sábado, 25 de agosto de 2012

"Que todos tenían necesidad de perdonar y de ser perdonados" - Mamerto Menapace


En una ocasión Jesús estaba rezando, y cuando terminó uno de sus discípulos le dijo: ¡Señor, enséñanos a rezar! (Lucas 11, 1).
 
El Señor se iba de noche al cerro y allí pasaba las horas, rostro al Padre. Seguramente esas horas habrán sido de rumia profunda. Y lo que Cristo rumiaba era el actuar de Dios en su pueblo. La realidad que se llamaba: Reino.
 
Es decir, la manera cómo el Señor Dios, su Padre, había ido santificando su Nombre en la historia de los hombres. Cómo su voluntad se había ido realizando por esos complicados senderos de la historia de su pueblo y de todos los pueblos. Porque el Padre que estaba en los cielos había estado comprometido con todo lo que estaba pasando aquí en la tierra. Sabía que faltaba el pan; sabía que había ofensas con ofensores y ofendidos. Y que esa realidad no dividía al mundo en dos grupos, sino que era una realidad que hería a todos los hombres. Que todos tenían necesidad de perdonar y de ser perdonados. Sabía también que la tentación era una realidad que amenazaba a cada hombre, y que cada hombre necesitaba que Dios Padre interviniera para librarlo de la tentación y de las intrigas del maligno.
 
Allí, en las noches de silencio, en la oración y en la contemplación, Jesús se convertía en minero de la historia y de la naturaleza. Del actuar del Padre que había creado todo lo que hablaba en la noche: los grillos y las estrellas; las majadas en los cerros y la lámpara en la casa; y todo eso otro que pertenece a la vida concreta de los hombres: el ladrón que sorprende al dormido y la novia que no duerme esperando la sorpresa de su amado. Allí Jesús llegaba a la esencia profunda y sencilla de las cosas, y encontraba las imágenes primordiales para hablar del Padre a los hombres, sus hermanos.
 
En el silencio de la noche Jesús escuchaba el lenguaje elemental de las cosas, y a través de él ese lenguaje se hacía palabra y subía al Padre en forma de oración. Y esa oración daba espesor y fuerza vital a sus palabras y a sus imágenes que luego afloraban casi espontáneamente en las parábolas. Y la gente las comprendía.
 
Porque la gente sencilla reconocía en ese lenguaje sencillo y grávido, el antiguo diálogo de las cosas. Reconocía ese lenguaje también escuchado por ellos en su silencio, pero aún no plenamente crecido como para ser captado como mensaje. Allí en cambio, en la boca de Jesús, el profundo lenguaje primordial de las cosas simples llegaba a hacerse comprensible. Los hombres comprendían el lenguaje del Señor porque su lenguaje había crecido en el silencio de la oración al Padre, por las noches. De la misma manera que la sangre de la tierra crece hasta pan en el silencio a la madrugada en cada mesa y que es asimilado por los hombres sin dificultad. Porque es el silencio fiel de los trigales lo que permite a la sustancia de la tierra llegar hasta el lenguaje compresible del pan.
 
Y pienso que es también el silencio contemplativo y fiel de nosotros, los hombres y mujeres de Dios, lo que puede permitir a las cosas y a los acontecimientos llegar a crecer hasta hacerse oración al Padre en nuestras noches, y lenguaje comprensible para nuestros hermanos en las parábolas a la luz del día.
 
El que tenga ojos para contemplar en la noche, que contemple. Por amor a Dios, a las cosas y a nuestro pueblo.
 

lunes, 20 de agosto de 2012

En diálogo virtual con los Curasopp


Vivimos en una sociedad dividida entre permanentes y sucesivas antinomias que se reflejan en las relaciones personales, comunitarias e institucionales. Las consecuencias de nuestra historia violenta tiñen la vida cotidiana de decepcionantes muestras de intolerancia, desconfianza, incomunicación y prejuicios, y continúan restando posibilidades a un sano proceso de diálogo social. En este contexto el grupo de Curas en Opción por los Pobres dio a conocer su “Repudio ante recientes declaraciones”. Con este documento nos permitimos dialogar como miembros de la misma iglesia y la misma patria, solo en aquellos puntos en los que deseamos sumar otra voz que amplíe la perspectiva.

Ante ya viejas declaraciones del genocida Jorge R. Videla, la publicación de textos, libros y reportajes, y ahora, ante las lamentables declaraciones de un cura en La Pampa, nos parece que no podemos quedar callados. Se corre el riesgo de creer que toda la Iglesia avala con su palabra o su silencio cómplice semejantes desatinos. Y es por eso que ofrecemos nuestra palabra:

Para quienes desconozcan el tema: el hecho aludido se produjo el pasado 2 de agosto, cuando el cura Juan Luis Hidalgo saludó por su cumpleaños a Videla en una página de Facebook que lo reivindica. Allí Hidalgo escribió: "No fueron 30 mil ni fueron inocentes. Feliz cumpleaños, General! Un soldado nunca pide perdón por haber salvado a su patria de una dictadura comunista".
El Obispo Diocesano de La Pampa, Mario Aurelio Poli, dio a conocer una carta en la que manifestó su posición respecto a lo ocurrido con Hidalgo, un episodio que calificó de "insoportable escándalo en nuestra sociedad". Señaló que esta situación generada por el cura, de 32 años de edad, "nos causó perplejidad, tristeza y un grave daño a la Iglesia, y sus expresiones son ajenas a nosotros y a nuestro oficio de amar". Así lo expresó en la carta que - según la agencia Télam - envió a las parroquias e iglesias de la diócesis, para ser leída por todos los sacerdotes en las homilías del fin de semana.

+ Celebramos que se sigan desenvolviendo los juicios por los crímenes de lesa humanidad, y lamentamos aquellos que siguen paralizados o cajoneados. Celebramos una justicia independiente que condena ejemplarmente a los culpables, y declara inocentes a quienes lo son, o de quienes al menos no hay pruebas suficientes.

+ Celebramos los procesos de memoria, verdad y justicia, ya que creemos que ninguna sociedad puede crecer, ser libre y adulta con verdades desaparecidas.

70 veces 7 también celebra las voces - aun escasas y con algún grado de temor - de aquellos que se animan a asumir sus responsabilidades o hacer su autocrítica por la lucha armada en los años 60 y 70.  Es parte de un lento desarrollo que merecemos ampliar y profundizar para sanar tantas heridas, para consolar el sufrimiento producido por tanta muerte.

+ Repudiamos las declaraciones del señor Videla, y como miembros plenos de la Iglesia lamentamos el silencio cómplice de ciertas jerarquías, el acompañamiento a prácticas asesinas, y hasta el asesoramiento y bendición del sistema represivo y genocida.

Por nuestra parte no dejamos de recordar a aquellos miembros de la jerarquía que en tiempos difíciles hicieron opciones valientes, aun en medio de la confusión y los riesgos. Algunos están vivos y tienen el coraje de contemplar el pasado – propio y colectivo - con la compasión que produce la sabiduría de los ancianos. Otros se han ido; es bueno y justo recordarlos en la profundidad del misterio del hombre, en sus fortalezas y sus fragilidades.

+ En días en que celebramos la reactivación del juicio por la desaparición, torturas y asesinato de nuestros hermanos Gabriel Longuevielle y Carlos Murias, y la condena preventiva por el asesinato del padre obispo Enrique Angelelli, tres hermanos en la fe de la Iglesia en La Rioja, lamentamos y abominamos las declaraciones del cura Jorge Luis Hidalgo, de La Pampa, afirmando que Videla no debe pedir perdón, con una retórica militar que es aberrante en un cura.

Nosotros celebraríamos también que no quedara impune el asesinato de Wenceslao Pedernera, laico que en Sañogasta participaba en el proyecto diocesano de cooperativa para peones de la zona. Su  familia, que mucho ha sufrido, merece la memoria, la verdad y la justicia.

+ Repudiamos, también, toda reaparición, evidente o disimulada de la “teoría de los dos demonios”, en discursos periodísticos, blogs o lo que fuere; algo que no solamente es falso de toda falsedad, sino que además, en nada ayuda a la memoria, la verdad y la justicia.

Del padre obispo Carmelo Giaquinta aprendimos algo muy simple pero poco mencionado: “ni teoría de los dos demonios ni teoría de los ángeles y los demonios, que es maniqueísmo”
En el 2000 decía para Radio María:

La Iglesia institucional con el Episcopado a la cabeza, que tal vez pudo detener el aluvión, no estuvo a la altura de las circunstancias y equivocó el cauce. La actitud elegida no estuvo inspirada por la valentía del Espíritu. Por una parte, creyó que debía hacer declaraciones públicas contra la violencia y el Terror de Estado, e hizo algunas muy importantes. Pero por otra, se dedicó a realizar tratativas confidenciales con el poder político en favor de los desaparecidos, pero sin poner ningún signo eficaz de oposición a las tropelías del mismo, como podría haber sido instituir oficialmente una Mesa a la cual presentar las denuncias de desaparición de personas. Así el lobo se comió al cordero. Y sobrevino la monstruosidad del Imperio del Terror, cuyas consecuencias pesarán todavía por varias generaciones.

Periodista: Su explicación parece culpar por igual a las Fuerzas Armadas y a la guerrilla. ¿Se inspira acaso en la teoría de los dos demonios?

Mons. Giaquinta: De ninguna manera. Según esa teoría, todo habría sido igual: tanto el caos que desató la guerrilla, cuanto el terror que implantó el Estado. Y por supuesto que no era lo mismo. A la esencia de la guerrilla pertenecía implantar el caos para instaurar después un orden social nuevo. En cambio, a la esencia del Estado, así estuviese regido por los militares, pertenecía el defender el estado de derecho. Apartarse del mismo para defenderlo y adoptar los métodos que decía combatir, fue una monstruosidad, que constituye de veras un crimen de lesa humanidad.
A diferencia de la teoría de los dos demonios, mi explicación parte de la observación directa de los hechos, y esto desde su génesis. Me opongo, por supuesto, a otra teoría, que nadie formula, pero que está implícita en muchas explicaciones de la represión: la teoría de los demonios y los ángeles. Según ella, los demonios, es decir los militares argentinos, se habrían escapado del infierno para invadir el mundo angelical de la sociedad argentina. Y le aseguro que la cosa no fue así”
Nos parece oportuno hacer este aporte para reflexionar con seriedad.

+ Lamentamos que cierto periodismo obsesionado por enfrentar al gobierno nacional no dimensione que ciertos temas, como los acá señalados, deben ser “temas de Estado”, que superen a cualquier gobierno; destacando –además el temor de que -si tuvieran poder o gobierno ciertos sectores o gobernantes- estos pilares de nuestra identidad se verían no sólo seriamente dañados, sino clausurados en nombre de una falsa “reconciliación”.

Creemos en la necesidad de un debate honesto, con tiempo, con contención de las pasiones, en el que la sociedad toda se haga cargo. Un debate de todos, no solo de algunos, porque se trata de la responsabilidad social sobre el pasado, el presente y el futuro. Esto no se resuelve con la lógica del ganar o perder con el uso de la tragedia que nos trasciende individualmente para involucrarnos como cuerpo social lacerado.
Hay palabras a las que no renunciamos: Memoria, Verdad, Justicia, Perdón, Pacificación, Reconciliación, por más que algunos sospechen de la intencionalidad de esta opción. Sabemos que toda expresión está sujeta a la interpretación de quien oye o lee.

Queremos reafirmar algunos conceptos que a veces se confunden:

Perdonar no es olvidar sino mirar la ofensa, la herida, con otros ojos. Es sanar la memoria ingrata.
Perdonar no es negar la ofensa sino reconocerla: existió.
Perdonar no es un deber, es una opción libre.
Perdonar no exige renunciar a los propios derechos, a la aplicación de la justicia.
Perdonar al otro no es disculparlo, descargarlo de su responsabilidad.

El perdón es un proceso personal y  no es sinónimo de reconciliación  porque ésta requiere de dos partes decididas a restablecer una relación.  
La paz de un país se basa fundamentalmente en la justicia pero no hay justicia, ni auténtica reconciliación, sin perdón personal.
Para lograr una reconciliación nacional es necesario que el Estado, los ciudadanos, y las distintas facciones políticas desarrollen  procesos de perdón.
El perdón llega allí donde no llega la justicia. La justicia se queda en la sanción de aquellos actos que, de uno o de otro modo, la han violado. Pero el perdón trata de superar los resentimientos, los odios, los instintos de venganza. La justicia, cuando llega, se queda dentro de la normatividad jurídica. El perdón logra la sanación integral de la persona y del colectivo social.

La reconciliación política requiere dar pasos:
·        Reconocimiento y legitimación de la memoria por cada una de las partes.
·        Acuerdo sobre el origen del conflicto y reconocimiento de los hechos que involucra.
·        Reconocimiento de las diversidades vinculadas al origen del conflicto.
·        Reconocimiento de la legitimidad de las diferencias entre las personas, de las emocionalidades de las experiencias, de las significaciones atribuidas a las mismas
·        Aceptación de que hay un juicio moral que no es compartido y que se requiere acordar valores básicos para prevenir conflictos futuros.
·        Reconocimiento de las consecuencias del daño material, físico, psicológico o moral. Reparación.
·        Aceptación que durante el proceso de reconciliación se darán diferencias que será preciso reconocer, hablar y encauzar para facilitar la resolución.

Hay que seguir andando…

+ Celebramos, finalmente, la recuperación del “nieto 106” a quien hacemos llegar nuestro abrazo fraterno, e invitamos a quien sea que colabore, incite, sugiera a todo aquel o aquella que pudiera ser uno de los centenares de nietos aún buscados, a que no sólo contribuya con un nuevo mojón en la búsqueda de verdad, justicia e identidad, sino que además contribuya a la liberación de un cautivo que, sin saberlo, sigue siendo una víctima más de la dictadura genocida.

Celebramos cada verdad existencial alcanzada pero respetamos las decisiones de hombres y mujeres cercanos a los 40 años que han construido sus vidas como humanamente pudieron. Tristemente las dudas se ciernen sobre todos los adoptados en aquellos años infaustos; es parte de la terrible herencia histórica. Pero el dilema solo puede resolverlo cada uno en el santuario de su conciencia inviolable.

En el Evangelio de Juan, Jesús dijo que “la verdad nos hará libres”; a esa verdad pues queremos invitar a todos, a “pedir perdón” por las mentiras que no nos dejan ser libres, y a caminar como hermanos y hermanas de la Patria en busca de más verdad, para que aumente la memoria y con justicia, seamos libres.

Amén.

Agosto 2012

ORACIÓN POR LA UNIDAD - Reinaldo García Blanco


Señor, Madre y Padre de todo lo que nos acontece
Te pido que extiendas tu círculo de luz
para poder ver en la oscuridad
 
Señor, tú que fertilizas cada instante de nuestra vida,
Te pido que te hagas semilla, tierra fértil, abono infinito
Para cultivar las relaciones humanas
hasta construir una canción que nos conecte desde el espíritu.
 
Señor, tú que das vida a las fieras mansas,
A las flores carnívoras,
Al ciervo encantado;
Te pido que des vida a una nueva creación
Donde se transmuten los odios en gozo y armonía.
 
Señor, ahora que sabemos qué son los años bisiestos,
La teoría molecular,
El origen de las galaxias y el genoma humano;
Explícanos la sencillez del amor.
 
Señor, ayúdanos a comprender tus señales, en el lenguaje de las galaxias
A disolver los años luz de ignorancia que nos separan.
Que las pinturas rupestres y los graffiti
Converjan en un solo idioma, un solo diccionario.
 
Señor, tú que haces las palabras, los vientos alisios,
Las pajaritas de papel,
Los amaneceres con arco iris;
Permite que nos sentemos todos a la mesa
Para anunciar las buenas nuevas del día que comienza.
 
Señor, tú  que nos miras desde cualquier parte y desde los ojos del otro,
Empalma una cruz, un gladiolo, una hoguera;
Y regálanos la fraternura de conversar y juntarnos
Como en los tiempos antiguos, en que se veneraba al anciano de la tribu.
 
Señor, no permitas que el sexo o la raza,
Las ideas políticas o las capacidades diferentes
constituyan estigmas, particiones, parcelas desiguales.
 
Señor, tú que haces la luz, lo oscuro, el esplendor
Borra de nuestras mentes la ostentación
y muéstranos el camino de la plenitud.
 
Señor del asombro,
Señor de la iluminación,
Señor de lo imposible;
Te ruego por muchas manos juntas,
Muchas palabras diferentes en pos de un solo significado:
UNIDAD.
 
 
Reinaldo García Blanco. 2da Iglesia Bautista “El Salvador”. Santiago de Cuba
 
Fuente: CLAI

sábado, 11 de agosto de 2012

ZBIGNIEW PREISNER Song for the unification of Europe

El Pan y la gente - pan - Diego Fares sj


Comulgar o murmurar, esa es la opción ante la que nos pone Jesús cuando se presenta como Pan de Vida. El invitaba a “comer de su Pan para tener vida eterna” y los judíos murmuraban contra él por que había dicho ‘Yo soy el Pan que ha bajado del cielo’.
La historia de la murmuración no comienza con Jesús ni termina con él. Aparece con Moisés, cuando el pueblo murmuraba contra su autoridad y la de Aarón (Jn 15, 24 ss.), pero tiene su raíz en la serpiente que susurra al oído de Eva “cómo es que Dios les ha dicho que no coman de ninguno de los árboles del jardín?’.
No termina con Jesús porque sigue en las Cartas apostólicas. La última mención está en la Epístola de Judas, que habla de cristianos que “son unos murmuradores, descontentos de su suerte, que viven según sus pasiones, cuya boca dice palabras altisonantes y que adulan por interés” Y agrega: “Al fin de los tiempos aparecerán hombres sarcásticos que vivirán según sus propias pasiones impías. Estos son los que crean divisiones, viven una vida sólo natural sin tener el espíritu” (Jd 16 ss).
Pedro opone a la murmuración la hospitalidad y nos da pie para decir o comulgar o murmurar:
“Sean hospitalarios unos con otros sin murmurar. Que cada cual ponga al servicio de los demás la gracia que ha recibido, como buenos administradores de las diversas gracias de Dios. Si alguno habla, sean palabras de Dios; si alguno presta un servicio, hágalo en virtud del poder recibido de Dios, para que Dios sea glorificado en todo por Jesucristo” (1 Pe 4, 9 ss).
Bajamos estas palabras del evangelio, rápidamente, a la vida cotidiana.
Comulgar o murmurar es la opción frente a todas aquellas personas concretas que nos rodean en la vida de la Iglesia y que son “personas-pan”.
Personas que, porque comulgan con Jesús y se alimentan de su Palabra y de su Vida, son pan para los demás. Personas que hacen el bien, que inspiran a otros a hacerlo y los juntan y los alientan y trabajan con ellos en esta misión universal de la compasión y de la promoción de toda vida a la que nos llama Jesús.
Existen personas-pan. No se trata de algo rebuscado o difícil de encontrar. No digo personas-caviar o personas-champagne. Hay personas “pan y vino”.; sin condimentos ni hazañas espectaculares. Cientos de millones de personas pan que trabajan y dan vida a los demás.
Si uno lo piensa así, es algo que puede verse a simple vista. O por lo positivo de la comunión que favorecen o por el fenómeno de la murmuración que provocan. Y esto tanto a gran escala -como el amor y las murmuraciones que despertó la Madre Teresa, por ejemplo, o el amor que suscitó Hurtado hacia los pobres Cristos y las murmuraciones que lo obligaron a renunciar a su trabajo con los jóvenes de la Acción Católica-, como a escala pequeña –cada uno tiene ejemplos cercanos en su familia y en su trabajo, en los que alguien hace algo bien y divide las aguas entre los que se alegran y comulgan y los que toman distancia y murmuran.
La murmuración ciega a los que la practican pero es perfectamente discernible a cierta distancia. Es algo obvio, por ejemplo, para uno que de golpe entra en un lugar donde los que están murmurando de algo que no quieren que uno se entere, se quedan callados de golpe: ¿vieron que el clima se pone tan tenso que se podría cortar con cuchillo, como se dice?.
La comunión, en cambio, se deja sentir de cerca y de lejos. No ciega.
Entre los que comulgan en el trabajo de hacer el bien, hay conciencia lúcida de los defectos tanto propios como ajenos, pero la pasión por la tarea encomendada es mayor y no da lugar a la murmuración.
Los murmuradores siempre muestran la hilacha. Son huidizos, se les escapan muecas, ponen caras, se mueren por juntarse entre ellos… a murmurar.
Suelen tener razón en muchas cosas que notan y que dicen a escondidas.
Son los profetas del fracaso y la desgracia y como en este mundo la cizaña del pecado abunda, a grosso modo y a la corta aciertan muchas veces y tienen más prensa que los que comulgan con el bien silenciosamente.
Lo triste es cuando se alegran de algún fracaso. Aquí la murmuración se sale de madre y muestra que es hija de la envidia. Y ya sabemos que “por la envidia entró el demonio en el mundo”.
Alegrarse de que fracase el bien es pecado contra el Espíritu Santo y no hay misericordia que alcance, porque la envidia es a la comunidad como el Sida al cuerpo.
El síndrome de inmunodeficiencia adquirida “te mata el sistema que te protege de otras enfermedades en tu cuerpo”; la envidia, al hacerte denigra el bien y murmurar contra él (por tentación de rechazo a la persona que lo hace) mata el sistema que da vida a la comunidad. Y lo mata en la célula básica de la conciencia (en la sindéresis) que es esa llamita siempre encendida que dice en nuestro interior, cada vez que vamos a obrar o vemos a alguien hacer algo: el bien debe ser amado y el mal aborrecido. Ir contra este amor natural al bien es destructivo y contagioso. Murmurar es una forma de no amar el bien, de no comulgar. En vez de comer el bien se lo regurgita y se convierte, en la punta filosa de las lenguas, en palabras que tienen sabor adictivo pero que no alimentan. Murmurar es la anti-comunión. Se le dan vuelta a las cosas con la lengua pero no se las traga. Y por el prurito farisaico de no tragarse ningún mosquito uno se pierde la comunión con las personas y con el trigo del campito, que los murmuradores arrancan sin piedad junto con la cizaña que dicen combatir.
La murmuración es activa y pasiva. Así como hay murmuradores profesionales, que se dedican con mucha constancia a coleccionar “sucesos murmurables”, hay multitud de murmuradores pasivos, orejas ávidas de murmuración. De dónde si no el éxito de los programas de chismes y de la prensa sensacionalista.
La murmuración no sólo debe ser rechazada sino que hay que sacarla a la luz y denunciarla explícitamente. Cuando me doy cuenta de que alguien me está enroscando la víbora y siento cierta complacencia es pecado no decirle al otro que no acepto su comentario. Yo suelo usar la frase: cuanto más razón tenés (en el contenido de lo que criticás) menos razón tenés (en el camino que elegís para comunicarlo). Cuanto más malo se ve algo más requiere que se lo trate en el ámbito debido y que le ponga remedio el que tiene autoridad para hacerlo.
¿Cómo se combate la murmuración? ¿Cómo se evita que haga daño a la comunidad? ¿Cómo se vence el desaliento que provocan los “anti-líderes”, que hacen pocas cosas positivas de su propia autoría pero administran con destreza la desautorización general?
Yo no tengo recetas para nadie. Sí, puedo compartir que las personas que más bien me han hecho han sido las que siempre encuentran algo bueno que decir aún de sus adversarios. El bien debe ser amado y decirlo es una manera de mostrar el amor. Decir siempre algo bueno del otro, especialmente si uno cree que hay algo criticable, es algo que mata la murmuración. Por supuesto que no se trata de “es muy buena persona, pero….” sino todo lo contrario: “esto que hizo lo veo criticable, pero como es buena persona o como tiene todo esto de bueno…”. Es decir, lo que mata la murmuración es la comunión con el bien mayor. Y la persona siempre es un bien mayor que todo lo que dice o hace. Afirmar el bien mayor antes y después de la crítica a un mal menor es lo que establece la comunión profunda y mata toda murmuración.
Somos hermanos y seguiremos siendo hermanos, en ese contexto te digo –primero a vos que a los otros- lo que tengo que criticar.
Así se convierte en “corrección fraterna” valiente lo que si no degenera en murmuración cobarde.
Siempre se puede encontrar algo bueno en las personas. En eso era especialista Jesús y aquel jesuita español que para todos tenía alguna palabra elogiosa. En la mesa un día se puso a decirle algo bueno a cada uno: tú, fulano, qué bien predicas, hombre! Te he escuchado el sermón el domingo y la gente estaba conmovida. Y tu, mengano, que bien que escribes. He leído tu último artículo y me ha encantado. Y tú…., (fue siguiendo con los de la mesa y de golpe cayó en la cuenta de que al que había dejado para el último, inconscientemente, era porque nunca le había visto nada bueno, es más detestaba bastante todo lo que hacía) y entonces, para no enroscarse ni faltar a la verdad tomó la puerta siempre abierta del humor – que mata a la murmuración porque la murmuración es “seria”- y le soltó un) “Y tú, Zutano… ¡qué bien fumas!, hombre. Si da gusto verte.
Que el Señor nos haga amar el bien y comulgar con él, decidida y alegremente, haciendo contra a esta sociedad desencantada y murmuradora que se pierde lo más lindo de la vida: al Pan de Vida y a la gente-pan.

viernes, 10 de agosto de 2012

Escuchar una historia y compartirla (fragmento de una reflexión / homilía de Jorge Oesterheld: Encontrar a Jesús)


Nos reunimos en la Eucaristía para escuchar la Palabra y en los textos que leemos no nos encontramos con un bello relato de amor o un cuento de niños, lo que allí leemos es un drama, una historia llena de sangre y dolor. Lo que escuchamos en la liturgia de la Palabra no son palabras bonitas que nos sirven para olvidar las penas de la vida, al contrario, encontramos relatos que nos invitan a profundizar más, a ir a las raíces, a mirar de frente la tragedia de la humanidad y la tragedia en la que estamos cada uno de nosotros y las personas que amamos.

El drama comienza en las primeras páginas, Adán y Eva, Caín y Abel. ¿Dónde estás?, esa es la primera pregunta dirigida por Dios al hombre y a la mujer. Ellos se han escondido y aparece entonces la segunda pregunta ¿quién te dijo que estabas desnudo? La mujer que me diste me dio… las excusas… la culpa es de Dios que le dio la mujer y de la mujer que le dio la manzana…

El paraíso del que nos habla la Biblia no es un lugar encantado parecido a una playa del caribe, es más bien como el escenario de un drama de sangre. Muy pronto se escucha otra pregunta: “¿dónde está tu hermano?” Y nuevamente las excusas “¿soy yo acaso el guarda de mi hermano?” Y la frase terrible que recorrerá toda la historia hasta el final: “la sangre de tu hermano clama a mi desde la tierra”. Nada ni nadie podrá silenciar esa sangre.

Todas las historias que se nos relatan en la Biblia están de alguna manera manchadas por esa sangre. Infinidad de conflictos, guerras, traiciones, injusticias desfilan ante nosotros. La Palabra que escuchamos en cada eucaristía no nos invita a mirar para otro lado, al contrario expone ante nuestros ojos todos los detalles. Pero no se trata de un relato sensacionalista que pretende asustarnos, es el relato de la historia de un pueblo que en medio de todas las tragedias sigue queriendo ser  fiel a su Dios y la historia de un Dios que no abandona a su pueblo. A pesar de toda la sangre derramada el pueblo sigue esperando y Dios sigue salvando, el diálogo no se interrumpe aunque el pueblo se sienta abandonado por su Dios y ese Dios sea traicionado por su pueblo.

Al final, después de haber sido derramada en la cruz la única sangre verdaderamente inocente, cuando Jesús aparece en el camino hacia Emaús, él les explica todas las escrituras, les muestra como todo ese río de sangre desembocaba en su propia sangre derramada. San Pablo dirá después que esa sangre habla mejor que la de Abel… ahora el clamor que brota de la tierra es el de esa sangre que cae desde la cruz… De eso hacemos memoria en cada misa.

Compartir esa historia

Todos esos relatos, que llegan a nosotros en la primera parte de la misa, nos indican que la eucaristía no es solamente una comida de amigos que se quieren mucho, no es solamente fiesta, no es solamente pan. “Este pan es mi cuerpo entregado por ustedes”… Y tampoco es solamente vino, “este vino es mi sangre derramada por ustedes…”. Es un cuerpo entregado y una sangre derramada.

En cada misa que celebramos recordamos que Jesús se metió en nuestra historia para mostrarnos el amor de Dios y que no lo hizo solamente de palabra sino con su pasión, su muerte y su resurrección.

Además, la eucaristía no es solamente el recuerdo de un drama que ya pasó sino la memoria de una tragedia en la que aún estamos. No solo recordamos, también participamos. No se trata de un drama del que somos espectadores, somos actores. Lo que ahí se relata también ocurre en nuestra vida y en la vida de quienes conocemos. Y porque somos parte de ese drama desempeñamos en él un papel, nuestras acciones influyen en el desarrollo del argumento. ¿Qué papel vamos a desempeñar? ¿vamos a pelear por los primeros puestos? ¿vamos a lavar los pies de los hermanos? ¿vamos a ser de los que se asustan, de los que juzgan al prójimo? ¿vamos a ser de los que nunca se equivocan o de los que no necesitan ayuda?

Participar de la eucaristía, comulgar, significa estar en comunión con la sangre inocente; tomar partido, elegir ese lugar en el drama del mundo, elegir escuchar el clamor de esa sangre.

Por eso la misa no es solamente palabras, es también cuerpo (de Jesús y nuestro) y sangre (de Jesús y nuestra); por eso la respuesta no son solo palabras sino una manera de vivir; por eso la misa es un encuentro real con Jesús; por eso es “el misterio de nuestra fe”.

Fuente: Facebook - Homilías y reflexiones - Jorge Oesterheld

Perdonar hace bien al corazón

Perdonar hace bien al corazón

jueves, 9 de agosto de 2012

Un nuevo modelo de reconciliación


Aung San Suu Kyi preconiza un nuevo modelo de reconciliación ante los participantes de la conferencia de la CIAI

«Una profunda aceptación de los demás, y una voluntad de abrirse a la unidad en la diversidad afirmarán los valores de reconciliación, paz y seguridad en cualquier sociedad y comunidad», dijo la premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi a los participantes de la conferencia internacional sobre Paz, Seguridad y Reconciliación en Myanmar organizada por la Comisión de las Iglesias para Asuntos Internacionales (CIAI) del Consejo Mundial de Iglesias (CMI).

En colaboración con la Conferencia Cristiana de Asia y el Consejo de Iglesias de Myanmar (MCC en inglés), la conferencia tuvo lugar del 2 al 5 de agosto en la sede del MCC en Yangón, Myanmar.

El icono mundial de la lucha de los pueblos por los derechos humanos, la libertad y la democratización Suu Kyi entró en diálogo con los participantes sugiriendo fórmulas sencillas pero profundas para la construcción de la paz.

«Habría que superar las fronteras del odio y la envidia; sólo entonces podemos pensar en la reconciliación y la paz. La reconciliación puede ir sólo en una dirección. Una vez que se ha logrado la reconciliación, se puede alcanzar la paz y establecer un clima de seguridad. Una sociedad que no ha logrado la reconciliación no puede ser una sociedad pacífica», declaró Suu Kyi.

 Suu Kyi, una de las prisioneras políticas más conocidas del mundo, se dedica ahora a promover la reconciliación y la paz en un Myanmar étnica y políticamente dividido. Fue sometida a arresto domiciliario durante más de quince años hasta que fue liberada en noviembre de 2010.

Se le concedió el premio Nobel de la Paz en 1991, pero no lo recibió hasta junio de este año en Oslo. Cuando le fue entregado el premio, Suu Kyi afirmó: «para mí, personalmente, recibir el premio Nobel de la Paz significa extender mi preocupación por la democracia y los derechos humanos más allá de las fronteras nacionales. El premio Nobel de la Paz ha abierto una puerta en mi corazón”.

Suu Kyi discutió con los participantes en la sede del MCC sobre la necesidad de encontrar la paz dentro de uno mismo para poder emprender la tarea de la construcción de la paz. «Las personas justas no abusan de su poder, ven lo bueno en los demás, lo cual es esencial para la paz y la reconciliación. La habilidad para ver especialmente lo bueno en los demás es la clave de la paz y la reconciliación», declaró.

Más allá de las fronteras en nombre de la reconciliación


«Si alguien tiene envidia del prójimo, entonces siempre le odiará. El odio es el sentimiento humano más peligroso. Las personas que no tienen confianza en sí mismas intentan ver los errores de los demás y así siembran el odio y los aspectos negativos en sus relaciones. Actuando de esta manera, destruyen la paz y la harmonía en sus comunidades y en sus naciones. Es necesario ir más allá de las fronteras del odio y de la envidia, sólo entonces podemos pensar en la paz y en la reconciliación», continuó Suu Kyi.

El sentido del humor de Suu Kyi, así como su voluntad de decirles la verdad a los poderosos se pusieron de manifiesto cuando instó a los participantes a «darle la vuelta al enfoque de sus programas poniendo en primer lugar la reconciliación, y después la paz, puesto que sólo cuando haya paz podrá haber seguridad».

En respuesta al interés continuo y constante de la lucha de Suu Kyi por parte de la familia ecuménica durante las últimas décadas, Suu Kyi habló de sus propias conexiones con la tradición espiritual budista y expresó su agradecimiento por la solidaridad y las oraciones de los pueblos de todas las confesiones.

Respondió a la pregunta sobre el papel de la comunidad internacional en el contexto específico del desarrollo económico, la democratización y el estado de derecho de un país diciendo: «no pueden separarse el estado de derecho y la justicia. El desarrollo económico no es un sustituto de la democracia en ninguna sociedad, y el desarrollo político es necesario para lograr la paz entre los pueblos y las comunidades. La comunidad internacional tiene un papel fundamental en la reconciliación y la construcción de la paz en cualquiera de las sociedades a las que concierne esta preocupación».

Los participantes expresaron su agradecimiento a Suu Kyi por su disposición para reunirse y dialogar con los participantes de la conferencia, así como por sus iniciativas concretas, fundadas, enérgicas y basadas en la no violencia para la construcción de la paz,  y por el amor que demuestra hacia su pueblo, que son un modelo extraordinario para los que trabajan hoy en día en un mundo asolado por los conflictos.

La conferencia de la CIAI, que trató de desarrollar estrategias para la construcción de la paz en un Myanmar dividido étnica y políticamente, reunió en torno a 40 participantes. En ella se propusieron varios planes de acción para un compromiso ecuménico más firme de acompañamiento a las iglesias en su respuesta a los conflictos, para introducir la participación cristiana en los esfuerzos de reconciliación y construcción de las comunidades de paz en Myanmar.

Fuente: CMI