sábado, 3 de septiembre de 2011

Cine: Algo más que una venganza por Sendrós, Daniel

La película En un mundo mejor, coproducción sueco-danesa dirigida por Susanne Bier, presenta historias en las que se manifiestan diversas maneras de enfrentar la humillación y la violencia.Presente desde hace tiempo en las ofertas de DVD en la calle, pasó casi inadvertido el estreno en salas de En un mundo mejor, película danesa Oscar 2010 al mejor film extranjero. Suele ocurrir, pero en este caso es una lástima. No porque sea una obra artísticamente excepcional. No lo es, y acaso tampoco era la más impresionante ni atractiva de las nominadas en ese rubro. En cambio, fue la de mejor llegada al corazón de los votantes. ¿Por qué? Quizá, porque trata con particular atención y sentido medianamente amplio un asunto que el propio cine norteamericano acomete con asiduidad pero muy poca cabeza: ¿cómo convivir con la violencia?, ¿y cómo frenar al violento y reconsiderar en uno mismo el natural ánimo de revancha?

Dos niños, y un mayor, se encuentran con esos problemas. Los chicos deben soportar las humillaciones cotidianas de un matoncito de grados superiores. Lo hacen cambiar de hábitos sólo cuando uno de ellos puede sorprenderlo con una paliza. Llevados a la dirección, un policía sonríe comprensivamente, y la directora parece mostrar cierta in genuidad, impulsando un gesto de reconciliación formal. Pero ese niño que supo imponerse, también tiene sus problemas. La madre ha muerto, y él está sufriendo un marcado resentimiento contra su padre, lo que más adelante puede traer serias consecuencias.

En cambio, el padre del otro chico parece un modelo de hombre. Médico, vive parte de su tiempo con la familia, y parte atendiendo unos campos de refugiados en Kenya. En cierto momento sufre una fea situación causada por un mecánico agresivo, delante de sus hijos y del otro chico, pero en lugar de responder agresivamente deja pasar el hecho “porque ese tipo no merece importancia”. Cuestionado por los niños, decide darles una lección de fortaleza interior, y se enfrenta nuevamente con ese sujeto, realmente antisocial y prepotente, que otra vez lo golpea. Pero él se mantiene inalterable. Los niños lo observan entre admirados y temerosos. Más tarde le preguntan con escepticismo: “¿Crees que él aprendió algo?”. Ellos ya resolvieron su problema, y ahora piensan darle su propia lección al mecánico pendenciero, una aventura que, mal manejada, estará a punto de causar desgracias propias y ajenas. Entretanto, y en tierras lejanas y medio bárbaras, el padre deberá reconsiderar su juramento hipocrático cuando encuentre bajo su cuidado a un matón de uniforme, un criminal que muchas veces amargó para siempre la vida de los habitantes del lugar. En este caso, la situación, y sobre todo la resolución del problema, facilitando prácticamente un ajusticiamiento colectivo, parece algo medio novelesco, y aunque la situación sea espantosa, nos impresiona mucho menos que las otras. Será, quizá, porque soportar a un maleducado, o ver que nuestros hijos la pasan mal en la escuela, son experiencias concretas para nosotros o nuestros vecinos. En cambio nos resulta ajena, y acaso apenas pintoresca, la tragedia de un pueblo africano. Ese asunto, además, está contado con menos precisión, y, si lo analizamos un poco, hasta podríamos sospecharle cierta mentalidad colonialista, de raza superior que viene a solucionar los problemas de los pobres negros.

De todos modos, el cotejo de situaciones permite considerar cuánta falta de civilización existe también en las sociedades más civilizadas. Gente bruta y agresiva hay en todas partes. Las reglas para ponerles límite suelen ser distintas, y a veces también pueden ser las mismas. Ni hablemos de intentar una integración.

En cada uno de estos casos, y otros que redondean la trama, el asunto es el mismo. Acá se aprecia más de una respuesta, y más de un peligro para cada respuesta. Película buena y fuerte, para todo público, elude unos cuantos facilismos y hace, con inteligencia y buen ritmo, planteos bastante realistas. Su autora es Susanne Bier, la misma de Hermanos, que era todavía más fuerte, pero de menor contenido. Detalle interesante: el título original de esta película puede traducirse literalmente como “venganza”, pero el encargado de ventas internacionales la rebautizó En un mundo mejor. Es más sugestivo, y alienta a hacer nuevas interpretaciones del relato.

Fuente: Revista Criterio. Cultura
Nº 2374 » Septiembre 2011

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