miércoles, 8 de septiembre de 2010

PERDONAR ES UNA OPCION PERSONAL

Cuando se piensa en Colombia, se suele pensar en violencia, en guerra, en narcotráfico, en guerrillas, en fuerzas armadas ilegales, en dolor y muerte. Pero más allá de todo esto hay un drama humano poco tenido en cuenta y es el de los desplazados.

El drama de los desplazados y el desplazamiento no es una cuestión de meras cifras ni de mendicidad en los semáforos de las ciudades colombianas. Es un grave problema humanitario que afecta a personas y tiene un impacto importante en todo el país. Vale la pena preguntarse ¿cuál es el costo social y económico para Colombia? La respuesta a esta pregunta es que el costo es alto y afecta a todo el país, incluso a aquellas personas que todavía lo ven como algo lejano y ajeno. Nadie puede decir que el desplazamiento no le afecta, basta con abrir los ojos, el mundo es ancho, pero no ajeno.

Es importante hacer que las personas desplazadas puedan alcanzar alguna vez, en medio de su drama, la felicidad y se sientan amados, y así lograr que amen la vida, que valoren el estar vivos y que puedan cooperar, apoyarse mutuamente, respetarse y beneficiarse los unos de los otros. Lograr también que la sociedad en general los conozca, hacerlos visibles, amarlos pues aunque el problema no afecta a todos, sí es una cuestión de todos.

El pasado 7 de mayo, se publicaba en el diario El Espectador de Colombia una entrevista a Eduardo Pizarro Leongómez, presidente de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, sobre los logros de ese organismo. Pizarro Leongómez en un momento de la entrevista afirma: “Las víctimas pueden perdonar o no, esa es una opción personal, pero yo soy de la escuela del perdón. Cuando una víctima perdona, ‘se quita un piano de encima’, porque se quita odios y resentimientos.”

Esta frase me hizo pensar en la importancia del perdón en un proceso de reconciliación. El perdón busca la cicatrización de las heridas dejadas por la violencia y la reconstrucción, del modo menos traumático, de las relaciones entre agresor y víctima.

¿Cuando, en Colombia, será posible perdonar?… Sí, perdonar a las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), por los cuerpos despedazados que rematan sus cilindros-bomba. Sí, perdonar al ELN (Ejército de Liberación Nacional), por el ajusticiamiento de civiles contrarrevolucionarios en plena plaza pública. Sí, perdonar a los paramilitares por los brazos y cabezas degolladas que dejan sus machetes. Sí, perdonar a las Fuerzas Militares por masacres y desapariciones que le han valido el señalamiento internacional. Sí, perdonar a los dirigentes del Estado responsables de que la mayor parte de su población viva en extrema pobreza existiendo abundante riqueza. ¿Tiene el corazón tanto amor para derrochar? Perdonar sin que nada cambie tal vez es pedir demasiado.

Sí, tal vez son demasiado recientes todos los conflictos que han vivido y vive el pueblo colombiano y quizá sea necesaria una distancia temporal para poder digerir todos los males causados a sus gentes, antes de que éstas tomen la valiosa decisión de perdonar. Posiblemente les sea más fácil perdonar a las nuevas o quizá futuras generaciones.

Asimilar, reconocer, perdonar es difícil. Sí, pero como dice Marta Burguet en su artículo Derecho a no tener enemigos: “El perdón incluye el deseo de volver a relacionarse con el otro y es condición necesaria para conseguir la paz; el perdón también es condición indispensable para desbancar al enemigo, incluso invitándolo a ser amigo y es la única forma de romper con la espiral de violencia y de olvidar la hostilidad”.


Anna Bundó Mas (Educadora Social)
Barichara (Colombia)

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