IV Simposio Judeo Cristiano
Los jóvenes y sus experiencias
Por: Soledad Fattori / Alberto Barlocci
Durante el simposio un grupo de jóvenes reflexionó sobre qué significa para ellos el diálogo. Lo interesante de estas ponencias fue el diferente origen de cada uno.
A las intervenciones de los argentinos Elena López-Ruf, Cinthya Cargnelutti y Uriel Erlich se sumaron las de Jessica Sacks, Inbal Freund y Lásló Berényi, que provienen de distintos lugares pero viven en Israel.
Todo partieron de tres interrogantes: ¿Qué es el diálogo?; ¿Cómo es su experiencia personal al respecto? ¿Cuáles son los desafíos que plantea?
Elena López-Ruf y Cinthya Cargnelutti, representantes del los Focolares, relataron su participación en diversas actividades interreligiosas en Córdoba y en Buenos Aires, mientras que Uriel Erlich hizo alusión a sus vivencias en la Mesa del Diálogo Argentino, espacio que se abrió en nuestro país durante la crisis de 2002 para fijar pautas de bien común entre todos los sectores de la sociedad. Estas experiencias abrieron en cada uno sensibilidades y perspectivas que no habían tenido hasta ese momento.
Minoría de minorías
Jessica Sacks, nacida en Londres en el seno de una familia ortodoxa judía muy involucrada en el diálogo interreligioso. Hasta los seis años cursó en un colegio hebreo, pero no ortodoxo, y a los once comenzó a asistir a un establecimiento laico aunque netamente de mujeres. Ella siempre se sintió parte de una minoría. Desde chica porque era una de las pocas religiosas de su clase, en su adolescencia por ser judía.
Finalmente se mudó a Jerusalén: “Allí, por primera vez en mi vida, no me sentí una minoría”, dice al respecto, pero se encontró con una ciudad dividida, donde unos no se hablan con los otros por miedo a conocerse. Entonces, concluye con una reflexión: “Hay muchas heridas que nos separan. No sé cómo podremos curarlas, pero debemos trabajar para hacerlo, porque si lo logramos llegaremos a hablar ‘con’ los demás y no ‘de’ los demás.”
Un instrumento para construir amistades
Lásló Berényi es católico. Nació en Hungría, estudió Teología y Filosofía en Roma, y decidió seguir su camino académico en Jerusalén, buscando responder a una pregunta que tenía muy dentro suyo ¿Quién era Dios para él? Fue entonces que descubrió, al estudiar los textos hebraicos, que significaba Dios para los otros con quienes compartía ahora el día a día.
En una oportunidad un profesor le propuso hablar sobre el catolicismo ante otros académicos. Pensando en lo duro que sería el encuentro se armó con muchas respuestas como para ir al ataque. Sin embargo, cuando llegó el momento encontró una actitud de apertura de parte de sus interlocutores: no lo esperaban para una batalla sino para escucharlo, para entrar en él y comprenderlo. Esto significó un cambio profundo para él: “Fue un descubrimiento intelectual, el diálogo ya no significaba más algo abstracto sino algo muy concreto: un instrumento que permite construir amistades”.
Comer juntos también acerca el alma
Inbald Freund se presenta como una judía “proveniente de una familia normal, hija de aquellos que construyeron el Estado de Israel”. Su experiencia de diálogo tuvo que ver con una comida. Se hallaba en un congreso donde la mayoría de los participantes eran cristianos y había tan sólo un par de musulmanes y hebreos. A la hora de la recepción pasaron a un salón donde había muchas mesas y, en una pequeña esquina, dos reservadas con platos que se anunciaban preparados según la tradición hebrea y musulmana.
Sin embargo, y por precaución, Inbald consultó a los cocineros por los cuidados tenidos en cuenta para su elaboración y se encontró con que no había sido suficiente: ningunas de esas preparaciones cumplían rigurosamente con sus preceptos. Finalmente, y luego de conseguir quien le proveyera comida según los criterios “kosher” de los judíos, notó que los musulmanes seguían teniendo inconvenientes en cuanto a la elaboración de esos platos.
Como resultado decidieron ayudarse unos con otros para que todos pudieran comer. De esta manera descubrió que en esas “pequeñas mesas que nos dejaban en la esquina especialmente para nosotros nacieron amistades impensadas entre judíos y musulmanes”, algo que nunca se hubiese esperado.
Conocernos para conocer a los otros
Hana Bendcowsky trabaja en el Centro de Jerusalén para la Organización Judeo Cristiana, una entidad que busca acercar a las escuelas de ambas religiones mediante programas conjuntos. Con una metodología que se basa en el autoconocimiento como requisito imprescindible para conocer al otro, se organizan programas en los cuales chicos de entre 9 y 12 años de diferentes religiones intercambian conocimientos y tradiciones buscando establecer lazos y relaciones.
El resultado es algo que se diría casi imposible en Medio Oriente: que alumnos de una escuela cristiana entren en un colegio judío y viceversa. “No es fácil - aclara Hana- pero lo importante para nosotros es llegar a estos jóvenes para que se conozcan entre si y se comuniquen”.
Fuente: Ciudad Nueva
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