Jacques Derrida lee a Jankelevitch y expresa su opinión acerca del perdón: solo lo imperdonable es objeto del perdón. Difícil de poner en práctica pero imprescindible pensarlo.
Jankélevitch, Vladimir. El Perdón. Ed. Seix Barral. Barcelona. 1999.
Francesc Torralba
Barcelona.
Una de las obra más sugerentes que se han escrito durante el siglo XX sobre la virtud del perdón es la del filósofo y musicólogo francés, Vladimir Jankélevitch (1903-1985), publicada en 1967, con el título Le pardón (El perdón, Seix Barral,1999).
No es fácil situar el pensamiento de este creador dentro de los sistemas filosóficos del siglo pasado, porque en cierto modo, no cabe estrictamente en ningún compartimiento. No es un marxista, ni un existencialista, ni un personalista, ni tampoco un estructuralista en el sentido ortodoxo del término. Su obra original y sugerente, todavía poco conocida y traducida en nuestro país, tiene un profundo signo moral y contiene reflexiones muy apropiadas sobre la vida práctica. Es remarcable su tratado sobre las virtudes y sus disquisiciones sobre el vitalismo de Bergson y el idealismo de Schelling, a quien dedicó su tesis doctoral que defendió en la Sorbona.
El perdón es una obra exitosa en muchos sentidos. Explora las dificultades en el ejercicio del perdón y define el perdón como un don libre, un acto de la voluntad, que se propone limpiar, empezar de nuevo, liberarse de una historia herida. El perdón es, en este sentido, terapéutico, higiénico, una operación catártica que permite liberarse del peso del pasado y tratar al otro como un nuevo ser. El perdón, tal como lo entiende Jankélévitch, no es una imposibilidad, pero tampoco es sencillo conseguirlo. Exige humildad y, a la vez, el tiempo juega un papel clave, porque perdonar la ofensa al momento es difícil, pero con la distancia que dan los años, es más viable el camino hacia la reconciliación.
La Carta de la Paz dirigida a la ONU no hace referencia directa al perdón, pero si describe unas serie de operaciones claves para restablecer la paz, para pacificar la historia. Lamentar las acciones injustas que se cometieron en el pasado, es un primer paso. Esto supone reconocerlas y tener la audacia de lamentarlas públicamente. El perdón también incluye este proceso. Sólo se puede pedir perdón, si se lamenta de todo corazón, lo que pasó, el mal que yo o los que me prendieron en el gobierno de una institución causaron. La lamentación pública no garantiza la reconciliación, pero es el primer paso. Hace falta además, resarcir, en la medida de lo posible el mal causado. El perdón como virtud, también exige este trabajo de reparar, no solo en el plano simbólico, sino también en el ético, social, económico y psicológico. Resarcir en la medida de lo posible los males causados, tampoco no garantiza la reconciliación, pero es un segundo escalón decisivo en la purificación de los males de la memoria.
Vladimir Jankélevitch sufrió, como también muchos otros intelectuales comprometidos del siglo XX, la persecución y el destierro. Cuando escribe sobre el perdón y sus condiciones de posibilidad, no elabora un discurso ahistórico, frívolo o banal, sino que sabe lo que pesan los resentimientos y los rencores al hacer las paces y darse la posibilidad de empezar de nuevo. Está bien leerlo y escucharlo.
Publicado por Carta de la Paz dirigida a la ONU
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