Hay un punto especialmente interesante en el corto, emotivo y célebre discurso que dio Steve Jobs a los graduados de la Universidad de Standford en 2005. Se trata de su mención a "conectar los puntos". Conectar los puntos al estilo de esos dibujos en los cuales uno no advierte la figura hasta que los une con líneas. ¿Qué significa esto? Significa que aquellas corazonadas que uno sigue, muchas veces sin saber exactamente adónde conducen, son luego alumbradas retrospectivamente por un sentido que las unifica. En el caso de Jobs, por ejemplo, fue seguir un curso de caligrafía, que a la larga terminaría incidiendo en las interfaces de todas las computadoras del planeta. Al momento de delinear esa caligrafía, Jobs estaba dibujando algo también en las sombras, algo que no podía comprender enteramente en el momento. Es como aquello que decía Rainer María Rilke: "Cuando escribo yo no miro la punta de la pluma, sino el capricho, en el aire, de la otra punta de la lapicera".
Nuestras vidas, entonces, tienen dos dimensiones que hay que atender. La dimensión de lo que se escribe con una punta, y la dimensión del texto secreto que se va escribiendo con la otra. Está claro que vivir una vida sólo azarosa hace que las líneas que conectan los puntos no revelen al final un dibujo con sentido. A la vez, vivir una vida sólo prospectivamente, es decir, con una meta a la vista, puede otorgar un sentido inicial, pero probablemente deje de lado aquellas figuras decisivas que aguardan en lo que se configura solo. Hay, sin embargo, una vía intermedia, que es la que parece haber seguido Steve Jobs: aquella en la que uno siente lo que ama, pero no sabe enteramente cómo materializarlo. Y allí es donde cobra significación lo que hace singular a nuestras vidas, que es la voz interior, la intuición, la corazonada, el hacer cosas que tal vez no tengan una significación inmediata, pero que uno sospecha que tendrán, a la larga, sentido.
Esa ignorancia no es una pobreza, sino el espacio vacío que uno necesita conservar para que sea llenado por una instancia más oculta, más profunda, que de otra manera no podría manifestarse. Este es el espacio que uno debe dejar abierto para que la vida hable sola, es el espacio para confiar en algo que no es exactamente lo que comprendemos. Porque el sentido se configura en el trazo original, pero también en los intersticios; se configura en las líneas, pero también en las entrelíneas. Y si hay un gozo en hacer las cosas que se planean, hay un gozo más profundo e inexplicable en hacer lo que no obedece exactamente a un plan y que de golpe adquiere sentido. Porque es allí que se siente la conexión con algo más grande, la complicidad con lo que no es uno, es allí donde uno se pliega al movimiento del mundo. De todos los puntos que Steve Jobs trazó en su vida, su muerte es el último de una bella caligrafía. Seguramente su significación quedará también delineada con el paso del tiempo.
Funte: La Nación
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