a luz (o mejor dicho “a las tinieblas”) de lo sucedido en Oslo, gracias a la masacre producida por Anders Behring Breivik, les hago entrega –a modo de interesadísima contribución– del siguiente “Manual de futuras tragedias”, con el único fin de no volver a lamentarlas.
1. Siéntase el único elegido o siga de manera ciega a quien así se defina a sí mismo.
2. Reniegue de todo argumento lógico, por más que así suene a sus oídos y que considere que pueda llegar a resquebrajar sus creencias. Es más, lo ideal es tratarlo como la reacción obvia y esperable que requiere su propio e inmaculado ideal.
3. Haga de ese ideal o verdad con mayúsculas el único objetivo de su vida y adapte todo razonamiento, circunstancia y explicación a él. De hecho, sería incluso ideal que ese “ideal” fuera la paz, la justicia o algo similar, pues, ¿quién podría decirle que está equivocado?
4. Recuerde que siempre debe ajustarse a un solo ideal, así el resto no lo distrae. Por ende, si su verdad –por ejemplo– es la paz, ¡al diablo con la justicia si se interpone en su camino!
5. Si combina ese ideal con un aditamento religioso, mucho mejor. Sentirá que Dios está de su lado. Ponga atención a este elemento: lo que diga el resto de los mortales no tiene sentido. Usted (su líder o sus compañeros) son los únicos intérpretes válidos de la palabra divina.
6. Aléjese de toda persona, organización y actividad que apunte al diálogo, al pluralismo y a la aceptación de verdades múltiples coexistentes. Defínalas como “excremento”.
7. Aborrezca cualquier religión o creencia que no sea la suya. Y más aun a sus seguidores.
8. Siéntase amenazado permanentemente. Casi todos están en su contra, ya sea por celos, ignorancia, ingenuidad o por pura maldad.
9. Échele la culpa de todos los males de su sociedad a algún grupo específico de personas y, aunque parezca irrisorio que eso fuera cierto, insista hasta el infinito en su diatriba. Para este inciso elija (si le es posible) a algún grupo que ya haya sido maltratado en algún otro lugar, pues eso le dará amplias ventajas a la hora de condenarlos.
10. Comience por ataques anónimos y masivos, y primero sólo a través de la palabra.
11. Utilice las bondades de los medios masivos de comunicación, en especial Internet, para propagar sus advertencias.
12. No se quede ahí: la palabra es una herramienta con la que trabajan únicamente los débiles de espíritu; súmele la acción directa.
13. Capacítese al respecto. Puede ser con armamento, explosivos, venenos. No escatime nada con tal de llegar a sus fines.
14. Esté dispuesto a perderlo todo, incluso su vida, que por supuesto –al igual que la de los demás– es completamente secundaria frente a la grandeza absoluta de su ideal.
15. Si en el camino a este tipo de acciones, sus seres queridos tratan de disuadirlo a través de mensajes contradictorios que incluyen llamados a la conciencia, a la piedad, al respeto por el prójimo y demás “mariconadas”, redoble su lucha y convénzalos de sus errores. Si no lo logra y siguen insistiendo, aléjese raudamente de ellos y corte cuanto vínculo sea necesario. Tarde o temprano lo entenderán, se lo agradecerán y le pedirán perdón por semejante falta de visión.
16. Cuanto más solo circule, mejor. Déjese acompañar, si le hace falta, por sus pares. Nadie más. El resto es una pérdida de tiempo.
17. Sueñe en grande. Las cosas no se hacen de a poco ni de manera paulatina.
18. Y quédese tranquilo: su nombre indudablemente será recordado.
No debe ser casual que cuando se mencionan personas de la calaña de aquel noruego (o similares), en la tradición judía se acostumbre agregar en hebreo imaj shemó , cuya traducción es “que su nombre sea borrado”.
Que la memoria y los nombres de cada una de sus 76 víctimas sean una nueva advertencia para todos quienes nos seguimos considerando sus sobrevivientes.
Fuente: La Voz del Interior
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