Tim Guénard: todo lo que necesitas es
amor
Sufrió múltiples formas de violencia, se
reinventó a sí mismo y contó su historia en una biografía que es best
seller en Francia. "Mi vida está magullada como mi cara", dice
este hombre convertido en ejemplo del poder sanador del perdón
Es un sobreviviente. Un peregrino. Un luchador. Y, también, Tim Guénard es el hombre detrás de un éxito. Es el autor del best seller Más fuerte que el odio (Gedisa), que sólo en Francia vendió más de 300.000 ejemplares. También esculpe gárgolas en piedra y es apicultor. Pero la gloria no está en las ventas de este crudo relato en primera persona sobre su infancia y adolescencia, ni en el arte que crea ni en el negocio con el que mantiene a su familia. Este campeón nacional de boxeo logró enfrentarse contra sus demonios más poderosos e imponerse contra su principal rival. La batalla la ganó en su propia vida, torció su destino y le dedicó al contrincante derrotado su libro.
Construir pese a todo. Con una cruda
historia de orfandad y agresión, hoy es un orgulloso marido, padre y
abuelo. Foto: Gentileza El ArEs un sobreviviente. Un peregrino. Un
luchador. Y, también, Tim Guénard es el hombre detrás de un éxito. Es el autor
del best seller Más fuerte que el odio (Gedisa), que sólo en Francia vendió más
de 300.000 ejemplares. También esculpe gárgolas en piedra y es apicultor. Pero
la gloria no está en las ventas de este crudo relato en primera persona sobre
su infancia y adolescencia, ni en el arte que crea ni en el negocio con el que
mantiene a su familia. Este campeón nacional de boxeo logró enfrentarse contra
sus demonios más poderosos e imponerse contra su principal rival. La batalla la
ganó en su propia vida, torció su destino y le dedicó al contrincante derrotado
su libro.
Dialoga telefónicamente con LNR desde su
casa, en Lourdes, Francia, poco después de la hora de la cena. Se escuchan
risas, voces de niños y el traslado de platos desde la mesa hacia la cocina. Se
lo escucha pausado y sereno en medio del caos de un hogar multitudinario, aquel
sitio que construyó y con el que siempre soñó. Hoy, a los 50 años, está casado,
tiene 4 hijos, 5 nietos y vela por el cuidado de varias personas con
discapacidades mentales, a quienes alberga en su casa.
¿Qué es aquello más fuerte que el odio?
"El perdón. La sed de venganza y el rencor te mantienen vivo. Así explico
cómo pude sobrevivir a tantos años de desamor y desamparo. El odio es un motor
poderoso en el alma del hombre, pero el perdón lo es más aún, y no
destruye."
Es un luchador. Guénard, un hombre
que combatió con dureza a sus demonios.
Niño con cara de adulto
Guénard no predica, comparte. Habla de la
libertad porque es una voz calificada para hacerlo. Conoció la cárcel, el
reformatorio, el abuso, los excesos y la violencia. No es un hombre soberbio,
pero admite que logró todo aquello que se propuso en la vida: escapar del
correccional de menores, ser el jefe de una violenta pandilla, terminar el
colegio, formar una familia y ser feliz. Consiguió todo lo que se propuso salvo
un objetivo que lo guió durante muchos años: matar a su padre. Esta cuenta pendiente
que quedó trunca, hoy la celebra como su mayor victoria.
"Mi vida está magullada como mi
cara", comienza su testimonio en Más fuerte que el odio. Ninguna novela
del género de la picaresca puede superar la crudeza y la odisea solitaria que
atravesó Philippe -Tim- Guénard desde los 3 años, cuando fue abandonado por su
madre, hasta que cumplió la mayoría de edad.
"Uno de mis primeros recuerdos es la
imagen de los zapatos blancos de mi madre. Se aleja por la ruta sin volver la
vista atrás, sube a su auto y arranca. Estoy atado a un poste de luz. Tengo
frío y pánico", rememora. La policía encontró al pequeño y se lo entregó a
su padre, alcohólico, que vivía con su segunda mujer y los cuatro hijos de esta
pareja.
El niño padeció el maltrato. Su madrastra
lo llamaba bastardo y lo hacía dormir en el jardín, acurrucado en la cucha de
una perra, su única amiga de la infancia. Un amigo de su padre denunció los
abusos a la policía y una asistente social fue a buscar al pequeño Tim para
hacerle unas preguntas. Lo llevó de paseo y cuando regresó a su vivienda -nada
de hogar había en esa construcción- su padre lo molió a golpes. Despertó dos
días después en un hospital con 55 huesos fracturados. Allí permaneció postrado
en una cama durante 3 años, un período en el que nadie fue a visitarlo y en el
que la necesidad de recuperarse surgía con el reiterado sueño que lo visitaba
por las noches: asesinar a su padre.
Luego comenzó un martirio que se
intercaló con la sucesión de hogares de beneficencia, un intento de suicidio,
estadías en orfanatos, e incluso residió en un psiquiátrico. Un juez advirtió
que el niño, que por entonces tenía 8 años, no padecía ninguna enfermedad
mental. "Era sencillo comprobarlo. Yo tenía la certeza de que estaba sano.
Aunque fuera tan chico sabía distinguirlo. Ese juez se tomó apenas un instante
en ver mi legajo y pude salir de aquel sitio que apestaba a orina", dice
sin rencor.
Otro hogar de beneficencia, el
correccional nuevamente, y finalmente, a los 12 años, las calles de París,
donde robó para burlar al hambre. Allí, en la coqueta capital francesa,
fascinado por la Torre
Eiffel , conoció el rostro más oscuro de una ciudad y del ser
humano. Fue violado ("Este hecho me hiere hasta el día de hoy. Destruyó la
confianza en mí mismo y cada día cargo con esas heridas") y, luego,
albergado por dos hampones que lo arrastraron al universo de los gigolós de
Montparnasse: "Parecía mucho más grande de lo que era, porque había vivido
varias vidas en una sola. Era un niño con cara de adulto."
Guénard fue apresado por la policía y
llevado a otro reformatorio, donde comenzó un deambular sin fin por distintos
pabellones, hasta que se convirtió en el rey del sector de los reclusos más
peligrosos. "Los demás chicos me temían, porque la violencia crecía cada
vez con más fuerza en mí. Quería ser un héroe para ellos y el único modo que
tenía de asegurarme la inmortalidad y de convertirme en mito era escapándome de
allí." Lo logró y volvió a las calles.
Hay figuras clave en la vida de Gúenard.
En un mundo de sombras y ante la indiferencia de los adultos, algunos se
detuvieron a mirar con detenimiento a este niño que conocía las miserias de los
adultos. Una de estas personas centrales en su existencia fue un vagabundo,
León, apasionado por el análisis de las noticias de los diarios, quien enseñó a
leer a Guénard. También aparecen en su autobiografía algunos maestros que
dedicaron una atención especial a este alumno que necesitó lecciones extras de
todas las materias, ya que su única escuela había sido la calle.
Pero hay un ángel de la guarda que marcó
definitivamente el destino de Guénard. Una jueza de ojos verdes. Luego de haber
escapado del último reformatorio, fue detenido y llevado con ella: "Pudo
ver dentro de mí. Siempre le voy a estar agradecido. Me preguntó qué quería
hacer de mi vida. Y no supe responderle. Me miró fijo, como una madre mira a su
hijo, y después de ver mi legajo comenzó a hablar de mi don para el arte. Fue
la primera vez que alguien reconoció algo bueno en mí." Guénard comenzó a
trabajar en el taller de un escultor y se introdujo en el mundo del arte y en
el de la práctica del boxeo profesional, un acto instintivo y reflejo que
aprendió como modo de subsistencia en las calles y en el reformatorio. Sus
demonios salían de su cuerpo, pero no se alejaban. En el rostro de cada gárgola
que esculpía y en cada rival del cuadrilátero, veía el rostro de su padre.
Perdonar, sanar
"Hay personas que se limpian como si
ingresaran en un lavarropas. Cuando salen, toda aquella suciedad queda fuera de
sus almas." Guénard se refiere a la conversión por la que atraviesan
algunos hombres. En su caso fue una sanación. Su espíritu estaba herido.
No cree en la terapia psicoanalítica ni
en las religiones, pero sí en alguien a quien llama Big Boss. La palabra padre
no tiene una connotación positiva para este hombre que fue vejado por su
progenitor. "El Big Boss está en todos los momentos de nuestras vidas.
Camina a nuestro lado. Se alegra cuando ocurren cosas buenas y sufre cuando la
desgracia nos encuentra. El me acompañó siempre", dice.
La sanación de Guénard fue posible
gracias a un amigo albañil, Jean-Marie, a quien consideraba un poco loco por
sus creencias y sus largas conversaciones sobre aquello llamado fe. Este hombre
pasaba sus ratos libres en una comunidad, El Arca, donde vivían personas con
deficiencia mental. Un día Guénard fue a visitar a su amigo y un desconocido
que padecía una enfermedad le abrió la puerta. "Sos un hombre bueno",
le dijo al incrédulo joven. Otra vez alguien se detuvo a mirarlo y Guénard
sintió que esa mirada se posaba en su esencia.
Lo conmovió profundamente aquel clima de
armonía, esa comunidad fundada en el amor. "Algún día me gustaría formar
una familia así", pensó, y sus visitas a aquel lugar comenzaron a ser más
copiosas. Allí conoció al padre Thomas Philippe, quien lo ayudó a convertir
cada golpe de su cincel y cada cross y cada gancho en una caricia. "La
mano de un padre no aplasta. Abraza", dice Guénard.
"Estaba herido y sólo quería
destruir. Mi fuerza, física y emocional, estaba depositada en mi afán de matar
a mi padre. Pero logré vencer aquel odio con el perdón. Poco antes de que él
muriera pude perdonarlo y decírselo", explica y se refiere de modo
simultáneo a dos hijos pródigos.
Para Guénard, el verdadero perdón no
consiste en decir yo te perdono, tú me perdonas, sino que consiste en muchos
instantes presentes y de hacer al otro cómplice de este acto. "Busco la
felicidad con mi familia, transmitiendo mi mensaje. Así llega un momento en el
que has vivido más instantes presentes que instantes pasados. De este modo tu
memoria se libera de sus trabas."
En El Arca, Guénard conoció a la que
sería su esposa, Martine, y a mirar a los demás, en especial a aquellos que,
como él, no habían sido mirados sino ignorados: "Sólo quiero que de mí
digan que soy un hombre que puede mirar al otro y que cuando muera me recuerden
por haber podido aprender a hacerlo y por haber transmitido la importancia de
este acto para forjar el destino de los demás."
Hoy, Guénard vive en el sur de Francia,
en la tranquilidad de la campiña francesa. Hacia Lourdes, donde está su casa,
marchan muchos peregrinos que buscan ser acogidos por el Big Boss. El mismo ha
sido un peregrino. Y lo seguirá siendo con su testimonio.
Su autobiografía Más fuerte que el odio,
traducida a 12 idiomas, es un mensaje universal sobre el perdón y sobre la vida
que llevamos, en la que miramos sin ver a quien tenemos cerca, a quien camina a
nuestro lado y a aquellos que son víctimas de los abusos y del abandono.
Guénard admite que fue salvado gracias a quienes lograron atravesar el umbral y
el prejuicio de la imagen de aquel joven conflictivo que era, y comprendieron
el origen de su dolor. "Una mirada amable es tan poderosa que puede cambiar
el destino de un hombre. En ella podés sanar mucho de tu autoestima herida.
Todos tenemos una habilidad, por más diversa que sea, y hay seres que te ayudan
a descubrirla, a confiar en vos mismo", explica y se define a sí mismo
como un ejemplo para los desesperados.
Guénard hoy mira a quien tiene a su lado
y enseña a mirar. Su transformación de un joven con sed de venganza a un hombre
con ansias de amar comenzó cuando por casualidad conoció El Arca [fundada por
Jean Vanier a mediados de la década del sesenta], un espacio donde conviven
personas con discapacidad intelectual, en un marco de cuidado y de formación
que hoy tiene más de 140 comunidades distribuidas por todo el mundo. "No
soy un ser religioso, pero creo en el Big Boss, así lo llamo, quien nos sana y
nos conduce por el camino del amor", dice.
Tim Guénard visitará nuestro país,
invitado por la Fundación
El Arca Argentina, para brindar su testimonio. El 10 de julio
se presentará, a las 19, en el Auditorio de la Universidad Católica
Argentina (UCA), y el 12 de este mes, a las 18, se lo podrá escuchar en el
Colegio Marín (Libertador 17115, San Isidro).
Para más información: timguenard@elarcaargentina.org.
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