jueves, 27 de enero de 2011

Juana de Arco - "un ejemplo de santidad para los laicos comprometidos en la vida política, sobre todo en las situaciones más difíciles"

Ciudad del Vaticano, 27 Ene. 11 (AICA)

En la Audiencia General de este miércoles, Benedicto XVI resaltó que Santa Juana de Arco –condenada a morir en la hoguera en 1431 por jueces "incapaces de ver la belleza de su alma–, constituye "un ejemplo de santidad para los laicos comprometidos en la vida política, sobre todo en las situaciones más difíciles".

En el Aula Pablo VI el Papa destacó que Juana de Arco es una de "las mujeres fuertes que al final de la Edad Media llevaron sin miedo la gran luz del Evangelio en las complejas peripecias de la historia".

Hija de campesinos acomodados, su vida se enmarca en el conflicto bélico que se conoce como la Guerra de los Cien Años, entre Francia e Inglaterra. A los 13 años, Juana sintió a través de la "voz" de San Miguel Arcángel "la llamada del Señor a intensificar su vida cristiana, y también a comprometerse en primera persona por la liberación de su pueblo".

Juana hace voto de virginidad y redobla sus oraciones, participando con un nuevo empeño en la vida sacramental. "La compasión y el compromiso de la joven campesina francesa ante los sufrimientos de su pueblo son todavía más intensos gracias a su relación mística con Dios. Uno de los aspectos más originales de la santidad de esta joven es este lazo entre experiencia mística y pasión política".

Al principio de 1429 Juana comienza su acción y superando todos los obstáculos encuentra al delfín de Francia, el futuro rey Carlos VII, que en Poitiers la somete a un examen por parte de algunos teólogos que "expresan un juicio positivo; en ella no hay nada malo, es una buena cristiana".

El 22 de marzo de ese mismo año Juana dicta una carta al Rey de Inglaterra y a sus hombres que asedian la ciudad de Orleáns. "Su propuesta es de verdadera paz en la justicia entre dos pueblos cristianos, invocando los nombres de Jesús y María", dijo el Papa. Pero es rechazada y Juana debe luchar por la liberación de la ciudad. Otro momento importante es la coronación del Rey Carlos en Reims el 17 de julio de 1429.

El Papa recuerda luego que la pasión de Juana comienza el 23 de mayo de 1430 cuando cae prisionera de sus enemigos en Compiegne y es conducida a la ciudad de Rouen, donde tendrá lugar su largo y dramático proceso que concluye con la condena a muerte.

El Santo Padre indica que al frente del proceso estuvieron dos importantes jueces eclesiásticos: el obispo Pierre Cauchon y el inquisidor Jean le Maistre, pero en realidad lo conducen un grupo de teólogos de la Universidad de París, "eclesiásticos franceses que pertenecen al grupo político opuesto al de Juana y que tienen a priori un juicio negativo sobre su persona y su misión".

"Este proceso es una página terrible en la historia de la santidad y también una página que ilumina el misterio de la Iglesia, que al mismo tiempo es siempre santa y siempre necesitada de purificación".

"A diferencia de los santos teólogos que habían iluminado la Universidad de París, como Buenaventura, Tomás de Aquino o Duns Escoto, estos jueces son teólogos que carecen de caridad y humildad para ver en esta joven la acción de Dios" y no ven "que los misterios de Dios son revelados en el corazón de los pequeños mientras permanecen ocultos a los sabios y doctos. Los jueces de Juana son radicalmente incapaces de comprenderla, de ver la belleza de su alma".

Juana muere en la hoguera el 30 de mayo de 1431, con un crucifijo en las manos e invocando el nombre de Jesús. Veinticinco años después, el Proceso de Anulación abierto por Calixto III "concluye con una sentencia solemne que declara nula la condena y resalta la inocencia de Juana y su perfecta fidelidad a la Iglesia. Juana de Arco será canonizada en 1920 por Benedicto XV".

"El Nombre de Jesús que la Santa invocó hasta en los últimos instantes de su vida terrenal era como el continuo respiro de su alma, el centro de su vida. Esta Santa había entendido que el Amor abraza toda la realidad de Dios y del ser humano, del cielo y de la tierra, de la Iglesia y del mundo".

"La liberación de su pueblo es una obra de justicia humana que cumple en caridad, por amor de Jesús. El suyo es un hermoso ejemplo de santidad para los laicos comprometidos en la vida política, sobre todo en las situaciones más difíciles".

"En Jesús –prosiguió el Papa– Juana contempla también toda la Iglesia, la Iglesia triunfante del cielo, como la Iglesia militante en la tierra. Según sus palabras, 'es todo uno Nuestro Señor y la Iglesia'. Esta afirmación tiene un carácter realmente heroico en el contexto del proceso de condena, frente a sus jueces, hombres de Iglesia que la persiguieron y condenaron".

Finalmente el Santo Padre señaló que "con su luminoso testimonio Juana nos invita a una medida alta de la vida cristiana: hacer de la oración el hilo conductor de nuestras jornadas; tener plena confianza en cumplir la voluntad de Dios, cualquiera que sea, vivir la caridad sin favoritismos, sin limites y sacar fuerzas del amor a Jesús para amar profundamente a su Iglesia".+

MADIBA LE DIO COLOR AL PERDÓN - por Edgardo Martolio

EL PERIODISTA ARGENTINO EDGARDO MARTOLIO REMEMORA AQUÍ SUS VIAJES A SUDÁFRICA, EN LOS QUE PUDO VER CÓMO EVOLUCIONÓ UN PAÍS DEL QUE SE ENAMORÓ PERDIDAMENTE.


La primera vez que llegué a Sudáfrica fue en 1996. Estaba recorriendo Africa, en 4x4, hacía varios meses y había bajado desde Alejandría, Egipto, por toda la costa inglesa, la que baña el Océano Indico. Me habían sorprendido Etiopía y Malawi, desencantado Tanzania y Sudán y entristecido Ruanda y Mozambique; de Uganda guardaba en mi memoria la montaña de los gorilas y de Kenia el Kilimanjaro, pero soñaba desembarcar en la mágica Madagascar… sólo que llegué a Sudáfrica y fue amor a primera vista.

Hacía dos años que había terminado el apartheid y en el día a día poco se advertía. Los blancos continuaban manejando ese día a día. Los negros, salvo en casos puntuales, no aparecían con destaque en la escena cotidiana. Todo me llamaba la atención. Había leído mucho y no encontraba, en el trato con las personas, elementos que me revelasen la angustia recién concluida. No había cicatrices visibles.

Tengo anécdotas maravillosas envolviendo a los blancos y también historias estupendas con los negros. Todas positivas. Mi recorrido, nada rígido, me dictaba que no debía pasar más de un mes en ningún país si quería dar la vuelta completa al continente negro en dos años. Y cumplí el plan hasta Sudáfrica, donde me quedé ¡cuatro meses! La recorrí toda, incluyendo Lesoto y Suazilandia. Después viajé a Botsuana, Zambia y Zimbabue, pero antes de cruzar a Namibia para buscar Angola, en el norte, volví al sur, a Sudáfrica… Me había apasionado por ese país: de su gente, su geografía, del Kruger y el Kalahari, del Cabo de Buena Esperanza y la Mountain Table. Quería más.

Sudáfrica era un ejemplo de prosperidad (más allá de su política). Sus fronteras cerradas durante décadas no limitaron el país a un estremecimiento africano más. Por el contrario, lo ponderaron a una escala que, como argentino, me ahogaba de envidia. Ignorante, pensaba que ahora, sin los temibles bóers en el poder, todo decaería. “Ignorante” dije, sí.

Nelson Mandela, como lo escriben los diarios, o Madiba como lo llama su gente, por entonces era un nombre del que se hablaba con respeto, pero poco; permanentemente me quedaba la impresión de que afuera de sus límites se lo nombraba y reconocía más. Hacía poco menos de un año que Sudáfrica se había consagrado campeón mundial de rugby, por su gestión política más que por la calidad deportiva del “quince”. Y el país estaba realmente unido. Eso era claro y evidente, tal como bien lo retrata Invictus, el film de Clint Eastwood.

Un silencio similar sucedía con el premio Nobel Desmond Tutú, que ese año de 1996 concluyó el informe final de los horrores del apartheid. Bienvenido informe que la población, sin embargo, no lo leyó para justificar su revancha; apenas lo guardó “para que quede registrado”. Una lección de paz y construcción de futuro.

Cuando comencé a acompañar la fría corriente de Benguela, subiendo el Atlántico para desbravar el Africa francesa, “la otra mitad”, sabía que no volvería a ver nada semejante en la veintena de países que encararía. El Limpopo, los suricatos y el amarula empezaban a ser recuerdo. Imborrable recuerdo. Y esa sensación se convalidó en los 70 mil restantes kilómetros recorridos por los deltas del Congo y el Níger, el golfo de Biafra y las arenas del Magreb. Nada parecido. Sudáfrica es única. Mandela también.

Volví doce años después, en 2008, y vi pocos cambios. Mandela continuaba siendo un nombre importante, pero él mismo no había permitido su endiosamiento. Prefería seguir siendo Madiba. Otra vez la envidia. ¿Por qué no tener alguna vez un líder con esa estirpe? El país no había evolucionado económicamente mucho, pero tampoco se había deteriorado como mi ignorancia presumió una década antes. Esta vez tuve más contacto con los negros, aunque –como fui por negocios– percibí que ciertas cosas aún eran dominio de los blancos.

La convivencia, de todos modos, continuaba pacífica y de respeto mutuo. Jamás presencié ninguna escena que reprodujese alguna imagen propia del retrato que la información internacional pudiese haber almacenado en mi imaginación. Me preguntaba cómo puede ser que las hinchadas de Boca y River se peleen más que esta gente. Continué enamorado de Sudáfrica.

Por fin, el Mundial. Inversamente a lo que pensaba en mi primer retorno, desembarqué en este 2010 pensando que con los créditos de los bancos mundiales ahora sí encontraría “un cambio para mejor”. Y aquí me detengo. Me obligo a reflexionar y me pregunto ¿qué es “un cambio para mejor”? ¿Más autopistas de las varias que no fueron terminadas? ¿Un tren bala que hoy es una tímida flecha? ¿Estos estupendos estadios en los que faltó el famoso “cinco para el peso”? Si todo estuviese concluido según el cronograma del Comité de la FIFA, ¿yo diría que encontré una Sudáfrica mejor?

¿Sería tan torpe de evaluar esos elementos que, en definitiva, el dinero soluciona, por sobre lo auténticamente importante, lo verdaderamente trascendente, que es la aún mayor unión de este pueblo que antes supo dividirse, para odiarse, como casi ningún otro? No puedo permitírmelo. El progreso físico, económico y financiero no es todo. ¡Las reservas morales no pueden cotizar menos que las reservas de Estado! Por eso debo decir, feliz, que encontré una Sudáfrica superior y superada.

A los blancos les atribuyo inmensos méritos, principalmente el de haber hecho de este país africano, cortado por el Trópico de Capricornio, una pequeña potencia, digna de otro continente (separado por el progreso y la convivencia del resto de Africa). No es poco. Más aún si lo pensamos desde esta desteñida y destemplada Argentina. Pero los blancos representan poco más del veinte por ciento de la población y en cualquier otro lugar, al perder el (descontrolado) poder que poseían, hubiesen sido sino masacrados, mínimamente expulsados y no sin razón.

No obstante, la población negra, abrumadoramente mayoritaria, hizo como si nada hubiese pasado. Insisto, “hizo como si…” porque es imposible olvidar, pero nunca quiso recordar para vengarse. Y es allí cuando aparece en todo su esplendor, sin necesidad de primeras planas, sin voces microfónicas ni cámaras ufanas, la figura de Nelson Mandela, como lo conocemos nosotros. Madiba, como lo llaman ellos. Figura única y gigantesca. Un Gandhi moderno. Un ejemplo eterno.

Mandela lo predicó. Sudáfrica lo hizo. Esta Sudáfrica actual, la última, la que el planeta observó en el campeonato Mundial de fútbol, dejó una infinidad de retratos interesantes, capaces de mostrar a todos su actitud de “mejor que recordar por qué nos odiábamos tanto, unámonos para tal vez un día querernos”. Este cronista, si algo no tiene, es inocencia, y por ello no ignora que en tantos días no vio una única pareja mixta (hombre negro y mujer blanca o viceversa) de sudafricanos besándose en una plaza o un estadio. Salta a la vista la unión de este pueblo, pero si se desea encontrar el detalle “incomodo o inconveniente”obviamente aparecerá, igual que en mi familia o la suya. Como en un antiguo matrimonio arreglado por sus progenitores, se ve la buena convivencia como también que aún falta el amor. Sería infantil pretender que –apenas 16 años después de “todo aquello”– este pueblo, además de perdonarse, se amase, inclusive físicamente. Montescos y Capuletos, por ahora, sólo en la Europa del siglo XIV.

Ross, un buen amigo de Durban, una región bastante radical en cuestiones segregacionistas en su momento, me confirmó que “si bien existen algunos casamientos interraciales, todavía llama la atención cuando se cruza en la calle una pareja con esas características”. Mientras Argentina aprueba el matrimonio gay, parece un atraso al pacifismo sudafricano que no exista atracción sexual sólo porque la raza no coincide. Para quien vive en Brasil, como yo, resulta difícil entender que la pigmentación le gane la batalla a la imparable testosterona... Pero no lo es, porque nada puede observarse y mucho menos juzgarse sin su correspondiente contexto. Es mucho más atrasada la condena a la unión homosexual en países supuestamente evolucionados que este fenómeno del (aún) no cristalizado cruzamiento de razas sudafricano.

Ni siquiera el propio Mandela pudo, en sus tres matrimonios, enamorarse y mostrar una mujer blanca a su lado. Hubiese sido una acción de marketing tan inédita como alucinante y peligrosa. Pero Mandela no es un político marketinero, palabras que hoy suenan a sinónimos. Mandela es un sabio de estos tiempos y en su sabiduría, además de la paz, está la verdad (posiblemente su arma más contundente para eliminar diferencias y derribar adversarios).

Elementos como la mestización, que el tiempo irá consolidando y acrecentando, hacen que la Sudáfrica que continuaremos viendo en el futuro sea tan apasionante como esta feliz y actual y, aunque llena de dolor, como aquella que vimos en el siglo pasado. Infelizmente, pronto Mandela saldrá de escena, pero es posible que un nieto suyo se case con una blanca. Me gustaría vivir para verlo. El mundo empezaría a ser un poco mejor que esto que tenemos hoy y que el club de líderes Kinderberg bautizara de globalización.

Volví del Mundial más apasionado que nunca de ese insólito territorio de once lenguas oficiales y mil motivos para destriparse los unos a los otros, donde –sin embargo– reina la sonrisa, el orgullo, la predisposición, la solidaridad y el mañana. Esta Sudáfrica es la obra de Mandela y un modelo universal. Y como este asunto me ocupa tanto el pensamiento como el corazón, no me pasa inadvertido que en la raza negra hay algo distinto y para mejor. Creo haber aprendido que los únicos que –de verdad– “saben perdonar” son los negros.

La historia del mundo lo demuestra y Sudáfrica es su último y más bien encarnado ejemplo. Porque perdonar perdonamos todos, pero saber perdonar, me parece, sólo los negros saben. Perdonar es una cosa; saber perdonar otra. Yo, como usted, perdono desde la razón. Los negros sudafricanos perdonaron desde el alma. Allí reside su sabiduría. Creo que si a los sentimientos les atribuimos colores, al perdón sólo podemos pintarlo de negro, el primer color en la paleta de Mandela.

Y quien lo dude que le pregunte a un tal Madiba.

Por Edgardo Martolio

MANDELA Y EL PERDÓN

EL PERDÓN COMO FONDO DE TODA SU POLÍTICA

Lo que más me atrae de Mandela es el perdón que manifestó. Para él, el perdón libera.

HOY ESTÁ INTERNADO...

De acuerdo con el primer comunicado, el ex presidente sudafricano Nelson Mandela fue ingresado en un hospital de Johannesburgo para ser sometido a una "revisión médica de rutina".
Según distintas versiones de radios sudafricanas, el ex mandatario e histórico dirigente opositor al régimen del apartheid fue atendido por un especialista pulmonar. No obstante, el partido de Mandela -Congreso Nacional Africano (ANC)- pidió, en respuesta a las especulaciones de la prensa, que no se siembre "el pánico" sobre su estado de salud.
"Tiene 92 años y padece los achaques propios de su edad, y el hecho de que haya pasado la noche [en el hospital] no indica que vaya a ocurrir lo peor", declaró un vocero de ANC, Jackson Mthembu. "Pedimos a la gente que no haga declaraciones infundadas, que le dejemos tranquilo y no sembremos el pánico, porque no hay motivos para ello", agregó.
La Policía controla el tránsito en torno al Milpark Hospital, situado en un suburbio de Johannesburgo, donde se concentran numerosos periodistas, fotógrafos y cámaras de televisión. Varios familiares de Mandela, entre ellos su esposa Graça Machel, visitaron el hospital después de que fuera ingresado el ex presidente.
Según indica el periódico local The Star, uno de los guardaespaldas de Mandela le había solicitado a la policía que "despejen la zona para cuando salieran del hospital". Por eso mismo, algunos rumores indican que el líder ya fue dado de alta.
Mientras tanto, el actual jefe del Estado, Jacob Zuma, que se encuentra en Suiza, asistiendo al Foro Económico Mundial de Davos, no tiene previsto regresar con urgencia por este motivo y volverá al país el viernes 28.
Hasta el momento, la Fundación Nelson Mandela no actualizó ningún comunicado sobre su estado de salud.

jueves, 13 de enero de 2011

CUANDO UN A-DIOS SE VISLUMBRA - Christian de Chergé

Si me sucediera un día -y ese día podría ser hoy- ser víctima del terrorismo que parece querer abarcar en este momento a todos los extranjeros que viven en Argelia, yo quisiera que mi comunidad, mi Iglesia, mi familia, recuerden que mi vida estaba entregada a Dios y a este país.

Que ellos acepten que el Único Maestro de toda vida no podría permanecer ajeno a esta partida brutal. Que recen por mí. ¿Cómo podría yo ser hallado digno de tal ofrenda?

Que sepan asociar esta muerte a tantas otras tan violentas y abandonadas en la indiferencia del anonimato. Mi vida no tiene más valor que otra vida. Tampoco tiene menos. En todo caso, no tiene la inocencia de la infancia. He vivido bastante como para saberme cómplice del mal que parece, desgraciadamente, prevalecer en el mundo, inclusive del que podría golpearme ciegamente.

Desearía, llegado el momento, tener ese instante de lucidez que me permita pedir el perdón de Dios y el de mis hermanos los hombres, y perdonar, al mismo tiempo, de todo corazón, a quien me hubiera herido.

Yo no podría desear una muerte semejante. Me parece importante proclamarlo. En efecto, no veo cómo podría alegrarme que este pueblo al que yo amo sea acusado, sin distinción, de mi asesinato. Sería pagar muy caro lo que se llamará, quizás, la "gracia del martirio" debérsela a un argelino, quienquiera que sea, sobre todo si él dice actuar en fidelidad a lo que él cree ser el Islam.

Conozco el desprecio con que se ha podido rodear a los argelinos tomados globalmente. Conozco también las caricaturas del Islam fomentadas por un cierto islamismo. Es demasiado fácil creerse con la conciencia tranquila identificando este camino religioso con los integrismos de sus extremistas.

Argelia y el Islam, para mí son otra cosa, es un cuerpo y un alma. Lo he proclamado bastante, creo, conociendo bien todo lo que de ellos he recibido, encontrando muy a menudo en ellos el hilo conductor del Evangelio que aprendí sobre las rodillas de mi madre, mi primerísima Iglesia, precisamente en Argelia y, ya desde entonces, en el respeto de los creyentes musulmanes.

Mi muerte, evidentemente, parecerá dar la razón a los que me han tratado, a la ligera, de ingenuo o de idealista: "¡qué diga ahora lo que piensa de esto!"

Pero estos tienen que saber que por fin será liberada mi más punzante curiosidad. Entonces podré, si Dios así lo quiere, hundir mi mirada en la del Padre para contemplar con El a Sus hijos del Islam tal como El los ve, enteramente iluminados por la gloria de Cristo, frutos de Su Pasión, inundados por el Don del Espíritu, cuyo gozo secreto será siempre, el de establecer la comunión y restablecer la semejanza, jugando con las diferencias.

Por esta vida perdida, totalmente mía y totalmente de ellos, doy gracias a Dios que parece haberla querido enteramente para este gozo, contra y a pesar de todo. En este gracias en el que está todo dicho, de ahora en más, sobre mi vida, yo os incluyo, por supuesto, amigos de ayer y de hoy, y a vosotros, amigos de aquí, junto a mi madre y mi padre, mis hermanas y hermanos y los suyos, ¡el céntuplo concedido, como fue prometido!

Y a ti también, amigo del último instante, que no habrás sabido lo que hacías. Sí, para ti también quiero este gracias, y este "A-DIOS" en cuyo rostro te contemplo.

Y que nos sea concedido reencontrarnos como ladrones felices en el paraíso, si así lo quiere Dios, Padre nuestro, tuyo y mío.

¡AMEN! INSHALLAH!

Christian de Chergé (monje trapense)

Argel, 1 de diciembre de 1993 - Tibhirine, 1 de enero de 1994

Nota: fue escrito más de un año antes de su muerte y es realmente el testamento espiritual de aquella comunidad.

El riesgo de las palabras indiscutibles – SANTIAGO KOVADLOFFF

La tragedia de Tucson debería ser aleccionadora. No sólo para los Estados Unidos. Lo que allí sucedió pone sobre el tapete, una vez más, la necesidad de reconsiderar la relación entre las palabras y los hechos.
En los regímenes dogmáticos, el sentido de las palabras está congelado. En las democracias, ese sentido está sujeto a revisión periódica. Ello permite disidencia y debate. E impone la necesidad de ser persuasivos. En las democracias, no se convoca a la obediencia, sino al ejercicio de la convicción. Cuando ello no ocurre, cuando las palabras se vuelven portadoras de contenidos indiscutibles, la democracia tambalea. Y mucho cuando esa rigidez se traduce en hostilidad hacia quienes no se subordinan a los planteos dogmáticos.
Quienes presumen que entre las palabras y los hechos hay una distancia abismal ignoran o pretenden ignorar hasta qué punto los hombres están hechos de palabras. El episodio de Arizona podría haber pasado por una de esas tragedias con que las expresiones extremas de la patología individual sacuden a Estados Unidos. Lo que aconseja no entenderlo así es que ese crimen está enmarcado en un momento de intensa violencia verbal en la vida política de ese país. ¿Hasta qué punto lo sucedido no ha sido alentado por esa retórica que llama al antagonismo sin cuartel y que hoy contamina la expresión de tantos dirigentes políticos? No pretendo con esto establecer intransigentes relaciones causales. Sí advertir la interdependencia que hay entre las palabras que dicta el desprecio y los hechos que en ellas se inspiran.
La violencia verbal suele ser el preámbulo de la violencia física. Lo prueba el desarrollo de cualquiera de los totalitarismos conocidos. Una de las características sobresalientes de esa violencia verbal, en el orden político, es la concepción del adversario como enemigo. Las dirigencias intolerantes, las ideologías a las que repugna el espíritu crítico, están preñadas de imágenes agresivas y alientan, en las sociedades donde actúan, un creciente sentimiento de fragmentación cuyo eje es la distinción entre réprobos y elegidos. Donde esto ocurre prospera la intolerancia y abunda la sospecha que cae sobre todo aquel que se atreve a disentir. Es allí donde queda despejado el terreno para concebir la violencia física como complemento de una fe justiciera.
Palabra democrática
En un mundo signado como el actual por la multiplicación de los medios de comunicación, la incidencia de las palabras en la formación de la opinión pública es más profunda que nunca. Si su contenido está cargado de hostilidad, si la descalificación del adversario gotea incansablemente sobre la sensibilidad de oyentes, cibernautas, lectores y televidentes, muchos serán los enardecidos que quieran terminar, de una vez por todas, con el mal que se pregona.
Nada más lejos de semejante extremismo que la auténtica palabra democrática. En ella, la disidencia, la severidad de la discrepancia no bordearán jamás la orilla del desprecio. La palabra democrática lo es en la medida en que busca ser equidistante de los extremos. Y eso no va jamás en desmedro de su firmeza. En cambio, cuando la disidencia se convierte en intolerancia, arranca el ejercicio de la política al campo del intercambio imprescindible. Con ello, la acción de los hombres es devuelta al terreno del primitivismo. Y en él no hay otra ley que la de la fuerza bruta ni otra brújula que la pasión desenfrenada.
La lección de Tucson es clara. Quien concibe a sus opositores legítimos como seres despreciables y peligrosos por las ideas que defienden, se aparta del escenario democrático. El dogmatismo exige, para sobrevivir, la condena de toda diferencia.
El rédito político de la palabra beligerante radica en que sus simplificaciones cautivan a muchos. Bien lo saben los líderes que se postulan como iluminados. Bien lo saben quienes están dispuestos a dar sus vidas por esos liderazgos, en los que delegan la responsabilidad de entender y pensar. Lo sucedido en Arizona insiste en interrogarnos. En la Argentina contemporánea, estamos lejos de ver afianzado el diálogo entre oficialistas y opositores. Ese ámbito lo ocupa entre nosotros el monólogo; ese monólogo que suele desbarrancarse hacia la descalificación recíproca.
No puede sorprender esta pérdida de conciencia del valor dialógico de las palabras. La nuestra es una cultura de escasa sensibilidad hacia la reflexión. La pobreza conceptual del presente ha convertido a buena parte de la dirigencia democrática en vocera de un simplismo aterrador. El miedo al pensamiento arrastra a la simplificación extrema de los significados, el suelo donde irrumpe, tarde o temprano, la violencia verbal.

Fuente: La Nación

jueves, 6 de enero de 2011

JESÚS ES DE TODOS - Enrique Galarreta -Fe Adulta - fragmentos

El evangelio de Mateo se escribe para cristianos procedentes del judaísmo, de ambiente más bien fariseo, cumplidor de la Ley, y que su propósito fundamental es presentar a Jesús como cumplimiento de las Escrituras, como el Mesías, el que había de venir, el que anunciaron los profetas.

En este contexto, los relatos de la infancia de Jesús, aunque cuenten sucesos, tienen sobre todo valor por su significado. Presentando a los sabios de oriente que acuden a adorar al Niño, Mateo conecta la figura de Jesús con el Mesías, el Cristo anunciado, luz de las naciones, como cumplimiento de las profecías antiguas, en las que Jerusalén se presentaba como la Ciudad definitiva a la que acudían las naciones.(...)

Este acontecimiento concreto, los magos de Oriente, tiene por tanto un sentido mucho más trascendente que la pura historia: se trata de presentar a Jesús como “El definitivo”, el mesías esperado, no sólo Luz de Israel, sino Revelación definitiva de Dios para todos los Pueblos.

Esto era lo que se anunciaba en la profecía de Isaías (aunque los judíos contemporáneos a ese escrito lo entendieran como el triunfo futuro de Jerusalén) y esto es lo que proclama ya claramente Pablo: que Jesús no es patrimonio de Israel, sino de la humanidad entera.

Es ésta una fiesta para reflexionar sobre la palabra “católico”, que significa “universal”, y en la tristeza que sentimos al advertir que en este momento significa para muchos todo lo contrario, es decir, una parte, sólo una parte, de los seguidores de Jesús.

Universal significa desde luego que el mensaje de Jesús es para todo ser humano, y es ésta la misión que Jesús encomienda a los suyos: ir por todo el mundo y anunciar a todos la Buena Noticia.

Pero sus consecuencias y su fundamento son más profundas aún. “Universal” significa también que nadie, ninguna cultura, ningún pueblo, ninguna tradición humana puede arrogarse el privilegio de apoderarse de la Palabra.

Jesús fue un asiático judío, no un occidental ni un romano. Pero su mensaje no es asiático ni judío, (aunque en el Nuevo Testamento lo encontramos expresado en moldes culturales judaicos) sino universal.

Es un tema de urgente examen de conciencia para nosotros la Iglesia católica apostólica romana. Nuestra teología se basa en conceptos griegos, nuestro derecho se asienta sobre el derecho romano, nuestros ritos se entienden desde los del Antiguo Testamento (...)

Los magos de Oriente (que sean tres y que fueran reyes no aparece por ninguna parte en los evangelios canónicos) son un signo y una invitación a la universalidad, una llamada a la universalidad que los primeros seguidores de Jesús entendieron con esfuerzo y dolor y llevaron a cabo no sin profundas crisis y desgarros.

Ésta es la tesis de los Hechos de los Apóstoles: el cambio de una iglesia de mentalidad judaica, que pretendía que había que ser judío para seguir a Jesús, a una iglesia abierta a otras mentalidades, en aquel caso a la mentalidad griega.

Pablo fue el que abrió a la Iglesia, el que la sacó de su crisálida judía y la echó a volar a todas las culturas. Incluso el cuarto evangelio tuvo la osadía de expresar a Jesús con términos prestados por la filosofía de la época.(...)

Previamente a anunciar a Jesús al mundo entero, debemos despojarnos de nuestras certezas culturales. Jesús, no nuestra cultura, es la norma.

Esto desafía también a nuestra propia imagen de Jesús. Todas las épocas y todas las personas se han imaginado a Jesús como perfección de lo que a ellas les parecía correcto. Pero es al revés: debemos poner nuestros cánones de corrección ante Jesús, para que sea Jesús quien los corrija.

¡FELIZ EPIFANÍA! Para todos los varones y mujeres del mundo

«Cristo es nuestra paz...de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad (Ef. 2,14)

Los magos son ante el pesebre los representantes de todos los que buscan. La gracia los había conducido (…) En ellos vivía un deseo puro de alcanzar la verdad que no se deja contener en las fronteras de las doctrinas y tradiciones particulares. Puesto que Dios es la verdad y quiere dejarse encontrar por todos aquellos que le buscan de todo corazón, tarde o temprano tenía que iluminar la estrella a esos sabios para indicarles el camino de la verdad. Y así se presentan ante la verdad encarnada, se postran ante ella en profunda adoración y depositan sus coronas a sus pies, pues todos los tesoros del mundo no son más que polvo en comparación con ella”….

Santa Teresa Benedicta (Edith Stein) l891-l942, carmelita descalza, doctora de la Iglesia y co-patrona de Europa - Vida escondida y Epifanía; Monte Carmelo 1998, Burgos

miércoles, 5 de enero de 2011

John Paul Lederach - Transformar el conflicto

http://www.rtve.es/mediateca/videos/20101229/fundacio-per-pau-john-paul-lederach/976315.shtml

EPIFANÍA: LOS SABIOS DE ORIENTE EN BETLEHEM

TAMBIÉN LLEGARON MUJERES SABIAS

Y aunque no lo digan las crónicas,

también llegaron mujeres sabias

desde los cuatro puntos cardinales.

El fuego ardía en su seno

mucho antes de ver la estrella en el cielo.

Caminaban en oscuridad fiándose

de que la tierra se iluminara cada noche

con la luz de las lucernas más humanas.

Llegaron mujeres sabias

libremente y por propia autoridad,

sin ocultarse y desafiando las costumbres,

sin pedir permiso a ningún rey,

siguiendo sus intuiciones y sueños

su anhelo y el ritmo de su corazón,

cantando canciones de esperanza

y abriendo camino a la dignidad.

Llegaron en silencio, de puntillas,

sin ruido, sin parafernalia,

sin provocar altercados ni miedos,

sonriendo a todos los peregrinos.

Llegaron de forma contracultural,

no les quedaba otro remedio.

Nadie levantó acta con sus nombres,

pero dejaron huella y recuerdo imborrable.

Llegaron y trajeron regalos útiles:

agua que limpia, fuego que ilumina,

pan de la tierra y leche de sus pechos.

Llegaron con mantas para envolver,

frutos secos para compartir,

aceites para curar y ungir

y nanas tiernas en sus gargantas

para alegrar y dormir al que iba a nacer.

Ayudaron a María a dar a luz,

y cuando gemía con dolores de parto

le susurraban bendiciones de su pueblo.

Se quedaron en Belén muchas lunas,

y encontraron para la familia un lugar digno.

Y enseñaron a otras su arte y oficio,

con paciencia, ternura y tino

hasta que surgió una red de solidaridad.

Llegaron mujeres sabias

y alzaron su voz, sus brazos,

su sabiduría, su cuerpo, su espíritu

contra la matanza de inocentes.

Y se marcharon por otro camino,

igual que lo hacen siempre,

sin prestar atención a los cantos triunfales,

para proteger a los hijos más débiles.

Se marcharon a su tierra.

Pero vuelven una y otra vez en esta época

y en todos los momentos importantes,

cargadas de dones, risas, besos

de vida, canciones y paciencia

Dicen que es su trabajo y oficio;

pero no, son nuestro sacramento

y nuestros sueños mágicos despiertos.

Vestidas sin llamar la atención

están ahí, al borde del camino,

en los cruces y duelos de la vida,

en los oasis y en los desiertos,

en el límite de nuestro tiempo,

en los campos de refugiados,

en el umbral de la conciencia,

ofreciéndonos lo que más necesitamos.

Danos ojos para verlas ahora,

antes de que se marchen por otro camino,

y sólo sean sombra para nosotros.

Déjanos sentir el aroma de su presencia,

la sonrisa de su rostro, la leche de sus senos,

el calor de su espíritu y de su regazo

y toda la ternura de sus corazones vivos.

Déjanos abrazarlas para no olvidarlas.

Siempre llegan mujeres sabias,

oportuna y solícitamente,

a Belén y al reverso de la historia,

y son los mejores reyes magos

de las crónicas evangélicas no escritas.


Florentino Ulibarri

CONOCER AL DESCONOCIDO

Cuanto menos sepa del otro, la relación se torna más impersonal. Y, en medio de un conflicto, la agresividad es más fácil, ya que con un desconocido no me une nada. El pasado noviembre apareció la noticia de que autoridades israelíes y palestinas han prohibido un manual de historia que enseña las dos versiones de acontecimientos recientes de Oriente Próximo.

El manual, según explican, es muy interesante, ya que ha sido confeccionado por 12 profesores israelíes y palestinos desde finales de los noventa, en árabe y hebreo. La estructura es la siguiente: tres columnas horizontales, una para la versión palestina de un acontecimiento, otra para la versión israelí y la del centro en blanco para que el estudiante escriba sus impresiones. Una manera creativa de poner en diálogo puntos de vista diferentes y hasta encontrados. Pero, sobre todo, una manera respetuosa, no tanto para las versiones de los hechos, sino para con los estudiantes. Sí, creo que uno de los aspectos más notables es que se respeta la capacidad de discernir de las jóvenes generaciones.

Los jóvenes y niños y niñas israelíes y palestinos se enfrentan a un gran obstáculo: ser herederos de un conflicto que ellos no han ocasionado por el sencillo motivo de que no existían cuando se fue gestando. El manual de historia prohibido es una importante herramienta, como tantas otras que pueden ir surgiendo, para ir trabajando este obstáculo.

Otro de los aspectos valiosos de esta propuesta educativa es hacer del otro un conocido. Saber mejor la historia del “enemigo”, los porqués de su lucha, no tienen porqué servir para justificarlo o darme la razón para que la contienda se perpetúe. Seguramente éste no es el motivo del manual. Lo que ésta didáctica sugiere es apuntar a la igualdad. Ambas culturas tienen una historia y una versión de esa historia desconocida para el otro. Un fruto de ponerlas a la par es hacer que se miren, se escuchen, dialoguen. Todo esto encarnado en las aulas, de la mano de los profesores.

Existe un riesgo, sí, y es que según cómo se trabaje en el aula y después cómo se incorpore en casa por la familia esta nueva forma de abordar la historia, no se convierta más en una trinchera. Los riesgos de pensar libremente siempre existen. Y, esta iniciativa, si no es el camino, sin duda es uno de los caminos que pueden ayudar a llevar a ambas culturas a una confección compartida de la paz.

No podemos volver hacia el pasado para reescribir la Historia, como enuncia la Carta de la Paz dirigida a la ONU. Lo que sí podemos es conocerla mejor para saber qué nos trajo hasta aquí. También para caer en cuenta que sin esa historia, muchas veces difícil de aceptar, no existiríamos los presentes.

Sobre todo quienes han nacido en medio de conflictos, merecen ser apoyados en conocer su historia y en darse cuenta que gracias a ello están en medio del mundo, pero que no les condena a perpetuar el conflicto. Principalmente en sus manos está la posibilidad del cambio, un cambio que nacería del interior de las partes afectadas y que no sería impuesto por fuerzas extranjeras.

Cuando comienzo a ver que ese desconocido al cual me han enseñado que es mi enemigo tiene un nombre, una familia, una historia, unos sueños, como yo tengo los míos, estoy en el camino de verlo como igual. Quizás quede mucho por comprender su causa, pero como mínimo, veré que es un ser humano como yo.

Javier Bustamante (Psicólogo). En Carta de la Paz
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