sábado, 19 de febrero de 2011

AMAR AL ENEMIGO - Xavier Pikaza

El centro del Cristianismo es el mensaje y camino de amor de Jesucristo, condensado en el Sermón de la Montaña, tal como lo presenta Lucas en un texto unitario (Lc 6, 27-36) y lo recoge Mateo en dos pasajes (5, 38-42 y 5, 43-48) que ahora voy a presentar en otro plano, recogiendo en un nivel más preciso los temas de ayer.
El amor del que habla Jesús en estos pasajes no es una simple estrategia para conseguir unos objetivos político/religiosos (ganar una guerra, dominar el mundo…), sino la Verdad del Dios de Jesucristo . Este evangelio no habla de aquello que hay que hacer para ganar el reino, sino del Reino ya ganado (es decir, ofrecido) por Cristo. Esa es la estrategia del Reino de Dios, su presencia activa en el mundo.
Ciertamente, este evangelio no resuelve muchos temas concretos: ¿Qué hacer cuando matan a tu lado a los cristianos indefensos de Iraq o de Egipto? ¿Qué hacer cuando matan (dejamos que mueran) cada día 30.000 niños inocentes? Jesús sabe que la guerra no es la solución, ni matar a todos los violentos (que en este caso serían ¿seríamos? los responsables del sistema socio-político actual), ni dejar que venga Dios y que los mate, como han pedido muchos apocalípticos antiguos y modernos.
No tenemos solución teórica (ni militar), pero Jesús nos ofrece un camino: Empezar convirtiéndonos nosotros, perdonando y amando, para oponernos así el "orden injusto" que domina sobre el mundo y para abrir el camino de Dios sobre la tierra (como hizo Jesús, subiendo a Jerusalén para decir que Templo/sistema sacral y social era contrario al reino de Dios.
Creer en Dios no es decir un dogma abstracto (separado de la vida), sino vivir inmersos en la fuerza del Amor que es Dios , teniendo la certeza de que ese amor activo (¡el que debemos asumir nosotros!) es eficaz, y triunfará, venciendo todos los obstáculos, porque Dios está en nosotros y también en los otros (en aquellos que pensamos enemigos), pudiendo transformarnos a todos, como dice san Pablo en Rom 8, 31-39.
No se trata de un amor "idealista", de puros principios o de simples celebraciones sacrales, sino de una experiencia y tarea concreta, hecha de rupturas (¡oponernos a este mundo de violencia!) y de testimonios martiriales (¡empezar ya, desde aquí, a vivir en gratuidad!)... Se trata de oponerse, para "salir" de este tipo de mundo (que quiere dominarnos) y para así volver a entrar de un modo nuevo, como entró Jesús en Galilea, como subió a Jerusalén, dispuestos a morir por aquello que creemos (es decir, por la justicia del Reino), denunciando (pero no matando), anunciando (pero no imponiendo), ofreciendo (pero no exigiendo por la fuerza). Quienes creen en Jesús saben que este camino es posible, más aún, que es urgente.
Los dos millones de personas que se juntarán en Roma para aclamar a Juan Pablo II como "santo", el día 1 de Mayo (¡día de los trabajadores!) deberían asumir las consignas más fuertes de ese Papa, en línea de ruptura (rechazo del capitalismo y comunismo) y de nueva evangelización desde los excluidos del sistema. No sé si lo harán, o se contentarán con ratificar el "orden actual". Pero sé que ese es un tema y tarea que nos concierne a todos.

Encuadre, el mundo del Talión
Llamamos talión a la ley de equivalencia judicial (¡ojo por ojo, diente por diente!) que aparece como base de un sistema social impositivo donde todos tienen que aceptar la misma «ley» que les ofrece cierta libertad individual dentro del conjunto. Para entender esto mejor, distinguiré tres planos o niveles:
1. Hay un plano de violencia incontrolada que nace del deseo de tenerlo todo. Podemos suponer por un momento que ese deseo es infinito (abierto en todas direcciones) e insaciable, como dicen algunos antropólogos. Hemos roto el equilibrio programado que nos mantenía unidos al entorno y no sabemos ya lo que queremos. Por eso deseamos lo que vemos que hay en otros, en envidia que nos abre a la violencia. Este es nivel de lucha de todos contra todos.
2. Hay un plano de ley. Para evitar que la violencia incontrolada triunfe, los hombres han tenido que encontrar un equilibrio nuevo (es decir, no programado por la naturaleza): el equilibrio de la ley o del sistema judicial que impera sobre todos, a fin de que los hombres no se acaben destruyendo. Este sistema judicial puede encontrarse impuesto por los vencedores. En el mejor de los casos vendrá a ser la expresión del conjunto de la sociedad que se impone, por violencia legal, sobre cada uno de sus miembros.
3. Nivel de gratuidad o perdón fundante. El evangelio del no-juicio activo que acabamos de exponer nos ofrece la posibilidad de buscar un orden nuevo que ya no se funda en la violencia incontrolada ni tampoco en el control judicial de los más fuertes o del mismo conjunto del sistema. Más allá de la ley está la gracia como expresión de creatividad y perdón que nos capacita para establecer un tipo de vida supra-moral (supra-judicial), fundada en el amor activo de los unos a los otros.
Estos niveles pueden entenderse de manera progresiva, como expresión de un movimiento humano que habría empezado por la violencia incontrolada, habría tendido hacia controles siempre insuficientes y violentos de esa misma violencia, por medio de un talión impositivo (que es un tipo de lucha camuflada), para abrirse en el futuro hacia la plena gratuidad de un evangelio del perdón por encima de la ley ( Cf. R. Girard, La violencia de lo sagrado, Anagrama, Barcelona 1982).
Pienso que existe un tipo de progreso. En cierto aspecto avanzamos (deberíamos avanzar) desde un riesgo de violencia incontrolada hacia un futuro de gratuidad mesiánica. Creo, además, que la ley (sistema judicial) resulta insuficiente para impedir la violencia y ofrecer un futuro de vida a los humanos. Pero pienso también que todo aventurismo mesiánico que quiere abandonar la ley para quedar en manos de una gracia idealizada y sin potencia creadora corre el riesgo de hacernos regresar hacia el nivel de la violencia incontrolada o dictadura de cualquier violento. Por eso es necesario un tipo de realismo, abierto sin embargo a la utopía de la pura gratuidad y del perdón que sobrepasa los caminos de la pura ley.
Pueden trazarse esquemas diferentes. Pero juzgo que es prudente mantener un tipo de equilibrio donde cada plano conserve su valor e independencia relativa dentro del conjunto. La amenaza de violencia incontrolada está en el fondo: seguimos llevando dentro de nosotros un deseo infinito e insaciable de tenerlo, juzgarlo y disponerlo todo; eso significa que nos tienta el pecado originario como hizo con Adán-Eva al principio. Pero, al mismo tiempo, nos atrae la llamada de la gracia, en gesto de generosidad, de don abierto hacia los otros, en la línea de Jesús, el Cristo. La vida se traduce así en perdón, se vuelve creativa como un deseo grande de que el otro exista y pueda realizarse.
Volver al evangelio
Entre estas dos tendencias (una de ley otra de gracia; una de fuerza controladora y otra de oferta creadora) se sitúa la ley. De un modo general, la ley ha sido en el pasado un tipo de equilibrio que brota del pecado, un modo violento de evitar que la violencia se extienda de manera incontrolada destruyendo a los humanos. Pero, desde el Cristo y apoyada en el amor de Dios, la ley se puede convertir (se puede auto-trascender), poniéndose al servicio de la gratuidad, para suscitar un campo de encuentro en que los hombres puedan dialogar y enriquecerse.
Algunos hablan de dos leyes.
– Una se vendría a establecer en el nivel de base (infraestructura económico-social) donde la vida debería regularse de manera universal, ofreciendo así las mismas posibilidades para todos los humanos.
– Luego habría otro nivel de ley más elevada (de superestructura cultural) donde los hombres podrían encontrarse en libertad fecunda y creativa, sin más normas ni principios que su misma gratuidad compartida.
Desde ese fondo quiero volver al evangelio, tal como ha sido expuesto, en una perspectiva convergente, por Lc 6, 27-36, que desarrolla de un modo unitario el sentido y fuerza del amor al enemigo. Pero aquí, siguiendo la liturgia del domingo pasado, prefiero centrarme en la versión que ofrece Mt 5, 38-48, partiendo del mismo material de base de Lucas, pero reinterpretando el mensaje de Jesús en el contexto de su iglesia y teología.
Dos son las novedades principales del enfoque de Mateo:
1) su manera de estudiar el tema como superación de la ley (tal como se expresa antítesis);
2)el modo de exponerlo en dos unidades bien marcadas, una sobre la venganza y otra sobre el amor al enemigo.
2) Mt 5, 21-48 La seis antítesis
Mateo presenta el tema del amor en el contexto de sus famosas antítesis (5, 21-48), que están en el fondo del pensamiento cristiano. Los filósofos suelen hablar de analogía, Hegel habla de dialéctica. El evangelio de Mateo prsentan la propuesta de Jesús en línea de antítesis:
Habéis oído lo que se ha dicho... Así comienzan los seis temas principales que condensan y definen el sentido de la ley para los hombres.
Yo, en cambio, os digo: así cambia esos temas, negando y superando su planteamiento anterior, el Jesús de Mateo, en los seis planos que siguen:
Las antítesis son seis (¡no siete) y pueden situarse en el plano de la vida personal, de la familia, la religión y la sociedad:
1) Vida (5, 27-30). La ley castiga el asesinato (¡no matar!). Cristo cierra el camino de la ira.
2 y 3) Familia (5, 31-32). La ley prohíbe el adulterio y regula el divorcio. Cristo cierra el camino del deseo malo y supera de raíz la escisión familiar.
4) Religión (5, 33-37). La ley regula el juramento (el gesto religioso). Cristo trasciende el mismo nivel del juramento.
5 y 6) Sociedad (5, 38-48). La ley protege a través de la violencia regulada (venganza) y del principio de solidaridad grupal. Cristo busca un tipo nuevo de sociedad en actitud de no-violencia y gracia universales
Mateo no ha querido incluir todos los rasgos de la ley en estos seis apartados que nosotros hemos condensado en cuatro temas (vida, familia, religión y sociedad). Pero es evidente que su esquema nos lleva al mismo núcleo de la realidad humana, que se funda en el orden de vida-familia (tres primeras antítesis), se centra en la religión (antítesis cuarta) y culmina en la exigencia de intercambios sociales (las dos últimas antítesis que ahora estudiaremos).
Mateo ha querido superar la estructura legal israelita en que se incluyen las leyes que regulan con violencia la violencia, sin que así consigan superarla. Ese motivo aparecía veladamente en Lc 6, 32-34 (al hablar de los "pecadores").Ahora es el punto de partida y clave de todo el argumento: frente a una ley deficiente que en el fondo justifica la violencia de los triunfadores ( ¡ojo por ojo!) ¡amarás a tu amigo y odiarás a tu enemigo!), Jesús ha proyectado una conducta nueva que supera el juicio de este mundo y se desvela como pura gratuidad.
Resulta significativo el hecho de que falte la antítesis del juicio que, asumiendo el material ya visto en Mt 7, 1-5, podría formularse de este mundo: "Habéis oído que se ha dicho: juzgad rectamente y sin acepción de personas; yo, en cambio, os digo No juzguéis...".
La tradición eclesial de Mateo habría sentido quizá dificultad en expresarse de esa forma. Sea como fuere, sus antítesis nos llevan a vencer o superar un juicio que exigía la venganza (castigo del culpable) y la división de los hombres en justos-amigos (los que cumplen nuestra ley) e injustos-enemigos (los que no la cumplen). Sólo al superar la ley o juicio (al trascenderlo por gracia) son posibles las formulaciones de las que hablamos.
Hay en Mateo otro motivo importante frente a Lucas; Mateo divide el material en dos mitades: una trata de la no-violencia o no-venganza (5, 38-42), otra del amor al enemigo (5, 43-48). Ambas se encuentran vinculadas en el fondo. Pero el hecho de haberlas separado permite resaltar mejor su independencia relativa.
1. Más allá del talión, superar la venganza (Mt 5, 38-42)
Desde ese fondo quiero empezar hablando de la antítesis que formula el tema de la no-venganza (Mt 5, 38-42) y ofreceremos un esquema del texto:
Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente.
Pero yo os digo:
No resistáis al mal, sino que:
1. a quien te hiera en la mejilla derecha, ponle la otra;
2. al que quiera llevarte a juicio y quitarte la túnica,
déjale también la capa;
3. a quien que te haga llevar carga una milla, llévasela dos.
4. Al que te pida, dale;
y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo niegues.
-- Ley antigua:
ojo por ojo y diente por diente (5, 38).
– Nueva revelación:
a. Principio: no oponerse al mal (5, 39a).
b. Aplicación socio-política (5, 39b-41).
– violencia corporal (poner la otra mejilla).
– violencia judicial (dar también la capa si exigen la túnica).
– violencia militar (andar dos millas si piden una).
c) Aplicación económica (5, 42):
– dar al que pide.
– prestar al necesitado.
La ley regula el orden del mundo por la fuerza, utilizando para ello la violencia. Más que ordinatio rationis (definición clásica) es una ordinatio potentiae. Ciertamente, consigue que haya orden, pero lo consigue por la fuerza. No pensemos todavía en el tirano, que dicta e impone su ley para provecho propio. Pensemos en la buena ley, fundada en el consenso de la mayoría y puesta al servicio de los ciudadanos que resultan iguales ante ella. De esa buena ley (que parece instituida y aplicada en Israel) trata nuestro texto.
Ésta es una ley que actúa por la fuerza, por medio de un talión (ojo por ojo) que impone un control de equivalencia en los diversos campos de la vida. La ley tiene que oponerse al mal con fuerza, impidiéndole que pueda propagarse de manera incontrolada. Ella no cree en la bondad del hombre ni en que pueda superarse la violencia con la gracia. Esa violencia se supera solo con un tipo equivalente de violencia, por una educación (también punitiva) que enseñe las ventajas de aceptar la ley pues ella castiga a los que actúan como trasgresores.
En contra de eso, la nueva revelación apodíctica de Jesús, cuando dice no os opongáis al mal (malo, ponêrô), desborda los supuestos de la ley israelita y de los juicios de este mundo. La primera obligación de la ley era oponerse al malo (injusto) para que los justos se encontraran ya tranquilos: ella quiere elevar una especie de cerca o valla para que los buenos vivan protegidos dentro de ella. Pues bien, Jesús ha querido derribar esa valla, como lo muestran al criticarle todavía muchos comentaristas judíos: ¿puede haber sociedad, puede mantenerse un pueblo con justicia allí donde sus miembros (especialmente las autoridades político-judiciales) renuncian a la resistencia?.
No podía haberse formulado el tema con más precisión. Muchos pensaban y piensan que la sociedad (y justicia) nace de la resistencia contra el malo. ASÍ lo indica el principio del talión, que busca siempre un chivo expiatorio, esto es, un culpable a quien se puede y debe resistir con fuerza, expulsándole del grupo. El talión es tajante y unívoco: sabe distinguir entre inocentes y culpables; tiene lógica y la emplea, en equilibrio de juicio moralista. En contra de eso, el mensaje de Jesús es paradójico y se puede entender únicamente partiendo de las normas judiciales anteriores para superarlas.
(1) Empieza suponiendo que hay malos, hombres que dividen la sociedad y me amenazan: ponen en peligro mi vida.
(2) Pero no les trata como malos: no les presentamos resistencia, ni les expulsamos ni matamos. Eso significa que los malos dejan de mostrarse como un peligro (mala raíz que se debe arrancar del campo de la tierra; cf. Mt 13, 28-29) y aparecen ya como personas a las que tratamos con gesto creativo.
Y con esto podemos pasar a cada una de las aplicaciones.
Mateo ha seguido el esquema de Lucas, pero introduciendo unas variantes muy significativas que destacan el contexto jurídico-militar de todo el tema. Es muy posible que nos encontremos en una situación en que los fieles de Jesús han sido perseguidos. En medio de la guerra, entre soldados y juicios, los discípulos aplican el mensaje del maestro. Después de presentar el tema de la violencia personal (poner la otra mejilla), destacado por Le 6, 29, nuestro texto añade:
Y a quien te quiera juzgar para llevarte la túnica,
déjale también el manto (Mt 5, 40).
El cambio de túnica por manto (cf. Lc 6, 29) es poco significativo. Importante es el nuevo contexto judicial: quien desea mi ropa no es un simple ladrón: es hombre de justicia, acude al tribunal, me pone pleito. Pues bien, conforme a este pasaje, si asumo el principio de la gratuidad, debo renunciar a mi justicia, tenga razón (judicial) o no la tenga. De esa forma me libero del proceso, de la competencia y lucha del derecho (ley) y me coloco en manos de la gracia. El texto sigue:
Y si alguien te obliga a acompañarle una milla,
anda con él dos (5, 41).
Este pasaje, sin equivalente en Lc, nos lleva del plano judicial al militar. Los soldados del ejército ocupante tenían el derecho de exigir la ayuda de civiles para que cargaran por un tramo (milla) sus enseres o sus armas. De esa forma suscitaban la protesta y rebelión de muchos, especialmente de aquellos que se alzaban contra la presencia de soldados extranjeros. Pues bien, siguiendo el gesto de la gratuidad y no violencia activa, el texto pide que ayudemos a los mismos invasores, de una forma que resulta, por lo menos, paradójica. Entenderíamos mejor la resistencia no violenta: no atacamos a los invasores, pero rechazamos y evitamos toda relación con ellos.
Pues bien, el texto nos parece llevar hasta el extremo de un colaboracionismo que podría resultar contraproducente: ¿Y si las armas que llevamos por dos millas se utilizan contra pobres inocentes? ¿Y si el gesto les ayuda para conseguir una victoria injusta?
Es evidente que el pasaje no ha querido ni podido responder a esas preguntas. Hace algo distinto: nos conduce a lo más hondo, hasta el lugar donde podemos ofrecer un gesto de gratuidad a los mismos soldados. Allí donde los hombres se afanan por seguridades judiciales y se esfuerzan por triunfar en clave de batalla..., los que siguen a Jesús confían en la gracia y el amor del hombre. De esa forma invierten el sentido (sinsentido) de una vida donde todo parece interpretarse como simple batalla de intereses.
Desde ese mismo fondo de nueva gratuidad ha de entenderse la aplicación económica (5, 42) que Mt ha resaltado menos que Le 6, 30 (y todo Lc 6, 27-36) aunque la conciba como igualmente central: el principio de no violencia lleva a la gratuidad económica y a la comunicación de bienes. Si uno es dueño exclusivo de algún tipo de fortuna, tendrá que defenderla con las armas. Por el contrario, el que renuncia a la defensa militar, debe ofrecer sus bienes y ponerlos al servicio del conjunto de la población, compartiendo de manera generosa lo que tiene.
3. Amor al enemigo (Mt 5, 43-48).
A partir de aquí, y de forma ya más breve, presentamos el segundo texto de Mateo (5, 43-48), que se ocupa del amor a los enemigos, limitándonos a fijar su sentido de conjunto, destacando algunos de sus rasgos más novedosos:
Habéis oído que ha dicho: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.
Pero yo os digo:
Amad a vuestros enemigos,
bendecid a los que os maldicen,
haced bien a los que os odian
y orad por los que os ultrajan y os persiguen,
para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos,
que eleva su sol sobre malos y buenos y llueve sobre justos e injustos.
Si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis?
¿No hacen también lo mismo los publicanos?
Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más?
¿No hacen también lo mismo los gentiles?
– Ley antigua: amar al prójimo y odiar al enemigo (5, 43).
– Nueva revelación:
a)Formulación: amar al enemigo y orar por el perseguidor (5.44).
b)Fundamentación: para ser hijos de Dios (5, 46).
c)Razón teológica: el amor al propio grupo pertenece a la lógica del mundo, como saben publícanos y gentiles (5, 46-47).
d) Conclusión: ¡Sed perfectos como Dios! (5, 48).
Lo más sorprendente del texto es su manera de dictar la ley antigua: «habéis oído que se ha dicho amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo». Se ha venido recordando desde antiguo que el segundo inciso (el primero está en Lev 19, 18) no aparece en el AT. Algunos añaden que Jesús (o quien redacte Mt 5, 43) ha sido injusto al resumir así la ley antigua. Hoy sabemos que sus palabras se encuentran casi al pie de la letra en Qumrán, aunque no han sido aceptadas por la ortodoxia israelita. Sea como fuere, el problema no está en saber la fuente del texto ni tampoco en su fidelidad formal respecto al AT o al conjunto de la tradición israelita. Lo que está en juego es el principio de la ley antigua como ley de grupo y el sentido de la nueva revelación que trasciende los límites de un grupo (sinagoga, iglesia, estado, clase social...) y nos sitúa en el mismo centro de lo humano.
La fuerza del pasaje no reside en su manera de entender el texto antiguo: está en la forma en que concibe y mira todas las relaciones humanas. Este es un pasaje que lleva al judaísmo hasta su meta radical y que le obliga a definirse. ¿Acabará cerrándose en la clave de una división de odio y amor? ¿Seguirá permaneciendo dentro de unas claves judiciales que separan a los hombres en buenos y malos, amigos y enemigos? Planteadas de esa forma, estas preguntas siguen dirigiéndose a una Iglesia que se dice apoyada en el amor universal de Cristo, pero luego corre el riesgo de seguir escindiéndonos en grupos de amor/ odio, de sacralidad/condena. Por eso comentamos el pasaje de un modo general y lo entendemos como punto de partida de la antropología:
 La lev de amor-odio divide a los hombres por razones familiares, nacionales, sociales, culturales, religiosas... Hay normas de juicio y según ellas los hombres deben distinguirse, en proceso de discernimiento que define el lugar de cada uno en el conjunto. La misma ley del judaísmo instaura un sistema de dualidad, dividiendo a los hombres en buenos y malos.
 La revelación de Jesús ha superado ese nivel, haciendo al hombre capaz de amor abierto a todos. Conforme a una visión hecha común por A. Nygren, el amor eros sigue actuando en plano judicial: lo extiendo a los que pienso que son dignos de acogerlo (mis amigos). Pero Cristo ha revelado ya el amor-agape: ha ofrecido su vida por todos, superando así las divisiones ratificadas por una ley que separa a los malos y los buenos .
Así llegamos a los límites de todo pensamiento y praxis. Más que de una antropología (estudio del hombre que ya existe) deberíamos hablar de una antropogénesis (proceso de surgimiento de lo humano). En este lugar donde la gratuidad (amor que supera al juicio) se vuelve principio de universalidad hemos venido a situarnos. Aquí continuamos.
Conclusión. Más allá de una estrategia política, el reino
El amor del que habla Jesús no es una estrategia para conseguir algo distinto, aunque tenga rasgos de estrategia, como indicaré otro día. Este amor es ya Reino, presencia de Dios entre los hombres.

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