“Habrá un año en que habrá un mes en que habrá una semana en que habrá un día en que habrá una hora en que habrá un minuto en que habrá un segundo y, dentro del segundo, habrá el no tiempo sagrado de la muerte transfigurada” Clarice Lispector.
Al entrar en la Catedral de Buenos Aires una imagen golpea como en junio de 2011: sobre una alfombra el ataúd donde descansa el cuerpo del padre Carmelo.
La música invita al silencio. Escuchar en el silencio “la música callada y la soledad sonora” “Quieto, como sintiendo un pájaro herido en la palma de la mano, sin cerrar la mano, sin abrir los ojos”… “El alma busca y encuentra una ausencia, o una presencia en la que duele la ausencia, una conciencia en la que está presente el dolor”
Cinco obispos y seis presbíteros se encaminan hacia el altar donde se celebrará la eucaristía. Imagen de los hermanos a quienes él amaba. “Te creo, Iglesia. Te amo, iglesia de Jesucristo”
El pedido de perdón a Dios – misericordioso, clemente y compasivo – introduce en la celebración, centro y fuente de toda reconciliación.
La primera lectura del Segundo Libro de los Reyes sumerge en la Palabra atravesando siglos:
Esto es lo que sucedió cuando el Señor arrebató a Elías y lo hizo subir al cielo en el torbellino.
Elías y Eliseo partieron de Guilgal, y Elías le dijo: «Quédate aquí, porque el Señor me ha enviado al Jordán.» Pero Eliseo respondió: «Juro por la vida del Señor y por tu propia vida que no te dejaré.» Y se fueron los dos.
Cincuenta hombres de la comunidad de profetas fueron y se pararon enfrente, a una cierta distancia, mientras los dos estaban de pie a la orilla del Jordán. Elías se quitó el manto, lo enrolló y golpeó las aguas. Estas se dividieron hacia uno y otro lado, y así pasaron los dos por el suelo seco. Cuando cruzaban, Elías dijo a Eliseo: «Pide lo que quieres que haga por ti antes de que sea separado de tu lado.»
Eliseo respondió: « ¡Ah, si pudiera recibir las dos terceras partes de tu espíritu!»
« ¡No es nada fácil lo que pides!, dijo Elías; si me ves cuando yo sea separado de tu lado, lo obtendrás; de lo contrario, no será así.»
Y mientras iban conversando por el camino, un carro de fuego, con caballos también de fuego, los separó a uno del otro, y Elías subió al cielo en el torbellino.
Al ver esto, Eliseo gritó: « ¡Padre mío! ¡Padre mío! ¡Carro de Israel y su caballería!» Y cuando no lo vio más, tomó sus vestiduras y las rasgó en dos pedazos. Luego recogió el manto que se le había caído a Elías de encima, se volvió y se detuvo al borde del Jordán.
Después, con el manto que se le había caído a Elías, golpeó las aguas, pero estas no se dividieron. Entonces dijo: « ¿Dónde está el Señor, el Dios de Elías?» El golpeó otra vez las aguas; estas se dividieron hacia uno y otro lado, y Eliseo cruzó.
“Pide lo que quieres que haga por ti antes de que sea separado de tu lado”
“¡Ah, si pudiera recibir las dos terceras partes de tu espíritu!”
“¡No es nada fácil lo que pides!”
Eliseo le pidió a Elías los “dos tercios de su espíritu”, la herencia del hijo…
Carmelo, si pudiéramos recibir algo de tu espíritu…
Y tu voz aquella última vez que no sabíamos que sería la última: “¿Cómo decirles que no si es puro evangelio?”
Memoria de apenas hace un año…memoria de las manos sobre tu ataúd, sacramento del compromiso con tu legado
El dolor cava, el amor expande: expande la hondura.
Fuente y agua,
vacío y su entrega.
El dolor abre.
Abre al amor que nos abre.
Beatriz Fernández
Nota: los textos poéticos en el cuerpo de la nota pertenecen a Hugo Mujica.
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