lunes, 30 de enero de 2012
Formación de Facilitadores de Escuelas de Perdón y Reconciliación (ESPERE)
Ya empieza la convocatoria en Oregon, Estados Unidos. La Organización Adelanta Mujeres promueve el perdón y la reconciliación como alternativa para enfrentar la violencia: aprender algo nuevo sobre la forma en que interpretamos las ofensas que recibimos y sobre el impacto que esto tiene en nuestro bienestar.
ESPERE (Escuelas de Perdón y Reconciliación) es un programa que fue originalmente fundado en Colombia y que debido al gran resultado que ha tenido está siendo implementado en 15 países (Colombia, Perú, Brasil, Argentina, México, Guatemala, USA, Bolivia, Canadá, entre otros).
Este entrenamiento de 24 horas produce cambios positivos en las áreas de cognición, emoción y conducta. Es designado para personas que trabajan con individuos o grupos que quieren aprender a mejorar los conflictos cotidianos:
Identificar el dolor emocional que hay detrás de la forma destructiva en que se manejan ciertos problemas.
Entender y salir de los círculos de conflictos cotidianos
Entender nuestras necesidades emocionales.
No frustrarte por los problemas, sino aprender a manejarlos.
Entender los conceptos de justicia reparadora, no destructora
ESPERE (Escuelas de Perdón y Reconciliación) es un programa que fue originalmente fundado en Colombia y que debido al gran resultado que ha tenido está siendo implementado en 15 países (Colombia, Perú, Brasil, Argentina, México, Guatemala, USA, Bolivia, Canadá, entre otros).
Este entrenamiento de 24 horas produce cambios positivos en las áreas de cognición, emoción y conducta. Es designado para personas que trabajan con individuos o grupos que quieren aprender a mejorar los conflictos cotidianos:
Identificar el dolor emocional que hay detrás de la forma destructiva en que se manejan ciertos problemas.
Entender y salir de los círculos de conflictos cotidianos
Entender nuestras necesidades emocionales.
No frustrarte por los problemas, sino aprender a manejarlos.
Entender los conceptos de justicia reparadora, no destructora
Leonel Narváez, IMC invitado a Harvard
El tema del perdón como virtud política o como derecho humano se pone en discusión en una de las más prestigiosas universidades del mundo.
El pasado 6 de diciembre de 2011 el director de la Fundación para la Reconciliación, Leonel Narváez IMC, fue invitado como panelista a la conferencia ¿Es el perdón una virtud política o un derecho humano?
Este evento fue apoyado por el Centro Weatherhead para Asuntos Internacionales de la Universidad de Harvard y el Episcopal Divinity School. Contó con la participación de Martha Minow, decana de la Facultad de Derecho de dicha Universidad; y Jeremias Smith, profesor de derecho de la misma Facultad.
Durante las dos horas de charla los expertos intercambiaron algunas reflexiones sobre el valor del perdón en los procesos de reconciliación y sobre la necesidad de ver el perdón como un derecho.
El pasado 6 de diciembre de 2011 el director de la Fundación para la Reconciliación, Leonel Narváez IMC, fue invitado como panelista a la conferencia ¿Es el perdón una virtud política o un derecho humano?
Este evento fue apoyado por el Centro Weatherhead para Asuntos Internacionales de la Universidad de Harvard y el Episcopal Divinity School. Contó con la participación de Martha Minow, decana de la Facultad de Derecho de dicha Universidad; y Jeremias Smith, profesor de derecho de la misma Facultad.
Durante las dos horas de charla los expertos intercambiaron algunas reflexiones sobre el valor del perdón en los procesos de reconciliación y sobre la necesidad de ver el perdón como un derecho.
Hernán, damos gracias por haberte conocido
Falleció el padre Hernán Pérez Etchepare SSP
Buenos Aires, 30 Ene. 12 (AICA)
P. Hernán Pérez Etchepare
Luego de una dolorosa enfermedad, el viernes 27 de enero, a la edad de 47 años, falleció en la ciudad de Buenos Aires el padre Hernán Pérez Etchepare, de la Sociedad San Pablo.
El velatorio de sus restos se realizó en la capilla San Roque anexa a la basílica de San Francisco, de Buenos Aires. La misa de exequias tuvo lugar en la capilla San Pablo, de la comunidad de los padres paulinos, en la localidad bonaerense de Florida, y la inhumación se llevó a cabo en el cementerio de Olivos.
El padre Pérez Etchepare, fiel al carisma que imprimió a su congregación el beato Santiago Alberione, desarrolló un vivaz apostolado en los medios de comunicación social, y entre otras responsabilidades era el director de la hojita El Domingo, que se distribuye cada fin de semana en muchas iglesias del país.
En una comunicación del Club Gente de Prensa, su presidente Jorge Rouillon alude a su afecto y su jovialidad, a su sentido del humor, a su interés por ampliar su formación y mejorar su quehacer profesional, a su amor a la Iglesia, y a su corazón de sacerdote entregado a Dios y a los demás.
En una misa que celebró durante el velatorio, el director general de la Editorial San Pablo, padre Ricardo González SSP, dijo que el padre Hernán “fue un enamorado de la vida, un enamorado de Dios”.
El domingo 29 de enero, ante unas 130 personas que desbordaban la capilla San Pablo, el vicario provincial de la Sociedad de San Pablo, padre Fernando Teseyra SSP, presidió la misa exequial de cuerpo presente, concelebrada por 8 sacerdotes: los padres Luis Muñoz, Santiago Bonomini, Ricardo González Vilchez, Albino Möhr, Juan Guouman, (paulinos), junto con los presbíteros Fernando Gianetti, de la Comisión de Ecumenismo; Juan Carlos Gil, a cargo de la Posada del Orante, en cuyos cursos había colaborado el padre Pérez Etchepare, y Eduardo Pérez Dal Lago, que compartía con él la organización anual de una exposición de íconos (el padre Hernán había hablado en la presentación de la última muestra, el 9 de diciembre último, en el Museo José Hernández).
Durante la misa se leyeron mensajes del superior provincial, desde Guadalajara (México, y del superior general, desde Roma.
En la homilía, el padre Fernando Teseyra lo recordó como profundamente humano, sensible, apasionado por la poesía, el arte, la música en sus diversas expresiones. Lo recordó como hermano de la familia paulina y dijo: "Todos estos años han sido un peregrinar; hemos compartido muchos sueños, muchas esperanzas”. Expresó: “Nos enseñó a perdonar, a tener esperanza, alegría”.
Mencionó la cantidad de poesías escritas por el padre Hernán en las que se da cuenta de su sensibilidad por el bien. Tenía un corazón grande, que le hacía apreciar las plantas, la naturaleza, los animales, en lo que amaba la Creación de Dios.
También mencionó su apasionamiento –que vinculó con el de San Pablo- por predicar al Señor. Mencionó su corazón de innato comunicador y señaló cómo para una persona que lo conocía por primera vez era como si lo conociera de siempre. Con esa historia de su vida compartida de a pedacitos con cada uno de nosotros, podríamos hacer un mosaico, dijo, con las cosas bellas que dejó.
Recordó su pasión por los íconos, que lo llevó a organizar una primera muestra en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso, seguida por otras cada año, últimamente en el Museo Hernández. Sólo un apasionado que ama puede hacer esas cosas, agregó
Nacido en Rafaela, Santa Fe, era una muy buena y sencilla persona que le gustaba, con una mirada de fe y de bien común, dialogar sobre distintos aspectos de la vida.
En su ciudad natal realizó los estudios primarios en la ex Normal (Centenario) y los secundarios en la ex Nacional (Luisa Raimondi).
Mientras estudiaba Derecho, en Santa Fe, conoció a la congregación las Hijas de San Pablo y le encantó la vocación paulina, sumándose, desde 1986, a la Pía Sociedad de San Pablo, donde comenzó sus estudios eclesiásticos y la formación religiosa paulina.
Estudió en Córdoba y Teología en la Pontificia Universidad Católica de Chile, país en el que vivió unos 6 años, siendo ordenado sacerdote en Buenos Aires, en 1998.
También se especializó en Relaciones Públicas y Ceremonial Empresario.
Era consejero y secretario provincial de la citada congregación y, entre su variada y fructífera actividad, era el director de la revista mensual "La liturgia cotidiana" que incluye las lecturas de cada día con sus comentarios y tenía a su cargo la hojita El Domingo.
Entre sus actividades pastorales se destacaba por su trabajo en los encuentros ecuménicos y el diálogo interreligioso, especialmente con el judaísmo.
Buenos Aires, 30 Ene. 12 (AICA)
P. Hernán Pérez Etchepare
Luego de una dolorosa enfermedad, el viernes 27 de enero, a la edad de 47 años, falleció en la ciudad de Buenos Aires el padre Hernán Pérez Etchepare, de la Sociedad San Pablo.
El velatorio de sus restos se realizó en la capilla San Roque anexa a la basílica de San Francisco, de Buenos Aires. La misa de exequias tuvo lugar en la capilla San Pablo, de la comunidad de los padres paulinos, en la localidad bonaerense de Florida, y la inhumación se llevó a cabo en el cementerio de Olivos.
El padre Pérez Etchepare, fiel al carisma que imprimió a su congregación el beato Santiago Alberione, desarrolló un vivaz apostolado en los medios de comunicación social, y entre otras responsabilidades era el director de la hojita El Domingo, que se distribuye cada fin de semana en muchas iglesias del país.
En una comunicación del Club Gente de Prensa, su presidente Jorge Rouillon alude a su afecto y su jovialidad, a su sentido del humor, a su interés por ampliar su formación y mejorar su quehacer profesional, a su amor a la Iglesia, y a su corazón de sacerdote entregado a Dios y a los demás.
En una misa que celebró durante el velatorio, el director general de la Editorial San Pablo, padre Ricardo González SSP, dijo que el padre Hernán “fue un enamorado de la vida, un enamorado de Dios”.
El domingo 29 de enero, ante unas 130 personas que desbordaban la capilla San Pablo, el vicario provincial de la Sociedad de San Pablo, padre Fernando Teseyra SSP, presidió la misa exequial de cuerpo presente, concelebrada por 8 sacerdotes: los padres Luis Muñoz, Santiago Bonomini, Ricardo González Vilchez, Albino Möhr, Juan Guouman, (paulinos), junto con los presbíteros Fernando Gianetti, de la Comisión de Ecumenismo; Juan Carlos Gil, a cargo de la Posada del Orante, en cuyos cursos había colaborado el padre Pérez Etchepare, y Eduardo Pérez Dal Lago, que compartía con él la organización anual de una exposición de íconos (el padre Hernán había hablado en la presentación de la última muestra, el 9 de diciembre último, en el Museo José Hernández).
Durante la misa se leyeron mensajes del superior provincial, desde Guadalajara (México, y del superior general, desde Roma.
En la homilía, el padre Fernando Teseyra lo recordó como profundamente humano, sensible, apasionado por la poesía, el arte, la música en sus diversas expresiones. Lo recordó como hermano de la familia paulina y dijo: "Todos estos años han sido un peregrinar; hemos compartido muchos sueños, muchas esperanzas”. Expresó: “Nos enseñó a perdonar, a tener esperanza, alegría”.
Mencionó la cantidad de poesías escritas por el padre Hernán en las que se da cuenta de su sensibilidad por el bien. Tenía un corazón grande, que le hacía apreciar las plantas, la naturaleza, los animales, en lo que amaba la Creación de Dios.
También mencionó su apasionamiento –que vinculó con el de San Pablo- por predicar al Señor. Mencionó su corazón de innato comunicador y señaló cómo para una persona que lo conocía por primera vez era como si lo conociera de siempre. Con esa historia de su vida compartida de a pedacitos con cada uno de nosotros, podríamos hacer un mosaico, dijo, con las cosas bellas que dejó.
Recordó su pasión por los íconos, que lo llevó a organizar una primera muestra en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso, seguida por otras cada año, últimamente en el Museo Hernández. Sólo un apasionado que ama puede hacer esas cosas, agregó
Nacido en Rafaela, Santa Fe, era una muy buena y sencilla persona que le gustaba, con una mirada de fe y de bien común, dialogar sobre distintos aspectos de la vida.
En su ciudad natal realizó los estudios primarios en la ex Normal (Centenario) y los secundarios en la ex Nacional (Luisa Raimondi).
Mientras estudiaba Derecho, en Santa Fe, conoció a la congregación las Hijas de San Pablo y le encantó la vocación paulina, sumándose, desde 1986, a la Pía Sociedad de San Pablo, donde comenzó sus estudios eclesiásticos y la formación religiosa paulina.
Estudió en Córdoba y Teología en la Pontificia Universidad Católica de Chile, país en el que vivió unos 6 años, siendo ordenado sacerdote en Buenos Aires, en 1998.
También se especializó en Relaciones Públicas y Ceremonial Empresario.
Era consejero y secretario provincial de la citada congregación y, entre su variada y fructífera actividad, era el director de la revista mensual "La liturgia cotidiana" que incluye las lecturas de cada día con sus comentarios y tenía a su cargo la hojita El Domingo.
Entre sus actividades pastorales se destacaba por su trabajo en los encuentros ecuménicos y el diálogo interreligioso, especialmente con el judaísmo.
sábado, 21 de enero de 2012
La experiencia de “ser puentes” - Eduardo D. Rodríguez
Lo primero que se me presentó cuando pensé en hablar sobre el tema de los vínculos fue ¿por qué no usar esta imagen de “los puentes” para hablar del hombre y sus relaciones?, ¿qué se puede decir acerca de los puentes que nos lleve a ahondar sobre nuestra propia existencia?. Y lo que inmediatamente se me apareció fue la necesidad de intentar un abordaje fenomenológico de esta realidad. Pienso que todo vínculo puede asociarse a la imagen de un puente y pienso también, en definitiva, que nosotros mismos, nuestra propia existencia, puede ser analizada bajo esta figura...
¿Qué es un puente? Es algo que une, que permite el paso, que salva un obstáculo, que comunica. Hay que reconocerlo como medio vital para unir extremos. Hay que revalorizar el puente desde algún lugar para reconocer su aporte de “medio”, de “vínculo”.
Si el puente es comunicación, se puede ver inmediatamente la necesidad de multiplicar o ensanchar los puentes, justamente para aumentar las posibilidades de diálogo, para no caer en comunicaciones trilladas o vínculos estereotipados o para hacer más fluido el transito entre unos y otros.
Poniéndonos a pensar, el puente une lo separado y por eso tiene un cierto carácter de indispensabilidad: sólo se puede transitar por él para llegar al otro lado. Sin puente no hay forma de llegar o sólo nos queda hacer un largo rodeo. En general no tienen una única dirección, son siempre vías de ida y vuelta que recorremos en uno u otro sentido. Algo sugestivo además es que en ellos no podemos detenernos, es peligroso, hay claras advertencias viales para no hacerlo...; sólo cabe por allí circular.
Se distingue de un camino o un túnel; el camino une dos puntos, pero sus distancia puede ser indefinida y no tiene soportes. Lo propio del túnel es que corre por debajo, sea tierra o agua. Su característica es lo subterráneo.
En cambio el puente supone que algo queda abajo: ríos, fosos, abismos. Siempre implica un cierto vacío, más o menos profundo: un curso de agua, un precipicio, una vía de comunicación, etc. Sí, remite a un cierto “estar suspendido” en el aire, sólo apoyado sobre dos o más pilares, tensores o arcos.
Por todo esto, el puente es un lugar vulnerable, una construcción frágil, que muchas veces se convierte en un objetivo militar para alcanzar, dominar o destruir por su carácter estratégico. Quien lo ocupa se asegura una vía de comunicación privilegiada y quien lo destruye se asegura que el otro, el “enemigo” no pueda aprovecharlo.
Hay unas primeras preguntas que me surgen de lo dicho: ¿son nuestro puentes caminos de ida y vuelta por los que circulamos y dejamos circular? ¿Muchas veces nuestros vínculos no son más túneles que puentes: algo que va por debajo, sin aire, sin luz...? Y si trasladamos la idea de conflicto bélico a cualquier conflicto en general podríamos preguntarnos: ¿tendemos puentes?,¿los intentamos controlar o destruir?
Pensemos ahora un poco en los distintos tipos de puente que podemos encontrar, para ver que nos sugieren en orden a nuestras relaciones.
* Hay puentes colgantes de pequeños pueblos o parajes. dan la sensación de inestabilidad y peligro porque el piso se nos mueve. Son puentes precarios, construidos en general por los mismos lugareños, pero que cumplen con su finalidad a pesar de su provisionalidad y son mejor que nada. ¿Somos conscientes de la precariedad de nuestros puentes? ¿lo valoramos, a pesar de su fragilidad?
* Hay puentes levadizos que aseguran una fortaleza (acompañada además por un foso) y que desde adentro se maneja tendiendo o levando. ¿Cuántos puentes tenemos levantados? ¿con quiénes? ¿tenemos presente que los tendemos o levantamos desde nosotros? ¿Será un modo legítimo de protegernos o una coraza para no mostrarnos?
* También hay puentes levadizos sobre un canal, necesarios de levantar para que un barco pase por debajo. Levantar un puente no siempre es incomunicación, puede implicar justamente lo contrario: dejar el puente tendido implicaría aquí que otros no puedan avanzar. ¿No es necesario a veces saber levar puentes a tiempo, para que otros también “puedan circular”? ¿no podemos ser obsesivos, asfixiantes y bloquear la posibilidad de tránsito de otros?
* Hay puentes aéreos que resultan muy interesantes porque sólo se los reconoce por las puntos que unen, es un puente totalmente inmaterial..., la nave es a la vez móvil y puente... En realidad “no hay puente”, sin embargo se sabe de donde salir y a donde llegar. ¿A veces no hay que ser como un puente aéreo, es decir, ser sólo un medio y que no se note que lo somos?
* Está el puente cerril, que es un paso estrecho por el que se hace pasar el ganado suelto.... ¿Cuánto de estrechos o directivos pueden ser nuestros puentes?
* El “puente de los asnos” que habla de la dificultad que se encuentra en una ciencia u otra cosa, y quita el ánimo para pasar adelante. Aquí se trata de algo que nos bloquea: no es puente sino propiamente muro, límite, valla, peaje. El salvoconducto para pasar es el conocimiento, aunque podría uno ir más allá y pensar en que muchos se erigen como “señores” del puente, que deciden quien pasa y quien no: doctos profesores, sabios, sacerdotes, burócratas, profesionales de la salud psíquica; son los que se interponen muchas veces entre nosotros y la otra orilla, allí donde está Dios, la salud, la verdad, la libertad, etc. ¿No somos muchas veces puentes de los asnos...?
* Pero también está la expresión “hacer la puente de plata a alguien”: esto es, facilitarle y allanarle las cosas al otro.. Lo contrario del anterior, si antes era dificultar ahora hablamos de facilitar. ¿Cuándo fuimos, últimamente, puente de plata para alguien?
* Hay también puentes “imaginarios”, como las historias que une con el pasado, la tradición, o incluso los mitos que nos remontan al mismo origen simbólico de un grupo humano. En este sentido podemos llegar a decir que el puente aquí, en tanto historia o relato que remite a algo ya pasado, es una mediación. Nosotros mismos somos mediaciones: culturales, valorativas, de tradiciones, de sentimientos. Nuestra misma historia personal es un relato que se construye, “tabla por tabla”, con los recuerdos y emociones que hacen puente con los hechos acaecidos. Nos conectamos con ese ayer pero desde el presente vivido que somos y la “cura” muchas veces está sólo en la posibilidad de esa revinculación. ¿Tendemos puentes con esa propia historia personal que nos constituye? ¿esa historia es un lastre o es raíz...? Los profesionales de “la ayuda”, como los terapeutas o counselors, por ejemplo, permiten con sus “reflejos” que un consultante haga un puente consigo mismo...; un puente entre lo desconocido y lo vislumbrable, entre lo no verbalizado y lo ahora balbuceado. Pero lo interesante es que se retorna a sí por el otro que es puente o medio.
* Un puente también a veces puede ser “inútil”; ¿para que invertir entonces energía y tiempo en él?
Veamos ahora “los límites” de un puente. Es una vía acotada, limitada, estrecha. O se pasa por él o no se pasa. El ser “paso” es así su virtud y su límite. Por eso los puentes pueden hacerse cotidianos y rutinarios. Uno se termina acostumbrando a pasar por ellos aunque haya muchas dificultades para transitarlo. ¿Cuántos puentes son hoy para nosotros mera costumbre y rutina? ¿Por qué no multiplicar y diversificar los puentes...?
Los puentes pueden romperse. Por eso al puente hay que respetarlo, cuidarlo, no exigirle más de lo que puede soportar, reconociendo sus posibilidades y limitaciones sino, corremos el riesgo de venirnos abajo con él.
Habría que pensar sin duda también lo que el puente “puentea”. Es decir, aquello sobre lo cuál está suspendido y que queremos evitar: ese abismo, vacío o profundidad. Sería hacer figura en lo que en general ignoramos y “saltamos” y que merece a veces nuestra atención. Por ejemplo, ¿no estaré puenteando “la soledad”, cuando hay un valor a reconocer en ella? ¿No estaré puenteando “el conflicto”, que sería necesario alguna vez enfrentar para ver sus causas, las razones de su perdurabilidad, aunque sea larvada? ¿No estaré puenteando “la angustia”, que nos da la posibilidad de confrontarnos con la nada y reconocernos más propiamente humanos?
Nietzsche, ese impresionante filósofo alemán de la segunda mitad del siglo XIX, en su obra cumbre “Así habló Zaratustra”, afirma que el hombre es “una cuerda tendida entre el animal y el superhombre” Podríamos decir, entre el animal que es lo determinado, lo dado y definido y el superhombre que es siempre proyecto, futuro, lo que adviene...Pero cuidado, hay un abismo... y “el hombre” es el puente que se suspende sobre ese abismo... Sigue diciendo también que “la grandeza del hombre está en ser un puente y no una meta: lo que en el hombre se puede amar es que es un tránsito y un ocaso”: Sí, un “hundirse en su ocaso”, que puede entenderse justamente como un “pasar al otro lado”... Es el día, el amanecer que sigue al crepúsculo y la noche..., es el superarse a sí mismo por la mediación edificante del otro.
¿Qué es un puente? Es algo que une, que permite el paso, que salva un obstáculo, que comunica. Hay que reconocerlo como medio vital para unir extremos. Hay que revalorizar el puente desde algún lugar para reconocer su aporte de “medio”, de “vínculo”.
Si el puente es comunicación, se puede ver inmediatamente la necesidad de multiplicar o ensanchar los puentes, justamente para aumentar las posibilidades de diálogo, para no caer en comunicaciones trilladas o vínculos estereotipados o para hacer más fluido el transito entre unos y otros.
Poniéndonos a pensar, el puente une lo separado y por eso tiene un cierto carácter de indispensabilidad: sólo se puede transitar por él para llegar al otro lado. Sin puente no hay forma de llegar o sólo nos queda hacer un largo rodeo. En general no tienen una única dirección, son siempre vías de ida y vuelta que recorremos en uno u otro sentido. Algo sugestivo además es que en ellos no podemos detenernos, es peligroso, hay claras advertencias viales para no hacerlo...; sólo cabe por allí circular.
Se distingue de un camino o un túnel; el camino une dos puntos, pero sus distancia puede ser indefinida y no tiene soportes. Lo propio del túnel es que corre por debajo, sea tierra o agua. Su característica es lo subterráneo.
En cambio el puente supone que algo queda abajo: ríos, fosos, abismos. Siempre implica un cierto vacío, más o menos profundo: un curso de agua, un precipicio, una vía de comunicación, etc. Sí, remite a un cierto “estar suspendido” en el aire, sólo apoyado sobre dos o más pilares, tensores o arcos.
Por todo esto, el puente es un lugar vulnerable, una construcción frágil, que muchas veces se convierte en un objetivo militar para alcanzar, dominar o destruir por su carácter estratégico. Quien lo ocupa se asegura una vía de comunicación privilegiada y quien lo destruye se asegura que el otro, el “enemigo” no pueda aprovecharlo.
Hay unas primeras preguntas que me surgen de lo dicho: ¿son nuestro puentes caminos de ida y vuelta por los que circulamos y dejamos circular? ¿Muchas veces nuestros vínculos no son más túneles que puentes: algo que va por debajo, sin aire, sin luz...? Y si trasladamos la idea de conflicto bélico a cualquier conflicto en general podríamos preguntarnos: ¿tendemos puentes?,¿los intentamos controlar o destruir?
Pensemos ahora un poco en los distintos tipos de puente que podemos encontrar, para ver que nos sugieren en orden a nuestras relaciones.
* Hay puentes colgantes de pequeños pueblos o parajes. dan la sensación de inestabilidad y peligro porque el piso se nos mueve. Son puentes precarios, construidos en general por los mismos lugareños, pero que cumplen con su finalidad a pesar de su provisionalidad y son mejor que nada. ¿Somos conscientes de la precariedad de nuestros puentes? ¿lo valoramos, a pesar de su fragilidad?
* Hay puentes levadizos que aseguran una fortaleza (acompañada además por un foso) y que desde adentro se maneja tendiendo o levando. ¿Cuántos puentes tenemos levantados? ¿con quiénes? ¿tenemos presente que los tendemos o levantamos desde nosotros? ¿Será un modo legítimo de protegernos o una coraza para no mostrarnos?
* También hay puentes levadizos sobre un canal, necesarios de levantar para que un barco pase por debajo. Levantar un puente no siempre es incomunicación, puede implicar justamente lo contrario: dejar el puente tendido implicaría aquí que otros no puedan avanzar. ¿No es necesario a veces saber levar puentes a tiempo, para que otros también “puedan circular”? ¿no podemos ser obsesivos, asfixiantes y bloquear la posibilidad de tránsito de otros?
* Hay puentes aéreos que resultan muy interesantes porque sólo se los reconoce por las puntos que unen, es un puente totalmente inmaterial..., la nave es a la vez móvil y puente... En realidad “no hay puente”, sin embargo se sabe de donde salir y a donde llegar. ¿A veces no hay que ser como un puente aéreo, es decir, ser sólo un medio y que no se note que lo somos?
* Está el puente cerril, que es un paso estrecho por el que se hace pasar el ganado suelto.... ¿Cuánto de estrechos o directivos pueden ser nuestros puentes?
* El “puente de los asnos” que habla de la dificultad que se encuentra en una ciencia u otra cosa, y quita el ánimo para pasar adelante. Aquí se trata de algo que nos bloquea: no es puente sino propiamente muro, límite, valla, peaje. El salvoconducto para pasar es el conocimiento, aunque podría uno ir más allá y pensar en que muchos se erigen como “señores” del puente, que deciden quien pasa y quien no: doctos profesores, sabios, sacerdotes, burócratas, profesionales de la salud psíquica; son los que se interponen muchas veces entre nosotros y la otra orilla, allí donde está Dios, la salud, la verdad, la libertad, etc. ¿No somos muchas veces puentes de los asnos...?
* Pero también está la expresión “hacer la puente de plata a alguien”: esto es, facilitarle y allanarle las cosas al otro.. Lo contrario del anterior, si antes era dificultar ahora hablamos de facilitar. ¿Cuándo fuimos, últimamente, puente de plata para alguien?
* Hay también puentes “imaginarios”, como las historias que une con el pasado, la tradición, o incluso los mitos que nos remontan al mismo origen simbólico de un grupo humano. En este sentido podemos llegar a decir que el puente aquí, en tanto historia o relato que remite a algo ya pasado, es una mediación. Nosotros mismos somos mediaciones: culturales, valorativas, de tradiciones, de sentimientos. Nuestra misma historia personal es un relato que se construye, “tabla por tabla”, con los recuerdos y emociones que hacen puente con los hechos acaecidos. Nos conectamos con ese ayer pero desde el presente vivido que somos y la “cura” muchas veces está sólo en la posibilidad de esa revinculación. ¿Tendemos puentes con esa propia historia personal que nos constituye? ¿esa historia es un lastre o es raíz...? Los profesionales de “la ayuda”, como los terapeutas o counselors, por ejemplo, permiten con sus “reflejos” que un consultante haga un puente consigo mismo...; un puente entre lo desconocido y lo vislumbrable, entre lo no verbalizado y lo ahora balbuceado. Pero lo interesante es que se retorna a sí por el otro que es puente o medio.
* Un puente también a veces puede ser “inútil”; ¿para que invertir entonces energía y tiempo en él?
Veamos ahora “los límites” de un puente. Es una vía acotada, limitada, estrecha. O se pasa por él o no se pasa. El ser “paso” es así su virtud y su límite. Por eso los puentes pueden hacerse cotidianos y rutinarios. Uno se termina acostumbrando a pasar por ellos aunque haya muchas dificultades para transitarlo. ¿Cuántos puentes son hoy para nosotros mera costumbre y rutina? ¿Por qué no multiplicar y diversificar los puentes...?
Los puentes pueden romperse. Por eso al puente hay que respetarlo, cuidarlo, no exigirle más de lo que puede soportar, reconociendo sus posibilidades y limitaciones sino, corremos el riesgo de venirnos abajo con él.
Habría que pensar sin duda también lo que el puente “puentea”. Es decir, aquello sobre lo cuál está suspendido y que queremos evitar: ese abismo, vacío o profundidad. Sería hacer figura en lo que en general ignoramos y “saltamos” y que merece a veces nuestra atención. Por ejemplo, ¿no estaré puenteando “la soledad”, cuando hay un valor a reconocer en ella? ¿No estaré puenteando “el conflicto”, que sería necesario alguna vez enfrentar para ver sus causas, las razones de su perdurabilidad, aunque sea larvada? ¿No estaré puenteando “la angustia”, que nos da la posibilidad de confrontarnos con la nada y reconocernos más propiamente humanos?
Nietzsche, ese impresionante filósofo alemán de la segunda mitad del siglo XIX, en su obra cumbre “Así habló Zaratustra”, afirma que el hombre es “una cuerda tendida entre el animal y el superhombre” Podríamos decir, entre el animal que es lo determinado, lo dado y definido y el superhombre que es siempre proyecto, futuro, lo que adviene...Pero cuidado, hay un abismo... y “el hombre” es el puente que se suspende sobre ese abismo... Sigue diciendo también que “la grandeza del hombre está en ser un puente y no una meta: lo que en el hombre se puede amar es que es un tránsito y un ocaso”: Sí, un “hundirse en su ocaso”, que puede entenderse justamente como un “pasar al otro lado”... Es el día, el amanecer que sigue al crepúsculo y la noche..., es el superarse a sí mismo por la mediación edificante del otro.
miércoles, 18 de enero de 2012
Resiliencia de un ex tupamaro
Ex tupamaro revolucionó estudios sobre el Alzheimer. Nicolás Timoshenko
Para demarcar los límites de su imaginación, Henry Engler traza un círculo que encierra y controla sus pensamientos.
Fue así en la prisión donde logró desarrollar intuitivamente su técnica, para mantenerse sano; en la vida cotidiana como en el reciente episodio de tránsito en que terminó agredido y en el trabajo de investigación médica, que lo llevó hasta las proximidades del premio Nobel de medicina, por desarrollar uno de los más importantes estudios médicos de los últimos cien años.
Ex preso político de la dictadura uruguaya durante trece años, 11 de los cuales en soledad, sufriendo alucinaciones y diagnosticado con psicosis delirante crónica, Engler presentó en el 2002, en Estocolmo, en la Conferencia Mundial contra el Alzheimer un trabajo que revolucionó los estudios sobre el cerebro.
Detectó por primera vez una proteína amiloide asociada al Alzheimer, en un hombre vivo, el paso más importante dado en esta enfermedad desde que el siquíatra alemán Alois Alzheimer (1864-1915) la detectó en la cabeza de un muerto en 1906.
“ Es claro que fui influenciado por la prisión durante mis investigaciones, ya que me dio disciplina y mucha paciencia” aclara Engler a Folha (N.de T. diario de San Pablo) en su despacho de director del Cudim (Centro uruguayo de Imagenología Molecular) fundado por él en 2008en Montevideo. “Para el investigador, lo más importante no es la inteligencia, pero sí en primer lugar la paciencia y luego la intuición. Tanto en la cárcel como en mi investigación seguí un camino intuitivo”
En la prisión.
Ex dirigente Tupamaro, la mayor organización de la izquierda armada uruguaya entre los años 1960 y 70, fue uno de los nueve referentes de la dictadura instalada en 1973. Los militares encarcelaron a nueve dirigentes y amenazaron con ejecutarlos si la organización continuaba con las acciones militares, Además de Engler formaban parte del grupo, el actual presidente de Uruguay José (Pepe) Mujica el líder fundador de los Tupamaros y Raúl Sendic.
Nacido en Paysandú en 1946, Engler era estudiante de medicina y uno de los dirigentes de la organización. Participó en acciones armadas y fue acusado por los militares de ser uno de los coautores del asesinato de Dan Anthony Mitrione, agente de la CIA ejecutado en Uruguay en 1970. Cosa que él niega. Fue encarcelado a los 24 años y al año siguiente fue confinado en una prisión solitaria adonde pasó los siguientes 11 años.
“Tenía muchos problemas con las voces. Nunca vi cosas inexistentes, pero tenía una toalla que se transformaba en una alfombra mágica llena de señales” cuenta. “Lo que era insoportable era oír voces, era muy agresivo, sentía físicamente choques eléctricos que me paraban el corazón, que me seguían torturando. Eso lo sufrí durante años”
Una de las peores alucinaciones era la comprobación de que la CIA había instalado un dispositivo en su cerebro. Cuando pensaba en sus compañeros de la lucha armada, automáticamente un dispositivo de la Agencia de Inteligencia Norteamericana captaba la identidad de los colegas que “caían (prisioneros) inmediatamente. Para él aquello era morir.
“Todo fue intuitivo. Para controlar mis pensamientos trataba de marcar un punto en la pared de la celda y lo miraba fijamente” cuenta “En poco más de un mes, pude ver lo que pasaba en mi cabeza, las imágenes que se iban formando. Hasta que hice un círculo en el que trataba de mantener esas imágenes y pensamientos siempre adentro. Seguía escuchando voces pero ahora podía controlar mi cabeza”.
Libertad.
Las alucinaciones solo terminaron en 1984, cuando salí de la soledad. Logró la libertad al año siguiente, con una ya aunque leve mejoría sicológica.
El círculo le cambio a Engler la manera de pensar. A los 65 años manifiesta que ha desarrollado la capacidad de no reaccionar inmediatamente ante nada. Engler es tranquilo, escucha al interlocutor con mucha atención y no pierde el hilo.
“Trato de ver lo que pasa en mi pensamiento y lo que está pasando en el del otro. Controlar los pensamientos cambia la forma de trabajar del cerebro, se pierde la rapidez de reaccionar irracionalmente. Siempre está atento a lo que está pensando: esto es correcto, esto no lo es. La prisión me ayudó a desarrollar parte de eso, no podía lógicamente pensar en lo que iría a sucederme. En los momentos peligrosos, cuando pensaba que me iban a matar, necesitaba mucho la intuición. El cerebro va aprendiendo a funcionar de una manera más efectiva, que no es la lógica.
En la cárcel abandoné el materialismo histórico de mis tiempos de militancia y comencé a creer en Dios, según dicen para poder sobrevivir.
Primero pensaba en el Che Guevara “que podía soportar todo, pero en otra persona que podía soportar aún más, Jesús y comencé a pensar que era bueno parecerse a Jesús “Perdónalos señor, ellos no saben lo que hacen” una expresión que despertó mi admiración. Estuve mentalmente muy alterado y me identifiqué con el Mesías, aunque después me dí cuenta de que no sería ningún mesías, ya había encontrado a Dios”
Cuando salió de la cárcel se estableció en Suecia un país que recibió a muchos exiliados latinoamericanos. Decidió volver a los estudios de medicina, pero la Universidad de Upsala no le reconoció sus antecedentes universitarios del Uruguay. De modo que volvió a comenzar la carrera a los 42 años. Debido a su edad que consideraba muy avanzada para ser cirujano, optó por seguir la carrera de investigador.
“Comencé a trabajar en la universidad en la que había científicos de primera línea. El método no era my conocido pero tuve la suerte de comprender que era muy importante para el futuro. La carrera de investigador es larga, es como el trabajo de desarrollar el olfato de los perros que buscan drogas, uno comienza a husmear para encontrar la solución de los problemas”
Alzheimer.
En 1997, como integrante del equipo de investigaciones de la Universidad de Upsala, Henry Engler participó con otros científicos en las investigaciones de la Universidad de Pittsburg, en Pennsilvania.
En los EE.UU los investigadores consiguieron crear una sustancia que se usaba en los animales. Los estudios sobre el compuesto PiB como lo llamaban los suecos, tuvieron éxito. Monitoreada hasta llegar al cerebro, esa sustancia hizo posible detectar la proteína amiloide asociada al mal de Alzheimer.
En Suecia la Universidad de Upsala, desarrollo un examen de imágenes muy avanzado y Engler y sus colegas probaron el PiB en seres humanos.”Colocamos una pequeña cantidad de radiactividad en esa sustancia, la injertamos en el cuerpo humano y la monitoreamos hasta llegar al cerebro. Con cámaras especiales fue posible detectar la reacción del amiloide, sustancia cerebral que produce el mal y va matando las neuronas”
Se realizó el test en cinco personas sanas y nueve enfermas. Fue acertado. Por primera vez en la historia la medicina pudo mostrar la presencia del Alzheimer en las personas vivas.
Ajuste de cuentas.
Dividiendo actualmente su tiempo entre Suecia y el Utuguay, Engler regresó a su país para realizar un pequeño ajuste de cuentas. En 2008 firmó un acuerdo con el gobierno para fundar el CUDIM, levantado frente al mítico estadio Centenario. El régimen de este centro médico es privado pero depende del Estado.
“Asistimos gratuitamente a toda la población del Uruguay, porque el Estado nos ha dado esta oportunidad” afirma.
El Cudim tiene un acuerdo con las universidades de Montevideo y de Upsala. Se realizan exámenes para diagnosticar todo tipo de cáncer, además de los de neurología. El diagnóstico del Alzheimer debe hacerse temprano.”Sentí la obligación de ayudar, de volver al Uruguay que estaba muy distante de estos avances. Sentí mucha gratitud por quienes lucharon por el fin de la dictadura y por la gente de mi generación.
Engler también dirige el recientemente creado Club Latinoamericano de Imagenología Molecular, cuyo objetivo es integrar toda la red médica de la región y aspira a que sus estudios ayuden a encontrar una cura para el Alzheimer, cuyos tratamientos hasta ahora solo son paliativos.
“Continúo siendo un revolucionario, luchando ahora contra las enfermedades. El socialismo no es un fin, nunca llegaremos a experimentarlo totalmente” dice.
Y teoriza “El cerebro está formado por dos componentes esenciales, egoísmo y solidaridad. El egoísmo es necesario para la supervivencia del individuo. La solidaridad para la supervivencia de la especie. Siempre existe una lucha entre el egoísmo y la solidaridad. Y siempre va a seguir existiendo mucho egoísmo, sino el cerebro dejaría de ser cerebro. El hombre necesita controlar sus pensamientos para no dejar que el egoísmo prevalezca”
Fuente: Ecupress
Traducción Susana Merino.
Para demarcar los límites de su imaginación, Henry Engler traza un círculo que encierra y controla sus pensamientos.
Fue así en la prisión donde logró desarrollar intuitivamente su técnica, para mantenerse sano; en la vida cotidiana como en el reciente episodio de tránsito en que terminó agredido y en el trabajo de investigación médica, que lo llevó hasta las proximidades del premio Nobel de medicina, por desarrollar uno de los más importantes estudios médicos de los últimos cien años.
Ex preso político de la dictadura uruguaya durante trece años, 11 de los cuales en soledad, sufriendo alucinaciones y diagnosticado con psicosis delirante crónica, Engler presentó en el 2002, en Estocolmo, en la Conferencia Mundial contra el Alzheimer un trabajo que revolucionó los estudios sobre el cerebro.
Detectó por primera vez una proteína amiloide asociada al Alzheimer, en un hombre vivo, el paso más importante dado en esta enfermedad desde que el siquíatra alemán Alois Alzheimer (1864-1915) la detectó en la cabeza de un muerto en 1906.
“ Es claro que fui influenciado por la prisión durante mis investigaciones, ya que me dio disciplina y mucha paciencia” aclara Engler a Folha (N.de T. diario de San Pablo) en su despacho de director del Cudim (Centro uruguayo de Imagenología Molecular) fundado por él en 2008en Montevideo. “Para el investigador, lo más importante no es la inteligencia, pero sí en primer lugar la paciencia y luego la intuición. Tanto en la cárcel como en mi investigación seguí un camino intuitivo”
En la prisión.
Ex dirigente Tupamaro, la mayor organización de la izquierda armada uruguaya entre los años 1960 y 70, fue uno de los nueve referentes de la dictadura instalada en 1973. Los militares encarcelaron a nueve dirigentes y amenazaron con ejecutarlos si la organización continuaba con las acciones militares, Además de Engler formaban parte del grupo, el actual presidente de Uruguay José (Pepe) Mujica el líder fundador de los Tupamaros y Raúl Sendic.
Nacido en Paysandú en 1946, Engler era estudiante de medicina y uno de los dirigentes de la organización. Participó en acciones armadas y fue acusado por los militares de ser uno de los coautores del asesinato de Dan Anthony Mitrione, agente de la CIA ejecutado en Uruguay en 1970. Cosa que él niega. Fue encarcelado a los 24 años y al año siguiente fue confinado en una prisión solitaria adonde pasó los siguientes 11 años.
“Tenía muchos problemas con las voces. Nunca vi cosas inexistentes, pero tenía una toalla que se transformaba en una alfombra mágica llena de señales” cuenta. “Lo que era insoportable era oír voces, era muy agresivo, sentía físicamente choques eléctricos que me paraban el corazón, que me seguían torturando. Eso lo sufrí durante años”
Una de las peores alucinaciones era la comprobación de que la CIA había instalado un dispositivo en su cerebro. Cuando pensaba en sus compañeros de la lucha armada, automáticamente un dispositivo de la Agencia de Inteligencia Norteamericana captaba la identidad de los colegas que “caían (prisioneros) inmediatamente. Para él aquello era morir.
“Todo fue intuitivo. Para controlar mis pensamientos trataba de marcar un punto en la pared de la celda y lo miraba fijamente” cuenta “En poco más de un mes, pude ver lo que pasaba en mi cabeza, las imágenes que se iban formando. Hasta que hice un círculo en el que trataba de mantener esas imágenes y pensamientos siempre adentro. Seguía escuchando voces pero ahora podía controlar mi cabeza”.
Libertad.
Las alucinaciones solo terminaron en 1984, cuando salí de la soledad. Logró la libertad al año siguiente, con una ya aunque leve mejoría sicológica.
El círculo le cambio a Engler la manera de pensar. A los 65 años manifiesta que ha desarrollado la capacidad de no reaccionar inmediatamente ante nada. Engler es tranquilo, escucha al interlocutor con mucha atención y no pierde el hilo.
“Trato de ver lo que pasa en mi pensamiento y lo que está pasando en el del otro. Controlar los pensamientos cambia la forma de trabajar del cerebro, se pierde la rapidez de reaccionar irracionalmente. Siempre está atento a lo que está pensando: esto es correcto, esto no lo es. La prisión me ayudó a desarrollar parte de eso, no podía lógicamente pensar en lo que iría a sucederme. En los momentos peligrosos, cuando pensaba que me iban a matar, necesitaba mucho la intuición. El cerebro va aprendiendo a funcionar de una manera más efectiva, que no es la lógica.
En la cárcel abandoné el materialismo histórico de mis tiempos de militancia y comencé a creer en Dios, según dicen para poder sobrevivir.
Primero pensaba en el Che Guevara “que podía soportar todo, pero en otra persona que podía soportar aún más, Jesús y comencé a pensar que era bueno parecerse a Jesús “Perdónalos señor, ellos no saben lo que hacen” una expresión que despertó mi admiración. Estuve mentalmente muy alterado y me identifiqué con el Mesías, aunque después me dí cuenta de que no sería ningún mesías, ya había encontrado a Dios”
Cuando salió de la cárcel se estableció en Suecia un país que recibió a muchos exiliados latinoamericanos. Decidió volver a los estudios de medicina, pero la Universidad de Upsala no le reconoció sus antecedentes universitarios del Uruguay. De modo que volvió a comenzar la carrera a los 42 años. Debido a su edad que consideraba muy avanzada para ser cirujano, optó por seguir la carrera de investigador.
“Comencé a trabajar en la universidad en la que había científicos de primera línea. El método no era my conocido pero tuve la suerte de comprender que era muy importante para el futuro. La carrera de investigador es larga, es como el trabajo de desarrollar el olfato de los perros que buscan drogas, uno comienza a husmear para encontrar la solución de los problemas”
Alzheimer.
En 1997, como integrante del equipo de investigaciones de la Universidad de Upsala, Henry Engler participó con otros científicos en las investigaciones de la Universidad de Pittsburg, en Pennsilvania.
En los EE.UU los investigadores consiguieron crear una sustancia que se usaba en los animales. Los estudios sobre el compuesto PiB como lo llamaban los suecos, tuvieron éxito. Monitoreada hasta llegar al cerebro, esa sustancia hizo posible detectar la proteína amiloide asociada al mal de Alzheimer.
En Suecia la Universidad de Upsala, desarrollo un examen de imágenes muy avanzado y Engler y sus colegas probaron el PiB en seres humanos.”Colocamos una pequeña cantidad de radiactividad en esa sustancia, la injertamos en el cuerpo humano y la monitoreamos hasta llegar al cerebro. Con cámaras especiales fue posible detectar la reacción del amiloide, sustancia cerebral que produce el mal y va matando las neuronas”
Se realizó el test en cinco personas sanas y nueve enfermas. Fue acertado. Por primera vez en la historia la medicina pudo mostrar la presencia del Alzheimer en las personas vivas.
Ajuste de cuentas.
Dividiendo actualmente su tiempo entre Suecia y el Utuguay, Engler regresó a su país para realizar un pequeño ajuste de cuentas. En 2008 firmó un acuerdo con el gobierno para fundar el CUDIM, levantado frente al mítico estadio Centenario. El régimen de este centro médico es privado pero depende del Estado.
“Asistimos gratuitamente a toda la población del Uruguay, porque el Estado nos ha dado esta oportunidad” afirma.
El Cudim tiene un acuerdo con las universidades de Montevideo y de Upsala. Se realizan exámenes para diagnosticar todo tipo de cáncer, además de los de neurología. El diagnóstico del Alzheimer debe hacerse temprano.”Sentí la obligación de ayudar, de volver al Uruguay que estaba muy distante de estos avances. Sentí mucha gratitud por quienes lucharon por el fin de la dictadura y por la gente de mi generación.
Engler también dirige el recientemente creado Club Latinoamericano de Imagenología Molecular, cuyo objetivo es integrar toda la red médica de la región y aspira a que sus estudios ayuden a encontrar una cura para el Alzheimer, cuyos tratamientos hasta ahora solo son paliativos.
“Continúo siendo un revolucionario, luchando ahora contra las enfermedades. El socialismo no es un fin, nunca llegaremos a experimentarlo totalmente” dice.
Y teoriza “El cerebro está formado por dos componentes esenciales, egoísmo y solidaridad. El egoísmo es necesario para la supervivencia del individuo. La solidaridad para la supervivencia de la especie. Siempre existe una lucha entre el egoísmo y la solidaridad. Y siempre va a seguir existiendo mucho egoísmo, sino el cerebro dejaría de ser cerebro. El hombre necesita controlar sus pensamientos para no dejar que el egoísmo prevalezca”
Fuente: Ecupress
Traducción Susana Merino.
domingo, 15 de enero de 2012
viernes, 13 de enero de 2012
Entrelazándonos…
En el Ideario - conjunto de ideas fundamentales que caracteriza nuestra manera de pensar – expresamos, entre otros, el siguiente objetivo:
"Para ir - humilde y pacientemente – impregnando la cultura con la espiritualidad del perdón que trasciende las ideologías y los intereses sectoriales. En este sentido el perdón es una “virtud política” – según expresión de Hannah Arendt - que permite generar sociedades nuevas"
Un objetivo debe encarnarse en acciones, para lo cual nos preguntamos ¿Cómo hacer?, y vamos haciendo camino con otros, fundamentados en certezas acompañadas por criterios de flexibilidad y adaptabilidad a diferentes contextos.
70 veces 7 propone diversas metodologías que tienen un sustento pedagógico y psicológico. Pueden adaptarse a grupos específicos cuando la problemática es homogénea. Por ejemplo:
Talleres con una periodicidad semanal en los que se desarrolla cada etapa del proceso de perdonar y de pedir perdón.
Taller / Retiro, experiencial con aportes teóricos, durante un fin de semana.
Jornadas de presentación conceptual y ejercicios prácticos previos al retiro o a los talleres, para motivar a los participantes.
Estas propuestas son adaptables a las diversas etapas vitales y a distintos contextos: escuelas, parroquias, instituciones, etc. Son aplicables también a la resolución de conflictos en diversos grupos humanos, y a desarrollos de mediación.
Como seguramente observarán, lo que se pretende es gestar una cultura del perdón y la reconciliación, un sustrato social sano para las generaciones más jóvenes.
Otros grupos se ocupan de las cuestiones urgentes; nosotros queremos preparar la tierra y sembrar: es un proyecto de largo alcance, no coyuntural.
Precisamente, nuestras búsquedas nos regalaron en 2009 el encuentro con la Fundación para la Reconciliación. Desde entonces algunos de nosotros trabajamos en la difusión de las Escuelas del Perdón y la Reconciliación.
Una nota en la Revista Misiones Consolata de Setiembre-Octubre 2011, da cuenta de esta participación en la que estamos comprometidos por convicción:
Primera Reunión de los Núcleos de ES.PE.RE en la Argentina
“La calidad de la educación del futuro se medirá por su capacidad de construir convivencia y paz. La convivencia es el gran desafío de la educación de las próximas generaciones”. Leonel Narváez.
La actualidad mundial nos enfrenta con sucesos de violencia ciudadana, siendo los jóvenes sus principales protagonistas. Aún asumiendo, un alto grado de eficacia en las instituciones escolares, los alumnos sólo egresan en condiciones de incorporarse al mundo laboral, pero vemos que cuando ese espacio entra en crisis, se encuentran desprotegidos y descuidados.
Las escuelas no suelen educar para la convivencia, por lo que el desafío de las Escuelas del Perdón y la Reconciliación, ES.PE.RE, es ser eje de una nueva pedagogía del cuidado, que restaure la dignidad y el reencuentro.
La Red ES.PE.RE en Argentina, que viene desarrollando talleres de implementación de la metodología de las Escuelas de Perdón y Reconciliación en Mendoza y Córdoba, se reunieron por primera vez, con los referentes ES.PE.RE de la Ciudad de Buenos Aires, en el mes de agosto, para organizar una agenda común, con miras al III Encuentro Internacional “Pedagogía de la Reconciliación” que se realizó del 29 al 31 de Octubre en Lima, Perú.
Sin embargo, el real desafío es prepararse para implementar la pedagogía del Cuidado y la Reconciliación, en el marco de la investigación regional que capacitará más de mil docentes, y registrará los resultados de la propuesta para su correspondiente validación metodológica.
El cuidado al prójimo es una pedagogía que muchas veces el Beato Allamano enseñaba a sus misioneros, les decía ¿cómo podemos un día ejercitar como misioneros tanta caridad si ya desde ahora no nos empeñamos decididamente en esta virtud?
Vivir esta construcción como desafío y con entusiasmo constante es nuestro propósito cotidiano. Como dice una linda canción de Humberto Pegoraro:
Cuantos más hilos se trenzan más hermoso es el diseño, reflejando los colores que pintan el universo. La belleza de la trama le viene de lo complejo.
Requiere mucha paciencia hacer un tejido nuevo. Hay que ponerle coraje, bordar gozo y sufrimiento con la fuerza de tus manos, los latidos de tu pecho.
Hay que inaugurar talleres donde viva lo diverso, refugios de la esperanza, lugares de nacimiento, donde nadie quede afuera de la fiesta y el encuentro.
Remendemos los desgarros que nos va dejando el tiempo. Es hora de ir anudando y juntarse en el intento desatando aquellos nudos que nos fueron sometiendo.
No hay tarea más urgente que tejer junto a mi pueblo las redes de la justicia que nos vayan sosteniendo, hilvanando la utopía con los hilos de sus sueños.
Creemos y confiamos: “Hay que inaugurar talleres donde viva lo diverso, refugios de la esperanza, lugares de nacimiento, donde nadie quede afuera de la fiesta y el encuentro”…
Equipo 70 veces 7
"Para ir - humilde y pacientemente – impregnando la cultura con la espiritualidad del perdón que trasciende las ideologías y los intereses sectoriales. En este sentido el perdón es una “virtud política” – según expresión de Hannah Arendt - que permite generar sociedades nuevas"
Un objetivo debe encarnarse en acciones, para lo cual nos preguntamos ¿Cómo hacer?, y vamos haciendo camino con otros, fundamentados en certezas acompañadas por criterios de flexibilidad y adaptabilidad a diferentes contextos.
70 veces 7 propone diversas metodologías que tienen un sustento pedagógico y psicológico. Pueden adaptarse a grupos específicos cuando la problemática es homogénea. Por ejemplo:
Talleres con una periodicidad semanal en los que se desarrolla cada etapa del proceso de perdonar y de pedir perdón.
Taller / Retiro, experiencial con aportes teóricos, durante un fin de semana.
Jornadas de presentación conceptual y ejercicios prácticos previos al retiro o a los talleres, para motivar a los participantes.
Estas propuestas son adaptables a las diversas etapas vitales y a distintos contextos: escuelas, parroquias, instituciones, etc. Son aplicables también a la resolución de conflictos en diversos grupos humanos, y a desarrollos de mediación.
Como seguramente observarán, lo que se pretende es gestar una cultura del perdón y la reconciliación, un sustrato social sano para las generaciones más jóvenes.
Otros grupos se ocupan de las cuestiones urgentes; nosotros queremos preparar la tierra y sembrar: es un proyecto de largo alcance, no coyuntural.
Precisamente, nuestras búsquedas nos regalaron en 2009 el encuentro con la Fundación para la Reconciliación. Desde entonces algunos de nosotros trabajamos en la difusión de las Escuelas del Perdón y la Reconciliación.
Una nota en la Revista Misiones Consolata de Setiembre-Octubre 2011, da cuenta de esta participación en la que estamos comprometidos por convicción:
Primera Reunión de los Núcleos de ES.PE.RE en la Argentina
“La calidad de la educación del futuro se medirá por su capacidad de construir convivencia y paz. La convivencia es el gran desafío de la educación de las próximas generaciones”. Leonel Narváez.
La actualidad mundial nos enfrenta con sucesos de violencia ciudadana, siendo los jóvenes sus principales protagonistas. Aún asumiendo, un alto grado de eficacia en las instituciones escolares, los alumnos sólo egresan en condiciones de incorporarse al mundo laboral, pero vemos que cuando ese espacio entra en crisis, se encuentran desprotegidos y descuidados.
Las escuelas no suelen educar para la convivencia, por lo que el desafío de las Escuelas del Perdón y la Reconciliación, ES.PE.RE, es ser eje de una nueva pedagogía del cuidado, que restaure la dignidad y el reencuentro.
La Red ES.PE.RE en Argentina, que viene desarrollando talleres de implementación de la metodología de las Escuelas de Perdón y Reconciliación en Mendoza y Córdoba, se reunieron por primera vez, con los referentes ES.PE.RE de la Ciudad de Buenos Aires, en el mes de agosto, para organizar una agenda común, con miras al III Encuentro Internacional “Pedagogía de la Reconciliación” que se realizó del 29 al 31 de Octubre en Lima, Perú.
Sin embargo, el real desafío es prepararse para implementar la pedagogía del Cuidado y la Reconciliación, en el marco de la investigación regional que capacitará más de mil docentes, y registrará los resultados de la propuesta para su correspondiente validación metodológica.
El cuidado al prójimo es una pedagogía que muchas veces el Beato Allamano enseñaba a sus misioneros, les decía ¿cómo podemos un día ejercitar como misioneros tanta caridad si ya desde ahora no nos empeñamos decididamente en esta virtud?
Vivir esta construcción como desafío y con entusiasmo constante es nuestro propósito cotidiano. Como dice una linda canción de Humberto Pegoraro:
Cuantos más hilos se trenzan más hermoso es el diseño, reflejando los colores que pintan el universo. La belleza de la trama le viene de lo complejo.
Requiere mucha paciencia hacer un tejido nuevo. Hay que ponerle coraje, bordar gozo y sufrimiento con la fuerza de tus manos, los latidos de tu pecho.
Hay que inaugurar talleres donde viva lo diverso, refugios de la esperanza, lugares de nacimiento, donde nadie quede afuera de la fiesta y el encuentro.
Remendemos los desgarros que nos va dejando el tiempo. Es hora de ir anudando y juntarse en el intento desatando aquellos nudos que nos fueron sometiendo.
No hay tarea más urgente que tejer junto a mi pueblo las redes de la justicia que nos vayan sosteniendo, hilvanando la utopía con los hilos de sus sueños.
Creemos y confiamos: “Hay que inaugurar talleres donde viva lo diverso, refugios de la esperanza, lugares de nacimiento, donde nadie quede afuera de la fiesta y el encuentro”…
Equipo 70 veces 7
La presidenta de las Madres de Srebrenica sueña con la reconciliación
En la masacre de Srebrenica murieron 8300 bosnios musulmanes a manos de tropas serbiobosnias, en 1995. Esta tragedia está muy presente hoy en el pueblo bosnio, y es difícil de olvidar. Sin embargo hay quienes han perdido seres queridos y sin embargo no alimentan el resentimiento hacia los victimarios, sino que desean profundamente la paz y la amistad entre ambos pueblos.
Durante el 1º Congreso Internacional Edificar la Paz en el siglo XXI se abordará el problema de la Memoria Histórica y la transmisión de resentimientos, como uno de los obstáculos para la construcción de la paz.
Aquí tienen un buen ejemplo de esta situación, en una entrevista publicada por el diario El País de España.
"Quiero que mis nietas tengan amigas serbias" - Andrea Rizzi - 27/12/2011
El destino cargó sobre los hombros de Munira Subašic el terrible peso de la que probablemente es la peor tragedia ocurrida en suelo europeo desde 1945. Pero, admirablemente, esta mujer de 63 años parece sobrevivir a las atrocidades sufridas libre de la amargura del odio y de la sed de venganza.
Subašic perdió marido, hijo menor y otros 22 familiares en el genocidio de Srebrenica, en julio de 1995, cuando tropas serbobosnias masacraron a unos 8.300 varones bosnio-musulmanes teóricamente protegidos por los cascos azules. Un año después de la masacre, Subašic preside la asociación Madres de los Enclaves de Srebrenica y Zepa. Las Madres luchan para obtener la condena de los responsables, la identificación de los restos de sus seres queridos, para educar a los huérfanos y para que la memoria de la tragedia siga viva. Pero el hilo de palabras pronunciadas por Subašic en el pabellón acristalado del madrileño café El Espejo diseña poco a poco un cuadro en el que esos objetivos parecen casi meros instrumentos de otro, quizá, más alto: la reconciliación.
"Yo tengo dos nietas. Quiero dejarles amor, no odio", dice Subašic, casi al final de la conversación, ya terminado su cappuccino. "Quiero que vivan en un país normal, en el que la gente se respete. Quiero que tengan amigas y amigos serbios. Ortodoxos. Y católicos, judíos, romaníes... Que sepan que los seres humanos se dividen tan solo en dos categorías: buenos y malos". Parece sincera.
Esta mujer bosnia mira al interlocutor de forma notablemente fija, viste de manera sencilla y lleva en la chaqueta dos broches: una flor con 11 pétalos, que representa a los 11 genocidios que los musulmanes creen haber sufrido en la historia, y un logo con una paloma, que representa a las ONG que defienden los derechos humanos. "Diseñado por un joven serbio", aclara. Subašic se halla en Madrid para recibir el Premio de Derechos Humanos otorgado a las Madres por el Consejo General de la Abogacía Española.
La nobleza de los objetivos declarados de Subašic no excluye que estos estén envueltos en una espesa capa de escepticismo. ¿Confía en la justicia internacional? "No tenemos alternativa", responde. "Pero todavía no tenemos justicia y verdad". ¿Cree que Europa aprendió la lección? "No. Tras el Holocausto, los europeos juraron 'nunca más'. Pero en 1995 ha ocurrido algo parecido, y los cascos azules no hicieron nada. Son demasiadas las circunstancias en las que Europa no respeta a sus minorías".
Cuando las Madres eran todavía una asociación poco conocida, Subašic tuvo el atrevimiento de escribir a Bill Clinton para invitarle a la inauguración del centro para la memoria ubicado en el inmueble donde estaban acuarteladas las tropas holandesas que debían proteger a los refugiados. "Recuerdo que hubo quienes se reían cuando lo propuse. ¡Pero Clinton vino!", relata con una sonrisa. Desde entonces, la presión de las Madres ha contribuido a que se hallaran e identificaran los restos de más de 6.000 de los fallecidos. "Terminada la guerra, nadie se ocupaba de nuestra tragedia. Quince años después, hemos logrado varias cosas", dice Subašic, que es testigo protegido por la justicia internacional.
¿Ha podido volver a probar la felicidad tras lo ocurrido? "Sí. He podido y querido. Pienso en mis nietas, y lo que no quiero es transmitir odio y dolor".
Fuente: Carta de la Paz
Durante el 1º Congreso Internacional Edificar la Paz en el siglo XXI se abordará el problema de la Memoria Histórica y la transmisión de resentimientos, como uno de los obstáculos para la construcción de la paz.
Aquí tienen un buen ejemplo de esta situación, en una entrevista publicada por el diario El País de España.
"Quiero que mis nietas tengan amigas serbias" - Andrea Rizzi - 27/12/2011
El destino cargó sobre los hombros de Munira Subašic el terrible peso de la que probablemente es la peor tragedia ocurrida en suelo europeo desde 1945. Pero, admirablemente, esta mujer de 63 años parece sobrevivir a las atrocidades sufridas libre de la amargura del odio y de la sed de venganza.
Subašic perdió marido, hijo menor y otros 22 familiares en el genocidio de Srebrenica, en julio de 1995, cuando tropas serbobosnias masacraron a unos 8.300 varones bosnio-musulmanes teóricamente protegidos por los cascos azules. Un año después de la masacre, Subašic preside la asociación Madres de los Enclaves de Srebrenica y Zepa. Las Madres luchan para obtener la condena de los responsables, la identificación de los restos de sus seres queridos, para educar a los huérfanos y para que la memoria de la tragedia siga viva. Pero el hilo de palabras pronunciadas por Subašic en el pabellón acristalado del madrileño café El Espejo diseña poco a poco un cuadro en el que esos objetivos parecen casi meros instrumentos de otro, quizá, más alto: la reconciliación.
"Yo tengo dos nietas. Quiero dejarles amor, no odio", dice Subašic, casi al final de la conversación, ya terminado su cappuccino. "Quiero que vivan en un país normal, en el que la gente se respete. Quiero que tengan amigas y amigos serbios. Ortodoxos. Y católicos, judíos, romaníes... Que sepan que los seres humanos se dividen tan solo en dos categorías: buenos y malos". Parece sincera.
Esta mujer bosnia mira al interlocutor de forma notablemente fija, viste de manera sencilla y lleva en la chaqueta dos broches: una flor con 11 pétalos, que representa a los 11 genocidios que los musulmanes creen haber sufrido en la historia, y un logo con una paloma, que representa a las ONG que defienden los derechos humanos. "Diseñado por un joven serbio", aclara. Subašic se halla en Madrid para recibir el Premio de Derechos Humanos otorgado a las Madres por el Consejo General de la Abogacía Española.
La nobleza de los objetivos declarados de Subašic no excluye que estos estén envueltos en una espesa capa de escepticismo. ¿Confía en la justicia internacional? "No tenemos alternativa", responde. "Pero todavía no tenemos justicia y verdad". ¿Cree que Europa aprendió la lección? "No. Tras el Holocausto, los europeos juraron 'nunca más'. Pero en 1995 ha ocurrido algo parecido, y los cascos azules no hicieron nada. Son demasiadas las circunstancias en las que Europa no respeta a sus minorías".
Cuando las Madres eran todavía una asociación poco conocida, Subašic tuvo el atrevimiento de escribir a Bill Clinton para invitarle a la inauguración del centro para la memoria ubicado en el inmueble donde estaban acuarteladas las tropas holandesas que debían proteger a los refugiados. "Recuerdo que hubo quienes se reían cuando lo propuse. ¡Pero Clinton vino!", relata con una sonrisa. Desde entonces, la presión de las Madres ha contribuido a que se hallaran e identificaran los restos de más de 6.000 de los fallecidos. "Terminada la guerra, nadie se ocupaba de nuestra tragedia. Quince años después, hemos logrado varias cosas", dice Subašic, que es testigo protegido por la justicia internacional.
¿Ha podido volver a probar la felicidad tras lo ocurrido? "Sí. He podido y querido. Pienso en mis nietas, y lo que no quiero es transmitir odio y dolor".
Fuente: Carta de la Paz
jueves, 12 de enero de 2012
CANTO A LA ÉTICA - Gabriel Mª Otalora
Una persona cercana me dice para qué tanto escribir -y hablar- de temas éticos y del anhelado buen rollito, si lo que impera cada vez más es el vil metal y el sálvese quien pueda. Que esto de la ética y de los comportamientos humanizados son cosas que están muy bien pero son anacronismos de finales de 2011. Que la ética sirvió durante mucho tiempo y es patrimonio de la humanidad en los libros de filosofía; más o menos como una catedral gótica del pasado, cuya contemplación nos procura goces estéticos. Aceptemos pues -me decía mi interlocutor- que las posibilidades de la ética y sus comportamientos, ya no sirven para transitar por esta sociedad cainita.
Entiendo el fondo de este desencanto porque la esperanza que nos acompañaba, se ha difuminado; algunos, la han perdido; o se la han robado: es inútil, no podemos influir ni cambiar esta crisis de decadencia global. De lo que se trata ahora es de sobrevivir con fórmulas más pragmáticas.
Pero frente al abatimiento general, el verdadero “sálvese quien pueda” solo puede triunfar desde las conductas éticas, empezando con las personas cercanas en los sucesos cotidianos. Ellas nos proporcionan la oportunidad de desplegar una u otra actitud cuyos resultados, lo reconozcamos o no, van a influir no poco en ellas y en nosotros.
Ante esta crisis que todo lo desvaloriza, la ética es más necesaria que nunca por la repercusión que tienen nuestras actitudes (codicia, solidaridad, indiferencia…). Entre las buenas ideas de Sigmund Freud, nos ofreció esta: “He sido un hombre afortunado: nada en la vida me fue fácil.” Y desde ahí la pregunta subsiguiente que nos plantea su confesión: ¿cómo sacarle fruto a la adversidad, tantas veces inevitable? No de cualquier manera, desde luego.
Todo lo bueno que existe en nuestra sociedad, y que es mucho más de lo que nuestros cansados ojos del corazón quieren ver, es gracias a los millones de comportamientos éticos que están tejiendo vida, ahora mismo, con el mejor de sus capacidades y esfuerzos, mientras otros la destejen a su favor egoísta, o eso creen.
¿Por qué debemos unirnos a quienes deshacen, o comportarnos con indiferencia, ajenos a quienes trabajan por una sociedad mejor, que no destrozan los derechos consolidados y las relaciones humanas gratificantes y solidarias?
Los orígenes y resultados de la crisis saltan a la vista. Es el Modelo el que está en crisis, incapaz de sobrevivir sin echar mano de “papá Estado”.
Quien lee estas líneas también es, de alguna manera, persona cercana. Y le recuerdo que, frente a la claudicación moral, los muchos pocos son los que generan espacios de vida ética, es decir, de vida plena. Afrontar la realidad a favor de la dignidad humana no es inútil sino imprescindible para sobrevivir en esta sociedad.
La ética, además de una parcela de la sabiduría (filosofía) que enseña el buen vivir de verdad, es una praxis que se apoya en la libertad que exige responsabilidad para lograrlo: el propio interés no debe lograrse a pesar del interés de los demás.
Nuestra civilización lo viene enseñando desde los diálogos socráticos: el Gorgias busca superar el hedonismo y la ley del más fuerte; El banquete es un canto encendido al amor y a todo lo bueno. Y así sucesivamente.
Por tanto, la regla universal de hacer a los demás lo que te gustaría que te hagan, sigue siendo el axioma fundamental para no vivir como hienas. Esta regla la divulgó Confucio, la universalizó Cristo y Kant le dio naturaleza científica (“imperativo categórico”).
Incluso en el siglo XX, que fue el más cruento de la Historia, hubo grandísimos ejemplos de heroicidad y eficacia ética en medio de aberraciones como las dos Guerras Mundiales, los gulag o los lager nazis. Y ahora, inmersos en la crisis actual, con tanto poderoso deshumanizado, ¿creemos de verdad que lo mejor para atajar las consecuencias es bajar los brazos y tratar de “ser como ellos”?
Fuente: Fe adulta
Entiendo el fondo de este desencanto porque la esperanza que nos acompañaba, se ha difuminado; algunos, la han perdido; o se la han robado: es inútil, no podemos influir ni cambiar esta crisis de decadencia global. De lo que se trata ahora es de sobrevivir con fórmulas más pragmáticas.
Pero frente al abatimiento general, el verdadero “sálvese quien pueda” solo puede triunfar desde las conductas éticas, empezando con las personas cercanas en los sucesos cotidianos. Ellas nos proporcionan la oportunidad de desplegar una u otra actitud cuyos resultados, lo reconozcamos o no, van a influir no poco en ellas y en nosotros.
Ante esta crisis que todo lo desvaloriza, la ética es más necesaria que nunca por la repercusión que tienen nuestras actitudes (codicia, solidaridad, indiferencia…). Entre las buenas ideas de Sigmund Freud, nos ofreció esta: “He sido un hombre afortunado: nada en la vida me fue fácil.” Y desde ahí la pregunta subsiguiente que nos plantea su confesión: ¿cómo sacarle fruto a la adversidad, tantas veces inevitable? No de cualquier manera, desde luego.
Todo lo bueno que existe en nuestra sociedad, y que es mucho más de lo que nuestros cansados ojos del corazón quieren ver, es gracias a los millones de comportamientos éticos que están tejiendo vida, ahora mismo, con el mejor de sus capacidades y esfuerzos, mientras otros la destejen a su favor egoísta, o eso creen.
¿Por qué debemos unirnos a quienes deshacen, o comportarnos con indiferencia, ajenos a quienes trabajan por una sociedad mejor, que no destrozan los derechos consolidados y las relaciones humanas gratificantes y solidarias?
Los orígenes y resultados de la crisis saltan a la vista. Es el Modelo el que está en crisis, incapaz de sobrevivir sin echar mano de “papá Estado”.
Quien lee estas líneas también es, de alguna manera, persona cercana. Y le recuerdo que, frente a la claudicación moral, los muchos pocos son los que generan espacios de vida ética, es decir, de vida plena. Afrontar la realidad a favor de la dignidad humana no es inútil sino imprescindible para sobrevivir en esta sociedad.
La ética, además de una parcela de la sabiduría (filosofía) que enseña el buen vivir de verdad, es una praxis que se apoya en la libertad que exige responsabilidad para lograrlo: el propio interés no debe lograrse a pesar del interés de los demás.
Nuestra civilización lo viene enseñando desde los diálogos socráticos: el Gorgias busca superar el hedonismo y la ley del más fuerte; El banquete es un canto encendido al amor y a todo lo bueno. Y así sucesivamente.
Por tanto, la regla universal de hacer a los demás lo que te gustaría que te hagan, sigue siendo el axioma fundamental para no vivir como hienas. Esta regla la divulgó Confucio, la universalizó Cristo y Kant le dio naturaleza científica (“imperativo categórico”).
Incluso en el siglo XX, que fue el más cruento de la Historia, hubo grandísimos ejemplos de heroicidad y eficacia ética en medio de aberraciones como las dos Guerras Mundiales, los gulag o los lager nazis. Y ahora, inmersos en la crisis actual, con tanto poderoso deshumanizado, ¿creemos de verdad que lo mejor para atajar las consecuencias es bajar los brazos y tratar de “ser como ellos”?
Fuente: Fe adulta
martes, 10 de enero de 2012
lunes, 9 de enero de 2012
domingo, 8 de enero de 2012
viernes, 6 de enero de 2012
UN ZELOTA, DISCÍPULO DE JESÚS - Dolores Aleixandre
“No volveré a recordarlo, no hablaré más en su nombre…” (Jer 20,8).
Fueron esas palabras de Jeremías las que vinieron a mi memoria dando nombre a mis sentimientos y deseos. Eran semejantes a las que acababa de pronunciar en mi entrevista con el mejor de mis amigos:
Me he equivocado, Demetrio, eras tú quien tenía razón cuando me dijiste que cometía un error al entrar en contacto con la secta de Jesús. Y también tienen razón los que me han reprochado haberme apartado del que fue mi camino de siempre, el mismo que siguieron mis antepasados. No debería haberme alejado de la lucha violenta contra el poder opresor romano, por la que tantos de mi sangre han dado la vida.
Desciendo, en efecto, de una familia de zelotas marcada, como tantas otras en Galilea, por un talante revolucionario. Por eso la noticia de mi aproximación al grupo de seguidores del Nazareno, había caído como un rayo entre mis parientes y conocidos.
La violencia con que los romanos sofocaban cualquier intento de protesta por parte del pueblo judío, me había hecho perder la esperanza en la posibilidad de liberarnos de su yugo y me encontraba sumergido en una honda crisis personal. Estaba tan necesitado de encontrar nuevos ideales que el anuncio de Jesús, el Mesías resucitado, fue como un destello de luz en medio de mis tinieblas.
Comencé a frecuentar el grupo que presidía Mateo y fui entusiasmándome poco a poco con lo que oía sobre Jesús. Me aceptaron en el grupo de los catecúmenos que íbamos a ser bautizados en la solemne noche pascual.
Pero en el intervalo se sucedieron algunos acontecimientos que tambalearon mi decisión: mi esposa y mis hijos mayores, que desde el principio se habían mostrado reticentes a mi distanciamiento de los ideales zelotas, se oponían ahora frontalmente a la costumbre de compartir los bienes que era habitual en la comunidad.
Por otra parte, y según se iba corriendo la voz de mi cambio de conducta y de mi nueva identidad de seguidor de la doctrina del Nazareno, mis antiguos compañeros en la lucha política comenzaron a establecer un cerco de oposición en torno a mí y a tejer una sutil red en la que envolverme: me hablaban de personajes que yo admiraba y que eran contrarios a los cristianos, me comunicaban los rumores que circulaban en torno a éstos, ridiculizaban ante mí sus prácticas y hasta los insultaban y calumniaban.
Todo parecía ponerse en contra mía porque en la comunidad acabábamos de leer el relato de Mateo sobre los cuarenta días de Jesús en el desierto y me costaba trabajo aceptar aquella visión de un Jesús tentado por Satanás: yo tenía una idea demasiado elevada del Mesías como para aceptar que hubiera estado sometido a prueba. “No fueron tentaciones reales”, pensé, “sería para darnos ejemplo...”
Tampoco podía comprender el porqué de aquel rechazo radical de Jesús a todo lo que significara fama, poder o posesión. Al fin y al cabo ¿no realizó después signos que causaron admiración en el pueblo? ¿No dio de comer a aquella multitud en el desierto y curó a tantos enfermos? Y además, ¿cómo conseguiríamos sus seguidores respeto y reconocimiento a nuestro alrededor si no dábamos muestra de cierto prestigio y dignidad?
Cuando llegué a mi casa me encontré con la visita inesperada de Paltiel, sin duda enviado por el grupo de mis antiguos compañeros. Me abordó indirectamente, como quien transmite los hechos de manera neutral, a la vez que halagaba mi vanidad:
– He oído últimamente hablar mucho de ti, pero no he dado crédito a los que dicen que tu comportamiento es extraño, que tratas con gente de ínfima condición, que has olvidado el honor de tu nombre y de tus antepasados y que te han captado unos renegados que han abandonado la circuncisión, las normas de pureza y las tradiciones pero, sobre todo, son ya indiferentes a la suerte de nuestro pueblo, se distancian públicamente de los que empuñan las armas, predican la mansedumbre y anuncian a un Mesías crucificado.
Yo te conozco bien y estoy seguro de que sigues siendo tan fiel a los ideales que siempre han unido a nuestro grupo; por eso vengo a proponerte que te pongas al frente de los que continúan empeñados en conseguir la liberación de nuestro pueblo. Ya hemos tomado posiciones, tenemos buenos contactos, contamos con dinero y con armas y sólo nos falta alguien con tu nombre y tu prestigio.
Cuando se marchó, me di cuenta con asombro de que, gracias a sus palabras, estaba comenzando a comprender el significado de las tentaciones de Jesús. Según él mismo recomendaba entré en mi aposento, cerré la puerta y hablé con el Padre desde lo secreto de mi corazón. Le pedí fuerza para vencer en el combate al que estaba sometido:
“No me dejes caer en la tentación, no permitas que me arrastren la ansiedad por el prestigio y el renombre, haz que la llamada de Jesús al servicio y a la mansedumbre sean más fuertes que mi inclinación a dominar y ejercer el poder”.
Me vino a la memoria un proverbio: “El corazón del rey es como una acequia: Dios lo conduce como quiere” (Pr 21,1). Y me di cuenta de que estaba el Espíritu a la obra en mi corazón para conducir la acequia turbulenta de mis deseos por los caminos del Mesías crucificado a quien quiero seguir...
Fuente: Fe adulta
Fueron esas palabras de Jeremías las que vinieron a mi memoria dando nombre a mis sentimientos y deseos. Eran semejantes a las que acababa de pronunciar en mi entrevista con el mejor de mis amigos:
Me he equivocado, Demetrio, eras tú quien tenía razón cuando me dijiste que cometía un error al entrar en contacto con la secta de Jesús. Y también tienen razón los que me han reprochado haberme apartado del que fue mi camino de siempre, el mismo que siguieron mis antepasados. No debería haberme alejado de la lucha violenta contra el poder opresor romano, por la que tantos de mi sangre han dado la vida.
Desciendo, en efecto, de una familia de zelotas marcada, como tantas otras en Galilea, por un talante revolucionario. Por eso la noticia de mi aproximación al grupo de seguidores del Nazareno, había caído como un rayo entre mis parientes y conocidos.
La violencia con que los romanos sofocaban cualquier intento de protesta por parte del pueblo judío, me había hecho perder la esperanza en la posibilidad de liberarnos de su yugo y me encontraba sumergido en una honda crisis personal. Estaba tan necesitado de encontrar nuevos ideales que el anuncio de Jesús, el Mesías resucitado, fue como un destello de luz en medio de mis tinieblas.
Comencé a frecuentar el grupo que presidía Mateo y fui entusiasmándome poco a poco con lo que oía sobre Jesús. Me aceptaron en el grupo de los catecúmenos que íbamos a ser bautizados en la solemne noche pascual.
Pero en el intervalo se sucedieron algunos acontecimientos que tambalearon mi decisión: mi esposa y mis hijos mayores, que desde el principio se habían mostrado reticentes a mi distanciamiento de los ideales zelotas, se oponían ahora frontalmente a la costumbre de compartir los bienes que era habitual en la comunidad.
Por otra parte, y según se iba corriendo la voz de mi cambio de conducta y de mi nueva identidad de seguidor de la doctrina del Nazareno, mis antiguos compañeros en la lucha política comenzaron a establecer un cerco de oposición en torno a mí y a tejer una sutil red en la que envolverme: me hablaban de personajes que yo admiraba y que eran contrarios a los cristianos, me comunicaban los rumores que circulaban en torno a éstos, ridiculizaban ante mí sus prácticas y hasta los insultaban y calumniaban.
Todo parecía ponerse en contra mía porque en la comunidad acabábamos de leer el relato de Mateo sobre los cuarenta días de Jesús en el desierto y me costaba trabajo aceptar aquella visión de un Jesús tentado por Satanás: yo tenía una idea demasiado elevada del Mesías como para aceptar que hubiera estado sometido a prueba. “No fueron tentaciones reales”, pensé, “sería para darnos ejemplo...”
Tampoco podía comprender el porqué de aquel rechazo radical de Jesús a todo lo que significara fama, poder o posesión. Al fin y al cabo ¿no realizó después signos que causaron admiración en el pueblo? ¿No dio de comer a aquella multitud en el desierto y curó a tantos enfermos? Y además, ¿cómo conseguiríamos sus seguidores respeto y reconocimiento a nuestro alrededor si no dábamos muestra de cierto prestigio y dignidad?
Cuando llegué a mi casa me encontré con la visita inesperada de Paltiel, sin duda enviado por el grupo de mis antiguos compañeros. Me abordó indirectamente, como quien transmite los hechos de manera neutral, a la vez que halagaba mi vanidad:
– He oído últimamente hablar mucho de ti, pero no he dado crédito a los que dicen que tu comportamiento es extraño, que tratas con gente de ínfima condición, que has olvidado el honor de tu nombre y de tus antepasados y que te han captado unos renegados que han abandonado la circuncisión, las normas de pureza y las tradiciones pero, sobre todo, son ya indiferentes a la suerte de nuestro pueblo, se distancian públicamente de los que empuñan las armas, predican la mansedumbre y anuncian a un Mesías crucificado.
Yo te conozco bien y estoy seguro de que sigues siendo tan fiel a los ideales que siempre han unido a nuestro grupo; por eso vengo a proponerte que te pongas al frente de los que continúan empeñados en conseguir la liberación de nuestro pueblo. Ya hemos tomado posiciones, tenemos buenos contactos, contamos con dinero y con armas y sólo nos falta alguien con tu nombre y tu prestigio.
Cuando se marchó, me di cuenta con asombro de que, gracias a sus palabras, estaba comenzando a comprender el significado de las tentaciones de Jesús. Según él mismo recomendaba entré en mi aposento, cerré la puerta y hablé con el Padre desde lo secreto de mi corazón. Le pedí fuerza para vencer en el combate al que estaba sometido:
“No me dejes caer en la tentación, no permitas que me arrastren la ansiedad por el prestigio y el renombre, haz que la llamada de Jesús al servicio y a la mansedumbre sean más fuertes que mi inclinación a dominar y ejercer el poder”.
Me vino a la memoria un proverbio: “El corazón del rey es como una acequia: Dios lo conduce como quiere” (Pr 21,1). Y me di cuenta de que estaba el Espíritu a la obra en mi corazón para conducir la acequia turbulenta de mis deseos por los caminos del Mesías crucificado a quien quiero seguir...
Fuente: Fe adulta
jueves, 5 de enero de 2012
EN LA PIEL DEL OTRO - Eloy Roy
Si Israel se metiera un poco en la piel de los palestinos y los palestinos en la piel de los israelíes, en seguida se haría la paz.
Si las Iglesias hicieran lo mismo entre ellas, muchas murallas se vendrían abajo, y todas ellas llegarían a ser una gran fuente de inspiración para el mundo.
Si los empresarios se metieran en la piel de sus empleados y los empleados en la de sus patrones, habría menos huelgas y nadie lloraría.
Si el varón se acostumbrara a ponerse en el lugar de la mujer y la mujer en el del varón, la vida sería más linda en las casas, y así por todo el planeta.
Si simplemente nos habláramos intentando sinceramente ponernos en la piel del otro, nos comprenderíamos mejor y, quién sabe, tal vez acabaríamos amándonos.
Cada vez que uno espera que el otro dé el primer paso, se hace mal a sí mismo, y cada vez que uno se preocupa primero por ser comprendido antes que comprender, se equivoca.
Los psicólogos llaman al hecho de meterse en la piel del otro “tener empatía”.
Dios se metió en nuestra piel, y esto ha sido la Encarnación hasta el extremo de la cruz; ahora Él espera que nosotros también nos metamos en su piel hasta el extremo de amar al mundo como Él lo amó.
Los misioneros hicieron generalmente grandes cosas, muchas absolutamente magníficas, otras tristes hasta llorar. Cada vez que se equivocaron fue porque se olvidaron de meterse en la piel de los pueblos que buscaban iluminar. Hoy la misión consiste en recuperar el tiempo perdido.
(...)
Con el Samaritano que desciende de su montura, toma al herido en sus brazos y lo pone en su burro, Jesús nos enseña a no mirar al otro desde arriba, desde nuestra suficiencia, sino a descender de nuestra torre, a hacernos cercanos del otro, a alzarlo a nuestro mismo lugar y a caminar sencillamente a su lado. Lo mismo con los ateos, con personas de otras religiones y con todo el mundo.
Se buscan toda clase de espiritualidades. Ponerse en el lugar del otro, meterse en su piel, es una de ellas. Se le llama la espiritualidad de la encarnación. Ésa fue la espiritualidad de Jesús.
Fuente:Fe Adulta
Si las Iglesias hicieran lo mismo entre ellas, muchas murallas se vendrían abajo, y todas ellas llegarían a ser una gran fuente de inspiración para el mundo.
Si los empresarios se metieran en la piel de sus empleados y los empleados en la de sus patrones, habría menos huelgas y nadie lloraría.
Si el varón se acostumbrara a ponerse en el lugar de la mujer y la mujer en el del varón, la vida sería más linda en las casas, y así por todo el planeta.
Si simplemente nos habláramos intentando sinceramente ponernos en la piel del otro, nos comprenderíamos mejor y, quién sabe, tal vez acabaríamos amándonos.
Cada vez que uno espera que el otro dé el primer paso, se hace mal a sí mismo, y cada vez que uno se preocupa primero por ser comprendido antes que comprender, se equivoca.
Los psicólogos llaman al hecho de meterse en la piel del otro “tener empatía”.
Dios se metió en nuestra piel, y esto ha sido la Encarnación hasta el extremo de la cruz; ahora Él espera que nosotros también nos metamos en su piel hasta el extremo de amar al mundo como Él lo amó.
Los misioneros hicieron generalmente grandes cosas, muchas absolutamente magníficas, otras tristes hasta llorar. Cada vez que se equivocaron fue porque se olvidaron de meterse en la piel de los pueblos que buscaban iluminar. Hoy la misión consiste en recuperar el tiempo perdido.
(...)
Con el Samaritano que desciende de su montura, toma al herido en sus brazos y lo pone en su burro, Jesús nos enseña a no mirar al otro desde arriba, desde nuestra suficiencia, sino a descender de nuestra torre, a hacernos cercanos del otro, a alzarlo a nuestro mismo lugar y a caminar sencillamente a su lado. Lo mismo con los ateos, con personas de otras religiones y con todo el mundo.
Se buscan toda clase de espiritualidades. Ponerse en el lugar del otro, meterse en su piel, es una de ellas. Se le llama la espiritualidad de la encarnación. Ésa fue la espiritualidad de Jesús.
Fuente:Fe Adulta
martes, 3 de enero de 2012
lunes, 2 de enero de 2012
domingo, 1 de enero de 2012
BIZCOCHO ESPECIAL PARA EL NUEVO AÑO - MIGUEL ÁNGEL MESA
Ingredientes imprescindibles:
12 cucharadas soperas de cariño.(Ni una más ni una menos, si no, se podría cortar y os estropearía el postre)
11 cucharadas de abrazos. (Pequeñas, de café; pensar que es una por persona, de la marca “Pechito con pechito”; se ha comprobado científicamente que una cucharadita de abrazo al día, como mínimo, te da fuerza para emprender con ánimo el nuevo día)
10 gramos de amabilidad. (Es un ingrediente que endulza la vida, no engorda y nos hace sentir bien)
9 pizcas de generosidad.(Ayuda a echar una mano cuando te necesitan, a no escurrir el bulto, a descubrir que te sientes mejor al dar que al recibir)
8 cucharadas grandes de tolerancia.(Bien cumpliditas; utilizar tolerancia de marca, no de la de cumplir; ayuda a combatir los virus de la intransigencia, la obcecación y la tozudez)
7 tacitas pequeñas de diálogo.(No es algo que se encuentre con facilidad en el mercado, ni habitualmente en nuestras casas, pero le dará consistencia y buena presencia al bizcocho)
6 puñados de harina, marca “alegría”. (Imprescindible para que resulte con gracia; no quitar los posos del contento, el gozo ni de la animación: dan un sabor muy agradable)
5 puñados de semillas de esperanza. (No pasa nada si se equivoca uno y echa alguno más, siempre es mejor que sobre, que no que falte)
4 cucharaditas de convivencia. (Pero que sea de calidad; ni una más, ni una menos, lo justo, porque si no, nos empachará)
3 chupitos de orujo de hierbas, gallego, marca “simpatía”. (Al meterlo en el horno el alcohol se evapora, pero lo deja todo empapado con su sabor y quien lo prueba le encanta y pide la receta para hacerlo cada semana)
2 cucharadas cumplidas de cuidado.(También es imprescindible este ingrediente, sin él, el bizcocho se echará a perder, pero no echar más de la cuenta, porque se puede estropear por exceso de agobio)
1 dedito de perdón.(Puede ser a lo ancho o a lo largo, según se necesite; vital para que el bizcocho se pueda comer en cordialidad y placer, sin el perdón se agriará y no se podrá degustar en común)
Mezclarlo todo con salero y añadir un buen chorro de humor (que lo endulza bastante y deja un muy buen sabor de boca).
Espolvorear con generosidad amor glasé, que le dará una presencia deliciosa y añadir chocolate puro de ternura.
¡Ah! y adornarlo con unas guindas de sinceridad, color rojo-pasión.
Hornearlo a fuego lento, para que no se queme y adquiera la consistencia deseada, así os durará bastante. Quienes lo prueban repiten y se les queda un regusto de felicidad.
Fuente: ECLESALIA
12 cucharadas soperas de cariño.(Ni una más ni una menos, si no, se podría cortar y os estropearía el postre)
11 cucharadas de abrazos. (Pequeñas, de café; pensar que es una por persona, de la marca “Pechito con pechito”; se ha comprobado científicamente que una cucharadita de abrazo al día, como mínimo, te da fuerza para emprender con ánimo el nuevo día)
10 gramos de amabilidad. (Es un ingrediente que endulza la vida, no engorda y nos hace sentir bien)
9 pizcas de generosidad.(Ayuda a echar una mano cuando te necesitan, a no escurrir el bulto, a descubrir que te sientes mejor al dar que al recibir)
8 cucharadas grandes de tolerancia.(Bien cumpliditas; utilizar tolerancia de marca, no de la de cumplir; ayuda a combatir los virus de la intransigencia, la obcecación y la tozudez)
7 tacitas pequeñas de diálogo.(No es algo que se encuentre con facilidad en el mercado, ni habitualmente en nuestras casas, pero le dará consistencia y buena presencia al bizcocho)
6 puñados de harina, marca “alegría”. (Imprescindible para que resulte con gracia; no quitar los posos del contento, el gozo ni de la animación: dan un sabor muy agradable)
5 puñados de semillas de esperanza. (No pasa nada si se equivoca uno y echa alguno más, siempre es mejor que sobre, que no que falte)
4 cucharaditas de convivencia. (Pero que sea de calidad; ni una más, ni una menos, lo justo, porque si no, nos empachará)
3 chupitos de orujo de hierbas, gallego, marca “simpatía”. (Al meterlo en el horno el alcohol se evapora, pero lo deja todo empapado con su sabor y quien lo prueba le encanta y pide la receta para hacerlo cada semana)
2 cucharadas cumplidas de cuidado.(También es imprescindible este ingrediente, sin él, el bizcocho se echará a perder, pero no echar más de la cuenta, porque se puede estropear por exceso de agobio)
1 dedito de perdón.(Puede ser a lo ancho o a lo largo, según se necesite; vital para que el bizcocho se pueda comer en cordialidad y placer, sin el perdón se agriará y no se podrá degustar en común)
Mezclarlo todo con salero y añadir un buen chorro de humor (que lo endulza bastante y deja un muy buen sabor de boca).
Espolvorear con generosidad amor glasé, que le dará una presencia deliciosa y añadir chocolate puro de ternura.
¡Ah! y adornarlo con unas guindas de sinceridad, color rojo-pasión.
Hornearlo a fuego lento, para que no se queme y adquiera la consistencia deseada, así os durará bastante. Quienes lo prueban repiten y se les queda un regusto de felicidad.
Fuente: ECLESALIA
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