Tú eres mala, le dijo el trigo a la cizaña, mientras crecían juntos en la era. Ella le contestó: No me condenes todavía. Mis delgadas espigas sirven de medicina a algunos pajarillos. Además, al crecer cerca a ti, puedo enseñarte que no seas autosuficiente y vanidoso. ¿No crees además que quien cambió el agua en vino, algún día me puede transformar? Mira que ambos somos creaturas del Señor. Y yo sé que aunque siga siendo cizaña, Dios me ama.
Autor anónimo.
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