viernes, 9 de diciembre de 2011

Usos y abusos de la memoria - Resti Moreno Ortega, cp

En el contexto de la estructura de la interioridad del ser humano se dan cita las facultades de la memoria, de la voluntad, de la inteligencia y de la imaginación. Todas estas facultades están conectadas unas con otras; no se entienden aisladas, pues el ser humano es un todo unido y compacto. Así, por ejemplo, en la memoria hay un orden; en cambio, la imaginación se desarrolla sobre materiales de la memoria, pero los caotiza y los vuelve a ordenar de otro modo. Pues la imaginación tiene la finalidad, no sólo de conservar y ordenar los materiales de la memoria, sino sobre todo construir mundos alternativos que mitiguen la crudeza de la vida cotidiana. La imaginación, como desorden y orden, tiene como finalidad promover mundos alternativos.
La memoria, en cambio, es un elemento clave para poder construir la identidad personal. Cada “yo” representa una historia particular. En este caso, la memoria se vuelve esencial para poder responder a la pregunta “¿quién soy?” A la vez, la memoria tiene carácter aleccionador; toma nota de los errores o episodios graves y aprende de ellos: si son experiencias placenteras para el yo personal, para repetirlas si así lo desea; si se trata de experiencias desafortunadas, para evitarlas igualmente. El problema surge cuando nos preguntamos: ¿por qué seguimos cayendo en los mismos errores y caídas de todo tipo, si ya contamos con experiencias precedentes? En este caso, la memoria personal se sabe aplicar mejor la lección, es más aleccionadora que la memoria colectiva, que tiene más bien la función correctora. Por eso tiene tanta importancia el diálogo intergeneracional y el diálogo entre los diferentes grupos culturales. De cualquier manera, resulta difícil asumir la memoria del “otro”, en aquello que tiene de aleccionador o de “experiencia”, pues cada cual quiere ser artífice de su propio destino, e incluso tiene derecho a equivocarse por haber elegido su camino individual.
La memoria tiene una función emocional. Recuerda un episodio de su vida pasada, y se conmociona todo su ser, se aceleran todas las funciones de su organismo. Esto demuestra que la memoria no es aséptica ni imparcial. ¿Cómo narrar lo que me sucedió si cuando lo cuento estoy siendo afectado emocionalmente? ¿Qué grado de credibilidad tendrá este relato? Otro hecho corroborativo: ¿por qué no se hablan las personas de dos grupos antagónicos después de décadas de haber acontecido el suceso que generó el desencuentro? Y, cuando se trata de dos culturas, la de los vencedores y la de los vencidos, ¿por qué se sigue alimentando el rencor de los vencidos, así hayan pasado cientos de años del hecho en discordia? ¿Cómo evitar que lo “negativo” del pasado siga contaminando a las personas del presente? En esto tienen mucho que ver las políticas “educativas” vigentes. Cuando el problema es positivo, se mitifica y no pasa a más; la gravedad del asunto es cuando la “memoria” está herida. Sucede en este caso que no tenemos un dominio real sobre la memoria, tanto la personal como la colectiva. Al no tener soberanía sobre la memoria personal, puede suceder que queramos recordar algunas cosas importantes y no podamos, u olvidar ciertos episodios, por demás dolorosos, y tampoco podamos.
Es frecuente, también, ver cómo se tiende a magnificar la memoria, tanto a nivel personal como colectivo. Al respecto, observamos la ampulosidad de muchas personas grandilocuentes y rimbombantes, sobre todo, de ciertos profesionales que inundan las paredes de su despacho de las “batallitas” ganadas enmarcadas en un cuadro, o la exhibición de ciertos curriculum vitae profesionales. Por estos ejemplos nos damos cuenta que el uso que hacemos de la memoria es caprichosa: ponemos lo que queremos y expurgamos de nuestra historia personal aquello que podría sonrojarnos ante los demás. Creemos que podemos administrar la memoria a nuestro antojo, pero otras veces nos domina y nos delata. A nivel colectivo, sucede algo parecido pero la magnificación se dispara: Por ejemplo, ¿quién escribe la historia? Generalmente los vencedores y los que detentan el poder económico, político y mediático. La historia de los “vencidos” no tiene relevancia, al catalogársela como subversiva o poco realista. Interesante, también, es la siguiente pregunta: ¿qué historia tiene que saber un niño en la escuela? ¿Quién escribe esa historia? ¿Cómo sería una educación desde la mirada de las víctimas? ¿Por qué se manipula tan fácilmente a los niños en este caso cuando sabemos que estos contenidos van a tener consecuencias incalculables? En las supuestas “democracias occidentales”, ¿la historia “contada” será diferente dependiendo del partido que esté en el poder? Sabemos que un relato histórico tiene una gran capacidad para promover sentimientos y levantar pasiones de alta tensión.
Una última cuestión es cómo sanar la memoria, tanto a nivel personal como a nivel colectivo. Nos parece que quienes más han avanzado en este terreno son los famosos libros de “autoayuda”; también, la psicología y la religión; ésta última siempre ha tenido presente este aspecto de la realidad humana, aunque no lo haya logrado en más de una ocasión por haber puesto el empeño en un voluntarismo nefasto. La sanación de la memoria nos lleva directo a la cuestión del perdón. Si a nivel personal e interpersonal es difícil, a nivel de grupos y culturas aún es mucho más difícil un perdón que lleve a renacer de nuevo. Por ejemplo, ¿qué tienen que hacer con la memoria las víctimas? ¿Cómo hacer para que la memoria, personal e histórica, no se convierta en obstáculo y freno para avanzar hacia el futuro? Todo, o cualquier cosa, menos la amnesia.
Pareciera que los mejores teóricos sobre este asunto, Paul Ricoeur y Tzvetan Todorov, han avanzado mucho en este campo, pero no tienen las cosas tan claras. Tzvetan Todorov, en su llamativo librito Los abusos de la memoria, hace una crítica demoledora de los usos y abusos que se han cometido con la “memoria colectiva” en la cultura occidental: la memoria se ha suprimido en muchos casos, o bien se ha maquillado o transformado. “Arrojados a un consumo cada vez más rápido de información, nos inclinaríamos a prescindir de ésta [la memoria] de manera no menos acelerada; separados de nuestras tradiciones, embrutecidos por las exigencias de una sociedad del ocio y desprovistos de curiosidad espiritual así como de familiaridad con las grandes obras del pasado, estaríamos condenados a festejar alegremente el olvido y a contentarnos con los vanos placeres del instante. En tal caso, la memoria estaría amenazada, ya no por la supresión de información sino por su sobreabundancia”
Para la recuperación de la memoria, en la sociedad occidental, el recurso a la memoria y al pasado está siendo sustituido por el que se origina a partir del consentimiento y de la elección de la mayoría. Es así como la memoria ha sido destronada. Tanto en la ciencia como en el arte occidental la memoria ha perdido muchas de sus prerrogativas. Se sigue anteponiendo la libertad a la memoria.
Si nos fijamos en Paul Ricoeur, el objetivo de su propuesta es que no exista una subordinación entre la memoria y la historia, sino una dialéctica entre las dos. La historia debería partir de los testimonios de la memoria y su objetivo, en tanto remedio, debería ser el de instruir, iluminar a la memoria y desenmascarar los falsos testimonios.
Dentro de los abusos de la memoria, el filósofo francés también reconoce distintos aspectos que deben analizarse. El primero de ellos son las patologías de la memoria, luego sigue la memoria manipulada, y concluye con la memoria obligada. Frente a la instrumentalización de la memoria, P. Ricoeur considera que “el núcleo del problema es la movilización de la memoria al servicio de la búsqueda, de la petición, de la reivindicación de la identidad”.
Y se pueden encontrar dos posible interpretaciones sobre el deslizamiento del uso al abuso de la memoria. La primera se basa en el concepto de “memoria impedida” (H. Rousso); a la otra explicación se la denomina “la era de las conmemoraciones” (P. Nora). P. Ricoeur se hace eco de la denuncia de Todorov al frenesí conmemorativo, y reprocha el pacto entre memorización, rememoración y conmemoración: “Historia enseñada, historia aprehendida, pero también historia celebrada. A la memoria forzada se le agregan las conmemoraciones convenidas. Un pacto dudoso se establece así entre la rememoración, memorización y conmemoración”.
Ricoeur considera que los abusos de la memoria se producen en la memorización.

PARA EL CAMINO, PARA SEGUIR PENSANDO Y BUSCANDO LA VERDAD

Fuente: Padres Pasionistas. Provincia de la Sagrada Familia (Apuntes para el camino)

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