Ciertamente usted concede una importancia capital a la noción de memoria o recuerdo. En el libro Ética del recuerdo, usted distingue entre memoria común y memoria compartida. Memoria común es el recuerdo que tienen diferentes personas de las mismas experiencias; en ese sentido, es una memoria acumulativa. Por el contrario, la memoria compartida es la integración de las diferentes perspectivas en una versión única. La idea es muy interesante. Ahora bien, piense en nuestro caso, el caso español y catalán. Como sabe, el parlamento español aprobó hace poco la Ley de la Memoria Histórica, que ha generado mucha polémica. Para algunos, se trata de hacer justicia a los muertos, a aquellos que no pudieron ser enterrados dignamente, por ejemplo. Para otros, recordar por ley episodios dolorosos como la Guerra Civil o la dictadura franquista no ayudará a la conciliación, sino que reabrirá heridas. Sería un caso, éste, de lo que usted ha dicho en algún otro sitio relativo a que la cuestión política más importante no es la relación entre la libertad y la igualdad, tal como se ha mantenido a menudo, sino la relación entre la justicia y la paz.
Se trata de un caso muy interesante. Evidentemente, los recuerdos pueden dividir y pueden generar polémica. Una vez se me ocurrió crear un instituto sobre memoria compartida discutida que sirviese para que partes enfrentadas por cuestiones relacionadas con la memoria pudiesen discutirla. Por ejemplo, israelíes y palestinos, serbios y croatas, etc. Se trataría de llegar a acuerdos con respecto a lo que pasó; ponerlo en los libros de texto y enseñarlo. Creo que hay necesidad de una memoria compartida discutida, de que historiadores de las diferentes partes enfrentadas se encuentren y digan qué pasó en realidad. Muchas veces los desacuerdos tienen que ver con qué pasó en realidad y, por tanto, con qué tenemos que recordar.
Pero, ¿usted cree, entonces, que en el fondo lo que hay que resolver es una cuestión fáctica? ¿No hay siempre valoración en el recuerdo?
El desacuerdo radica en buena medida en la determinación de los hechos. Se sorprendería de hasta qué punto discrepan con respecto a los hechos. No estoy sugiriendo que exista una interpretación neutral por lo que se refiere a la valoración de los hechos. Lo que sugiero es la necesidad de llegar a un acuerdo sobre qué pasó, qué hechos se produjeron. Si las partes enfrentadas llegan a un acuerdo en ese sentido, entonces, puedes redactar libros de texto, enseñarlos, etc. Ahora bien, es cierto que existe un problema de justicia transitoria. Cuando pasas del franquismo a una democracia liberal, ¿qué haces con el pasado? ¿Llevas a juicio a quienes abusaron del poder en el régimen anterior? En este punto, no me siento inclinado a resolver los asuntos del pasado por la vía judicial. Sin embargo, hay que hacer memoria. De todos modos la memoria vuelve. Normalmente hay un vacío temporal. Los judíos que fueron expulsados de España tardaron setenta años en ser conscientes de ello y en comenzar a recordarlo. Lo mismo pasó con las personas que sobrevivieron al Holocausto. Al principio hubo un silencio profundo. Después, irrumpió la memoria. En el caso español han pasado unos treinta años. Bien, si me lo pregunta, le diré que si la memoria no sale ahora, saldrá más adelante, dentro de cincuenta o setenta años. Una nueva generación querrá saber cosas.
Fuente: Barcelona Metrópolis (fragm. de una entrevista)
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