poner fin a la división de los argentinos, sembrando la semilla de la reconciliación a partir del perdón.

El espíritu de la reunión estuvo caracterizado por la esperanza que generó la coincidencia entre personas diversas, tan diversas que en aquellos años estuvieron férreamente enfrentadas con el corazón y las manos ensangrentadas.

Compartieron varias horas de escucha, diálogo y oración familiares de muertos por el accionar de los grupos armados; familiares de muertos o desaparecidos por la acción de las fuerzas armadas estatales; ex miembros de grupos armados; miembros retirados de las fuerzas armadas; hijos de militares actualmente presos; docentes, estudiantes, periodistas, abogados, politólogos, psicólogos, ingenieros, empleados, comerciantes, agentes pastorales.

Pero más allá de estos datos, todos los asistentes creen en la fuerza del perdón y sueñan con un país de hermanos reconciliados.

Antecedentes
El sábado 8 de mayo de 2010, fiesta de Nuestra Señora de Luján, patrona de la Argentina, a las 17, una multitud de peregrinos se reunió frente al Santuario Nacional de Luján, y al mismo tiempo que millones de argentinos en todo el país, en el marco del Bicentenario del primer Gobierno Patrio, encendían una vela y oraban pidiendo una nueva luz de esperanza por una Patria en paz.

Ese mismo día y a esa misma hora, en la Sociedad Rural Argentina donde se instaló este año la 36ª Feria Internacional del Libro, un centenar y medio de personas se dieron cita para asistir a lo que podría llamarse un paso en la ansiada reconciliación de los argentinos.

Enfrentaba al público un panel integrado por tres personas: un obispo, monseñor Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia (Chaco); un ex miembro de grupos armados, hoy un pacífico docente de lingüística; y el hijo de un militar torturado y muerto por uno de aquellos grupos armados. Hoy se dedica a escribir y hablar a favor de la reconciliación entre los argentinos, en cumplimiento del mensaje recibido de su padre desde el lugar de su cautiverio.

La exposición de monseñor Giaquinta se titulaba “Perdonar setenta veces siete”, aludiendo a la respuesta que Jesús le dio a San Pedro cuando éste le preguntó cuántas veces debía perdonar, y también refiriéndose a una de las entidades organizadoras del encuentro, el “Proyecto Setenta veces siete”.

Reconocer el pasado y mirar al futuro
Nos proponemos -decían los organizadores- hacer un reconocimiento sincero de nuestro propio pasado, sin eludir las heridas, y una reflexión que mire limpiamente hacia el futuro. Creemos en la importancia de la convivencia basada en la dignidad de la persona, en la tolerancia y en el respeto a las ideas de los demás, valores que para ser alcanzados necesitan de una actitud clave: el perdón –pedido, ofrecido, dado o recibido– como camino hacia la reconciliación y la paz.

En el espacio dedicado al misterio del odio, el prelado afirmó que “el hombre que odia es como la bestia cebada que quiere más sangre. La lógica del odio es no detenerse nunca. No puede ser vencido por el odio de otro. Si éste lograse prevalecer sobre el primero, se convertiría automáticamente en un ser odiable, suscitador del odio de muchos otros. ¿Cómo salir de esta encerrona? En ella también está atrapada la Argentina”.

Tras unos conceptos sobre cómo promover la reconciliación de los argentinos, tarea que calificó de “ardua, porque nuestros odios son grandes, irracionales como todo odio”, monseñor Giaquinta se refirió al “Proyecto Setenta veces siete”, del que dijo: “Me conmueve ver a ciudadanos, cristianos y tal vez no, comprometidos en tan nobilísimo y necesario propósito. Me animo a decir que aquí se está sembrando la semilla de una Argentina por fin reconciliada”, e instó a cultivarla con cuidado y tesón.

La evaluación de la reunión del 23 de octubre -fruto, precisamente, de aquel encuentro del 8 de mayo- abre la posibilidad de producir nuevos encuentros y la creación de un entramado de redes propiciadoras de una vida cada vez más humana en la Argentina.

Los interesados en colaborar con la pacificación del país, pueden comunicarse a los teléfonos: 15.4413-2749 (José María Sacheri); 15.3568-4523 (Beatriz Fernández); 15.6534-3011 (Cristina Cacabelos). O al correo electrónico; nosotros.70veces7@gmail.com +

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Nutrir la Esperanza

Llamamiento de Paz

Hombres y mujeres de diferentes religiones, procedentes de muchas partes del mundo, nos hemos reunido en Barcelona, en una tierra que celebra con el arte la belleza de la familia de Dios y de la familia de los pueblos, para invocar al Altísimo el gran don de la paz.

Hemos dejado atrás una década difícil. Ha sido un tiempo en el que el mundo ha creído más en la contraposición y en el conflicto que en el diálogo y en la paz. Tenemos presentes los miedos de muchos hombres y mujeres en numerosos lugares del mundo, el dolor de guerras que no han traído la paz, las heridas causadas por el terrorismo, el malestar de sociedades afectadas por la crisis del trabajo y por la incertidumbre del futuro, el sufrimiento de muchos pobres que llaman a la puerta de un mundo más rico y que a menudo encuentran puertas cerradas y desconfianza.

Nuestro mundo está desorientado a causa de la crisis de un mercado que se ha creído omnipotente, y a causa de una globalización que a veces no tiene ni alma ni rostro. Pero en realidad, la globalización es una oportunidad histórica. Une mundos alejados, y para lograrlo tiene que encontrar una inspiración generosa. En cambio, se ha visto acompañada por el miedo, la guerra, la cerrazón hacia el otro y el temor a perder la identidad.

Es necesario abrir una nueva década en la que el mundo globalizado se convierta en una familia de pueblos. Este mundo necesita alma. Pero sobre todo necesita paz. La paz es el nombre de Dios. No es algo superficial. Proviene de lo profundo de cada tradición religiosa. Quien usa el nombre de Dios para odiar y humillar al otro abandona la religión pura. Quien invoca el nombre de Dios para hacer la guerra y para justificar la violencia actúa contra Dios. Ninguna razón ni ofensa recibida justifican nunca la eliminación del otro. Lo más profundo de nuestras identidades religiosas, nuestras historias diferentes, la oración vivida los unos junto a los otros, nos permiten decir al mundo: necesitamos vivir juntos un destino común. Las religiones atestiguan que existe un destino común de los pueblos y de los hombres. Este destino se llama paz.

A través del diálogo ese destino común que es la paz se hace realidad. El diálogo es el camino para encontrarlo y construirlo. Nos protege a cada uno de nosotros y nos hace seguir siendo humanos en un tiempo de crisis. El diálogo no es ingenuidad. Es la capacidad de ver lejos aun cuando todos miran sólo cerca y por eso se sienten solos, resignados y asustados. El diálogo no debilita sino que refuerza. Es la verdadera alternativa a la violencia. Nada se pierde con el diálogo. Todo es posible, incluso imaginar la paz. En una sociedad en la que cada vez es más frecuente que personas diferentes vivan juntas, es necesario aprender el arte del diálogo. No debilita la identidad de nadie y permite volver a descubrir lo mejor de cada uno y del otro. Nuestras sociedades necesitan aprender de nuevo el arte de convivir.

Después de estos días estamos cada vez más convencidos de que un mundo sin diálogo no es un mundo mejor. Necesitamos paz, y no hay paz sin diálogo. La paz es el mayor don de Dios. La paz requiere oración. Ningún odio, ningún conflicto, ningún muro puede resistirse a la oración, al amor paciente que se hace don y perdón al tiempo que educa desde la raíz para construir un mundo en el que no todo es mercado y donde lo que es realmente importante ni se compra ni se vende.

Queremos entrar en la década que se abre con la fuerza del Espíritu, para crear un tiempo de esperanza para el mundo. Hace falta esperanza. Pero nosotros tenemos esperanza. Nuestra esperanza viene de lejos y mira hacia el futuro. Un destino común es el único destino posible.

Que esta pueda ser la década de la paz, del diálogo y de la esperanza.

Barcelona, 5 de octubre de 2010