1. El amor tiene gran ánimo, el amor es bondadoso.
He querido mantener el sentido más preciso en la primera palabra, que se dice en griego makro-thymía, que significa de thymos o ánimo grande. Según eso, el amor es animoso, longánime. Muchas traducciones ponen paciente, en el sentido de capaz de aguantar y mantenerse. Ambos sentidos, el más activo (animoso, longánime) y el más receptivo (paciente), son apropiados y expresan la capacidad de aguante y la potencia creadora del amor, que se mantienen allí donde todas las restantes cualidades fallan o se acaban. En ese sentido decimos que es bondadoso , con el matiz de útil: aquello que siempre sirve y siempre vale. Así ha destacado Pablo el carácter originario del amor, realidad y valor primero en el camino de la vida, tal como Dios la ha creado. Ni las experiencias místicas, ni la profecía, ni la entrega martirial pueden ponerse en el principio. El punto de partida y cimiento donde se asienta el camino de los hombres es el amor, que da sentido y validez a todo.
2. No tiene envidia, no se jacta, no es engríe.
De las notas positivas (es animoso, bondadoso) pasamos a las negativas, que nos irán acompañando, pues del amor decimos mejor lo que no es que lo es. Da la impresión de que dominan los aspectos negativos, de manera que el amor consiste en superarlos. El primer mal que el amor debe superar es la envidia (dsêlos), que consiste en enfrentarme con los otros para destruirles (pues siento que me impiden ser yo mismo) o para utilizarles, poniéndoles bajo mi dominio. Frente a la envidia está el descubrimiento gozoso del otro en cuanto distinto, y el gozo de que sea, de que viva, de que triunfe. En este sentido, el amor nos capacita para salir de nosotros mismos, transformando la envidia "mimética" (que nos hace vivir a costa de los otros, dependiendo de ellos o luchando contra ellos) en comunión gratuita. Por eso, el amor no se jacta ni engríe, es decir, no se encierra en sí mismo, para imponerse ante los otros, en gesto de miedo perpetuo (tengo que elevarme siempre a mí mismo para sentirme seguro), sino que al gozarse en los otros descubre también su propio valor y no tiene que luchar por conseguirlo ni imponerse sobre los demás.
3. No se porta indecorosamente, no busca su propio provecho.
Portarse indecorosamente se dice en griego a-skhêmonein, romper el "esquema" o la forma apropiado de existencia, en otras palabras, quebrar el equilibrio de la vida, romper una armonía que nos permite convivir. En sentido positivo, eso significa que el amor vincula, traza puentes, de manera que ofrece a cada uno un lugar en la vida, un espacio decoroso y digno, en humanidad, distinto para cada uno, apropiado para todos. De todas maneras, el skhêma (=esquema o decoro) del amor, puede resultar distinto en las diversas circunstancias, de manera que lo que en un momento o lugar parece decoroso (que las mujeres vayan muy veladas en la calle o que no asuman trabajos público) resulta indecoroso en otros. Hay, sin embargo, un decoro fundamental, que se expresa en la segunda parte del texto: "no busca su provecho propio". Esta es la melodía firme, ésta la base del amor: que cada uno busque el bien de los otros, no el propio, que piense, sin cesar, en lo que al otro le conviene, no según mi esquema, sino según el suyo. Para eso es necesario que el amor dialogue, que dialoguemos en igualdad, escuchándonos unos a los otros, para así conocer lo que nos piden o quieren de nosotros. Amar es no buscar la propia razón, sino dejar que el otro me diga la suya, quedándome en sus manos.
CONTINUARÁ...
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