martes, 31 de mayo de 2011

Mensaje de la Convocatoria Ecuménica Internacional por la Paz

Gloria a Dios y Paz en la Tierra
Pido al Padre que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, porque estáis arraigados y cimentados en amor. (Efesios 3: 16-17)
Entendemos la paz y la pacificación como un aspecto indispensable de nuestra fe común. La paz está indisolublemente relacionada con el amor, la justicia y la libertad que Dios ha concedido a todos los seres humanos por medio de Cristo y la obra del Espíritu Santo como don y vocación. Constituye un modo de vida que refleja la participación humana en el amor de Dios por el mundo. La naturaleza dinámica de la paz como don y vocación no niega la existencia de tensiones, que forman parte integrante de las relaciones humanas, pero puede mitigar su fuerza destructiva aportando justicia y reconciliación.
Dios bendice a los pacificadores. Las iglesias miembros del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) y otros cristianos están unidos como nunca antes en la búsqueda de medios para hacer frente a la violencia y rechazar la guerra en pro de la “paz justa” – el establecimiento de paz con justicia mediante una respuesta en común al llamamiento de Dios. La paz justa nos invita a unirnos en una peregrinación común y a comprometernos a edificar una cultura de paz.
(…) Hemos celebrado los logros del Decenio Ecuménico para Superar la Violencia (2001-2010). Nuestros compromisos nos han dado aliento al mostrarnos que es posible erradicar la violencia. El Decenio para Superar la Violencia ha permitido conocer muchos ejemplos de cristianos que han marcado una diferencia.
Somos conscientes de que los cristianos han sido a menudo cómplices de sistemas de violencia, injusticia, militarismo, racismo, intolerancia y discriminación por razones de casta o por otros motivos. Pedimos a Dios que perdone nuestros pecados, y nos transforme en agentes de rectitud y abogados de la Paz justa. Hacemos un llamamiento a los gobiernos y a otros grupos para que dejen de utilizar la religión como pretexto para justificar la violencia.
Junto con copartícipes de otras creencias, hemos reconocido que la paz es un valor central de todas las religiones, y la promesa de paz se extiende a todas las personas, independientemente de tradiciones y compromisos. Mediante la intensificación del diálogo interreligioso procuramos llegar a una convergencia con todas las religiones del mundo en relación con estas cuestiones
Estamos unidos en nuestro anhelo de que la guerra sea considerada ilegal. En nuestra lucha por la paz en la tierra tenemos que hacer frente a nuestros contextos e historias diferentes.
Somos conscientes de que las diferentes iglesias y religiones aportan perspectivas distintas del camino hacia la paz. Algunos de entre nosotros comienzan desde el punto de vista de la conversión personal y la moralidad, considerando que la aceptación de la paz de Dios en nuestro corazón es la base de la paz en la familia, la comunidad, la economía, así como en toda la tierra y en el mundo de las naciones. Otros destacan la necesidad de centrarse ante todo en el apoyo y la corrección recíprocos en el cuerpo de Cristo para que sea posible la paz. Otros más estimulan el compromiso de las iglesias con los amplios movimientos sociales y el testimonio público de la iglesia.
Cada uno de estos enfoques tiene su fundamento y no son mutuamente excluyentes. De hecho, están estrechamente relacionados. Incluso en nuestra diversidad podemos hablar con una sola voz.
(…)
Paz entre los pueblos.
La historia, especialmente gracias al testimonio de las iglesias tradicionalmente pacifistas, nos recuerda que la violencia es contraria a la voluntad de Dios y que nunca puede resolver conflictos. De ahí que decidamos ir más allá de la doctrina de la guerra justa orientándonos hacia el compromiso con la paz justa. Esta actitud requiere que abandonemos la concepción excluyente de la seguridad nacional propugnando la seguridad para todos. Esto incluye la responsabilidad diaria de impedir la violencia atacando sus raíces.
Es necesario examinar, discernir y elaborar muchos aspectos concretos de la noción de paz justa. Continuamos debatiéndonos para saber cómo proteger a la gente inocente de la injusticia, la guerra y la violencia. En este sentido, nos esforzamos por entender la noción de “responsabilidad de proteger” y evitar que se utilice indebidamente. Pedimos urgentemente al CMI y a los organismos relacionados con el mismo que definan con mayor claridad su posición por lo que respecta a esa política.
Abogamos por el desarme nuclear total y el control de la proliferación de armas pequeñas.
Nosotros, en nuestra calidad de iglesias, tenemos la posibilidad, si osamos hacerlo, de enseñar la no violencia a los poderosos, porque somos seguidores de aquél que vino como un niño indefenso, murió en la Cruz, nos dijo que dejemos de lado nuestras espadas, nos enseñó a amar a nuestros enemigos, y resucitó de entre los muertos.
(…) Nuestro agradecimiento y alabanza a ti, Dios Trino y Uno: Gloria a ti, y paz a tu pueblo en la tierra. Dios de vida, condúcenos a la justicia y la paz. Amén.

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