También la historia y la
convivencia social van a poder expresar la belleza de la justicia y de la paz
cuando entremos en diálogo respetuoso. Pedro Torres (Sacerdote católico, miembro del Comité Interreligioso por la Paz - Comipaz)
A comienzos de
este mes, el presidente de la
Corte Suprema de Justicia de la Nación presentó la reforma
del Código Civil como una necesidad en respuesta a un cambio de época que nos
ha situado ante un mundo plural. Este diagnóstico social me pareció precisamente
una invitación a reflexionar, discernir y participar. Un llamado a sabernos
protagonistas de la historia que es como una sinfonía inacabada, protagonistas
que pueden decir una palabra, aunque a los representantes públicos parezca no
interesarles la palabra de quienes miran desde la fe. A
Para un
cristiano, la riqueza de la pluralidad que encontramos en la creación y en la
historia es un camino para reconocer la gloria de Dios que ha querido revelarse
Él mismo, para que lo conozcamos uno y a la vez trino; un único Dios que no es
soledad sino familia, comunión, amor.
Rumiando estas
cosas, recordaba que cuando uno participa en un concierto es frecuente que
antes de comenzar los músicos templen sus instrumentos con sonidos
independientes, anárquicos, que tienen su atractivo pero que no llegan a ser
música. Recién cuando el director invita al silencio y ejecutan una misma
partitura, la música aparece con toda su belleza. Música que requiere que cada
instrumento suene con su propia identidad.
Así también la
historia y la convivencia social van a poder expresar la belleza de la justicia
y de la paz cuando entremos en diálogo respetuoso los que integramos una
sociedad plural que está requiriendo un proyecto común y sabios directores de
orquesta.
Es conveniente
que en todo cuerpo social exista un equilibrio entre la unidad y el pluralismo,
porque cuando uno de ellos se deforma acaba asfixiando al otro. Para estar
unida, toda sociedad requiere compartir un mínimo de valores, de normas, de
objetivos. La verdadera unidad y el pluralismo legítimo se dan siempre juntos,
estableciendo entre ellos una tensión creadora que permite que surja algo
inédito, una amorosa respuesta nueva frente a los desafíos de nuestra historia.
Cabe hacer notar
que pluralismo no debe ser sinónimo de dispersión, relativismo o indiferencia.
Juan Pablo II, en abril de 1985, decía: “Existe, debe existir, una unidad
fundamental, que es anterior a todo pluralismo y es la única que permite al
pluralismo no sólo ser legítimo sino también deseable y útil. La coherencia con
los propios principios y la consecuente concordia en la acción por ellos
inspirada son condiciones indispensables”.
Muchas veces
Juan Pablo II recordó que la sociedad debe defender la vida y la libertad, el
respeto a la dignidad de todos los hombres y de todo el hombre. Esto requiere
trabajar por la verdad y la justicia con honestidad, reconciliación y
abnegación por el bien común.
Se necesita una
reforma de Código Civil, pero para ello necesitamos directores de orquesta que
nos inviten al silencio, a la reflexión y a la participación real. Necesitamos
que, en consonancia con la Constitución Nacional , pero aún más con la
dignidad del hombre y el respeto de la creación y del Creador, se propongan
proyectos de país que den respuesta a los problemas reales de toda la población,
y en particular de los más pobres, sin mentirnos ni distraernos con cortinas de
humo o declamaciones vacías.
Necesitamos
justicia para las heridas del pasado y también esperanza para comprometernos en
paz con la belleza del don y la tarea de vivir.
La historia es
como una sinfonía inacabada; escuchemos y gustemos su belleza participando con
una nueva imaginación de la caridad.
Fuente: La Voz del Interior - Córdoba - Argentina
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