Halima
Nani Vall-llosera. La conocí como usuaria de un centro de salud. Está casada y tiene dos hijos. Su marido es palestino y fue víctima de un atentado terrorista, aunque aún no ha sido reconocido como tal ni se ha beneficiado de las ayudas que actualmente reciben las víctimas del terrorismo. Estaba estudiando en la universidad. Las secuelas físicas y psicológicas fueron intensas y todavía hoy son muy evidentes.
Halima ha trabajado de sol a sol para sacar adelante a sus hijos, que ya son universitarios. Por las noches estudia en una escuela de adultos porque la vida no le permitió hacerlo en su momento. Sus ganas de aprender son insaciables.
Es musulmana y habla con orgullo y emoción de sus tradiciones, de su religión y de su Dios. Ella y yo creemos en el mismo Dios. El mismo que nos espera y nos invita sin cansarse a dar cada día lo mejor de nosotras mismas, el mismo que nos llama con la voz de los pobres y los marginados, el mismo que habita en el fondo de nuestro corazón y que sale a nuestro encuentro una y otra vez, el mismo que se hace presente en su matrimonio convirtiéndolo en sacramento, el mismo que nos lleva de la mano más allá de los que creemos que son nuestros límites, el mismo que nos recoge cuando desfallecemos y nos acompaña cuando algo nos aflige.
No hay duda de que es el encuentro personal el que nos llevará a conocernos, a aceptarnos, a enriquecernos mutuamente y a convivir en paz.
Fuente: Blog de Cristianismo y Justicia
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