Tras tres meses de vida y trabajo aquí en la Comunidad de Taizé entre personas de muchas nacionalidades y orígenes, he podido experimentar ese miedo a la “diferencia”, pero también la belleza del encuentro con nuevas personas. A menudo mi miedo es a lo desconocido, miedo a no comprender por qué las personas actúan de una cierta forma, intentando clasificar todas las situaciones basándome en lo que yo conozco.
Es más fácil para mí no ir al encuentro del otro y así evitar la posibilidad de sentirme herido o rechazado. No obstante, aún si esto pudiera parecerme una opción más segura y fácil, ¡también es muy solitaria! Salir al encuentro de los demás, intentar comprenderlos, trabajar y vivir con ellos, requiere valor, perseverancia y esfuerzo. Requiere que cambie mi forma de razonar de: "así lo he hecho siempre, así que debe estar bien", a aceptar que hay muchas formas de alcanzar el mismo objetivo. Incluso si la manera de lograr este objetivo es más lenta y más difícil al trabajar con otros, es algo que forma parte de la vida en comunidad y una oportunidad para mí de encontrar y conectar con otras personas en mi entorno.
Fuente: Boletín de Taizé
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario