Hay muchas realidades, incluso más que las que marcan los reclamos sociales. Gran cantidad de voces se levantan contra las injusticias de los hombres, en el mundo, en un lenguaje común que nos abraza a todos...
Un caso representativo es el de la denominada Marcha Por la Paz, que ha recorrido México, en varias oportunidades, en contra de la violencia y el crimen, de la que participan cada vez más ciudades del país y extranjeras.
En un grito de ¡Basta!, hablan de deficiencias que “han desembocado en un problema estructural de impunidad generalizada frente a la comisión de abusos, en un círculo vicioso cuyo motor son las violaciones graves a los derechos humanos”. Las muertes en manos anónimas crecen, y la vida sólo se fortalece en la unión del reclamo. Pero México no es la única nación que vive un clima semejante.
Así como la situación preocupa en México también es crítica en todas las latitudes. Está caracterizada por la violencia y la discriminación que contaminan la vida cotidiana de amplios sectores de la población, la pobreza de vastas regiones, por el enfrentamiento entre culturas.
Al día de hoy, existen conflictos armados en numerosos puntos del Planeta y simultáneamente una profunda crisis del sistema financiero internacional. A todo esto se suma la creciente amenaza nuclear.
Esto no es una suma de crisis particulares, sino el cuadro que evidencia el fracaso global de un sistema cuya metodología de acción es la violencia y cuyo valor central es el dinero.
Lo urgente radica en crear conciencia por la Paz y el desarme. Pero asimismo se necesita despertar la conciencia de la No Violencia Activa que nos permita rechazar la violencia física y toda forma de violencia económica, racial, psicológica, religiosa y de género.
Todos podemos aportar un granito de arena a esta noble labor. Cada uno de nosotros tiene en sus manos la responsabilidad de cambiar el mundo, superando la violencia personal y apoyando, en su ámbito más próximo, el crecimiento de esta influencia positiva: la verdadera fuerza de este impulso nace del acto sencillo de quien por conciencia adhiere a una causa digna y la comparte con otros.
El principio moral de una sociedad no violenta consiste en: “Trata a los demás como quisieras que los otros te trataran a ti”.
Este principio moral va más allá de toda norma y de toda juridicidad para asentar su dominio en el terreno humano, por el registro del reconocimiento común que supera todo cálculo y toda especulación.
La paz es un don de Dios y, al mismo tiempo, un proyecto que realizar. Deberá ser un camino de elevación espiritual, cultural y moral para todos, donde prevalezca la dignidad del individuo plenamente. Al decir de Pablo VI:”Debe tener la paz mejores armas que las militares, que solo sirven para amedrentar, deben ser las herramientas morales las que den fuerza y prestigio al derecho internacional, primeramente, haciendo respetar los pactos firmados”.
Fuente: Revista on line de Editorial San Pablo
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