lunes, 31 de octubre de 2011

PERDONAR ES SANAR LA MEMORIA INGRATA

En busca de un pasado común (fragm.)

Las polémicas históricas en boga resultarán saludables si se encaminan a construir un pasado común a todos los argentinos que permita comprender el presente y proyectar el futuro. 31/10/2011 00:01, por Redacción LAVOZ

Hace rato que los historiadores renunciaron a considerar al objeto de sus desvelos, el pasado, como algo estático, inerte, que puede ser colocado bajo la lupa para extraerle todos sus secretos de una vez y para siempre.
Tampoco creen ya en caminos inexorables que conduzcan hacia una finalidad que pueda establecerse de antemano, por fuera incluso de la misma historia. Por el contrario, entienden que, en gran medida, la historia es una construcción y que los acontecimientos históricos, cuya selección puede variar, darán respuestas distintas según las preguntas que se les formulen.
Esas preguntas nacen de un sujeto que, de manera inevitable, vive en un mundo de valores, inquietudes e interrogantes, inmerso en un presente cambiante del que sólo tiene una conciencia limitada por sus propias circunstancias.
Eso no quiere decir que no haya verdades y mentiras en la historia, intencionadas o no, ni que no haya valiosas investigaciones de incansables buscadores de fuentes, testimonios y certezas antes de formular sus teorías o sus juicios.
Por eso, resulta saludable que la sociedad argentina se halle inmersa en una discusión sobre su propia historia.
(…) Héroes y villanos suelen mezclarse en el barro de la historia y el paso del tiempo ayuda, aunque no garantiza, una visión menos apasionada.
Lo innegable es el valor positivo de estas polémicas, si se encaminan hacia la búsqueda del esclarecimiento del pasado y de la construcción de una historia común a todos los argentinos.
Porque un pueblo que comparte su historia y comprende de dónde viene estará en mejores condiciones de comprender su presente y proyectar el futuro en un destino común.

domingo, 30 de octubre de 2011

INVITACIÓN: TALLER del PERDÓN

"Perdonar no es un acto exclusivo de la voluntad sino el resultado de un aprendizaje en el que se despliegan todas las facultades: afectividad, inteligencia, capacidad de juicio, imaginación, fe…
Perdonar, pedir perdón, perdonarse: son procesos en los que se transitan etapas"

Está dirigido a:

Todos aquellos interesados en lograr una mejor calidad de vida en el ámbito de las relaciones interpersonales.

Educadores – Mediadores – Coordinadores / animadores / líderes de grupos de diversa índole; etc.

Nuestros objetivos:

Brindar un espacio fundamentalmente experiencial, con aproximaciones paulatinas y respetuosas, a nuestras prácticas relacionales: ejercicio de la libertad, formas de comunicación, reacciones emocionales y conductas ante conflictos, narrativas de las ofensas, perspectivas restauradoras.

Impulsar la vivencia de una antropología integrada: unidad cuerpo – psiquis – espíritu – en relación con otros. “Todo lo que acontece en nuestra vida, en cualquier nivel de nuestra persona acontece en nuestro cuerpo y éste guarda memoria de ello”

Ofrecer algunos elementos teóricos para la formación de personas capaces de llevar la experiencia a sus propios ambientes y trabajar por la cultura de la resolución pacifica de los conflictos. Entendemos el perdón no solo como un valor característico de las religiones, sino como una “virtud política” – según expresión de Hannah Arendt - que permite generar sociedades nuevas.

Quienes conformamos el equipo coordinador de esta propuesta provenimos de diferentes ámbitos profesionales y hemos recibido juntos la formación conceptual y metodológica - en el campo específico del perdón y la reconciliación – que brinda la Fundación para la Reconciliación con sede en Bogotá, Colombia. La conjunción de nuestras diversidades, y lo adquirido en la práctica y reflexión en común, nos ha permitido nuestra propia recreación que deseamos proponerles.

El Taller se realizará desde el viernes 18 de Noviembre a las 18 hasta el domingo 20 de Noviembre a las 18, en la ciudad de Buenos Aires.

SI TE INTERESA, COMUNICATE CON NOSOTROS mediante e- mail a: nosotros.70veces7@gmail.com

Historias de vida: Irene Villa González

Historias de vida
Irene Villa González, de víctima de ETA a dueña de su propia vida

Cuando tenía 12 años, una bomba de la organización terrorista vasca le arrancó las piernas en un atentado en el que también fue herida su madre. Ahora, ante el anunciado abandono de las armas por parte de la organización terrorista rescata la idea del perdón, pero también, y antes, la de la justicia

Por Laura Di Marco | LA NACION

Primero, se alegró. La primera noticia que tuvo sobre la promesa de ETA de abandonar las armas, después de 43 años de buscar la independencia del país vasco mediante el terror, le llegó por mensaje de texto. Fue minutos antes de dar una conferencia de superación personal, en Zaragoza. El emisario era su flamante marido argentino, el ex tenista y ahora empresario Juan Pablo Lauro, que le transmitía la noticia con todos los cuidados, con ternura y cautela.

Pero a medida que fueron pasando los días, cuando se iban revelando más detalles sobre el anuncio difundido el 20 de octubre por tres encapuchados a través de un video en el que la organización terrorista vasca se comprometía al cese definitivo de la violencia, Irene Villa, una de las víctimas más emblemáticas del grupo armado, pasó de la alegría a la sospecha, y de la alerta a la preocupación.

"Que ahora logren, en una negociación con los políticos, los objetivos por los que venían asesinando gente, sería legitimar la vía del terrorismo frente a la democracia. Ellos quieren beneficios penitenciarios y hasta amnistía para los asesinos, a quienes llaman erróneamente presos políticos cuando han matado en democracia. También seguirán luchando por la independencia, algo que además de estar fuera de nuestra Constitución no es el deseo de todos los vascos. Además, es triste decirlo, pero los que hemos sido sus objetivos, con más o menos suerte, somos los pasos que han tenido que dar para que hoy puedan tener fuerza política y llegar donde han llegado", relata ahora, en una entrevista telefónica con Enfoques, desde Madrid.

Cuando tenía 12 años, en 1991, una bomba que ETA colocó en el auto de su madre le arrancó las piernas y tres dedos de una mano. María Jesús, su madre, entonces funcionaria en una comisaría madrileña, también perdió un brazo y una pierna.

Parte el alma ver las fotos de aquella criatura mutilada, vendada, tendida en la cama llena de tubos de un hospital. Se entiende viendo esas fotos que aquel ataque haya sido un punto de inflexión para los españoles que, hasta ese momento, pensaban que la organización terrorista sólo mataba a policías o guardias civiles. Esta vez, se la habían agarrado con la población civil y con una nena de 12 años que conmovió al país entero con sus primeras declaraciones: "¡Qué suerte que hemos tenido, mamá! ¡Qué suerte, que no nos hayan dañado la columna vertebral!", dijo a pocos días del atentado, al comprobar que los daños se habían "limitado" a la pérdida de ambas piernas.

Desde entonces, aquella niña no sólo se fue convirtiendo en mujer sino en una de las víctimas del terrorismo más mimadas, escuchadas y admiradas por sus compatriotas. También, en un símbolo del perdón, la superación personal y el amor. De hecho, y aunque sigue apoyando a las organizaciones de víctimas de ETA, que en las últimas cuatro décadas dejó un saldo de 829 muertos, hoy ya no pertenece a ninguna de ellas.

"Por supuesto que asisto a todas las manifestaciones, sigo apoyando e identificada con el reclamo de Memoria, Dignidad y Justicia. Pero no me siento una víctima. Me fui de ese lugar porque tenía cosas más interesantes que hacer en la vida. Y porque no me han destrozado. Y no lo han hecho porque yo no he querido que así sea. Pasé de ser víctima a ser responsable de lo que me había ocurrido. Cuando decides que esto es lo que hay, y que por mucho que llores la realidad no va a cambiar, es cuando te das cuenta de que sólo te queda luchar y de que en tus manos está decidir que te hayan destrozado la vida o que te la hayan potenciado porque decides sacar lo mejor que hay en ti."

Alentada por su madre, que siguió el mismo camino de evolución personal, no se dejó romper. Se recibió de periodista, más tarde de psicóloga y se apasionó con el deporte: empezó a competir en esquí alpino adaptado, categoría para personas con discapacidad, por la que acaba de ganar una medalla destacada. Dejó la silla de ruedas, en la que se movilizó durante los primeros años después del atentado y la reemplazó por dos prótesis de titanio. "Vamos -se entusiasma- ¡que hasta puedo cruzar las piernas!"

Fuente de inspiración

En 2008, se lesionó el cuello practicando monoski y debieron, allí también, colocarle otra prótesis de titanio. "Y, sin embargo, hay que hacerlo. El deporte me ha dado felicidad y autonomía", insiste. Por eso, tampoco cuesta comprender que su experiencia de vida se haya convertido en fuente de inspiración para otras víctimas del terrorismo -las del atentado del 11-M en Madrid, por ejemplo, a quienes les llevó su libro testimonial Saber que se puede- , de accidentes viales o simplemente para aquellos que no la están pasando bien en la vida, por las razones que fuere.

En la actualidad viaja por España dando conferencias inspiradoras, en compañía de su flamante esposo, el argentino Juan Pablo Lauro, que fue tenista de la camada de David Nalbandian, aunque dejó el tenis cuando tenía 19 años. "Montó aquí una empresa familiar -cuenta Irene- pero viaja mucho a su tierra y yo con él." Su casamiento, en junio de este año, fue un acontecimiento en Madrid. La prensa del corazón y del espectáculo dedicaron gran espacio para contar esa historia de Cenicienta que terminó con final feliz. Un final que ya se pre anunciaba en 2008, en la primera entrevista con Enfoques, a propósito de una vista de Irene a la Argentina. Ya entonces se la veía liberada de ese salvavidas de plomo que hace tan difícil la vida y la política: el resentimiento.

Libre de rencor, sin embargo, no baja la guardia. "Quien ha asesinado, no merece poder político. Su proyecto político queda invalidado por las vías utilizadas. La cercanía de las elecciones hace pensar que existen pasos que han precipitado los acontecimientos. El PSOE fue quien pidió negociar con ETA, pero la sociedad se negó. Aun así lo hizo. Hay quien piensa que siguieron negociando de espaldas al pueblo y que el comunicado de los encapuchados es el resultado de un diálogo que podría ser así: ?Si dicen que no van a matar más retomaremos las negociaciones (es aventurado decirlo pero es lo que gran parte de los españoles piensa)". Irene, de todos modos, prefiere no meterse en política: "Lo único que pido es que gane quien gane las elecciones, tenga en cuenta los pilares de nuestro estado de Derecho".

La promesa de sus verdugos de dejar atrás la práctica del terror despierta suspicacias: justo a un mes de las elecciones generales en España, donde todo indica que se impondrá el candidato del Partido Popular (PP), Mariano Rajoy. A Irene no le parece casual el momento para el anuncio que, por cierto, no incluyó la disolución de la organización criminal, tampoco la entrega de las armas, ni el arrepentimiento por los crímenes cometidos. Todas esas omisiones y su propia historia la hacen sospechar de la sinceridad de los terroristas.

Recuerda ahora otra tregua similar, en 1998. Entonces, dijo que era capaz de "besar en los morros a un etarra", si en verdad dejaban de matar.

Pero eso no sucedió.

Así y todo, Irene sigue creyendo en la existencia del arrepentimiento como decisión personal, como un salto de nivel, como un "darse cuenta" del horror y recapacitar. Pero no como acicate de beneficios penitenciarios.

"Arrepentirse es humano y positivo, pero la justicia debe hacer justicia, al margen de los sentimientos de un asesino, éste debe cumplir los años que el juez dictamine. Y soy de las que piensa que todos merecemos una segunda oportunidad; de hecho, he ido a cárceles a ayudar a los presos para la reinserción, llegado el momento de abandonar la prisión, pero esto debe ocurrir una vez que hayan cumplido íntegramente sus condenas. También sé que hay etarras que son buena gente y supongo que cuando despierten, tomarán conciencia del horror que han hecho y que sus crímenes no les han servido para nada."

Pocos días después del atentado de 1991, el poeta español Rafael Alberti le regaló un dibujo, con una dedicatoria que vaticinaba: "A Irene, que llegará a volar como esta paloma", podía leerse en el texto ondulante, como la estela que deja la paloma al pasar.
Quién es

Nombre y apellido:

Irene Villa González

Edad: 32 años

Tragedia en una calle de Madrid:

El 17 de octubre de 1991, esta joven madrileña vivió su "segundo nacimiento", como le gusta llamar al día en que una bomba de ETA, colocada bajo el vehículo en que viajaba, le arrancó ambas piernas. Su madre, funcionaria de la Dirección General de la Policía, perdió una pierna y un brazo.

Ayudar a otras víctimas:

Estudió periodismo en la Universidad Europea de Madrid y realizó estudios de psicología. Es amante de los deportes porque, dice, le dieron felicidad y autonomía. Incluso ganó medallas en esquí adaptado. En 1994 escribió el libro Saber que se puede. Hoy ayuda a otras víctimas del terrorismo y ofrece conferencias en todo el mundo..

El amor de “eros”- Emma Martínez Ocaña

Tradicionalmente identificado con el amor erótico-sexual de pareja es el amor de deseo de unión, de presencia, de compenetración, es la expresión del amor apasionado. Una característica del amor de “eros” es la valoración de lo amado, se manifiesta en una mirada que reconoce lo amado como valioso y atractivo y eso provoca en los destinatarios de ese amor en una consciencia de autovalía, autoestima. Podríamos definirlo como la atracción apasionada por lo valioso y el deseo de unirse a ello, deseo de unión que produce placer. El amor de eros al proceder de una mirada de reconocimiento y valoración es un amor sanador, reconstructor de identidades perdidas, liberador de encorvamientos ancestrales, de culpabilidades eternas.

Amamos con amor de eros cuando nuestros ojos son capaces de ver la realidad con verdad, con lucidez consciente para poder ver y sobre todo contemplar la unidad profunda de la realidad, como dicen algunos místicos, descubrir el manto inconsútil que forma todo lo que existe, entonces se convertirían en ojos amorosos, y por eso capaces de descubrir lo valioso, incluso la belleza, a veces muy oculta en lo profundo del ser, de toda persona y realidad. Ese descubrimiento nos provocaría un deseo de unirnos, vincularnos, es decir hacer verdad en nuestra vida cotidiana, la unidad que somos. Nuestros ojos se convierten también en lugar para expresar esta dimensión del amor cuando ven y levantan, libran de encorvamientos, cegueras, sorderas, parálisis porque son capaces de devolver a las otras personas su auténtica talla, valía, belleza. Nuestro corazón muestra el amor de eros cuando palpita de pasión por lo Real, disfruta con la presencia de las personas que ama y guarda en el corazón sus nombres como su mejor tesoro; cuando es capaz de trabajar apasionadamente en reunificar todo lo disperso, dividido, roto de nuestro mundo. Nuestra piel, si ama con amor de eros, renuncia para siempre al “despelleje”, al ojo por ojo, a encerrarse en sus pequeñas fronteras, porque descubre que la verdad de nuestro ser no se acaba en los propios contornos de nuestro cuerpo, sino en toda la humanidad y toda la creación como “Cuerpo de Dios” y que cuando se cierra a su hermano se cierra a su propia carne.

Vivimos el amor de eros cuando hacemos de nuestra sexualidad un lugar para el encuentro, sin miedo y sin tabúes, creando encuentros corporales constructores de identidad, cuando no hacemos de las diferencias de sexo un lugar para la marginación, la discriminación, la exclusión sino un lugar para vivir gozosamente la unidad fundamental que somos, en pluralidad y singularidad. Hacemos verdad el amor de eros cuando los cuerpos, en verdad, libertad y respeto se encuentran para gozar del amor que se hace erotismo, placer compartido, compenetración, éxtasis de sí para entrar en la persona amada.

Finalmente hacemos verdad el amor eros cuando nuestra boca aprende convertirse en “degustadora” de la vida, aprendiendo a gustar los sabores de la verdad, de la justicia, del Reino en la vida cotidiana y ayuda a otros a degustarlos; cuando aprender a hablar y callar como lenguaje de amor, que sabe bendecir y renuncia a la maledicencia, a la mal-dición, una boca que sabe besar y hace del beso sacramento del amor, que sabe sonreír con sentido del humor para no tomarnos a nosotros mismos demasiado en serio y no permitir que nos amarguen la vida.

Cuando todo esto acontezca, seremos testigos corporales del amor. Quizás nos pase lo que le pasó a Jesús de Nazaret que los que vivieron con él dijeron: lo que han visto nuestros ojos, oído nuestros oídos y tocado nuestras manos es que el Dios de los cristianos es Amor y merece la pena creer en Él.

viernes, 28 de octubre de 2011

Oración para estos días...

No hagáis daño a ningún ser viviente:

he ahí el camino eterno, permanente e inalterable de la Vida.

Perdona a todas las criaturas, y que todas las criaturas me perdonen.

Para todas tengo amistad, para ninguna enemistad.

Quien vive de la espada es presa del miedo.

A quien tratas de golpear no es, en verdad, otro que tú mismo.

A quien tratas de gobernar no es, en verdad, otro que tú mismo.

A quien tratas de torturar no es, en verdad, otro que tú mismo.

A quien tratas de convertir en esclavo no es, en verdad, otro que tú mismo.

A quien tratas de matar no es, en verdad, otro que tú mismo.

Todos los seres desean vivir, ninguno desea morir.

Toda arma, por poderosa que sea,

siempre puede ser reemplazada por otra superior;

pero ningún arma puede ser superior a la no-violencia.

UN DÍA PARA LA PAZ - Joxe Arregi

Hoy ha amanecido como todos los días, un milagro cada vez. ¡Oh mañana, yo te saludo! Sobre el horizonte del Andutz, el cielo ha pasado del oscuro al rosado, al violeta, al azul, un azul muy suave y limpio. En la pradera soleada que baja hasta la estación de Arroa pastan las vacas plácidamente.

Las niñas y los niños juegan en el patio de la guardería, como si toda la vida no fuera más que eso, y tal vez no lo es, aunque esa visión aún se nos escapa a los mayores y pronto la perderán también ellos, los niños. El petirrojo que canta en los matorrales del riachuelo Narrondo, justo aquí debajo, no dejará, sin embargo, de cantar mientras queden petirrojos. Y la hoja del chopo seguirá temblando hasta que un día se desprenda y caiga suavemente, buscando la tierra de la que brotó. ¡Oh Dios, oh Misterio de paz en tanta belleza, oh Belleza de la Paz que anhelamos!

Así es cada día, y hoy es uno más, pero no es un día cualquiera. Es el día siguiente al 20 de octubre, es el “primer día del resto de toda nuestra vida”, la que nos quede. Ayer, a última hora, ETA anunció el cese definitivo de toda actividad armada y, si de mí dependiera, haría que las humildes campanas de Arroa y de todas nuestras ermitas, incluida San Lorente, repicaran cada hora como si fuera el Ángelus.

Sé que exagero, que el mundo sigue hoy tan afligido como ayer, que en nuestro pueblo queda todavía casi todo por hacer, casi todo que construir, mucho dolor que aliviar, muchos rencores que suavizar, queda la gran casa de la paz por edificar. Pero saludemos este día infinitamente esperado, tantas veces frustrado, tantas veces reclamado, este día tan merecido. ¡Dejad que lo celebremos!

Sé también que todo cuanto diga aquí será subjetivo y parcial, discutible, pero alguna vez tendremos que aprender a expresarnos con franqueza y respeto, sin que nadie pretenda poseer el monopolio de la verdad y de la ética, sin que nadie se crea dueño del bien y de la justicia, sin que a nadie se le niegue su parte de dolor y de razón.

Alguna vez tendremos que reconocernos a nosotros mismos y a los demás el derecho al error o cuando menos al riesgo de errar. Alguna vez tendremos que curar el odio y sanar la memoria para seguir construyendo.

Hoy no es un día para pedirnos cuentas, ni siquiera para rendirlas, sino para dar gracias a todos los que han creído que era posible y han hecho posible que llegara este día, el día después de ETA. A todos los que lo han intentado y fracasado. A todos los que han sido duramente injuriados por seguir creyendo y arriesgando. A todos los que lo han pagado con su vida. Y a aquellos que lo están pagando con la cárcel.

Hoy es un día para agradecerles a ellos y para volver a creer en nosotros mismos y en el otro. Es un día para volver a creer en el niño feliz y bueno que fuimos sin saberlo cuando empezamos en el vientre de la madre o en el sueño de Dios. ¿Y ese que te ha desgarrado la vida y que maldices como malo? Haz lo que puedas, pero procura creer también en él, pues de otro modo, tenlo por seguro, nunca podrás recuperar la fe en ti mismo, en ti misma. Y sin esa fe no tendrás paz dentro de ti, y sin paz no podrás vivir.

Hoy tampoco es un día para proclamar vencedores a un lado y vencidos al otro, aunque esto pueda sonar demasiado duro para muchos que han sufrido demasiado. Quiero comprenderlos. Pero yo quiero la paz mejor para todos, y la paz mejor es aquella en que todos ganan. Solo ha de ser vencido el fanatismo, la amenaza, la imposición, la violencia en todas sus formas. Pero también los violentos, todos ellos, han de salir ganando, y saber que ganan haciendo la paz en vez de la guerra.

Habrá tiempo, habrá días, para recordarlo todo, para sentarnos en corro, como los niños de esa guardería, y escuchar sin prisa y sin interrupción la historia del otro, y contar la nuestra desde el principio hasta el fin, aunque nadie conoce en realidad el principio ni el fin de su historia, pero en ese breve intervalo nos ha juntado la vida y hemos de seguir tejiendo esta historia en común.

Y es seguro que solo aquel fin que sea bueno para todos será bueno para cada uno, y que solamente juntos podremos levantarlo día a día ya desde hoy. Habremos de darnos tiempo para que cada uno desgrane lentamente la historia de sus dolores, e incluso de sus rencores. Solo así desatará sus nudos, al narrarse y sentirse escuchado. Solo así podremos reconciliarnos con nosotros mismos y nuestras heridas, y luego –mejor, al mismo tiempo– con el otro, también él herido.

Hoy no es todavía el día para eso, pero sí de creer que podemos hacerlo. Y de aceptar, ya desde hoy, que no tenemos por qué contar todos de la misma manera nuestra historia común, ni tenemos por qué coincidir en el juicio del pasado, ni en la opción del presente ni en el proyecto de futuro. Basta que sea común la voluntad de ser sinceros con nosotros mismos, de sentir o comprender el dolor del otro y de erigir juntos otro futuro.

No todo es igual, por supuesto. Y pronto, cuanto antes, habrá que volver a nombrar uno por uno a todos los muertos, para honrar su memoria, para reconocer y atenuar el dolor de los vivos, para reparar en lo posible todas sus pérdidas.

Ojalá llegue el día en que aquel que mató pueda decir: “¡Qué horror! ¡Cuánto lo siento! Perdóname”. Solo entonces será libre, aunque no le perdonen.

Ojalá llegue el día en que aquel que fue herido pueda decir: “Creo en ti y te perdono”. Solo entonces curará su herida, aunque nadie le pida perdón.

No habrá que olvidar nada, pero solo habrá que recordar para restaurar, no para quedar prisioneros del pasado. Y no habrá que olvidar a nadie, y no porque se haya de equiparar a todos, sino porque todos necesitan ser dignificados, cada uno a su manera, cada uno en su lugar. Hay dolor, mucho dolor, en todos los lados. Y somos muchos, muchísimos, los que tenemos amigos y familiares que han perdido la vida o sufren en ambos lados, y no podemos olvidar a ninguno.

Hoy no es un día para igualar a la víctima y al verdugo, pero sí para recordar que nunca haremos plena justicia a la víctima mientras no le ayudemos cuanto podamos a no volverse sin darse cuenta verdugo; y nunca haremos justicia al verdugo, mientras no adoptemos todas las medidas posibles para que se vuelva humano, hermano.

Entonces, no habrá ningún daño que justificar, pero no habrá tampoco nadie a quien condenar, pues cada vez que condenamos a alguien, condenamos también con él una parte esencial de nosotros mismos. Si condenas, te condenas. Es así de claro, creámoslo. Dios es el Misterio Santo, Indemne, Sano, que no condena a nadie sino que –por eso mismo– santifica, salva, sana a todos.

Hoy es un día para creer en El, en la Paz. Aún amanecerán muchos días, y deberemos poner nuestro grano de arena para que cada día sea un día para la paz.

José Arregi

(Publicado en el Diario DEIA)

EL AMOR “ÁGAPE” - Emma Martínez Ocaña

EL AMOR “ÁGAPE” es la manifestación del amor generoso que no está condicionado por la respuesta, aunque la desee y la agradezca. Amamos con amor de ágape cuando no estamos calculando nuestra entrega, cuando pasamos por la historia dando vida, cuidándola, defendiéndola con coraje y pasión, reconociendo el derecho de todo a existir por sí mismo y no sólo para nosotros. Nuestro amor es de ágape cuando busca la justicia, cuando trabaja por crear unas condiciones que permitan el bienestar de todas las personas especialmente las más necesitadas. Un amor que se hace solicitud, compromiso con toda la vida, cuidado de las personas y del cosmos.

Nuestro cuerpo hace verdad nuestro amor de ágape cuando convertimos nuestras entrañas en lugar para acoger, en medio de dolores de parto el lento dilatarse de éstas para dar a luz lo mejor de nosotros mismos, cuando las convertimos en entrañas fecundas que engendran vida, esperanza, valores, dignidad en nuestro entorno, entonces nuestras entrañas son fecundas más allá de la biología. Cuando nuestras entrañas, como le pasó a Jesús de Nazaret, se estremece al ver el dolor de nuestro mundo, del cosmos gimiendo dolores enormes, se hacen entrañas de una misericordia operativa que busca los modos de hacer de esos dolores, dolores de parto y no de aborto.

También nuestro corazón necesita aprender este amor de ágape que se entrega sin calcular egoístamente lo que da, sabiendo al tiempo tener discernimiento para darse sin perderse a uno mismo, sin perdernos el respeto a nosotros mismos. Cuando nuestros pies, se hacen pies samaritanos, que se paran para acoger a los apaleados y robados del camino (hoy continentes enteros) ofreciéndoles lo mejor de sí para crear “proximidad” que sana, cura, carga con…
Nuestras manos se hacen amor de ágape cuando son manos parteras de vida allí por donde pasan, sanan todo lo que tocan, abrazan, acarician. En definitiva pasan por la vida echando una mano, haciendo el bien.

jueves, 27 de octubre de 2011

Terminando el texto de Pikaza

EL AMOR

6. Todo lo cubre, todo lo cree, todo lo espera.

Se ha dicho "todo lo soporta" y la traducción es buena, pero he querido mantener el matiz de "cubrir", vinculado al sentido originario de la palabra stegê (cubierta, tejado), de la que proviene el verbo que se emplea aquí (stegei). Igual que un tejado cubre la casa y permite que sus habitantes vivan al resguardo de viento y lluvia, así el amor resguarda y cubre a quienes se aman para siempre. El amor es esa cobertura de Dios que mantiene protegida nuestra vida, libre de la irritación y la tormenta de los tiempos, en fe y en esperanza. Por eso se añade que el mismo amor lo cree todo, todo lo espera. Fe y esperanza son, según eso, expansiones del amor, porque sólo el amor es capaz de confiar siempre (de ponerse en manos de Dios, estando en manos de los otros) y de mantenerse a la espera, sabiendo que la vida es camino de Dios. El texto ha repetido tres veces una palabra esencial (panta), que hemos traducido por todo, pero que, en sentido estricto, significa también siempre. Así podíamos haber dicho que el amor cubre siempre, cree siempre, espera siempre, vinculando el aspecto más temporal (siempre) y el más espacial (todo) del amor interpretado como realidad total, pero creadora y liberadora. Hay un todo dictatorial, como vienen destacando de un modo especial los filósofos judíos: un todo que oprime y que somete por igual a todos. Aquí, en cambio, tenemos un todo de amor que cubre y protege, permitiéndonos vivir en gratuidad.

7. Siempre permanece.

En este último caso, que es conclusión y culmen de desarrollo anterior, debemos traducir el panta (que antes era "todo") por siempre, diciendo que el amor siempre permanece, como realidad primera y final, que se identifica con Dios y que se expresa en forma de camino duradero, de plenitud, para los hombres. Al decir que permanece (hypomenei) no estamos indicando simplemente que aguanta de un modo pasivo, sino que se mantiene firme, de manera activa, siempre y en todo (dando así el doble sentido a la palabra panta). Quizá pudiéramos añadir que el mismo amor es esa paciencia creadora, dando a esa palabra el sentido que tiene el nombre de la misma raíz (hypomonê) en el libro del Apocalipsis: en medio de la gran lucha de historia permanece y triunfa la paciencia de Dios, que se revela en los creyentes, es decir, en aquellos que mantienen el amor del Cordero sacrificado. Todas las realidades del mundo cambian, todas se acaban y muere. Sólo la paciencia activa queda, como presencia y permanencia de un amor, que todo lo cubre, lo cree y lo espera, superando así el desgaste del tiempo y revelando en medio de esta vida de pruebas el rostro y gozo de Dios.

martes, 25 de octubre de 2011

CONTINUANDO con PIKAZA y el AMOR

El amor no se irrita, no piensa el mal.

En el caso anterior se suponía que hay un orden o decoro, que se expresa allí donde se busca el provecho ajeno. Ahora se supone que la vida de los hombres se encuentra amenazada por una gran irritación, un paroxismós o paroxismo de violencia desatada. Los apocalípticos eran expertos en descubrir los cauces y meandros de una ira, irritación y rabia que parecía amenazar la existencia de los hombres sobre el mundo. Pues bien, Pablo descubre que contra la irritación sólo existe un remedio: el amor que se expresa y mantiene en forma de concordia, conforme a la experiencia de los frutos del Espíritu (amor, gozo, paz: Gal 5, 22). Sólo en este contexto se puede añadir: no piensa en el mal, no toma en cuenta el mal que se le hace. Esta formulación nos lleva al centro del Sermón de la Montaña, donde Jesús nos pide que no respondamos al mal con lo malo, sino que perdonemos a los enemigos (Lc 7, 27-36). Así lo ha dicho el mismo Pablo en Rom 12, 17, al proclamar el perdón que nace del amor y que supera la violencia con la paz interior (no se irrita) y que renuncia a una respuesta de violencia. El hombre que ama recupera de algún modo la inocencia primera del paraíso: ni siquiera piensa en el mal, pues es como si no fuera; piensa sólo en lo bueno y así goza, haciendo gozar a los otros

5. El amor no se alegra de la injusticia, sino que se alegra con la verdad.

Frente a la envidia, falta de decoro e irritación anterior, se eleva ahora la injusticia, como riesgo básico de un mundo amenazado por la mentira y lucha de todos contra todos. Injusticia (a-dikia) es aquello que va en contra de la dikaiosyne, tanto en el sentido griego más extenso (orden social), como en el bíblico más hondo, que Pablo ha puesto de relieve: la acción salvadora y gratuita de Dios. Es evidente que la injusticia existe y se extiende, como sabe Rom 1, 18 cuando habla del pecado de los hombres que, por su injusticia, han impedido que la verdad (alêtheia) de Dios se manifieste. Aquí tenemos las mismas palabras. Alegrarse en la injusticia significa asumir la maldad de los hombres y aprovecharse de ella, para provecho propio. Frente a esa alegría del mal, que extiende y ratifica sobre el mundo la violencia, se eleva aquí, ya en forma positiva, la alegría por la verdad, entendida como gozo más alto del amor. Lo opuesto a la injusticia no es sin más la justicia, sino la verdad o fidelidad de Dios, que se expresa divino al amar, fundando así la más alta alegría que consiste en vivir en trasparencia. Volvemos así al tema de fondo que Jn 15, 15 había proclamado en términos de amor-philia (amistad): "no os llamo siervos, sino amigos; porque os he comunicado todo lo que Dios me ha dado". Esta es la verdad, esta la alegría del amor: la limpidez, que nos permite comunicarnos con Dios y entre nosotros mismos.

Continuará...

lunes, 24 de octubre de 2011

Hacia un relato compartido - Koldo Aldai

Las vísperas del tan ansiado final de ETA han actualizado la cuestión del relato de lo acontecido en nuestra reciente y convulsa historia. Como era vaticinable, no hay acuerdo al respecto. Hay tantos relatos como historias particulares, como circunstancias y ambientes en los que cada quien ha nacido y crecido dentro de nuestra pequeña pero heterogénea sociedad vasca.
No debería haber tanta prisa para confeccionar un relato definitivo que al día de hoy tanto nos divide. Los ánimos aún no aplacados alteran el pulso para redactar esa historia pendiente. Hace falta tiempo y voluntad para acercar tan diferentes versiones, mundos tan ajenos, para poder cobijar en nuestra propia memoria algo del drama del otro. Cada historia particular está llamada a acoger otros ecos. Somos al fin y al cabo producto de los ecos que, con mayor o menor fuerza, alcanzan nuestros frágiles muros de adentro.
Podremos burlar el discurso equidistante, mas no la necesidad de acercarnos a la orilla remota. Compartir algo del relato ajeno es intentar compartir su dolor, reconocer la parte de responsabilidad que uno pueda albergar en su sufrimiento. Comenzar a ver las causas del comportamiento de los unos y de los otros y hacerlas propias en alguna medida, comenzar a observar las consecuencias padecidas en uno y otro lado e intentar también integrarlas, nos permite avanzar en la consolidación de la paz. Al hacernos con la mirada ajena estrenamos un escenario cargado de esperanza.
Diferentes plumas y tintas escriben ya el relato de un presente sin borrones negros. Las miradas sobre el ayer se irán afinando, mientras tanto que nadie en Euskadi se suba al podium. En el comienzo de la carrera de los puntos por el final de la violencia, no nos motiva la victoria absoluta y sus relatos, magro orgullo el satisfecho por cuestionables triunfos sobre otros. En medio de la puja por los laureles, lo que de verdad nos interesa es la victoria de unos valores superiores por fin socializados, lo que de verdad nos motiva es una paz asentada en los firmes cimientos de la reconciliación. Cada relato deje el mayor espacio posible para poder integrar en él la parte de verdad de la que los otros, también los contrarios, son portadores. Que las diferentes partes puedan, en la mayor medida, contribuir a la redacción de la memoria común; que sean concientes de que la historia arramblará con toda su eventual parcialidad, que dejará al otro lado del margen aquello que no se ajuste a realidad.
La historia será severa con el atropello de la vida de hombres y mujeres segada cuando paseaban por sus calles y plazas simplemente por pensar diferente. Pero la historia será también crítica con quienes hicieron del rencor ley, discurso y morada; con quienes, ya por la carga del odio acumulado, ya por meros cálculos electorales…, obstruyeron en algún momento el progreso de la resolución pacífica del conflicto. La historia evaluará también si el Estado combatió con limpieza o se embarró cuando no había luz y taquígrafos, si más recientemente actúo con lógica prudencia o si adoleció de la valentía requerida para gestionar la paz, si escatimó generosidad para con los violentos que manifestaban hartazgo de las armas.
Sólo desde el desapego, la humildad y la exigente autocrítica podemos contribuir a la redacción de la memoria común que se imprimirá en los libros de texto del mañana. Pero, no nos confronte ahora una narrativa. De nada sirve hoy pelearnos por los libros de historia del futuro. El porvenir se encargará de preservar el trozo de verdad que alberga cada parte, de componer el puzzle postrero a partir de esas certezas que aún se resisten hoy a encajar.
Se pronuncien por supuesto las víctimas, sobre todo aquellas que atendieron a su titánico desafío de perdón, aquellas que lograron desnudarse de odio, pero también los victimarios, para conocer las razones de su itinerario hasta tamaño desatino. Se pronuncien todos a sabiendas de que los roles pueden ser transitorios; de que la historia se las apaña para hacernos jugar precisamente los más dispares papeles.
Cada parte logre escribir desde la autoexigencia, desde la propia crítica con respecto a lo que hizo, igualmente con respecto a lo que pudo hacer y no llevó adelante, cada quien tenga la valentía de reconocer sus propios errores y los de su entorno. La historia se burla de quienes tratan de escribir un relato interesada y precipitadamente. Prevalecerá la verdad pura, por mucho que hoy unos y otros se apresuren y pretendan vanamente hacerse con ella, utilizarla en su propio provecho.
Acercar las miradas sobre nuestro pasado contribuirá, sin duda alguna, a ese otro acercamiento humano más necesario aún. Ya para siempre calladas las armas, el relato compartido nos conducirá al verdadero y último objetivo común de la reconciliación. Recordamos para valorar lo que ahora gozamos, pero sobre todo para reencontrarnos, en un dolor sí, pero sobre todo en una esperanza compartida. No en vano inauguramos ahora la página quizás más hermosa de nuestra historia.
Fuente: www.artegoxo.org

domingo, 23 de octubre de 2011

Canto al Amor - Comentario de Xavier Pikaza

1. El amor tiene gran ánimo, el amor es bondadoso.

He querido mantener el sentido más preciso en la primera palabra, que se dice en griego makro-thymía, que significa de thymos o ánimo grande. Según eso, el amor es animoso, longánime. Muchas traducciones ponen paciente, en el sentido de capaz de aguantar y mantenerse. Ambos sentidos, el más activo (animoso, longánime) y el más receptivo (paciente), son apropiados y expresan la capacidad de aguante y la potencia creadora del amor, que se mantienen allí donde todas las restantes cualidades fallan o se acaban. En ese sentido decimos que es bondadoso , con el matiz de útil: aquello que siempre sirve y siempre vale. Así ha destacado Pablo el carácter originario del amor, realidad y valor primero en el camino de la vida, tal como Dios la ha creado. Ni las experiencias místicas, ni la profecía, ni la entrega martirial pueden ponerse en el principio. El punto de partida y cimiento donde se asienta el camino de los hombres es el amor, que da sentido y validez a todo.

2. No tiene envidia, no se jacta, no es engríe.

De las notas positivas (es animoso, bondadoso) pasamos a las negativas, que nos irán acompañando, pues del amor decimos mejor lo que no es que lo es. Da la impresión de que dominan los aspectos negativos, de manera que el amor consiste en superarlos. El primer mal que el amor debe superar es la envidia (dsêlos), que consiste en enfrentarme con los otros para destruirles (pues siento que me impiden ser yo mismo) o para utilizarles, poniéndoles bajo mi dominio. Frente a la envidia está el descubrimiento gozoso del otro en cuanto distinto, y el gozo de que sea, de que viva, de que triunfe. En este sentido, el amor nos capacita para salir de nosotros mismos, transformando la envidia "mimética" (que nos hace vivir a costa de los otros, dependiendo de ellos o luchando contra ellos) en comunión gratuita. Por eso, el amor no se jacta ni engríe, es decir, no se encierra en sí mismo, para imponerse ante los otros, en gesto de miedo perpetuo (tengo que elevarme siempre a mí mismo para sentirme seguro), sino que al gozarse en los otros descubre también su propio valor y no tiene que luchar por conseguirlo ni imponerse sobre los demás.

3. No se porta indecorosamente, no busca su propio provecho.

Portarse indecorosamente se dice en griego a-skhêmonein, romper el "esquema" o la forma apropiado de existencia, en otras palabras, quebrar el equilibrio de la vida, romper una armonía que nos permite convivir. En sentido positivo, eso significa que el amor vincula, traza puentes, de manera que ofrece a cada uno un lugar en la vida, un espacio decoroso y digno, en humanidad, distinto para cada uno, apropiado para todos. De todas maneras, el skhêma (=esquema o decoro) del amor, puede resultar distinto en las diversas circunstancias, de manera que lo que en un momento o lugar parece decoroso (que las mujeres vayan muy veladas en la calle o que no asuman trabajos público) resulta indecoroso en otros. Hay, sin embargo, un decoro fundamental, que se expresa en la segunda parte del texto: "no busca su provecho propio". Esta es la melodía firme, ésta la base del amor: que cada uno busque el bien de los otros, no el propio, que piense, sin cesar, en lo que al otro le conviene, no según mi esquema, sino según el suyo. Para eso es necesario que el amor dialogue, que dialoguemos en igualdad, escuchándonos unos a los otros, para así conocer lo que nos piden o quieren de nosotros. Amar es no buscar la propia razón, sino dejar que el otro me diga la suya, quedándome en sus manos.

CONTINUARÁ...

jueves, 20 de octubre de 2011

A PERDONAR SE APRENDE

PERDONAR ES AMAR...CON ESTE AMOR:

Estas son las cualidades del amor:
1. El amor tiene gran ánimo, el amor es bondadoso;
2. no tiene envidia, no se jacta, no se engríe,
... 3. no se porta indecorosamente, no busca su propio provecho,
4. no se irrita, no piensa en el mal;
5. no se alegra de la injusticia, sino que se alegra con la verdad;
6. todo lo cubre, todo lo cree, todo lo espera,
7. siempre permanece (1ª carta de san Pablo a los corintios, 13, 4-7)

ES EL AMOR “ÁGAPE”, la manifestación del amor generoso que no está condicionado por la respuesta, aunque la desee y la agradezca. Amamos con amor de ágape cuando no estamos calculando nuestra entrega, cuando pasamos por la historia dando vida, cuidándola, defendiéndola con coraje y pasión, reconociendo el derecho de todo a existir por sí mismo y no sólo para nosotros. Nuestro amor es de ágape cuando busca la justicia, cuando trabaja por crear unas condiciones que permitan el bienestar de todas las personas especialmente las más necesitadas. Un amor que se hace solicitud, compromiso con toda la vida, cuidado de las personas y del cosmos.

Nuestro cuerpo hace verdad nuestro amor de ágape cuando convertimos nuestras entrañas en lugar para acoger, en medio de dolores de parto el lento dilatarse de éstas para dar a luz lo mejor de nosotros mismos, cuando las convertimos en entrañas fecundas que engendran vida, esperanza, valores, dignidad en nuestro entorno, entonces nuestras entrañas son fecundas más allá de la biología. Cuando nuestras entrañas, como le pasó a Jesús de Nazaret, se estremecen al ver el dolor de nuestro mundo, del cosmos gimiendo dolores enormes, se hacen entrañas de una misericordia operativa que busca los modos de hacer de esos dolores, dolores de parto y no de muerte.

También nuestro corazón necesita aprender este amor de ágape que se entrega sin calcular egoístamente lo que da, sabiendo al tiempo tener discernimiento para darse sin perderse a uno mismo, sin perdernos el respeto a nosotros mismos. Cuando nuestros pies, se hacen pies samaritanos, que se paran para acoger a los apaleados y robados del camino (hoy continentes enteros) ofreciéndoles lo mejor de sí para crear “proximidad” que sana, cura, carga con…
Nuestras manos se hacen amor de ágape cuando son manos parteras de vida allí por donde pasan, sanan todo lo que tocan, abrazan, acarician. En definitiva pasan por la vida echando una mano, haciendo el bien.

(Gracias a Xavier Pikaza y a Emma Martínez Ocaña)

miércoles, 19 de octubre de 2011

Cuando no perdonamos estamos en guerra

Las guerras son incidentes psíquicos que tienen su origen en el alma humana. Nos gusta echarle la culpa a nuestro chivo expiatorio de turno, tanto si es el imperialismo, el nacionalismo, el comunismo o el capitalismo, todo lo que se nos antoje. Ninguna de estas cosas ni todas ellas son realmente responsables; somos nosotros, personas inofensivas que queremos pensar que odiamos la guerra y todos sus horrores.

Tal vez no hemos tenido nada que ver con las aguas fanganosas de la política o de la economía, tal vez ni hemos escrito artículos ni cartas para inflamar pasiones raciales, nacionales o comunitarias, pero todos compartimos esa responsabilidad.

Cada sentimiento de ira, odio, envidia o venganza que nos hemos permitido en el pasado, independientemente de la persona a la que iba dirigido y por más justificado que lo hayamos considerado, ha sido un puñado de pólvora arrojado al polvorín que, antes o después, tiene que estallar.

Pero no es la persona que encendió la cerilla la responsable de un mundo en llamas, sino nosotros, que hemos ayudado a engrosar el polvorín. Porque ¿Qué es lo que hemos hecho? Los sentimientos de odio, de miedo, etc., que han entrado en nuestro corazón y que hemos cobijado son, como siempre, invitados intolerables. Queremos expulsarlos en seguida, queremos dejarlos pegados, como un poster, en el primer muro que encontremos. Es cierto que ese muro tenía algo en su naturaleza que lo hacía apto para ese poster en particular, pero igualmente, el poster lo mandamos nosotros y fuimos nosotros los que lo pegamos allí.

Tanto si consideramos la psicología de los individuos como de esos grupos de individuos que llamamos estados nacionales, el proceso es el mismo. Lo que odiamos o tememos en nosotros lo proyectamos en nuestros vecinos.

Extracto de texto de Thomas Merton

martes, 18 de octubre de 2011

Conferencia Internacional de Paz - 17 de octubre

Conferencia Internacional de Paz celebrada en San Sebastián para promover la resolución del conflicto en el País Vasco

DECLARACIÓN ÍNTEGRA DE LA CONFERENCIA DE DONOSTIA

Hemos venido al País Vasco porque creemos que ha llegado la hora y la posibilidad de finalizar la última confrontación armada en Europa. Creemos que este objetivo puede ser alcanzado ahora con el apoyo de toda la ciudadanía, de sus representantes políticos y con el de Europa y de la comunidad internacional.
Queremos aclarar que no hemos venido aquí hoy para imponer algo o pretender que tenemos el derecho o la autoridad de dictar a la ciudadanía de este país, a sus diversos actores y a sus representantes políticos, qué se debe hacer. En cambio, hemos venido con buena fe y con la esperanza de poder ofrecer ideas desde nuestra propia experiencia resolviendo largos conflictos que afligieron a nuestras propias sociedades y pueblos, así como de otros que ayudamos a resolver.
Sabemos por nuestra propia experiencia que terminar con una situación de violencia y conflicto y lograr una paz duradera nunca es fácil, se requiere valentía, voluntad de tomar riesgos, compromisos profundos y generosidad y visión de hombre de Estado.
La paz viene cuando el poder de la reconciliación pesa más que los hábitos del odio, cuando la posibilidad del presente y del futuro es infinitamente mejor que la amargura del pasado.
Sabemos también de nuestra propia experiencia que cuando hay una verdadera oportunidad para alcanzar la paz debe ser aprovechada. La creciente exigencia de la ciudadanía de este país y sus representantes políticos para superar el conflicto mediante el diálogo, la democracia y la completa no violencia ha creado esta oportunidad.
En base a esto, pensamos que es posible terminar hoy con más de 50 años de violencia y alcanzar una paz justa y duradera. A la vista de esto quisiéramos establecer los siguientes cinco puntos:
1. Llamamos a ETA a hacer una declaración pública de cese definitivo de la actividad armada y solicitar diálogo con los Gobiernos de España y Francia para tratar exclusivamente las consecuencias del conflicto.
2. Si dicha declaración fuese realizada instamos a los Gobiernos de España y Francia a darle la bienvenida y a aceptar iniciar conversaciones para tratar exclusivamente las consecuencias del conflicto.
3. Instamos a que se adopten pasos profundos para avanzar en la reconciliación, reconocer, compensar y asistir a todas las víctimas, reconocer el dolor causado y ayudar a sanar las heridas personales y sociales.
4. En nuestra experiencia de resolver conflictos hay a menudo otras cuestiones que si son tratadas pueden ayudar a tratar de alcanzar una paz duradera. Sugerimos que los actores no violentos y representantes políticos se reúnan y discutan cuestiones políticas, así como otras relacionadas con el respeto, con consulta a la ciudadanía, lo cual podría contribuir a nueva era sin conflicto. En nuestra experiencia, las terceras partes observadoras o facilitadoras ayudan al diálogo. Aquí el diálogo también podría ser asistido por facilitadores internacionales si así fuese decidido por las partes involucradas.
5. Estamos dispuestos a organizar un comité de seguimiento de estas recomendaciones

La conferencia fue organizada por el movimiento Lokarri, el Grupo Internacional de Contacto, Berghof Foundation, Conciliation Resourcers, The Desmond and Leah Tutu Legacy Foundation y NOREF. A la misma acudieron representantes de partidos políticos y sindicatos de Euskadi.
Pero además, contó con la presencia de seis participantes internacionales que se encargaron de cerrar con sus intervenciones la conferencia y son los siguientes:

Kofi Annan, exsecretario general de Naciones Unidas y premio Nobel de la Paz en 2001.
Gro Harlem Bruntland, exministra de Noruega y miembro de The Elders, el grupo por la paz creado por Nelson Mandela.
Bertie Ahern, exprimer ministro de Irlanda.
Pierre Joxe, exministro de Interior y de Defensa de Francia y ex presidente del grupo socialista en la Asamblea Nacional.
Gerry Adams, líder del Sinn Fein.
Jonathan Powell, jefe del gabinete de Tony Blair en todo el período en que fue primer ministro del Reino Unido y su representante en esta conferencia.

También se desplazaron delegaciones del Partido Socialista Francés, la UMP del presidente galo, Nicolas Sarkozy, la formación de centro MoDem y la Confederación Francesa de Trabajadores.

Fuente: Internet

Yo, vos, aquí y ahora

El Maestro había ido a China para encontrar la verdadera sabiduría. Un día llegó a un templo pequeño. Era verano, hacía mucho calor. Encontró a un monje muy anciano que estaba trabajando bajo el sol. Su trabajo consistía en secar champiñones. El anciano, a pesar de su edad, bajo un sol abrasador, extendía los champiñones por el suelo.

Al ver esto, el Maestro le hizo la siguiente pregunta: Usted es un monje anciano y superior, ¿por qué trabaja? Hoy hace mucho calor, hágalo otro día.

Joven, si no hago esto, si no trabajo aquí y ahora, ¿quién podría hacerlo? Yo no soy usted, yo no soy los demás. Los demás no son yo. Por eso los demás no pueden experimentarlo. Si no trabajo, si no experimento aquí y ahora no podré comprenderlo. Si un joven me ayudara a trabajar, si yo me limitara a mirarle, no podría tener esa experiencia de secar champiñones. Si yo dijera: haz esto o aquello, ponlo aquí o allá, no podría experimentarlo yo mismo. No podría comprender el acto de que esté aquí y ahora (...) Yo no soy los demás y los demás no son yo.

¿Por qué seca usted hoy los champiñones? Hágalo otro día.

El monje contestó: Aquí y ahora es muy importante.

Como decía otro Maestro: El que quiera entender, que entienda.


Inspirado en texto de Thomas Merton

lunes, 17 de octubre de 2011

Diálogo para la Paz

COLOMBIA

Las estadísticas oficiales indican que en Colombia hay tres millones de personas que se han visto forzadas a abandonar tierras y bienes debido al conflicto armado que tiene lugar en el país desde hace años. Sin embargo, las organizaciones de derechos humanos señalan que el número de “personas desplazadas” en realidad ronda los cinco millones.
Un nuevo programa de acompañamiento, coordinado por el Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI), apoyado por el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) y otros actores, tanto locales como internacionales, ha sido organizado para abordar crisis humanitarias de este tipo.
En diciembre de 2009, el Fiscal General de Colombia informó de 2.520 casos de desapariciones forzosas, sobre un total de 35.665 delitos confesados por las fuerzas paramilitares. En el país se ha dado cuenta de 2.388 fosas y de la exhumación de 2.091 cadáveres, de los que sólo 796 fueron devueltos a las respectivas familias.
Los grupos de guerrilleros – de las FARC y el ELN – también han perpetrado masacres, ataques indiscriminados, desalojos de agricultores, torturas y violencia sexual. Sólo en el Departamento de Arauca, en 2009 hubo 194 homicidios.
El Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, se ha interesado en abordar la crisis humanitaria en relación con las víctimas vivas del conflicto armado. El Gobierno mantiene una política económica de apertura del país a las inversiones extranjeras. Nuevos grupos armados –pandillas de delincuentes que ahora se denominan "BaCrim", formadas fundamentalmente por paramilitares– están tratando de hacerse con el control del territorio y repeler a las empresas vinculadas con esa política.
El aspecto fundamental del Programa Ecuménico de Acompañamiento en Colombia (PEAC) es la opción por la no violencia; se procura apoyar las iniciativas locales e internacionales encaminadas a la solución del conflicto en el país. El programa apoya la restitución de la tierra a “las personas desplazadas”; la defensa de los derechos humanos; la búsqueda de la justicia y la consolidación de la paz mediante el diálogo, y pretende alentar la presencia de observadores ecuménicos internacionales en zonas determinadas durante tres meses en cada una de ellas.
El PEAC fue inaugurado durante la primera reunión del Grupo de Referencia Internacional ampliado con líderes eclesiásticos de Colombia, la cual se efectuó en Bogotá, durante los días 6 y 7 de octubre de 2011. Además del CLAI y el CMI, as organizaciones ecuménicas internacionales participantes fueron: la Alianza ACT, la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas, la Federación Luterana Mundial, el Centro Regional Ecuménico de Asesoría y Servicios (CREAS), KAIROS Canadá y el Consejo Nacional de Iglesias de Cristo en EE.UU.
El coordinador internacional del Programa es el Rev. Chris Ferguson, de la Iglesia Unida del Canadá, Iglesia de una gran experiencia ecuménica, y que fue una de las que apoyó la creación del Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel (EAPPI), uno de los modelos que ha inspirado esta iniciativa.

Fuente: CMI

domingo, 16 de octubre de 2011

Construyamos con Bondad

ESPECIAL PARA MADRES...ojalá seamos expertas en pedir perdón y en perdonar...
Parafraseando a León Gieco: Que la muerte no nos encuentre sin haber hecho lo suficiente.

La etimología es la especialidad lingüística que estudia el origen de las palabras y nos permite conocer el registro de las experiencias humanas expresadas por medio de las palabras. Ivonne Bordelois, en su libro “La etimología de las pa...siones”, lo explica así: "El viaje de rescate etimológico, en efecto, puede compararse a una exploración que se orienta a encontrar joyas escondidas entre ruinas. Está guiado e iluminado por la contemplación de la invencible fuerza del lenguaje atravesando las catástrofes de las civilizaciones destruidas y preservando la memoria de aquellas consonantes seminales que esparcieron las primeras metáforas de la historia humana"

El diccionario dice: Perdonar. (Del lat. per y donāre, dar); "per" que significa "con insistencia, muchas veces" y donare que significa "donar, dar’" El prefijo per intensifica el verbo que acompaña, donare.
En inglés for-give; en francés par-donner; en italiano per-donare, en alemán ver-geben

QUE SEA UN DÍA FECUNDO, ABUNDANTE EN PER - DONES...el mejor regalo.
NUESTRO ABRAZO SINCERO
Equipo 70 veces 7

martes, 11 de octubre de 2011

Para una recepción teológica de los años ‘70 - Lucio Florio

Auschwitz. Después de la II Guerra Mundial el pensamiento teológico percibió que no era posible obviar la tremenda realidad de la hecatombe vivida durante esos años. Esa fue la razón de la aparición de una -así llamada luego- “teología después de Auschwitz”1, tomando al campo de concentración más monstruoso de la Alemania nazi como una referencia simbólica de lo sucedido. Las cuestiones centrales que se planteaban entonces eran: ¿Se puede hablar de Dios después de Auschwitz? y -como un eco amplificado de los argumentos de los amigos de Job-, “¿dónde estaba él en ese momento?” Se pretendía brindar una respuesta a una generación de hombres “impresionados y deshechos”2. Alguien amplió posteriormente la imagen al hablar de una teología “después de Hiroshima”3.

Un hecho-símbolo. Subrayo el pasaje del hecho al símbolo, o mejor aún, al “hecho-símbolo”. Auschwitz pasó a representar la totalidad de la catástrofe bélica, como una de sus más terribles muestras. Simultáneamente, se transformó en una imagen-síntesis para la memoria histórica de la humanidad. Un recuerdo de lo que sucedió y que puede volver a suceder. Utilizo la expresión “hecho-símbolo” en un sentido simple: un acontecimiento -o una conjunción de ellos- con tal carga de significación que pueden permanecer en la conciencia histórica gracias a algún rastro imaginativo-afectivo. Se puede pensar, por ejemplo, en la llegada española a América, en la revolución francesa, etc. El pasaje desde el acontecimiento hacia su simbolización no comporta una disolución de lo histórico en lo simbólico. Se trata, por el contrario, de la memoria visual de algún período histórico que hace la conciencia de la humanidad a partir de la selección de un episodio, de una persona, de un tiempo o de un lugar. El símbolo “da que pensar”4 puesto que tiene una reserva de sentido. Tratándose de un símbolo histórico -o de un hecho histórico “simbolizado”-, sugiere una multiplicidad de significaciones sobre la historia misma.

Auschwitz ha recordado a los hombres del siglo que termina, las dimensiones más siniestras del mal presente en el corazón del hombre y de su historia. Es una “peste” -recogiendo la imagen de la novela de A. Camus- que no es posible olvidar, puesto que está latente, a la espera del próximo estallido.

La década sucia. Propongo esta cuestión con motivo de la nueva afloración del recuerdo de la violencia vivida en la Argentina durante los ‘70. Esta ya es para los argentinos una década simbólica: la década sucia, de la violencia, de los atentados, de los secuestros, de las bombas, de la represión desproporcionada, de las torturas, de los desaparecidos.

Además del necesario primer momento de reflexión, ético, jurídico, político e histórico 5 sugiero la necesidad de un segundo momento de pensamiento teológico sobre ese tiempo. Se trata de realizar una recepción teológica de esta “década-símbolo”, a la manera como lo hizo la teología europea post-Auschwitz. La pregunta clave sería la siguiente: ¿cómo hacer teología después de la violencia de esta década? O, más moderadamente, ¿qué cuestiones plantea al pensar teológico este tiempo, que no puede ser olvidado bajo sospecha de angelismo o de algún tipo de ideologización teológica?

Cuestiones para pensar. Enuncio algunas de las cuestiones que entiendo ofrecen relevancia teológica:

1. Teología del Reino de Dios: El Reino fue en esta época identificado con un proyecto determinado (la patria socialista de los montoneros o la “occidental y cristiana” de los gobiernos militares). Se puede aprender de estos violentos intentos “neo-zelotes” de apropiación del Reino de Dios que éste no se identifica con ningún sistema político concreto, ni con ningún partido o movimiento político (cf. Lc 21,8).

2. Teología de la historia: El dualismo que afloró en ese tiempo (subversivos y defensores de la patria occidental y cristiana) parece ser un epifenómeno de un dualismo más profundo en la historia argentina (unitarios y federales, peronistas y antiperonistas, etc.). Hay una concepción de la historia que es preciso confrontar con una teología de la historia en la que la “ciudad de Dios” y la “ciudad del hombre” (san Agustín) coexisten.

3. Relación Iglesia-Estado: Esta década ha confirmado la necesidad de cuidar la libertad de la Iglesia respecto de los poderes temporales. Los tiempos revelan lo peligrosas que pueden ser ciertas ambigüedades.

4. Teología de los derechos humanos: En el proceso histórico analizado se dejó entrever una dificultad para asumir la realidad que este tema comporta, tal vez, por el marco ideológico en el que nació y se desarrolló esta temática, el liberalismo moderno 6. El magisterio latinoamericano, sin embargo, ha asumido una actitud clara respecto de esta cuestión, fundamentándola en una antropología cristiana 7.

5. Teología del testimonio: En tiempos de convulsión los hechos hablan obviamente más que las palabras y eso es percibido por la gente, aun los no-creyentes 8.

6. Valor de la conciencia y de la culpa: La irrupción del peso de la conciencia moral que aparentemente reabrió el caso y la “mala conciencia” colectiva sobre el pasado vivido permiten replantear teológicamente la cuestión del misterio de la conciencia humana, “el núcleo más secreto y el sagrario del hombre” (Gaudium et spes, 16) 9.

7. Discernimiento de los posibles estallidos de violencia y educación permanente para la paz. El “signo de los tiempos” (cf. GS 4,11) puede ser en un momento dado la violencia y la injusticia; se transforma entonces en un llamado urgente a la acción pastoral. Para la Iglesia es imperioso agudizar su mirada, parte importante de su misión profética, así como cultivar una gran permeabilidad para una respuesta rápida y eficaz 10. De allí la importancia del cultivo de la historia que, en tiempos de paz, reflexione y eduque sobre la amenaza de una nueva eclosión de la violencia. Hay un kairós profético y pastoral durante la peste; hay un kairós teológico y educativo cuando ésta ha desaparecido.

Conclusión. “Hay quienes niegan la aflicción señalando el sol; otros niegan el sol señalando la aflicción” (Kafka).

Postular una memoria “simbólico-teológica” de los ‘70 no significa propiciar una “teología de las ruinas” 11, y menos aún una fijación en una etapa decididamente oscura de nuestra historia. Significa, más bien, el llamar la atención al pensar teológico -que no puede desinteresarse de la historia 12- sobre la necesidad de aprovechar la carga afectivomnémica de ese tiempo y rescatar la pluralidad de enseñanzas que pueda incluir. Así como el recuerdo de Auschwitz mantuvo a la teología de las últimas décadas en una seria atención hacia la pasión 13 -con fecundas consecuencias teológicas y pastorales-, de igual manera parece necesario prestar atención a esa pasión colectiva que vivimos no hace mucho. Hemingway dijo: “Los ojos que han contemplado Auschwitz e Hiroshima nunca podrán contemplar a Dios”. Sin embargo, el testimonio profético de un Maximiliano Kolbe o el teológico de un Bonhoeffer o de un Moltmann parecen señalar que los momentos más desoladores a causa de la irrupción de la maldad humana pueden evidenciar, paradójicamente, los rasgos más hondos de Dios, visibles en el crucificado y en sus cruces históricas en la vida de los hombres. No parecen alienantes estas palabras: “¡La clave del renacimiento de nuestra esperanza hay que encontrarla en Auschwitz!” 14; bien podemos trasladarlas a nuestra historia argentina a partir de nuestros Auschwitz locales.





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Notas
1. J.B. Metz, “Teología cristiana después de Auschwitz”, Concilium 195 (sept.1985); F.M. Marquardt, “Kann man nach Auschwitz noch von Gott reden?”, Reformatio 28, 1979, 276-288. Cf. también H. Urs von Balthasar, Theodramatik I, Einsiedeln 1973, p.75; A. Neher, L’Esilio della Parola. Dal silenzio biblico al silenzio di Auschwitz, Casale Montferrato 1983.
2. J. Moltmann, El Dios crucificado, 2da. ed., Salamanca 1977, p.10.
3. R.Bauckham, “Theology after Hiroshima”, Scotish Journal of Theology 38, 1985, pp.583-601. Ampliándolo hacia otras irrupciones de la muerte en nuestro siglo, se ha hablado de un “hablar de Dios durante Ayacucho”, indicando con esto el escándalo de la miseria estructural y de la violencia latente en el tercer mundo: G. Gutiérrez, Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente, Salamanca 1986, p.184.
4. P. Ricoeur, Finitud y culpabilidad, Madrid 1986, pp. 489ss.
5. Así: en CRITERIO nro. 2152 (27-4-95): J.G. Navarro Floria, “El pasado que vuelve”, p. 150-151 y C. Floria, “¿En nombre de qué?”, 152-153.
6. Cf. W. Kasper en Teología e Iglesia, Barcelona 1989: “Teología y derechos humanos en la moderna conciencia de la libertad y de la historia”, pp. 241-265.
7. Cf. el tema en Sto. Domingo (164-168), sustentada en la rica antropología de Puebla (304-338).
8. Cf. J.C. Maccarone, “El testimonio en la perspectiva de la teología pastoral” en AA.VV. Teología y praxis pastoral, Bs.As. 1988, 169-186.
9. Una apología “postmoderna” de la culpa humana en M.Aguinis, Elogio de la culpa, Bs.As. 1993.
10. Un buen ejemplo de respuesta veloz y orgánica ante una situación similar a la argentina fue, sin duda, el de la Iglesia de Chile que “inventó” una estructura pastoral Vicaría de la Solidaridad). Para la respuesta argentina, es imprescindible leer las cartas del episcopado de la época, publicadas en Documentos del episcopado 1965-1981, Bs.As. 1982.
11. B.Gherardini, Theologia crucis, Roma 1978, p.310.
12. “…mal teólogo dogmático, sería quien no fuera al mismo tiempo amante de la historia”: W. Kasper, “La historia de la Iglesia como teología histórica”, en Teología e Iglesia, Barcelona 1989, p.135.
13. Cf. las teologías de J. Moltmann, D. Bonhoeffer, etc…
14. J. Moltmann, Experiencias de Dios, Salamanca 1983, p.40: a propósito de la angustia culpable de los cristianos por haber abandonado a los judíos.

Fuente: Revista Criterio, mayo de 1996.

Comunicarnos con la verdad, libera - Pbro. Pedro Torres

En estos días, compartiendo la experiencia del Comité Interreligioso por la Paz (Comipaz), palpamos una vez más el desafío inmenso que implica la comunicación, las profundas trabas que tenemos para el diálogo y la comunión. Nunca como hoy el hombre ha tenido a su alcance tantos instrumentos de comunicación y, sin embargo, no es fácil llegar al encuentro de la verdad y comprometerse con ella. Desde allí parto para compartir algunas líneas de reflexión inspiradas en la enseñanza del Papa del diálogo: Pablo VI.

El hombre de hoy puede reconocer con facilidad que muchas de sus actitudes, juicios, tomas de posición, adhesiones y oposiciones se deben a los conocimientos, cada vez más vastos y rápidos, de opiniones y de comportamientos que le llegan por medio de los instrumentos de comunicación social.

Nuestra vida sitúa a jóvenes y adultos frente a un flujo casi incesante de noticias y de interpretaciones, de imágenes y de sonidos, de propuestas y de solicitaciones. En esta situación, el ser racional se siente movido a la pregunta inquietante: ¿dónde está la verdad? ¿Cómo apresarla o descubrirla en el cúmulo de comunicaciones y tensiones que nos acosan en todo momento?

Cada uno de los hechos tiene su propia verdad, que abarca muchos aspectos, no siempre perceptibles fácilmente en su totalidad. Sólo el empeño conjunto y sincero del comunicador y de los receptores puede ofrecer una cierta garantía de que todo acontecimiento sea conocido en su verdad íntegra.

Aparece así la excelencia de la misión del informador, que consiste no sólo en destacar aquello que resalta de inmediato, sino también en indagar los elementos de encuadramiento y de explicación acerca de las causas y las 
circunstancias de los hechos que él debe señalar. Este 
quehacer podría compararse, de alguna manera, a una “investigación científica”, debido a la seriedad y entrega que exige el control y la valoración crítica de las fuentes, con fidelidad a los datos observados y con su trasmisión integral.

La responsabilidad es luego más grave aún cuando el comunicador está llamado –como sucede a menudo– a añadir a la simple relación del hecho, elementos de juicio y de orientación. Terrible es cuando el comunicador manipula la realidad y llega incluso, a veces, a la mentira y la calumnia que siembra desconfianza e inquietud.

Este empeño en indagar y respetar la verdad afecta, con la misma urgencia, a aquellos que en los medios de la comunicación social buscan la información y las orientaciones de juicio. Es tarea de todos los receptores ser siempre activos y corresponsables; su sentido de responsabilidad y su preparación los dispondrán a recibir de manera activa y crítica todo lo que se les expone desde el exterior.

El hombre, y mucho más el cristiano, no abdicará jamás de su capacidad de contribuir a la conquista de la verdad: no sólo la abstracta o filosófica, sino también la concreta y diaria de los sucesos particulares. Si abdicase, dañaría la propia dignidad personal.

Es importante que cada hombre se aplique y sea ayudado en forma conveniente a conseguir la necesaria capacidad de juicio autónomo ante el mensaje de los instrumentos de comunicación social, de manera que pueda escoger con libertad entre las opiniones y dar a la mejor de ellas la propia adhesión.

Somos cristianos, seguidores de Cristo, Aquel que es “camino, verdad y vida” (Jn 14, 6). Él es el Hijo de Dios, que vino a habitar entre los hombres para dar “testimonio de la verdad” (Jn 18, 37) y asegurarnos que sólo la verdad nos hará libres (Jn 8, 31-36), librándonos de toda esclavitud (Gal 5, 1).

Fuente: La Voz del Interior

domingo, 9 de octubre de 2011

Conectando los puntos - Enrique Valiente Noailles

Hay un punto especialmente interesante en el corto, emotivo y célebre discurso que dio Steve Jobs a los graduados de la Universidad de Standford en 2005. Se trata de su mención a "conectar los puntos". Conectar los puntos al estilo de esos dibujos en los cuales uno no advierte la figura hasta que los une con líneas. ¿Qué significa esto? Significa que aquellas corazonadas que uno sigue, muchas veces sin saber exactamente adónde conducen, son luego alumbradas retrospectivamente por un sentido que las unifica. En el caso de Jobs, por ejemplo, fue seguir un curso de caligrafía, que a la larga terminaría incidiendo en las interfaces de todas las computadoras del planeta. Al momento de delinear esa caligrafía, Jobs estaba dibujando algo también en las sombras, algo que no podía comprender enteramente en el momento. Es como aquello que decía Rainer María Rilke: "Cuando escribo yo no miro la punta de la pluma, sino el capricho, en el aire, de la otra punta de la lapicera".

Nuestras vidas, entonces, tienen dos dimensiones que hay que atender. La dimensión de lo que se escribe con una punta, y la dimensión del texto secreto que se va escribiendo con la otra. Está claro que vivir una vida sólo azarosa hace que las líneas que conectan los puntos no revelen al final un dibujo con sentido. A la vez, vivir una vida sólo prospectivamente, es decir, con una meta a la vista, puede otorgar un sentido inicial, pero probablemente deje de lado aquellas figuras decisivas que aguardan en lo que se configura solo. Hay, sin embargo, una vía intermedia, que es la que parece haber seguido Steve Jobs: aquella en la que uno siente lo que ama, pero no sabe enteramente cómo materializarlo. Y allí es donde cobra significación lo que hace singular a nuestras vidas, que es la voz interior, la intuición, la corazonada, el hacer cosas que tal vez no tengan una significación inmediata, pero que uno sospecha que tendrán, a la larga, sentido.

Esa ignorancia no es una pobreza, sino el espacio vacío que uno necesita conservar para que sea llenado por una instancia más oculta, más profunda, que de otra manera no podría manifestarse. Este es el espacio que uno debe dejar abierto para que la vida hable sola, es el espacio para confiar en algo que no es exactamente lo que comprendemos. Porque el sentido se configura en el trazo original, pero también en los intersticios; se configura en las líneas, pero también en las entrelíneas. Y si hay un gozo en hacer las cosas que se planean, hay un gozo más profundo e inexplicable en hacer lo que no obedece exactamente a un plan y que de golpe adquiere sentido. Porque es allí que se siente la conexión con algo más grande, la complicidad con lo que no es uno, es allí donde uno se pliega al movimiento del mundo. De todos los puntos que Steve Jobs trazó en su vida, su muerte es el último de una bella caligrafía. Seguramente su significación quedará también delineada con el paso del tiempo.

Funte: La Nación

viernes, 7 de octubre de 2011

Joxe Arregi y Patxi Ezquiaga: Francisco y "el lobo"

Desde Euzkadi: EL LOBO DE GUBBIO

Vuelve el otoño con su belleza dorada, con su paz y melancolía. Yo vuelvo con estos escritos, testigos de dudas, mucho más que de certezas. Pero es el signo de los tiempos complejos que nos toca vivir, y debemos amar este tiempo de tantos peligros, y habitarlo de paz. Amiga lectora, amigo lector: que tengas paz.

¿Has oído hablar del lobo de Gubbio? Es una deliciosa florecilla de Francisco de Asís, aquel hombre de paz que murió un sábado de otoño, el 3 de octubre de 1226, en su querida “Porciúncula”, porcioncita de tierra del valle dorado de Umbría. Hoy quiero honrar su memoria, la de un hombre que fue tan pobre que no tuvo enemigos. Tan pobre que todos fueron para él hermanas y hermanos, incluso el hermano lobo, y perdón por ese “incluso” que está de sobra.

En su vida itinerante, como la de Jesús, Francisco moró durante algún tiempo en la ciudad de Gubbio, que guarda todavía hoy su aire medieval. Y cuenta la florecilla que por ese tiempo apareció en la comarca un grandísimo lobo, terrible y feroz.

Entiéndase: algún terrible malhechor o, simplemente, el bando enemigo en un tiempo de luchas fratricidas. Lo que pasa es que las gentes sencillas que narraron esta historia o esta leyenda –una leyenda es una historia que espera todavía a ser verdadera–, compararon al temible criminal o al bando con un lobo feroz.

Como seguimos comparando al degradado con el perro, al carroñero con el buitre, al siniestro con la víbora, al vil con el gusano, al engreído con el gallo, al vanidoso con el pavo, o al feo con el oso y al necio con el burro... Algún día caeremos en la cuenta de que con tales comparaciones no solo ofendemos y herimos a esos pobres animales, sino sobre todo a este pobre animal humano que somos. Y reinventaremos el lenguaje, para mirarnos mejor.

Volvamos a Gubbio. Un lobo feroz –algún asesino o alguna banda más feroz que todos los lobos– tenía aterrorizados a todos los habitantes y todos iban armados cuando salían de la ciudad, como si fueran a la guerra. Era tal el terror, que nadie se aventuraba a salir de la ciudad. Todo eso nos es familiar en nuestras ciudades atemorizadas, en nuestro planeta armado. Las armas no consiguen espantar al terror. Y no es porque falten armas, sino porque aún no hemos descubierto que sobran

Francisco ya lo sabía y, adelantándose a su tiempo y mucho más al nuestro, donde había armas puso compasión. Y compadecido de la pobre gente, pero también del pobre malhechor, salió a buscarlo, desatendiendo los consejos de toda la ciudad. “Hizo la señal de la cruz”, dicen las Florecillas. Es decir, se acordó del crucificado que murió indefenso y perdonando. Se armó únicamente de confianza en Dios, de confianza en sí, de confianza en el criminal.

En cuanto el lobo lo divisó, corrió a su encuentro con las fauces abiertas, para devorarlo. Pero entonces Francisco le habló mansamente y le dijo: “Ven aquí, hermano lobo!”. Y, ¡cosa admirable!, el terrible lobo se acercó mansamente, como un cordero, y se echó a los pies de Francisco.

Y éste le siguió hablando con su revolucionaria mansedumbre: “Hermano lobo, tú estás haciendo daño en esta comarca, maltratando y matando las criaturas de Dios sin su permiso. Pero yo sé que tú no eres malo, sino que solo por hambre has hecho el mal que has hecho”. El lobo movía la cola y las orejas, y bajó la cabeza suavemente.

Y Francisco le propuso un trato: “Hermano lobo, yo te prometo que la gente de la ciudad te va a proporcionar todo lo que necesitas mientras vivas y que nunca más tendrás hambre. Y tú me prometes a cambio que ya no harás daño a ningún ser humano en el mundo ni a ningún animal. ¿Me lo prometes?”.

El lobo inclinaba la cabeza una y otra vez, diciendo que sí. Entonces Francisco le tendió la mano, y el lobo levantó la pata delantera, que es en realidad su mano, y la puso mansamente sobre la mano de Francisco.

Luego fueron juntos a la ciudad en el nombre de Dios, como dos buenos amigos, como dos hermanos. La gente del burgo acudió en masa, entre atónita y curiosa.

Y Francisco, con aquel pobre porte que tenía, pues no pasaba de un metro cincuenta, y con sus humildes palabras inspiradas, les predicó sobre los terribles daños que nos hacemos los humanos cuando nos miramos los unos a los otros como enemigos y nos tratamos como se tratan los cazadores y los lobos:

“Hermanas mías, hermanos míos, ¿no veis que el mundo no puede seguir así? ¿No veis que todas las armas no sirven de nada, ni todos los castigos, que todos los imperios hasta ahora han caído, que seguirán cayendo y que tienen que caer? ¿Acaso no creéis en Dios, que es el Inmenso Corazón bueno en el que habitamos y en el que somos hermanos, el Inmenso Corazón de ternura que habita en nuestro pequeño corazón, tan incierto y temeroso? Mirad mejor, hermanas y hermanos míos. Basta mirar mejor para ser mejores, para llenarlo todo de Dios”.

Y con su evangélica y poderosa ingenuidad, hecha de fe irreductible en la bondad, es decir, en Dios, les habló de la santidad de todos los seres, y de que el lobo y la víbora no son malos, y que el gusano es todo menos vil. Y que nadie, por siniestro y malhechor que parezca, lo es en su fondo. Y que el delincuente más feroz y asesino es en verdad un pobre ser humano lleno de necesidades, errores y heridas sin curar.

Muchos lloraban de dolor y de consuelo en la hermosa plaza de Gubbio. Otros hacían ademanes escépticos, como diciendo: “Ya, ya…”.

Algunos, sobre todo entre los principales del burgo, se rebelaron: “Francesco, estás hablando como el hijo de papá que eres y que nunca has tenido que luchar para ganarte la vida. Este mundo no se arregla sino con la ley en la mano y el castigo de los delitos. El bosque sigue estando lleno de lobos feroces y más vale prevenir que lamentar”.

Francisco calló, indeciso y triste. Y se dijo: “Si yo me encontrara en el lugar del malhechor, yo sería el peor malhechor”. Sintió ganas de gritarles: “¡Y vosotros también, hermanos! Creéis acaso que el orden del emperador al que servís es más justo que el orden que reina en el bosque?”. Pero se contuvo.

A punto estuvo, sin embargo, de preguntarles sencillamente: “Decidme, hermanos, ¿pensáis que alguna vez los malos se convertirán en buenos mientras tengan enemigos y sean perseguidos?”. Pero también se calló. Y miró al lobo, que le miraba con ojos muy vivos y mansos, como dos torrentes de paz.



José Arregi


Mi plegaria es un cielo azul,

el calor del sol,

el grillo de las praderas

los trigales del valle.

Quisiera vestir mi alma

con la desnudez pura de la gracia,

para que mis melodías llenen

de ecos de Dios el futuro.

Mi plegaria es canto de estrellas,

su nombre es ternura,

voz silenciosa de las luciérnagas,

melodía sonora del agua.

Quisiera sentir en mi corazón

el aguijón del candil.

para que la oscuridad

no fuera el final de nuestra lucha.

El amanecer es mi plegaria,

explosión de las primeras luces,

oportunidad para los comienzos claros,

abrazo compasivo.

Quisiera vivir paso a paso

el impulso del perdón,

y que nuestro corazón nuevo

fuera latido de esperanza.


Patxi Ezkiaga

lunes, 3 de octubre de 2011

Halima - Nani Vall-llosera

Halima

Nani Vall-llosera. La conocí como usuaria de un centro de salud. Está casada y tiene dos hijos. Su marido es palestino y fue víctima de un atentado terrorista, aunque aún no ha sido reconocido como tal ni se ha beneficiado de las ayudas que actualmente reciben las víctimas del terrorismo. Estaba estudiando en la universidad. Las secuelas físicas y psicológicas fueron intensas y todavía hoy son muy evidentes.

Halima ha trabajado de sol a sol para sacar adelante a sus hijos, que ya son universitarios. Por las noches estudia en una escuela de adultos porque la vida no le permitió hacerlo en su momento. Sus ganas de aprender son insaciables.

Es musulmana y habla con orgullo y emoción de sus tradiciones, de su religión y de su Dios. Ella y yo creemos en el mismo Dios. El mismo que nos espera y nos invita sin cansarse a dar cada día lo mejor de nosotras mismas, el mismo que nos llama con la voz de los pobres y los marginados, el mismo que habita en el fondo de nuestro corazón y que sale a nuestro encuentro una y otra vez, el mismo que se hace presente en su matrimonio convirtiéndolo en sacramento, el mismo que nos lleva de la mano más allá de los que creemos que son nuestros límites, el mismo que nos recoge cuando desfallecemos y nos acompaña cuando algo nos aflige.

No hay duda de que es el encuentro personal el que nos llevará a conocernos, a aceptarnos, a enriquecernos mutuamente y a convivir en paz.

Fuente: Blog de Cristianismo y Justicia

Una pasión: María Zambrano

María Zambrano

Conflictos: Comulogos y Fraternidad

Comulogos y Fraternidad

sábado, 1 de octubre de 2011

Cara a cara entre terroristas y víctimas - Mónica Ceberio Belaza (El País, de Madrid)

El 25 de mayo de 2011 sucedió algo insólito en una oficina de Vitoria, la capital de Euskadi, el País Vasco. Tras medio siglo de violencia terrorista, de 829 asesinatos perpetrados por la organización terrorista ETA, de varias generaciones que han crecido en Euskadi entre el miedo y la falta de libertad, dos desconocidos se sentaban cara a cara.

Mientras el país entero hablaba sobre el final de la banda, estos dos hombres lo escenificaban, de forma privada, en esa sala.

Uno era una víctima del terrorismo, cuyo padre fue asesinado en 1980 y aún no conoce quiénes fueron los culpables. El otro, un preso condenado por pertenecer a ETA, con delitos de sangre, que ha llegado a la conclusión de que la violencia no tiene sentido y se ha apartado del grupo.

El primero quería saber el porqué de muchas cosas. Por qué la persona que tenía enfrente había sido un terrorista, por qué había matado, cómo podía vivir con eso, qué lo condujo a la organización que destrozó la vida de su madre y de sus seis hermanos. El segundo quería, sobre todo, pedir perdón.

Como ellos, otras seis personas se reunieron de a dos esos días de mayo. A solas o con un mediador. Algunas en la cárcel; otras, si era posible –porque el preso estaba ya en régimen de semilibertad– afuera.

Las víctimas, que habían accedido a escuchar lo que los internos tenían que decir, han puesto voz y rostro a los estragos de los asesinatos cometidos por la banda; los enfrentaron a las consecuencias personales de los atentados; a lo que significa una familia rota en nombre de una supuesta lucha patriótica.

Sólo uno de los damnificados era víctima directa del preso con el que se encontró. Se sentó a hablar, frente a frente, con la persona que había asesinado a su familiar más querido. Fue la reunión más complicada desde lo emocional.

Las otras tres víctimas se reunieron con reclusos de la banda que hablaron como exmiembros de una organización jerárquica en la que ellos no elegían a sus víctimas: cumplían órdenes. Todos eran de alguna manera partícipes y responsables de cada una de las muertes.

Iniciativa de los reclusos. Todo empezó hace un año, más o menos. Algunos presos de la banda que habían abandonado la violencia y pedido por escrito perdón a las víctimas empezaron a hablar, en la cárcel de Nanclares de Oca, en Álava –donde están recluidos los disidentes que se apartaron de ETA–, de la posibilidad de organizar un encuentro con víctimas.
Querían hacer algo más que firmar un modelo de carta de perdón como las que han rubricado todos ellos.

Instituciones Penitenciarias (dependencia del gobierno que se encarga de las cárceles), que ha llevado a cabo otros programas de mediación en los últimos años, pidió a un equipo de expertos que se encargara de la experiencia piloto.

Había que contactar con víctimas que pudieran estar interesadas y ofrecer la posibilidad a los presos que ya habían dado un paso adelante rechazando la violencia.

La mediación se basa en que el delincuente sea consciente del daño que ha causado; si no, no tiene sentido.

La Oficina de Víctimas del Gobierno Vasco eligió a un grupo de seis personas que consideraba que quizá, por su trayectoria vital, podrían querer probar la experiencia.

Se organizó una primera reunión, en la que el mediador explicó los pormenores del programa e hizo especial hincapié en que el preso no recibiría nada por su participación.

Después se habló con los presos. Se ofreció el programa a más de 20 de Nanclares de Oca (Álava).

Seis (los que participaron en la primera fase) lo tuvieron claro desde el principio. Hubo otros que quedaron fuera porque temían represalias hacia sus familiares si sus nombres salían a la luz en el futuro; otros mantenían un discurso aún demasiado autojustificativo sobre su participación en actos terroristas, lo que no los hacía idóneos para reunirse con una víctima. Otros prefirieron esperar para ver cómo resultaban los primeros encuentros.

Sin recompensa. Los encuentros son confidenciales y no hay ningún tipo de contraprestación ni beneficio penitenciario para los presos. Es la forma de garantizar que su interés es sincero, que no buscan ninguna ventaja que vaya más allá del plano estrictamente personal.

Las víctimas, como no podía ser de otra forma, no están obligadas a perdonar. La idea es que hablen, que escuchen si lo desean. Que puedan expresar todo lo que quieran a quien tienen adelante. Pueden abandonar el programa en cualquier momento, si así lo desean. Es otro de los principios básicos del proceso.

Las motivaciones de cada uno para participar han sido distintas. En el caso de las víctimas, todas con un profundo trabajo psicológico a sus espaldas –todos eran hijos o viudas de asesinados por ETA–, ha pesado más el futuro que el pasado. No tenían claro que la experiencia les fuera a ayudar en lo personal y aseguraban que no necesitaban que les pidieran perdón.

Su verdadero motor era la esperanza de que quizá ese paso pudiera suponer un pequeño avance hacia la reconciliación en Euskadi. Hacia la creación de un futuro en paz donde no haya olvido, pero en el que sus hijos y nietos pudieran vivir sin odio.

Los presos que han participado pertenecen al grupo de reclusos que se atrevieron a expresar en público que la violencia no sirvió para nada; que le dijeron a ETA que ya no tiene sentido y abandonaron su disciplina. Aún son minoría.

No llegan a 30 los que han sido trasladados al País Vasco, cerca de sus familiares, a Nanclares de Oca, gracias a su rechazo explícito del terrorismo.

Los que han llegado a la mediación, además, son personas convencidas de que sus acciones sólo han generado sufrimiento. A los asesinados y a sus familias, pero también a ellos mismos. Han querido liberar su dolor por el daño causado pidiendo perdón; servir de ejemplo; colaborar con la construcción de un País Vasco en paz.

Porque en Euskadi, a pesar de la esperanzadora perspectiva de estar asistiendo al final de ETA, aún queda mucho por hacer. Lo más complicado, construir la convivencia sin olvidar el pasado y alcanzar una normalidad aún hoy inexistente.

A casi todos los participantes en el programa –víctimas y victimarios– les preocupaba cómo se iba a entender su decisión en sus respectivos mundos. Por esta inquietud, en este artículo no aparecen nombres ni circunstancias que revelen la identidad de los participantes.

Una vez elegidas las personas que participarían en el proyecto, los mediadores se entrevistaron en varias ocasiones de forma individual con cada víctima y con cada preso, para ir preparando el encuentro.

De las seis víctimas, dos prefirieron no llevarlo a cabo en ese momento y recibieron una carta escrita por los asesinos de su familiar.

Otras cuatro siguieron adelante. En cuanto a los presos, en uno de los casos el mediador consideró que aún no era conveniente el encuentro cara a cara. El recluso pidió perdón por escrito.

A finales de mayo, llegó el momento para el que se habían estado preparando. Todos acudieron con incertidumbre, sin tener muy claro cómo iban a reaccionar ellos mismos ni sus interlocutores.

Tras pasar una hora o dos juntos, se estrecharon la mano o se dieron un abrazo. Se intercambiaron sus correos electrónicos con la sensación de que el encuentro había sido terapéutico y de que habían dado un paso hacia una convivencia normal en Euskadi.

La segunda fase del programa de mediación ya está en marcha. Otras ocho personas participan en el proyecto. Cuatro víctimas y cuatro presos que podrán encontrarse próximamente, si así lo desean.

Fuente: La Voz del Interior, Córdoba, Argentina

Cuidar el luto y las pérdidas - Leonardo Boff, teólogo

Las pérdidas y el luto pertenecen inexorablemente a la condición humana. Todos estamos sometidos a la férrea ley de la entropía: todo se va desgastando lentamente; el cuerpo se debilita, los años dejan marcas, las enfermedades nos van quitando irrefrenablemente nuestro capital vital. Esa es la ley de la vida que incluye la muerte.
Pero hay también rupturas que quiebran ese fluir natural. Son las pérdidas producidas por eventos traumáticos como la traición del amigo, la pérdida del empleo, la pérdida de la persona amada por el divorcio o por la muerte repentina. La tragedia también es parte de la vida.
Representa un gran desafío personal hacer frente a las pérdidas y alimentar la resiliencia, es decir, el aprendizaje de las crisis. Especialmente dolorosa es la vivencia del luto, pues muestra todo el peso de lo Negativo. El luto posee una exigencia intrínseca: exige ser sufrido, atravesado, y superado positivamente.
Hay muchos estudios especializados sobre el luto. Según la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross, su vivencia y superación consta de varios pasos.
El primero es el rechazo: ante el hecho paralizante, la persona de un modo natural exclama: «no puede ser», «es mentira». Irrumpe el lloro desconsolado que ninguna palabra puede contener.
El segundo paso es la rabia que se expresa: « ¿por qué justamente conmigo? No es justo lo que ha pasado». Es el momento en que la persona percibe los límites incontrolables de la vida y no quiere reconocerlos. No es raro que se culpe por la pérdida, por no haber hecho o por haber dejado de hacer lo que debía.
El tercer paso se caracteriza por la depresión y el vacío existencial. Nos cerramos en nuestra propia cápsula y nos apiadamos de nosotros mismos. Nos resistimos a rehacernos. Aquí todo cálido abrazo y toda palabra de consuelo, aunque suene convencional, ganan un sentido insospechado. Es el anhelo del alma de oír que hay un sentido y que las estrellas-guía se oscurecieron solamente pero no han desparecido.
El cuarto es el autofortalecimiento mediante una especie de negociación con el dolor de la pérdida: «no puedo sucumbir ni hundirme totalmente; tengo que aguantar este desgarro hasta criar a mi familia o hasta licenciarme». En medio de la noche oscura se anuncia un punto de luz.
El quinto se presenta como la aceptación resignada y serena del hecho insoslayable. Acabamos incorporando en nuestra trayectoria existencial esa herida que deja cicatrices. Nadie sale del luto igual que entró. La persona madura forzosamente y experimenta que la pérdida no es necesariamente total, sino que trae siempre alguna ganancia existencial.
El luto es una travesía dolorosa, por eso tiene que ser cuidado. Me permito un ejemplo autobiográfico que aclara mejor la necesidad de cuidar el luto. En 1981 perdí a una hermana con la que tenía una afinidad especial. Era la última de las hermanas de los 11 hermanos. Como profesora, una mañana hacia las 10, estando delante de los alumnos, dio un inmenso grito y cayó muerta. Misteriosamente, a los 33años, la aorta se había roto.
Todos los de la familia, venidos de varias partes del país, quedamos desorientados por el choque fatal. Lloramos copiosas lágrimas. Pasamos dos días viendo fotos y recordando, entristecidos, hechos de la vida de la hermanita querida. Los demás pudieron cuidar del luto y de la pérdida. Yo tuve que partir poco después hacia Chile, donde tenía que dar conferencias a todos los frailes del Cono Sur. Fui con el corazón partido. Cada charla era un ejercicio de autosuperación. De Chile seguí para Italia donde tenía charlas de renovación de la vida religiosa para toda una congregación.
La pérdida de mi querida hermana me atormentaba como un absurdo insoportable. Comencé a desmayarme dos, tres veces por día sin una razón física manifiesta. Me tuvieron que llevar al médico. Le conté el drama que estaba pasando. Él intuyó todo y me dijo: «tú todavía no has enterrado a tu hermana ni has guardado el luto necesario; mientras no cuides tu luto y no la sepultes, no vas a mejorar; algo de ti murió con ella y necesita ser resucitado». Cancelé todos los demás programas. En el silencio y la oración cuidé el luto. A la vuelta, en un restaurante, mientras recordábamos a nuestra hermana querida, mi hermano teólogo Clodovis y yo escribimos en una servilleta de papel lo que luego pusimos en su recordatorio:
«Fueron treinta y tres años, como los de Jesús/Años de mucho trabajo y sufrimiento/pero también de mucho fruto/Claudia cargaba con el dolor de los otros/En su propio corazón, como rescate/Era límpida como la fuente de la montaña/Amable y tierna como la flor del campo/Tejió, punto por punto, y en silencio/Un brocado precioso/Dejó dos pequeños, fuertes y hermosos/Y un marido, orgulloso de ella/Feliz tú, Claudia, pues el Señor al volver /Te encontró de pie, trabajando/Lámpara encendida/Y tú caíste en su regazo/Para el abrazo infinito de la Paz».
Entre sus papeles encontramos esta frase: «Hay siempre un sentido de Dios en todos los eventos humanos: es importante descubrirlo». Hasta hoy seguimos buscando ese sentido que solamente en la fe podemos sospechar.

Fuente: Koinonía