martes, 31 de julio de 2012

La verdad sin bondad es violencia - Pbro. Lic. Alberto Agustín Bustamante


En una nueva editorial para la Revista del Consudec, el Padre Alberto Bustamante, Presidente del CONSUDEC, se refiere al valor que entraña la verdad cuando está acompañada de la bondad.

Queriendo plantear, para esta editorial, la necesidad de poner en diálogo el llamado a la nueva evangelización, el ya cercano comienzo del año de la fe y la imperiosa necesidad de recrear a nuestra Patria desde los valores cristianos que le dieron origen, se me hizo presente una sabia enseñanza que de manera ocasional y providencial , me dejara Mons. Carmelo Giaquinta pocos días antes de su Pascua, de su fallecimiento: "Padre", me dijo, "en la primera parte de la jornada las conferencias estuvieron muy buenas pero me fui con la sensación de que algo faltaba y no sabía qué, y ahora que escuché las otras ponencias me di cuenta lo que faltaba, en las primeras había mucha verdad, pero solo verdad, en las segundas hubo mucha bondad. Eso está bien, porque la verdad sin bondad es violencia". Recordaba, así Monseñor, al Apóstol San Pablo cuando en la Carta a los Efesios nos dice "practicando la verdad con caridad, crezcamos plenamente unidos a Cristo"(4,15).

Como sencillo homenaje del Consudec al generoso y lúcido servicio a la Iglesia argentina y como un aporte para vincular las dimensiones que señalaba como necesarias que entren en dialogo; transcribimos parte del testamento espiritual de Mons. Giaquinta, entendiendo que es un maravilloso testimonio que integra pasión evangelizadora, fe, y compromiso social.

"Hoy, 31 de julio de 2002, estando en el Cenáculo (Pilar), haciendo ejercicios espirituales, sentí una moción a escribir mi testamento. No sé muy bien para qué sirve, pero igual lo escribo. Lo primero que siento es que Dios ha sido infinitamente bueno conmigo. Llevó a mi madre cuando tenía ocho años, pero no me dejó huérfano. ¡Señor, has sido bueno con tu tierra! Tengo unas ganas locas de cantar la bondad del Señor, por siempre jamás. Lo segundo que siento es que la vida me ha sido muy fácil. Nunca el dolor fue la nota dominante. De veras que Dios ha sido bueno conmigo. Lo tercero que siento es que he perdido mucho tiempo en cuestiones intrascendentes. Sólo Dios sabe cómo me encontrará, si con los talentos multiplicados, o si con el talento guardado. Por cierto que podrían haberse multiplicado mucho más para su gloria de no haber perdido tanto tiempo en cosas tan secundarias.
Un dolor tengo: es haber dejado de ser un hombre de oración. Y por lo mismo no ser el hombre que la Iglesia y la Patria necesitan en esta hora. Una ilusión todavía tengo: que el Señor me utilice como instrumento para trazar un surco para la nueva evangelización y para levantar esta Patria tan decaída. No me importa ningún nombre, ningún recuerdo. Sólo, si Él quiere, que me use para trazar un surco para la nueva evangelización. ¡Señor, ¿ves aquella línea chiquita como una uñita?; la trazaste vos usándome a mí! Esa es mi mayor ilusión. Y si hubiese sido tan torpe que no pueda usarme ni siquiera como una pequeña uña, sé que Él tendrá misericordia de mí. Y no renuncio al Cielo, pero cómo querría que me utilice para levantar esta pobre Patria que tanto hemos maltratado los argentinos. No pretendo ver el día en que comience a resurgir. Sólo quiero ser útil para que un día comience a resurgir, y que los que sigan puedan disfrutar de una Patria en la cual sea más fácil peregrinar a la del Cielo. He querido a la Iglesia, no sé si tanto como ella merece ser amada. Pero la amo y quiero morir amándola, como es, santa y pecadora, sobre todo esto último porque me tiene a mí. Y por sobre todo amo a Cristo, que me amó y se entregó a sí mismo por mí. Amé a Misiones y a Posadas. Nunca imaginé que se podría amar tanto. Y amo al Chaco y a Resistencia. Y si me toca morir lejos, moriré como un desterrado.
Aunque ya miro con serenidad ese destierro. Pero cuán dulce me suena que mis pobres huesos fuesen enterrados junto a un lapacho chaqueño. Amé, por cierto, a la Patagonia, a mi Río Negro, esa especie de mi primera gran parroquia, donde aprendí a ser obispo junto a mi hermano Miguel Esteban. Amo a mis sacerdotes...seminario y a los seminaristas... ¡Ojalá que en lo que me resta de ministerio sea útil para ayudar a descubrir que esta hora argentina exige una formación sacerdotal más honda basada en el llamado de Jesús!... Amo a los laicos; que descubran cada día más que el mundo en el cual viven es su lugar de santificación, y que ayuden a desentrañar el misterio del cristiano como ciudadano de este mundo. ¡Cuánto falta! ¡Qué descuido no haber visto antes que no se puede peregrinar hacia el Cielo si somos fugitivos de la Patria terrena! La presente postración argentina tiene mucho que ver con la falta de una verdadera espiritualidad laical. ..Amo a mis hermanos obispos del NEA. ¡Qué hora nos toca de responsabilidad! De recrear todo para responder mejor a esta hora. ...Amo a mis colaboradores de la curia: a Teresa que cuida de mi casa, a Chino, a Teresita, a Agustín, a la hermana. Susana, a Zulema, al padre Bernard, fiel colaborador, leal e inteligente, a la hermana Olga que se prodigó sobre toda medida al servicio de la arquidiócesis y de mi persona. He descubierto la presencia del Espíritu Santo en mucha gente sencilla de nuestras parroquias. Y en muchos que no están en el redil de los "practicantes" he admirado la presencia de Dios, que es la suma verdad y el sumo bien. Seguro que he ofendido a muchos y les pido perdón. Se lo suplico me lo concedan de corazón. Yo no me siento ofendido por nadie y si alguien sintiese haberme ofendido, sepa que lo perdono de corazón. Me duele haber ofendido a algunos difuntos, no haberlos tratado con el respeto, cariño y sinceridad que merecían. Ruego por ellos para que gocen de la gloria de Dios, y que me reciban un día en su compañía. Ruego en especial por mi madre y por mi padre, por Betina, por Encarnación, por Juan, por Miguel, y todos mis abuelos y tíos y primos de Italia. Ruego por mis compañeros difuntos, del seminario, del curso y del episcopado. Ruego por tantos difuntos que me han querido y servido, gracias a los cuales soy lo que soy. Amo y recuerdo a mis hermanas y hermanos: Úrsula, Francisco, Salvador, Carmen, Marta, Pablo, Ángel, Ignacio, Mónica, María Teresa y a Mariana. A todas mis sobrinas y sobrinos y sobrinos nietos. ... Y por hoy termino. ¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí, tú que sabes todo, tú que sabes también que te amo!"

La profundidad de Verdad, bondad y sensibilidad, que brillan en este profético testamento, nos ilumine para el servicio evangelizador a nuestra querida Nación tan habitada por ánimos crispados, puños cerrados, necios e inconducentes enfrentamientos, vulgares y prepotentes discursos , mentirosas propuestas de realización , que ha decir de Leopoldo Marechal hacen que la Patria siga siendo todavía "un dolor que aun no tiene bautismo":

Pbro. Lic. Alberto Agustín Bustamante
Presidente de Consudec
 

Cultura política del perdón - Fundación para la Reconciliación


Comunicado
Fundación para la Reconciliación presente en Foros El Espectador
 
La Cultura Política del Perdón y la Reconciliación será presentada como una alternativa para la paz
 
Bogotá, Colombia, julio 31de 2012
En el marco del Foro para la Reconciliación el padre Leonel Narvaéz, director de la Fundación para la Reconciliación es invitado como conferencista. La propuesta de la Cultura Política del Perdón y la Reconciliación será expuesta ante el país como una alternativa para la paz.
Durante el próximo miércoles 1º de agosto se darán cita en el Teatro Mayor Julio Marío Santo Domingo personalidades y expertos que creen en un proceso de reconciliación nacional en Colombia. 
Immaculée Ilbagiza, sobreviviente del holocausto de Ruanda, compartirá con los asistentes su dolor y el proceso de superación de odios y rencores que una situación de esta naturaleza puede generar. 
Este relato lo completarán otros invitados que reconocen en el perdón un proceso personal que conduce a la reconciliacion nacional. Algunos de los ponentes serán: Francisco de Roux, S.J., provincial de la Compañía de Jesús; Marcelo Álvarez, actual jefe de la misión de apoyo al progreso de Colombia de la OEA, y Leonel Narvaéz Gómez, IMC, director de la Fundación para la Reconcilición. 
A continuación la entrevista que el diario El Espectador le realizó al padre Leonel Narváez Gómez, IMC, director de la Fundación para la Reconciliación, y que se publicó el domingo 29 de julio de 2012: 
'Tenemos que liberarnos del odio': padre Leonel Narváez
Por: Andrea Forero Aguirre
Para él, la paz no es un logro exclusivo de las armas y la Iglesia católica no insiste lo suficiente en el tema.
Posicionar en Colombia algo que se viene practicando en otros países, la cultura del perdón y la reconciliación, es el reto del padre Leonel Narváez, conferencista en el ‘Foro para la reconciliación: sin perdón no hay futuro’, organizado por El Espectador y que se realizael miércoles en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo. El sacerdote cree que hay que sacar el perdón de las sacristías y hacerlo de dominio popular, porque Colombia no puede seguir utilizando el lenguaje de la venganza y del rencor ni la disminución del otro.
¿Para usted qué es el perdón?
Es un ejercicio de limpieza personal de esa memoria ingrata de yo con yo, mientras que la reconciliación es el ejercicio de encuentro con el otro. Pero puede haber perdón sin reconciliación. Creo que eso es muy importante porque muchas personas en Colombia deben entender que si perdonan se liberan de un peso, así no haya reconciliación. Se trata de liberarse del odio, de la sangre agria que nos corre por las venas.
Pero, en concreto, ¿cuál es la diferencia con la reconciliación?
La reconciliación es un ejercicio de mucho tiempo. En nuestro país estamos haciendo el esfuerzo por posicionar la palabra perdón. Sólo si se hace un poco de ascenso humano y dejamos de lado el animal arcaico que todos llevamos dentro será posible.
¿Qué tan difícil es que en Colombia entremos en esa etapa del perdón?
Llevo 20 años trabajando con víctimas y victimarios. Viví 11 en el Caguán, donde me tocó ayudar con los diálogos. Yo soy sociólogo y después de tres años fallidos con las Farc, mi conclusión fue que esto no se va a superar sin un proceso de perdones mutuos. La guerrilla carga muchas rabias contra el Gobierno, el Gobierno carga muchas rabias contra la guerrilla. Pienso que el perdón es una salida indispensable para poder superar la guerra y así lo están entendiendo Israel y Palestina, los irlandeses y en Ruanda. No hay futuro sin perdón.
¿Cómo lograrlo entre tantos intereses políticos?
Por eso es tan importante el movimiento indígena. Ellos nos están invitando a ir a las raíces históricas, que son las más puras, y decirle al país: “Mire, aquí lo que necesitamos no son armas”. En el Cauca hemos tenido todas las armas y seguimos más pobres. Lo que necesitamos es salud, educación, vivienda, y no sólo la presencia militar.
¿Lo del Cauca es como una lección para el país?
Los indígenas tienen dos palabras que son fundamentales: dicen que hay que hacer la “limpia”, es decir, que el primer ejercicio para reconciliarse con la comunidad es limpiar. Y al diálogo le dicen la “conversa”. Hablan de la armonización, que es la reconciliación, y de que la limpia es un ejercicio personal y de dignidad. La persona que tiene odio y rencor se queda con lo podrido. Podría decirse entonces que el país no ha entendido a los indígenas... Yo soy feliz de ver a los indígenas que nos están diciendo: “Despierten, abran los ojos que ustedes con armas no van para ningún lado, han sostenido un conflicto armado con miles de muertes. La arrogancia de los políticos y de las guerrillas no ha servido para nada”. El presidente Santos dice que tiene las llaves de la paz en su bolsillo... Es una propuesta muy unilateral. La paz nos pertenece a todos e, igual que la violencia, es un patrimonio de todos, de la humanidad, y muy respetuosamente le digo: no sólo de usted. La paz no es un logro exclusivo de las armas, no sigamos cayendo en las trampas perversas del señor Uribe que cree que esto se soluciona a punta de bala.
¿Qué hacer para avanzar hacia la paz y la reconciliación?
El Gobierno, con gran lucidez, logró sacar adelante la Ley de Víctimas. Este es un momento histórico para Colombia; serán 10 años dedicados a reparar a las víctimas, conocer la verdad de lo que pasó y garantizar que eso no se vuelva a repetir. Los riesgos son que las víctimas se queden con los crespos hechos y se vuelvan a generar rabias y rencores, o que se queden eternamente víctimas. Se da la revictimización o se quedan en la victimidad, que es aprovechar ser víctima. Pero la palabra víctima tiene la misma raíz que victorioso.
¿Y cómo hacer esa transición?
Allí está todo el ejercicio de lo que llamamos “cultura política del perdón”. Se trata de generar narrativas o lenguajes nuevos, y no seguir utilizando el lenguaje de la venganza, del rencor, de disminuir al otro. Entonces las víctimas comienzan a ver a sus victimarios también como víctimas de la rabia que enceguece. Si llegamos a eso, sería el ascenso cultural para Colombia, nos permitiría superar la guerra.
¿Cuál es el papel de la sociedad en la búsqueda de la paz?
Todos tenemos esa responsabilidad. La Iglesia, digo yo, no insiste lo suficiente en este tema. Nosotros hacemos de todo, menos lo que tenemos que hacer. Segundo, la escuela tiene una tarea fundamental para la convivencia, no sólo para el empleo. Y los medios deben pensar en cómo educar para la paz y no para la guerra.

domingo, 29 de julio de 2012

ÉTICA del RECUERDO - Avishai Margalit

Ciertamente usted concede una importancia capital a la noción de memoria o recuerdo. En el libro Ética del recuerdo, usted distingue entre memoria común y memoria compartida. Memoria común es el recuerdo que tienen diferentes personas de las mismas experiencias; en ese sentido, es una memoria acumulativa. Por el contrario, la memoria compartida es la integración de las diferentes perspectivas en una versión única. La idea es muy interesante. Ahora bien, piense en nuestro caso, el caso español y catalán. Como sabe, el parlamento español aprobó hace poco la Ley de la Memoria Histórica, que ha generado mucha polémica. Para algunos, se trata de hacer justicia a los muertos, a aquellos que no pudieron ser enterrados dignamente, por ejemplo. Para otros, recordar por ley episodios dolorosos como la Guerra Civil o la dictadura franquista no ayudará a la conciliación, sino que reabrirá heridas. Sería un caso, éste, de lo que usted ha dicho en algún otro sitio relativo a que la cuestión política más importante no es la relación entre la libertad y la igualdad, tal como se ha mantenido a menudo, sino la relación entre la justicia y la paz.
Se trata de un caso muy interesante. Evidentemente, los recuerdos pueden dividir y pueden generar polémica. Una vez se me ocurrió crear un instituto sobre memoria compartida discutida que sirviese para que partes enfrentadas por cuestiones relacionadas con la memoria pudiesen discutirla. Por ejemplo, israelíes y palestinos, serbios y croatas, etc. Se trataría de llegar a acuerdos con respecto a lo que pasó; ponerlo en los libros de texto y enseñarlo. Creo que hay necesidad de una memoria compartida discutida, de que historiadores de las diferentes partes enfrentadas se encuentren y digan qué pasó en realidad. Muchas veces los desacuerdos tienen que ver con qué pasó en realidad y, por tanto, con qué tenemos que recordar.
Pero, ¿usted cree, entonces, que en el fondo lo que hay que resolver es una cuestión fáctica? ¿No hay siempre valoración en el recuerdo?
El desacuerdo radica en buena medida en la determinación de los hechos. Se sorprendería de hasta qué punto discrepan con respecto a los hechos. No estoy sugiriendo que exista una interpretación neutral por lo que se refiere a la valoración de los hechos. Lo que sugiero es la necesidad de llegar a un acuerdo sobre qué pasó, qué hechos se produjeron. Si las partes enfrentadas llegan a un acuerdo en ese sentido, entonces, puedes redactar libros de texto, enseñarlos, etc. Ahora bien, es cierto que existe un problema de justicia transitoria. Cuando pasas del franquismo a una democracia liberal, ¿qué haces con el pasado? ¿Llevas a juicio a quienes abusaron del poder en el régimen anterior? En este punto, no me siento inclinado a resolver los asuntos del pasado por la vía judicial. Sin embargo, hay que hacer memoria. De todos modos la memoria vuelve. Normalmente hay un vacío temporal. Los judíos que fueron expulsados de España tardaron setenta años en ser conscientes de ello y en comenzar a recordarlo. Lo mismo pasó con las personas que sobrevivieron al Holocausto. Al principio hubo un silencio profundo. Después, irrumpió la memoria. En el caso español han pasado unos treinta años. Bien, si me lo pregunta, le diré que si la memoria no sale ahora, saldrá más adelante, dentro de cincuenta o setenta años. Una nueva generación querrá saber cosas.
Fuente: Barcelona Metrópolis (fragm. de una entrevista)

PERDÓN Y RECONCILIACIÓN ENTRE ANIMALES COOPERATIVOS

ENTREVISTA A FRANS DE WAAL - por DANIEL SCARFO -

La moral como instinto

Frans De Waal fue elegido uno de los cien científicos más importantes del planeta por la revista Time. Desde hace treinta años estudia a los primates: investiga el origen de la reciprocidad y de las conductas que llevan a la resolución de conflictos. En su libro Chimpanzee Politics desafió la idea de que los animales no tienen "intenciones". Comparó las luchas de poder de los chimpancés -a quienes llegaba a adscribir habilidades maquiavélicas- con las de nuestros políticos. ¿Por qué -se preguntaba- debería haber diferentes esquemas para estudiar especies con tanta historia evolutiva compartida frente a conductas similares? En el ensayo Primates y Filósofos, recién traducido al castellano, De Waal aplica sus estudios al análisis del origen biológico de la moralidad y la justicia en la sociedad. En Our Inner Ape explora estas relaciones tan cercanas en dos sociedades bien diferentes: la brutal y guerrera de los chimpancés y la erótica y pacífica de la especie bonobo. La humana naturaleza -dice- es mezcla de ambas.

-Muchos de los trazos que definen a la moralidad: empatía, reciprocidad, reconciliación, consuelo -dice- ya están presentes en los primates. ¿La moralidad es anterior a la humanidad?

-Yo no estoy diciendo que los animales son morales de la misma manera que nosotros, pero la moralidad humana no se desarrolló de la nada. La apuntala toda una psicología, incluyendo la capacidad para formular y seguir reglas, la capacidad de empatía y simpatía, cooperación y reciprocidad. Nuestra regla de oro, por ejemplo, es una regla de empatía y reciprocidad (no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti). Esta psicología básica se encuentra ya en nuestros parientes primates; hay -como sugirió Darwin- continuidad entre el comportamiento de estos primates y la moralidad humana.

Según De Waal, en los primates hay moralidad, empatía y altruismo. La empatía está en los animales, capaces de imaginarse las circunstancias de otro (algo presente en los bebés humanos que lloran cuando escuchan llorar a otros bebés). La autoconciencia y las formas más elevadas de empatía habrían surgido juntas en la rama evolutiva que conduce a humanos y simios (esto se ve también en elefantes y delfines). La visión kantiana de que llegamos a la moralidad por la razón es, para De Waal, bastante problemática. Es obvio, afirma, que nos unimos para luchar contra un adversario: la hostilidad hacia fuera del grupo habría reforzado la solidaridad interna al punto de hacer surgir la moralidad, con la ironía de que ésta sería el resultado de la guerra: de hecho, la primera herramienta para reforzar el tejido social. Así, la moralidad resulta más enraizada en el sentimiento -más vinculada a la empatía del bonobo o a la reciprocidad del chimpancé- que en la cultura o la religión. Sería un producto del mismo proceso de selección que formó nuestro lado competitivo y agresivo, capaz de destruir el planeta y a otros seres humanos, aunque posea también reservas de amor y empatía más profundos.

-¿Qué paralelos pueden trazarse entre la conducta primate y la conducta humana? ¿Por qué estudiar la conducta animal nos ayuda a entender la humana? 

�r-Los humanos somos animales; primates. Anatómicamente nos parecemos lo suficiente (tenemos pelo, corazón, pulmones, manos que pueden asir y ADN como los demás primates) como para considerarnos uno de ellos. También mentalmente hay enorme similaridad: somos primates; quizás primates especiales. Tenemos nuestro lenguaje: ésa es la gran diferencia. 

Darwin y el origen del bien

Las observaciones de De Waal procuran entender la conducta humana a la luz de la teoría evolutiva: no es por accidente -dice- que la gente se enamora en todos lados y, sexualmente hablando, es celosa, siente vergüenza, busca privacidad (también figuras maternas o paternas) y valora las compañías estables. Hasta los "salvajes" hedonistas de Malinowski tendían a formar hogares exclusivos en los cuales hombres y mujeres cuidaban a los niños. El orden social de nuestra especie, deduce De Waal, se desarrollaría a partir de este modelo de familia nuclear (y, a la vez, cada animal tendría su propia historia). Pero contra el abuso de la teoría evolutiva, que lleva hasta a equiparar darwinismo y selección natural con una competencia sin límites, como si Darwin hubiera sido un darwinista social, De Waal sostiene que el estudio de la conducta primate desde un marco evolucionista debería recordarnos que la compasión no es una forma de debilidad recién aprehendida por la especie humana sino un poder formidable: parte de lo que somos, igual que las tendencias competitivas y agresivas.

De Waal desdibuja la tendencia a imaginar la naturaleza animal como meramente violenta. Explica cómo primero se creía que lo que nos separaba de los animales eran las herramientas. Cuando vimos que hasta los cuervos las fabrican, se dijo que era el lenguaje. Cuando vimos simios con lenguaje de signos se puso el énfasis en la sintaxis de nuestros lenguajes. Sin duda nos distingue una mayor autoconciencia, pero ya no tenemos la imagen tradicional de esa naturaleza violenta en la que debilidad significa eliminación: hoy -resalta De Waal- sabemos que los animales cuentan con considerables niveles de tolerancia y apoyo.

- ¿Por qué se evita adscribir intenciones o emociones a los animales? ¿Cómo lidia con eso?

-Esto empezó con el conductismo norteamericano, que cree que sólo podemos conocer la conducta animal pero no su vida interior: los conductistas no niegan que los animales tengan emociones, pero dicen que no podemos conocerlas. Si con eso quieren decir que no podemos sentir lo que un animal siente, tienen razón, pero esto no es motivo para eludir cualquier discusión sobre las emociones animales. En el caso del miedo, la agresión, el afecto, sabemos que en humanos y ratas se ven afectadas las mismas áreas cerebrales cuando se trata de obtener ciertas respuestas: todo indica que los mecanismos cerebrales subyacentes son los mismos. Entonces ¿por qué no llamarlos con el mismo nombre?

-¿Cómo empezó a estudiar los mecanismos de reconciliación y reciprocidad entre animales? 

-Bueno, habitualmente no tenemos que enseñarles a nuestros niños a pelear sino a encontrar soluciones mediante acuerdos, a dar respuestas "integradoras": comportamientos que ayudan a unirse, como la reconciliación después de una pelea, cuando dos personas se besan y abrazan o, como los bonobos, que tienen sexo después de la pelea. Me interesan mucho estas "respuestas integradoras", necesarias para mantener la cohesión social. 

Como otras especies, la nuestra -muestra De Waal- depende en gran medida de la cooperación para la supervivencia, Para él, la reconciliación y el compromiso serían parte de nuestra herencia evolutiva al igual que la tendencia a la violencia y la guerra. Se suele suponer que hacer las paces sería una habilidad social adquirida en la cultura y no un instinto. Sin embargo, no se suele investigar cómo resolvemos los conflictos. De Waal dice haber hallado pruebas en su investigación sobre la conducta de los primates para afirmar que evolucionamos a partir de una larga serie de especies animales que cuidan de los miembros más débiles de su especie y cooperan mediante transacciones recíprocas. La reconciliación -afirma- no sólo existe sino que está muy presente en los animales sociales Hasta el perdón -sostiene De Waal-, a veces considerado exclusivo de la especie humana podría ser una tendencia natural entre los animales cooperativos. En la medida que los datos de la vida social se conservan a largo plazo en la memoria -en la mayor parte de los animales y humanos- hay una necesidad de superar el pasado en beneficio del futuro. Así, la tendencia a reconciliarse sería un cálculo de carácter político o social que varía según la especie, el género y el tipo de sociedad (el nivel de agresión de una especie, sin embargo, nos dice muy poco sobre las posibilidades de esa misma especie para llegar a la paz, dice).

Según De Waal, los tres primates más capacitados evolutivamente para compartir con los demás, por fuera de la familia, son los humanos, los chimpancés y los monos capuchinos: las tres especies aman la carne, cazan en grupos, y comparten (incluso entre machos adultos). Si el gusto por la carne está en la base del compartir -se pregunta De Waal-, por qué negar que la moralidad se encuentra ya en la sangre.

La política más allá del zoo

Las raíces de la política, cree De Waal, son más antiguas que la humanidad, al igual que nuestras tendencias violentas tienen raíces en los hábitos asesinos de los primates. La idea de un origen en el "simio asesino" fue muy atractiva para los biólogos. Desde Konrad Lorenz a Richard Dawkins -y sus equivalentes neoconservadores en la política- se nos ha condenado como humanidad a una arena hobbesiana: si mostramos generosidad es sólo para engañar al otro. El biólogo Michael Ghiselin lo ilustró bien: "Rascá a un altruista y verás cómo sangra un hipócrita". Todo el siglo XX, recuerda De Waal, enfatizó nuestra necesidad de elevarnos por encima de la naturaleza, a partir de una equívoca visión del darwinismo. En 1960, Jane Goodall presentó a los chimpancés como el buen salvaje de Rousseau pero con el descubrimiento del lado oscuro de los chimpancés, dice De Waal, Rousseau salió por la puerta y entró Hobbes por la ventana. Los esfuerzos por destacar el lado bueno de los chimpancés resultó inútil.

Aristóteles decía que quien está fuera de la pólis es un dios o una bestia. De Waal objeta qué características supuestamente distintivas de la humanidad -la política, la cultura, la guerra, la moralidad, el lenguaje- pueden tener precedentes en otras especies. La negación de esto es antropodenial: ceguera para ver las características humanas en otros animales o las características animales en humanos. Pero si pensamos que los animales son nuestros hermanos, el antropomorfismo se vuelve inevitable y científicamente aceptable.

-En los estudios sobre animales se nos advierte contra el antropomorfismo. ¿Qué significa "antropodenial"?

-Antropodenial es el rechazo a priori de semejanzas entre la conducta animal y la humana. Si los humanos se besan tras una pelea y los chimpancés hacen lo mismo, un pensamiento de tipo cartesiano nos dirá que es mejor dar nombres diferentes a esas conductas puesto que no sabemos si el comportamiento animal y humano es el mismo. Quien use mismos términos para referirse a ambas especies -como al hablar de conductas de "reconciliación" en ambos casos- es acusado de antropomorfismo. Pero usar términos diferentes es una forma de antropodenial, una manera de oscurecer similitudes importantes que pueden estar allí presentes; es actuar como si ya supiéramos que son comportamientos de naturaleza diferente, cuando es más probable que los humanos y los chimpancés, si actúan de manera similar, estén motivados de modo similar. Por lo tanto, sostengo que el punto de partida para el análisis de especies estrechamente vinculadas debería ser: el comportamiento similar está motivado de modo similar. Una afirmación esencialmente darwiniana.

-¿Qué aporta el estudio de los bonobos? ¿Por qué se los conoce poco?

-Los bonobos son los hippies del universo primate: pacíficos y sexys. Manifiestan muy poca agresividad y tienen mucho sexo. Creo que son menos conocidos que los chimpancés en parte porque fueron descubiertos mucho después y hay menos ejemplares. También porque su conducta no encaja con el pensamiento generalizado de que los humanos somos una especie agresiva. A la gente le gusta pensar que somos simios asesinos, y los bonobos no dan lugar a este cuento.

El problema de compartir las experiencias con seres que poseen diferentes formas de sensibilidad fue bien expresado por el filósofo Thomas Nagel: "¿Cómo es ser un murciélago?", se preguntaba Nagel. Según él no podríamos saberlo. Pero para De Waal, cuanto más cercana es una especie, más fácil es entrar en su mundo interno. El antropomorfismo no sólo es tentador sino también, en el estudio de simios, difícil de rechazar sobre la base de que no podemos saber cómo perciben el mundo: sus sistemas sensoriales son esencialmente los mismos que los nuestros. En última instancia, se trata de evaluar qué riesgo estamos dispuestos a correr: ¿sobrestimar la vida mental animal o subestimarla?

martes, 24 de julio de 2012

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza - Pietro Bruno


Fuente: 70veces7.info

¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonías? (Ajedrez, Jorge Luis Borges)

¿Qué es el hombre para que pienses en él,
el ser humano para que lo cuides?
(Salmo 8,5)

Entonces el Señor preguntó a Caín: “¿Dónde está tu hermano Abel?” “No lo sé”, respondió Caín“¿Acaso yo soy el guardián de mi hermano?” (Génesis 4,9)
Uno lee un texto, después otro y otro, en algún momento esos escritos se unen como las piezas de un rompecabezas. Este fin de semana me fue pasando eso, una lectura casual, pues estaba ordenando antiguos papeles, me fue llevando a otra lectura, se fueron asociando ideas y así, como un ensamblado de “recortes”, se fue gestando este escrito.
Aunque prefiero escribir mis propias reflexiones, también me parece bueno con  algunos textos leídos ir hilvanando las palabras escritas por otros con las propias, pues permite, de esa manera, unir hilos invisibles que nos ayudan a pensar-nos, a cuestionar-nos, a dialogar.
Dice el texto del Evangelio según Lucas que transcribo a continuación:
“Jesús respondió: «Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: “Soy yo”, y también: “El tiempo está cerca”. No los sigan.  Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin».  Después les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo.
Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas.” 
(Lc. 21,8-19).
Leyendo ese pasaje que encontramos en la Buena Noticia de Jesús según Lucas me quedé pensando en algunas cuestiones que me fueron surgiendo:
¿Qué valor tiene la cruz hoy en el 2012?
¿Qué es dar hoy la vida por los demás?
Jesús en la cruz ¿es signo de fracaso o de vida?
¿Qué valor tiene la muerte mirada desde la cruz?
¿La cruz es el fracaso de Dios?
Leyendo “El signo de la cruz. Ensayo de confrontación trinitaria” de Xavier Pikaza me detuve en algunos de sus párrafos que nos da luz, con el fin de continuar reflexionando sobre las preguntas que nos realizamos. Me quedé con estas tres miradas que nos regala:
“El signo de la cruz nos abre hacia el misterio de la creatividad, interpretada como posibilidad de realización del hombre en la entrega de su propia vida. Hay un modelo de humanismo egoísta, donde la plenitud personal se determina en función de la capacidad de dominio sobre los hombres y las cosas. En contra de eso, conforme al símbolo cristiano, el hombre es sólo es dueño de sí mismo y creador en la medida en que se entrega, convirtiendo su vida en una especie de semilla que se esparce: “si el grano de trigo no muere…”. Sólo quien pierde su vida ofreciéndola a los otros, la trializa y recupera. Tal es el primer rasgo de la cruz”.
“…el segundo sentido de la cruz para los hombres: la salvación en la pequeñez. Los sistemas de este mundo intentan ofrecer la plenitud por los caminos de la fuerza, a través de la grandiosidad de una transformación económica que se impone al dictado de las leyes, por el cálculo de una revolución proletaria o por la nueva dialéctica de las ideas. Pues bien, ante la cruz eso termina en impotencia. Son incapaces de ofrecer verdadera liberación los ideales más excelsos de la tierra, los poderes de los hombres. Desde Cristo sabemos que la plenitud verdadera se alcanza por la gratuidad: si Dios ha redimido a través de la impotencia del Calvario, los hombres solamente redimirán en la impotencia de una entrega no impositiva, gratificante.
“La cruz es signo de utopía. Todos los ideales de transformación de los poderosos terminan siendo “antiutopías”: destruyen al hombre al encerrarle en las fronteras de una mutación impositiva que impide el riesgo de la libertad, el gozo de la gratuidad, la alegría del juego y de la entrega de la vida. Sólo en el amor se enciende la utopía, abierta, aquélla que aparece vinculada a la absoluta apertura de la vida, interpretada como entrega que se plenifica en el misterio trinitario. Sólo en la cruz de un amor ofrecido a los demás e internamente sacrificado, puede vislumbrarse el ámino de la realización plena del hombre”.
Continúo esta nota en sintonía con algunas de las publicadas en esta web, en las que venimos reflexionando desde hace varios años con diferentes personas sobre la década del 70 en nuestro país: un tiempo signado por la violencia, con una gran cantidad de muertes, en especial de jóvenes, pero a su vez, una herida que busca cerrarse de diferentes maneras, sin lograrlo, porque se reaviva generando y sembrando odios en generaciones como las presentes que nada han tenido que ver con esos tiempos.
Como hombre de Iglesia me parece que nos debemos un serio debate “ad intra” que nos puede ayudar a buscar caminos y tender puentes para que la sociedad toda empiece a transitar el camino del encuentro sincero. La justicia debe actuar para juzgar sobre los acontecimientos sucedidos, aplicando la ley como reparación humana; pero dejando a los hombres y mujeres de la sociedad transitar el camino del encuentro que nos posibilite cerrar esas heridas que deben transformarse en memoria esperanzadora. El perdón y la reconciliación serán dados en base a la verdad, la justicia y el amor.
Me atrevo a transcribir algunos planteos que nos propone el teólogo Lucio Florio, que nos pueden ayudar a seguir reflexionando en pos de aportar elementos de unidad en la Argentina presente.
“La década sucia. Propongo esta cuestión con motivo de la nueva afloración del recuerdo de la violencia vivida en la Argentina durante los ‘70. Esta ya es para los argentinos una década simbólica: la década sucia, de la violencia, de los atentados, de los secuestros, de las bombas, de la represión desproporcionada, de las torturas, de los desaparecidos.
Además del necesario primer momento de reflexión, ético, jurídico, político e histórico, sugiero la necesidad de un segundo momento de pensamiento teológico sobre ese tiempo. Se trata de realizar una recepción teológica de esta “década-símbolo”, a la manera como lo hizo la teología europea post-Auschwitz. La pregunta clave sería la siguiente: ¿cómo hacer teología después de la violencia de esta década? O, más moderadamente, ¿qué cuestiones plantea al pensar teológico este tiempo, que no puede ser olvidado bajo sospecha de angelismo o de algún tipo de ideologización teológica?
Cuestiones para pensar. Enuncio algunas de las cuestiones que entiendo ofrecen relevancia teológica:
1. Teología del Reino de Dios: El Reino fue en esta época identificado con un proyecto determinado (la patria socialista de los montoneros o la “occidental y cristiana” de los gobiernos militares). Se puede aprender de estos violentos intentos “neo-zelotes” de apropiación del Reino de Dios que éste no se identifica con ningún sistema político concreto, ni con ningún partido o movimiento político (cf. Lc 21,8).
2. Teología de la historia: El dualismo que afloró en ese tiempo (subversivos y defensores de la patria occidental y cristiana) parece ser un epifenómeno de un dualismo más profundo en la historia argentina (unitarios y federales, peronistas y antiperonistas, etc.). Hay una concepción de la historia que es preciso confrontar con una teología de la historia en la que la “ciudad de Dios” y la “ciudad del hombre” (san Agustín) coexisten.
3. Relación Iglesia-Estado: Esta década ha confirmado la necesidad de cuidar la libertad de la Iglesia respecto de los poderes temporales. Los tiempos revelan lo peligrosas que pueden ser ciertas ambigüedades.
4. Teología de los derechos humanos: En el proceso histórico analizado se dejó entrever una dificultad para asumir la realidad que este tema comporta, tal vez, por el marco ideológico en el que nació y se desarrolló esta temática, el liberalismo moderno. El magisterio latinoamericano, sin embargo, ha asumido una actitud clara respecto de esta cuestión, fundamentándola en una antropología cristiana.
5. Teología del testimonio: En tiempos de convulsión los hechos hablan obviamente más que las palabras y eso es percibido por la gente, aun los no-creyentes.
6. Valor de la conciencia y de la culpa: La irrupción del peso de la conciencia moral que aparentemente reabrió el caso y la “mala conciencia” colectiva sobre el pasado vivido permiten replantear teológicamente la cuestión del misterio de la conciencia humana, “el núcleo más secreto y el sagrario del hombre” (Gaudium et spes, 16).
7. Discernimiento de los posibles estallidos de violencia y educación permanente para la paz. El “signo de los tiempos” (cf. GS 4,11) puede ser en un momento dado a la violencia y la injusticia; se transforma entonces en un llamado urgente a la acción pastoral. Para la Iglesia es imperioso agudizar su mirada, parte importante de su misión profética, así como cultivar una gran permeabilidad para una respuesta rápida y eficaz. De allí la importancia del cultivo de la historia que, en tiempos de paz, reflexione y eduque sobre la amenaza de una nueva eclosión de la violencia. Hay un kairós profético y pastoral durante la peste; hay un kairós teológico y educativo cuando ésta ha desaparecido”.(Florio, Lucio. Para una recepción teológica de los años ’70. Mayo, 1996, N° 2174. Se puede leer el artículo completo en www.revistacriterio.com.ar).
Quedan ofrecidas para la reflexión las palabras que nos proponen estos teólogos para ver la dimensión de la cruz y de aquellos temas que generan en nosotros la posibilidad de dar otras miradas a la década más violenta que ha sufrido nuestro país.
Jorge Luis Borges asistió una sola vez a lo que se denominó el histórico Juicio a las Juntas Militares, impulsado por el entonces presidente Raúl Alfonsín. Después de presenciar una jornada escribió un texto para una revista española donde muestra el impacto que le causó lo escuchado allí. Aquí transcribo una parte de ese relato:
“He asistido, por primera y última vez, a un juicio oral. Un juicio oral a un hombre que había sufrido unos cuatro años de prisión, de azotes, de vejámenes y de cotidiana tortura. Yo esperaba oír quejas, denuestos y la indignación de la carne humana interminablemente sometida a ese milagro atroz que es el dolor físico. Ocurrió algo distinto. Ocurrió algo peor. El réprobo había entrado enteramente en la rutina de su infierno. Hablaba con simplicidad, casi con indiferencia, de la picana eléctrica, de la represión, de la logística, de los turnos, del calabozo, de las esposas y de los grillos. También de la capucha. No había odio en su voz. Bajo el suplicio, había delatado a sus camaradas; éstos lo acompañarían después y le dirían que no se hiciera mala sangre, porque al cabo de unas “sesiones” cualquier hombre declara cualquier cosa. Ante el fiscal y ante nosotros, enumeraba con valentía y con precisión los castigos corporales que fueron su pan nuestro de cada día. Doscientas personas lo oíamos, pero sentí que estaba en la cárcel. Lo más terrible de una cárcel es que quienes entraron en ella no pueden salir nunca. De éste o del otro lado de los barrotes siguen estando presos. El encarcelado y el carcelero acaban por ser uno. Stevenson creía que la crueldad es el pecado capital; ejercerlo o sufrirlo es alcanzar una suerte de horrible insensibilidad o inocencia. Los réprobos se confunden con sus demonios, el mártir con el que ha encendido la pira. La cárcel es, de hecho, infinita”(Jorge Luis Borges escribió una crónica para la agencia española EFE. Se llamó Lunes, 22 de julio de 1985).
¿Cómo sociedad seguiremos ese perverso juego del carcelero y el encarcelado? ¿Podremos superar las antinomias y los falsos mitos en búsqueda de crecer como sociedad? ¿Tendremos el valor de mirarnos a los ojos y reconocer que somos parte de la espiral de la violencia sin sentido? ¿Podremos generar gestos de humanidad sincera y fraternidad en el espíritu para buscar la verdad? ¿Podremos saltar nuestros egoísmos para ir en la búsqueda del perdón del otro? ¿Seremos capaces de ofrecer el perdón a los otros? ¿Puede ser nuestro testimonio un gesto esperanzador de una sociedad política madura? Más allá de las religiones, las teologías….más allá de su nombre, el que pende de la cruz es nada más y nada menos que UN HOMBRE…
Pietro Bruno

lunes, 23 de julio de 2012

Cantan a Mandela aquellos que hoy tienen voz


La brisa del invierno junto al océano Índico le regaló a Nelson Mandela otro gran festejo de cumpleaños. Su figura fue enaltecida junto a textos escritos en los idiomas más diversos. Las canciones en su honor se multiplicaron por millones, como eco de aquel primer grito de libertad e igualdad que afloraba desde la costa más austral del África.
Nelson fue el nombre en inglés que le designaron en su escuela, y Madiba (en lengua xhosa) es como popularmente apodan con afecto a este histórico presidente, que combatió el régimen segregacionista del apartheid , sistema que lo encarceló durante 27 años, hasta su libertad en 1990.
Su nombre ha sobrevivido al tiempo y cada 18 de julio, desde 2009, el mundo celebra el Día Internacional de Mandela, establecido por Naciones Unidas como un impulso para todos los ciudadanos a dedicar 67 minutos de sus días a causas sociales: un minuto por cada año que él mismo consagrara a luchar por alcanzar la igualdad racial en su país y que tiempo después se le reconociera con el Premio Nobel de la Paz.
A los 94 años, Mandela parece gozar de buena salud; mientras la democracia (aquel sueño tantas veces postergado que luego supo convertirse en su conquista más preciada) cuenta con tan sólo 18 años de vida en Sudáfrica, aún trata de caminar erguida, aprendiendo de las duras lecciones de un pasado reciente.
“Siempre he atesorado el ideal de una sociedad libre y democrática, en la que las personas puedan vivir juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal para el que he vivido, por el que espero vivir y, si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir”, revelaba Nelson Mandela en 1961, ante los ojos sin vendar de una Justicia segregacionista.
Hoy, tiempo después, Sudáfrica aún se levanta y avanza lentamente como uno de sus leones cansinos, ansiosa por atrapar de manera definitiva un futuro que no alcanza a moldear todavía aquella nación con que Mandela quiso despertarla.
Transitar del apartheid a la democracia será un difícil y valiente proceso que seguramente conocerá las miradas y el esfuerzo de varias generaciones.
Quizá Mandela haya dado sólo el primer paso en un pedregoso y sinuoso camino, pero ello siempre significará el comienzo de una nueva y comprometida historia que relatarle a la humanidad.
¡Que los cumplas feliz, Nelson Rodhilala Mandela!, entonan a coro todos esos seres humanos a quienes él supo entregarles la más poderosa arma de combate: les devolvió su voz.
*Abogada, licenciada en Comunicación Social
Fuente: La Voz del Interior, Córdoba, Argentina

viernes, 20 de julio de 2012

Amigos...

Amigos...

Dice un libro de la Biblia no muy conocido,

el Sirácida o Eclesiástico, que

“El amigo fiel es seguro refugio, el que lo encuentra,

ha encontrado un tesoro” (Eclo 6,14) .

Y es verdad. El amigo es como “mi doble”, el refugio,

el aliento y el compañero fiel de la vida.

Una vida sin amigos es una vida vacía.

Dicen que uno tiene los amigos que se merece.

En parte sí y en parte no, pero qué duda cabe

de que sólo tiene amigos quien es capaz

de mantener una amistad.

Los niños no tienen dificultades en jugar y pelearse

(es su forma particular de hacer amigos)

con el primer niño que se les presenta en el parque.

Pero conforme crecemos en la vida

caemos en la cuenta de que mantener

una amistad lleva su tiempo y su esfuerzo.

La amistad no se programa ni se planifica,

surge casi por accidente.

Pero hay un momento en el que pide

que la alimentemos, si no, termina por morir.

Exige el trato, el crecimiento en confianza,

la aceptación del amigo tal como es.

Los que son amigos quieren estar juntos.

En la vida ajetreada que muchos llevamos,

es importante dedicar tiempo a los amigos,

que no es tiempo perdido.

Una amistad profunda cultivada con cuidado

durante años y años produce muchas satisfacciones.

Como las buenas fuentes de la sierra de Alcaraz,

te da la misma agua fresca de siempre

cuando la encuentras después de mucho tiempo.

La amistad a menudo debe pasar por la prueba.

Puede surgir la tentación de la desconfianza

o la traición por un malentendido o un error.

Cuando se supera y, si es necesario, se pide perdón

y se acepta, la amistad se fortalece.

No hay amistad sin perdón, como no existe

tampoco el matrimonio sin perdón.

Romper una amistad es romper el corazón.

Hace daño. Por eso, nunca hay que romper

una amistad fuerte. En todo caso,

si no hay más remedio, ir como “destejiendo”

poco a poco, sin desgarrones,

con cuidado de no hacer daño.


(Autor desconocido por quien lo envió)

martes, 17 de julio de 2012

Perdón...tan lejos...tan cerca...- Pietro Bruno

PERDÓN... tan lejos… de la mente y del corazón…
Violencia...algo más de violencia…mucha más violencia…
Violencia cotidiana,
Violencia política,
Violencia económica,
Violencia laboral,
Violencia familiar,
Violencia de arriba hacia abajo,
Violencia de abajo hacia arriba,
Violencia entre semejantes…
Violencia…odio, resentimientos, venganzas, muertes….dolor, dolores…
Violencia, una espiral comenzada hace tiempo, una espiral que sigue y sigue…
Violencia que nos desgarra, nos devora, nos divide, nos separa, nos aleja…
Puños, palabras, silencios….la violencia los usa para destruir…
Manos, palabras, diálogo….junto con el Perdón, para construir….
Aquí  estamos transitando la dura realidad de una Argentina y un mundo que enarbolan la bandera de la violencia como un camino a seguir.
Charlas, diarios, mensajes y realidades del caminar diario por un territorio signado para vivir de sus muertos, de su pasado, de abrir heridas en forma permanente… ¿Qué está sucediendo en nuestros corazones y nuestras mentes?
Hombres de toda la sociedad, de todos los rangos, de todos los estratos, de todos los puntos cardinales se empecinan en tironear, como lo hicieron los españoles con  el indígena Túpac Amaru, a esta bendita patria Argentina para desmembrarla, acabarla, descoyuntarla, asesinarla, matarla.
Deténgan-se, detengá-monos...
Es un tiempo de reflexión y de construcción…
Por eso comparto algunas ideas de perdón y reconciliación del teólogo alemán Bernad Häring:

“En cuanto al perdón, retengo como muy importante el perdón a sí mismo: el que no es capaz de perdonarse no es capaz de llevar adelante el perdón de los demás. El que no es capaz de reconocer los propios errores y de perdonarse –no de justificarse, sino de perdonarse- el que no es capaz de reconciliarse cada vez consigo mismo, no es capaz de perdonar los errores de los demás ni de reconciliarse con ellos”.
“El pedido de perdón es un signo de reconciliación y la reconciliación es un signo de perdón, pero aquélla exige que se llegue a nuevas relaciones interpersonales”.
Algunos ejemplos: “Es más bien una obligación de las naciones ricas renunciar a las deudas del tercer mundo. No se trata sólo de un problema moral de cada uno de los fieles, de la salvación de las almas, sino del bien del mundo. En la oración del Padrenuestro decimos siempre: Perdona nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Hay que asegurarse de que lo obtenido por la venta de los productos del tercer mundo vaya efectivamente a la población de aquellos países, según u precio justo”.
“Pedir perdón, para la iglesia, implica voluntad de convertirse. El perdón debe contemplar también las relaciones de autoridad en su interior. Hay que educar en la sinceridad y en la virtud de la crítica también dentro de la Iglesia. La iglesia debe ser el lugar de la transparencia”.
Perdón humano…perdón divino…nos dice el teólogo: “Hay que superar una concepción demasiado legalista del perdón divino. En realidad, la presencia de la trascendencia es ya presencia de un perdón. Cuando una persona encuentra la justa dimensión de sí misma y de los otros, ya está presente la dimensión transcendente y vive una experiencia de perdón. Por otra parte, sí la dimensión trascendente no se hace carne en la vida concreta, permanece vacía. El perdón divino se expresa como experiencia de un amor transcendente, que se abre a todas las dimensiones del amor humano. Un parangón significativo de esta apertura de a la trascendencia se puede tomar de la experiencia del amor entre padres e hijos, que se manifiesta como un apertura a todas la dimensiones del perdón”

Perdón...algo más de perdón…mucho más perdón…
Perdón en lo cotidiano,
Perdón en la política,
Perdón en lo económico,
Perdón en las relaciones laborales,
Perdón entre los miembros de la familia,
Perdón de arriba hacia abajo,
Perdón de abajo hacia arriba,
Perdón entre semejantes…
Perdón…amor, compasión, unión, vida,…esperanza…sanación…
Perdón, una espiral  que puede comenzar hoy, una espiral que puede seguir y seguir creciendo…
Perdón que nos une, nos fraterniza, nos abraza, nos acerca…
Manos tendidas, palabras sinceras, silencios de reconciliación…el perdón los usa para construir…
PERDÓN...tan cerca…de la mente y del corazón…

Pietro Bruno

Publicado en 70veces7.info

Sinfonía inacabada - Pedro Torres


También la historia y la convivencia social van a poder expresar la belleza de la justicia y de la paz cuando entremos en diálogo respetuoso. Pedro Torres (Sacerdote católico, miembro del Comité Interreligioso por la Paz - Comipaz)



A comienzos de este mes, el presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación presentó la reforma del Código Civil como una necesidad en respuesta a un cambio de época que nos ha situado ante un mundo plural. Este diagnóstico social me pareció precisamente una invitación a reflexionar, discernir y participar. Un llamado a sabernos protagonistas de la historia que es como una sinfonía inacabada, protagonistas que pueden decir una palabra, aunque a los representantes públicos parezca no interesarles la palabra de quienes miran desde la fe. A
Para un cristiano, la riqueza de la pluralidad que encontramos en la creación y en la historia es un camino para reconocer la gloria de Dios que ha querido revelarse Él mismo, para que lo conozcamos uno y a la vez trino; un único Dios que no es soledad sino familia, comunión, amor.
Rumiando estas cosas, recordaba que cuando uno participa en un concierto es frecuente que antes de comenzar los músicos templen sus instrumentos con sonidos independientes, anárquicos, que tienen su atractivo pero que no llegan a ser música. Recién cuando el director invita al silencio y ejecutan una misma partitura, la música aparece con toda su belleza. Música que requiere que cada instrumento suene con su propia identidad.
Así también la historia y la convivencia social van a poder expresar la belleza de la justicia y de la paz cuando entremos en diálogo respetuoso los que integramos una sociedad plural que está requiriendo un proyecto común y sabios directores de orquesta.
Es conveniente que en todo cuerpo social exista un equilibrio entre la unidad y el pluralismo, porque cuando uno de ellos se deforma acaba asfixiando al otro. Para estar unida, toda sociedad requiere compartir un mínimo de valores, de normas, de objetivos. La verdadera unidad y el pluralismo legítimo se dan siempre juntos, estableciendo entre ellos una tensión creadora que permite que surja algo inédito, una amorosa respuesta nueva frente a los desafíos de nuestra historia.
Cabe hacer notar que pluralismo no debe ser sinónimo de dispersión, relativismo o indiferencia. Juan Pablo II, en abril de 1985, decía: “Existe, debe existir, una unidad fundamental, que es anterior a todo pluralismo y es la única que permite al pluralismo no sólo ser legítimo sino también deseable y útil. La coherencia con los propios principios y la consecuente concordia en la acción por ellos inspirada son condiciones indispensables”.
Muchas veces Juan Pablo II recordó que la sociedad debe defender la vida y la libertad, el respeto a la dignidad de todos los hombres y de todo el hombre. Esto requiere trabajar por la verdad y la justicia con honestidad, reconciliación y abnegación por el bien común.
Se necesita una reforma de Código Civil, pero para ello necesitamos directores de orquesta que nos inviten al silencio, a la reflexión y a la participación real. Necesitamos que, en consonancia con la Constitución Nacional, pero aún más con la dignidad del hombre y el respeto de la creación y del Creador, se propongan proyectos de país que den respuesta a los problemas reales de toda la población, y en particular de los más pobres, sin mentirnos ni distraernos con cortinas de humo o declamaciones vacías.
Necesitamos justicia para las heridas del pasado y también esperanza para comprometernos en paz con la belleza del don y la tarea de vivir.
La historia es como una sinfonía inacabada; escuchemos y gustemos su belleza participando con una nueva imaginación de la caridad.

Fuente: La Voz del Interior - Córdoba - Argentina