viernes, 31 de diciembre de 2010

YouTube - FELIZ 2011

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Lejaim! = ¡A la vida!

POR UN 2011 ESPERANZADO

Hay en lo que comienza una fuente (…) Una partida, una infancia que ya no se vuelve a encontrar nunca más. Y la pequeña esperanza es la que siempre comienza.

«El asombro es lo que cuenta». Ver el mundo como si acabara de ser hecho, como si uno mismo acabara también de ser hecho. Como si ahora, en este momento, fuésemos recién arrojados al mundo y mirásemos por primera vez alrededor.

Charles Pèguy

jueves, 30 de diciembre de 2010

CONSTANCIA DE DIOS

No desistas, Señor, sigue insistiendo

en venir a nosotros, en hacerte

vecino del dolor y de la lágrima.

Ven más cada mañana, nunca dejes

de acercarte.



Sucede

que la arcilla es así,

que está rajada

de añoranza y de amor

y nuestro cántaro

se nos queda sin sol, se cuela el agua

hacia Ti.



Sigue empeñado,

a pesar de nosotros y la aurora,

viniendo a nuestra sed.

Llegará un día

en que todo estará

como Tú quieres.

AÑO NUEVO - José Arregi en Fe Adulta

Justo el octavo día después de Navidad, venimos de nuevo a la gruta de los pastores de Belén, o a la humilde casa del carpintero de Nazaret. Venimos a celebrar el Año Nuevo junto al niño Jesús recién nacido. Hemos visto una pequeña estrella en el cielo oscuro de la noche, en los ojos cansados de unos pastores pobres, y acudimos a la luz de la estrella, en busca de un rayo de luz, para que el año nuevo no se nos quede viejo y apagado nada más nacer.
No venimos solos. Somos muchedumbres subiendo por todos los caminos de la historia. Nuestros calendarios son diferentes, pero todos celebramos el Año Nuevo. Desde los tiempos más remotos, todas las culturas y religiones lo han celebrado, unos observando la luna, otros observando el sol: los hindúes lo celebran a mediados de noviembre, los chinos a comienzos de febrero; los judíos en septiembre, los musulmanes entre enero y febrero.
Desde siempre, los seres humanos necesitamos de un calendario que ordene nuestros días, y necesitamos marcar ciertos días en rojo, de modo que podamos saber cuándo cultivar la tierra y cuándo descansar, y para que todos los días tan iguales no sean siempre igual día tras día, y para no hundirnos -sin origen ni destino- en el agujero negro de un espacio y de un tiempo sin límite. Tenemos diversos calendarios, pero todos hemos pintado de luz y de color algunos días, y hemos dicho: ¡Hoy es Navidad! ¡Hoy es Año Nuevo!.
Así hemos hecho también los cristianos. Adoptamos muy pronto el calendario romano, pero en el día en que celebraban el nacimiento del nuevo sol o del emperador o del dios Mitra nosotros pusimos el nacimiento de Jesús. Es nuestro año nuevo.
Muchos lo celebraban con pompas imperiales; nosotros lo celebramos mirando a un recién nacido. Mirando a un niño pequeño, en compañía de unos pobres pastores. No adoramos al emperador Augusto en su palacio, ni al poderoso dios Mitra en sus templos; adoramos a un niño pequeño sin ningún poder en la gruta de Belén o en la casita de tierra de María y de José de Nazaret. No aparece ante nosotros ninguna gran estrella, ninguna señal resplandeciente del cielo. No: sólo un pequeño brillo en los ojos de un niño recién nacido.
Pero ¡oh!, esos ojos se llaman Jesús, y nos aman, y los amamos, y en ellos hallamos la luz. En esos ojos nos vemos reflejados, y esos ojos nos reflejan el mundo entero. Esos ojos de niño revelan la debilidad, la impotencia, la súplica de todos los seres, y la bondad herida de todos los seres.
Esos ojos se llaman "Jesús", el nombre de Dios: "Dios es salvador", Dios es sol de amor, Dios es misterio de bondad. En el fondo sin límite de esos ojos vislumbramos los ojos de Dios mirándonos a todos con ternura. Dios nos mira con los ojos de Jesús, y la mirada de Dios ilumina nuestras muchas oscuridades, y una lucecita se nos enciende dentro, y vemos cómo se encienden en el mundo otras muchas lucecitas, como en el cielo despejado de anoche.
Y en medio de la noche nace el año nuevo, y tal vez también un rayito de esperanza y algo más de bondad en nuestro corazón de carne.
Así queremos empezar este nuevo año. Queremos mirar y saludar y felicitar a todo el mundo encendido de lucecitas en los ojos de Jesús. ¡Feliz Año Nuevo a todos y a todas! ¡Paz y bien! ¡La bendición de Dios siempre nueva, siempre plena, a todos los seres!
No sabemos lo que traerá el año que empieza pero no podrá privarnos del bien y de la paz de Dios. El año que ha terminado ha tenido muchas sombras, pero no nos ha apagado la luz encendida en los ojos de Jesús, y en la tierra se han encendido otras muchas lucecitas. Confiemos en todas esas pequeñas luces, confiemos en la buena luz divina que se esconde en el corazón de todos los seres.
Quizá nos pueden parecen unas luces demasiado pequeñas para iluminar tantas sombras. Nos pueden parecer unos signos demasiado humildes para felicitar y hacer votos por el nuevo año. Hagamos como los pastores: fueron y vieron los ojos de Dios en los ojos de Jesús y se volvieron, para encender la luz de los ojos de Dios en medio de la noche.
Con todas nuestras sombras, los ojos de un niño pequeño pintan el 1 de enero con colores de fiesta. ¡Celebremos el Año Nuevo! ¡Seamos felices! ¡Que todos los seres sean felices! ¿Cómo lo haremos? Un dicho vasco nos dice cómo hacerlo, podría traducirse algo así:
"Año Nuevo hubiere, si el que tiene al que no tiene un cuenquito de trigo diere".

El día mundial de la paz. Fray Marcos en Fe Adulta

Tal vez sea una de las carencias que más afecta al ser humano de hoy, porque la ausencia de paz es la prueba palpable de una falta de humanidad.
Ahora bien, la reflexión que hacemos no puede quedarse en aspavientos y quejas sobre lo mal que está el mundo. No podemos descubrir lo que significa la paz, hablando de guerras y conflictos. No son las contiendas internacionales, por muy dañinas que sean, las que impiden a los seres humanos alcanzar su plenitud. Los grandes conflictos internacionales los originamos nosotros con nuestras riñas y pendencias individuales.
Si no hay paz a escala mundial, la culpa la tengo yo, que lucho a brazo partido por imponerme a los que están a mi alrededor. El egoísmo que impide la armonía en nuestras relaciones personales es el causante de las más feroces guerras a todos los niveles.
La paz no es una realidad que podamos buscar con un candil. La paz será siempre la consecuencia de unas relaciones verdaderamente humanas entre los hombres.
Es deprimente que nos sigamos rigiendo por el proverbio latino: “si vis pacem para bellum”. Si te preparas para la guerra, es que estás pensando en quedar por encima del otro para esclavizarlo.
Si no existe una auténtica calidad humana no puede haber una verdadera paz, ni entre las personas ni entre las naciones. El primer paso en la búsqueda de la paz, tengo que darlo yo caminando hacia mi interior. Si no he conseguido una armonía interior; si no descubro mi verdadero ser y lo asumo como la realidad fundamental en mí, ni tendré paz ni la puedo llevar a los demás.
Este proceso de maduración personal es el fundamento de toda verdadera paz. Pero es también lo más difícil. Una auténtica paz interior se reflejaría en todas nuestras relaciones humanas, comenzando por las familiares y terminando por las internacionales.
¡Ojalá recuperásemos el sentido del shalom judío! En esa palabra se encuentra resumido todo lo que intento deciros en estas líneas. Nuestra palabra “paz” tiene connotaciones exclusivamente negativas. Pero el shalom se refiere a realidades positivas. Decir shalom significaría un deseo de que Dios te conceda todo lo que necesitas para ser auténticamente tú, incluida la misma presencia de Dios en ti.
El ser humano auténtico es el que ha superado el egoísmo, es decir, ha dejado de pretender que todo, personas y cosas, giren en torno a él. Aprender a amar, preocuparse de los demás más que de sí mismo, entrar en armonía no sólo con los demás seres humanos sino con toda la creación es la auténtica preparación para la paz.
El que ama no pelea por nada ni pretende nada de los demás, sino que está encantado de que todos saquen provecho de él.

¿Alguna vez hubo una ETA buena? F. Javier Vitoria Cormenzana.

¿Alguna vez hubo una ETA buena? Aunque la pregunta no sea nada sencilla de contestar y aun a riesgo de simplificar excesivamente mi respuesta que exigiría, sin ninguna duda, muchas más precisiones de las que aquí puedo hacer, mi contestación es: nunca hubo una ETA buena, aunque no todos sus comportamientos históricos y acciones puntuales merezcan el mismo calificativo moral. Sin embargo no siempre pensé así. ¿Qué es lo que ha cambiado?
Me ayudaré para explicarme de los tres primeros significados de la palabra «buena», según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: 1º “que tiene bondad en su género”; 2º “útil y a propósito para algo”; y 3º “gustosa, apetecible, agradable, divertida”. Iré del tercero al primero.
*Pertenezco a la generación nacida nada más terminar la guerra civil española. Durante los años sesenta la mitología de la cultura violenta (“Euskadi está ocupada”, el mesianismo guerrillero, las figuras del Che Guevara o del cura guerrillero Camilo Torres, etc.) nos sedujo a muchos de nosotros. La irrupción de ETA en el escenario político vasco nos pareció apetecible y nos cautivó incluso a muchos que jamás militamos en ella. Nos complacía comprobar la generosidad y el valor de algunos jóvenes de nuestra generación, que arriesgaban sus vidas para luchar contra la dictadura franquista. Incluso en algunos momentos nos pareció divertida la aventura de colaborar con ETA. Por ejemplo, resultaba tan o más entretenido facilitar a ETA el robo de la multicopista de una institución universitaria que tomar “potes” en Iturribide.
*También pensamos que la organización armada era “útil y a propósito” para la liberación del pueblo trabajador vasco, por utilizar hoy una expresión muy al uso por aquel entonces. ETA era una organización buena para alcanzar un objetivo político: la derrota de la dictadura franquista y la conquista de la democracia. El otoño de 1968 y en Bilbao Ignacio Ellacuría, seguramente a su pesar, nos reforzó esta convicción a algunos cristianos que le escuchábamos. Le oímos decir que, “en una situación desesperada, en una situación límite”, el recurso a la violencia subversiva, como había hecho el sacerdote Camilo Torres, era “una tentación, pero no pecado”. Escuchamos su intervención desde una percepción de la realidad vasca de la violencia, que podría resumirse de la siguiente manera: la situación estructural de violencia de la dictadura franquista había provocado la violencia subversiva y reactiva de ETA, que ya se había cobrado las vidas del guardia civil José Pardines (junio 1968) y del comisario Melitón Manzanas (agosto 1968); y ésta había excitado la habitual violencia represiva de la guardia civil que acababa de matar al primer militante de ETA: Txabi Etxebarrieta (junio 1968). Con toda naturalidad colegimos de sus palabras que la violencia de ETA era “tentación, pero no pecado”, pues vivíamos en una situación límite y desesperada y estaban en juego valores superiores como los derechos humanos y democráticos.
*El paso del tiempo me ha llevado a la convicción de que la «bondad» de ETA solo se encuentra en su naturaleza o género: el propio de una organización exterminadora de la vida. ETA ha sido muy “buena” a la hora de matar, victimar, extorsionar, aterrorizar, producir sufrimiento, deshumanizar, fanatizar etc. allí por donde ella pasaba Y todo lo contrario, es decir, muy “mala” a la generar vida, libertad, justicia, fraternidad y democracia. Pocas personas y grupos con talante democrático advirtieron a tiempo el peligro latente que encerraba la violencia etarra antes de 1975, fecha de la muerte de Franco. Y menos aún, las personas y grupos de izquierdas o progresistas, como se dice ahora. En el periodo posterior, el de la transición democrática, a duras penas se fue abriendo paso otra toma de conciencia. No fuimos clarividentes para reconocer a tiempo la imparable fuerza de destrucción y muerte, que encerraba aquella violencia de reacción contra la dictadura, inaugurada oficialmente el 31 de julio de 1959.
En esta cuestión me parece imprescindible la autocrítica. En la actualidad hay voces empeñadas en hablar de una ETA «buena» y de otra «mala». Casi siempre hacen coincidir el cambio de rasante con el momento histórico en el que personal o colectivamente ellos abandonaron la lucha armada o adoptaron una actitud crítica y beligerante contra ETA. Se ignora o se olvida que quizás es posible desistir de la lucha armada, arrepentirse de haberla utilizado, criticarla después de haberla justificado y reconocer el error; pero es imposible detener esa dinámica de muerte y de destrucción que un día ETA puso en circulación en Euskadi y que ha terminado siendo terrorismo puro y duro. Esa fuerza devastadora se independizó de la voluntad de quienes la dieron vida y convivieron con ella con absoluta naturalidad durante un tiempo. En los últimos 42 años ha producido un sinfín de estragos humanos irreparables. Y hoy todavía es una amenaza mortal para numerosos ciudadanos vascos y españoles; y un factor deshumanizador de otro número importante de ciudadanos vascos que en su afán de legitimar la violencia han terminado siendo ellos mismos víctimas de su poder destructor. La violencia etarra ha producido y sigue produciendo consecuencias objetivas y subjetivas inaceptables.
La historia de ETA marca un antes y un después en la experiencia de ser vascos. Nuestros cuarenta últimos años están marcados a fuego por su barbarie terrorista. De su violencia podemos distanciarnos personalmente, pero sin liberarnos del todo de sus daños y heridas. Durante un siglo, como vaticinaba Bernardo Atxaga, cargaremos con todo ello en nuestra conciencia y pensaremos que nunca tenía que haber existido violencia en el País vasco. Nos ocurre lo mismo que a los alemanes con Auschwitz, a los norteamericanos con Vietnam o a los argentinos con los desaparecidos. La experiencia de la violencia nos ha cambiado, impregna nuestro inconsciente individual y colectivo, dicta “a prioris” y dirige reflexiva o impensadamente comportamientos colectivos. No somos lo que fuimos y el regreso a la paz y a la reconciliación, si alguna vez se produce, no será ninguna operación retorno. Cuando se desciende a los infiernos del horror ya nada vuelve a ser lo mismo. Ni que decir tiene que esta visión también ha cambiado aquellas dos primeras perspectivas sobre la bondad de ETA.

sábado, 25 de diciembre de 2010

¡Jesús ha nacido! ¡Nosotros, con Él! ¡FELIZ NAVIDAD!

Venimos del Adviento, de todos los Advientos,
con deseos y esperanzas que brotan en la tierra,
también traemos llantos de todos los pequeños,
y una Mirada del que solo sabe amar,
nos abre, en Belén, la puerta de la vida.
Con María y José, el gozo revivimos
de sabernos amados para siempre.

Venimos del Adviento, de todos los Advientos,
con los dolores escuchados a la tierra,
con la esperanza maltrecha por tanto desencanto,
y unos Oídos se abren y se acercan.
¡Alguien presta atención a nuestro grito!
Con María y José le contamos nuestra vida
y Dios hecho hombre nos canta su misterio.

Venimos del Adviento, de todos los Advientos,
con mucha hambre de pan y de justicia,
y unas Manos inocentes se nos abren,
solicitando nuestro pan y nuestro vino.
¡Un Dios que nos pide la pobreza,
y, a cambio, nos regala su riqueza!
Con María y José quedamos asombrados.

Venimos del Adviento, de todos los Advientos,
con mucho polvo en los pies de los caminos,
con el dolor de tantas soledades,
y alguien nos abre de par en par su Tienda
limpia con el agua de su fuente las heridas,
y prepara manjares exquisitos para todos.
Ya no hay excusas para no cantar alegres.
Comienza el evangelio su camino
y el anuncio misionero se extiende por los pueblos,
porque no se puede ya callar tanta alegría. .

Nuestro Adviento termina en un beso adorador.
Nuestro Adviento termina en un abrazo.
Nuestro Adviento termina en Aleluyas.
La esperanza se ha cumplido.
Comienza un tiempo nuevo.
¡Jesús ha nacido! ¡Todo es gracia!
¡Jesús ha nacido! ¡Nosotros, con Él!
¡FELIZ NAVIDAD!

(De una página carmelita, sin mención de autor/a)

miércoles, 15 de diciembre de 2010

En defensa de los cristianos, de Bernard-Henri Lévy (El Pais, 21/11/2010)

En defensa de los cristianos, de Bernard-Henri Lévy (El Pais, 21/11/2010)
Recientemente, durante una entrevista para la agencia EFE, declaré que los cristianos forman hoy, a escala planetaria, la comunidad más violenta e impunemente perseguida.
El comentario sorprendió.
Incluso provocó cierto revuelo aquí y allá.
Y sin embargo…
Fíjense en esos paquistaníes que, como Asia Bibi, son condenados a la horca en virtud de una ley antiblasfemia que nadie piensa seriamente en abolir.
Fíjense en los últimos católicos de Irán, que, pese a las negativas del régimen y a la acogida de la que ha sido objeto estos últimos días el cardenal Jean-Louis Tauran, en Teherán y Qom, en la práctica, tienen prohibido practicar su culto.
Gaza, por supuesto; y, por desgracia, también la Palestina de Mahmud Abbas, donde esta misma semana han encarcelado a un joven internauta, Waleed al-Husseini, hijo de un peluquero de Kalkilyia cuyo único crimen fue el de haberse permitido criticar el islam en su blog y evocar el cristianismo sin desacreditarlo.
Y Sudán. Aún oigo cómo John Garang me explicaba, cinco años antes de su muerte, en Juba, la interminable guerra de exterminio que libran los islamistas del Norte contra los cristianos del Sur. Hace algunos días, monseñor Gabriel Zubeir Wako, cardenal arzobispo de Jartum, estuvo a punto de ser asesinado durante una misa al aire libre que presidía en esa ciudad.
Esos cristianos evangélicos de Eritrea, pobres entre los pobres, pero a quienes la Junta ha acusado de preparar un golpe de Estado para, a continuación, prometer una « purga » y que el país se verá libre de ellos antes de Navidad.
Esos sacerdotes católicos que, como le sucediera este 8 de noviembre al padre Christian Bakulene, cura de la parroquia católica de Kanyabayonga, en la República Democrática del Congo, son abatidos a la puerta de sus iglesias por unos hombres de uniforme a los que el mismo fantasma conspiratorio volvió locos.
La fobia anticristiana orquestada en Delhi por los fundamentalistas hindúes del VHP. Y en todos los regímenes totalitarios que aún se mantienen en pie: en Cuba, en Corea del Norte, en China, los fieles humillados, recluidos o internados en campos de concentración.
La suerte de los cristianos de Argelia, que la hermosa película de Xavier Beauvois ha sabido devolver a la actualidad.
La de los coptos en un Egipto en el que, se diga lo que se diga, el islam sigue siendo una religión de Estado.
Por no hablar del atentado perpetrado el 31 de octubre en Bagdad por un comando de Al Qaeda que tomó al asalto la catedral de Nuestra Señora del Socorro -Sayida An Nayá- y mató a 44 fieles, la mayoría mujeres y niños.
Sé bien que, en la mayoría de los países que menciono, la suerte de los judíos se decidió hace mucho tiempo y que si los matan menos es porque ya no quedan.
Y, evidentemente, no hay que contar conmigo para bajar ni por un segundo la guardia ante cualquier manifestación de un antisemitismo que, pese a todo, siempre encuentra la manera de volver a levantar cabeza, de metamorfosearse alegremente y de cobrar la forma, principalmente, de un antisemitismo sin judíos, pero que reconoce en Israel al mismísimo diablo. Y tampoco seré yo quien encuentre circunstancias atenuantes (crisis, paro, búsqueda clásica de chivos expiatorios…) para el recrudecimiento de los brotes racistas que en las democracias europeas, e incluso en Estados Unidos, tienen como blanco aquí a las minorías de origen árabe, allá a los turcos y acullá a los gitanos.
Pero digo simplemente que, gracias al cielo, en nuestro entorno, el antisemitismo ha terminado siendo un crimen designado como tal, debidamente clasificado y castigado.
Digo que, afortunadamente, los prejuicios antiárabes, o antigitanos, son estigmatizados por organizaciones como SOS Racismo, que tengo el orgullo de haber contribuido a fundar hace 25 años, junto con Coluche, Simone Signoret y otros.
Y afirmo, en cambio, que, frente a estas persecuciones masivas de cristianos, frente al escándalo, por ejemplo, en Argelia, de las mujeres cabileñas y cristianas casadas por la fuerza o encarceladas, frente a la eliminación lenta, pero segura, de los últimos vestigios -Benedicto XVI ha dicho, tomando prestada la palabra de la Biblia judía, « los últimos restos »- de esas iglesias cristianas de Oriente que tanto aportaron a la riqueza espiritual de la humanidad, ya no hay nadie.
Así que una cosa o la otra.
O nos adherimos a la doctrina criminal y loca de la competición de víctimas (cada uno, sus muertos; cada uno, su memoria, y entre unos y otras, la guerra de los muertos y las memorias) y solo nos preocupamos de las « nuestras ».
O nos negamos a creer en ella (sabemos que en un corazón hay bastante espacio para varias compasiones, varios duelos, solidaridades diversas y no menos fraternas)y denunciamos con la misma energía, iba a decir la misma fe, ese odio planetario, esa oleada de fondo asesino, del que los cristianos son víctimas; unos cristianos cuyo antiguo estatus de representantes de la religión dominante o, en todo caso, más poderosa impide, también, que nos percatemos de su persecución.
¿Permiso para matar cuando se trata de los fieles del Papa alemán? ¿Permiso, en nombre de otra guerra de civilizaciones no menos odiosa que la primera para oprimir, humillar, torturar? Pues no. Hoy, hay que defender a los cristianos.
Bernard-Henri Lévy

miércoles, 1 de diciembre de 2010

HABLAR DE PAZ, ¿BOBERÍA O INGENUIDAD?

¿Lugar? Alguno de la ciudad de Barcelona. No importa. El salón –muy moderno y acogedor- estaba casi vacío, o casi lleno. Depende de cómo quisiera verlo ese día. Para mí estaba medio lleno. Quizás otros lo habrían visto casi vacío. Tampoco importa. Yo estaba ahí, sentado, escuchando atentamente (aunque debo confesar que por momentos mi mente se dispersaba). Era viernes y por lo tanto el riesgo de la dispersión era mayor. Uno ya se relaja cuando llega el fin de semana.

Era un congreso. Los ponentes explicaban con interés y entusiasmo –aunque algunos no lo demostraban- sus ideas a un público silencioso y respetuoso. Quizás porque era temprano, quizás porque era viernes. ¿El tema? La información y los conflictos. Explicaciones muy interesantes, otras no tanto, como en todos los congresos.

Entonces llegó el momento de las preguntas. Esperé que hablaran otros y cuando se produjo un silencio, la formulé: “¿Por qué los medios de comunicación no reflejan noticias relacionadas con hechos de paz, sino de guerra? ¿Acaso la historia de la humanidad no ha vivido mayores momentos de paz que de guerra? ¿Por qué cuesta que los medios de comunicación hablen de paz?”

El clima dentro del salón era el mismo. Sin embargo algo había cambiado. La moderadora del panel se transformó y manifestó su negativa a tal afirmación: “la historia de la humanidad es la historia de la guerra, y no de la paz”. Y agrega –con un tono un tanto burlón: “sería lindo hablar de paz”.

Ahí me di cuenta –a pesar de que era un viernes- de que la moderadora no había entendido la pregunta. Y comenzó a defenderse como si mi intención hubiera sido el ataque. Otro ponente que acompañaba la mesa principal disparó con rapidez un viejo axioma del periodismo norteamericano: “no es noticia si un perro muerde a un hombre, pero sí si un hombre muerde a un perro”.

Silencio. Otro de los ponentes pide la palabra y señala: “el deber de un periodista es contar lo que ocurre, tanto lo bueno como lo malo”. Y alguien de la mesa también responde: “a veces en los medios no hay espacio para las buenas noticias y esto nos lleva sólo a reflejar las desgracias”.

Un asistente pide la palabra. “La historia de la humanidad, -afirma- sí tiene mayores momentos de paz que de guerra, y no se trata de una ingenuidad o una bobería querer hablar de paz”.

Con esa sentencia la moderadora dio por cerrada la sesión e inmediatamente convocó a los participantes a un intermedio. Fin de la discusión. ¿Discusión? ¿Por qué si sólo había formulado una pregunta sin ninguna otra intención?

Como periodista puedo afirmar que en muchas ocasiones es más difícil hablar de paz y producir noticias que destaquen hechos de paz y no de violencia. Claro que la violencia la vemos a diario, no hace falta escarbar mucho para encontrar los ejemplos. Sin embargo también hay hechos de paz que ocurren a nuestro alrededor, y que muchas veces no nos llaman la atención. O a veces ni siquiera se reflejan en los medios.

(...) ¿Por qué no podemos reflejar hechos que compartan esa alegría de existir, esas ganas de vivir y compartir la fiesta con el otro? El periodismo cumple una función social y como tal tiene un deber para con la sociedad. El deber de informar sobre lo que ocurre, sobre todo lo que ocurre. Y ya vemos que no sólo ocurren hechos trágicos. También ocurren hechos de paz.

Por lo tanto estoy convencido de que hablar de paz no es una ingenuidad o una bobería. En todo caso es más difícil, pero también más reparador.

Alfredo Fernández (Periodista)
España - Barcelona

LA FUERZA DE LA MEDIACIÓN (2ª PARTE)- JORDI PALOU-LOVERDOS

¿Cómo trabajan los resentimientos en un proceso de mediación?

Hay varias situaciones en las que se dan ciclos repetitivos de violencia porque no se ha resuelto bien el tema en el pasado. En el proceso de diálogo interruandés, al partir de la base e ir subiendo escalones, es mucho más factible y realizable que no hacerlo al revés, porque presupone muchas cosas que tienen que ver con la historia, con la educación transmitida de padres a hijos y nietos, especialmente en estos países que además tienen cultura oral. Allí la historia no está escrita en libros sino que la pasan unos a otros de generación en generación, y por lo tanto tienen muy presente la historia de siglos atrás porque la han ido explicando y repitiendo.

Este es un punto clave que se ha tratado en las sesiones de diálogo y que consideran que con vistas al futuro una de las cosas a realizar es precisamente que la transmisión que se haga sobre el pasado y sobre las potencialidades del futuro sea lo más consensuado posible, en aras a explicar las cosas negativas o las conflictivas, pero también las positivas que han unido diferentes comunidades étnicas como los hutus, los tutsis y los twas, que son las tres comunidades básicas de Ruanda.

Una de las cuestiones básicas de cómo desligar ese nudo es precisamente reconocer que no sólo hay cuestiones étnicas que dividen o unen. Hay otras diferencias que no tienen que ver con las cuestiones étnicas que normalmente no se tratan, como las cuestiones regionales, por ejemplo, entre el norte y sur de Ruanda. El hecho de poder hablar abiertamente sobre la realidad de las diferencias, las cosas que separan y las cosas que unen es ya de por sí, transformativo.

Si la sociedad civil tiene la capacidad de ser motor, de llevar a toda la sociedad para que dialoguen en esos términos y reconozcan esos términos, cambia completamente el relato oral sobre el pasado, sobre los resentimientos.

La Carta de la Paz dirigida a la ONU también hace referencia a la necesidad de construir comunidades sobre bases sólidas, donde no esté presente el resentimiento. Y entonces, ¿cómo se desarma ese entramado de resentimientos en determinados conflictos?

Lo que hace el mediador en estas circunstancias complejas de muchos años, de muchas generaciones, es –en primer lugar- intentar llevar a la luz lo que está oculto, intentar comprender cuál ha sido la dinámica de generaciones y cuál es la situación actual. A partir de allí se tienen que producir movimientos de reconocimientos mutuos. A partir de conocer cuál es la situación, de dónde viene, hasta dónde nos afecta, permite reconocimientos mutuos, y luego hay determinadas estructuras que se diluyen y determinadas estructuras que se crean, que se construyen de nuevo.

Ese es el principal reto y la principal dificultad que tienen todos esos conflictos: lo hemos visto con el conflicto vasco, lo hemos visto en Irlanda del Norte y también en Sudáfrica, donde los líderes toman una serie de decisiones, pero después las tiene que acompañar la población civil.

Nelson Mandela hizo gestos muy interesantes para visualizar que esa reconciliación -esa nueva estructura- se estaba produciendo desde el momento en que él mismo empezaba a liderar la nueva etapa del país. La primer reacción hubiera sido “eliminar” a los blancos explotadores de cualquier lugar de poder, pero él tuvo la inteligencia de incorporarlos en lugares claves de su acción política de gobierno, en su seguridad privada, y así los incorporó a su equipo y visualizó ante el pueblo de Sudáfrica que era posible trabajar y convivir entre antiguos adversarios, orientados a trabajar juntos por el bien común.

¿Y qué hay sobre la reparación de los daños cometidos, tema del cual también se ocupa la Carta de la Paz?

Últimamente se ha puesto de moda un término que engloba muchas cosas y que incluye diversas formas de reparación: es el término justicia transicional, que hace referencia precisamente a diferentes formas de tratar los conflictos violentos de forma paralela, complementaria o simultánea. Una parte muy importante de esta justicia transicional -de pasar de un estado dictatorial a un estado querido democráticamente- es aplicando diferentes formas de reparación.

Es importante la reparación simbólica, con todo lo que tiene que ver con la memoria de las víctimas, el ser reconocidos cada uno como víctimas, el revelar verdades ocultas en los conflictos violentos. A partir de aquí hay reconocimientos simbólicos, puede haber estatuas, memoriales, celebraciones, días de celebración de todas las víctimas, etc., donde todo el mundo de alguna manera tenga la oportunidad de sentirse reconocido. Y podemos seguir en intensidad reconociendo ya no sólo lo simbólico sino también el reconocimiento o reparación material, pues se puede hacer una reparación material individual o a la comunidad. En este último caso existen diversas modalidades de reparación material que deberían ser establecidas en los diferentes Acuerdos de Paz o acuerdos transaccionales que ponen fin a conflictos violentos y/o bélicos: reparar económicamente los daños personales (físicos y morales), reparar económicamente a las comunidades afectadas directa o indirectamente por conflictos, construir una escuela, un hospital, restituir medios de producción locales destrozados etc., para curar a las personas que están allí y atender a los niños, a las viudas y viudos, a los ancianos, a los componentes más vulnerables de la sociedad. Eso beneficia a la comunidad y asiste a las víctimas.

Los diferentes causantes de conflictos violentos deberían invertir al menos los mismos recursos económicos y humanos que invirtieron en la guerra para la construcción de la paz, en beneficio de los individuos y de sus comunidades. Y ello sabemos que no se produce espontáneamente: si se trabaja adecuadamente todos estos aspectos de reconocimiento mutuo, de reparación, de respeto de derechos y obligaciones y de transformación las personas, las comunidades y la humanidad entera explorarían horizontes creativos insospechados.

FUENTE: CARTA DE LA PAZ

martes, 23 de noviembre de 2010

Traducir en gestos de amor la Palabra escuchada

VERBUM DOMINI - EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POST SINODAL (Extracto)

Anuncio de la Palabra de Dios, reconciliación y paz entre los pueblos

102. Entre los múltiples ámbitos de compromiso, el Sínodo ha recomendado ardientemente la promoción de la reconciliación y la paz. En el contexto actual, es necesario más que nunca redescubrir la Palabra de Dios como fuente de reconciliación y paz, porque en ella Dios reconcilia en sí todas las cosas (cf. 2 Co 5,18-20; Ef 1,10): Cristo «es nuestra paz» (Ef 2,14), que derriba los muros de división. En el Sínodo, muchos testimonios han documentado los graves y sangrientos conflictos, así como las tensiones que hay en nuestro planeta. A veces, dichas hostilidades parecen tener un aspecto de conflicto interreligioso. Una vez más, deseo reiterar que la religión nunca puede justificar intolerancia o guerras. No se puede utilizar la violencia en nombre de Dios.[334] Toda religión debería impulsar un uso correcto de la razón y promover valores éticos que edifican la convivencia civil.
Fieles a la obra de reconciliación consumada por Dios en Jesucristo, crucificado y resucitado, los católicos y todos los hombres de buena voluntad han de comprometerse a dar ejemplo de reconciliación para construir una sociedad justa y pacífica.[335] Nunca olvidemos que «donde las palabras humanas son impotentes, porque prevalece el trágico estrépito de la violencia y de las armas, la fuerza profética de la Palabra de Dios actúa y nos repite que la paz es posible y que debemos ser instrumentos de reconciliación y de paz».[336]

La Palabra de Dios y la caridad efectiva

103. El compromiso por la justicia, la reconciliación y la paz tiene su última raíz y su cumplimiento en el amor que Cristo nos ha revelado. Al escuchar los testimonios aportados en el Sínodo, hemos prestado más atención a la relación que hay entre la escucha amorosa de la Palabra de Dios y el servicio desinteresado a los hermanos; todos los creyentes han de comprender «la necesidad de traducir en gestos de amor la Palabra escuchada, porque sólo así se vuelve creíble el anuncio del Evangelio, a pesar de las fragilidades humanas que marcan a las personas».[337] Jesús pasó por este mundo haciendo el bien (cf. Hch 10,38). Escuchando con disponibilidad la Palabra de Dios en la Iglesia, se despierta «la caridad y la justicia para todos, sobre todo para los pobres».[338] Nunca se ha de olvidar que «el amor –caritas– siempre será necesario, incluso en la sociedad más justa... Quien intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hombre en cuanto hombre».[339] Exhorto, por tanto, a todos los fieles a meditar con frecuencia el himno a la caridad escrito por el Apóstol Pablo, y a dejarse inspirar por él: «el amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no presume ni se engríe; no es mal educado, ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca» (1 Co 13,4-8).
Por tanto, el amor al prójimo, enraizado en el amor de Dios, nos debe tener constantemente comprometidos, personalmente y como comunidad eclesial, local y universal. Dice san Agustín: «La plenitud de la Ley y de todas las divinas Escrituras es el amor... El que cree, pues, haber entendido las Escrituras, o alguna parte de ellas, y con esta comprensión no edifica este doble amor de Dios y del prójimo, aún no las entendió».[340]

viernes, 5 de noviembre de 2010

Dialogando sobre Mediación

Jordi Palou-Loverdos es uno de los pocos abogados del mundo autorizado a actuar ante la Corte Penal Internacional (La Haya).

En diálogo con Carta de la Paz expresó hace pocos días:

“En verdad la mediación en conflictos se presenta ahora como un instrumento nuevo, sobre todo porque lo ha trabajado en los últimos treinta o cuarenta años el mundo anglosajón, y ellos son especialistas en presentar las cosas como nuevas. Pero es preciso destacar la existencia, por ejemplo, de los textos de la antigua China, donde allí se trabajaba la mediación en conflictos a todos los niveles, y de hecho en muchas otras culturas de norte, sur este y oeste del planeta se ha trabajado antiguamente la mediación, tanto en su vertiente teórica como práctica. Por lo tanto lo que se presenta como una innovación es que a partir de la entrada del instrumento formal como tal, algunas sociedades y particularmente la nuestra, están empezando a regular y legislar sobre los procesos de mediación, con el fin de que cada vez más tenga trascendencia social y jurídica aquello que se da entre las partes, sean dos o sean más, que deciden someterse o acompañarse del proceso de mediación. Los buenos oficios de un tercero de buena fe que intenta acompañar a las partes en su proceso conflictivo y facilitar la comunicación y, en su caso, un acuerdo entre ellos, es tan viejo como la humanidad.
(…) La gran fuerza de las mediaciones cívicas o de la diplomacia ciudadana o de las facilitaciones de diálogos, es su ausencia de poder (que no de capacidad de influencia): es la sociedad civil que se pone realmente a disposición sin ningún interés, porque no tiene el poder ni la influencia política para decidir nada y no tiene detrás ningún interés político, económico, o estratégico.

jueves, 4 de noviembre de 2010

70 X 7 En Clarín

La Iglesia reunió a víctimas de la guerrilla y la represión ilegal
04/11/10
Por Sergio Rubín para Clarín
No se quiso hacer publicidad. La convocatoria fue hecha de modo casi personal. Y sin buscar que la respuesta sea numerosa. Pero sí un primer paso. Así, el sábado 23 de octubre, una veintena de familiares de víctimas de la guerrilla y de la represión ilegal se congregaron por primera vez en el recoleto edificio del seminario de Devoto para un retiro espiritual con eje en el perdón como camino hacia la reconciliación. Una propuesta que, según sus impulsores, no debe emparentarse con la búsqueda de la impunidad –de hecho, cada uno de los participantes tiene su posición sobre el papel que debe jugar la Justicia-, sino con el objetivo de un país “sin odios”. La idea venía siendo macerada desde hacía tres años por un grupo de católicos llamado “Setenta veces siete”, nombre que alude a la pregunta de Pedro a Jesús acerca de cuántas veces se debe perdonar. Grupo que integran, entre otros, José María Sacheri –hijo del dirigente católico nacionalista Carlos Sacheri, asesinado en 1974 por el ERP-; Cristina Cacabelos –hermana de una militante de Montoneros muerta en un enfrentamiento y de dos desaparecidos que tenían 16 y 17 años-, y Beatriz Fernández, de la iglesia porteña de la Santa Cruz, donde empezaron a reunirse las Madres de Plaza de Mayo y fueron secuestradas las monjas francesas.
El retiro tuvo un paso previo. Fue un panel sobre la reconciliación que se realizó en la última Feria del Libro. Y del que participaron Arturo Larrabure –hijo del coronel Argentino Larrabure, asesinato en cautiverio por el ERP-; Luis Labraña, ex montonero, y el arzobispo emérito de Resistencia, Carmelo Giaquinta, cercano en su momento al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y a quien le ametrallaron su casa en 1976. Giaquinta fue el predicador del retiro espiritual, ocasión en la que dijo no tener dudas de que “si los argentinos nos perdonásemos de corazón, nos desataríamos las ataduras que nos tienen prisioneros del pasado y volveríamos a caminar como Nación”. Los organizadores prometen otro encuentro antes de fin de año.

70 X 7 En El Cronista

El Cronista 03.11.10

Obispos: asamblea tras la muerte de Kirchner

Norberto Beladrich Periodista
Pasados los primeros días, caracterizados por el impacto que en toda la sociedad causó la inesperada muerte del ex presidente Néstor Kirchner, las primeras y rápidas consultas permiten afirmar que la Iglesia no espera mayores cambios en su relación con el gobierno de aquí en adelante.

De todas maneras, la situación y sus perspectivas serán objeto de un análisis más circunstanciado a partir del lunes próximo, cuando se inicie en Pilar la última Asamblea Plenaria del Episcopado, ya que siempre esas reuniones prevén el intercambio de opiniones de los participantes sobre la realidad del país.

“Ya había temas, pero esta novedad carga bastante la agenda”, graficó uno de los concurrentes a la Plenaria cuando se lo consultó al respecto.

Para la gran mayoría de los obispos argentinos la relación con el gobierno que inició su gestión en mayo de 2003 fue compleja y -de acuerdo con la acertada expresión de un dignatario del interior- “despareja, más que mala”.

Ocurre que Kirchner y su equipo desplegaron a lo largo de todos estos años una estrategia en la que equipararon a la Iglesia con los grupos de presión o de interés que actúan en la Argentina, y como consecuencia de esa visión inicial atribuyeron intencionalidad política a cada una de sus declaraciones y acciones.

“Si en cada mención a la pobreza y en cada pedido de diálogo y consenso ves una confabulación en tu contra, entonces es muy difícil entenderse”, señaló un obispo cercano a la Capital Federal, al agregar otro aspecto que complicó la relación: la convicción, en el gobierno, de que cada vez que un hombre de la Iglesia exhortaba a superar situaciones de injusticia o tensión estaba encubriendo su militancia opositora.

Indudablemente, para la jerarquía eclesiástica el punto de mayor distancia entre el ex presidente y la Iglesia ha sido el del llamado a impulsar la reconciliación de la sociedad argentina. Un obispo que mantuvo reuniones con funcionarios por este tópico simplificó su conclusión en pocas palabras: “Nunca nos creyeron, pensaron que trabajábamos para los militares”.

Por cierto, el interés de la Iglesia en ese campo continúa expresándose en distintas formas. El pasado 23 de octubre, por ejemplo, se realizó un encuentro de reflexión sobre el perdón y su aplicación concreta a la historia argentina reciente, con participación de familiares de muertos y de desaparecidos por la acción de grupos armados y de fuerzas armadas estatales, antiguos miembros de organizaciones armadas, retirados de instituciones militares, hijos de personas actualmente detenidas en relación con aquellos sucesos, además de psicólogos y otros profesionales interesados en el tema.

La reunión contó con el aporte del ex arzobispo de Resistencia, Carmelo Giaquinta, que anima la iniciativa conocida como “Proyecto 70 veces 7”,y que está convencido de que en torno a tan ardua tarea “está sembrándose la semilla de una Argentina por fin reconciliada”.

70 X 7 En Valores Religiosos

Valores Religiosos
EN EL MARCO DEL PROYECTO 70 VECES 7
La Iglesia reunió a víctimas del terrorismo y de la represión ilegal
Inédito gesto en busca de la reconciliación aplicado a las consecuencias de la violencia en la década del 70. Motivados por el arzobispo Giaquinta, ex miembros de grupos armados y retirados de las FF.AA. compartieron un espacio de diálogo y oración.
________________________________________
El Equipo Animador del "Proyecto 70 veces 7", con el aliento del arzobispo emérito de Resistencia, monseñor Carmelo Giaquinta, quien aportó su sabiduría y su compromiso, convocó a un encuentro de reflexión sobre el perdón y su aplicación concreta a las consecuencias de la violencia de los años 70 en la Argentina.

El encuentro, que no revistió un temperamento religioso, se llevó a cabo el sábado 23 de octubre y tuvo la particularidad de que su convocatoria tenía como destinatarios a toda persona de buena voluntad que ansiara poner fin a la división de los argentinos, sembrando la semilla de la reconciliación a partir del perdón.

El espíritu de la reunión estuvo caracterizado por la esperanza que generó la coincidencia entre personas diversas, tan diversas que en aquellos años estuvieron férreamente enfrentadas con el corazón y las manos ensangrentadas.

Compartieron varias horas de escucha, diálogo y oración familiares de muertos por el accionar de los grupos armados; familiares de muertos o desaparecidos por la acción de las fuerzas armadas estatales; ex miembros de grupos armados; miembros retirados de las fuerzas armadas; hijos de militares actualmente presos; docentes, estudiantes, periodistas, abogados, politólogos, psicólogos, ingenieros, empleados, comerciantes, agentes pastorales.

Pero más allá de estos datos, todos los asistentes creen en la fuerza del perdón y sueñan con un país de hermanos reconciliados.

Antecedentes

El sábado 8 de mayo de 2010, fiesta de Nuestra Señora de Luján, patrona de la Argentina, a las 17, una multitud de peregrinos se reunió frente al Santuario Nacional de Luján, y al mismo tiempo que millones de argentinos en todo el país, en el marco del Bicentenario del primer Gobierno Patrio, encendían una vela y oraban pidiendo una nueva luz de esperanza por una Patria en paz.

Ese mismo día y a esa misma hora, en la Sociedad Rural Argentina donde se instaló este año la 36ª Feria Internacional del Libro, un centenar y medio de personas se dieron cita para asistir a lo que podría llamarse un paso en la ansiada reconciliación de los argentinos.

Enfrentaba al público un panel integrado por tres personas: un obispo, monseñor Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia (Chaco); un ex miembro de grupos armados, hoy un pacífico docente de lingüística; y el hijo de un militar torturado y muerto por uno de aquellos grupos armados. Hoy se dedica a escribir y hablar a favor de la reconciliación entre los argentinos, en cumplimiento del mensaje recibido de su padre desde el lugar de su cautiverio.

La exposición de monseñor Giaquinta se titulaba "Perdonar setenta veces siete", aludiendo a la respuesta que Jesús le dio a San Pedro cuando éste le preguntó cuántas veces debía perdonar, y también refiriéndose a una de las entidades organizadoras del encuentro, el "Proyecto Setenta veces siete".

Reconocer el pasado y mirar al futuro
Nos proponemos -decían los organizadores- hacer un reconocimiento sincero de nuestro propio pasado, sin eludir las heridas, y una reflexión que mire limpiamente hacia el futuro. Creemos en la importancia de la convivencia basada en la dignidad de la persona, en la tolerancia y en el respeto a las ideas de los demás, valores que para ser alcanzados necesitan de una actitud clave: el perdón –pedido, ofrecido, dado o recibido– como camino hacia la reconciliación y la paz.

En el espacio dedicado al misterio del odio, el prelado afirmó que "el hombre que odia es como la bestia cebada que quiere más sangre. La lógica del odio es no detenerse nunca. No puede ser vencido por el odio de otro. Si éste lograse prevalecer sobre el primero, se convertiría automáticamente en un ser odiable, suscitador del odio de muchos otros. ¿Cómo salir de esta encerrona? En ella también está atrapada la Argentina".

Tras unos conceptos sobre cómo promover la reconciliación de los argentinos, tarea que calificó de "ardua, porque nuestros odios son grandes, irracionales como todo odio", monseñor Giaquinta se refirió al "Proyecto Setenta veces siete", del que dijo: "Me conmueve ver a ciudadanos, cristianos y tal vez no, comprometidos en tan nobilísimo y necesario propósito. Me animo a decir que aquí se está sembrando la semilla de una Argentina por fin reconciliada", e instó a cultivarla con cuidado y tesón.

La evaluación de la reunión del 23 de octubre -fruto, precisamente, de aquel encuentro del 8 de mayo- abre la posibilidad de producir nuevos encuentros y la creación de un entramado de redes propiciadoras de una vida cada vez más humana en la Argentina.

Fuente: AICA

70 X 7 En SALA STAMPA, Torino, Italia

Sala Stampa EU
http://argentinatoday.eu/1010/2010/11/02/70-veces-7
Por Rubén Guzzo desde Torino, Italia
70 veces 7
2 Noviembre, 2010

El cuerpo de Abel encontrado por Adam y Eva, pintura de William Blake, 1826, Londres, Tate Gallery
Llamado al perdón y la reconciliación de los argentinos
Buenos Aires, 2 Noviembre 2010 (AICA) – El Equipo Animador del “Proyecto 70 veces 7”, con el aliento del arzobispo emérito de Resistencia, monseñor Carmelo Giaquinta, quien aportó su sabiduría y su compromiso, convocó a un encuentro de reflexión sobre el perdón y su aplicación concreta a las consecuencias de la violencia de los años 70 en la Argentina.
El encuentro, que no revistió un temperamento religioso, se llevó a cabo el sábado 23 de octubre y tuvo la particularidad de que su convocatoria tenía como destinatarios a toda persona de buena voluntad que ansiara poner fin a la división de los argentinos, sembrando la semilla de la reconciliación a partir del perdón.
El espíritu de la reunión estuvo caracterizado por la esperanza que generó la coincidencia entre personas diversas, tan diversas que en aquellos años estuvieron férreamente enfrentadas con el corazón y las manos ensangrentadas.
Compartieron varias horas de escucha, diálogo y oración familiares de muertos por el accionar de los grupos armados; familiares de muertos o desaparecidos por la acción de las fuerzas armadas estatales; ex miembros de grupos armados; miembros retirados de las fuerzas armadas; hijos de militares actualmente presos; docentes, estudiantes, periodistas, abogados, politólogos, psicólogos, ingenieros, empleados, comerciantes, agentes pastorales.
Pero más allá de estos datos, todos los asistentes creen en la fuerza del perdón y sueñan con un país de hermanos reconciliados.
Antecedentes
El sábado 8 de mayo de 2010, fiesta de Nuestra Señora de Luján, patrona de la Argentina, a las 17, una multitud de peregrinos se reunió frente al Santuario Nacional de Luján, y al mismo tiempo que millones de argentinos en todo el país, en el marco del Bicentenario del primer Gobierno Patrio, encendían una vela y oraban pidiendo una nueva luz de esperanza por una Patria en paz.
Ese mismo día y a esa misma hora, en la Sociedad Rural Argentina donde se instaló este año la 36ª Feria Internacional del Libro, un centenar y medio de personas se dieron cita para asistir a lo que podría llamarse un paso en la ansiada reconciliación de los argentinos.
Enfrentaba al público un panel integrado por tres personas: un obispo, monseñor Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia (Chaco); un ex miembro de grupos armados, hoy un pacífico docente de lingüística; y el hijo de un militar torturado y muerto por uno de aquellos grupos armados. Hoy se dedica a escribir y hablar a favor de la reconciliación entre los argentinos, en cumplimiento del mensaje recibido de su padre desde el lugar de su cautiverio.
La exposición de monseñor Giaquinta se titulaba “Perdonar setenta veces siete”, aludiendo a la respuesta que Jesús le dio a San Pedro cuando éste le preguntó cuántas veces debía perdonar, y también refiriéndose a una de las entidades organizadoras del encuentro, el “Proyecto Setenta veces siete”.
Reconocer el pasado y mirar al futuro
Nos proponemos -decían los organizadores- hacer un reconocimiento sincero de nuestro propio pasado, sin eludir las heridas, y una reflexión que mire limpiamente hacia el futuro. Creemos en la importancia de la convivencia basada en la dignidad de la persona, en la tolerancia y en el respeto a las ideas de los demás, valores que para ser alcanzados necesitan de una actitud clave: el perdón –pedido, ofrecido, dado o recibido– como camino hacia la reconciliación y la paz.
En el espacio dedicado al misterio del odio, el prelado afirmó que “el hombre que odia es como la bestia cebada que quiere más sangre. La lógica del odio es no detenerse nunca. No puede ser vencido por el odio de otro. Si éste lograse prevalecer sobre el primero, se convertiría automáticamente en un ser odiable, suscitador del odio de muchos otros. ¿Cómo salir de esta encerrona? En ella también está atrapada la Argentina”.
Tras unos conceptos sobre cómo promover la reconciliación de los argentinos, tarea que calificó de “ardua, porque nuestros odios son grandes, irracionales como todo odio”, monseñor Giaquinta se refirió al “Proyecto Setenta veces siete”, del que dijo: “Me conmueve ver a ciudadanos, cristianos y tal vez no, comprometidos en tan nobilísimo y necesario propósito. Me animo a decir que aquí se está sembrando la semilla de una Argentina por fin reconciliada”, e instó a cultivarla con cuidado y tesón.
La evaluación de la reunión del 23 de octubre -fruto, precisamente, de aquel encuentro del 8 de mayo- abre la posibilidad de producir nuevos encuentros y la creación de un entramado de redes propiciadoras de una vida cada vez más humana en la Argentina.
Los interesados en colaborar con la pacificación del país, pueden comunicarse a los teléfonos: 15.4413-2749 (José María Sacheri); 15.3568-4523 (Beatriz Fernández); 15.6534-3011 (Cristina Cacabelos). O al correo electrónico: nosotros.70veces7@gmail.com
Fuente: AICA
Información de dominio público

70 X 7 EN AICA

Llamado al perdón y la reconciliación de los argentinos Buenos Aires, 2 nov. 10 (AICA)

El Equipo Animador del “Proyecto 70 veces 7”, con el aliento del arzobispo emérito de Resistencia, monseñor Carmelo Giaquinta, quien aportó su sabiduría y su compromiso, convocó a un encuentro de reflexión sobre el perdón y su aplicación concreta a las consecuencias de la violencia de los años 70 en la Argentina.

El encuentro, que no revistió un temperamento religioso, se llevó a cabo el sábado 23 de octubre y tuvo la particularidad de que su convocatoria tenía como destinatarios a toda persona de buena voluntad que ansiara poner fin a la división de los argentinos, sembrando la semilla de la reconciliación a partir del perdón.

El espíritu de la reunión estuvo caracterizado por la esperanza que generó la coincidencia entre personas diversas, tan diversas que en aquellos años estuvieron férreamente enfrentadas con el corazón y las manos ensangrentadas.

Compartieron varias horas de escucha, diálogo y oración familiares de muertos por el accionar de los grupos armados; familiares de muertos o desaparecidos por la acción de las fuerzas armadas estatales; ex miembros de grupos armados; miembros retirados de las fuerzas armadas; hijos de militares actualmente presos; docentes, estudiantes, periodistas, abogados, politólogos, psicólogos, ingenieros, empleados, comerciantes, agentes pastorales.

Pero más allá de estos datos, todos los asistentes creen en la fuerza del perdón y sueñan con un país de hermanos reconciliados.

Antecedentes
El sábado 8 de mayo de 2010, fiesta de Nuestra Señora de Luján, patrona de la Argentina, a las 17, una multitud de peregrinos se reunió frente al Santuario Nacional de Luján, y al mismo tiempo que millones de argentinos en todo el país, en el marco del Bicentenario del primer Gobierno Patrio, encendían una vela y oraban pidiendo una nueva luz de esperanza por una Patria en paz.

Ese mismo día y a esa misma hora, en la Sociedad Rural Argentina donde se instaló este año la 36ª Feria Internacional del Libro, un centenar y medio de personas se dieron cita para asistir a lo que podría llamarse un paso en la ansiada reconciliación de los argentinos.

Enfrentaba al público un panel integrado por tres personas: un obispo, monseñor Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia (Chaco); un ex miembro de grupos armados, hoy un pacífico docente de lingüística; y el hijo de un militar torturado y muerto por uno de aquellos grupos armados. Hoy se dedica a escribir y hablar a favor de la reconciliación entre los argentinos, en cumplimiento del mensaje recibido de su padre desde el lugar de su cautiverio.

La exposición de monseñor Giaquinta se titulaba “Perdonar setenta veces siete”, aludiendo a la respuesta que Jesús le dio a San Pedro cuando éste le preguntó cuántas veces debía perdonar, y también refiriéndose a una de las entidades organizadoras del encuentro, el “Proyecto Setenta veces siete”.

Reconocer el pasado y mirar al futuro
Nos proponemos -decían los organizadores- hacer un reconocimiento sincero de nuestro propio pasado, sin eludir las heridas, y una reflexión que mire limpiamente hacia el futuro. Creemos en la importancia de la convivencia basada en la dignidad de la persona, en la tolerancia y en el respeto a las ideas de los demás, valores que para ser alcanzados necesitan de una actitud clave: el perdón –pedido, ofrecido, dado o recibido– como camino hacia la reconciliación y la paz.

En el espacio dedicado al misterio del odio, el prelado afirmó que “el hombre que odia es como la bestia cebada que quiere más sangre. La lógica del odio es no detenerse nunca. No puede ser vencido por el odio de otro. Si éste lograse prevalecer sobre el primero, se convertiría automáticamente en un ser odiable, suscitador del odio de muchos otros. ¿Cómo salir de esta encerrona? En ella también está atrapada la Argentina”.

Tras unos conceptos sobre cómo promover la reconciliación de los argentinos, tarea que calificó de “ardua, porque nuestros odios son grandes, irracionales como todo odio”, monseñor Giaquinta se refirió al “Proyecto Setenta veces siete”, del que dijo: “Me conmueve ver a ciudadanos, cristianos y tal vez no, comprometidos en tan nobilísimo y necesario propósito. Me animo a decir que aquí se está sembrando la semilla de una Argentina por fin reconciliada”, e instó a cultivarla con cuidado y tesón.

La evaluación de la reunión del 23 de octubre -fruto, precisamente, de aquel encuentro del 8 de mayo- abre la posibilidad de producir nuevos encuentros y la creación de un entramado de redes propiciadoras de una vida cada vez más humana en la Argentina.

Los interesados en colaborar con la pacificación del país, pueden comunicarse a los teléfonos: 15.4413-2749 (José María Sacheri); 15.3568-4523 (Beatriz Fernández); 15.6534-3011 (Cristina Cacabelos). O al correo electrónico; nosotros.70veces7@gmail.com +

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Nutrir la Esperanza

Llamamiento de Paz

Hombres y mujeres de diferentes religiones, procedentes de muchas partes del mundo, nos hemos reunido en Barcelona, en una tierra que celebra con el arte la belleza de la familia de Dios y de la familia de los pueblos, para invocar al Altísimo el gran don de la paz.

Hemos dejado atrás una década difícil. Ha sido un tiempo en el que el mundo ha creído más en la contraposición y en el conflicto que en el diálogo y en la paz. Tenemos presentes los miedos de muchos hombres y mujeres en numerosos lugares del mundo, el dolor de guerras que no han traído la paz, las heridas causadas por el terrorismo, el malestar de sociedades afectadas por la crisis del trabajo y por la incertidumbre del futuro, el sufrimiento de muchos pobres que llaman a la puerta de un mundo más rico y que a menudo encuentran puertas cerradas y desconfianza.

Nuestro mundo está desorientado a causa de la crisis de un mercado que se ha creído omnipotente, y a causa de una globalización que a veces no tiene ni alma ni rostro. Pero en realidad, la globalización es una oportunidad histórica. Une mundos alejados, y para lograrlo tiene que encontrar una inspiración generosa. En cambio, se ha visto acompañada por el miedo, la guerra, la cerrazón hacia el otro y el temor a perder la identidad.

Es necesario abrir una nueva década en la que el mundo globalizado se convierta en una familia de pueblos. Este mundo necesita alma. Pero sobre todo necesita paz. La paz es el nombre de Dios. No es algo superficial. Proviene de lo profundo de cada tradición religiosa. Quien usa el nombre de Dios para odiar y humillar al otro abandona la religión pura. Quien invoca el nombre de Dios para hacer la guerra y para justificar la violencia actúa contra Dios. Ninguna razón ni ofensa recibida justifican nunca la eliminación del otro. Lo más profundo de nuestras identidades religiosas, nuestras historias diferentes, la oración vivida los unos junto a los otros, nos permiten decir al mundo: necesitamos vivir juntos un destino común. Las religiones atestiguan que existe un destino común de los pueblos y de los hombres. Este destino se llama paz.

A través del diálogo ese destino común que es la paz se hace realidad. El diálogo es el camino para encontrarlo y construirlo. Nos protege a cada uno de nosotros y nos hace seguir siendo humanos en un tiempo de crisis. El diálogo no es ingenuidad. Es la capacidad de ver lejos aun cuando todos miran sólo cerca y por eso se sienten solos, resignados y asustados. El diálogo no debilita sino que refuerza. Es la verdadera alternativa a la violencia. Nada se pierde con el diálogo. Todo es posible, incluso imaginar la paz. En una sociedad en la que cada vez es más frecuente que personas diferentes vivan juntas, es necesario aprender el arte del diálogo. No debilita la identidad de nadie y permite volver a descubrir lo mejor de cada uno y del otro. Nuestras sociedades necesitan aprender de nuevo el arte de convivir.

Después de estos días estamos cada vez más convencidos de que un mundo sin diálogo no es un mundo mejor. Necesitamos paz, y no hay paz sin diálogo. La paz es el mayor don de Dios. La paz requiere oración. Ningún odio, ningún conflicto, ningún muro puede resistirse a la oración, al amor paciente que se hace don y perdón al tiempo que educa desde la raíz para construir un mundo en el que no todo es mercado y donde lo que es realmente importante ni se compra ni se vende.

Queremos entrar en la década que se abre con la fuerza del Espíritu, para crear un tiempo de esperanza para el mundo. Hace falta esperanza. Pero nosotros tenemos esperanza. Nuestra esperanza viene de lejos y mira hacia el futuro. Un destino común es el único destino posible.

Que esta pueda ser la década de la paz, del diálogo y de la esperanza.

Barcelona, 5 de octubre de 2010

domingo, 31 de octubre de 2010

Creemos en la diversidad y en la gente buena

Como el loto. Por Eloy Roy

Son cientos de millones las mentes lúcidas y proféticas que todos los días sueñan con un mundo de justicia, de bondad y de belleza. Si ese mundo fuera sólo una utopía, haría tiempo que no lo esperarían. Pero, al contrario, muchos luchan y sufren para hacerlo realidad porque les impulsa una intuición profunda, si no una plena conciencia, de que más allá de las apariencias, este mundo existe ya y está en marcha en toda la tierra.

Es evidente que se trata de un mundo en gestación no más, todavía oculto por montañas de miedo, corrupciones, envidias, increíbles injusticias, mentiras, hambre, guerras salvajes, armas, odios, discriminaciones e incontables atropellos a la naturaleza. Pero, en ese mar de lodo, los soñadores y los profetas están tejiendo en sus entrañas el cuerpo y el alma de ese mundo que, tarde o temprano y con toda seguridad, va a terminar emergiendo a la luz.

Es en el lodo donde el loto echa sus raíces, y, sin embargo, su flor es de una deslumbrante pureza. Lo mismo sucede con el mundo de justicia y de bondad que también va creciendo en medio de nuestras lágrimas y sufrimientos, de nuestros fracasos y combates. No se debe dudar de eso. Él es como la primavera que se despierta suavemente bajo la tierra que aún tiembla de frío. Es como el bebé que empieza a patalear porque quiere salir del vientre de su madre.

Este país maravilloso está en todos nosotros. Estamos preñados de él. Va a nacer tan seguramente como nacen las flores de loto en el barro, como nacen los niños entre gritos de dolor, o como nace la primavera cuando el invierno muere. Lo que tenemos que hacer es creer, y ayudarlo a desarrollarse hasta que sea suficientemente fuerte como para vencer el lodo en nosotros y cubrir la tierra entera de flores y de vida nueva.

Un loto raramente crece solo. ¡Somos muchos! [1]

[1] Jn 16, 20-21; 1 Co 10, 17

Una bella experiencia

El sábado 23 de octubre el Equipo Animador del Proyecto 70 veces7 - acompañado por la sabiduría y el generoso compromiso de Monseñor Carmelo Giaquinta - convocó a un encuentro de reflexión sobre el perdón y su aplicación concreta a las consecuencias de la violencia de los años 70 en nuestra patria.
El espíritu de la reunión estuvo caracterizado por la esperanza que generó la coincidencia entre personas diversas. Compartieron varias horas de escucha, diálogo y oración: familiares de muertos por el accionar de las organizaciones armadas no estatales; familiares de muertos y /o desaparecidos por la acción de las fuerzas armadas estatales; ex miembros de organizaciones armadas; miembros retirados de las fuerzas armadas; hijos de militares actualmente presos; docentes; estudiantes; periodistas; abogados; politólogos; psicólogos; ingenieros; empleados; comerciantes; agentes pastorales. Pero, más allá de estos datos, gente que cree en la fuerza del perdón y que sueña con un país de hermanos reconciliados.
La evaluación de la jornada impulsa a producir nuevos encuentros que concreten la creatividad en el entramado de redes por una vida cada vez más humana en nuestra querida Argentina.

Para comunicarse: nosotros.70veces7@gmail.com

miércoles, 13 de octubre de 2010

Corresponsabilidad en la construcción de la Paz

Mons. Héctor Fabio Henao (colombiano) afirma: “Caminar en Esperanza es afrontar la historia y la memoria de los que sufren, para construir de manera solidaria estructuras y sistemas más humanos y fraternos. Caminar en Esperanza es una nueva visión de la responsabilidad y del desarrollo. Al mismo tiempo es profundizar en el compromiso ético con la sociedad, en la voluntad permanente de asumir la libertad, la racionalidad y las potencialidades de cada ser humano para emprender la construcción de un mundo que asegure la dignidad de cada persona”. A este caminar le da sentido el “Dios de la Esperanza”. En el encuentro con Dios se hacen nuevas todas las cosas y se abre un vasto horizonte a la construcción de la paz.

Postura que coincide con la Posdata de la Carta de la Paz dirigida a la ONU: “Es tarea de los gobernantes centrar sus miras al bien de los contemporáneos, pues ya existen y tienen derecho a vivir la vida con dignidad humana. (…) Si una nación, gracias a sus políticos, va de bien en mejor, las relaciones entre sus ciudadanos actuales transcurrirán de una manera más suave y gratificante, e irán naciendo unos hijos, los cuales podrán alegrarse de que el país haya ido progresando, pues gracias a ello se habrán dado las condiciones precisas para los encuentros de los adultos que posibilitaron el existir de esos hijos. (…) Claro es que estos nuevos ciudadanos deberán esforzarse para mejorar la situación cuando sean mayores”.

¿Apostamos cada uno a vivir en Esperanza para el bien de los presentes, ejerciendo nuestra corresponsabilidad y libertad en la construcción diaria de esa anhelada paz?

TIENE QUE VER....

Una hazaña que redime al hombre
Enrique Valiente Noailles
Para LA NACION

El rescate de los 33 mineros chilenos atrapados en una cueva oscura, en las entrañas de la tierra, ha concitado toda la atención, la solidaridad y la emoción mundiales. La historia tiene todos los ingredientes y el montaje de un insuperable reality show, tiene toda la espectacularidad de un guión de Hollywood, pero la razón por la que emociona colectivamente yace en un lugar más profundo.En las situaciones límite de la experiencia humana, cuando un hombre o un grupo de hombres es probado hasta sus extremos, lo que le toca vivir ya no es sentido por el resto como un destino individual, sino como un destino colectivo. La resistencia y el coraje ya no son percibidos como parte de una odisea personal, sino como parte de una odisea de la especie. Porque un hombre llevado a un extremo pone en juego al resto de la humanidad

La muerte de cualquier hombre nos disminuye, porque somos parte de la humanidad, decía John Donne. El sentimiento inverso es lo que se juega en este caso. Y aunque, estrictamente hablando, sería ilegítimo pensar que el heroísmo individual o de algunos hombres engrandece a todos, en algún lugar secreto las cosas se sienten de esa manera. Es lo que intuyó Neil Armstrong cuando habló de su pequeño paso como hombre, que era en realidad un salto para la humanidad. Es algo colectivo lo que está siendo rescatado cuando se rescata a uno solo de esos hombres sometidos a la peor pesadilla imaginable, como es la de estar enterrados vivos.

Treinta y tres personas enterradas en una masa compacta de piedra a 700 metros de profundidad, rescatadas a través de un agujero concebido y realizado mediante un espectacular esfuerzo técnico, es sentido también como un pequeño triunfo del hombre contra sus límites. Porque éstos son desafíos que empujan los límites de lo posible. Son desafíos que expanden los umbrales y nos muestran lo que somos capaces de hacer cuando dirigimos toda nuestra voluntad hacia algo y, sobre todo, cuando la gente coopera en conjunto. La salida de los mineros a la luz habrá sido un triunfo del trabajo en equipo, en el que habrán debido apoyarse mutuamente, y en el que habrán logrado alinear el interés de cada uno con el interés del conjunto.

Habrán creado una familia bajo tierra tan poderosa como la que los espera afuera. Y habremos presenciado un nacimiento: 2000 periodistas y más de 200 medios de comunicación aguardan en esa improvisada sala de parto en que se han convertido el desierto y la montaña. Los 33 hombres fueron alimentados en el vientre de la tierra por un cordón umbilical venido desde la superficie. Hasta las imágenes que se veían de ellos eran similares a las ecografías, en las que se adivinan lejanamente los rasgos de un rostro y se siente la inminencia del paso hacia otra vida.

Conmueven también las historias en que predominan la peripecia, el cambio extremo y súbito de fortuna en poco tiempo. Todos nos sentimos expuestos y atraídos por los golpes de dados de la existencia, en la cual las vidas pueden cambiar de un segundo al otro, en una u otra dirección.
La emoción del año

Los primeros días, cuando se derrumbó la mina sobre las cabezas de los mineros, fueron dados por muertos. Pero aquel "Estamos bien en el refugio los 33" habrá sido la emoción del año. Estaban muertos, y si todo sale bien, saldrán vivos. Descendieron anónimos y saldrán célebres. De la oscuridad absoluta pasarán a estar cegados por algo más, probablemente, que la luz del sol.

Pero conmueve también otra cosa, tal vez más relevante que todo lo anterior. Y es que por unas semanas, por un par de meses, las prioridades del hombre se invirtieron y recuperaron su lugar.

Ya no eran un grupo de humildes mineros trabajando para las grúas, para dar el máximo rédito a la mina, para encontrar en condiciones de escasa seguridad una materia deseada que valía más que ellos. De golpe todo adquirió un rostro distinto: las inmensas grúas, las orugas que van y vienen, los inmensos recursos invertidos no trabajaban ya para sacar oro, plata o cobre. Trabajaban para sacar a 33 personas del centro de la tierra, para salvar las vidas de 33 hombres que se cuentan entre los más humildes del planeta. Sin reparar en gastos, se invirtieron todos los recursos necesarios para dotar de seguridad el rescate, y se abrieron varios caminos alternativos de salvación, por si alguno fallaba.

Por un corto tiempo, los mineros pasaron a ser pensados como fines en sí mismos. Y las cosas cayeron nuevamente en su lugar.

Sucede como si las experiencias extremas fueran necesarias, cada tanto, para que los seres humanos sean nuevamente percibidos dentro de una escala total. Mientras estas líneas se escriben un minero era izado a la superficie. Pero esto es lo otro que se habrá rescatado, junto con los mineros. Lo sucedido es una muestra de lo que puede la voluntad cuando se propone priorizar la vida ajena. Por poco que pensemos, todas las vidas tienen igual valor, y millones de ellas se pierden por razones evitables en la superficie misma de la tierra. ¿Habrá que percibir que son también situaciones extremas, para poner todos los recursos y energías en su rescate?

Tal vez haya prioridades enterradas también a 700 metros de profundidad que mandan cada tanto, como en esta fecha, señales de estar vivas.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

LA PAZ COMO ACTITUD ANTE LA HISTORIA

Dentro de la historiografía, muchas veces se ha abordado la paz como un “acontecimiento”. Esto la ha encasillado, equiparándola, por ejemplo, a la firma de un tratado, donde se reparten responsabilidades después de una guerra y se marcan parámetros de convivencia y plazos de tiempo. También se ha asociado la paz a un periodo de bonanza económica, donde un país otorga a sus habitantes garantías de tranquilidad. O ya, rozando la utopía, la paz se ha propuesto como un equilibrio ideal donde no hay rencillas.

La paz puede parecerse a todo lo anteriormente expuesto o contener algunos ingredientes, sin embargo, la paz es mucho más que ello. La paz, para que respire en nuestras sociedades, ha de poder entenderse como una actitud. Una actitud que va madurando, es decir, que va siguiendo un proceso de crecimiento. Cuando somos niños podemos dibujar la paz como una paloma, sin embargo, cuando somos adultos la paz cobra forma de personas, de sentimientos y pensamientos propios ante las circunstancias vitales, de cuestiones a resolver, de perspectivas de futuro, de una idea de país o un paradigma cósmico. Existe una progresividad en la vivencia y la conciencia de lo que es la paz para cada uno.

Un aspecto crucial para entender la paz como una actitud es asumirla como algo propio. La paz se ha de vivir y reflexionar, primeramente, de manera personal. Partiendo de la actitud pacífica del individuo, se puede llegar a la experiencia compartida de vivir en paz.

La Historia no se repite: cada acontecimiento en la vida de una persona, una comunidad, un país, etc. es único e irrepetible. Las personas que intervienen en él son únicas, el contexto en el que se desenvuelve dicho acontecimiento, también lo es. No se pueden recrear hechos históricos como si se tratara de un laboratorio. Afirma Federico Mayor Zaragoza que la historia se puede describir pero no re-escribir. Tampoco hay una ecuación que permita ir intercambiando variables para crear situaciones a voluntad o para predecir el futuro.

¿Por qué, entonces, nos es fácil pensar que la Historia se repite? Si contemplamos la realidad de un determinado grupo humano, que tiene unas ciertas bases culturales comunes, vemos que hay comportamientos compartidos. Esto nos hace ver que, a lo largo de su historia como comunidad, las personas actúan con una cierta tendencia ante determinadas situaciones. ¿Quiere decir que la Historia se está repitiendo constantemente? No exactamente. Los seres humanos actuamos bajo esquemas aprendidos y podríamos decir que repetimos actitudes, pero la Historia en sí misma no se repite. Decir que la Historia se repite equivale a deslindarnos de la responsabilidad de los acontecimientos que nos configuran. Decir que la Historia se repite es convertirnos en sujetos pasivos de dicha Historia, creer que existe un determinismo que nos vuelve marionetas del devenir. Esta es una clave para crecer en términos de paz, ya que, al no estar condenados por la repetición de la Historia, somos seres libres.

Otra clave en este camino es la autopercepción de ser sujetos activos en la construcción de la paz dentro de la coordenada histórica. Somos sujetos históricos, es decir, fruto de la Historia y hacedores de Historia. Fruto de ella porque, si los acontecimientos que se conjugaron para que cada uno existiéramos hubiesen sido levemente diferentes, no existiríamos (Carta de la Paz dirigida a la ONU, IV). Hacedores de Historia porque, cada acto que desempeño como persona y que desempeñamos como grupo o como especie, está desde el presente configurando el futuro.

Otro aspecto a tomar en cuenta es el ángulo desde el cual se vive la Historia. Cuando nos referimos a Historia, hablamos de hechos pasados. Al enfrentarnos a ella, intervienen varios aspectos o momentos. Tenemos, por un lado, la elaboración de la Historia, es decir, su “redacción”, su fijación en la memoria a través de documentos de todo tipo, manifestaciones culturales, etc. Tenemos, también, su conservación. Aquí es donde, debido a diversos intereses, se va cerniendo la Historia, destacando algunos acontecimientos y oscureciendo otros. Por último, nos encontramos con la lectura y transmisión de dicha Historia. Es decir, cómo se entienden desde el presente los hechos pasados y cómo se comparten con las generaciones más jóvenes.

Los historiadores contemporáneos cada vez más atienden a fuentes de diverso tipo para dar cuenta del pasado. Miquel Batllori, eximio historiador cuyo año conmemoramos este 2009, afirmaba: «es preciso que la Historia sea global (...). No tiene que ser ni exclusivamente social, ni exclusivamente política o cultural, sino que todos estos elementos se han de encontrar combinados. Una historia que excluya positivamente uno de estos elementos históricos ya no puede ser una historia verdadera». Es así como, ahora, los historiadores escuchan las voces de los diferentes actores que han conformado un momento pretérito para desarrollar un relato polifónico y no sólo estereofónico -donde hablan dos posturas muchas veces enfrentadas-, o monótono –donde hay un agente oficial que dice qué es lo que pasó-. A menudo, en la elaboración de la Historia, en su conservación, en su transmisión y relecturas, se van produciendo y reproduciendo, como si se tratara de virus, aquellos resentimientos que se convierten en obstáculos para la paz.

La paz, entendida como una actitud, nos ha de impulsar a releer la Historia nuevamente. Cada generación ha de poder releer su Historia, explicarse a sí misma, porqué es como es, cómo vino a parar aquí. Y no para desechar otras percepciones de la Historia o contender contra ellas, sino para hacer suyo ese “relato” que le explica su razón de ser y estar. La paz, como actitud ante la Historia, es o habría de ser conciliadora y, en muchos casos, reconciliadora. Como sucede con los conflictos generacionales, el hijo o la hija, al llegar a la edad adulta, es cuando pueden ser capaces de entender al padre y a la madre. Nuestras culturas están necesitadas de alcanzar la madurez necesaria para asumir el pasado en paz.

J. Aymar y J. Bustamante
España - Barcelona

PERDONAR ES UNA OPCION PERSONAL

Cuando se piensa en Colombia, se suele pensar en violencia, en guerra, en narcotráfico, en guerrillas, en fuerzas armadas ilegales, en dolor y muerte. Pero más allá de todo esto hay un drama humano poco tenido en cuenta y es el de los desplazados.

El drama de los desplazados y el desplazamiento no es una cuestión de meras cifras ni de mendicidad en los semáforos de las ciudades colombianas. Es un grave problema humanitario que afecta a personas y tiene un impacto importante en todo el país. Vale la pena preguntarse ¿cuál es el costo social y económico para Colombia? La respuesta a esta pregunta es que el costo es alto y afecta a todo el país, incluso a aquellas personas que todavía lo ven como algo lejano y ajeno. Nadie puede decir que el desplazamiento no le afecta, basta con abrir los ojos, el mundo es ancho, pero no ajeno.

Es importante hacer que las personas desplazadas puedan alcanzar alguna vez, en medio de su drama, la felicidad y se sientan amados, y así lograr que amen la vida, que valoren el estar vivos y que puedan cooperar, apoyarse mutuamente, respetarse y beneficiarse los unos de los otros. Lograr también que la sociedad en general los conozca, hacerlos visibles, amarlos pues aunque el problema no afecta a todos, sí es una cuestión de todos.

El pasado 7 de mayo, se publicaba en el diario El Espectador de Colombia una entrevista a Eduardo Pizarro Leongómez, presidente de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, sobre los logros de ese organismo. Pizarro Leongómez en un momento de la entrevista afirma: “Las víctimas pueden perdonar o no, esa es una opción personal, pero yo soy de la escuela del perdón. Cuando una víctima perdona, ‘se quita un piano de encima’, porque se quita odios y resentimientos.”

Esta frase me hizo pensar en la importancia del perdón en un proceso de reconciliación. El perdón busca la cicatrización de las heridas dejadas por la violencia y la reconstrucción, del modo menos traumático, de las relaciones entre agresor y víctima.

¿Cuando, en Colombia, será posible perdonar?… Sí, perdonar a las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), por los cuerpos despedazados que rematan sus cilindros-bomba. Sí, perdonar al ELN (Ejército de Liberación Nacional), por el ajusticiamiento de civiles contrarrevolucionarios en plena plaza pública. Sí, perdonar a los paramilitares por los brazos y cabezas degolladas que dejan sus machetes. Sí, perdonar a las Fuerzas Militares por masacres y desapariciones que le han valido el señalamiento internacional. Sí, perdonar a los dirigentes del Estado responsables de que la mayor parte de su población viva en extrema pobreza existiendo abundante riqueza. ¿Tiene el corazón tanto amor para derrochar? Perdonar sin que nada cambie tal vez es pedir demasiado.

Sí, tal vez son demasiado recientes todos los conflictos que han vivido y vive el pueblo colombiano y quizá sea necesaria una distancia temporal para poder digerir todos los males causados a sus gentes, antes de que éstas tomen la valiosa decisión de perdonar. Posiblemente les sea más fácil perdonar a las nuevas o quizá futuras generaciones.

Asimilar, reconocer, perdonar es difícil. Sí, pero como dice Marta Burguet en su artículo Derecho a no tener enemigos: “El perdón incluye el deseo de volver a relacionarse con el otro y es condición necesaria para conseguir la paz; el perdón también es condición indispensable para desbancar al enemigo, incluso invitándolo a ser amigo y es la única forma de romper con la espiral de violencia y de olvidar la hostilidad”.


Anna Bundó Mas (Educadora Social)
Barichara (Colombia)

sábado, 17 de julio de 2010

BIENAVENTURANZAS de la JUSTICIA y la PAZ

Dichosos los no violentos
porque han renunciado a la agresividad,
porque no les gusta eso de "ojo por ojo y diente por diente",
porque no desean ni hacen mal a nadie.

Feliz el que no responde a la injuria con otra injuria,
al insulto con otro insulto, a la bofetada con otra bofetada.
Dichosos ellos porque la paz será siempre su compañera.

Felices los que cuando les piden, dan;
los que cuando ven que alguien los necesita,
no le vuelven la cara sino que se dan;
los que saben animar, ayudar, acompañar,
los que saben alegrar a quienes viven a su lado.

Dichosos los que tienen la paz en el corazón
acurrucada como una paloma,
y nunca desean la violencia para que no se espante esa paloma.
Esa paloma significa que saben amar.
Felices ustedes los que aman a los suyos
y hacen de su casa un hogar abierto.
Dichosos los que aman a los amigos, a los cercanos...
Pero serán más dichosos si son capaces de amar a sus enemigos,
si aprenden a devolver bien por mal.

Dichosos ustedes si
rechazan positivamente toda violencia
y se declaran ante el mundo "AMIGOS DE LA PAZ"
y dicen ¡no! a la guerra, y a la carrera de armamentos,
y al terrorismo, y al manejo, y a la mentira...
mientras que se manifiestan partidarios
del pan, la salud y la cultura.

Dichosos ustedes si se profesan amigos
de todos los hombres y de todos los pueblos.

Dichosos mil veces ustedes,
hombres y mujeres de la Paz.

Dichosos ustedes porque la Paloma de Dios
se acurruca serena en su corazón,
porque son hijos del fuego,
HIJOS DEL AMOR.

viernes, 16 de julio de 2010

PEDAGOGÍA de la RECONCILIACIÓN

RECOMENDAMOS LEER

de Oianguren Idígoras, María; Soliño Queiruga, Karmele. Experiencias pedagógicas en torno a la memoria de las víctimas del terrorismo y las dictaduras. Bilbao. Bakeaz. 2010

"Entre los trabajos recopilados en este libro, destaco especialmente dos, el de Karmele Soliño, titulado Recursos educativos en torno al tratamiento pedagógico de las víctimas y el de Kjetil Grødum, Los valores instrumentales de relatar historias sobre un pasado conflictivo.

El libro se sitúa más allá del debate político y electoralista y en él se efectúa una sólida y serena reflexión en torno a los fundamentos pedagógicos que deben orientar una paz futura en el País Vasco. Se analiza el modo de relatar la historia y los peligros que tiene la instrumentalización de la narración del pasado. Se plantean experiencias sumamente interesantes, como la presencia de las víctimas del terrorismo en las aulas y se ahonda en la categoría del testimonio y del relato personal. En el texto no se titubea respecto a la actitud frente a la violencia. Se parte de la deslegitimación de toda forma de violencia y se apuesta, decididamente, por la paz y por la resolución no violenta de los conflictos.

Me siento especialmente vinculado a la filosofía de fondo que nutre esta reflexión, pues la paz futura depende, en parte, de la correcta administración de la memoria colectiva y de la superación de los resentimientos absurdos que proceden del pasado, ideas éstas que están bellamente expresadas en la Carta de la Paz dirigida a la ONU.

Destaco algunas ideas expresadas a lo largo de este pequeño pero sugerente libro. La memoria, se afirma en él, no es solamente una exigencia ética, sino la condición de posibilidad de la reconciliación. No se construye la historia futura haciendo borrón y cuenta nueva. Las víctimas del terrorismo no deben ser jamás olvidadas, porque de su recuerdo dependen la justicia reparadora y el reconocimiento que se les deben.

El modo en que las sociedades tratan de superar las brutales memorias e historias del pasado resulta indispensable para avanzar de un período de conflicto violento o de opresión hacia la paz, a la democracia, al Estado de derecho y al respeto por los derechos individuales y colectivos. Nuestra identidad colectiva no se forja en el vacío, ni es el resultado casual de un conjunto de peripecias históricas. Más bien es el resultado de muchas historias, donde nuestras experiencias, pensamientos, sentidos y actitudes adquieren valor al formar parte de las narrativas. Como dice Kjetil Grødum, “las construcciones narrativas crean, mantienen, interrumpen o transforman valores, tradiciones y nosotros cambiamos, adoptamos, interrumpimos, formulamos y retamos a las narrativas que utilizamos para dar sentido a nuestras vidas en relación con narrativas e historias mayores o menores que encontramos en nuestro camino” (p. 85).

En efecto, el relato del pasado afecta al presente y configura el futuro colectivo, de ahí la relevancia que tiene pensar a fondo cómo se narran lo que ocurrió, quien lo narra y por qué lo hace.

En definitiva, celebro la publicación de este pequeño libro que merece toda la atención y que debería ser leído en cursos de cultura de paz y en las organizaciones que tienen la paz como su horizonte de sentido" (Francesc Torralba Roselló)

DE "CARTA DE LA PAZ"

NECROFILIA POLÍTICA

Siempre he sospechado de quienes llaman a morir por la patria, por la revolución, la soberanía o por “la causa”, cualquiera que ésta sea. Igual me resultan poco serias las invocaciones para sacrificarnos por el futuro.

La necrofilia política –quizás herencia del romanticismo– ha impulsado el sacrificio de muchas juventudes en América Latina para construir sociedades más equitativas, pero a la vez ha servido como sustento a formas autoritarias en el ordenamiento social y una interpretación reduccionista de los derechos humanos.

Esa “cosa” llamada patria, nación o revolución se ha bebido la sangre de millones de seres humanos, tanto desde el combate para su realización, como desde el poder para justificar el control de unos cuantos sobre los demás. No menos sanguinarios han resultado las apologías del mercado y la brutal imposición del imperialismo norteamericano sobre nuestras tierras.

Lo que sí es escaso en nuestra historia es el respeto a la dignidad de las personas, no solo a comer, educarse y tener salud, sino también a vivir en libertad y cuestionar el poder. De un lado y otro, desde la izquierda y desde la derecha, nos demandan sacarnos la cabeza y obedecer, unificarnos con la manada tras el pastor que nos abrirá el “mañana”, aunque en el presente el infierno devore todos los sueños y mate todas las ternuras. Por más fiero que sea el imperialismo o más temibles sean los enemigos de la democracia, todos merecemos ser tratados como adultos y respetar nuestra dignidad inalienable.

Cualquier proyecto político decente se mide por el presente, no por el futuro. No se construyen democracias posibles con dictaduras concretas, no se edifica la libertad del mañana con las cadenas del presente, no se labran socialismos deseables dirigidos por personalismos agobiantes.

El punto X de la Carta de la Paz ilumina este aspecto al señalar que: “Un creciente número de países reconocen ya en la actualidad, que todos tenemos el derecho a pensar, expresarnos y agruparnos libremente, respetando siempre la dignidad y los derechos de los demás.

Pero igualmente, cada ser humano tiene el derecho a vivir su vida en este mundo de modo coherente con aquello que sinceramente piensa. Las democracias, pues, han de dar un salto cualitativo para defender y propiciar, también, que toda persona pueda vivir de acuerdo con su conciencia sin atentar nunca, por supuesto, a la libertad de nadie ni provocar daños a los demás ni a uno mismo.”

David Álvarez (Doctor en Filosofía)
R. Dominicana - Santo Domingo

viernes, 14 de mayo de 2010

TEXTO QUE NO PERDIÓ VIGENCIA

CRITERIO, Mayo 1996

Para una recepción teológica de los años ‘70, por Florio, Lucio

Auschwitz. Después de la II Guerra Mundial el pensamiento teológico percibió que no era posible obviar la tremenda realidad de la hecatombe vivida durante esos años. Esa fue la razón de la aparición de una -así llamada luego- “teología después de Auschwitz”, tomando al campo de concentración más monstruoso de la Alemania nazi como una referencia simbólica de lo sucedido. Las cuestiones centrales que se planteaban entonces eran: ¿Se puede hablar de Dios después de Auschwitz? y -como un eco amplificado de los argumentos de los amigos de Job-, “¿dónde estaba él en ese momento?” Se pretendía brindar una respuesta a una generación de hombres “impresionados y deshechos”. Alguien amplió posteriormente la imagen al hablar de una teología “después de Hiroshima”.

Un hecho-símbolo. Subrayo el pasaje del hecho al símbolo, o mejor aún, al “hecho-símbolo”. Auschwitz pasó a representar la totalidad de la catástrofe bélica, como una de sus más terribles muestras. Simultáneamente, se transformó en una imagen-síntesis para la memoria histórica de la humanidad. Un recuerdo de lo que sucedió y que puede volver a suceder. Utilizo la expresión “hecho-símbolo” en un sentido simple: un acontecimiento -o una conjunción de ellos- con tal carga de significación que pueden permanecer en la conciencia histórica gracias a algún rastro imaginativo-afectivo. Se puede pensar, por ejemplo, en la llegada española a América, en la revolución francesa, etc. El pasaje desde el acontecimiento hacia su simbolización no comporta una disolución de lo histórico en lo simbólico. Se trata, por el contrario, de la memoria visual de algún período histórico que hace la conciencia de la humanidad a partir de la selección de un episodio, de una persona, de un tiempo o de un lugar. El símbolo “da que pensar”puesto que tiene una reserva de sentido. Tratándose de un símbolo histórico -o de un hecho histórico “simbolizado”-, sugiere una multiplicidad de significaciones sobre la historia misma.

Auschwitz ha recordado a los hombres del siglo que termina, las dimensiones más siniestras del mal presente en el corazón del hombre y de su historia. Es una “peste” -recogiendo la imagen de la novela de A. Camus- que no es posible olvidar, puesto que está latente, a la espera del próximo estallido.

La década sucia. Propongo esta cuestión con motivo de la nueva afloración del recuerdo de la violencia vivida en la Argentina durante los ‘70. Esta ya es para los argentinos una década simbólica: la década sucia, de la violencia, de los atentados, de los secuestros, de las bombas, de la represión desproporcionada, de las torturas, de los desaparecidos.

Además del necesario primer momento de reflexión, ético, jurídico, político e histórico 5 sugiero la necesidad de un segundo momento de pensamiento teológico sobre ese tiempo. Se trata de realizar una recepción teológica de esta “década-símbolo”, a la manera como lo hizo la teología europea post-Auschwitz. La pregunta clave sería la siguiente: ¿cómo hacer teología después de la violencia de esta década? O, más moderadamente, ¿qué cuestiones plantea al pensar teológico este tiempo, que no puede ser olvidado bajo sospecha de angelismo o de algún tipo de ideologización teológica?

Cuestiones para pensar. Enuncio algunas de las cuestiones que entiendo ofrecen relevancia teológica:

1. Teología del Reino de Dios: El Reino fue en esta época identificado con un proyecto determinado (la patria socialista de los montoneros o la “occidental y cristiana” de los gobiernos militares). Se puede aprender de estos violentos intentos “neo-zelotes” de apropiación del Reino de Dios que éste no se identifica con ningún sistema político concreto, ni con ningún partido o movimiento político (cf. Lc 21,8).

2. Teología de la historia: El dualismo que afloró en ese tiempo (subversivos y defensores de la patria occidental y cristiana) parece ser un epifenómeno de un dualismo más profundo en la historia argentina (unitarios y federales, peronistas y antiperonistas, etc.). Hay una concepción de la historia que es preciso confrontar con una teología de la historia en la que la “ciudad de Dios” y la “ciudad del hombre” (san Agustín) coexisten.

3. Relación Iglesia-Estado: Esta década ha confirmado la necesidad de cuidar la libertad de la Iglesia respecto de los poderes temporales. Los tiempos revelan lo peligrosas que pueden ser ciertas ambigüedades.

4. Teología de los derechos humanos: En el proceso histórico analizado se dejó entrever una dificultad para asumir la realidad que este tema comporta, tal vez, por el marco ideológico en el que nació y se desarrolló esta temática, el liberalismo moderno. El magisterio latinoamericano, sin embargo, ha asumido una actitud clara respecto de esta cuestión, fundamentándola en una antropología cristiana.

5. Teología del testimonio: En tiempos de convulsión los hechos hablan obviamente más que las palabras y eso es percibido por la gente, aun los no-creyentes .

6. Valor de la conciencia y de la culpa: La irrupción del peso de la conciencia moral que aparentemente reabrió el caso y la “mala conciencia” colectiva sobre el pasado vivido permiten replantear teológicamente la cuestión del misterio de la conciencia humana, “el núcleo más secreto y el sagrario del hombre” (Gaudium et spes, 16) .

7. Discernimiento de los posibles estallidos de violencia y educación permanente para la paz. El “signo de los tiempos” (cf. GS 4,11) puede ser en un momento dado la violencia y la injusticia; se transforma entonces en un llamado urgente a la acción pastoral. Para la Iglesia es imperioso agudizar su mirada, parte importante de su misión profética, así como cultivar una gran permeabilidad para una respuesta rápida y eficaz . De allí la importancia del cultivo de la historia que, en tiempos de paz, reflexione y eduque sobre la amenaza de una nueva eclosión de la violencia. Hay un kairós profético y pastoral durante la peste; hay un kairós teológico y educativo cuando ésta ha desaparecido.

Conclusión. “Hay quienes niegan la aflicción señalando el sol; otros niegan el sol señalando la aflicción” (Kafka).

Postular una memoria “simbólico-teológica” de los ‘70 no significa propiciar una “teología de las ruinas” , y menos aún una fijación en una etapa decididamente oscura de nuestra historia. Significa, más bien, el llamar la atención al pensar teológico -que no puede desinteresarse de la historia - sobre la necesidad de aprovechar la carga afectivomnémica de ese tiempo y rescatar la pluralidad de enseñanzas que pueda incluir. Así como el recuerdo de Auschwitz mantuvo a la teología de las últimas décadas en una seria atención hacia la pasión -con fecundas consecuencias teológicas y pastorales-, de igual manera parece necesario prestar atención a esa pasión colectiva que vivimos no hace mucho. Hemingway dijo: “Los ojos que han contemplado Auschwitz e Hiroshima nunca podrán contemplar a Dios”. Sin embargo, el testimonio profético de un Maximiliano Kolbe o el teológico de un Bonhoeffer o de un Moltmann parecen señalar que los momentos más desoladores a causa de la irrupción de la maldad humana pueden evidenciar, paradójicamente, los rasgos más hondos de Dios, visibles en el crucificado y en sus cruces históricas en la vida de los hombres. No parecen alienantes estas palabras: “¡La clave del renacimiento de nuestra esperanza hay que encontrarla en Auschwitz!” ; bien podemos trasladarlas a nuestra historia argentina a partir de nuestros Auschwitz locales.

miércoles, 12 de mayo de 2010

YouTube - Reconciliándonos - Arturo Larrabure 2

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YouTube - Reconciliándonos - Arturo Larrabure 1

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YouTube - Perdón Reconciliación Mons. Giaquinta I

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YouTube - Perdón Reconciliación Mons. Giaquinta 3

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YouTube - Reconciliación Luis Labraña (ex Montonero) II

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YouTube - Reconciliación Luis Labraña (ex Montonero) 1

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viernes, 30 de abril de 2010

RECONCILIÁNDONOS con NUESTRA HISTORIA

36ª FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE BUENOS AIRES

Mesa Redonda:
Mons. Carmelo Juan Giaquinta – Lic. Arturo Larrabure – Lic. Luis Labraña
Coordinador: Dr. Roberto Federico Ré
Sábado 8 de mayo - 17.00 hs - Sala Roberto Arlt
En comunión con la celebración cívico religiosa de Luján en la que nos comprometemos a encender una nueva luz de esperanza por una Patria en paz

Nos proponemos hacer un reconocimiento sincero de nuestro propio pasado, sin eludir las heridas, y una reflexión que mire limpiamente hacia el futuro. Creemos en la importancia de la convivencia basada en la dignidad de la persona, en la tolerancia y en el respeto a las ideas de los demás, valores que para ser alcanzados necesitan de una actitud clave: el perdón – pedido, ofrecido, dado o recibido – como camino hacia la reconciliación y la paz.

En la presentación se abordará el tema propuesto por nuestros obispos de comprometernos hacia un Bicentenario en Justicia y Solidaridad, sin pobreza ni exclusión, sin enemistades ni violencias. Reafirmaremos que “nuestra patria es un don de Dios confiado a nuestra libertad, como un regalo que debemos cuidar y perfeccionar” (Hacia el Bicentenario, 11). Por eso, la vida en democracia requiere ser animada por valores permanentes, y fundamentarse en el respeto a la Constitución Nacional y las Leyes. Los invitamos a reflexionar juntos en la necesidad de ser corresponsables de la construcción del bien común para crecer sanamente como Nación y afianzar nuestra identidad.

INFORMACIÓN SOBRE LOS PANELISTAS:

Mons. Carmelo Giaquinta
Arzobispo emérito de Resistencia, Chaco. Fue obispo de Posadas de 1986 a 1993.
Profesor Emérito y Ex-Decano de la Facultad de Teología de la U.C.A., se dedicó a la enseñanza en ésta por un período de 50 años; él mismo expresa acerca de su experiencia: “Fui muy feliz estudiando aquí la Ciencia Sagrada para transmitirla. Y mucho más feliz cuando descubrí al alumno, diez años después en la docencia.”

Lic. Arturo Cirilo Larrabure

Es Licenciado en Informática, hijo del Cnel. Argentino del Valle Larrabure, y autor del libro “Un canto a la Patria”, en el cual nos invita a reflexionar, para tomar conciencia de la importancia de conocer toda la verdad sobre los hechos luctuosos que ocurrieron en nuestro país de los cuales fueron víctimas muchos argentinos. Caracteriza al autor de la obra su prédica contra todo tipo de violencia y su llamado a la reconciliación entre los argentinos, mensajes que fueron recibidos de su padre a través de las escasas comunicaciones con su familia desde el lugar de su extenso cautiverio.

Lic. Luis Labraña

Es docente, Licenciado en Lingüística por la Universidad de Amsterdam, director del Centro Cultural Baldomero Fernández Moreno.
Explicó Luis Labraña durante la presentación del libro “Volver a Matar”, de Juan B. Yofre, que lo llevó a “reflexionar que necesitamos una Argentina libre del pasado, sin mezquindades, sin recuento de los muertos, con un monumento único para los que cayeron y con un indulto amplio que nos permita la paz interna”

Dr. Roberto Ré
Es médico especialista en Psiquiatría, posee un master en Neuropsicofarmacología Clínica otorgado por la Universidad Barceló y otro en Psiconeuroendocrinología, por la Universidad Favaloro. Es miembro fundador de la Asociación Argentina de los Trastornos de Ansiedad (A.A.T.A), fundador del Teléfono para la Esperanza (Asistencia al Suicida) y director de la RED SANAR (www.redsanar.org). Además, es docente en la Universidad de Buenos Aires, en la Universidad Católica de Salta y en la Universidad del Salvador. En el 2008 fue nombrado Docente a cargo del Módulo “Sufrimiento, duelo y sanación” en el Diplomado de Humanización de la Salud de la Universidad Finis Terrae de Santiago de Chile.

ORGANIZAN: Proyecto Setenta Veces Siete, Editorial SAN PABLO.

ADHIERE: Red Sanar.

INFORMES
Ed. San Pablo
Riobamba 230, Buenos Aires
TEL: 5555 – 2448
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