Una semana después de haber leído “Disposición final”, tristísima imagen para referirse a la desaparición de un ser humano: “sacar de servicio una cosa por inservible”… Me vienen a la memoria las palabras de Ives Domergue a su hermano Ives:
“Encontramos e identificamos a mi hermano Yves y a su compañera Cristina, ambos enterrados como NN en septiembre del 76”
“Veo tus huesos desnudos. Huesos perforados, delicadamente ordenados en una mesada. Te miro y te reconozco. Veo tus huesos desnudos, recorro tus miembros delgados, no quiero que tomes frío… entonces te arropo”
Me pregunto cómo hacer del dolor semilla de vida nueva. Dejo fluir mi pensamiento, mis sentimientos… los versos de Benedetti “Están en algún sitio / nube o tumba /están en algún sitio/ estoy seguro allá en el sur del alma”… “¿Cómo desactivar la lápida con el sembradío?¿La guadaña con el clavel?”
Recuerdo también el dolor de Arturo Larrabure que persigue justicia para su padre: “El cuerpo médico forense de la Corte Suprema de Justicia de la Nación dictaminó que el coronel Argentino del Valle Larrabure fue víctima de ‘asfixia mecánica por compresión cervical externa’ al haber sido estrangulado. El informe determinó que el militar tenía un elevado índice de alcohol en sangre al momento de su muerte , lo que llevó a los especialistas a concluir que Larrabure se encontraba en estado de indefensión o por lo menos con disminución de su capacidad de reacción al momento de su muerte”… otro cuerpo que clama.
¿Demonios?… ¿Ángeles?… ¿Ángeles y demonios?…No, hombres y su misterio inasible.
Oscar del Barco me dice “Más allá de todo y de todos, incluso hasta de un posible dios, hay el no matarás (…) Un mandato que no puede fundarse o explicarse, y que sin embargo está aquí, en mí y en todos, como presencia sin presencia, como fuerza sin fuerza, como ser sin ser. No un mandato que viene de afuera, desde otra parte, sino que constituye nuestra inconcebible e inaudita inmanencia (…) No matarás al hombre porque todo hombre es sagrado y cada hombre es todos los hombres”
Badiou me recuerda: “Hay una sola máxima ética: si uno se compromete en un punto, sostenerlo a toda costa. No sostener un punto es siempre traicionar una verdad”.
Entonces voy al Maestro, a buscar sus palabras, su experiencia de un Dios amigo de la vida, defensor de las víctimas, Abba… Jesús me enseña a escrutar la voluntad de Dios que nos lleva más allá de la Ley, nos llama a ser hijos que nos parezcamos a Él, nos alienta para que seamos buenos como Él.
“Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los afligidos, porque serán consolados. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí”
“Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: “No matarás”, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego.”
Aquel que no mata cumple con la Ley pero, si no arranca de su corazón el odio, el rencor, la agresividad, no se parece a Dios. Jesús era un provocador no arbitrario, quebraba constantemente los moldes de comportamiento vigentes, las normas establecidas. Pero todo tenía pleno sentido: la lógica del Reino.
“Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente”. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él”
Jesús le decía esto a un pueblo cuyas esperanzas estaban puestas en la irrupción de Dios que impondría la justicia y destruiría a los enemigos, un pueblo que aguardaba impaciente que se hicieran realidad los anuncios de los profetas y las expectativas de los apocalípticos. Jesús confrontó con esa interpretación: no creía en un Mesías guerrero; no esperaba nada bueno de los levantamientos armados contra el imperio; no prestaba atención a los apocalípticos de la venganza; era bien distinto de los esenios que en el desierto se preparaban con rígida ascesis para la guerra con los hijos de las tinieblas porque se identificaban a sí mismos con los hijos de la luz. Él vivió denunciando y desafiando todas las formas de violencia pero nunca usó la violencia destructora.
Entonces ¿hay que resignarse ante los victimarios?¿ someterse a la injusticia?¿callarse ante los abusos ?¿abandonar la esperanza de una tierra donde reine la justicia para recibir la recompensa en el cielo?…Jesús – porque tenía la experiencia de un Dios no violento – propuso la praxis de una resistencia no violenta a la injusticia, sugirió un modo de vivir a la intemperie, escandaloso en su tiempo y también en el nuestro. No alentó la pasividad, el “no te metas”, la cobardía. Impulsó a ser digno dueño de uno mismo y a descolocar al ofensor con gestos que hicieran evidente la injusticia. Apostó a que el adversario se sorprendiera ante lo inesperado, se desconcertara, quedara expuesto, se diera cuenta y cambiara su actitud. Dicho de otro modo: invitó a detener la dinámica del poder, la escalada simétrica de violencia, o la humillación.
Jesús no era un ingenuo, sabía a qué se exponía y pronto lo sufriría brutalmente en su propia carne. Tengo para mí que se jugó por generar pequeños grupos de varones y mujeres libres de los condicionamientos de la violencia cotidiana, aun de la estructural. Varones y mujeres responsables, valientes, compasivos, testigos auténticos con corazón de carne en medio de un mundo cruel, injusto, indiferente, inhumano.
“Ustedes han oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo”
Pero Israel rezaba así:
¡Dios vengador de las injusticias, Señor, Dios justiciero, manifiéstate! ¡Levántate, Juez de la tierra, dales su merecido a los soberbios! ¿Hasta cuándo triunfarán, Señor, hasta cuando triunfarán los malvados? ¿Hasta cuando hablarán con arrogancia y se jactarán los malhechores? Ellos pisotean a tu pueblo, Señor, y oprimen a tu herencia; matan a la viuda y al extranjero, asesinan a los huérfanos (…) Él les devolverá a su misma iniquidad y los destruirá por su malicia, ¡El Señor, nuestro Dios, los destruirá!
¡Ojalá, Dios mío, hicieras morir a los malvados y se apartaran de mí los hombres sanguinarios, esos que hablan de ti con perfidia y en vano se rebelan contra ti! ¿Acaso yo no odio a los que te odian y aborrezco a los que te desprecian? Yo los detesto implacablemente, y son para mí verdaderos enemigos.
Jesús confrontó con los salmos de venganza, no se respaldó en la tradición y reveló un Dios nuevo, sorprendente, que no discrimina entre justos y culpables, que no da su amor solo a los que le aman, que hace el bien aun a los que se le oponen. ¿Cómo no iba a provocar conmociones y reacciones?…Convocó a no odiar, a superar el resentimiento, a orar para despertar en el propio corazón el amor a quien cuesta amar. No se trata de sentir simpatía o cariño por quien obra mal sino que consiste en intentar hacer lo que es bueno para él, ayudándolo a recuperar su humanidad perdida. Aquel que ama solo a los amigos pero alimenta en su interior el odio a los enemigos, cumple con la Ley pero no es dueño de un corazón compasivo como el del Padre. Será observante de la Ley, pero en él no reinará Dios.
Jesús sabía que cada relación de amor deja una puerta abierta a la vulnerabilidad, a la posibilidad de ser herido. Ser conciente, no huir de esa vulnerabilidad, significa prepararse ya para el perdón.
Ser discípulo de Jesús implica adherir a su persona, seguirlo, servirlo en el hambriento, en el sediento, en el caminante, en el enfermo, en el preso, en los crucificados de la historia. Ser discípulo es aceptar la locura y el escándalo de la Cruz. La vida de los discípulos será – casi siempre - crucificada, semilla que desaparece cuando fructifica, levadura diluida en el pan.
Con Pedro Arrupe sj me atrevo a rezar: “Señor, dame tu amor, que me haga perder mi “prudencia humana” y me impulse a arriesgarme a dar el salto, como San Pedro, para ir a Ti, que no me hundiré mientras confíe en Ti. No quisiera oír: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”. Cuántos motivos teológicos, ascéticos, de prudencia humana, se levantan, en mi espíritu y tratan de demostrarme “bajo apariencia de bien”, con muchas razones humanas, que aquello que Tú me inspiras y pides es imprudente. Una locura.¡Tú, Señor, según eso, fuiste “el más loco de los hombres”, pues inventaste esa insensatez de la cruz! ¡Oh, Señor!, enséñame que esa insensatez es tu prudencia, y dame tal amor a tu persona para que sea yo también otro loco como Tú”
Hoy mi insensatez tiene rostros, nombres. Están cobijados en mi corazón. Son diversos pero los une el dolor y el amor que los igualan. Ellos y ellas lo saben. Aquellos a quienes amo los conocen. Dios lo sabe. Eso me basta.
Publicado ayer, domingo 22 de abril, en 70veces7.info
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