sábado, 31 de marzo de 2012
lunes, 26 de marzo de 2012
INVITACIÓN
Estimados amigos y amigas:
Los saludamos cordialmente y de forma especial queremos invitarlos a participar en un
Taller del perdón
El perdón no pertenece exclusivamente al ámbito de las religiones: es un valor humano
Es el resultado de un aprendizaje en el que se despliegan todas las facultades: voluntad, afectividad, inteligencia, capacidad de juicio, imaginación...
Perdonar, pedir perdón, perdonarse: son procesos en los que se transitan etapas.
Está dirigido a:
• Todos aquellos interesados en lograr una mejor calidad de vida en el ámbito de las relaciones interpersonales.
• Educadores – Mediadores – Coordinadores / animadores / líderes de grupos de diversa índole; etc.
Nuestros objetivos:
• Brindar un espacio fundamentalmente experiencial, con aproximaciones paulatinas y respetuosas a nuestras prácticas relacionales: ejercicio de la libertad, formas de comunicación, reacciones emocionales y conductas ante conflictos, narrativas de las ofensas, perspectivas restauradoras.
• Impulsar la vivencia de una antropología integrada: unidad cuerpo – psiquis – espíritu – en relación con otros. “Todo lo que acontece en nuestra vida, en cualquier nivel de nuestra persona acontece en nuestro cuerpo y éste guarda memoria de ello”
• Ofrecer algunos elementos teóricos para la formación de personas capaces de llevar la experiencia a sus propios ambientes y trabajar por la cultura de la resolución pacifica de los conflictos. Entendemos el perdón no solo como un valor característico de las religiones, sino como una “virtud política” – según expresión de Hannah Arendt - que permite generar sociedades nuevas.
Quienes conformamos el equipo coordinador de esta propuesta provenimos de diferentes ámbitos profesionales y hemos recibido juntos la formación conceptual y metodológica - en el campo específico del perdón y la reconciliación - que brinda la Fundación para la Reconciliación con sede en Bogotá, Colombia. La conjunción de nuestras diversidades, y lo adquirido en la práctica y reflexión en común, nos ha permitido nuestra propia recreación que deseamos proponerles.
El Taller se realizará:
• desde el viernes 11 de mayo a las 18 hasta el domingo 13 de mayo a las 18
• en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Quedamos a disposición de ustedes para inscribir, atender consultas, dudas, sugerencias, situaciones particulares. ¡No duden en hacerlo!
Los saludamos afectuosamente
Equipo Escuelas del Perdón y la Reconciliación (Es.Pe.Re.) Buenos Aires, Argentina
Para comunicarse
esperebsas@gmail.com
nos.70veces7@gmail.com
nosotros.70veces7@gmail.com
Los saludamos cordialmente y de forma especial queremos invitarlos a participar en un
Taller del perdón
El perdón no pertenece exclusivamente al ámbito de las religiones: es un valor humano
Es el resultado de un aprendizaje en el que se despliegan todas las facultades: voluntad, afectividad, inteligencia, capacidad de juicio, imaginación...
Perdonar, pedir perdón, perdonarse: son procesos en los que se transitan etapas.
Está dirigido a:
• Todos aquellos interesados en lograr una mejor calidad de vida en el ámbito de las relaciones interpersonales.
• Educadores – Mediadores – Coordinadores / animadores / líderes de grupos de diversa índole; etc.
Nuestros objetivos:
• Brindar un espacio fundamentalmente experiencial, con aproximaciones paulatinas y respetuosas a nuestras prácticas relacionales: ejercicio de la libertad, formas de comunicación, reacciones emocionales y conductas ante conflictos, narrativas de las ofensas, perspectivas restauradoras.
• Impulsar la vivencia de una antropología integrada: unidad cuerpo – psiquis – espíritu – en relación con otros. “Todo lo que acontece en nuestra vida, en cualquier nivel de nuestra persona acontece en nuestro cuerpo y éste guarda memoria de ello”
• Ofrecer algunos elementos teóricos para la formación de personas capaces de llevar la experiencia a sus propios ambientes y trabajar por la cultura de la resolución pacifica de los conflictos. Entendemos el perdón no solo como un valor característico de las religiones, sino como una “virtud política” – según expresión de Hannah Arendt - que permite generar sociedades nuevas.
Quienes conformamos el equipo coordinador de esta propuesta provenimos de diferentes ámbitos profesionales y hemos recibido juntos la formación conceptual y metodológica - en el campo específico del perdón y la reconciliación - que brinda la Fundación para la Reconciliación con sede en Bogotá, Colombia. La conjunción de nuestras diversidades, y lo adquirido en la práctica y reflexión en común, nos ha permitido nuestra propia recreación que deseamos proponerles.
El Taller se realizará:
• desde el viernes 11 de mayo a las 18 hasta el domingo 13 de mayo a las 18
• en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Quedamos a disposición de ustedes para inscribir, atender consultas, dudas, sugerencias, situaciones particulares. ¡No duden en hacerlo!
Los saludamos afectuosamente
Equipo Escuelas del Perdón y la Reconciliación (Es.Pe.Re.) Buenos Aires, Argentina
Para comunicarse
esperebsas@gmail.com
nos.70veces7@gmail.com
nosotros.70veces7@gmail.com
domingo, 25 de marzo de 2012
Construir la paz
"Para lograr la paz del mundo no basta con los tratados que establecen los políticos o la cooperación económica que crean los líderes corporativos. La paz verdadera y perdurable se alcanzará únicamente mediante el establecimiento de lazos de confianza entre las personas en el nivel más profundo, en lo más recóndito de la propia vida.”
Daisaku Ikeda
http://www.daisakuikeda.org
Daisaku Ikeda
http://www.daisakuikeda.org
La pesadilla de Toulouse - Enrique Valiente Noailles
Llegó a su fin la pesadilla de Toulouse, pero como en toda pesadilla, los momentos posteriores son de pesadumbre. Nadie puede digerir el hecho de que un hombre entre en un colegio y elija a sangre fría a tres chicos para asesinar. No hay manera de metabolizar esto, y por eso sobreviene la frustración de que el asesino haya muerto, porque uno hubiera querido que enfrente la justicia humana, no la promesa de una justicia divina. Morir es salir demasiado fácil de la situación, como lo grafica su saltar por la ventana. Si "el que a hierro mata a hierro muere", suena una equivalencia justa para quien perpetra los actos, no es ni por asomo justo para quien los ha padecido. El saldo es el gusto amargo de la injusticia y de lo que no podrá ser saldado, ya que la muerte no es un precio suficiente para quien ejecutó a esos tres chicos judíos, además de sus previas víctimas. Este hombre debería haber enfrentado un juicio, sumado al otro infierno, uno imagina, que es una conciencia condenada a pensar por el resto de su vida en lo que ha hecho.
En verdad, cómo y por qué se puede matar de esa manera es algo que no puede imaginarse, pero es algo que nos interpela y nos desafía cada vez como especie. Estamos ante el tipo de cuestiones que a uno le hacen pensar si la humanidad, a pesar de su fábula del progreso, abandonó alguna vez el estadio de Caín y Abel, ese relato simbólico de la aniquilación del otro. Efectivamente, como si no hubiera transcurrido tiempo ninguno, se trata de una repetición de aquel gesto de asesinato que, esencialmente, es el asesinato de la inocencia. Al igual que en aquella historia, la inocencia despierta odio, despierta la envidia hacia quien habita en un mundo que no conoce aún la condena ni el resentimiento.
Pero hay que tener en cuenta que todos los fanatismos redentores que plagan el mundo, incluyendo los de origen religioso, provienen de un asesinato de la inocencia muy previo aún, que es el asesinato de la inocencia del mundo. Por lo general, las ideologías propias de las persecuciones raciales y matanzas de este tipo suponen un modelo de acusación y de desprecio de la existencia, que lleva naturalmente a una receta sustitutiva para hacer, de éste, un mundo "mejor". Se trata de depurar al mundo de aquello que se ha encontrado como contaminante. Así, toda voluntad de limpieza étnica se encuentra enraizada, en su fase más oculta, en una limpieza ontológica previa. De estas amenazas sólo se sale promoviendo un tipo de hombre más reflexivo, no castigando penalmente la consulta de webs que defiendan el terrorismo. Esta forma primaria de encarar el problema no neutraliza, sino que apenas posterga la proclividad de ciertas conciencias a adoptar la semilla de la violencia. Acaso la estrategia necesaria sea educar de una manera mucho más pensante, que permita comprender por qué no puede matarse niños judíos para vengar niños palestinos, ni tampoco su inversa. Y que permita comprender que cuando se suprime a otro se suprime también lo propio, llamándolo con otro nombre
Fuente: La Nación
En verdad, cómo y por qué se puede matar de esa manera es algo que no puede imaginarse, pero es algo que nos interpela y nos desafía cada vez como especie. Estamos ante el tipo de cuestiones que a uno le hacen pensar si la humanidad, a pesar de su fábula del progreso, abandonó alguna vez el estadio de Caín y Abel, ese relato simbólico de la aniquilación del otro. Efectivamente, como si no hubiera transcurrido tiempo ninguno, se trata de una repetición de aquel gesto de asesinato que, esencialmente, es el asesinato de la inocencia. Al igual que en aquella historia, la inocencia despierta odio, despierta la envidia hacia quien habita en un mundo que no conoce aún la condena ni el resentimiento.
Pero hay que tener en cuenta que todos los fanatismos redentores que plagan el mundo, incluyendo los de origen religioso, provienen de un asesinato de la inocencia muy previo aún, que es el asesinato de la inocencia del mundo. Por lo general, las ideologías propias de las persecuciones raciales y matanzas de este tipo suponen un modelo de acusación y de desprecio de la existencia, que lleva naturalmente a una receta sustitutiva para hacer, de éste, un mundo "mejor". Se trata de depurar al mundo de aquello que se ha encontrado como contaminante. Así, toda voluntad de limpieza étnica se encuentra enraizada, en su fase más oculta, en una limpieza ontológica previa. De estas amenazas sólo se sale promoviendo un tipo de hombre más reflexivo, no castigando penalmente la consulta de webs que defiendan el terrorismo. Esta forma primaria de encarar el problema no neutraliza, sino que apenas posterga la proclividad de ciertas conciencias a adoptar la semilla de la violencia. Acaso la estrategia necesaria sea educar de una manera mucho más pensante, que permita comprender por qué no puede matarse niños judíos para vengar niños palestinos, ni tampoco su inversa. Y que permita comprender que cuando se suprime a otro se suprime también lo propio, llamándolo con otro nombre
Fuente: La Nación
sábado, 24 de marzo de 2012
Que nunca más se repita - por Redacción de La Voz
Se recuerda hoy el 36° aniversario del más sangriento golpe militar contra las instituciones de la República, el que a su vez dio paso a la página más aberrante de las violaciones a los derechos humanos por parte de las Fuerzas Armadas. Nadie puede olvidar y justificar las atrocidades cometidas a partir de esa trágica fecha en la historia argentina, más allá del desorden que existía en las instituciones y la falta de voluntad de la clase política para encontrar una salida a la crisis en que se encontraba el gobierno de María Estela Martínez de Perón.
La institución del Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia debe servir, precisamente, para plantear ante las nuevas generaciones los graves hechos cometidos por el terrorismo de Estado. Nunca más debe repetirse la secuencia de secuestros, torturas y muertes perpetrada por las Fuerzas Armadas y los aparatos de seguridad del Estado en contra de quienes pensaban distinto y querían un país con más igualdad y mejor distribución de la riqueza.
No hay autocrítica por parte de quienes fueron protagonistas de esos condenables momentos, como lo prueban las recientes confesiones del ex teniente general Jorge Rafael Videla a un medio español, en las cuales tuvo la osadía de no sólo reivindicar lo actuado, sino también de declararse un “preso político”. Desde el histórico juicio a las Juntas Militares hasta los procesos más recientes, Videla y sus adláteres tuvieron todas las garantías que jamás otorgaron a las víctimas de sus crímenes. Lo de “preso político” es otra injusticia para quienes realmente lo fueron.
Esto es parte de la memoria y de la lucha por la justicia que deben conocer las jóvenes generaciones. Pero también deben conocer que, salvo pocas excepciones, ninguno de los grupos armados que enfrentó a las Fuerzas Armadas ha realizado una autocrítica completa de los actos violentos previos al golpe de 1976. Por caso, las familias de Oberdan Sallustro y José Ignacio Rucci, sólo para tomar dos asesinatos paradigmáticos cometidos por los ex grupos guerrilleros Ejército Revolucionario del Pueblo y Montoneros, respectivamente, aún esperan palabras de consuelo y autocrítica.
No se trata de comparar ni adjudicar similares niveles de responsabilidad. Que quede claro: el terrorismo de Estado no debe repetirse. El Día de la Memoria debe servir para reflexionar sobre los graves episodios de violencia que no sólo abrieron la puerta a un proceso sistemático de violación de los derechos humanos por parte del Estado, sino también a un proyecto económico-social que excluía a millones de argentinos.
Sin embargo, es el mismo Estado el que debe ofrecer una mirada más abarcadora de los hechos de esa década trágica, para esclarecerlos en sus causas y consecuencias. Y para que nunca más la violencia sea el modo de resolver las diferencias entre los argentinos.
Fuente: La Voz del Interior, Córdoba, Argentina
La institución del Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia debe servir, precisamente, para plantear ante las nuevas generaciones los graves hechos cometidos por el terrorismo de Estado. Nunca más debe repetirse la secuencia de secuestros, torturas y muertes perpetrada por las Fuerzas Armadas y los aparatos de seguridad del Estado en contra de quienes pensaban distinto y querían un país con más igualdad y mejor distribución de la riqueza.
No hay autocrítica por parte de quienes fueron protagonistas de esos condenables momentos, como lo prueban las recientes confesiones del ex teniente general Jorge Rafael Videla a un medio español, en las cuales tuvo la osadía de no sólo reivindicar lo actuado, sino también de declararse un “preso político”. Desde el histórico juicio a las Juntas Militares hasta los procesos más recientes, Videla y sus adláteres tuvieron todas las garantías que jamás otorgaron a las víctimas de sus crímenes. Lo de “preso político” es otra injusticia para quienes realmente lo fueron.
Esto es parte de la memoria y de la lucha por la justicia que deben conocer las jóvenes generaciones. Pero también deben conocer que, salvo pocas excepciones, ninguno de los grupos armados que enfrentó a las Fuerzas Armadas ha realizado una autocrítica completa de los actos violentos previos al golpe de 1976. Por caso, las familias de Oberdan Sallustro y José Ignacio Rucci, sólo para tomar dos asesinatos paradigmáticos cometidos por los ex grupos guerrilleros Ejército Revolucionario del Pueblo y Montoneros, respectivamente, aún esperan palabras de consuelo y autocrítica.
No se trata de comparar ni adjudicar similares niveles de responsabilidad. Que quede claro: el terrorismo de Estado no debe repetirse. El Día de la Memoria debe servir para reflexionar sobre los graves episodios de violencia que no sólo abrieron la puerta a un proceso sistemático de violación de los derechos humanos por parte del Estado, sino también a un proyecto económico-social que excluía a millones de argentinos.
Sin embargo, es el mismo Estado el que debe ofrecer una mirada más abarcadora de los hechos de esa década trágica, para esclarecerlos en sus causas y consecuencias. Y para que nunca más la violencia sea el modo de resolver las diferencias entre los argentinos.
Fuente: La Voz del Interior, Córdoba, Argentina
Romero, verde esperanza
“Unidad quiere decir pluralidad, pero respeto de todos al pensamiento de otros, y entre todos crear una unidad que es mucho más rica que mi sólo pensamiento.” Monseñor Romero (Homilía 29 de mayo de 1977, I-II p. 75).
viernes, 23 de marzo de 2012
SAN ROMERO de AMÉRICA - XXXII ANIVERSARIO DEL MARTIRIO DE NUESTRO PROFETA Y PASTOR
HOMILÍA: A LAS MADRES POR SUS HIJOS DESAPARECIDOS - 1 de Diciembre de 1977
Queridos hermanos sacerdotes que concelebran esta Eucaristía para implorar la misericordia de Dios y el consuelo de tantos corazones, queridos fieles que en esta ocasión se solidarizan con las angustias de estas familias y con el misterio de la iniquidad que hace desaparecer gente de la sociedad:
Las tres lecturas que se han hecho han sido escogidas para esta circunstancia. La primera es el ejemplo heroico de aquella madre de 7 hijos, que en tiempo de los Macabeos fue llevada con sus 7 retoños para ofrecerlos en holocausto ante un tirano que pedía adoración, como si fuera un ídolo, pero que la madre y los valientes hijos, hasta el más chiquito, se enfrentaron para defender el derecho de Dios y decirle al autor de aquel crimen que ellos entregaban con gusto la vida, ante el Dios que les había dado la existencia, con la seguridad de que ese Dios les devolvería la vida a todos aquellos que la entregan sin miedo en defensa de sus divinos derechos. Y así murieron los 7, confesando la primacía de Dios, la rebeldía ante los hombres, cuando quieren atropellar los derechos de Dios y de las imágenes de Dios que son los hombres.
La segunda lectura es del apóstol San Pablo, ese cristiano valiente que siente, como hombre, la debilidad humana, pero que siente por dentro la fuerza de la fe, de la esperanza que Dios da a quien confía en Él. El espíritu nos anima nuestra debilidad. Y dice esta hermosa frase que yo quisiera que las madres de familia de estos seres por quienes estamos orando hoy la grabaran como un lema de su vida: "A los que aman a Dios, todas las cosas les sirven para su bien. No hay desgracia, no hay catástrofes, no hay dolores por más inauditos que sean, que cuando se sufren con amor a Dios, no se conviertan en corona de gloria y de esperanza"
Y la tercera lectura que nos presenta a la que yo quisiera que fuera el modelo de estas madres afligidas: María, con su hijo presentándolo en el templo y oyendo de un profeta el destino sangriento de aquel hijo: "Este está puesto para señal de contradicción. Por su causa, una espada traspasará tu alma". Yo siento que estas madres son madres dolorosas con el corazón traspasado. Pero aquí hemos querido tener también en esta ceremonia a la Virgen María, precisamente en el misterio de la Presentación.
Esta imagencita que después de la Misa van a venerar con cariño las madres y todos ustedes, queridos fieles, es la primera imagen de María que llegó a nuestra Patria; se venera como una gran reliquia que estaba en la iglesia de San José y ahora será venerada en una nueva parroquia, pero es el tesoro más grande, no precisamente la imagen, sino la confianza en esa madre que le puede decir a todas las madres que sufren que nadie ha sufrido como ella, porque ninguna de ustedes, madres, ha llevado durante toda su vida una profecía como la llevó María, desde que su niño se acunaba en sus brazos. Ninguna de ustedes, madres, ha oído en los albores de la vida de sus niños a un profeta que les anunciaba el fin desgraciado, sangriento, de sus hijos, porque si una madre como María oye en la infancia de su niño que va a morir trágicamente y que por él su corazón de madre será traspasado por una espada, hermanos, toda la vida de esa madre es calvario y es sufrimiento.
María, pues, es el modelo de las madres que sufren, porque ninguna madre ha llevado durante toda su vida la espada de la incertidumbre, esperando la hora en que la tragedia se hizo tan dura realidad en el Calvario. Entonces, yo creo que esta misa que estamos ofreciendo con un sentido netamente religioso, nadie le vaya a dar a esta misa un sentido de profanación. No hemos venido, como se nos ha acusado en tantas campañas calumniosas, a celebrar una misa-mitin. Este es un sarcasmo, querer unir esas dos palabras. Ir a misa no es mitin por naturaleza, la misa es plegaria, la misa es santidad de oración, la misa es sacrificio de Cristo que se aplica a una intención concreta. En este caso la Misa es el dolor de Cristo, en el calvario, junto con María su madre bendita, que se hace signo, redención, para el dolor de estas madres y estas familias.PRESENCIA-DENUNCIA
Yo quiero ver en la presencia de estas familias que sufren estos tres gestos de las tres lecturas; el primero es el heroísmo de aquella madre del tiempo de los macabeos. Una denuncia valiente, la presencia de aquella mujer frente al tirano era una denuncia. Su misma presencia de madre exhortando a sus hijos a morir antes que traicionar su devoción a Dios es una presencia que está clamando contra todos aquellos que quieren arrebatar los derechos de Dios y constituirse dioses de la tierra, señores de la vida de los hombres. Nadie como una madre puede comprender lo que vale un hombre, cuando ese hombre, sobre todo, es su propio hijo: "¿por qué me lo torturan? ¿por qué me lo desaparecen?". Y la presencia de una madre que llora a un desaparecido, es una presencia-denuncia; es una presencia que clama al cielo; es una presencia que reclama a gritos la presencia de su hijo desaparecido.
Como María al pie de la cruz, toda madre que sufre el atropello de su hijo es una denuncia. María, madre dolorosa, frente al poder de Poncio Pilatos que le ha matado injustamente a su hijo, es el grito de la justicia, del amor, de la paz, de lo que Dios quiere, frente a lo que Dios no quiere, frente al atropello, frente a lo que no debe ser.
Esto es lo que significa esta presencia, hermanos, y esto no es política, esto es la voz de la justicia, esto es la voz del amor, esto es el grito que la Iglesia recoge de tantas esposas, madres, hogares desamparados, para decir: "esto no debe ser, que vuelvan esos hijos donde los reclama el derecho de Dios, la ley del Señor". Es el grito contra el pecado. Y esto es lo que está haciendo la Iglesia, gritando contra el pecado que se entroniza en la historia, en la vida de la Patria para decir que no reine el demonio, que no reine el odio, que no reine la violencia, el temor terror; que reine el amor, que reine la paz de los hogares, que vuelva a la tranquilidad lo que ha sido causa de intranquilidad.
Y en segundo lugar, queridos hermanos, la segunda lectura de San Pablo a los Romanos, les decía a estas madres queridas que sufren, sea el lema de su vida y yo quisiera, hermanos, porque cuando la Iglesia toma ese tono de denuncia, no es con resentimiento, sino desde el Evangelio clama para que se conviertan los pecadores. Yo tengo la conciencia muy tranquila de que jamás he incitado a la violencia. Todos esos campos pagados y esas calumnias y esas voces de radio gritando contra el obispo revolucionario son calumnias porque mi voz no se ha manchado nunca con un grito de resentimiento ni de rencor. Grito fuerte contra la injusticia pero para decirle a los injustos: CONVIÉRTANSE. Grito en nombre del dolor, pero que sufren la injusticia, pero para decirle a los criminales: CONVIÉRTANSE, no sean malos
Es ésta la voz de San Pablo también hoy para el que busca a Dios, para el que ama a Dios, todas las cosas cooperan para el bien. Queridas madres, no se vayan a dejar seducir ustedes por la voz de la violencia. No dejen que se anide en el corazón de ustedes la serpiente del rencor, que no hay desgracia más grande que la de un corazón rencoroso, ni siquiera contra los que torturaron a sus hijos, ni siquiera contra las manos criminales que los tienen desaparecidos. No odien. Oigan a San Pablo y a Dios que les dice en esta mañana que si hay amor a Dios en el corazón, todas esas injusticias se convertirán en bien para ustedes.
En esta hora, hermanos, en que la liberación es tomada por muchas voces de hombres, la Iglesia también grita liberación pero no en el tono de odio ni de venganza ni de lucha de clases, porque eso no construye. Estamos de acuerdo en que debe de haber una lucha contra el terror, no debe de implantarse el terror en nuestra patria. Pero un terror no se quita con otro terror. Una mala voluntad no se mata con otra mala voluntad. El odio no siembra nada bueno. Por eso, la Iglesia está de acuerdo en las campañas contra el terror, con tal que se siembre esa campaña con amor, que busque la conversión de los malos; que castigue a los rebeldes, cualquiera que sea, aunque sea la mano armada, tiene que ser juzgada si ha cometido un crimen, y tiene que reclamársele castigo contra aquel que ha hecho el mal y no se convierte hacia el bien.
Pero desde el punto de vista cristiano, la voz de la Iglesia les dice a los oprimidos, a los que sufren, a los torturados, a los desaparecidos, a los muertos criminalmente, a las madres que sufren, a los hogares, a los marginados, a los que sufren injusticia, a todos ellos les dice estas palabras: Amen a Dios. Amen a Dios, que al que ama a Dios hasta esas opresiones se convierten en bien. Miren a Cristo crucificado, la figura del oprimido más grande, la del hombre que sufre la injusticia más criminal de la tierra, la del inocente que muere en una cruz y mira a su propia madre hundida en el dolor de una injusticia y desde allí clama: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen". Y desde su dolor, injustamente sufrido, se convierte en el Redentor de los hombres.
Hermanos, en esta hora Cristo Redentor necesita dolor humano, necesita el dolor de esas santas madres que sufren, necesita la angustia de esas prisiones donde hay torturas. Dichosos los escogidos para continuar en la tierra la gran injusticia de Cristo que sigue salvando al mundo. Convirtámosla en redención. Esta hora, para mí, hermanos, es una hora bendita, porque yo estoy como inyectando el dolor de esas madres a la vida de la Iglesia. Este ofertorio que va a seguir ahora, en que el pan y el vino representan la prisión, la angustia, el dolor de tantos meses sin saber de sus hijos, se va a convertir en el dolor de Cristo en el calvario, en nuestro altar. Y yo les aseguro que este día, ese dolor santo de tantos hogares que sufren orfandad injusta es también dolor que alimenta, que inyecta de vida, de amor de Dios, a esta Iglesia que está predicando esperanza, que está predicando que no nos desesperemos, que tendrán que venir los días de la justicia, los días en que Dios triunfa sobre la iniquidad humana, la iniquidad infernal de los ho
Y por eso, hermanos, la tercera lectura, y donde el profeta le dice a María: "Vas a ser víctima de una injusticia, vas a sufrir mucho, pero este niño será la salvación del mundo". Aquí está el secreto, hermanos, el dolor es inútil cuando se sufre sin Cristo pero cuando el dolor humano continúa el dolor de Cristo es dolor que sigue salvando al mundo, es dolor como el de María: sereno, lleno de esperanza. Aún cuando todos desesperaban en la hora en que Cristo moría en la cruz, María, serena, espera la hora de la resurrección. María, hermanos, es el símbolo del pueblo que sufre opresión, injusticia, porque es el dolor sereno que espera la hora de la resurrección, es el dolor cristiano, el de la Iglesia que no está de acuerdo con las injusticias actuales, pero sin resentimientos, esperando la hora en que el Resucitado volverá para darnos la redención que esperamos.
Hermanos, la Iglesia no es ilusa, la Iglesia espera con seguridad la hora de la redención. Esos desaparecidos aparecerán. Ese dolor de estas madres se convertirá en Pascua. La angustia de este pueblo que no sabe para dónde va, en medio de tanta angustia, será pascua de resurrección si nos unimos a Cristo y esperamos de Él. Los hombres no podemos construir la liberación de nuestra tierra. Los salvadoreños con nuestras propias fuerzas humanas somos incapaces de salvar a nuestra patria, pero si la esperamos de Cristo el Redentor, sí, y ésta es la esperanza de la Iglesia. Por eso predico, hermanos, mucha fe en Jesucristo, mucha fe en Cristo que murió para pagar todas las injusticias y resucitó para sepultar en su tumba toda la maldad y volverse redención de todos los que sufrieron y se hace esperanza y vida eterna.
Bendita sea esta hora en que, junto a las madres afligidas, la Madre Iglesia quiere sembrar en el corazón de sus hijos la esperanza, la tranquilidad, la serenidad. Esta es la voz de la Iglesia, hermanos. Yo no soy pesimista y le pido a todos los hijos de la Iglesia que no sean pesimistas, que sean optimistas, pero que pongan ese optimismo en Cristo, el único que nos puede salvar, en Nuestro Divino Salvador y en su madre bendita, que, junto con Él, son los protagonistas de la redención del mundo y serán, sin duda, la redención, la alegría que retorna a los hogares y a los corazones afligidos
Vamos a celebrar, pues, esta Misa con este tono de optimismo, de serenidad, de fe. Nada de resentimientos ni de rencores, amar a Dios con todo el corazón, aún cuando nos esté sucediendo lo peor de la historia, amarlo, porque los que aman a Dios todas las cosas cooperan en bien. Y Cristo, el amor que se hace víctima en el altar, va a darnos una vez más en esta mañana, en esta Misa de la Divina Providencia, ofrecida por intenciones tan santas como son las de las madres cariñosas que lloran a sus hijos desaparecidos, la de los hogares huérfanos, de tantas víctimas de la injusticia actual. Y junto con esas víctimas santas, también, porque el dolor santifica, aunque sea un criminal, no es derecho darle tortura. Santifica el dolor, acerca a Dios, acerquémonos, hermanos, por más pecadores que nos sintamos a la víctima divina del Calvario que se hace presente en nuestro altar, para pedirle que su sangre caiga como lluvia de bendición y de consuelo sobre tantas necesidades de nuestra Patria. Ahora nos ponemos de pie para hacer una oración según las intenciones de este momento y una madre de familia es la que va a expresar esta plegaria:
Vengo a suplicarte llena de fe ante Vos, a pediros tengáis misericordia de nuestra hija Lil Milagro y aceptes recobre su libertad lo más pronto posible. Así también te pido por todos los demás reos políticos. ¡Dios de Amor, Virgen Clementísima, oye nuestra plegaria! Roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.
Queridos hermanos sacerdotes que concelebran esta Eucaristía para implorar la misericordia de Dios y el consuelo de tantos corazones, queridos fieles que en esta ocasión se solidarizan con las angustias de estas familias y con el misterio de la iniquidad que hace desaparecer gente de la sociedad:
Las tres lecturas que se han hecho han sido escogidas para esta circunstancia. La primera es el ejemplo heroico de aquella madre de 7 hijos, que en tiempo de los Macabeos fue llevada con sus 7 retoños para ofrecerlos en holocausto ante un tirano que pedía adoración, como si fuera un ídolo, pero que la madre y los valientes hijos, hasta el más chiquito, se enfrentaron para defender el derecho de Dios y decirle al autor de aquel crimen que ellos entregaban con gusto la vida, ante el Dios que les había dado la existencia, con la seguridad de que ese Dios les devolvería la vida a todos aquellos que la entregan sin miedo en defensa de sus divinos derechos. Y así murieron los 7, confesando la primacía de Dios, la rebeldía ante los hombres, cuando quieren atropellar los derechos de Dios y de las imágenes de Dios que son los hombres.
La segunda lectura es del apóstol San Pablo, ese cristiano valiente que siente, como hombre, la debilidad humana, pero que siente por dentro la fuerza de la fe, de la esperanza que Dios da a quien confía en Él. El espíritu nos anima nuestra debilidad. Y dice esta hermosa frase que yo quisiera que las madres de familia de estos seres por quienes estamos orando hoy la grabaran como un lema de su vida: "A los que aman a Dios, todas las cosas les sirven para su bien. No hay desgracia, no hay catástrofes, no hay dolores por más inauditos que sean, que cuando se sufren con amor a Dios, no se conviertan en corona de gloria y de esperanza"
Y la tercera lectura que nos presenta a la que yo quisiera que fuera el modelo de estas madres afligidas: María, con su hijo presentándolo en el templo y oyendo de un profeta el destino sangriento de aquel hijo: "Este está puesto para señal de contradicción. Por su causa, una espada traspasará tu alma". Yo siento que estas madres son madres dolorosas con el corazón traspasado. Pero aquí hemos querido tener también en esta ceremonia a la Virgen María, precisamente en el misterio de la Presentación.
Esta imagencita que después de la Misa van a venerar con cariño las madres y todos ustedes, queridos fieles, es la primera imagen de María que llegó a nuestra Patria; se venera como una gran reliquia que estaba en la iglesia de San José y ahora será venerada en una nueva parroquia, pero es el tesoro más grande, no precisamente la imagen, sino la confianza en esa madre que le puede decir a todas las madres que sufren que nadie ha sufrido como ella, porque ninguna de ustedes, madres, ha llevado durante toda su vida una profecía como la llevó María, desde que su niño se acunaba en sus brazos. Ninguna de ustedes, madres, ha oído en los albores de la vida de sus niños a un profeta que les anunciaba el fin desgraciado, sangriento, de sus hijos, porque si una madre como María oye en la infancia de su niño que va a morir trágicamente y que por él su corazón de madre será traspasado por una espada, hermanos, toda la vida de esa madre es calvario y es sufrimiento.
María, pues, es el modelo de las madres que sufren, porque ninguna madre ha llevado durante toda su vida la espada de la incertidumbre, esperando la hora en que la tragedia se hizo tan dura realidad en el Calvario. Entonces, yo creo que esta misa que estamos ofreciendo con un sentido netamente religioso, nadie le vaya a dar a esta misa un sentido de profanación. No hemos venido, como se nos ha acusado en tantas campañas calumniosas, a celebrar una misa-mitin. Este es un sarcasmo, querer unir esas dos palabras. Ir a misa no es mitin por naturaleza, la misa es plegaria, la misa es santidad de oración, la misa es sacrificio de Cristo que se aplica a una intención concreta. En este caso la Misa es el dolor de Cristo, en el calvario, junto con María su madre bendita, que se hace signo, redención, para el dolor de estas madres y estas familias.PRESENCIA-DENUNCIA
Yo quiero ver en la presencia de estas familias que sufren estos tres gestos de las tres lecturas; el primero es el heroísmo de aquella madre del tiempo de los macabeos. Una denuncia valiente, la presencia de aquella mujer frente al tirano era una denuncia. Su misma presencia de madre exhortando a sus hijos a morir antes que traicionar su devoción a Dios es una presencia que está clamando contra todos aquellos que quieren arrebatar los derechos de Dios y constituirse dioses de la tierra, señores de la vida de los hombres. Nadie como una madre puede comprender lo que vale un hombre, cuando ese hombre, sobre todo, es su propio hijo: "¿por qué me lo torturan? ¿por qué me lo desaparecen?". Y la presencia de una madre que llora a un desaparecido, es una presencia-denuncia; es una presencia que clama al cielo; es una presencia que reclama a gritos la presencia de su hijo desaparecido.
Como María al pie de la cruz, toda madre que sufre el atropello de su hijo es una denuncia. María, madre dolorosa, frente al poder de Poncio Pilatos que le ha matado injustamente a su hijo, es el grito de la justicia, del amor, de la paz, de lo que Dios quiere, frente a lo que Dios no quiere, frente al atropello, frente a lo que no debe ser.
Esto es lo que significa esta presencia, hermanos, y esto no es política, esto es la voz de la justicia, esto es la voz del amor, esto es el grito que la Iglesia recoge de tantas esposas, madres, hogares desamparados, para decir: "esto no debe ser, que vuelvan esos hijos donde los reclama el derecho de Dios, la ley del Señor". Es el grito contra el pecado. Y esto es lo que está haciendo la Iglesia, gritando contra el pecado que se entroniza en la historia, en la vida de la Patria para decir que no reine el demonio, que no reine el odio, que no reine la violencia, el temor terror; que reine el amor, que reine la paz de los hogares, que vuelva a la tranquilidad lo que ha sido causa de intranquilidad.
Y en segundo lugar, queridos hermanos, la segunda lectura de San Pablo a los Romanos, les decía a estas madres queridas que sufren, sea el lema de su vida y yo quisiera, hermanos, porque cuando la Iglesia toma ese tono de denuncia, no es con resentimiento, sino desde el Evangelio clama para que se conviertan los pecadores. Yo tengo la conciencia muy tranquila de que jamás he incitado a la violencia. Todos esos campos pagados y esas calumnias y esas voces de radio gritando contra el obispo revolucionario son calumnias porque mi voz no se ha manchado nunca con un grito de resentimiento ni de rencor. Grito fuerte contra la injusticia pero para decirle a los injustos: CONVIÉRTANSE. Grito en nombre del dolor, pero que sufren la injusticia, pero para decirle a los criminales: CONVIÉRTANSE, no sean malos
Es ésta la voz de San Pablo también hoy para el que busca a Dios, para el que ama a Dios, todas las cosas cooperan para el bien. Queridas madres, no se vayan a dejar seducir ustedes por la voz de la violencia. No dejen que se anide en el corazón de ustedes la serpiente del rencor, que no hay desgracia más grande que la de un corazón rencoroso, ni siquiera contra los que torturaron a sus hijos, ni siquiera contra las manos criminales que los tienen desaparecidos. No odien. Oigan a San Pablo y a Dios que les dice en esta mañana que si hay amor a Dios en el corazón, todas esas injusticias se convertirán en bien para ustedes.
En esta hora, hermanos, en que la liberación es tomada por muchas voces de hombres, la Iglesia también grita liberación pero no en el tono de odio ni de venganza ni de lucha de clases, porque eso no construye. Estamos de acuerdo en que debe de haber una lucha contra el terror, no debe de implantarse el terror en nuestra patria. Pero un terror no se quita con otro terror. Una mala voluntad no se mata con otra mala voluntad. El odio no siembra nada bueno. Por eso, la Iglesia está de acuerdo en las campañas contra el terror, con tal que se siembre esa campaña con amor, que busque la conversión de los malos; que castigue a los rebeldes, cualquiera que sea, aunque sea la mano armada, tiene que ser juzgada si ha cometido un crimen, y tiene que reclamársele castigo contra aquel que ha hecho el mal y no se convierte hacia el bien.
Pero desde el punto de vista cristiano, la voz de la Iglesia les dice a los oprimidos, a los que sufren, a los torturados, a los desaparecidos, a los muertos criminalmente, a las madres que sufren, a los hogares, a los marginados, a los que sufren injusticia, a todos ellos les dice estas palabras: Amen a Dios. Amen a Dios, que al que ama a Dios hasta esas opresiones se convierten en bien. Miren a Cristo crucificado, la figura del oprimido más grande, la del hombre que sufre la injusticia más criminal de la tierra, la del inocente que muere en una cruz y mira a su propia madre hundida en el dolor de una injusticia y desde allí clama: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen". Y desde su dolor, injustamente sufrido, se convierte en el Redentor de los hombres.
Hermanos, en esta hora Cristo Redentor necesita dolor humano, necesita el dolor de esas santas madres que sufren, necesita la angustia de esas prisiones donde hay torturas. Dichosos los escogidos para continuar en la tierra la gran injusticia de Cristo que sigue salvando al mundo. Convirtámosla en redención. Esta hora, para mí, hermanos, es una hora bendita, porque yo estoy como inyectando el dolor de esas madres a la vida de la Iglesia. Este ofertorio que va a seguir ahora, en que el pan y el vino representan la prisión, la angustia, el dolor de tantos meses sin saber de sus hijos, se va a convertir en el dolor de Cristo en el calvario, en nuestro altar. Y yo les aseguro que este día, ese dolor santo de tantos hogares que sufren orfandad injusta es también dolor que alimenta, que inyecta de vida, de amor de Dios, a esta Iglesia que está predicando esperanza, que está predicando que no nos desesperemos, que tendrán que venir los días de la justicia, los días en que Dios triunfa sobre la iniquidad humana, la iniquidad infernal de los ho
Y por eso, hermanos, la tercera lectura, y donde el profeta le dice a María: "Vas a ser víctima de una injusticia, vas a sufrir mucho, pero este niño será la salvación del mundo". Aquí está el secreto, hermanos, el dolor es inútil cuando se sufre sin Cristo pero cuando el dolor humano continúa el dolor de Cristo es dolor que sigue salvando al mundo, es dolor como el de María: sereno, lleno de esperanza. Aún cuando todos desesperaban en la hora en que Cristo moría en la cruz, María, serena, espera la hora de la resurrección. María, hermanos, es el símbolo del pueblo que sufre opresión, injusticia, porque es el dolor sereno que espera la hora de la resurrección, es el dolor cristiano, el de la Iglesia que no está de acuerdo con las injusticias actuales, pero sin resentimientos, esperando la hora en que el Resucitado volverá para darnos la redención que esperamos.
Hermanos, la Iglesia no es ilusa, la Iglesia espera con seguridad la hora de la redención. Esos desaparecidos aparecerán. Ese dolor de estas madres se convertirá en Pascua. La angustia de este pueblo que no sabe para dónde va, en medio de tanta angustia, será pascua de resurrección si nos unimos a Cristo y esperamos de Él. Los hombres no podemos construir la liberación de nuestra tierra. Los salvadoreños con nuestras propias fuerzas humanas somos incapaces de salvar a nuestra patria, pero si la esperamos de Cristo el Redentor, sí, y ésta es la esperanza de la Iglesia. Por eso predico, hermanos, mucha fe en Jesucristo, mucha fe en Cristo que murió para pagar todas las injusticias y resucitó para sepultar en su tumba toda la maldad y volverse redención de todos los que sufrieron y se hace esperanza y vida eterna.
Bendita sea esta hora en que, junto a las madres afligidas, la Madre Iglesia quiere sembrar en el corazón de sus hijos la esperanza, la tranquilidad, la serenidad. Esta es la voz de la Iglesia, hermanos. Yo no soy pesimista y le pido a todos los hijos de la Iglesia que no sean pesimistas, que sean optimistas, pero que pongan ese optimismo en Cristo, el único que nos puede salvar, en Nuestro Divino Salvador y en su madre bendita, que, junto con Él, son los protagonistas de la redención del mundo y serán, sin duda, la redención, la alegría que retorna a los hogares y a los corazones afligidos
Vamos a celebrar, pues, esta Misa con este tono de optimismo, de serenidad, de fe. Nada de resentimientos ni de rencores, amar a Dios con todo el corazón, aún cuando nos esté sucediendo lo peor de la historia, amarlo, porque los que aman a Dios todas las cosas cooperan en bien. Y Cristo, el amor que se hace víctima en el altar, va a darnos una vez más en esta mañana, en esta Misa de la Divina Providencia, ofrecida por intenciones tan santas como son las de las madres cariñosas que lloran a sus hijos desaparecidos, la de los hogares huérfanos, de tantas víctimas de la injusticia actual. Y junto con esas víctimas santas, también, porque el dolor santifica, aunque sea un criminal, no es derecho darle tortura. Santifica el dolor, acerca a Dios, acerquémonos, hermanos, por más pecadores que nos sintamos a la víctima divina del Calvario que se hace presente en nuestro altar, para pedirle que su sangre caiga como lluvia de bendición y de consuelo sobre tantas necesidades de nuestra Patria. Ahora nos ponemos de pie para hacer una oración según las intenciones de este momento y una madre de familia es la que va a expresar esta plegaria:
Vengo a suplicarte llena de fe ante Vos, a pediros tengáis misericordia de nuestra hija Lil Milagro y aceptes recobre su libertad lo más pronto posible. Así también te pido por todos los demás reos políticos. ¡Dios de Amor, Virgen Clementísima, oye nuestra plegaria! Roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.
miércoles, 21 de marzo de 2012
SÍ, HAY PENAS Y MUCHOS OLVIDOS
Publicado en 70veces7.info
-I PARTE-
Creo que en Argentina hay todavía muchas penas y demasiados olvidos. El escritor Osvaldo Soriano escribió un libro que ningún argentino debería dejar de leer: “No habrá más penas ni olvido”, frase tomada del tango de Gardel y Le Pera: “Mi Buenos Aires querido”.
Las penas y los olvidos no son fantasmas. Son llevados en las mentes y en los cuerpos por personas concretas de carne y hueso. Hoy seguimos cargando, a 36 años del último golpe militar, muchas penas y tantos olvidos que no nos permiten crecer como personas y como sociedad.
En estos días ha llegado a mis manos un documento editado por Cristianisme i Justicia y propiciado por la fundación ALBOAN (es una ONG promovida por la Compañía de Jesús en Eukadi) titulado “LA RECONCILIACIÓN. Más allá de la Justicia”, el cual he leído con profundo respeto y diría que casi en un clima de oración por las palabras escritas.
Se inicia el escrito con el testimonio de Carmen Hernández, viuda de Jesús María Pedrosa, concejal del PP en Durango y asesinado por ETA el 4 de junio de 2000. Carmen va narrando desde que su marido le comunicó que iba a presentarse como candidato a Concejal, el inicio de su labor luego de ser elegido, las amenazas que comenzaron a sufrir y el comportamiento de vecinos, amigos y conocidos a medida que dichas amenazas iba aumentando hasta que se concretizaron en el atentado que acabó con la vida de su esposo.
Dice hacia el final de su exposición: “Es muy difícil perdonar (sobre todo sin que te lo pidan), pero me es necesario hacerlo. El perdón no es una obligación, no es el olvido, no es una expresión de superioridad moral ni es una renuncia al derecho. El perdón es un acto liberador. Perdonar es ir más allá de la justicia. Esforzarnos en plantear el perdón, en proponerlo y hablar de él es invitar a ser cada vez más persona. La reconciliación me parece bastante increíble.Yo opino que siempre hay que tender una mano e intentar ayudar. Pero, ¿cómo hacer comprender lo fundamental a personas que odian? Por ejemplo, que el derecho a la vida es el primer punto a tener en cuenta dentro del respeto a los Derechos Humanos”.
Sigue diciendo Carmen: “Creo que es difícil avanzar mientras la violencia persiste, pero también creo que hay que ahondar esfuerzos y seguir. Pienso que los grupos sociales, colectivos, etc. Tienen que seguir trabajando sin desfallecer. Todos tienen mucho que aportar.”
Ella que es víctima de la violencia irracional insiste en que “las víctimas o colectivos de víctimas tienen un papel importante en el proceso de reconciliación, ya que de alguna manera son protagonistas en esta historia, aunque hoy día las cosas estén crispadas”. Culminando con un ruego que nos debe hacer reflexionar: “A mí, particularmente, me gustaría que esta pesadilla terminara y que las personas pudiésemos convivir en paz y libertad, dentro de la pluralidad que hoy en día se da en este país, ya que pienso que lejos de distanciarnos debería enriquecernos”.
Ante el testimonio ofrecido, cada uno de los presentes fueron expresando sus reacciones a lo escuchado:
“Surge en mí un silencio respetuoso por lo que se estaba transmitiendo y una sensación profunda de tocar tierra sagrada ante la que me queda descalzarme y contemplar con mucha reverencia” (Juanjo Etxceberria)
“No sólo en que Mari Carmen ha visto romperse su familia. También influyen los obstáculos para el perdón que se ponen a una persona que ha sido víctima del terrorismo: se siente a contra-corriente de lo que se pide de ella, es decir, que no perdone, que sólo acepte una reconciliación en términos de victoria-derrota. Si las directrices políticas son de confrontación, entonces los altavoces mediáticos serán ofrecidos a las víctimas que prefirieron dejarse levar por el odio, se les llamará valientes, luchadores, en cambio quienes verdaderamente mantienen una lucha interna contra el odio, serán llamados ambiguos, tibios, poco comprometidos”. (Borja Agirre)
Dice Miguel González: “no he podido evitar acordarme del llamamiento que suele hacer Jon Sobrino a los habitantes del mundo rico: despierten ya de su sueño profundo de inhumanidad. ¿Por qué estamos impermeabilizados a un sufrimiento tan cercano? ¿Qué anestesias –ideológicas, culturales, mediáticas…- nos mantienen en un universo indoloro? ¿Qué orejeras nos impiden desviar nuestra mirada hacia algunos rincones oscuros de nuestra realidad transidos de dolor y también de solidaridad y esperanza?
El teólogo José Arregi expresa: “Vayamos de funeral en funeral y de tregua en trampa hasta que alguna generación menos estúpida que la nuestra diga adiós a las armas y se siente a una mesa” y sigue “Mari Carmen, tú eres la alternativa a tanta reivindicación intolerante, a tanta inconsciencia instalada, a tanto autoritarismo intransigente, a tanta estupidez designo opuesto. Tuy dolor y tu paz nos indican el camino.
Tú nos haces sentir como realidad palpable las intuiciones y las ideas más bellas que nos ocupan en nuestro seminario de ALBOAN:
• que la reconciliación es posible y que empieza por las víctimas;
• que la reconciliación requiere un perdón y que perdona no significa olvidar sino curar la memoria en la víctima y que gracias a ello también en el victimario;
• que la reconciliación es un don de Dios, pero que nos viene siempre a través de quienes se sienten acompañados y consolados y sanados poro Dios en todas sus heridas”.
Aquí sobre la mesa del encuentro dejo estas palabras que nos pueden ayudar a pensar y reflexionar en la situación de Argentina y de tantos otros países que han sufrido atentados, muertes, desapariciones y que buscan superar esas situaciones dolorosas, sanar sus heridas y recomponer el tejido social dañado.
Para la segunda entrega dejamos las interesantes y profundas reflexiones que nos aportan como síntesis todos los integrantes del seminario.
Pietro Bruno.
-I PARTE-
Creo que en Argentina hay todavía muchas penas y demasiados olvidos. El escritor Osvaldo Soriano escribió un libro que ningún argentino debería dejar de leer: “No habrá más penas ni olvido”, frase tomada del tango de Gardel y Le Pera: “Mi Buenos Aires querido”.
Las penas y los olvidos no son fantasmas. Son llevados en las mentes y en los cuerpos por personas concretas de carne y hueso. Hoy seguimos cargando, a 36 años del último golpe militar, muchas penas y tantos olvidos que no nos permiten crecer como personas y como sociedad.
En estos días ha llegado a mis manos un documento editado por Cristianisme i Justicia y propiciado por la fundación ALBOAN (es una ONG promovida por la Compañía de Jesús en Eukadi) titulado “LA RECONCILIACIÓN. Más allá de la Justicia”, el cual he leído con profundo respeto y diría que casi en un clima de oración por las palabras escritas.
Se inicia el escrito con el testimonio de Carmen Hernández, viuda de Jesús María Pedrosa, concejal del PP en Durango y asesinado por ETA el 4 de junio de 2000. Carmen va narrando desde que su marido le comunicó que iba a presentarse como candidato a Concejal, el inicio de su labor luego de ser elegido, las amenazas que comenzaron a sufrir y el comportamiento de vecinos, amigos y conocidos a medida que dichas amenazas iba aumentando hasta que se concretizaron en el atentado que acabó con la vida de su esposo.
Dice hacia el final de su exposición: “Es muy difícil perdonar (sobre todo sin que te lo pidan), pero me es necesario hacerlo. El perdón no es una obligación, no es el olvido, no es una expresión de superioridad moral ni es una renuncia al derecho. El perdón es un acto liberador. Perdonar es ir más allá de la justicia. Esforzarnos en plantear el perdón, en proponerlo y hablar de él es invitar a ser cada vez más persona. La reconciliación me parece bastante increíble.Yo opino que siempre hay que tender una mano e intentar ayudar. Pero, ¿cómo hacer comprender lo fundamental a personas que odian? Por ejemplo, que el derecho a la vida es el primer punto a tener en cuenta dentro del respeto a los Derechos Humanos”.
Sigue diciendo Carmen: “Creo que es difícil avanzar mientras la violencia persiste, pero también creo que hay que ahondar esfuerzos y seguir. Pienso que los grupos sociales, colectivos, etc. Tienen que seguir trabajando sin desfallecer. Todos tienen mucho que aportar.”
Ella que es víctima de la violencia irracional insiste en que “las víctimas o colectivos de víctimas tienen un papel importante en el proceso de reconciliación, ya que de alguna manera son protagonistas en esta historia, aunque hoy día las cosas estén crispadas”. Culminando con un ruego que nos debe hacer reflexionar: “A mí, particularmente, me gustaría que esta pesadilla terminara y que las personas pudiésemos convivir en paz y libertad, dentro de la pluralidad que hoy en día se da en este país, ya que pienso que lejos de distanciarnos debería enriquecernos”.
Ante el testimonio ofrecido, cada uno de los presentes fueron expresando sus reacciones a lo escuchado:
“Surge en mí un silencio respetuoso por lo que se estaba transmitiendo y una sensación profunda de tocar tierra sagrada ante la que me queda descalzarme y contemplar con mucha reverencia” (Juanjo Etxceberria)
“No sólo en que Mari Carmen ha visto romperse su familia. También influyen los obstáculos para el perdón que se ponen a una persona que ha sido víctima del terrorismo: se siente a contra-corriente de lo que se pide de ella, es decir, que no perdone, que sólo acepte una reconciliación en términos de victoria-derrota. Si las directrices políticas son de confrontación, entonces los altavoces mediáticos serán ofrecidos a las víctimas que prefirieron dejarse levar por el odio, se les llamará valientes, luchadores, en cambio quienes verdaderamente mantienen una lucha interna contra el odio, serán llamados ambiguos, tibios, poco comprometidos”. (Borja Agirre)
Dice Miguel González: “no he podido evitar acordarme del llamamiento que suele hacer Jon Sobrino a los habitantes del mundo rico: despierten ya de su sueño profundo de inhumanidad. ¿Por qué estamos impermeabilizados a un sufrimiento tan cercano? ¿Qué anestesias –ideológicas, culturales, mediáticas…- nos mantienen en un universo indoloro? ¿Qué orejeras nos impiden desviar nuestra mirada hacia algunos rincones oscuros de nuestra realidad transidos de dolor y también de solidaridad y esperanza?
El teólogo José Arregi expresa: “Vayamos de funeral en funeral y de tregua en trampa hasta que alguna generación menos estúpida que la nuestra diga adiós a las armas y se siente a una mesa” y sigue “Mari Carmen, tú eres la alternativa a tanta reivindicación intolerante, a tanta inconsciencia instalada, a tanto autoritarismo intransigente, a tanta estupidez designo opuesto. Tuy dolor y tu paz nos indican el camino.
Tú nos haces sentir como realidad palpable las intuiciones y las ideas más bellas que nos ocupan en nuestro seminario de ALBOAN:
• que la reconciliación es posible y que empieza por las víctimas;
• que la reconciliación requiere un perdón y que perdona no significa olvidar sino curar la memoria en la víctima y que gracias a ello también en el victimario;
• que la reconciliación es un don de Dios, pero que nos viene siempre a través de quienes se sienten acompañados y consolados y sanados poro Dios en todas sus heridas”.
Aquí sobre la mesa del encuentro dejo estas palabras que nos pueden ayudar a pensar y reflexionar en la situación de Argentina y de tantos otros países que han sufrido atentados, muertes, desapariciones y que buscan superar esas situaciones dolorosas, sanar sus heridas y recomponer el tejido social dañado.
Para la segunda entrega dejamos las interesantes y profundas reflexiones que nos aportan como síntesis todos los integrantes del seminario.
Pietro Bruno.
Para traer la reconciliación.
Efesios 2, 11-22: Libre acceso al Padre
Así que, recordad cómo en otro tiempo vosotros, los gentiles según la carne, llamados incircuncisos por la que se llama circuncisión - por una operación practicada en la carne-, estábais a la sazón lejos de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel y extraños a las alianzas de la Promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Mas ahora, en Cristo Jesús, vosotros, los que en otro tiempo estabais lejos, habéis llegado a estar cerca por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad, anulando en su carne la Ley de los mandamientos con sus preceptos, para crear en sí mismo, de los dos, un solo Hombre Nuevo, haciendo la paz, y reconciliar con Dios a ambos en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí mismo muerte a la Enemistad. Vino a anunciar la paz: paz a vosotros que estabais lejos, y paz a los que estaban cerca. Pues por él, unos y otros tenemos libre acceso al Padre en un mismo Espíritu. Así pues, ya no sois extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios, edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo, en quien toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo santo en el Señor, en quien también vosotros estáis siendo juntamente edificados, hasta ser morada de Dios en el Espíritu. (Efesios 2, 11-22)
El autor de la Carta a los Efesios quiere describir la relación totalmente nueva que se establece entre nosotros tras la muerte y resurrección de Jesús. Para ello, utiliza muchos términos propios de la esfera política de la sociedad griega -extranjeros, residentes, conciudadanos, libre acceso, cimientos. Estos términos técnicos, que más bien parecen propios de un decreto ministerial para regular la obtención de visados, adquieren una connotación particularmente original al usarse para describir el vínculo entre los creyentes y Cristo y entre los diferentes creyentes. Sin duda, el uso de un vocabulario político no es accidental. El autor quiere hablar de una nueva manera de estar en el mundo, una nueva pertenencia, una “ciudadanía” que es más fundamental incluso que la que aparece en nuestro pasaporte.
Este cambio radical de identidad nació a los pies de la cruz, donde Cristo “dio muerte a la enemistad”. Lo que nos mantenía alejados de Dios, nuestras faltas, se quedan tras la cruz. Dios se interpone entre nosotros y nuestra propia violencia. Al aceptar morir por amor y entrar en la vida de eternidad, Jesús elimina la barrera final, la que había entre nosotros y Dios.
Al mismo tiempo, la vulnerabilidad del Hijo es capaz de “dar muerte a la enemistad”, eliminando la distancia entre las personas, particularmente entre el pueblo elegido y los demás. En la vida entregada de Jesús, todos nos convertimos en miembros los unos de los otros. En el fondo, la cruz juega el mismo papel que la constitución en un Estado: provee el aglutinante necesario para una identidad común.
Así, puede constituirse el nuevo cuerpo. Somos “conciudadanos de los santos”. De ahora en adelante, lo que nos defina será que recibimos algo del esplendor de Dios, de su poder, de su absoluto, puesto que tenemos libre acceso a él. En política, sólo los poderosos tienen acceso a aquellos que detentan el poder. El poder atrae al poder. En esta nueva ciudadanía, tenemos acceso al “poder” por medio del acontecimiento que expresa de la forma más extrema la pobreza y sencillez de Dios: la cruz.
Entendemos ahora que ya no hay distancia geográfica: “ paz a vosotros que estabais lejos, y paz a los que estaban cerca”. En este nuevo Estado, sin fronteras, todo “está bien trabado y se eleva” para traer la reconciliación.
Ante las identidades que predominan en nuestra sociedad, basadas en el conflicto, - ¿qué podemos hacer para mostrar que otro tipo de “ciudadanía” es posible?
“Dar muerte a la enemistad”:
- ¿cómo entiendo esta expresión?
- ¿Qué me inspira respecto a mi relación con los demás?
Fuente: Boletín de Taizé.
Así que, recordad cómo en otro tiempo vosotros, los gentiles según la carne, llamados incircuncisos por la que se llama circuncisión - por una operación practicada en la carne-, estábais a la sazón lejos de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel y extraños a las alianzas de la Promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Mas ahora, en Cristo Jesús, vosotros, los que en otro tiempo estabais lejos, habéis llegado a estar cerca por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad, anulando en su carne la Ley de los mandamientos con sus preceptos, para crear en sí mismo, de los dos, un solo Hombre Nuevo, haciendo la paz, y reconciliar con Dios a ambos en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí mismo muerte a la Enemistad. Vino a anunciar la paz: paz a vosotros que estabais lejos, y paz a los que estaban cerca. Pues por él, unos y otros tenemos libre acceso al Padre en un mismo Espíritu. Así pues, ya no sois extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios, edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo, en quien toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo santo en el Señor, en quien también vosotros estáis siendo juntamente edificados, hasta ser morada de Dios en el Espíritu. (Efesios 2, 11-22)
El autor de la Carta a los Efesios quiere describir la relación totalmente nueva que se establece entre nosotros tras la muerte y resurrección de Jesús. Para ello, utiliza muchos términos propios de la esfera política de la sociedad griega -extranjeros, residentes, conciudadanos, libre acceso, cimientos. Estos términos técnicos, que más bien parecen propios de un decreto ministerial para regular la obtención de visados, adquieren una connotación particularmente original al usarse para describir el vínculo entre los creyentes y Cristo y entre los diferentes creyentes. Sin duda, el uso de un vocabulario político no es accidental. El autor quiere hablar de una nueva manera de estar en el mundo, una nueva pertenencia, una “ciudadanía” que es más fundamental incluso que la que aparece en nuestro pasaporte.
Este cambio radical de identidad nació a los pies de la cruz, donde Cristo “dio muerte a la enemistad”. Lo que nos mantenía alejados de Dios, nuestras faltas, se quedan tras la cruz. Dios se interpone entre nosotros y nuestra propia violencia. Al aceptar morir por amor y entrar en la vida de eternidad, Jesús elimina la barrera final, la que había entre nosotros y Dios.
Al mismo tiempo, la vulnerabilidad del Hijo es capaz de “dar muerte a la enemistad”, eliminando la distancia entre las personas, particularmente entre el pueblo elegido y los demás. En la vida entregada de Jesús, todos nos convertimos en miembros los unos de los otros. En el fondo, la cruz juega el mismo papel que la constitución en un Estado: provee el aglutinante necesario para una identidad común.
Así, puede constituirse el nuevo cuerpo. Somos “conciudadanos de los santos”. De ahora en adelante, lo que nos defina será que recibimos algo del esplendor de Dios, de su poder, de su absoluto, puesto que tenemos libre acceso a él. En política, sólo los poderosos tienen acceso a aquellos que detentan el poder. El poder atrae al poder. En esta nueva ciudadanía, tenemos acceso al “poder” por medio del acontecimiento que expresa de la forma más extrema la pobreza y sencillez de Dios: la cruz.
Entendemos ahora que ya no hay distancia geográfica: “ paz a vosotros que estabais lejos, y paz a los que estaban cerca”. En este nuevo Estado, sin fronteras, todo “está bien trabado y se eleva” para traer la reconciliación.
Ante las identidades que predominan en nuestra sociedad, basadas en el conflicto, - ¿qué podemos hacer para mostrar que otro tipo de “ciudadanía” es posible?
“Dar muerte a la enemistad”:
- ¿cómo entiendo esta expresión?
- ¿Qué me inspira respecto a mi relación con los demás?
Fuente: Boletín de Taizé.
lunes, 19 de marzo de 2012
viernes, 16 de marzo de 2012
Vivir perdonando - José Antonio Pagola
Los discípulos le han oído a Jesús decir cosas increíbles sobre el amor a los enemigos, la oración al Padre por los que nos persiguen, el perdón a quien nos hace daño. Seguramente les parece un mensaje extraordinario pero poco realista y muy problemático.
Pedro se acerca ahora a Jesús con un planteamiento más práctico y concreto que les permita, al menos, resolver los problemas que surgen entre ellos: recelos, envidias, enfrentamientos, conflictos y rencillas. ¿Cómo tienen que actuar en aquella familia de seguidores que caminan tras sus pasos. En concreto: «Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar?».
Antes que Jesús le responda, el impetuoso Pedro se le adelanta a hacerle su propia sugerencia: «¿Hasta siete veces?». Su propuesta es de una generosidad muy superior al clima justiciero que se respira en la sociedad judía. Va más allá incluso de lo que se practica entre los rabinos y los grupos esenios que hablan como máximo de perdonar hasta cuatro veces.
Sin embargo Pedro se sigue moviendo en el plano de la casuística judía donde se prescribe el perdón como arreglo amistoso y reglamentado para garantizar el funcionamiento ordenado de la convivencia entre quienes pertenecen al mismo grupo.
La respuesta de Jesús exige ponerse en otro registro. En el perdón no hay límites: «No te digo hasta siete veces sino hasta setenta veces siete». No tiene sentido llevar cuentas del perdón. El que se pone a contar cuántas veces está perdonando al hermano se adentra por un camino absurdo que arruina el espíritu que ha de reinar entre sus seguidores.
Entre los judíos era conocido un "Canto de venganza" de Lámek, un legendario héroe del desierto, que decía así: "Caín será vengado siete veces, pero Lámek será vengado setenta veces siete". Frente esta cultura de la venganza sin límites, Jesús canta el perdón sin límites entre sus seguidores.
En muy pocos años el malestar ha ido creciendo en el interior de la Iglesia provocando conflictos y enfrentamientos cada vez más desgarradores y dolorosos. La falta de respeto mutuo, los insultos y las calumnias son cada vez más frecuentes. Sin que nadie los desautorice, sectores que se dicen cristianos se sirven de internet para sembrar agresividad y odio destruyendo sin piedad el nombre y la trayectoria de otros creyentes.
Necesitamos urgentemente testigos de Jesús, que anuncien con palabra firme su Evangelio y que contagien con corazón humilde su paz. Creyentes que vivan perdonando y curando esta obcecación enfermiza que ha penetrado en su Iglesia.
Pedro se acerca ahora a Jesús con un planteamiento más práctico y concreto que les permita, al menos, resolver los problemas que surgen entre ellos: recelos, envidias, enfrentamientos, conflictos y rencillas. ¿Cómo tienen que actuar en aquella familia de seguidores que caminan tras sus pasos. En concreto: «Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar?».
Antes que Jesús le responda, el impetuoso Pedro se le adelanta a hacerle su propia sugerencia: «¿Hasta siete veces?». Su propuesta es de una generosidad muy superior al clima justiciero que se respira en la sociedad judía. Va más allá incluso de lo que se practica entre los rabinos y los grupos esenios que hablan como máximo de perdonar hasta cuatro veces.
Sin embargo Pedro se sigue moviendo en el plano de la casuística judía donde se prescribe el perdón como arreglo amistoso y reglamentado para garantizar el funcionamiento ordenado de la convivencia entre quienes pertenecen al mismo grupo.
La respuesta de Jesús exige ponerse en otro registro. En el perdón no hay límites: «No te digo hasta siete veces sino hasta setenta veces siete». No tiene sentido llevar cuentas del perdón. El que se pone a contar cuántas veces está perdonando al hermano se adentra por un camino absurdo que arruina el espíritu que ha de reinar entre sus seguidores.
Entre los judíos era conocido un "Canto de venganza" de Lámek, un legendario héroe del desierto, que decía así: "Caín será vengado siete veces, pero Lámek será vengado setenta veces siete". Frente esta cultura de la venganza sin límites, Jesús canta el perdón sin límites entre sus seguidores.
En muy pocos años el malestar ha ido creciendo en el interior de la Iglesia provocando conflictos y enfrentamientos cada vez más desgarradores y dolorosos. La falta de respeto mutuo, los insultos y las calumnias son cada vez más frecuentes. Sin que nadie los desautorice, sectores que se dicen cristianos se sirven de internet para sembrar agresividad y odio destruyendo sin piedad el nombre y la trayectoria de otros creyentes.
Necesitamos urgentemente testigos de Jesús, que anuncien con palabra firme su Evangelio y que contagien con corazón humilde su paz. Creyentes que vivan perdonando y curando esta obcecación enfermiza que ha penetrado en su Iglesia.
martes, 13 de marzo de 2012
70 VECES 7
Evangelio según san Mateo 18, 21-35
Se adelantó Pedro y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?»
Jesús le respondió: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.
El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré todo."
El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.
Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: "Págame lo que me debes."
El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: "Dame un plazo y te pagaré la deuda."
Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Este lo mandó llamar y le dijo: "¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?"
E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.
Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos.»
Palabra del Señor.
1. LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
· Guías para la lectura:
La grandeza y el poder de Dios se manifiestan especialmente en su paciencia y en su compasión (Sab 12, 16-22), ello nos exige ser compasivos con los demás como el Padre es compasivo con nosotros (Lc 6, 36-38). Es lo que expresamos al decir “perdónanos como nosotros perdonamos”. Es una exigencia muy seria para todo cristiano, ya que si no estamos dispuestos a perdonar tampoco podemos esperar el perdón de Dios. Así lo muestra el ejemplo del evangelio de hoy, y es un modo de indicar el lugar preponderante que tienen la compasión y el perdón entre las actitudes que Dios espera de sus hijos.
La respuesta de Pedro, indica que no se trata de una actitud ocasional o esporádica, sino permanente. Perdonar setenta veces siete quiere decir siempre, en todas las ocasiones y todas las veces que se nos pida, porque Dios mismo perdona y da una nueva oportunidad siempre. No se trata de esperar que el tiempo nos haga olvidar los malos recuerdos, ni de ignorar a la persona que nos ha hecho daño, haciéndola desaparecer de la memoria. Eso no es perdonar, sino enterrar, y es tener dentro de nosotros una especie de cadáver que ocupa espacio y perturba. Se trata de perdonar, de poder recordar a esa persona con compasión, sin odio ni deseos de venganza.
La presencia de este texto en la Cuaresma indica la prioridad que tiene el perdón a los hermanos por encima de otros sacrificios que podamos ofrecer a Dios. Por eso, cuando no podamos perdonar, todos los sacrificios, ayunos, momentos de oración, deben ser un camino hacia el perdón, un intento de disponer nuestro interior para poder dar el paso del perdón.
Pero, por encima de todas las prácticas piadosas, tendremos que clamar a Dios pidiendo su gracia, porque el perdón sincero y profundo sólo es posible con el impulso de la gracia de Dios. La voluntad de Dios es clara: hay que estar dispuesto al perdón “setenta veces siete”. Y cuando Dios pide algo es porque él sabe que una falta de perdón nunca es buena para el corazón del hombre.
2. MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?
· Preguntas para la meditación:
¿Qué lugar ocupa el perdón en el Reino de los Cielos?
¿Qué relación hay entre nuestra actitud perdonadora y el perdón que esperamos recibir?
¿Cuál es límite del perdón?
3. ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?
Señor, tú que eres compasivo y misericordioso, siempre dispuesto a perdonar, dame la gracia de comprender las miserias ajenas y perdonar con tu amor. Sana las heridas que guardo en mi interior y que no me permiten perdonar. Libérame Señor.
4. CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?
Pienso en la pregunta limitante que hace Pedro y en la respuesta generosa de Jesús. Reflexiono en el claro y exagerado contraste que Jesús desarrolla en su parábola. Medito en mi verdadera disposición a perdonar de corazón y en el anhelo permanente de ser perdonado.
5. ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?
· Preguntas para la acción:
¿A quién debo perdonar de corazón y aún no lo he hecho?
¿Le pongo límites a mi perdón?
¿Soy más tolerante y generoso con el perdón que espero recibir que con el que estoy dispuesto a dar?
Fuente: Vicaría de Pastoral del Arzobispado de Bs. As.
Se adelantó Pedro y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?»
Jesús le respondió: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.
El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré todo."
El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.
Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: "Págame lo que me debes."
El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: "Dame un plazo y te pagaré la deuda."
Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Este lo mandó llamar y le dijo: "¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?"
E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.
Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos.»
Palabra del Señor.
1. LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
· Guías para la lectura:
La grandeza y el poder de Dios se manifiestan especialmente en su paciencia y en su compasión (Sab 12, 16-22), ello nos exige ser compasivos con los demás como el Padre es compasivo con nosotros (Lc 6, 36-38). Es lo que expresamos al decir “perdónanos como nosotros perdonamos”. Es una exigencia muy seria para todo cristiano, ya que si no estamos dispuestos a perdonar tampoco podemos esperar el perdón de Dios. Así lo muestra el ejemplo del evangelio de hoy, y es un modo de indicar el lugar preponderante que tienen la compasión y el perdón entre las actitudes que Dios espera de sus hijos.
La respuesta de Pedro, indica que no se trata de una actitud ocasional o esporádica, sino permanente. Perdonar setenta veces siete quiere decir siempre, en todas las ocasiones y todas las veces que se nos pida, porque Dios mismo perdona y da una nueva oportunidad siempre. No se trata de esperar que el tiempo nos haga olvidar los malos recuerdos, ni de ignorar a la persona que nos ha hecho daño, haciéndola desaparecer de la memoria. Eso no es perdonar, sino enterrar, y es tener dentro de nosotros una especie de cadáver que ocupa espacio y perturba. Se trata de perdonar, de poder recordar a esa persona con compasión, sin odio ni deseos de venganza.
La presencia de este texto en la Cuaresma indica la prioridad que tiene el perdón a los hermanos por encima de otros sacrificios que podamos ofrecer a Dios. Por eso, cuando no podamos perdonar, todos los sacrificios, ayunos, momentos de oración, deben ser un camino hacia el perdón, un intento de disponer nuestro interior para poder dar el paso del perdón.
Pero, por encima de todas las prácticas piadosas, tendremos que clamar a Dios pidiendo su gracia, porque el perdón sincero y profundo sólo es posible con el impulso de la gracia de Dios. La voluntad de Dios es clara: hay que estar dispuesto al perdón “setenta veces siete”. Y cuando Dios pide algo es porque él sabe que una falta de perdón nunca es buena para el corazón del hombre.
2. MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?
· Preguntas para la meditación:
¿Qué lugar ocupa el perdón en el Reino de los Cielos?
¿Qué relación hay entre nuestra actitud perdonadora y el perdón que esperamos recibir?
¿Cuál es límite del perdón?
3. ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?
Señor, tú que eres compasivo y misericordioso, siempre dispuesto a perdonar, dame la gracia de comprender las miserias ajenas y perdonar con tu amor. Sana las heridas que guardo en mi interior y que no me permiten perdonar. Libérame Señor.
4. CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?
Pienso en la pregunta limitante que hace Pedro y en la respuesta generosa de Jesús. Reflexiono en el claro y exagerado contraste que Jesús desarrolla en su parábola. Medito en mi verdadera disposición a perdonar de corazón y en el anhelo permanente de ser perdonado.
5. ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?
· Preguntas para la acción:
¿A quién debo perdonar de corazón y aún no lo he hecho?
¿Le pongo límites a mi perdón?
¿Soy más tolerante y generoso con el perdón que espero recibir que con el que estoy dispuesto a dar?
Fuente: Vicaría de Pastoral del Arzobispado de Bs. As.
La reconciliación en Euskadi, más allá de la justicia
La reconciliación en Euskadi, más allá de la justicia
Creado el 13 March 2012 por CiJ
Cristianisme i Justícia. Hemos querido recuperar el Cuaderno de CJ nº 122, escrito en colaboración con Alboan, y que abordaba el tema de la recociliación en Euskadi.
Empezaba así…“Durante el curso 2002/03 el Seminario de espiritualidad de la acción social y política de ALBOAN centró su reflexión en la temática, amplia y compleja, de la reconciliación. Respondíamos así a una invitación de Cristianisme i Justícia, consistente en trabajar simultáneamente en Bilbao y Barcelona con los mismos textos y dinámica parecida, un asunto que, a buen seguro, podía suscitar ecos muy diferentes en un lugar y en otro. Con tal propósito arrancó su andadura nuestro grupo. Éramos unas quince personas con recorridos personales, historias familiares y trasfondos ideológicos diferentes. Mujeres y hombres. Vascos nacidos dentro y fuera de Euskadi. Seglares y religiosos. Nacionalistas y no nacionalistas. Más y menos activos políticamente. Castellanoparlantes y euskaldunes. De origen urbano y rural, desde los valles de Gipuzkoa hasta la margen izquierda del río Nervión. Estos factores, entre otros tantos, se entrecruzaban, confiriendo singularidad a cada uno de nosotros y pluralidad al grupo.
Nuestro deseo inicial era abordar el asunto de la reconciliación desde nuestra realidad histórica concreta, la vasca, con víctimas reales, cercanas y cotidianas, pero sin que esto nos impidiera posar nuestra mirada en otros lugares más lejanos1, transidos también de dolor y sufrimiento humano. No obstante, la sesión del seminario más valiosa fue aquella en que contamos con la presencia de Carmen Hernández, viuda de Jesús Mari Pedrosa, concejal popular de Durango asesinado por ETA en junio de 2000, cuyo testimonio recoge este Cuaderno (capítulo 1), junto con las reacciones que éste suscitó en algunos miembros del grupo (capítulo 2). El encuentro con ella, que con toda su sencillez y honestidad nos puso sobre la mesa su historia de sufrimiento y reconciliación, fue un auténtico regalo de Dios. A todos nos impactó hondamente y es más que probable que todas nuestras ideas y debates posteriores queden teñidos del recuerdo de sus palabras. Confiamos en poder trasmitir en el capítulo 3 algunas reflexiones y descubrimientos suscitados a lo largo de nuestra experiencia, sabiendo que tienen que quedarse fuera muchas cosas, especialmente el caudal de experiencia vivida de los participantes.”
Para descargar el cuaderno entero, haz click aquí: http://www.cristianismeijusticia.net/sites/default/files/es122.pdf
También consideramos de relevancia el último reportaje emitido por el programa de TV3 “30 minuts”: “El perdó”. Puede ver aquí: http://www.tv3.cat/30minuts/reportatges/1835/El-perdo
http://www.cadenaser.com/espana/articulo/gesto-paz-despide-bilbao/csrcsrpor/20120211csrcsrnac_11/Tes
Creado el 13 March 2012 por CiJ
Cristianisme i Justícia. Hemos querido recuperar el Cuaderno de CJ nº 122, escrito en colaboración con Alboan, y que abordaba el tema de la recociliación en Euskadi.
Empezaba así…“Durante el curso 2002/03 el Seminario de espiritualidad de la acción social y política de ALBOAN centró su reflexión en la temática, amplia y compleja, de la reconciliación. Respondíamos así a una invitación de Cristianisme i Justícia, consistente en trabajar simultáneamente en Bilbao y Barcelona con los mismos textos y dinámica parecida, un asunto que, a buen seguro, podía suscitar ecos muy diferentes en un lugar y en otro. Con tal propósito arrancó su andadura nuestro grupo. Éramos unas quince personas con recorridos personales, historias familiares y trasfondos ideológicos diferentes. Mujeres y hombres. Vascos nacidos dentro y fuera de Euskadi. Seglares y religiosos. Nacionalistas y no nacionalistas. Más y menos activos políticamente. Castellanoparlantes y euskaldunes. De origen urbano y rural, desde los valles de Gipuzkoa hasta la margen izquierda del río Nervión. Estos factores, entre otros tantos, se entrecruzaban, confiriendo singularidad a cada uno de nosotros y pluralidad al grupo.
Nuestro deseo inicial era abordar el asunto de la reconciliación desde nuestra realidad histórica concreta, la vasca, con víctimas reales, cercanas y cotidianas, pero sin que esto nos impidiera posar nuestra mirada en otros lugares más lejanos1, transidos también de dolor y sufrimiento humano. No obstante, la sesión del seminario más valiosa fue aquella en que contamos con la presencia de Carmen Hernández, viuda de Jesús Mari Pedrosa, concejal popular de Durango asesinado por ETA en junio de 2000, cuyo testimonio recoge este Cuaderno (capítulo 1), junto con las reacciones que éste suscitó en algunos miembros del grupo (capítulo 2). El encuentro con ella, que con toda su sencillez y honestidad nos puso sobre la mesa su historia de sufrimiento y reconciliación, fue un auténtico regalo de Dios. A todos nos impactó hondamente y es más que probable que todas nuestras ideas y debates posteriores queden teñidos del recuerdo de sus palabras. Confiamos en poder trasmitir en el capítulo 3 algunas reflexiones y descubrimientos suscitados a lo largo de nuestra experiencia, sabiendo que tienen que quedarse fuera muchas cosas, especialmente el caudal de experiencia vivida de los participantes.”
Para descargar el cuaderno entero, haz click aquí: http://www.cristianismeijusticia.net/sites/default/files/es122.pdf
También consideramos de relevancia el último reportaje emitido por el programa de TV3 “30 minuts”: “El perdó”. Puede ver aquí: http://www.tv3.cat/30minuts/reportatges/1835/El-perdo
http://www.cadenaser.com/espana/articulo/gesto-paz-despide-bilbao/csrcsrpor/20120211csrcsrnac_11/Tes
lunes, 12 de marzo de 2012
Libertad de expresión
Si crees en la libertad de expresión entonces crees en la libertad de expresión para puntos de vista que te disgustan. Por ejemplo, Goebbels estaba a favor de la libertad de expresión para los puntos de vista que compartía, igualmente Stalin. Si estás a favor de la libertad de expresión, eso significa que estás a favor de la libertad de expresión precisamente para los puntos de vista que no compartes, de otra forma, no estarías a favor de la libertad de expresión.
Noam Chomsky
Noam Chomsky
sábado, 10 de marzo de 2012
José "Pepe" Mujica
"Las guerras generan llagas permanentes que deben ser superadas por la alta política. La unidad nacional solo será posible si se practica un inmenso respeto a lo diverso. Por eso estoy aquí, me hago cargo de una causa común. No me puedo hacer el distraído"
martes, 6 de marzo de 2012
Para la acción micropolítica
La noción de saber festivo, en relación con lo político
Foucault cuando se refiriere a un posible arte de vivir contrario a toda forma de fascismo enumera algunos principios esenciales que deberían contemplarse como guía para la acción micropolítica. He aquí algunas de sus recomendaciones:
- descontracture y flexibilice la militancia social despojándola de cualquier forma de paranoia;
- no someta el deseo a jerarquizaciones piramidales, deje más bien que se expanda y multiplique como redes transversales a los sujetos y al estado de las cosas;
- libérese de categorías negativas y reduccionistas, para apostar a lo múltiple, lo diferente, la movilidad y la reafirmación de la existencia;
- utilice la práctica política como un intensificador del pensamiento, en lugar de pretender que existen verdades incuestionables;
- no se enamore del poder, porque ese amor anquilosa los dispositivos de liberación, copiando las mismas modalidades de los aparatos de poder contra los que se milita;
- no imagine que es necesario ser triste para ser militante, incluso si la cosa que se combate es abominable.
Foucault cuando se refiriere a un posible arte de vivir contrario a toda forma de fascismo enumera algunos principios esenciales que deberían contemplarse como guía para la acción micropolítica. He aquí algunas de sus recomendaciones:
- descontracture y flexibilice la militancia social despojándola de cualquier forma de paranoia;
- no someta el deseo a jerarquizaciones piramidales, deje más bien que se expanda y multiplique como redes transversales a los sujetos y al estado de las cosas;
- libérese de categorías negativas y reduccionistas, para apostar a lo múltiple, lo diferente, la movilidad y la reafirmación de la existencia;
- utilice la práctica política como un intensificador del pensamiento, en lugar de pretender que existen verdades incuestionables;
- no se enamore del poder, porque ese amor anquilosa los dispositivos de liberación, copiando las mismas modalidades de los aparatos de poder contra los que se milita;
- no imagine que es necesario ser triste para ser militante, incluso si la cosa que se combate es abominable.
Tradición judía. Jesús, el judío, dio -e invitó a dar - saltos cualitativos
"Se ubicó en un compartimiento para cuatro personas. El tren estaba bastante repleto. Extrajo de un bolsillo de su raído saco un libro de oraciones, y comenzó a leer cansinamente. Arrancó la locomotora y la formación lentamente inició su travesía. La invitación fue cálida: -“Amigo, somos tres para el póquer. Súmese y jugamos todos que es más divertido”-. Agradeció cortésmente señalando que prefería rezar. –“Vamos”-, insistió otro ya con menos paciencia, -“no se haga rogar”-. La negativa volvió a ser amable, a diferencia de la respuesta del tercer paisano que, completamente desbocado, sacó a la fuerza al pobre hombre del compartimiento, sugiriéndole a los gritos que viajara sentado en el piso del pasillo. Así lo hizo.
Corrían los últimos años de la última década del 1800 y el ferrocarril atravesaba raudamente la estepa rusa para llegar finalmente a destino. La estación estaba colmada de judíos que venían a recibir a un santo rabino, una luminaria de su generación. Ya sabemos de quién se trataba...
Recién por la noche los jugadores lo ubicaron, pero a pesar de su insistencia en pedir perdón, el rabino se negó a recibirlos. Lograron dar con uno de sus discípulos preferidos a fin de que intermediara por ellos. No hubo caso. No los atendería. El alumno tomó coraje y le preguntó: -“Rabí, ¿no nos ha enseñado que estamos obligados a perdonar cuando hay arrepentimiento y nos insiste genuinamente en que lo hagamos?”.
–“Por supuesto”- respondió, -“así debe hacerse”- Pero viendo que su estudiante no comprendía, agregó: “Ve y diles que no es a mí a quien tienen que dirigirse, sino a aquel que ofendieron. No fue este rabino el injuriado; fue un sencillo paisano que únicamente quería rezar. Que lo busquen y él los perdonará”.
Nunca el perdón debe ser instantáneo. Requiere, para ser íntegro, de todo un proceso. En la tradición judía precisa en primera instancia del remordimiento. Y en segundo lugar de la confesión del daño realizado. No a una autoridad religiosa, sino a la misma parte damnificada. Solamente es allí cuando se habilita la posibilidad de pedirlo. E indudablemente, es menester darlo. Claro que después faltaría completar el círculo con la reparaciónpor el daño conferido, pero eso ya forma parte de otro capítulo...
Por Rabino Marcelo Polakoff
Fuente: www.yocreo.com
Corrían los últimos años de la última década del 1800 y el ferrocarril atravesaba raudamente la estepa rusa para llegar finalmente a destino. La estación estaba colmada de judíos que venían a recibir a un santo rabino, una luminaria de su generación. Ya sabemos de quién se trataba...
Recién por la noche los jugadores lo ubicaron, pero a pesar de su insistencia en pedir perdón, el rabino se negó a recibirlos. Lograron dar con uno de sus discípulos preferidos a fin de que intermediara por ellos. No hubo caso. No los atendería. El alumno tomó coraje y le preguntó: -“Rabí, ¿no nos ha enseñado que estamos obligados a perdonar cuando hay arrepentimiento y nos insiste genuinamente en que lo hagamos?”.
–“Por supuesto”- respondió, -“así debe hacerse”- Pero viendo que su estudiante no comprendía, agregó: “Ve y diles que no es a mí a quien tienen que dirigirse, sino a aquel que ofendieron. No fue este rabino el injuriado; fue un sencillo paisano que únicamente quería rezar. Que lo busquen y él los perdonará”.
Nunca el perdón debe ser instantáneo. Requiere, para ser íntegro, de todo un proceso. En la tradición judía precisa en primera instancia del remordimiento. Y en segundo lugar de la confesión del daño realizado. No a una autoridad religiosa, sino a la misma parte damnificada. Solamente es allí cuando se habilita la posibilidad de pedirlo. E indudablemente, es menester darlo. Claro que después faltaría completar el círculo con la reparaciónpor el daño conferido, pero eso ya forma parte de otro capítulo...
Por Rabino Marcelo Polakoff
Fuente: www.yocreo.com
domingo, 4 de marzo de 2012
Perdonen y serán perdonados
Evangelio según san Lucas 6, 36-38
Jesús dijo a sus discípulos:
«Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.
Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes.»
Palabra del Señor.
1. LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
· Guías para la lectura:
Aquí Lucas resume claramente la perfección moral del cristiano en la misericordia, puesto que suple la expresión adicional “sean perfectos”, que utiliza Mateo, por “sean compasivos”, y Dios mismo es caracterizado en primer lugar por esta compasión. De ahí que Santo Tomás diga que la máxima de las virtudes divinas es la misericordia.
Y éste es en realidad un tema que surca todo el evangelio de Lucas, que suele llamarse “el evangelio de la misericordia”. En el capítulo 15 Lucas nos ofrece las preciosas parábolas de la misericordia de Dios, y en el capítulo 10 la parábola del buen samaritano, que tuvo compasión del hombre caído.
En este texto nos explica cuáles son las dos manifestaciones de esta misericordia: una es la bondad en el juicio, la comprensión de los errores ajenos, el perdón. La otra es la generosidad, la capacidad de dar, de compartir lo que tenemos. En los dos casos, la medida que usemos con los demás es la que usará Dios con nosotros para juzgarnos o para regalarnos la felicidad eterna.
Cuando nosotros miramos al hermano con compasión, y tomamos con ternura y paciencia sus defectos y caídas, cuando tratamos de poner en la balanza sobre todo las cosas buenas que hemos tratado de descubrir en él, y le agregamos unas cuantas razones que nos ayudan a comprenderlo, Dios hace lo mismo con nosotros. Cuando en lugar de pasar indiferentes ante un hermano, poniendo excusas para no ayudarlo, nos proponemos más bien tratar de hacerlo feliz y hacerle todo más llevadero., Dios también deja de mirar nuestras imperfecciones y pecados, y nos prepara una gran alegría.
No significa que Dios esté midiendo matemáticamente cada una de nuestras acciones, sino que el perdón, la compasión y la generosidad abren el corazón, amplían su espacio, y lo disponen para recibir más abundantemente la alegría, la paz y la vida que Dios gratuitamente quiere regalar.
2. MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?
· Preguntas para la meditación:
· ¿En quién está modelada nuestra acción misericordiosa?
· ¿De qué manera se contrapesan nuestras tendencias de juicio, condena y falta de perdón?
· ¿Cómo se medirá lo que damos?
3. ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?
Abre mi corazón cerrado Señor, sánalo de sus miserias, para que no mire a los demás con ojos crueles o indiferentes, sino comprensivos, generosos; así como tú me miras comprendiendo mi debilidad y llenándome de tus dones.
4. CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?
Reflexiono en la actitud y motivación de mi corazón cuando pienso y hablo sobre otros. ¿Es de juicio y condena? ¿Es de perdón y generosa? En definitiva: ¿Son actos de misericordia que aprendo de Dios para conmigo?
5. ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?
· Preguntas para la acción:
· ¿Cómo y para con quién cambiaré mis pensamientos de juicio y condena?
· ¿A quién debo perdonar y cómo debo dar?
· ¿Cómo aprender de la misericordia de Dios para que moldee mi corazón?
Fuente: www.arzbaires.org.ar
Jesús dijo a sus discípulos:
«Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.
Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes.»
Palabra del Señor.
1. LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
· Guías para la lectura:
Aquí Lucas resume claramente la perfección moral del cristiano en la misericordia, puesto que suple la expresión adicional “sean perfectos”, que utiliza Mateo, por “sean compasivos”, y Dios mismo es caracterizado en primer lugar por esta compasión. De ahí que Santo Tomás diga que la máxima de las virtudes divinas es la misericordia.
Y éste es en realidad un tema que surca todo el evangelio de Lucas, que suele llamarse “el evangelio de la misericordia”. En el capítulo 15 Lucas nos ofrece las preciosas parábolas de la misericordia de Dios, y en el capítulo 10 la parábola del buen samaritano, que tuvo compasión del hombre caído.
En este texto nos explica cuáles son las dos manifestaciones de esta misericordia: una es la bondad en el juicio, la comprensión de los errores ajenos, el perdón. La otra es la generosidad, la capacidad de dar, de compartir lo que tenemos. En los dos casos, la medida que usemos con los demás es la que usará Dios con nosotros para juzgarnos o para regalarnos la felicidad eterna.
Cuando nosotros miramos al hermano con compasión, y tomamos con ternura y paciencia sus defectos y caídas, cuando tratamos de poner en la balanza sobre todo las cosas buenas que hemos tratado de descubrir en él, y le agregamos unas cuantas razones que nos ayudan a comprenderlo, Dios hace lo mismo con nosotros. Cuando en lugar de pasar indiferentes ante un hermano, poniendo excusas para no ayudarlo, nos proponemos más bien tratar de hacerlo feliz y hacerle todo más llevadero., Dios también deja de mirar nuestras imperfecciones y pecados, y nos prepara una gran alegría.
No significa que Dios esté midiendo matemáticamente cada una de nuestras acciones, sino que el perdón, la compasión y la generosidad abren el corazón, amplían su espacio, y lo disponen para recibir más abundantemente la alegría, la paz y la vida que Dios gratuitamente quiere regalar.
2. MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?
· Preguntas para la meditación:
· ¿En quién está modelada nuestra acción misericordiosa?
· ¿De qué manera se contrapesan nuestras tendencias de juicio, condena y falta de perdón?
· ¿Cómo se medirá lo que damos?
3. ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?
Abre mi corazón cerrado Señor, sánalo de sus miserias, para que no mire a los demás con ojos crueles o indiferentes, sino comprensivos, generosos; así como tú me miras comprendiendo mi debilidad y llenándome de tus dones.
4. CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?
Reflexiono en la actitud y motivación de mi corazón cuando pienso y hablo sobre otros. ¿Es de juicio y condena? ¿Es de perdón y generosa? En definitiva: ¿Son actos de misericordia que aprendo de Dios para conmigo?
5. ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?
· Preguntas para la acción:
· ¿Cómo y para con quién cambiaré mis pensamientos de juicio y condena?
· ¿A quién debo perdonar y cómo debo dar?
· ¿Cómo aprender de la misericordia de Dios para que moldee mi corazón?
Fuente: www.arzbaires.org.ar
sábado, 3 de marzo de 2012
Mamerto Menapace
El sorgo estaba chico. Tal vez a no más de una cuarta de altura. Y el verano había exagerado la sequía con varios días de viento norte.
A la hora de la siesta era casi preferible no mirar el sorgal. Su aspecto era más vale desalentados. Chamuscado como estaba por el calor y el viento norte, el pequeño sorgal mostraba el sufrimiento de la sequía.
Sólo el chamico parecía gozar de privilegio. Aunque mirado bien y de cerca, también él mostraba los efectos de la sequía. Lo malo era que había mucho chamico. Y para el sorguito eso representaba un doble peligro.
Un peligro presente, ya que el chamico - nacido antes que el sorgo - lo aventajaba en vigor y le quitaba gran parte de la poca humedad que tenía esa tierra resecada por el sol del verano que empezaba recién. Y además era un peligro futuro. Sorgo y chamico semillarían juntos. Y juntos terminarían en los silos, y juntos pasarían a la molida. Y dicen que la semilla de chamico es venenosa. Que hace abortar a las preñadas. Y era una pena que el fruto de ese sorgal destinado a alimentar a los demás, estuviera envenenado por el fruto abortivo del chamico.
Había que tomar una decisión. Me llamaron para que viera el sorgal. A esa hora el sol ya apretaba, y el viento norte se dejaba sentir.
¡Me dio pena el sorgo! Había algo de tristeza en sus hojas, un cierto cansancio y ganas de no seguir aguantando más. El chamico aparecía potente, con sus hojas anchas y redondas, junto a las hojas afiladas de las plantitas del sorgal.
Una solución parecía imponerse. La de los manuales. Una fumigación con herbicida, si fuera posible esa misma tarde. Fumigación aérea era, o parecía ser, lo más seguro, lo más rápido. Al no estar todavía protegido por el sorgo, el chamico presentaba toda su superficie a la fumigación y el efecto del herbicida ofrecía la seguridad de realizarse sobre la maleza. Tomándolo de tardecita, con viento quieto y algo de rocío, el herbicida quedaría sobre las hojas. A la mañana siguiente, con el apretar del sol, el castigo del veneno actuaría con todos sus efectos.
Sí. Todo eso estaba bien, pensando en la manera de frenar o eliminar el chamico. Pero ¿y el sorguito?
Estaba el sorguito justo en ese momento de su crecimiento en que abiertas sus hojas, ofrece el follaje al aire y a la luz mostrando su cogollo central, esa zona donde se genera la vida. El herbicida entraría también allí y seguramente haría su efecto.
Era un pésimo momento para fumigarlo. Ni demasiado chico, ni demasiado grande. Y además sufrido por la dura experiencia de una sequía que lo venía maltratando casi desde su madrugar.
El peligro estaba en que el sorguito no aguantaría la sacudida de la fumigación. Tal vez terminara por secarse definitivamente. Y aunque quizá no se llegara a eso, era seguro que el tratamiento frenaría su desarrollo y que el rinde del sorgal perdería un gran porcentaje en el momento de la desgranada.
La decisión, ustedes comprenderán, no podía tomarla basándome en la bronca al chamico. Tenía que tomarla por amor al sorgal. En definitiva, ustedes estarán de acuerdo: lo que importaba en aquel campo no era la no existencia del chamico, sino la abundancia del sorgo.
Y el sorgo aquel aquella tarde no se fumigó. Tal vez no fuera una decisión de ingeniero; era simplemente un manejo de chacarero. De hombre con amor por su campo.
Pero pienso que hubo también detrás otro motivo. Aquel viento norte no podía durar eternamente. Los años pasados en el campo me decían que todo viento norte carga agua, y que al final explota en una tormenta que casi siempre termina en lluvia.
Había que tener fe en el cielo, que era quien podía mandarnos la lluvia.
Luego de la tormenta, y con el campo regado por ese llanto de las nubes, era probable que se pudieran tomar pequeñas decisiones para acompañar el crecimiento. Tal vez entrar a azada, o aporcar los surcos. Tal vez una fumigación terrestre.
En todo caso cosas que exigirían más tiempo, más dedicación, y bastante más esfuerzo. Cosas de las que sólo es capaz un chacarero. Porque él se queda comprometido con el campo. Mientras que el ingeniero prefiere las soluciones rápidas, ya que luego de tomadas, se va y tal vez sólo vuelve para la cosecha.
Para él el resultado se convierte en dato. Para el chacarero, en grano.
A veces pienso que en m vida he tenido dos grandes suertes.
La primera es haber nacido en el campo y con eso haber conseguido un profundo cariño por la tierra y los sembrados. Como a mi tata le faltaba una pierna, siempre lo tuvimos en casa y de chiquitos nos hablaba y nos contaba muchas cosas cuando trabajábamos al lado suyo. Mi tata fue un gran hombre.
La segunda suerte que tuve fue que el primer ingeniero con el que me inicié era también un gran hombre. Recorriendo los sembrados, muchas veces me hablaba de sus hijos, de la cooperativa que organizaba en su barrio, y de su amor por los hombres. Fue un gran ingeniero: tenía corazón de chacarero.
A la hora de la siesta era casi preferible no mirar el sorgal. Su aspecto era más vale desalentados. Chamuscado como estaba por el calor y el viento norte, el pequeño sorgal mostraba el sufrimiento de la sequía.
Sólo el chamico parecía gozar de privilegio. Aunque mirado bien y de cerca, también él mostraba los efectos de la sequía. Lo malo era que había mucho chamico. Y para el sorguito eso representaba un doble peligro.
Un peligro presente, ya que el chamico - nacido antes que el sorgo - lo aventajaba en vigor y le quitaba gran parte de la poca humedad que tenía esa tierra resecada por el sol del verano que empezaba recién. Y además era un peligro futuro. Sorgo y chamico semillarían juntos. Y juntos terminarían en los silos, y juntos pasarían a la molida. Y dicen que la semilla de chamico es venenosa. Que hace abortar a las preñadas. Y era una pena que el fruto de ese sorgal destinado a alimentar a los demás, estuviera envenenado por el fruto abortivo del chamico.
Había que tomar una decisión. Me llamaron para que viera el sorgal. A esa hora el sol ya apretaba, y el viento norte se dejaba sentir.
¡Me dio pena el sorgo! Había algo de tristeza en sus hojas, un cierto cansancio y ganas de no seguir aguantando más. El chamico aparecía potente, con sus hojas anchas y redondas, junto a las hojas afiladas de las plantitas del sorgal.
Una solución parecía imponerse. La de los manuales. Una fumigación con herbicida, si fuera posible esa misma tarde. Fumigación aérea era, o parecía ser, lo más seguro, lo más rápido. Al no estar todavía protegido por el sorgo, el chamico presentaba toda su superficie a la fumigación y el efecto del herbicida ofrecía la seguridad de realizarse sobre la maleza. Tomándolo de tardecita, con viento quieto y algo de rocío, el herbicida quedaría sobre las hojas. A la mañana siguiente, con el apretar del sol, el castigo del veneno actuaría con todos sus efectos.
Sí. Todo eso estaba bien, pensando en la manera de frenar o eliminar el chamico. Pero ¿y el sorguito?
Estaba el sorguito justo en ese momento de su crecimiento en que abiertas sus hojas, ofrece el follaje al aire y a la luz mostrando su cogollo central, esa zona donde se genera la vida. El herbicida entraría también allí y seguramente haría su efecto.
Era un pésimo momento para fumigarlo. Ni demasiado chico, ni demasiado grande. Y además sufrido por la dura experiencia de una sequía que lo venía maltratando casi desde su madrugar.
El peligro estaba en que el sorguito no aguantaría la sacudida de la fumigación. Tal vez terminara por secarse definitivamente. Y aunque quizá no se llegara a eso, era seguro que el tratamiento frenaría su desarrollo y que el rinde del sorgal perdería un gran porcentaje en el momento de la desgranada.
La decisión, ustedes comprenderán, no podía tomarla basándome en la bronca al chamico. Tenía que tomarla por amor al sorgal. En definitiva, ustedes estarán de acuerdo: lo que importaba en aquel campo no era la no existencia del chamico, sino la abundancia del sorgo.
Y el sorgo aquel aquella tarde no se fumigó. Tal vez no fuera una decisión de ingeniero; era simplemente un manejo de chacarero. De hombre con amor por su campo.
Pero pienso que hubo también detrás otro motivo. Aquel viento norte no podía durar eternamente. Los años pasados en el campo me decían que todo viento norte carga agua, y que al final explota en una tormenta que casi siempre termina en lluvia.
Había que tener fe en el cielo, que era quien podía mandarnos la lluvia.
Luego de la tormenta, y con el campo regado por ese llanto de las nubes, era probable que se pudieran tomar pequeñas decisiones para acompañar el crecimiento. Tal vez entrar a azada, o aporcar los surcos. Tal vez una fumigación terrestre.
En todo caso cosas que exigirían más tiempo, más dedicación, y bastante más esfuerzo. Cosas de las que sólo es capaz un chacarero. Porque él se queda comprometido con el campo. Mientras que el ingeniero prefiere las soluciones rápidas, ya que luego de tomadas, se va y tal vez sólo vuelve para la cosecha.
Para él el resultado se convierte en dato. Para el chacarero, en grano.
A veces pienso que en m vida he tenido dos grandes suertes.
La primera es haber nacido en el campo y con eso haber conseguido un profundo cariño por la tierra y los sembrados. Como a mi tata le faltaba una pierna, siempre lo tuvimos en casa y de chiquitos nos hablaba y nos contaba muchas cosas cuando trabajábamos al lado suyo. Mi tata fue un gran hombre.
La segunda suerte que tuve fue que el primer ingeniero con el que me inicié era también un gran hombre. Recorriendo los sembrados, muchas veces me hablaba de sus hijos, de la cooperativa que organizaba en su barrio, y de su amor por los hombres. Fue un gran ingeniero: tenía corazón de chacarero.
viernes, 2 de marzo de 2012
Cuaresma 2012 - P. Tony Fidalgo
Aquí estamos, aquí vamos
Abriéndonos camino
Los que hemos sido bautizados/as
Los que nos descubrimos hijos/as
Los que nos sabemos hermanos/as
Los que hemos escuchado la voz del Espíritu
Aquí entramos en cuaresma
Sin lamentos, mas con pesares
Nos pesa cada historia
Nos duele la memoria
Aquí estamos en camino,
Sin rencores, mas con dolores
Nos reclaman las injusticias
Nos suspiran las violencias
Hagámonos al camino
con decisión
Al ritmo danzante
de la conversión
Presentémonos diligentemente
Con la libertad que da el ayuno
Con la alegría que aporta la oración
Con la dignidad que ofrece la limosna solidaria
Aquí estamos, vamos hacia la Pascua
La de siempre y definitiva
La simple de cada día
Cargados/as de esperanza
En medio de lo que no alcanza
Sin miedo a perder sobrantes
Ligeros/as de tantas superficialidades
Estemos cercanos/as a los/as afligidos/as
Seamos camino de consolación
Abrazos de tierna compasión
Compañeros/as de liberación
Aquí vamos, bien despiertos/as
Con la vigilancia de la sabiduría
Para que nada nos arrebate el reino
Adentrándonos en toda noche
Para que sea buena y señera
Abriéndonos entrañas nuevas de vida
Alejándonos los dragones de muerte
Dejándonos mecer por la ruah amor
Aquí estamos, decimos presente
A la Escucha del Dios de la vida
En los clamores de vida de la historia
En comunidad avanzamos
En comunión celebramos
Que la muerte ha sido y será vencida
En cada historia, en toda partida
Tiempo de fe madurada en el silencio
Entregada en el amor solidario
Tiempo de pasos pequeños y firmes
Ofrecidos con pasión abundante
¡Ánimo y coraje!
La mirada abierta
Las manos extendidas
Los corazones palpitantes
Empujados/as por el Espíritu
Sostenidos/as por la Palabra
Generando personas nuevas…
Cuaresma 2012
Bs As.
Abriéndonos camino
Los que hemos sido bautizados/as
Los que nos descubrimos hijos/as
Los que nos sabemos hermanos/as
Los que hemos escuchado la voz del Espíritu
Aquí entramos en cuaresma
Sin lamentos, mas con pesares
Nos pesa cada historia
Nos duele la memoria
Aquí estamos en camino,
Sin rencores, mas con dolores
Nos reclaman las injusticias
Nos suspiran las violencias
Hagámonos al camino
con decisión
Al ritmo danzante
de la conversión
Presentémonos diligentemente
Con la libertad que da el ayuno
Con la alegría que aporta la oración
Con la dignidad que ofrece la limosna solidaria
Aquí estamos, vamos hacia la Pascua
La de siempre y definitiva
La simple de cada día
Cargados/as de esperanza
En medio de lo que no alcanza
Sin miedo a perder sobrantes
Ligeros/as de tantas superficialidades
Estemos cercanos/as a los/as afligidos/as
Seamos camino de consolación
Abrazos de tierna compasión
Compañeros/as de liberación
Aquí vamos, bien despiertos/as
Con la vigilancia de la sabiduría
Para que nada nos arrebate el reino
Adentrándonos en toda noche
Para que sea buena y señera
Abriéndonos entrañas nuevas de vida
Alejándonos los dragones de muerte
Dejándonos mecer por la ruah amor
Aquí estamos, decimos presente
A la Escucha del Dios de la vida
En los clamores de vida de la historia
En comunidad avanzamos
En comunión celebramos
Que la muerte ha sido y será vencida
En cada historia, en toda partida
Tiempo de fe madurada en el silencio
Entregada en el amor solidario
Tiempo de pasos pequeños y firmes
Ofrecidos con pasión abundante
¡Ánimo y coraje!
La mirada abierta
Las manos extendidas
Los corazones palpitantes
Empujados/as por el Espíritu
Sostenidos/as por la Palabra
Generando personas nuevas…
Cuaresma 2012
Bs As.
jueves, 1 de marzo de 2012
Ser libres de la historia - Publicado por Carta de la Paz
“Yo tengo dos nietas. Quiero dejarles amor, no odio”, dice Subasic, casi al final de la conversación, ya terminado su cappuccino. “Quiero que vivan en un país normal, en el que la gente se respete. Quiero que tengan amigas y amigos serbios. Ortodoxos. Y católicos, judíos, romaníes… Que sepan que los seres humanos se dividen tan solo en dos categorías: buenos y malos”. (www.elpais.es)
Admiro la actitud de Munira Subašic, presidenta de la asociación Madres de los Enclaves de Srebrenica y Zepa, por su apuesta por la reconciliación en esas tierras cuyos habitantes sufrieron la guerra serbiobosnia. Es una apuesta valiente y realista por vivir un presente libre de resentimientos sobre hechos del pasado de los cuales no tiene responsabilidad personal. Como indica el punto II de la Carta de la Paz dirigida a la ONU ,¿Por qué debemos tenerlos?
Esta mujer, a pesar de todo el sufrimiento vivido durante la guerra al perder a muchos de sus familiares más queridos, prioriza la necesidades de la vida que está creciendo nueva a su lado: la de sus nietas. Quiere que ellas sean libres de esa historia que ya pasó y de la que ellas no tienen ninguna culpa personal. Esto es lo que he leído en una entrevista reciente que le hacía Andrea Rizzi en el Pais.
Ella, víctima de las graves consecuencias de los mecanismos de actuación de los resentimientos históricos en las sociedades, plantea de forma lúcida y concreta una solución que es, a la vez, una vía pedagógica: la lucha serena para que se condene a los responsables de los crímenes cometidos pero animada por un espíritu pacificado y pacificador. Su ejemplo es la mejor educación que pueden recibir sus nietas y todos los hijos y nietos que ahora viven las consecuencias de aquella violencia histórica. Es una pedagogía de acción bastante universal ya que se puede extrapolar a sociedades y personas que viven sentimientos tóxicos a causa de hechos del pasado cuya transmisión ha sido tendenciosa o poco neutra impidiendo que hayan podido ser integrados y valorados de forma objetiva. Normalmente lo que hacen estos sentimientos persistentes y perniciosos, aparte de obnubilar una visión racional de la realidad, limitar la libertad de la persona y restringir la capacidad de amar que tenemos intrínsecamente todos los seres humanos, es evitar que las heridas del pasado cicatricen al alimentar la ira, el rencor e incluso el odio. Además, encubren un malentendido no por generalizado menos falso, de que sólo estos elementos son buenos motores para movilizar a las personas a la acción, especialmente cuando se expresan con el lenguaje de la queja o se encarnan en chivos expiatorios.
Los resentimientos históricos colectivos son unos de los obstáculos más arduos y difíciles de superar en la construcción de la paz. Exige esfuerzo personal y colectivo porque, en muchas ocasiones, aquéllos son heredados y transmitidos con un sentido de falsa solidaridad histórica que crea miedos, remordimientos o culpabilidades. En aras de la misma se sacrifica y olvida la solidaridad debida con todas las personas existentes hoy día, todas ellas descendientes de los avatares de esa historia. De ahí que se haga necesario no sólo cuestionar el qué sino el cómo se enseña y se transmite la historia y su por qué y para qué.
Es alentador que aparezcan en los medios de comunicación, en este caso el Pais, personajes con esta capacidad de apertura, generosidad y autotranscendencia como Munira Subašic. Su apuesta intrépida por ir en contra de la cultura del resentimiento en la que hemos sido educados y por no encerrarse en su dolor u odio pasado es un horizonte de referencia para otras personas y colectivos que quieren trabajar y disfrutar de un ambiente pacífico y pacificador donde desarrollar y hacer crecer la vida. Saber sanar heridas convirtiendo sentimientos negativos en útiles de cara al futuro es una expresión de sabiduría y creatividad que libera muchas energías bloqueadas por los mismos. Todo ello contribuye a que las colectividades desarrollen sus capacidades de forma integral no sólo en el presente (que pasa rápido) sino en el futuro inmediato.
Ángeles González
Instituto de la Paz de Asia Oriental
Admiro la actitud de Munira Subašic, presidenta de la asociación Madres de los Enclaves de Srebrenica y Zepa, por su apuesta por la reconciliación en esas tierras cuyos habitantes sufrieron la guerra serbiobosnia. Es una apuesta valiente y realista por vivir un presente libre de resentimientos sobre hechos del pasado de los cuales no tiene responsabilidad personal. Como indica el punto II de la Carta de la Paz dirigida a la ONU ,¿Por qué debemos tenerlos?
Esta mujer, a pesar de todo el sufrimiento vivido durante la guerra al perder a muchos de sus familiares más queridos, prioriza la necesidades de la vida que está creciendo nueva a su lado: la de sus nietas. Quiere que ellas sean libres de esa historia que ya pasó y de la que ellas no tienen ninguna culpa personal. Esto es lo que he leído en una entrevista reciente que le hacía Andrea Rizzi en el Pais.
Ella, víctima de las graves consecuencias de los mecanismos de actuación de los resentimientos históricos en las sociedades, plantea de forma lúcida y concreta una solución que es, a la vez, una vía pedagógica: la lucha serena para que se condene a los responsables de los crímenes cometidos pero animada por un espíritu pacificado y pacificador. Su ejemplo es la mejor educación que pueden recibir sus nietas y todos los hijos y nietos que ahora viven las consecuencias de aquella violencia histórica. Es una pedagogía de acción bastante universal ya que se puede extrapolar a sociedades y personas que viven sentimientos tóxicos a causa de hechos del pasado cuya transmisión ha sido tendenciosa o poco neutra impidiendo que hayan podido ser integrados y valorados de forma objetiva. Normalmente lo que hacen estos sentimientos persistentes y perniciosos, aparte de obnubilar una visión racional de la realidad, limitar la libertad de la persona y restringir la capacidad de amar que tenemos intrínsecamente todos los seres humanos, es evitar que las heridas del pasado cicatricen al alimentar la ira, el rencor e incluso el odio. Además, encubren un malentendido no por generalizado menos falso, de que sólo estos elementos son buenos motores para movilizar a las personas a la acción, especialmente cuando se expresan con el lenguaje de la queja o se encarnan en chivos expiatorios.
Los resentimientos históricos colectivos son unos de los obstáculos más arduos y difíciles de superar en la construcción de la paz. Exige esfuerzo personal y colectivo porque, en muchas ocasiones, aquéllos son heredados y transmitidos con un sentido de falsa solidaridad histórica que crea miedos, remordimientos o culpabilidades. En aras de la misma se sacrifica y olvida la solidaridad debida con todas las personas existentes hoy día, todas ellas descendientes de los avatares de esa historia. De ahí que se haga necesario no sólo cuestionar el qué sino el cómo se enseña y se transmite la historia y su por qué y para qué.
Es alentador que aparezcan en los medios de comunicación, en este caso el Pais, personajes con esta capacidad de apertura, generosidad y autotranscendencia como Munira Subašic. Su apuesta intrépida por ir en contra de la cultura del resentimiento en la que hemos sido educados y por no encerrarse en su dolor u odio pasado es un horizonte de referencia para otras personas y colectivos que quieren trabajar y disfrutar de un ambiente pacífico y pacificador donde desarrollar y hacer crecer la vida. Saber sanar heridas convirtiendo sentimientos negativos en útiles de cara al futuro es una expresión de sabiduría y creatividad que libera muchas energías bloqueadas por los mismos. Todo ello contribuye a que las colectividades desarrollen sus capacidades de forma integral no sólo en el presente (que pasa rápido) sino en el futuro inmediato.
Ángeles González
Instituto de la Paz de Asia Oriental
Me lo debo haber imaginado -Por Carlos E. Sluzki *
Tiempo atrás estaba ayudando a un hombre en terapia a reorganizar su identidad, dañada durante dos meses de tortura despiadada en una prisión del gobierno militar de su país de origen, seguida de un exilio forzado. Después de unas primeras sesiones en las que parecía fundamentalmente embotado, este hombre comenzó a llorar inconsolablemente, semana tras semana. Lloraba, decía, por el tiempo perdido, por la inocencia perdida, por sus ideales traicionados, por los amigos muertos o que aún estaban en prisión, por su propio sufrimiento. En un momento dado del proceso terapéutico lo empuje suavemente a que incluyera comentarios acerca de los perpetradores, a que expresara sus emociones al respecto. Me frenó: “No estoy interesado en ellos –dijo–. Déjeme hacer mi duelo a mi manera, en paz.” Por supuesto, tenía razón.
Recientemente, en el curso de una terapia con una mujer que había sido abusada emocional y sexualmente con saña durante largo tiempo por su novio, ella comenzó a describir al perpetrador en términos de su contexto, su historia y su estilo. Como tuve la impresión de que con esas descripciones estaba intentando justificar esa violencia, desafié su descripción, definiendo sin ambigüedad la responsabilidad que él tenía acerca de la violencia. Me corrigió: “No es que lo esté justificando. Trato de entenderlo, de verlo como un ser humano y no como un objeto, para diferenciarme de él. Esto es lo que estoy haciendo”. Por cierto, ella tenía razón.
Otra mujer, víctima de un asalto y violación que la había dejado profundamente traumatizada, pasó un largo período dominado por lo que me pareció era una diatriba interminable de odio y de planes fantasiosos de venganza en contra de sus agresores. Si bien yo, en tanto testigo de su historia, legitimaba su indignación, cada tanto hacía comentarios centrados en su sufrimiento, la pérdida de la inocencia, su desilusión acerca del mundo. Y cada vez que lo hacía, ella me acusaba de que estaba intentando distraerla de lo que sentía como central para ella, a saber, la legitimidad de su furia. Y, por supuesto, también ella tenía razón.
El trabajo terapéutico con víctimas de la violencia –sobrevivientes de atrocidades individuales o colectivas– conlleva un proceso de develar y recuperar verdades, facilitar el duelo, reconstituir la autoría y experiencia de iniciativa a través de la acción y la reivindicación, recuperar el futuro, y reconectarse consigo mismo y con los demás. Esto implica una tarea a veces agotadora de ayudar a nuestros pacientes a cambiar específicamente aquellas narrativas acerca de su experiencia de victimización y de las consecuencias morales y de comportamiento de las mismas, que los ha atrapado en un mundo en el cual su capacidad de autoafirmación, reconocimiento, autoría, autonomía, crecimiento, alegría y enriquecimiento emocional recíproco está drásticamente disminuida.
Todo acto de violencia interpersonal pone en jaque nuestras premisas acerca de cómo concebir y como describir nuestra vida y nuestro alrededor, destruye nuestra inserción en el mundo. No es de sorprender que el primer efecto de un acto de violencia en la víctima es una experiencia de confusión, una pérdida de la coherencia interna que constituye su identidad: La violencia destruye el modo de describir el mundo y, por lo tanto, destruye ese mundo. Un niño que acaba con un brazo roto por una paliza propinada por un padre o una madre malhumorados, una mujer que recibe una trompada de su esposo, una persona mayor inválida emancipada por el abandono de sus hijos, una joven que acaba violada en lo que ella entendió que era una cita amistosa, una persona que es asaltada en un callejón por un ladrón, un ciudadano que es torturado por un oficial de seguridad, la violación masiva de mujeres con fines de “contaminar el grupo racial”, la exterminación sistemática de una población dada, una expulsión masiva de un grupo étnico, el Holocausto, los actos del Kmer Rouge, Ruanda, Darfur, todos tienen en común el ultraje de esas premisas básicas de seguridad y respeto recíproco en tanto seres humanos, de ese apoyo que esperamos como miembros de una familia, de una comunidad o de la familia humana. Las víctimas son despojadas en cada caso del requisito de coherencia necesario para vivir en un mundo predecible, ordenado y razonable.
Esta fractura de la trama del mundo hace añicos la identidad y genera en aquellos que la padecen un hambre de coherencia, un anhelo básico de orden. Como consecuencia, buscarán y aceptarán cualquier descripción que pueda permitirles reestablecer alguna semblanza de estabilidad en su visión del mundo y de sí mismos. Esta necesidad extrema de claridad expone a las víctimas de violencia a ser inoculadas por narrativas distorsionadas y tóxicas provenientes de su cultura o de su tradición familiar, de sus propias experiencias de vida previas, o aun ofrecidas por los mismos perpetradores o por los testigos de la violencia.
Una cachetada, una violación, un acto de tortura, una muerte violenta, son rótulos descontextualizados, desnudos, que definen actos de violencia, y no la secuencia de las acciones, ni el elenco total de participantes, ni el contexto o los corolarios morales o relacionales, elementos todos que son los componentes constitutivos de una historia. Muchos de los rasgos de las historias –y de sus transformaciones a partir de una experiencia de violencia y a partir de una terapia– se ven facilitados por las historias dominantes en nuestras culturas, por las tradiciones y mitos y múltiples historias que otorgan identidad a nuestra familia y a nuestro entorno cultural y étnico, por los temas dominantes en nuestra extracción socio-económico-política –con su cuota variable de sexismo, clasismo y regionalismo–, por nuestros credos –tales como la noción del karma en un contexto budista y la de pecado y castigo en un contexto judeo-cristiano–, y por los relatos dominantes en los medios de comunicación de masas. Esos mitos e historias arquetípicas o idiosincrásicas proporcionan anteproyectos explicativos listos para influenciar o aun guiar las historias personales en vías de ser reorganizadas luego de una experiencia de violencia que las hace tambalear.
Pero ocurre que, a través de sus acciones y comentarios, los perpetradores, los cómplices, los posibles espectadores, testigos (aun el mejor intencionado) y la misma víctima poseen también el poder de facilitar, sembrar, inocular ciertos argumentos que mistifican, opacan y re-editan, por así decir, la naturaleza violenta del acto así como la responsabilidad de victimarios y a la vez de las víctimas.
Tergiversando a quién pertenece la iniciativa, mistificando el rol del victimario, la violencia puede definirse como forzada en el perpetrador por alguna otra instancia (“Yo no quería hacerlo pero...”), culpando, en ultima instancia, a la víctima (“Hiciste que lo hiciera”), a circunstancias externas (“Estaba estresado por mi trabajo”, “Sólo cumplía órdenes”), a las hormonas (“¿Qué quieres?, ¡No estoy hecho de piedra!”), a los genes (“Tú sabes que yo soy así, temperamental. ¿Por qué me provocaste?”), a los malos entendidos (“Me invitaste a tu departamento, así que no me digas que no esperabas que nos acostáramos juntos”), a otras generaciones (“Me estaba vengando de lo que tus abuelos hicieron a mis abuelos”).
Introduciendo confusión en el escenario, el perpetrador –o un testigo, o aun la víctima, cuando se encuentra “adecuadamente entrenada” por sus propias experiencias previas– puede rotular el acto de violencia, no como violencia, sino como educación (“¡Esto te enseñará!”) o como amor (“¡Lo hice porque te amo tanto!”).
Descalificando la experiencia de la víctima, el efecto físico o emocional de la violencia puede ser negado (“¡No te puede haber dolido tanto!”; “Al final acabo por gustarte, ¿no es cierto?”).
Mistificando el corolario moral, la intención del acto de violencia puede ser redefinida (“¡Lo estoy haciendo por tu propio bien!”).
Además, el perpetrador, el contexto y aun el imaginario de la víctima pueden forzarla para que acepte una versión tergiversada de la realidad mediante amenazas de aislamiento social, riesgo o desesperanza, argumentando vergüenza (“¡Todos te conocen, y sabrán que, de verdad, tú lo provocaste, serás el hazmerreír de todo el mundo!”), falta de credibilidad (“¡Nadie creerá tu acusación!”), terror (“Si se lo dices a alguien volveré y te mataré”), locura (“¡Estás totalmente loco/a! ¡Eso nunca sucedió!”).
En resumen, a través de esos procesos, luego de actos de violencia intensa y a veces persistentes, las víctimas tenderán a mostrar, ya grados variados de confusión o desorganización –el efecto de su capacidad disminuida para contar su historia de las circunstancias y retener la coherencia de su mundo–, ya distorsiones en la historia de la violencia en la cual ellas mismas ocupan, al menos en cierta medida, la posición de autoperpetradoras o al menos cómplices de su propia victimización y sufrimiento (“Yo la provoqué”; “Yo me la busqué”; “Yo me la merezco”; “Me lo debo haber imaginado”).
Estas descripciones alteradas ofrecen a la víctima un respiro temporal, una salida provisoria para el espantoso sentido de traición de las premisas básicas de vivir que conlleva el acto de violencia, dado que estas mistificaciones cuestionan que la traición haya tenido lugar: fue, en realidad, un acto de amor, o de educación, o un acto forzado por la víctima, y hasta disfrutado. Así, la víctima olvida lo que ocurrió o bien lo desdibuja, a la vez que adapta la historia distorsionada. Esa alternativa, a la que muchas víctimas de la violencia se aferran como tabla de salvación, ocurre a expensas de abandonar toda introspección, validación y protagonismo ético. De hecho, esta salida acarrea inconvenientes importantes: requiere un esfuerzo psíquico intenso para ser mantenida, dado que tiene lugar a costo de una negación de señales que provienen del feedback de los otros, del propio cuerpo y aun del sentido común; por lo tanto, esta estrategia fomenta el embotamiento emocional; conduce a un progresivo aislamiento de aquellos miembros significativos de la red social –familia, amigos, vecinos– que contradicen esa versión de la realidad, lo que reduce el contacto social íntimo; aumenta el riesgo de la repetición del daño, dado que no favorece comportamientos protectores necesarios para evitar la recidiva de la violencia, es decir, reduce la posibilidad de aprendizaje y cambio, obscurece la necesidad de una reparación por el sufrimiento, dado que el perpetrador desaparece como tal de la historia. Por lo tanto, escamotea la ética relacional y cementa a la larga una visión solitaria y desesperanzada de la realidad, ya que la visión del mundo adoptada implica con frecuencia que “los demás están ahí siempre listos para tomar ventaja de mí” o bien que “yo me lo merezco”; por lo tanto, minimiza la resiliencia y facilita la perpetuación de la violencia.
Uno de los resultados –y algunas veces una de las intenciones– de todo tipo de violencia colectiva es no sólo la eliminación de las víctimas mismas (su desaparición, denigración absoluta o expulsión), sino también la destrucción de la historia de vida de las víctimas, de sus testimonios y recuerdos, de su identidad. Ese proceso es compartido con frecuencia por la violencia interpersonal, privada.
El objetivo del proceso terapéutico con víctimas de la violencia es precisamente el opuesto: es “dar voz” a las víctimas a través de desestabilizar los componentes mistificados de la historia de victimización, restaurar la memoria y la identidad y abrir las posibilidades de re-capturar el protagonismo de su vida, así como de recuperar su dignidad.
Narrativas de recuperación
La evolución de cada narrativa de violencia del sobreviviente es idiosincrásica: cada paciente evolucionará a su propio paso y a través de su propia ordalía y sus propios ritos de pasaje. La cura incluye con frecuencia una serie de transformaciones de la historia de violencia. Cada paciente permanecerá en una u otra de las posibles narrativas durante el tiempo que le sea necesario como para ir hilando la trama de la recapturación digna de sus identidades, sus introspecciones y sus capacidades para la alegría y la esperanza. Algunas incluirán el mundo de los perpetradores, algunas no (y ésta puede evolucionar de no incluirla hacia incluirla, o viceversa). Algunas ubicarán la fuente de la responsabilidad de la victimización en el perpetrador, otros en los espectadores, o en el contexto, o en otros personajes (frecuentemente moviéndose de una historia simple y lineal a una más compleja y rica) o, en parte, en la víctima –si de eso se desprenden aprendizajes e insights enriquecedores–. Algunas presentarán una historia en continua evolución, mientras que otros llegarán a un punto dado y se detendrán ahí. De hecho, existen muchas maneras de vivir una vida.
En el curso de ese proceso acompañamos a nuestros pacientes a través de algunas paradojas resistentes. Una de ellas es que el cierre de la historia, la resolución interior, es necesaria, pero todo cierre definitivo de la historia es imposible, ya que para asegurar retener todo lo que se aprendió de ella requiere mantenerla, hasta cierto punto, viva.
Resulta importante tener presente que, a pesar de toda expectativa, la terapia no es restauradora, es decir, que las vidas de los sobrevivientes nunca serán “como antes”. Ellos vivirán, esperamos, vidas diferentes, vidas con menos sufrimiento y más placer, con más iniciativa y más libertado, vidas valiosas, pero no “como antes”. De hecho, las fantasías de restitutio ab initio (a saber, que la experiencia traumática va a desaparecer a través de la actividad terapéutica, como una suerte de recompensa por los esfuerzos y los sufrimientos) constituyen una expectativa ilusoria frecuente no sólo en muchas víctimas de violencia en el proceso de recuperación, sino también en muchos terapeutas, lo que agrega otro nivel de duelo al proceso (la perdida del final feliz, tanto para la víctima como para el terapeuta). Por ello, podemos aún anticipar que el cierre de un proceso de reparación será seguido por una sensación ambivalente de éxito y de fracaso, de satisfacción y de vacío.
* Extractado del artículo “Victimización, recuperación y las historias ‘con mejor forma’”, incluido en la revista Sistemas Familiares y otros Sistemas Humanos, de la Asociación de Psicoterapia Sistémica de Buenos Aires.
Fuente: Página 12
Recientemente, en el curso de una terapia con una mujer que había sido abusada emocional y sexualmente con saña durante largo tiempo por su novio, ella comenzó a describir al perpetrador en términos de su contexto, su historia y su estilo. Como tuve la impresión de que con esas descripciones estaba intentando justificar esa violencia, desafié su descripción, definiendo sin ambigüedad la responsabilidad que él tenía acerca de la violencia. Me corrigió: “No es que lo esté justificando. Trato de entenderlo, de verlo como un ser humano y no como un objeto, para diferenciarme de él. Esto es lo que estoy haciendo”. Por cierto, ella tenía razón.
Otra mujer, víctima de un asalto y violación que la había dejado profundamente traumatizada, pasó un largo período dominado por lo que me pareció era una diatriba interminable de odio y de planes fantasiosos de venganza en contra de sus agresores. Si bien yo, en tanto testigo de su historia, legitimaba su indignación, cada tanto hacía comentarios centrados en su sufrimiento, la pérdida de la inocencia, su desilusión acerca del mundo. Y cada vez que lo hacía, ella me acusaba de que estaba intentando distraerla de lo que sentía como central para ella, a saber, la legitimidad de su furia. Y, por supuesto, también ella tenía razón.
El trabajo terapéutico con víctimas de la violencia –sobrevivientes de atrocidades individuales o colectivas– conlleva un proceso de develar y recuperar verdades, facilitar el duelo, reconstituir la autoría y experiencia de iniciativa a través de la acción y la reivindicación, recuperar el futuro, y reconectarse consigo mismo y con los demás. Esto implica una tarea a veces agotadora de ayudar a nuestros pacientes a cambiar específicamente aquellas narrativas acerca de su experiencia de victimización y de las consecuencias morales y de comportamiento de las mismas, que los ha atrapado en un mundo en el cual su capacidad de autoafirmación, reconocimiento, autoría, autonomía, crecimiento, alegría y enriquecimiento emocional recíproco está drásticamente disminuida.
Todo acto de violencia interpersonal pone en jaque nuestras premisas acerca de cómo concebir y como describir nuestra vida y nuestro alrededor, destruye nuestra inserción en el mundo. No es de sorprender que el primer efecto de un acto de violencia en la víctima es una experiencia de confusión, una pérdida de la coherencia interna que constituye su identidad: La violencia destruye el modo de describir el mundo y, por lo tanto, destruye ese mundo. Un niño que acaba con un brazo roto por una paliza propinada por un padre o una madre malhumorados, una mujer que recibe una trompada de su esposo, una persona mayor inválida emancipada por el abandono de sus hijos, una joven que acaba violada en lo que ella entendió que era una cita amistosa, una persona que es asaltada en un callejón por un ladrón, un ciudadano que es torturado por un oficial de seguridad, la violación masiva de mujeres con fines de “contaminar el grupo racial”, la exterminación sistemática de una población dada, una expulsión masiva de un grupo étnico, el Holocausto, los actos del Kmer Rouge, Ruanda, Darfur, todos tienen en común el ultraje de esas premisas básicas de seguridad y respeto recíproco en tanto seres humanos, de ese apoyo que esperamos como miembros de una familia, de una comunidad o de la familia humana. Las víctimas son despojadas en cada caso del requisito de coherencia necesario para vivir en un mundo predecible, ordenado y razonable.
Esta fractura de la trama del mundo hace añicos la identidad y genera en aquellos que la padecen un hambre de coherencia, un anhelo básico de orden. Como consecuencia, buscarán y aceptarán cualquier descripción que pueda permitirles reestablecer alguna semblanza de estabilidad en su visión del mundo y de sí mismos. Esta necesidad extrema de claridad expone a las víctimas de violencia a ser inoculadas por narrativas distorsionadas y tóxicas provenientes de su cultura o de su tradición familiar, de sus propias experiencias de vida previas, o aun ofrecidas por los mismos perpetradores o por los testigos de la violencia.
Una cachetada, una violación, un acto de tortura, una muerte violenta, son rótulos descontextualizados, desnudos, que definen actos de violencia, y no la secuencia de las acciones, ni el elenco total de participantes, ni el contexto o los corolarios morales o relacionales, elementos todos que son los componentes constitutivos de una historia. Muchos de los rasgos de las historias –y de sus transformaciones a partir de una experiencia de violencia y a partir de una terapia– se ven facilitados por las historias dominantes en nuestras culturas, por las tradiciones y mitos y múltiples historias que otorgan identidad a nuestra familia y a nuestro entorno cultural y étnico, por los temas dominantes en nuestra extracción socio-económico-política –con su cuota variable de sexismo, clasismo y regionalismo–, por nuestros credos –tales como la noción del karma en un contexto budista y la de pecado y castigo en un contexto judeo-cristiano–, y por los relatos dominantes en los medios de comunicación de masas. Esos mitos e historias arquetípicas o idiosincrásicas proporcionan anteproyectos explicativos listos para influenciar o aun guiar las historias personales en vías de ser reorganizadas luego de una experiencia de violencia que las hace tambalear.
Pero ocurre que, a través de sus acciones y comentarios, los perpetradores, los cómplices, los posibles espectadores, testigos (aun el mejor intencionado) y la misma víctima poseen también el poder de facilitar, sembrar, inocular ciertos argumentos que mistifican, opacan y re-editan, por así decir, la naturaleza violenta del acto así como la responsabilidad de victimarios y a la vez de las víctimas.
Tergiversando a quién pertenece la iniciativa, mistificando el rol del victimario, la violencia puede definirse como forzada en el perpetrador por alguna otra instancia (“Yo no quería hacerlo pero...”), culpando, en ultima instancia, a la víctima (“Hiciste que lo hiciera”), a circunstancias externas (“Estaba estresado por mi trabajo”, “Sólo cumplía órdenes”), a las hormonas (“¿Qué quieres?, ¡No estoy hecho de piedra!”), a los genes (“Tú sabes que yo soy así, temperamental. ¿Por qué me provocaste?”), a los malos entendidos (“Me invitaste a tu departamento, así que no me digas que no esperabas que nos acostáramos juntos”), a otras generaciones (“Me estaba vengando de lo que tus abuelos hicieron a mis abuelos”).
Introduciendo confusión en el escenario, el perpetrador –o un testigo, o aun la víctima, cuando se encuentra “adecuadamente entrenada” por sus propias experiencias previas– puede rotular el acto de violencia, no como violencia, sino como educación (“¡Esto te enseñará!”) o como amor (“¡Lo hice porque te amo tanto!”).
Descalificando la experiencia de la víctima, el efecto físico o emocional de la violencia puede ser negado (“¡No te puede haber dolido tanto!”; “Al final acabo por gustarte, ¿no es cierto?”).
Mistificando el corolario moral, la intención del acto de violencia puede ser redefinida (“¡Lo estoy haciendo por tu propio bien!”).
Además, el perpetrador, el contexto y aun el imaginario de la víctima pueden forzarla para que acepte una versión tergiversada de la realidad mediante amenazas de aislamiento social, riesgo o desesperanza, argumentando vergüenza (“¡Todos te conocen, y sabrán que, de verdad, tú lo provocaste, serás el hazmerreír de todo el mundo!”), falta de credibilidad (“¡Nadie creerá tu acusación!”), terror (“Si se lo dices a alguien volveré y te mataré”), locura (“¡Estás totalmente loco/a! ¡Eso nunca sucedió!”).
En resumen, a través de esos procesos, luego de actos de violencia intensa y a veces persistentes, las víctimas tenderán a mostrar, ya grados variados de confusión o desorganización –el efecto de su capacidad disminuida para contar su historia de las circunstancias y retener la coherencia de su mundo–, ya distorsiones en la historia de la violencia en la cual ellas mismas ocupan, al menos en cierta medida, la posición de autoperpetradoras o al menos cómplices de su propia victimización y sufrimiento (“Yo la provoqué”; “Yo me la busqué”; “Yo me la merezco”; “Me lo debo haber imaginado”).
Estas descripciones alteradas ofrecen a la víctima un respiro temporal, una salida provisoria para el espantoso sentido de traición de las premisas básicas de vivir que conlleva el acto de violencia, dado que estas mistificaciones cuestionan que la traición haya tenido lugar: fue, en realidad, un acto de amor, o de educación, o un acto forzado por la víctima, y hasta disfrutado. Así, la víctima olvida lo que ocurrió o bien lo desdibuja, a la vez que adapta la historia distorsionada. Esa alternativa, a la que muchas víctimas de la violencia se aferran como tabla de salvación, ocurre a expensas de abandonar toda introspección, validación y protagonismo ético. De hecho, esta salida acarrea inconvenientes importantes: requiere un esfuerzo psíquico intenso para ser mantenida, dado que tiene lugar a costo de una negación de señales que provienen del feedback de los otros, del propio cuerpo y aun del sentido común; por lo tanto, esta estrategia fomenta el embotamiento emocional; conduce a un progresivo aislamiento de aquellos miembros significativos de la red social –familia, amigos, vecinos– que contradicen esa versión de la realidad, lo que reduce el contacto social íntimo; aumenta el riesgo de la repetición del daño, dado que no favorece comportamientos protectores necesarios para evitar la recidiva de la violencia, es decir, reduce la posibilidad de aprendizaje y cambio, obscurece la necesidad de una reparación por el sufrimiento, dado que el perpetrador desaparece como tal de la historia. Por lo tanto, escamotea la ética relacional y cementa a la larga una visión solitaria y desesperanzada de la realidad, ya que la visión del mundo adoptada implica con frecuencia que “los demás están ahí siempre listos para tomar ventaja de mí” o bien que “yo me lo merezco”; por lo tanto, minimiza la resiliencia y facilita la perpetuación de la violencia.
Uno de los resultados –y algunas veces una de las intenciones– de todo tipo de violencia colectiva es no sólo la eliminación de las víctimas mismas (su desaparición, denigración absoluta o expulsión), sino también la destrucción de la historia de vida de las víctimas, de sus testimonios y recuerdos, de su identidad. Ese proceso es compartido con frecuencia por la violencia interpersonal, privada.
El objetivo del proceso terapéutico con víctimas de la violencia es precisamente el opuesto: es “dar voz” a las víctimas a través de desestabilizar los componentes mistificados de la historia de victimización, restaurar la memoria y la identidad y abrir las posibilidades de re-capturar el protagonismo de su vida, así como de recuperar su dignidad.
Narrativas de recuperación
La evolución de cada narrativa de violencia del sobreviviente es idiosincrásica: cada paciente evolucionará a su propio paso y a través de su propia ordalía y sus propios ritos de pasaje. La cura incluye con frecuencia una serie de transformaciones de la historia de violencia. Cada paciente permanecerá en una u otra de las posibles narrativas durante el tiempo que le sea necesario como para ir hilando la trama de la recapturación digna de sus identidades, sus introspecciones y sus capacidades para la alegría y la esperanza. Algunas incluirán el mundo de los perpetradores, algunas no (y ésta puede evolucionar de no incluirla hacia incluirla, o viceversa). Algunas ubicarán la fuente de la responsabilidad de la victimización en el perpetrador, otros en los espectadores, o en el contexto, o en otros personajes (frecuentemente moviéndose de una historia simple y lineal a una más compleja y rica) o, en parte, en la víctima –si de eso se desprenden aprendizajes e insights enriquecedores–. Algunas presentarán una historia en continua evolución, mientras que otros llegarán a un punto dado y se detendrán ahí. De hecho, existen muchas maneras de vivir una vida.
En el curso de ese proceso acompañamos a nuestros pacientes a través de algunas paradojas resistentes. Una de ellas es que el cierre de la historia, la resolución interior, es necesaria, pero todo cierre definitivo de la historia es imposible, ya que para asegurar retener todo lo que se aprendió de ella requiere mantenerla, hasta cierto punto, viva.
Resulta importante tener presente que, a pesar de toda expectativa, la terapia no es restauradora, es decir, que las vidas de los sobrevivientes nunca serán “como antes”. Ellos vivirán, esperamos, vidas diferentes, vidas con menos sufrimiento y más placer, con más iniciativa y más libertado, vidas valiosas, pero no “como antes”. De hecho, las fantasías de restitutio ab initio (a saber, que la experiencia traumática va a desaparecer a través de la actividad terapéutica, como una suerte de recompensa por los esfuerzos y los sufrimientos) constituyen una expectativa ilusoria frecuente no sólo en muchas víctimas de violencia en el proceso de recuperación, sino también en muchos terapeutas, lo que agrega otro nivel de duelo al proceso (la perdida del final feliz, tanto para la víctima como para el terapeuta). Por ello, podemos aún anticipar que el cierre de un proceso de reparación será seguido por una sensación ambivalente de éxito y de fracaso, de satisfacción y de vacío.
* Extractado del artículo “Victimización, recuperación y las historias ‘con mejor forma’”, incluido en la revista Sistemas Familiares y otros Sistemas Humanos, de la Asociación de Psicoterapia Sistémica de Buenos Aires.
Fuente: Página 12
Suscribirse a:
Entradas (Atom)