martes, 31 de julio de 2012

Cultura política del perdón - Fundación para la Reconciliación


Comunicado
Fundación para la Reconciliación presente en Foros El Espectador
 
La Cultura Política del Perdón y la Reconciliación será presentada como una alternativa para la paz
 
Bogotá, Colombia, julio 31de 2012
En el marco del Foro para la Reconciliación el padre Leonel Narvaéz, director de la Fundación para la Reconciliación es invitado como conferencista. La propuesta de la Cultura Política del Perdón y la Reconciliación será expuesta ante el país como una alternativa para la paz.
Durante el próximo miércoles 1º de agosto se darán cita en el Teatro Mayor Julio Marío Santo Domingo personalidades y expertos que creen en un proceso de reconciliación nacional en Colombia. 
Immaculée Ilbagiza, sobreviviente del holocausto de Ruanda, compartirá con los asistentes su dolor y el proceso de superación de odios y rencores que una situación de esta naturaleza puede generar. 
Este relato lo completarán otros invitados que reconocen en el perdón un proceso personal que conduce a la reconciliacion nacional. Algunos de los ponentes serán: Francisco de Roux, S.J., provincial de la Compañía de Jesús; Marcelo Álvarez, actual jefe de la misión de apoyo al progreso de Colombia de la OEA, y Leonel Narvaéz Gómez, IMC, director de la Fundación para la Reconcilición. 
A continuación la entrevista que el diario El Espectador le realizó al padre Leonel Narváez Gómez, IMC, director de la Fundación para la Reconciliación, y que se publicó el domingo 29 de julio de 2012: 
'Tenemos que liberarnos del odio': padre Leonel Narváez
Por: Andrea Forero Aguirre
Para él, la paz no es un logro exclusivo de las armas y la Iglesia católica no insiste lo suficiente en el tema.
Posicionar en Colombia algo que se viene practicando en otros países, la cultura del perdón y la reconciliación, es el reto del padre Leonel Narváez, conferencista en el ‘Foro para la reconciliación: sin perdón no hay futuro’, organizado por El Espectador y que se realizael miércoles en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo. El sacerdote cree que hay que sacar el perdón de las sacristías y hacerlo de dominio popular, porque Colombia no puede seguir utilizando el lenguaje de la venganza y del rencor ni la disminución del otro.
¿Para usted qué es el perdón?
Es un ejercicio de limpieza personal de esa memoria ingrata de yo con yo, mientras que la reconciliación es el ejercicio de encuentro con el otro. Pero puede haber perdón sin reconciliación. Creo que eso es muy importante porque muchas personas en Colombia deben entender que si perdonan se liberan de un peso, así no haya reconciliación. Se trata de liberarse del odio, de la sangre agria que nos corre por las venas.
Pero, en concreto, ¿cuál es la diferencia con la reconciliación?
La reconciliación es un ejercicio de mucho tiempo. En nuestro país estamos haciendo el esfuerzo por posicionar la palabra perdón. Sólo si se hace un poco de ascenso humano y dejamos de lado el animal arcaico que todos llevamos dentro será posible.
¿Qué tan difícil es que en Colombia entremos en esa etapa del perdón?
Llevo 20 años trabajando con víctimas y victimarios. Viví 11 en el Caguán, donde me tocó ayudar con los diálogos. Yo soy sociólogo y después de tres años fallidos con las Farc, mi conclusión fue que esto no se va a superar sin un proceso de perdones mutuos. La guerrilla carga muchas rabias contra el Gobierno, el Gobierno carga muchas rabias contra la guerrilla. Pienso que el perdón es una salida indispensable para poder superar la guerra y así lo están entendiendo Israel y Palestina, los irlandeses y en Ruanda. No hay futuro sin perdón.
¿Cómo lograrlo entre tantos intereses políticos?
Por eso es tan importante el movimiento indígena. Ellos nos están invitando a ir a las raíces históricas, que son las más puras, y decirle al país: “Mire, aquí lo que necesitamos no son armas”. En el Cauca hemos tenido todas las armas y seguimos más pobres. Lo que necesitamos es salud, educación, vivienda, y no sólo la presencia militar.
¿Lo del Cauca es como una lección para el país?
Los indígenas tienen dos palabras que son fundamentales: dicen que hay que hacer la “limpia”, es decir, que el primer ejercicio para reconciliarse con la comunidad es limpiar. Y al diálogo le dicen la “conversa”. Hablan de la armonización, que es la reconciliación, y de que la limpia es un ejercicio personal y de dignidad. La persona que tiene odio y rencor se queda con lo podrido. Podría decirse entonces que el país no ha entendido a los indígenas... Yo soy feliz de ver a los indígenas que nos están diciendo: “Despierten, abran los ojos que ustedes con armas no van para ningún lado, han sostenido un conflicto armado con miles de muertes. La arrogancia de los políticos y de las guerrillas no ha servido para nada”. El presidente Santos dice que tiene las llaves de la paz en su bolsillo... Es una propuesta muy unilateral. La paz nos pertenece a todos e, igual que la violencia, es un patrimonio de todos, de la humanidad, y muy respetuosamente le digo: no sólo de usted. La paz no es un logro exclusivo de las armas, no sigamos cayendo en las trampas perversas del señor Uribe que cree que esto se soluciona a punta de bala.
¿Qué hacer para avanzar hacia la paz y la reconciliación?
El Gobierno, con gran lucidez, logró sacar adelante la Ley de Víctimas. Este es un momento histórico para Colombia; serán 10 años dedicados a reparar a las víctimas, conocer la verdad de lo que pasó y garantizar que eso no se vuelva a repetir. Los riesgos son que las víctimas se queden con los crespos hechos y se vuelvan a generar rabias y rencores, o que se queden eternamente víctimas. Se da la revictimización o se quedan en la victimidad, que es aprovechar ser víctima. Pero la palabra víctima tiene la misma raíz que victorioso.
¿Y cómo hacer esa transición?
Allí está todo el ejercicio de lo que llamamos “cultura política del perdón”. Se trata de generar narrativas o lenguajes nuevos, y no seguir utilizando el lenguaje de la venganza, del rencor, de disminuir al otro. Entonces las víctimas comienzan a ver a sus victimarios también como víctimas de la rabia que enceguece. Si llegamos a eso, sería el ascenso cultural para Colombia, nos permitiría superar la guerra.
¿Cuál es el papel de la sociedad en la búsqueda de la paz?
Todos tenemos esa responsabilidad. La Iglesia, digo yo, no insiste lo suficiente en este tema. Nosotros hacemos de todo, menos lo que tenemos que hacer. Segundo, la escuela tiene una tarea fundamental para la convivencia, no sólo para el empleo. Y los medios deben pensar en cómo educar para la paz y no para la guerra.

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