jueves, 1 de septiembre de 2011

SI SE PIERDE UN HERMANO...por Florentino Ulibarri

Si se pierde un hermano,

si se pierde un hijo,

si se pierde el vecino, el compañero,

el amigo o el enemigo...

¿qué he de hacer, Dios mío?

Lo buscaré sin descanso, día y noche,

por senderos, charcos y bosques,

playas y desiertos, montañas y valles,

pueblos y ciudades e inhóspitos lugares,

con mis pies cansados y corazón anhelante.

Lo llamaré, con mi voz rota, por su nombre

y no cejaré hasta encontrarlo y abrazarlo;

y le diré con ternura y pasión de hermano:

Estoy preocupado y angustiado por ti

y siento que nuestras vidas necesitan dialogarse.

Y si no se detiene y me da la espalda,

o hace oídos sordos a mis palabras,

o me desafía con los hechos o su mirada,

juntaré, antes que oscurezca, la ternura de dos o más

para ahogar su resistencia con fraternidad desbordada.

Y si el fuego de tu Espíritu y de los hermanos

no hace mella en sus gélidas entrañas,

juntaré centenares de cálidos hogares

para que alumbren su noche oscura

y derritan sus hielos invernales.

Y si tal torrente de ternura, gracia y respeto

no doblega su tronco altivo y yermo,

lo cubriré con mi ropa para protegerlo

y lo lavaré sin descanso con mis lágrimas

hasta cicatrizar sus heridas y devolverle la alegría.

Y si a pesar de ello no sigue tu camino,

le perdonaré como tú nos enseñaste;

y si es preciso me convertiré en rodrigón

de su vida, historia y suerte,

renunciando a otros proyectos personales.

Y así ganaré a mi hermano

y la vida que nos prometiste.

¡Bendito seas, Señor, que nos haces fuertes

para curar y ser curados, hoy y siempre,

para amar al hermano y ser por él amados!

¡Bendito seas, Señor, por invitarnos a crear,

vivir, salvar y cultivar la fraternidad!


Fuente: Fe Adulta



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