domingo, 25 de abril de 2010

Ser cada vez más humanos...

Jesús se llama a sí mismo “Hijo del Hombre” y se atribuye en ese momento “poder para perdonar”.
Perdonar, como “hijo del hombre”. ¿Será que Dios no tiene que “perdonar”? ¿No será que Dios Padre no perdona porque es Amor y el Amor no puede estar ofendido? Perdona quien es capaz de ofenderse. El Amor no tiene receptividad de ofensas, no puede, no tiene que emitir un perdón.
¿No será que los únicos que nos tenemos que perdonar somos los hombres, que los únicos que nos ofendemos somos nosotros y entre nosotros?
¿No será que Jesús vino a decirnos que una actividad del hombre era perdonar; que la ofensa y el perdón es cosa de humanos; que no hay ser humano si no hay perdón; que el rencor paraliza lo humano; que el odio es un fracaso y que el perdón plenifica lo humano?
Y que, por tanto, no podemos perdonar “en nombre de Dios”, sino en nombre propio. Que, mientras no perdonemos, Dios -el Amor- no puede entrar en lo humano y que, en la medida en la que perdonamos, el Amor entra en nosotros.
"El Reino de Dios" que anunciaba Jesús era como un Jubileo Universal en el que deberían caer todas las barreras, quedar zanjadas todas las deudas, rotas todas las cadenas, abiertas todas las puertas, entrelazadas todas las manos, curadas todas las heridas, comiendo todos un mismo pan, recostados en una misma mesa.

Fragmento de texto de Luís Alemán en http://www.feadulta.com/lit-PENITENCIA-3.htm

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