viernes, 30 de diciembre de 2011

ESPERAMOS ESPERANZADOS

A casi las puertas de 2012 deseamos y te deseamos renovar la Esperanza

"Soy hombre de esperanza porque creo que Dios es
nuevo cada mañana. Porque creo que Él crea el mundo en
este mismo instante. No lo creó en un pasado lejano, ni
lo ha perdido de vista desde entonces. Lo crea ahora:
es preciso, pues, que estemos dispuestos a esperar lo
inesperado de Dios. Los caminos de la Providencia son
habitualmente sorprendentes. No somos prisioneros de
algún determinismo, ni de los sombríos pronósticos de
los sociólogos. Dios está aquí, cerca de nosotros,
imprevisible y amante.

Soy hombre de esperanza, y no por razones humanas o por
optimismo natural, sino simplemente, porque creo que el Espíritu
Santo actúa en la Iglesia y en el mundo, incluso allí donde es
ignorado.

Soy hombre de esperanza porque creo que el Espíritu Santo es
siempre Espíritu creador. Cada mañana da, al que sabe acoger,
una libertad fresca y una nueva provisión de gozo y de confianza.
Yo creo en las sorpresas del Espíritu Santo. El Concilio fue una,
y el Papa Juan también. Era algo que no esperábamos. ¿Quién
osaría decir que la imaginación y el amor de Dios se han agotado?

Esperar es un deber, no un lujo. Esperar no es soñar. Es el
medio de transformar los sueños en realidad. Felices los que
tienen la audacia de soñar y están dispuestos a pagar el precio
para que sus sueños puedan hacerse realidad en la historia de
los hombres."

(Card. Suenens, ¿Hacia un nuevo Pentecostés?, Bilbao, 1968).

Hacemos nuestras estas palabras y las actualizamos para nuestro tiempo y lugar en el mundo.
Equipo 70 veces 7

martes, 27 de diciembre de 2011

Gracias 2011, Bienvenido 2012

“Entonces Pedro se acercó y le dijo: Señor, ¿Cuántas veces debo perdonar las ofensas de mi hermano? ¿Hasta siete veces? Jesús le contestó: “No digas siete veces, sino hasta setenta veces siete.” Mt. 16, 21-22

Estamos llegando al final de un nuevo año y nos hemos reunido quienes transitamos juntos este proyecto - que es realidad en camino - para evaluar el 2011 y pensar el próximo 2012.

Queremos reafirmar que este proyecto es como la luz de una vela, que aunque pequeña, alumbra. Es una llama que no enceguece, que a veces parece débil, pero que cumple la simple y bella misión de iluminar. Así lo entendemos y así lo vivimos día a día.

No desconocemos que en los tiempos históricos que estamos atravesando hay temas que no son ni propicios ni adecuados para establecer en la agenda inmediata de la vida nacional. Pero tenemos la conciencia de ser una voz que grita en el desierto como el Bautista, y no claudicamos en la esperanza de ser escuchados. Tanto mejor si, además, fuéramos bien interpretados y no sospechados; lo que somos es lo que mostramos, con nuestras limitaciones y nuestras mejores intenciones.

Hemos tendido y sostenido en este tiempo varios lazos que nos comunican: la página web, el blog, la inserción en las redes sociales mediante Facebook y Twitter. Una serie de encuentros de formación, de intercambio de ideas y de profundización en la historia de nuestro país, nos acercaron en forma personal.

Los que compartimos este espacio no agitamos banderas de ningún tipo, sino como lo decimos en forma clara y precisa en nuestro credo:

Creemos
Que no hay unas historias de sufrimiento para exponer y otras para esconder, aunque respetamos profundamente el derecho al resguardo de los relatos que sus protagonistas prefieran mantener en la intimidad.
Que tanto las relaciones personales como las sociopolíticas no deben seguir vertebrándose según el eje del poder y la violencia sino en torno a la contemplación del dolor desnudo e interpelante de quien sufre y a la práctica de la compasión activa, no un mero apenarse.
Que es necesario que cada uno haga su propia introspección y asuma sus responsabilidades en esta historia profundamente dolorosa que cercenó vidas y proyectos y, aun hoy, más de treinta años después, sigue reabriendo heridas profundas que, en algunos casos, el tiempo había comenzado a cicatrizar.
Que solo la verdad nos hace libres y permite caminar hacia delante. Y es profundamente sanador pasar de la culpa o del rencor destructores a la responsabilidad integradora.
Que es posible una espiritualidad de la apertura, del reconocimiento del otro y la inclusión respetuosa y tolerantemente activa – no indolente – de la diversidad.
Que solo el diálogo, el encuentro humano, el perdón y la reconciliación en el nivel que sea posible alcanzar mediante pactos, llevan hacia la paz.

No hay víctimas ni de primera, ni de segunda; ni una persona vale más que otra por sus títulos o condición social. Toda víctima de la violencia es un ser humano que sufre en su propio cuerpo, en su ser más profundo. La comunidad en la que se encuentra insertado produce la violencia y la padece al mismo tiempo. Por eso creemos importante como sociedad asumir y reparar las marcas que la violencia va dejando en cada uno.

Sufrimos como seres humanos la pérdida de amigos, familiares, conocidos. Por eso queremos “Ir - humilde y pacientemente – impregnando la cultura con la espiritualidad del perdón que trasciende las ideologías y los intereses sectoriales. En este sentido el perdón es una “virtud política” – según expresión de Hannah Arendt - que permite generar sociedades nuevas. Para hacernos cargo de nuestra responsabilidad ciudadana en un proceso de pacificación humilde y sustentable que reconstruya relaciones quebradas por la violencia y que genere espacios de convivencia, acuerdo, conformidad y armonía, mediante pactos.”

Este año sufrimos la pérdida de un amigo y un acompañante de excelsa calidad humana, el Padre Obispo Carmelo Giaquinta. Su Pascua nos produjo el dolor humano de ya no estar junto a él. Esto no ha menguado nuestras fuerzas, sino que nos sentimos sostenidos por su intercesión ante el Padre, alimentados en nuestra fe, siguiendo con entusiasmo y alegría. Monseñor Giaquinta se integró como un colaborador más a 70veces7, apoyó, acompañó, y hoy sigue intercediendo ante el Dios de la Vida. Así lo sentimos en cada uno de los pasos que vamos dando.

Tendemos nuestras manos a todos aquellos que quieran participar en pos de buscar el Perdón, la Reconciliación, la Verdad y la Justicia, unidas a la Misericordia
“No tenemos ni oro ni plata” sino la convicción que debemos construir una patria para todos y todas.

Como grupo humano tenemos nuestras caídas y debilidades. Sin embargo nos levantamos y seguimos entretejiendo lazos y reconstruyendo relaciones para sanar heridas que se produjeron a lo largo de los años y por obra de diversos actores en nuestra querida Argentina.

Un sincero agradecimiento a todos aquellos que con su presencia en los encuentros y también a través de correos, notas, llamados telefónicos, ofrecimiento de espacios de difusión, se hicieron presentes. Gracias por habernos brindado lugares para reunirnos, expresarnos, dialogar. Gracias a quienes nos regalaron sus saberes, algunos plasmados en notas que publicamos en la web. Gracias en especial por su tiempo que nos permitió seguir ensanchando el corazón de 70veces7.

El pluralismo y lo diverso es una característica de este espacio y de quienes lo integramos y lo vamos construyendo. Queremos seguir profundizando en esta línea, buscando la verdad, para lo cual primero debemos aceptarla, después vivirla y compartirla con todas las mujeres y hombres de buena voluntad. Por eso hemos expresado que: “Nuestro propósito es que 70 veces 7 sea un espacio macroecuménico, donde cada identidad se abra y se comparta, sin diluirse ni confundirse, en diálogo fecundo con el otro”.

En el 2012 seguiremos caminando, a nuestro ritmo, ni delante ni atrás de nadie, porque no somos iluminados ni perseguimos otro propósito más que “desplegar el proyecto paulatinamente, con objetivos específicos que respondan a las necesidades de las diferentes dimensiones humanas, teniendo en cuenta que consideramos al hombre como una unidad bio-psico-espiritual-social. Cuando herimos o somos heridos, el dolor afecta a toda la persona y a sus relaciones con el entorno.”

Nuestro andar es paso a paso, mano con mano, mirada con mirada, conscientes de que Jesús nos pide perdonar no una vez, sino 70veces7: siempre. Es un don que pedimos y también ofrecemos para todos aquellos que gratuitamente quieren tomarlo y ponerlo en práctica.

Deseamos que cada uno pueda culminar junto a sus seres queridos este año 2011 y que
renueve su corazón, su vida, su esperanza puesta en un 2012 que nos permita crecer no solamente como personas, sino como sociedad y comunidad que necesita sanar y curar heridas para no seguir desangrándose.

Equipo 70 veces 7

sábado, 24 de diciembre de 2011

LO SIENTO MUCHO: mía es la libertad

Cuenta la anécdota de un pesebre viviente que prepararía con entusiasmo un grupo parroquial de niños, en el decurso de todo un año. Recién era marzo y ya se había lanzado el asunto, pues sería magno y lustroso.

El Cura había predicado, no hacía muchos domingos, seguramente con motivo de la Cuaresma, sobre el desafío personal de revertir la crónica obstinación con que el hombre rechaza a Dios. A uno de los chicos le había impresionado eso, aunque sin entender mucho...

A la hora de repartir los roles del pesebre viviente —delicado asunto— las catequistas se enfrentaban al inevitable deseo de todos los niños por ligar un rol más notorio. Todos querían hacer de José o María, y si no, de Rey Mago, o de Ángel, o al menos de pastorcito.

El chico mencionado sabía que no le costaría mucho ligar el rol que le interesaba, pues no era en absoluto de los más codiciados. Se acercó a la catequista y le dijo: yo quiero ser uno de los tantos posaderos a los que san José va a golpear la puerta pidiendo alojamiento. Y se lo dieron sin pestañar, claro. Era una breve línea, acompañada de un ademán de negación: —“No señor, aquí no hay lugar.”

Durante meses y meses hubo arreglos, ensayos, ajustes, repasos de libreto, de entradas y salidas de escena, y este posadero, sin fallar jamás, cumplía con su parte: —“No señor, aquí no hay lugar” —repetía con aire parco, meneando la cabeza.

Y llegó la noche de la representación. El pueblo entero estaba frente al amplio atrio de la iglesia, donde en gran despliegue escénico, se iniciaba la función. Magna obra: casi cien actores, con esmerados atuendos, delante de una escenografía majestuosa. No era en absoluto una puesta menor. Hasta suntuosa banda sonora tenía, y solemne locutor que con voz en off acompañaba el devenir del relato, con acotaciones, un tanto trilladas, pero piadosas al fin.

Y ahí avanza por el escenario una hermosa niña haciendo de encinta, de la mano de su José, quien golpea puertas, hasta llegar a la puerta de nuestro mencionado posadero. José no debía decir nada allí, pues la voz del relator estaba en pleno ejercicio, contando del drama en cuestión. Pero cuando todos los actores, catequistas, feligreses y la historia misma del relato aguardaban la delgada línea prevista —“No señor, aquí no hay lugar”— ocurrió lo imprevisto: el chico abrió la puerta de par en par, y con voz muy firme y ademán muy cortés espetó: —pasen, pasen, ya mismo les preparo lugar para ambos. Yo dormiré afuera, con los animales: será para mi un honor que el niño nazca en mi propia cama.

Y no conforme con ello, ante la mirada confundida de los jóvenes esposos, el mascullar del público y las grandes señas que le hacían las apuntadoras desde el foso, se arrodilló ante ambos y besando la almohadonada panza de la niña que hacía de María, completa su inédito libreto: —mía es la libertad para reescribir la historia y modificarla para siempre. El Niño, esta vez, nacerá en mi casa. Lo siento mucho.

Autor desconocido por esta redacción

¡Una fecunda Navidad para todos!

“Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”

Dios mostró su Rostro y su Proyecto de Amor y Salvación en Jesús, el Cristo.

Sabemos que Él vino “a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”

En estos días lo celebramos de manera especial, contemplando la ternura del Niño Dios en brazos de la Madre.

Ahora sabemos que Le podemos encontrar en los más pequeños, en la Creación entera que gime con dolores de parto...

Que la Palabra se siga haciendo carne entre nosotros
Que seamos testimonio de Su Venida y de Su Mensaje
Que los pesares devengan esperanzas
Que con alegría cantemos las Bienaventuranzas del Reino
Hasta que el Amor y la Verdad se encuentren, la Justicia y la Paz se abracen…

En la Fe, la Esperanza y la Caridad, los saludamos en esta Navidad

Proyecto 70 veces 7

jueves, 22 de diciembre de 2011

1974 – 2011, 22 de Diciembre

Hace 37 años moría un hombre de 41 años, padre de 7 hijos, como consecuencia de un ataque armado cuando salía de misa con su familia. Se llamaba Carlos Alberto Sacheri.

La acción se atribuyó al ERP 22 de agosto. Aunque otros la adjudicaron a la Triple A.

La causa – y aquí parece no haber dudas sino diferencias valorativas según sea quien opina – fue su prédica identificada con el nacionalismo católico y su denuncia de la infiltración del marxismo en la iglesia católica romana.

Hubiera sido bueno poder discutir con Carlos sus ideas, sus intuiciones, durante todos estos años transcurridos. Hubiera sido tan bueno como poder hacerlo con otros que perdieron la vida arrebatada por la violencia de los 70 que sembró la muerte en todos los campos ideológicos, y aun entre otros ajenos a las ideologías, incluso niños muy pequeños.

Víctimas…victimarios…agredidos…agresores…ofendidos…ofensores…triste balance en el que las identidades se difuminan porque hay víctimas que han sido victimarios, y victimarios que han sido víctimas, en esas vueltas que tienen la historia y la política, y en la subjetividad de la memoria.

De cualquier modo, uno es el nivel social de la discusión o de la investigación, y otro el delicado ámbito de lo personal, de la intimidad.

José María, el hijo mayor de Carlos y miembro de 70 veces 7, merece este recuerdo de su padre. Lo merece por su sufrimiento y por su compromiso con el perdón que es signo de confianza en la vida y de su fe en Dios. Hace un tiempo él relataba:

”Recuerdo que en el Hospital de San Isidro, en esa hora y media de sus últimos alientos que recuerdo con tanta nitidez, salió un médico para ir preparándonos, aunque a mis 14 años no la vi venir, y nos dijo ‘Miren que si sobrevive va a quedar muy mal’. Como en ese verano del 75 íbamos a ir al campo en Corrientes, me imaginé llevándolo por todos lados en silla de ruedas. Especialmente recuerdo una imagen que me fabriqué llevándolo en medio de un trigal auque en Corrientes no había trigales. Con todo lo que eso implica yo lo hubiese preferido vivo, postrado pero vivo”

Christian de Chergé, monje trapense asesinado en Argelia, dejó su testamento espiritual que ilumina también esta memoria dolorosa:

Si me sucediera un día –y ese día podría ser hoy- ser víctima del terrorismo que parece querer abarcar en este momento a todos (…) yo quisiera que mi comunidad, mi Iglesia, mi familia, recuerden que mi vida estaba entregada a Dios y a este país.

Que ellos acepten que el único Maestro de toda vida no podría permanecer ajeno a esta partida brutal. Que recen por mí.

¿Cómo podría yo ser hallado digno de tal ofrenda? Que sepan asociar esta muerte a tantas otras tan violentas y abandonadas en la indiferencia del anonimato.

Mi vida no tiene más valor que otra vida. Tampoco tiene menos.

Desearía, llegado el momento, tener ese instante de lucidez que me permita pedir el perdón de Dios y el de mis hermanos los hombres, y perdonar, al mismo tiempo, de todo corazón, a quien me hubiera herido"

Hay una belleza que el latín medieval expresó con el término bonicellum, “pequeño bien”. Es la belleza del amor crucificado, del don de sí mismo hasta el final. Es la belleza de creer en el bien y en el amor, no obstante todo y contra todo. Es la belleza de perdonar al enemigo, de presentar la otra mejilla al violento, de dar la vida por el otro. Es la belleza del que ama también a quien no lo ama o a quien no ama a nadie. Es la belleza que salva, que es la única salvación por la que vale la pena vivir y empeñarse. Es la belleza del exceso de amor. De este “pequeño bien” de este bien humilde y cotidiano que se pierde en la noche del servicio al prójimo, el mundo tiene necesidad hoy como nunca antes. Que Dios nos modele para ser instrumentos de su Paz.

Rezamos por Usted, Carlos, y por todos los muertos: los amados y aquellos a los que nos cuesta amar. Sabemos que está vivo en el presente eterno de Dios. Sabemos que escucha, cuida y ama. Háblele a Dios de su familia, háblele de nosotros, pídale por nuestro “pequeño bien”…

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Cantando Nuestra Esperanza: El alfarero

Cantando Nuestra Esperanza: El alfarero: (Ver video aquí) "El Señor dirigió esta palabra a Jeremías: - Baja en seguida a la casa del alfarero; allí te comunicaré mi palabra. Baj...

jueves, 15 de diciembre de 2011

Estamos a tiempo.

Cada vez que llegamos al fin de un año, tendemos a hacer el balance anual. Esto que recibí hoy no es para sonreir sino para ponerse serios y pensar que todavía estamos a tiempo, aunque no sabemos con cuánto contamos. "No permitas que la vida te pase a ti, sin que tú la vivas..." dijo don Walt Whitman

Esta bitácora recoge un artículo escrito por Bonnie Ware, una mujer que durante muchos años ha trabajado en una unidad de cuidados paliativos, atendiendo a enfermos terminales. Su trabajo, titulado “Regrets of the dying“, algo así como “Los lamentos de los moribundos”, recoge los cinco motivos más comunes de arrepentimiento de aquellos que están a punto de morir y que se ha encontrado a lo largo de su vida:

1.-"Desearía haber tenido el coraje de vivir una vida fiel a mí mismo, no la vida que otros esperaban de mí": Se trata del lamento más habitual de todo, ya que al hacer balance de su vida muchas personas descubren que no han llegado a cumplir una mínima parte de sus sueños. En muchas ocasiones, esto se debe a que optaron por hacer lo que creían que debían hacer, en lugar de lo que realmente querían.

2.-"Desearía no haber trabajado tan duro": Es el lamento más frecuente entre los pacientes que desearían haber pasado más tiempo junto a su familia, junto a sus hijos, en lugar de en su puesto de trabajo.

3.-"Desearía haber tenido el coraje para expresar mis sentimientos": Aquellos que reprimieron sus sentimientos para no enfrentarse a quienes los rodeaban se lamentan de haberse conformado con vivir una existencia mediocre y amargada, en la que no eran ellos mismos.

4.-"Desearía haberme mantenido en contacto con mis amigos": Al igual que muchas personas se arrepienten de haber descuidado a sus familias, es muy frecuente lamentar no haber cuidado lo suficiente de aquellas amistades verdaderamente importantes. Lamentablemente, cuando se está muy cerca de la muerte es imposible recuperar el tiempo perdido.

5.-"Desearía haberme permitido ser más feliz": Se trata de un reproche sorprendentemente común que se hacen aquellas personas que prefirieron engañarse a sí mismos y continuar con unas existencias en las que ya no eran felices, en lugar de enfrentarse a su miedo a cambiar de vida.

Para quien está en su lecho de muerte, hacer balance sin pensar en lo que los demás puedan pensar de él, puede resultar un ejercicio muy frustrante. Para todos los que todavía están a tiempo de cambiar sus vidas, puede ser una buena forma de corregir lo necesario para, llegado el momento, morir satisfechos con su existencia.

Aprovecha el día.
No dejes que termine sin haber crecido un poco, sin haber sido feliz, sin haber alimentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento. No permitas que nadie te quite el derecho de expresarte, que es casi un deber.
No abandones tus ansias de hacer de tu vida algo extraordinario...
No dejes de creer que las palabras y la poesía, sí pueden cambiar al mundo; porque, pase lo que pase, nuestra esencia está intacta.
Somos seres humanos llenos de pasión, la vida es desierto y es oasis.
Nos derriba, nos lastima, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continúa. Y tú puedes aportar una estrofa...
No dejes nunca de soñar, porque sólo en sueños puede ser libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores: el silencio. La mayoría vive en un silencio espantoso. No te resignes, huye...
"Yo emito mi alarido por los tejados de este mundo", dice el poeta;
valora la belleza de las cosas simples, se puede hacer poesía sobre las pequeñas cosas.
No traiciones tus creencias, todos merecemos ser aceptados.
No podemos remar en contra de nosotros mismos, eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que provoca tener la vida por delante.
Vívela intensamente, sin mediocridades.
Piensa que en ti está el futuro, y asume la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes pueden enseñarte. Las experiencias de quienes se alimentaron de nuestros "Poetas Muertos", te ayudarán a caminar por la vida.
La sociedad de hoy somos nosotros, los "Poetas Vivos".
No permitas que la vida te pase a ti, sin que tú la vivas...

domingo, 11 de diciembre de 2011

Después del 55, por Rodolfo López

La revolución de 1955 -que derrocó a Perón- despertó alegría en muchas personas, para mi papá en cambio fue el comienzo de largos años de luto. Yo ignoraba esa amargura hasta que una tarde -en 1957, tenía 7 años- la compartió conmigo. Lo acompañé como otras veces a la despensa del club de que era bufetero, depósito de mercaderías (el tesoro) que yo acomodaba con él en grandes estantes (era optimista creía que éramos empresarios), cuando en un gesto me indicó que prestara atención. Detrás de un escritorio donde guardaba precarios registros de contabilidad que le eran hostiles yacían escondidos dos grandes cuadros: los extrajo, les sacó el polvo, los puso frente a mí. El general Perón montaba un caballo blanco y oteaba el horizonte. La bella señora sonreía, ataviada con tapado de piel, aros y collar de perlas. El secreto, revelado así, despertó mi solidaridad con papá en asunto que debía ocultar por grave y oscuro motivo, pero las figuras en los cuadros permanecieron lejanas, las vi, por los ojos de papá con respeto, además, con desconfianza y temor. El antiperonismo leve de mi madre (familia isleña, radicalismo antiguo) jugó entonces papel en mi capacidad de comprensión. Palabras que ella decía habitualmente –parecían destinadas sólo a pelear con papá- de pronto adquirieron sentido amplio, regusto amargo. Menos me importaron, parado allí, comentarios de socios del club que recordé enseguida, que elogiaban a la Inglaterra imperial -socios a quienes mi papá insultaba por lo bajo, con voz suficiente para que lo escuchara- (los hijos fuimos para papá depositarios de su frustración), porque esos tipos comparados con mi viejo no eran nadie. Pero el mundo se había partido en dos pedazos: los cuadros no se ocultaban sólo a los socios del club sino también, fundamentalmente, a mamá, con pudor, con impotencia, con resignación; no estaban guardados en nuestra casa no eran secreto familiar que la pudiese unir. De un lado del mundo quedó mi papá, su soledad, dos amigos peronistas a quienes visitaba de vez en cuando -me llevaba con él-, las charlas que ellos mantenían sobre el nostálgico pasado, que confirmaban su identidad peronista (de las que fui testigo infantil) y del otro lado del mundo quedó mi mamá, mis dos hermanas mayores, lo demás. Aquella grieta me permitió atisbar cuando era niño -en pasado reciente, en incierto futuro- abismos de odio y consecuencias aún por venir. Corrió por ella sangre querida hasta hoy, no termina de cerrar corre peligro de abrirse; me remite -por necesidad de entender- al momento en que prometí lealtad a mis padres, amados, honestos y laboriosos. ——————————— 1955 no significo quiebre económico para nuestra familia, por el contrario. Papá cambió de club -y cantina- en Tigre, acompañado por mamá que lo ayudaba (yo lo haría), y fue recibido en el nuevo destino con salones llenos de clientes; nos proporcionaron allí una vivienda que ocupamos hasta 1965. El quiebre de mi papá tenía otros motivos. Antes había cedido en “amistoso alquiler” nuestra casa de San Fernando: (Construida con esfuerzo en 1950, fruto del peronismo, financiada por el Banco Hipotecario esa casa -disfrutada apenas- fue insólitamente entregada a “compañero peronista” que la devolvió no en 6 meses -así fue acordado- sino 12 años después en ruinas -Burla1º-, exigiendo y cobrando suculenta indemnización -Burla 2º-. Se amparó en ley de alquileres peronista -Burla 3º-, en vigencia, promulgada en segundo mandato por inflación creciente al desaparecer extraordinaria prosperidad de posguerra -Burla 4º-) Al tratar de entender aquel acto absurdo, cuyo origen no recuerdo sí sus amargas consecuencias, he pensado que mi viejo decidió dar vuelta de página a 1955 -reciente o próximo no lo sé-. Reparó de ese modo a su líder, incomprendido o injustamente derrocado -de quien era deudor- y devolvió el favor recibido de manera autodestructiva leal: dio “la vida por Perón”, como fue pedido entonces, como lo sería -dramáticamente- después. Y aunque los nuevos años en Tigre parecían alegres y auspiciosos para la gastronomía, y yo me permitía imaginar que papá abría su propio bar o un restaurante (ingenuos sueños) y que la empresa de simbólica unión familiar progresaba, eso nunca ocurrió. El camino del progreso se había roto para mi padre, la disolución de la familia estaba en marcha y mis hermanas -izquierdistas precoces- eran extrañas al club. Reproches de su mujer (mi mamá), indiferencia de hijas, clientes ávidos que reclamaban a toda hora atención eran el panorama de mi viejo en 1960, cuando yo tenía 10 y él 48 años (me hubiera gustado ayudarlo más); serena antesala de los ´70. Entonces mis hermanas que nunca fueron peronistas reivindicaron a Perón furiosamente (no era necesario, gobernaría poco después, incluso a pesar de ellas) paradoja de ese tiempo miserable: acaso por necesidad de acercarse a papá de quien se habían distanciado y de compensar nuestro despojo mediante símbolo que a él las uniera. Distintas utopías de la época (fueron varias: ingenuos, ambiciosos o perversos sueños) tuvieron el mismo desenlace: Escarmiento. Tronaría la terrible amenaza de Perón anunciada en Plaza de Mayo (Burla 5º). Y sería llevada a cabo con crueldad por “compañeros peronistas” (Burla 6º). Luego -recién-, militares completaron ilegal minucioso exterminio regodeándose, y pudieron exhibir en su favor decreto presidencial de Isabel que los “autorizaría” (Burla 7º). Máscara de odio cubría el rostro del líder agonizante al jurar venganza; al morir le sobrevivieron efectivamente sus deseos y también un desconocido mal peronista, hiperinflación de “Rodrigazo” (Burla 8º). (En los noventa, el peronismo que privatizó Los Recursos Naturales, y todo aquello que Perón alguna vez estatizó, constituiría una enorme Burla 9º). Ni entonces -ni nunca- pude objetar el vínculo que unía a mi padre con Perón o Eva, ambos de naturaleza mística, objeciones irreverentes frívolas. Al describir adulto al peronismo, movimiento político, monstruo de varias cabezas, que engendró amor o muerte -protegió y asesinó-, los he dejado a salvo. En resguardo de la memoria de papá y de mi identidad heredada de él. Pero frases “ética peronista” o “autoridad moral” (Burla 10º) no debieron repetirse. Siendo probable que el peronismo no sea partido -ni movimiento- sino rostro desmesurado abismal de única Argentina fuera de sí; proyección de oscuros fantasmas de resentimientos junto a bondad altruista. (Países milenarios que se asomaron a tales honduras no quisieron -por su bien- verlas después). En Argentina hoy la líder vuelve al pasado (no es necesario). Gobierna con personales dádivas a pobres (deudores nuevos sin casa propia -Burla 11- ), equivalentes símbolos (movimiento), culto a su personalidad y de esposo (cuadros de ambos), denuncia enemigos acérrimos (nuevos gorilas), hace bandera de división, y descansa en hechos lamentables y sangrientos invocando terrores profundos, grandes dolores (Burlas 12º y 13º). Sin saber que en 1972, cuando Perón regresó al país victorioso, en medio de gran euforia popular mis padres se reconciliaron -habían recuperado además nuestra casa- (siguieron así hasta 1992 año en que papá se suicidó), y entonces acompañé a mi madre a colmada calle Gaspar Campos, vimos al general e Isabel saludar, y corrimos a dar la buena nueva a mi viejo que, en cama enfermo, aguardaba noticias ansioso. Simpática postal (una en millones, posamos varios), ingenuos sueños, ¿sirvió para impedir la Gran Tragedia? Secuelas de Odio y de División, ¿Deben desde el poder alimentarse? Monstruo de varias cabezas insatisfecho -peronista y argentino-, ¿no pagará mezquina comida con violencia, vieja Burla renovada? ¿Lo calmaría tardío abrazo del líder al opositor?

Rodolfo López, Octubre de 2011.

Fuente: Pan Rayado, el blog de Tomás Abraham. Publicado:11 de diciembre de 2011

viernes, 9 de diciembre de 2011

Usos y abusos de la memoria - Resti Moreno Ortega, cp

En el contexto de la estructura de la interioridad del ser humano se dan cita las facultades de la memoria, de la voluntad, de la inteligencia y de la imaginación. Todas estas facultades están conectadas unas con otras; no se entienden aisladas, pues el ser humano es un todo unido y compacto. Así, por ejemplo, en la memoria hay un orden; en cambio, la imaginación se desarrolla sobre materiales de la memoria, pero los caotiza y los vuelve a ordenar de otro modo. Pues la imaginación tiene la finalidad, no sólo de conservar y ordenar los materiales de la memoria, sino sobre todo construir mundos alternativos que mitiguen la crudeza de la vida cotidiana. La imaginación, como desorden y orden, tiene como finalidad promover mundos alternativos.
La memoria, en cambio, es un elemento clave para poder construir la identidad personal. Cada “yo” representa una historia particular. En este caso, la memoria se vuelve esencial para poder responder a la pregunta “¿quién soy?” A la vez, la memoria tiene carácter aleccionador; toma nota de los errores o episodios graves y aprende de ellos: si son experiencias placenteras para el yo personal, para repetirlas si así lo desea; si se trata de experiencias desafortunadas, para evitarlas igualmente. El problema surge cuando nos preguntamos: ¿por qué seguimos cayendo en los mismos errores y caídas de todo tipo, si ya contamos con experiencias precedentes? En este caso, la memoria personal se sabe aplicar mejor la lección, es más aleccionadora que la memoria colectiva, que tiene más bien la función correctora. Por eso tiene tanta importancia el diálogo intergeneracional y el diálogo entre los diferentes grupos culturales. De cualquier manera, resulta difícil asumir la memoria del “otro”, en aquello que tiene de aleccionador o de “experiencia”, pues cada cual quiere ser artífice de su propio destino, e incluso tiene derecho a equivocarse por haber elegido su camino individual.
La memoria tiene una función emocional. Recuerda un episodio de su vida pasada, y se conmociona todo su ser, se aceleran todas las funciones de su organismo. Esto demuestra que la memoria no es aséptica ni imparcial. ¿Cómo narrar lo que me sucedió si cuando lo cuento estoy siendo afectado emocionalmente? ¿Qué grado de credibilidad tendrá este relato? Otro hecho corroborativo: ¿por qué no se hablan las personas de dos grupos antagónicos después de décadas de haber acontecido el suceso que generó el desencuentro? Y, cuando se trata de dos culturas, la de los vencedores y la de los vencidos, ¿por qué se sigue alimentando el rencor de los vencidos, así hayan pasado cientos de años del hecho en discordia? ¿Cómo evitar que lo “negativo” del pasado siga contaminando a las personas del presente? En esto tienen mucho que ver las políticas “educativas” vigentes. Cuando el problema es positivo, se mitifica y no pasa a más; la gravedad del asunto es cuando la “memoria” está herida. Sucede en este caso que no tenemos un dominio real sobre la memoria, tanto la personal como la colectiva. Al no tener soberanía sobre la memoria personal, puede suceder que queramos recordar algunas cosas importantes y no podamos, u olvidar ciertos episodios, por demás dolorosos, y tampoco podamos.
Es frecuente, también, ver cómo se tiende a magnificar la memoria, tanto a nivel personal como colectivo. Al respecto, observamos la ampulosidad de muchas personas grandilocuentes y rimbombantes, sobre todo, de ciertos profesionales que inundan las paredes de su despacho de las “batallitas” ganadas enmarcadas en un cuadro, o la exhibición de ciertos curriculum vitae profesionales. Por estos ejemplos nos damos cuenta que el uso que hacemos de la memoria es caprichosa: ponemos lo que queremos y expurgamos de nuestra historia personal aquello que podría sonrojarnos ante los demás. Creemos que podemos administrar la memoria a nuestro antojo, pero otras veces nos domina y nos delata. A nivel colectivo, sucede algo parecido pero la magnificación se dispara: Por ejemplo, ¿quién escribe la historia? Generalmente los vencedores y los que detentan el poder económico, político y mediático. La historia de los “vencidos” no tiene relevancia, al catalogársela como subversiva o poco realista. Interesante, también, es la siguiente pregunta: ¿qué historia tiene que saber un niño en la escuela? ¿Quién escribe esa historia? ¿Cómo sería una educación desde la mirada de las víctimas? ¿Por qué se manipula tan fácilmente a los niños en este caso cuando sabemos que estos contenidos van a tener consecuencias incalculables? En las supuestas “democracias occidentales”, ¿la historia “contada” será diferente dependiendo del partido que esté en el poder? Sabemos que un relato histórico tiene una gran capacidad para promover sentimientos y levantar pasiones de alta tensión.
Una última cuestión es cómo sanar la memoria, tanto a nivel personal como a nivel colectivo. Nos parece que quienes más han avanzado en este terreno son los famosos libros de “autoayuda”; también, la psicología y la religión; ésta última siempre ha tenido presente este aspecto de la realidad humana, aunque no lo haya logrado en más de una ocasión por haber puesto el empeño en un voluntarismo nefasto. La sanación de la memoria nos lleva directo a la cuestión del perdón. Si a nivel personal e interpersonal es difícil, a nivel de grupos y culturas aún es mucho más difícil un perdón que lleve a renacer de nuevo. Por ejemplo, ¿qué tienen que hacer con la memoria las víctimas? ¿Cómo hacer para que la memoria, personal e histórica, no se convierta en obstáculo y freno para avanzar hacia el futuro? Todo, o cualquier cosa, menos la amnesia.
Pareciera que los mejores teóricos sobre este asunto, Paul Ricoeur y Tzvetan Todorov, han avanzado mucho en este campo, pero no tienen las cosas tan claras. Tzvetan Todorov, en su llamativo librito Los abusos de la memoria, hace una crítica demoledora de los usos y abusos que se han cometido con la “memoria colectiva” en la cultura occidental: la memoria se ha suprimido en muchos casos, o bien se ha maquillado o transformado. “Arrojados a un consumo cada vez más rápido de información, nos inclinaríamos a prescindir de ésta [la memoria] de manera no menos acelerada; separados de nuestras tradiciones, embrutecidos por las exigencias de una sociedad del ocio y desprovistos de curiosidad espiritual así como de familiaridad con las grandes obras del pasado, estaríamos condenados a festejar alegremente el olvido y a contentarnos con los vanos placeres del instante. En tal caso, la memoria estaría amenazada, ya no por la supresión de información sino por su sobreabundancia”
Para la recuperación de la memoria, en la sociedad occidental, el recurso a la memoria y al pasado está siendo sustituido por el que se origina a partir del consentimiento y de la elección de la mayoría. Es así como la memoria ha sido destronada. Tanto en la ciencia como en el arte occidental la memoria ha perdido muchas de sus prerrogativas. Se sigue anteponiendo la libertad a la memoria.
Si nos fijamos en Paul Ricoeur, el objetivo de su propuesta es que no exista una subordinación entre la memoria y la historia, sino una dialéctica entre las dos. La historia debería partir de los testimonios de la memoria y su objetivo, en tanto remedio, debería ser el de instruir, iluminar a la memoria y desenmascarar los falsos testimonios.
Dentro de los abusos de la memoria, el filósofo francés también reconoce distintos aspectos que deben analizarse. El primero de ellos son las patologías de la memoria, luego sigue la memoria manipulada, y concluye con la memoria obligada. Frente a la instrumentalización de la memoria, P. Ricoeur considera que “el núcleo del problema es la movilización de la memoria al servicio de la búsqueda, de la petición, de la reivindicación de la identidad”.
Y se pueden encontrar dos posible interpretaciones sobre el deslizamiento del uso al abuso de la memoria. La primera se basa en el concepto de “memoria impedida” (H. Rousso); a la otra explicación se la denomina “la era de las conmemoraciones” (P. Nora). P. Ricoeur se hace eco de la denuncia de Todorov al frenesí conmemorativo, y reprocha el pacto entre memorización, rememoración y conmemoración: “Historia enseñada, historia aprehendida, pero también historia celebrada. A la memoria forzada se le agregan las conmemoraciones convenidas. Un pacto dudoso se establece así entre la rememoración, memorización y conmemoración”.
Ricoeur considera que los abusos de la memoria se producen en la memorización.

PARA EL CAMINO, PARA SEGUIR PENSANDO Y BUSCANDO LA VERDAD

Fuente: Padres Pasionistas. Provincia de la Sagrada Familia (Apuntes para el camino)

domingo, 4 de diciembre de 2011

El problema del mal - Enrique Valiente Noailles

La prensa noruega informó que el asesino confeso de 77 personas, Anders Behring Breivik, quien podría evadir la cárcel debido a una evaluación psiquiátrica, se sintió ofendido porque el informe lo reconoce como demente. Breivik, autor de la masacre perpetrada el 22 de julio último, dijo a la policía sentirse resentido por las valoraciones psiquiátricas que lo declaran peligroso para la sociedad por su condición psicótica, su carácter suicida y su carencia de empatía humana. El equipo de psiquiatras designados por el tribunal afirmó que el asesino sufre de delirios de grandeza y extrañas alucinaciones. Breivik rechazó el informe. "Parecía no aceptar las conclusiones. Se sentía insultado", dijo Christian Hatlo, abogado de la policía de Oslo que interrogó a Breivik después de que éste conociera la noticia. En una palabra, no quiere ser declarado inimputable. Este hombre reivindica su derecho a ser malo, frente a herramientas psiquiátricas que descreen de ello. Esto recuerda algo que observaba Baudrillard: ¿por qué se imputan los actos criminales y las anomalías a un proceso químico y biológico, y jamás las virtudes ni las buenas acciones?

Someter a peritajes psiquiátricos sólo al mal muestra, en el fondo, nuestro escepticismo ante él, nuestra dificultad para creer en su existencia autónoma y, sobre todo, para aceptar que sea algo más que una anomalía. Nos sentimos más proclives a pensar que hay una predeterminación en el caso de obrar mal que en el caso de obrar bien. Imaginemos que se sospechara del mérito de la Madre Teresa de Calcuta, alegando que sólo bajo los efectos de alguna situación mental no del todo sana uno puede dedicar toda su vida a confortar vidas ajenas. Algún grado de insania hay que tener para ofrecer la otra mejilla ante una bofetada, o para estar decidido a morir de hambre para frenar una situación de violencia, como Gandhi. Hay que tener algún grado de inconsciencia para adoptar la heroicidad del bien, pero jamás habremos de imputarlo a una enfermedad mental, aun si las condiciones objetivas de la santidad se parecen en todo a un desvarío.

Algunas reflexiones pueden agregarse. La primera reflexión es que el verdadero castigo que se ha decidido propinar a Breivik es desproveerlo de su imputabilidad. Quitarle la responsabilidad plena sobre sus actos es, en cierto sentido, disminuirlo como ser humano, por más perversos y atroces que hayan sido esos actos. De allí que para él sea inaceptable. La segunda reflexión es que lo peligroso del mal es que no resulte verosímil. Su herramienta más sutil puede ser exactamente ésa. La humanidad ha dado muestras sobradas de su capacidad para el mal, de su expresión autónoma y de que no admite ser considerado un desvío transitorio ni un faltante o sobrante de algún químico en el cerebro. El camuflaje más perfecto para el mal es que sea considerado una anomalía. Cuando no se ha tomado en serio, cuando se ha minimizado o intentado apaciguar sus expresiones, se ha terminado en catástrofes humanitarias. La tercera es que tal vez los crímenes más inexplicables emerjan justamente cuando el mal pierde verosimilitud. Porque siempre habrá quien sienta la tentación de quebrar la imagen bondadosa de la humanidad, desde Caín y Abel en adelante...

Fuente: La Nación

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Los beneficios de perdonar y pedir perdón - Eduardo Chaktoura

Saber perdonar, y pedir perdón, es una experiencia liberadora que equilibra la salud física y emocional. Con la llegada de las fiestas, muchos toman conciencia de la necesidad de recuperar los abrazos.

Perdonar siempre estuvo vinculado con un cierto orden moral o religioso. Sin embargo, por estos tiempos, el perdón se convirtió en un tema de interés científico, promovido fundamentalmente por la psicología positiva, que cree conveniente destacar las fortalezas y los aspectos “salugénicos” del hombre como un paso próximo a la sanación.

Precisamente, estudios realizados en los últimos 10 años certifican que quien perdona o pide perdón mejora su salud física y mental. Se cree que el perdón aumenta la autoestima e influye en la superación de estados depresivos y sentimientos de duelo; puede evitar, incluso, desajustes cardiovasculares.

La doctora en psicología Martina Casullo, investigadora del Conicet, fue una de las promotoras de la investigación de este tema en la Argentina. En 2006, condujo una encuesta realizada a 1715 personas de la Capital y el Gran Buenos Aires, sobre la importancia de perdonar y las razones para hacerlo. Por entonces, se supo que gran parte de la población considera que perdonar es importante y que las mujeres perdonan más que los varones (95%, frente al 88% de los hombres). Ellas perdonan para, eventualmente, ser perdonadas, y consideran el perdón como un indicador de inteligencia. Los hombres suelen perdonar para olvidar y seguir adelante.

Quienes no creen en la posibilidad del perdón se sienten limitados y se justifican alegando que “es difícil perdonar y pedir disculpas”, “depende de la situación”, “el rencor puede ser más fuerte”, “sólo Dios perdona”, “no vale la pena”.

Las concepciones sobre el tema son diversas. “Los autores que investigan sobre «la figura del perdón» tienen dificultades en definir si «perdonar» es una capacidad, una virtud o un aspecto de la personalidad”, anticipa Javier Camacho, doctor en Psicología Clínica (UBA) y director de la Fundación Foro, dedicada a la enseñanza e investigación en el campo de la salud mental.

“El perdonar es un proceso interno -explica Camacho- que se permite la persona perjudicada. Es un trabajo tan personal e individual que, a veces, no es necesario que quien haya provocado el daño pida perdón. Muchas veces, el victimario no quiere o no puede disculparse, ya sea porque no tiene la capacidad para hacerlo o porque ya no está presente, porque se ha ido o ha muerto. Sin embargo, pese a que nunca exista el pedido, hay quienes necesitan y pueden perdonar.”

En otro estudio, realizado en 2005 en la Universidad de Tennessee, con personas de la población en general sobre las razones para perdonar, un 30% de los encuestados relacionó el perdón con la importancia de la relación interpersonal que está en juego; el 26%, con la propia salud mental y el bienestar psicológico; el 21% admitió que es necesario perdonar para ser perdonado; un 20% dijo que se puede perdonar cuando quien causó el daño pide disculpas, y el 11% alegó cuestiones religiosas.

En el mundo del pedir perdón/perdonar siempre hay una víctima y un victimario o transgresor. Alguien se siente agredido, dañado o perjudicado por un otro, intencionado o sin ánimo de haber transgredido ninguna norma o regla de convivencia. Es un escenario tan subjetivo que puede estar embarrado por extremas evidencias así como apenas salpicado por sutilezas insignificantes. Cuántos amigos, parejas y familias se perdieron porque alguien no supo perdonar o pedir perdón a tiempo.

“Obviamente, hay situaciones muchísimo más difíciles de perdonar que otras -aclara Camacho-. No se puede comparar, por ejemplo, el perdón de un padre al asesino de su hijo o el perdón de la víctima a su violador, que el perdón que pueda merecer quien nos haya robado, mentido o engañado.”

Hay tantos niveles de perdón y posibilidades de perdonar como emociones, afectos, recuerdos y sentimientos puedan implicarse entre las partes. Más allá de las subjetividades, el perdón esconde un acto supremo de sanación personal.

Diversos estudios coinciden en que el pedir perdón/poder perdonar se vincula con la posibilidad de renunciar a sentimientos de enojo y resentimiento. En los reiterados escritos de la doctora Casullo se hace alusión a que “quien perdona se libera de un vínculo de apego negativo con aquella experiencia traumática”. La persona logra neutralizar o darle un significado positivo a lo que pudo haberlo dañado.

“Si se logran desarrollar sentimientos positivos hacia quien fue percibido como ofensor -explica Casullo-, la persona puede o no intentar una reconciliación. Por ello, estos autores no consideran que reconciliarse sea una parte necesariamente constitutiva del hecho de perdonar.”

“El perdón es liberador y libera a quien perdona -asegura Javier Camacho-. Se vive como un desprenderse de una mochila, de un peso, de una carga muchas veces insoportable. Recuerdo haber leído hace muchos años a Louise Hay, en un famosísimo best seller mundial, contando su propia experiencia de perdonar a su victimario, que había abusado sexualmente de ella, y lo liberador y sanador que fue poder perdonarlo. De haber sido abusada y golpeada durante tanto tiempo, Louise Hay se convirtió con los años en una famosa escritora estadounidense que popularizó los libros de autoayuda y superación personal.”

Hay quienes creen que debemos aprender a liberarnos del dominio de la persona que nos ha herido. Todo indica que perdonar libera la memoria y nos permite vivir en el presente, sin idas y vueltas a ese pasado doloroso.

Así como perdonar no significa recomponer vínculos (reconciliación), poder perdonar no excluye la opción de reclamar justicia. Perdonar no es justificar, excusar u olvidar. Perdón no implica indulto, pero tampoco debería promover el ánimo de venganza. Desde el punto de vista psicológico, hay tres caminos de manejar el odio, el resentimiento y la bronca: negarlo, vivir enojados, perdonar.

Interrogante¿Por qué unos pueden perdonar o pedir perdón y otros no? Recordemos las respuestas típicas de la encuesta realizada en Buenos Aires en 2006: “Es difícil perdonar y pedir disculpas”, “depende de la situación”, “el rencor puede ser más fuerte”, “sólo Dios perdona”, “no vale la pena”. Habrá otros motivos, por cierto. Tantos, como historias posibles de afecto y desengaño.

Más allá de la gravedad de los hechos que pudieran merecer el perdón, está la capacidad o grado de dificultad de las personas involucradas en el acto.

“Hay personas que tienen dificultades intrínsecas, se ofenden fácilmente y suelen ser más resentidas -detalla Camacho-; otras, en cambio, suelen tomar las situaciones de perjuicio en forma más liviana y pueden perdonar con mayor facilidad.”

“Las razones para perdonar no tienen mucho que ver con la empatía o el altruismo. En general -explicaba Casullo-, se asocia el perdonar con la superación de sentimientos negativos, y se lo concibe como una manera de sentirse mejor con uno mismo.”

“Hay personas que piensan que no pueden perdonar, que no saben, que todavía es muy doloroso; es importante que se puedan desprender de eso que les genera tanto dolor; es fundamental explicarles los beneficios que genera esa acción”, considera el director de la Fundación Foro.

Quienes definen el perdón en términos de rasgo de personalidad lo consideran una virtud o disposición de la “inteligencia espiritual”, relacionando la capacidad de perdonar con la humildad y gratitud. Se cree que el narcisista, los egoístas, o el que pasa por la vida compitiendo sin permitirse la más mínima capacidad de fallar, no son compatibles con la posibilidad de descubrir los beneficios del arte del perdón.

Tal como plantea Casullo, “el desarrollo de la capacidad de perdonar debería integrar programas de promoción y prevención de la salud, porque son muchas las personas que podrían beneficiarse si tuvieran la posibilidad de hablar y reflexionar sobre el tema”.

El pedir perdón/perdonar, ¿se enseña?, ¿se aprende?, ¿se nace?, ¿se hereda? Nadie puede comprobarlo. Pero algo de todo esto hay en el camino del hombre, repleto de aciertos y errores, en busca del bienestar y la felicidad.

Si, como hoy certifica la ciencia, “perdonar nos acerca al bienestar y a la felicidad”, la terapia del perdón se impone para quien se precie de cierta inteligencia y talento emocional. Decía Mark Twain: “El perdón es el perfume de las violetas en el taco de quien acaba de pisarlas”.

UNA ACCION QUE TIENE SUS BENEFICIOS

Pedir perdón/perdonar implica lograr el desarrollo de una actitud comprensiva y flexible.
Es reconocer que podemos equivocarnos, tanto a la hora de “haber dañado” a alguien como cuando “nos sentimos dañados” por otro u otros. Muchas veces magnificamos o interpretamos en forma equivocada aquello que en aquel momento nos resultó ofensivo. Por esto, algunos autores no consideran que el acto de perdonar sea beneficioso, dado que algunos sujetos más vulnerables pueden experimentar la revictimización en los vínculos interpersonales.
Implica un cambio, una instancia superadora, una mutación emocional; es haber podido ver más allá de la acción y de quien pudo habérsenos puesto por delante.
Es saber ponerle fin a un ciclo de dolor personal o generacional.
Es una posibilidad mucho más próxima a ser perdonado o a que nos pidan perdón.
Más allá de los resultados, puede ser la mejor acción de compromiso que podemos enseñar; vivir en familias enojadas es una de las mayores inseguridades que podemos ofrecerles a nuestros hijos.
Conlleva muchos otros beneficios que cada uno sabrá recoger en la experiencia personal del pedir perdón/perdonar.
Pida perdón/perdone y comparta su experiencia.

Publicado por LA NACION REVISTA, domingo 12 de diciembre 2010.-

domingo, 27 de noviembre de 2011

Reflexión válida para otros contextos

Carta a mis hermanos de Eta - José Ignacio González Faus, teólogo

Había enviado esta carta antes de vuestro anuncio. La rehago gustoso a cambio de vuestro cese.

1º.- Mirada hacia fuera. Os invito a ver la película danesa “En un mundo mejor” (Oscar a la mejor película), cuyo título original era Venganza. Pone de relieve tres cosas: la absoluta necesidad del perdón en nuestras vidas; nuestra radical incapacidad para perdonar, y la irrefrenable demanda que nos posee de ver sufrir a quien nos ha hecho sufrir. (Más algunos flecos sueltos sobre las historias de dolor infantil que han gestado a tantos verdugos y sobre lo extremo de situaciones en que puede verse metida la decisión de perdonar).
El perdón es gratuidad. No basta con darlo si lo pide el otro: porque esto ya sitúa al perdonador en posición de superioridad. Debe ser otorgado aunque no se haya pedido, sin que eso signifique dejar manos libres al verdugo para que pueda seguir matando. Esa gratuidad del perdón pone al verdugo en situación de redimirse (aceptando el perdón que se le da) o condenarse él si lo rechaza. Desde aquí quisiera comentar vuestro cese -¡por fin!- definitivo.

2º.- Mirada hacia dentro. Habláis en el comunicado de cosas que quedan pendientes. Algunas de ellas (referidas a presos y entrega de armas) habrán de gestionarlas los gobiernos. Pero a vosotros os quedan otras dos: a) Euskadi convertido en un lugar de terror: mirar bajo el coche cada día, no poder ni ir al baño sin el guardaespaldas detrás, soportar pintadas chulescas, despectivas y amenazadoras en la puerta de casa… De esto se hablaba poco; pero habéis dejado vuestro país polucionado con un smog de odio impresionante. Si de veras aceptáis la democracia habréis de empeñaros en reconstruir la convivencia. Y b) Ello obliga a pensar en las víctimas que causasteis. Reconciliarse sólo es posible cuando cada parte hace suyo el sufrimiento de la otra, sin limitarse a “reconocerlo” teóricamente. Porque si mi propio dolor me duele, y el del otro no, siempre tendré a mi favor la ventaja y el derecho que da el mero hecho de sufrir.
Por eso evoco una víctima que es vuestra en el doble sentido del término: era de vuestro grupo pero la matasteis vosotros. Me refiero a Yoyes: no dejo de preguntarme qué será hoy de su hijo, que vio caer a su madre a manos de uno de vosotros. Yoyes es el símbolo de algo que os falta todavía reconocer: que el odio asesino no conduce a ninguna parte, ni a vosotros como personas humanas ni al pueblo vasco, tanto en lo político como en lo cultural. Nunca negué que en Euskadi exista un conflicto histórico (ni quisiera olvidar cómo trató el franquismo a muchos vascos sólo por hablar en euskera). Pero os toca reconocer que vuestra reacción ante él fue tan desproporcionada que os privó de toda la razón que pudierais tener: si el conflicto tenía una intensidad de cinco, vuestra reacción la ha tenido de nueve o diez. Y el problema en los conflictos humanos no es sólo si se tiene o no razón sino cómo se usa la razón que se tenga.

3º.- Cara al futuro. Personalmente, me alegra que se acabe ya el fundamentalismo ilegible de vuestros comunicados. Si alguno de vosotros vio de niño la película Quo Vadis, recordará cómo Petronio (árbitro de la elegancia romana) le dice a Nerón: “asesina, pero no cantes”. Confieso que algo así me sugerían vuestros comunicados: “asesina pero no hagas declaraciones”. Porque era ridículo arrogarse una representación que nadie os ha otorgado y muchos vascos os niegan. Pero además porque su imperturbable distorsión de la realidad os volvía ridículos si no fuerais criminales.
No comparto (aunque pueda comprenderlas) muchas reacciones ante vosotros que confunden la paz y la justicia con la revancha, y dan la sensación de preferir que haya algunas muerte más a cambio de no renunciar al placer de veros humillados y derrotados. Mal camino: porque todos nuestros odios y rencores sirven siempre para alimentar al enemigo en lugar de destruirlo, y para debilitarnos a nosotros en lugar de sanarnos. Prefiero fijarme en otras gentes admirables a las que dejasteis viudas o huérfanas y han sabido perdonar con una grandeza de ánimo increíble.
Tampoco deberíais olvidar a Txelis y otros que se adelantaron a reconocer que el terrorismo no sólo es políticamente ineficaz sino éticamente reprobable, y a quienes vosotros excomulgasteis. Porque ahora os toca enfrentaros con vuestra historia y vuestro fracaso: con el error de planteamiento a que os condujo la ceguera inherente a todo nacionalismo, grande o pequeño, y con la sarta de crímenes resultado de aquel error. Enfrentaros con eso y asumirlo. Como decimos a algunos enfermos que deben aceptar que están enfermos como primer paso para poder curarse.
No puedo deciros que teníais razón y que no os habéis comportado como criminales. Pero os aseguro que vuestros crímenes pueden quedar como no hechos en el juicio definitivo sobre la historia. Este es el significado del perdón cristiano. Incluso añado, parodiando a Jesús, que algunos de vosotros podrían entrar delante de nosotros al Reino de los cielos.
Pero eso ya sólo depende de vosotros.

Fuente: Redes Cristianas

viernes, 25 de noviembre de 2011

Escuelas de Perdón y Reconciliación (ESPERE)

POR LA PAZ – Joxe Aregi

Fragmentos de "A Arantzazu por la paz"


(…) Creo en la paz, fruto de nuestra tarea, regalo de Dios. “Que los montes traigan paz y los collados justicia”, rezaba el salmista bíblico, no porque esperase que la paz llegaría por sí misma de los montes y de los collados, o del cielo, desde fuera y desde lejos, como llega una caravana extranjera. Bien sabía el salmista que la paz y la justicia han de germinar en nuestros valles, que todos los dones del cielo han de brotar en nuestra tierra, que Dios nace y viene de esta frágil arcilla que somos, de este barro que Él/Ella misma anima pacientemente.

(…) Creo que cuando oramos a Dios por la paz, Dios ora en nosotros, Dios nos reza: “¡Oh mis sufrientes criaturas, acoged la paz, vivid en paz, haced la paz!”.

Creo que debemos orar de tal manera que, al orar, nuestros montes traigan paz y nuestros collados justicia, la paz y la justicia germinadas en los valles. De tal manera que, al orar, nos hacemos creadores como Dios y anticipamos, aunque sea por un instante, el sábado del descanso.

(…) yo también creo en “la defensa eficaz de los derechos individuales y colectivos, y la promoción de las vías pacíficas para la solución de los conflictos”. Creo en “el respeto al derecho a la vida, el cultivo de la tolerancia y del diálogo, la reconciliación, el perdón y el acercamiento sensible a quienes han sufrido violencia, el respeto a la identidad (…) Creo en todos los esfuerzos que “puedan seguir contribuyendo al logro de la paz definitiva en la justicia”.

Creo en la paz, aunque nunca haya sido y nunca llegue a ser plena hasta que amanezca del todo el séptimo día de la creación. Creo en cada instante de paz que hace que el tiempo se expanda hasta el fin de los tiempos, cuando el lobo y el cordero habitarán juntos. Creo en cada gesto y actitud que promueven la paz.

No creo en la paz del poder. Creo en el poder de la paz. No creo en la paz de unos contra otros, en la que el odio, la venganza y el resentimiento no quedan vencidos en todos, pues reaparecerán en la próxima guerra. Creo en la paz hecha por todos, como si no hubiera elecciones a la vuelta de la esquina. Creo en la paz para todos, en la que todos ganan.

Creo en la paz fundada en la memoria. Todos estamos muertos mientras no podamos contar a alguien nuestra historia, con todas sus sombras, y no sea recogida por alguien como en un vaso precioso para ser restaurada e iluminada poco a poco, suavemente.

Creo poco en la contabilidad de las víctimas; tal vez habrá que hacerla también, aunque la lista nunca sea completa. Creo sobre todo en cada historia personal concreta. Creo que todos los relatos de dolor han de ser escuchados, uno a uno, cada uno como si fuera único, con compasión, con calma, sin prisa.

Y no creo en la memoria que se empeña en seguir aferrada al pasado y a todas sus heridas. Perdón, también creo en esa memoria herida, mientras no sea posible otra cosa, pero creo en la sanación de la memoria capaz de resistir y de esperar, de renovar y de crear. Creo en la memoria del futuro, en la fe compartida de otro porvenir común y posible. Creo en la memoria sanada que nos hace revivir.

Creo en la paz de la justicia. La paz es el fruto de la justicia. Pero no creo en la justicia del castigo y de la venganza, sino en la justicia que busca dar a cada uno – primero a la víctima, pero también al victimario – aquello que necesita para vivir y ser mejor, en paz.

Creo en la justicia empeñada no en que el delincuente expíe, sino en que se humanice. Creo en la justicia interesada no por dictaminar acerca de la culpa, sino por promover la responsabilidad que transforma. Creo en la justicia inspirada por este sencillo y elemental criterio, la regla de oro de toda conducta justa: “Trata a tu prójimo como querrías ser tratado por él”.

Ponte en el lugar de la víctima. Ponte también en el lugar del encarcelado. Esa regla no falla nunca, y la entiende cualquier niño. ¿Será mucho pedir que la entiendan los partidos políticos y aquellas/os que (…) serán elegidos para representarnos? Claro que es muy difícil atenerse a esa regla. Por eso es tan difícil vivir en paz. Pero mucho más difícil aún es vivir sin paz.

(…) Creo en la paz que brota de nuestra oscura, sagrada tierra. Creo en la paz que baja del cielo, como baja la luz al amanecer desde la cumbre hasta el valle y que sube como sube al atardecer la sombra tranquila hacia la peña. Desde Dios hasta Dios, de paz en paz.

(Publicado en el Diario DEIA)

jueves, 24 de noviembre de 2011

Nunca nadie les ha pedido ni siquiera perdón...

Fuente:RTVE.es

La guerra civil en El Salvador fue un conflicto largo y sangriento, por el que pasaron muchos de los mejores reporteros de guerra del momento y que se convirtió en parte de su memoria sentimental y profesional.

Pero hoy El Salvador apenas ocupa espacio en los telediarios o en los periódicos. Cosas de la geoestrategia mundial, que ha trasladado el foco de los medios a países como Iraq o Afganistán y ha convertido a Centroamérica en una región medio olvidada informativamente hablando.

Así que cuando el equipo de En Portada llegó a San Salvador tuve una curiosa sensación de salto en el tiempo. Además, íbamos a hurgar en el recuerdo de un episodio también casi olvidado, la matanza de los jesuitas en la Universidad Centroamericana, que ha vuelto a tener cierta actualidad al ser uno de los casos que investiga la Audiencia Nacional en virtud del cada vez más polémico principio de justicia universal.

El caso Ellacuría, eso fue evidente desde el primer momento, es un caso molesto, que se enmarca de lleno en el debate sobre la llamada memoria histórica, muy actual en España. Además, nosotros llegamos a hacer preguntas incómodas en un periodo sensible, durante la campaña electoral de las presidenciales.

Fue muy significativo el silencio de algunos miembros de la jerarquía eclesiástica y, sobre todo, de algunos políticos. Y fue curioso comprobar cómo el discurso de los que prefieren que no se sepa la verdad es siempre el mismo: No hay que reabrir heridas, hay que mirar hacia delante, es mejor no remover el pasado.

En una pequeña localidad al norte del país, llamada Ignacio Ellacuría en honor al sacerdote jesuita, dos humildes campesinas nos contaron cómo, al final de la guerra, sus hijos pequeños fueron masacrados en un bombardeo del Ejército. No está claro si fue deliberado o un error, pero casi 20 años después, ellas se mostraban dolidas sobre todo porque nunca nadie les ha pedido ni siquiera perdón.

Esas madres, como muchos otros salvadoreños, no olvidan. Con su testimonio, que nos emocionó en muchos momentos, cobra su sentido la necesidad de mantener lo que llaman "memoria histórica". Sus heridas sólo se cerrarán cuando se conozca toda la verdad de lo que ocurrió en aquellos años.

Hay que definir qué nos interesa como sociedad - Eugenio Gimeno Balaguer

Existe disconformidad con la cuestión educativa, sobre todo con los énfasis y los resultados. Con los énfasis, porque muchas veces se coloca el acento en los medios y no en los fines; por ejemplo, cantidad de escuelas que se proyectan o realizan y menos en la calidad de los planes de estudio y de la enseñanza. Con los resultados, porque “producimos educandos” que en su mayor parte no trabajarán en aquello para lo cual se han formado. Estamos en la era del aprendizaje, cuya contracara será cada vez más la exclusión y la marginalidad.

El diagnóstico que hace unos años hicimos (“El revoltijo de la educación”, en La Voz del Interior , 29 de mayo de 2004) contemplaba tres aspectos: aumento de la agresividad, degradación de la convivencia y deterioro de la disciplina.

Este diagnóstico no ha variado mucho en el sector educativo. Las causas, según los padres, eran: “Nuestros hijos no nos hacen caso; se acuestan muy tarde, casi de madrugada, y el sistema educativo es ineficiente”. En tanto, los docentes decían que existía una “incompetencia o claudicación formativa” de las familias, que no sabían inculcar los mínimos hábitos de comportamiento a los futuros alumnos.

Comprensión. “Llega a ser el que eres”, recomendaba Píndaro, poeta griego. Lo específico de la sociedad humana es que sus miembros se conviertan en modelos para los más jóvenes de modo intencional y deseado.

Aunque a lo largo de la historia se dieron distintos modos de “ paideia ” (ideal educativo griego), se puede atribuir en el momento tardío del helenismo la inauguración de una distinción binaria de funciones que de alguna manera todavía está entre nosotros: la que distingue en educación propiamente dicha, ejercida por un pedagogo, y la instrucción, ejercida por un maestro.

El pedagogo pertenecía al ámbito interno de la familia, era un educador en los valores de la ciudad, formaba el carácter y velaba por la integridad moral. Su educación era indispensable para ocupar roles en la polis , en la vida activa.

El maestro era un colaborador externo y enseñaba conocimientos instrumentales, necesarios para la vida productiva.

Hoy, esta contraposición entre educación e instrucción es obsoleta. No se puede educar sin instruir y viceversa.

En la familia, las cosas se aprenden de una manera diferente, en un clima de afectividad. La educación familiar funciona por vía del ejemplo, no por sesiones discursivas de trabajo, y está apoyada por gestos humanos y compartidos, lo que llamo “hábitos del corazón”.

Por eso, sólo lo que se aprende en la familia tiene una indeleble fuerza persuasiva que, en los casos favorables, sirve para fijar principios moralmente estimables y, en los desfavorables, prejuicios que más tarde serán imposibles de extirpar.

Para que una familia funcione educativamente, es imprescindible que alguien asuma el rol de adulto y ejerza la autoridad, que consiste en ayudar a crecer.

Revisando estos y otros intentos educativos, vemos que la crisis de la educación ya no proviene de la deficiente forma en que se cumplen los objetivos sino de “no saber” qué finalidad debe cumplir y hacia dónde orientar sus acciones, ya que no es lo mismo procesar información que comprender significados.

Qué podemos hacer. La desaparición de toda forma de autoridad en la familia no predispone a la libertad responsable sino a una forma de caprichosa inseguridad que, con los años, se refugia en formas colectivas de autoritarismo. En un aparente enredo de círculos viciosos y de culparse mutuamente, creemos no poder hacer nada, cuando sería mejor que pensáramos qué podemos hacer.

Hay que tomar conciencia de que lo que hace cada uno o deja de hacer repercute en el todo social, cuyos efectos pueden no ser inmediatos, pero sin duda se darán. Y así, en pocos años tendremos la sociedad que hoy estamos “fabricando”.

Lo que aparece como un rasgo común es la falta de exigencia y autoexigencia de los protagonistas educativos, salvo excepciones, a veces motivada por inseguridad, por inadecuadas condiciones, por miedo, por pereza, por estrés, etcétera.

Otro elemento es la mala pedagogía de los derechos que poco a poco nos ha conducido a una cultura del reclamo y de la protesta, en vez de la cultura de la responsabilidad y la participación.

Otro tema es el de los malos ejemplos recibidos desde la conducción de muchas organizaciones y la forma inadecuada de dirimir los conflictos.

En suma, un tema tan importante, tan manoseado, requiere la participación de todos los actores, bajo premisas claras que lleven no tanto a obtener más egresados, más diplomados, más profesionales, sino principalmente a que todos ejerzan el derecho a estudiar y a aprender.

Recuperar los valores es un tema que se enuncia con insistencia. Hay que profundizar los valores que en la historia hicieron grandes a hombres y países. El valor del “otro” como semejante; trabajo, honestidad, patriotismo, coraje, altruismo, solidaridad y autoexigencia son valores sobre cuya base tenemos que establecer las líneas fundamentales de la política educativa.

Hay que generar el clima para redescubrir el sentido de lo maravilloso de vivir. Pasar de nuestras potencialidades a la acción y de nuestra voluntad a las concreciones. Necesitamos ideas claras, comunicarnos para entendernos. Sólo así venceremos el escepticismo y recuperaremos la confianza en nosotros mismos y en los demás.

La educación de la comunidad, no sólo la de los jóvenes, necesita mucho más que las netbooks o las herramientas digitales. Necesita un consenso mínimo para dejar de lado enfoques limitados y alcanzar unos puntos básicos iniciales.

En los países avanzados, se habla de competencias clave, como comunicación en lengua materna, comunicación en una lengua extranjera, competencia matemática, científica y tecnológica, competencia digital, aprender a aprender, competencias interpersonales y cívicas, espíritu emprendedor y expresión cultural.

Urge definir qué nos interesa como sociedad deseada, para que la educación sea la clave de nuestro crecimiento.

Fuente: La Voz del Interior

martes, 22 de noviembre de 2011

¿Me repite la pregunta? - Marcelo Polakoff

Dejarla a un costado suele ser señal de poca sustancia. Postergarla para más adelante, aunque a veces ello sea apreciado como una actitud responsable, puede demostrar un gran cúmulo de incómodas incertezas. Hacer de cuenta que no existe, reviste de por sí un desparpajo existencial, evidencia cruel de mentes muy chiquitas.

Ahora bien, acariciarla con sosiego, sopesarla suavemente y acunarla confiados, es volver a dotar a la pregunta de la maravilla intrínseca que acostumbra a poseer, toda vez que se le dispense el respeto adecuado.

Es que la pregunta, lejos de constituirse en una amenaza, debe tornarse en una de las llaves más propicias para persistir en la apertura de nuevos senderos que conduzcan a mayores resplandores de verdad.

Y cuando los interrogantes acechan y hasta la mismísima justicia divina es cuestionada, no hay que temerle a ello. Al contrario, acallar semejantes atolladeros –aun cuando se los silencie so pretexto de entenderlos como pequeñas o enormes herejías– es sólo un poco más de combustible incendiario en manos de los extremistas de siempre, nada ausentes de los diversos territorios eclesiales.

Aprendamos de Abraham, padre del monoteísmo y patriarca en la fe judía, cristiana e islámica. Entre sus virtudes, tuvo el mérito de ser el primer ser humano registrado por la historia que se plantó ante el Creador, vehemente y humilde a la vez, para increparlo con una pregunta feroz: “¿Acaso el juez de toda la tierra no hará justicia?”

El contexto de la pregunta era inmejorable. Estamos en el capítulo 18 del libro del Génesis. Dios había decidido la destrucción de las ciudades de Sodoma y Gomorra, pues habían llegado a la cumbre de toda perversión, y cuando le comenta lo planeado al primer hebreo, Abraham no resiste la duda de saber si Dios va “a destruir al justo junto con el impío”.

¿La pregunta es legítima? Más vale. ¿Tiene lugar? Por supuesto. ¿Y quién tiene derecho a hacerla? Pues he aquí el quid de la cuestión. No es que haya de entrada una imposibilidad de pertenecer al club de los que preguntan por la justicia divina.

En principio, cualquier ser humano estaría habilitado a hacerlo. Sin embargo, me permito reservarme la duda y postular que para tener la chance de realizar tamaño cuestionamiento es menester haber contestado antes (y de manera coherente) las dos preguntas que el propio Dios había dejado registradas unas cuantas páginas antes. No son menores.

La primera fue para Adán, cuando pretendía esconderse de la presencia divina en pleno Jardín del Edén después de haber probado del árbol del conocimiento del bien y del mal. Fue muy sencilla: “¿Dónde estás?”. No hace falta explicar que no se trataba de una pregunta geográfica, sino más bien de una cuestión de ubicación existencial.

La segunda fue dirigida a Caín, instantes después del fratricidio: “¿Dónde está tu hermano Abel?”. Otra vez la simpleza de lo más profundo. Una nueva pregunta divina donde la localización nada tiene que ver con latitudes y altitudes. Sí con actitudes...

Relegar aquellas dos preguntas primigenias tan sólo a Adán y a Caín es, por lo menos, infantil. Son interrogantes que debieran resonar a diario en nuestros oídos. Saber dónde uno está para responder por ello y saber dónde uno está parado frente a su prójimo son requisitos necesarios para tener el tupé de cuestionar la justicia divina. Abraham ya había dado muestras cabales de su responsabilidad, que no es más ni menos que la habilidad para responder. ¿Podemos nosotros?

Fuente: La Voz del Interior

lunes, 21 de noviembre de 2011

Perdonar. 7 mil millones de Otros [ES]

A propósito del IV Encuentro de Oración por la paz PEPE LAGUNA

No se trata de mujeres O varones, sino de mujeres Y varones...

PAZ POR TESTOSTERONA

A propósito del IV Encuentro de Oración por la paz

PEPE LAGUNA, pepe.laguna@yahoo.es

PARLA (MADRID).



ECLESALIA, 21/11/11.- Los medios de comunicación generalistas no se hicieron eco del acontecimiento: el pasado 27 de Octubre Benedicto XVI convocaba en Asís el IV Encuentro interreligioso de Oración por la Paz. En la pequeña localidad italiana se dieron cita los líderes de las principales religiones mundiales, para orar y reafirmar el compromiso por la paz de todos los credos religiosos.

Sobre el inmenso palco montado delante de la iglesia de la Porciúncula pudimos ver sentados al Papa; a su derecha Su Santidad Bartolomé I, patriarca ecuménico de Constantinopla, y su Gracia Rowan Williams, primado de la Comunión Anglicana; y a su izquierda al rabino David Rosen y al profesor Wande Abimbola, portavoz de las religiones tradicionales africanas ifu y yoruba. También estuvieron presentes el patriarca de Constantinopla, Bartolomé I; el obispo Munib Younan, de la Federación Luterana Mundial; el líder shijk Tarunjit Singh Butalia; el representante del Patriarcado de Moscú, metropolita Aleksandr; el mulá Mohammed Zubair Abid; el metropolita Mar Gregorios, de los siro-ortodoxos de Antioquía; el taoísta Wai Hop Tong; el budista venerable Phra Phommolee; Tsunekiyo Tanaka por los sintoístas japoneses; la señora Betty Ehrenberg, del Comité Internacional Judío; el reverendo Setrui Nyomi de la Comunión Mundial de las Iglesias Reformadas; y el profesor mexicano Guillermo Hurtado en nombre de los no creyentes.

Ante las fotos del encuentro todas ellas plagadas de pobladas barbas y cabezas alopécicas, uno no puede dejar de preguntarse por qué la Divinidad, en cualquiera de las declinaciones institucionales allí presentes, “elige” sólo varones para representarla. Dejo al lector y lectora elaborar su propia respuesta.

Hans Küng afirma que “no habrá paz entre las naciones sin paz entre las religiones, y no habrá paz entre las religiones sin diálogo entre ellas”, a lo que yo añado: “no habrá paz hasta que las mujeres lideren las religiones y el mundo en igualdad de oportunidades que los hombres”. Ya conocemos la violencia que es capaz de generar la testosterona masculina, dejemos paso a la progesterona.

Los cristianos y cristianas sabemos que la paz vendrá de la mano de las mujeres, así nos lo anunció el ángel Gabriel y lo corroboró María de Nazaret en su Magníficat; así nos lo dijeron María Magdalena, Juana, María la de Santiago, primeras testigo de la resurrección.

El día en que la foto de un futuro encuentro de Asís muestre el rostro femenino de papisas, patriarcas, primadas, rabinas, lideresas…, habrá comenzado verdaderamente la era de la paz. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Importancia de la letra “Y” en la vida - Victor Codina.

No hay que ser lingüista para saber que la letra “y”, la penúltima letra del abecedario castellano, es una conjunción copulativa, una partícula que une diversos vocablos, muchas veces muy diferentes e incluso opuestos: noche y día, frío y calor, hombre y mujer, cuerpo y alma, cielo y tierra, presente y futuro, risa y llanto, silencio y palabra, trabajo y descanso, placer y dolor, jóvenes y ancianos, vida y muerte…El libro del Qohelet o Eclesiastés, con su sabiduría un poco amarga, nos ofrece una lista de tiempos para hacer cada cosa, para todo hay tiempo bajo el sol (Qo 3).

También a nivel religioso y cristiano la “y” une realidades diversas: Creador y criatura, espiritual y material, amor a Dios y amor al prójimo, libertad y gracia, pecado y salvación, Antiguo y Nuevo Testamento, pueblo elegido y universalidad de la salvación, sacerdotes y profetas, cruz y resurrección, Cristo y Espíritu, Dios uno y trino, Iglesia y Reino, Iglesia santa y pecadora, Palabra y sacramento, carisma e institución, antropocentrismo y cosmocentrismo, trigo y cizaña, razón y fe, ministros y laicos, bienaventuranzas de los pobres y ayes a los ricos, primado y colegialidad episcopal, Iglesia local e Iglesia universal, inmanencia y trascendencia, acción y contemplación, ascética y mística, ética y estética, historia y escatología, cristianismo y justicia, etc.

Muchas veces nos resulta difícil asumir la diversidad, pues nos exige una tensión constante y por esto tendemos a convertir la partícula copulativa “y” que une en una partícula disyuntiva que separa: dividimos, polarizamos y finalmente optamos por un solo término que acaba engulliendo y excluyendo al otro: racismo de la raza blanca que desprecia a las demás razas, machismo, antisemitismo, racionalismo, materialismo, espiritualismo, fundamentalismo, panteísmo, ateismo…Todas las divisiones y luchas políticas, culturales y sociales nacen de estas posturas excluyentes y parciales, que ven una amenaza en lo diverso. Lo mismo sucede en el ámbito religioso y eclesial: cruzadas, guerras religiosas, herejías y cismas, tienen su origen en esta intolerancia y falta de aceptación de lo diferente. Es Babel.

El Concilio de Calcedonia nos ofrece una buena solución cuando nos dice que en Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, se unen la divinidad y la humanidad “sin división ni confusión”. Seguramente muchas tensiones y crispaciones, muchas polémicas y actitudes violentas en la sociedad y en la Iglesia cesarían si asumiéramos esta postura cristológica de no separar ni confundir. El “y” no separa ni confunde, une en comunidad y en comunión respetando las diferencias, es simbólico (que une), no diabólico (que divide y separa). Permite acentuar algún aspecto según lugares y tiempos, pero nunca excluye. Esto está conforme con el Espíritu de Pentecostés que acepta la diversidad en la unidad. Y el modelo último de está unión en la diversidad es la Trinidad, una comunidad en la cual la relación entre el Padre y el Hijo se da en la comunión del Espíritu Santo que es el “y” de Dios.

Quizás todo esto pueda parecer demasiado abstracto y elevado, alejado de la realidad de cada día. Pero ¿qué sucedería si aceptáramos e integráramos en nuestra vida personal, social, religiosa y eclesial términos que nos parecen contrapuestos? Sin duda anticiparíamos la utopía bíblica de que se haga justicia a los débiles, se defienda el derecho de los pobres y habiten juntos el lobo y el cordero, el niño y la víbora (Is 11, 4-8), es decir, comenzaríamos a vivir, ya ahora y aquí, los cielos nuevos y la tierra nueva (Is 65, 17).

domingo, 20 de noviembre de 2011

El perdón - Carta de Chile - Taizé 2011 - Fray Alois

(...) El Evangelio nos anima a ir incluso más lejos: la justicia debe prolongarse en el perdón, las sociedades humanas no pueden vivir sin él. En muchas partes del mundo, las heridas de la historia son profundas. Atrevámonos a poner fin a lo que puede terminarse hoy. Así un futuro de paz, preparado en el corazón de Dios, podrá desplegarse plenamente.

Creer en el perdón de Dios no significa olvidar la falta. El mensaje del perdón nunca puede utilizarse para sostener las injusticias. Al contrario, creer en el perdón nos hace libres para discernir nuestras propias faltas, así como las injusticias en nuestro entorno y en el mundo. Depende de nosotros reparar lo que puede arreglarse. Sobre este arduo camino, encontramos un apoyo vital: en la comunión de la Iglesia, el perdón de Dios puede otorgarse de nuevo.

Cada ser humano tiene tanta necesidad del perdón como del pan cotidiano. Dios lo da siempre gratuitamente, “Él que perdona todas tus ofensas”.Abrir las manos en la oración es un gesto muy simple que puede expresar nuestro deseo de acogerlo.
Cuando rezamos en el Padrenuestro: “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos” su perdón ya nos toca. No son palabras en el aire: algo sucede cuando rezamos con estas palabras que Jesús mismo nos enseñó. Y estamos preparados para perdonar también nosotros y a no condenar definitivamente a otra persona cuando hemos sido ofendidos.

Cristo distingue entre la persona y la falta cometida. Hasta su último aliento sobre la cruz, ha rechazado condenar a nadie. Y lejos de minimizar la falta, la ha tomado sobre sí.

Hay situaciones en las que no conseguimos perdonar. La herida es demasiado grande. Entonces debemos recordar que el perdón de Dios no falla nunca. En cuanto a nosotros, a veces conseguimos perdonar sólo por etapas. El deseo de perdonar es ya un primer paso, incluso cuando este deseo permanezca sumergido en la amargura.

Al perdonar, Dios hace algo más que borrar nuestras faltas. Nos da una vida nueva en su amistad, animada día y noche por el Espíritu Santo.

Acoger y transmitir el perdón de Dios, ése es el camino que Cristo ha abierto. Nosotros avanzamos por él a pesar de nuestras fragilidades y de nuestras heridas. Cristo no hace de nosotros mujeres y hombres que han llegado ya a la meta.
Pobres del Evangelio, no tenemos, como cristianos, la pretensión de ser mejores que los demás. Lo que nos caracteriza es simplemente la opción de pertenecer a Cristo. Al hacer esta elección queremos ser totalmente consecuentes.

Y todos nosotros podemos hacer este descubrimiento: el perdón recibido o dado es creador de alegría. Saberse perdonado es quizás una de las alegrías más profundas, más liberadoras. Ahí está la fuente de la paz interior que Cristo quiere comunicarnos. Esta paz nos llevará lejos, irradiará para los demás y para el mundo.

jueves, 17 de noviembre de 2011

A LA BÚSQUEDA DEL PERDÓN PERDIDO - Koldo Aldai

Una idea sin corazón es pura cáscara hueca. Además las doctrinas fragmentan a los humanos. Torpe ladrillo el de la ideología para construir naciones. Sin ética, los credos quedan vacíos, faltos de genuino contenido, por más que llenen manuales, libros y largas entrevistas.

Son los principios morales los que encumbran a los humanos y por ende a sus colectivos. Son los valores los que cuentan, las máximas que unos hombres y mujeres, y por lo tanto sus naciones, son capaces de encarnar. Las ideologías pueden ser gratis, moldearse a interés, no implicar sacrificio alguno.

¿Tendrá ETA y la izquierda abertzale la valentía de pedir perdón? Lo decimos con todos los respetos: poco nos interesa una entrevista de quince páginas cargada de proclamas. Sólo hay una clave capaz de autentificar ese largo discurso y ésa es la palabra "perdón".

Me tomo la libertad de dirigirme en segunda persona a los valedores de la más “pura” ortodoxia de la “construcción nacional”. Quienes habéis segado la vida de otros humanos por vuestros ideales, antes de arrimar ladrillos en esa construcción, ¿no tenéis primero que susurrar perdón? No por nosotros, sino por vosotros mismos, por deber moral, también por lo que deseamos hacer juntos; entre otras cosas nación (ojalá ancha y desalambrada), entre otras cosas “cuenta nueva” y un futuro compartido. Desde el momento en que queremos construir unidos, ese perdón será determinante.

Por más que lo deseáramos, nunca podremos pedir perdón por vosotros. Vuestra “construcción nacional” no nos dice nada, mientras que esa nación no esté asentada en firmes principios morales y solidarios, mientras que en su interior no haya un sitio para todos. No se puede construir sobre la base de tanto dolor injustificado. Hay un futuro que demanda arrepentimiento por parte de quienes disparasteis en tantas calles y plazas.

Primero se construyen los humanos a sí mismos, primero dejarse la piel en el abrazo sincero a las víctimas, después se construyen las naciones, por supuesto naciones fraternalmente unidas unas a otras. Ya no hay ombligos en un mundo de pueblos hermanos.

Amaiur logrará el 20N un buen puñado de diputados en Madrid. Hay un pueblo que desde hace muchas décadas aguarda su legítimo derecho a decidir, hay presos que merecen volver a prisiones cercanas a sus hogares, hay un Otegi al que no le corresponde la sombra, hay conculcaciones de las libertades por parte del Estado (ley de partidos…) que han de cesar…; pero la verdadera alegría nuestra será cuando la izquierda abertzale entone el "mea culpa".

Sí, ya sabemos lo que hicieron “los otros”, conocemos los atropellos del Estado, ya sabemos de las torturas, del GAL…, pero vuestra barbarie fue más lejos. Por lo demás la grandeza de un colectivo no se gradúa por el "ojo por ojo", sino por su altura de miras, por su generosidad. La grandeza de un pueblo no se calcula por las ideas de las cabezas, sino por la nobleza de los corazones, por los principios de ética, justicia, defensa de las libertades y derechos humanos, amor a la lengua y las tradiciones positivas, amor a los otros pueblos y culturas… que sus gentes son capaces de encarnar día a día.

Cuando en la España del 36, en el bando republicano cundía el revanchismo para dolor de tantos líderes probos en Madrid, en Euskal Herria se persiguió denodadamente a quienes se tomaban la justicia por su mano. El caro honor de esos gudaris y su Gobierno Vasco a la cabeza, es lo que podremos contar con orgullo a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos… Pero en esa historia de la "construcción nacional" habremos de callar muchas décadas posteriores de atropellos por parte de quienes quisisteis construir patria con ira, plomo y estruendo. Habremos de callar cuando quitasteis el aliento a una mujer valiente que paseaba con su hijo, simplemente porque quería “construir nación” con más ética que la vuestra. Tendremos que callar centenares de muertes que sólo han causado dolor ajeno y mancillado la imagen de este pueblo en su avance hacia la total libertad.

Muchos saludaríamos con satisfacción el progreso en estas y futuras elecciones de una izquierda abertzale aligerada de rencor y cargada de perdón, una izquierda abertzale que encarne el legítimo derecho de este pueblo a regir su destino, pero a la vez valiente, que haga acopio ahora sí de su mayor arrojo, para reconocer los graves errores pretéritos, por encima de todos, el de tantas vidas inútilmente segadas por la organización armada.

El desnortamiento no merma capacidad de entrega. Ahora llega sin embargo la prueba de las pruebas, la verdadera batalla. Los militantes de ETA y de la izquierda abertzale tenéis delante vuestro más titánico reto: la solicitud de perdón. No, no todo fue en balde, no el arrojo, no el darse a una causa supuestamente más grande, no la abnegación y el olvido de sí…, sí la metralla de odio y de metal, sí los 800 seres sin vida, sí el rencor desparramado.

Que la fuerza inconmensurable de ese perdón contribuya a la catarsis y liberación internas de los responsables de tanto desatino, recomponga sin exclusiones nuestro tejido social y siente las bases de la única “re-construcción nacional” posible.

www.artegoxo.org

martes, 15 de noviembre de 2011

III Encuentro Internacional

congresoae cabarrus

Aprender de otras culturas

Cuando una mujer de cierta tribu de África sabe que está embarazada, se interna en la selva con otras mujeres y juntas rezan y meditan hasta que aparece la canción del niño. Saben que cada alma tiene su propia vibración que expresa su particularidad, unicidad y propósito.
Las mujeres entonan la canción y la cantan en voz alta. Luego retornan a la tribu y se la enseñan a todos los demás.
Cuando nace el niño, la comunidad se junta y le cantan su canción. Luego, cuando el niño comienza su educación, el pueblo se junta y le canta su canción. Cuando se inicia como adulto, la gente se junta nuevamente y canta. Cuando llega el momento de su casamiento, la persona escucha su canción.
Finalmente, cuando el alma va a irse de este mundo, la familia y amigos se acercan a su cama e igual que para su nacimiento, le cantan su canción para acompañarlo en la transición. En esta tribu de África hay otra ocasión en la cual los pobladores cantan la canción. Si en algún momento durante su vida la persona comete un crimen o un acto social aberrante, se lo lleva al centro del poblado y la gente de la comunidad forma un círculo a su alrededor. Entonces le cantan su canción.
La tribu reconoce que la corrección para las conductas antisociales no es el castigo; es el amor y el recuerdo de su verdadera identidad. Cuando reconocemos nuestra propia canción ya no tenemos deseos ni necesidad de hacer nada que pudiera dañar a otros. Tus amigos conocen tu canción y te la cantan cuando la olvidaste. Aquellos que te aman no pueden ser engañados por los errores que cometes o las oscuras imágenes que muestras a los demás.

Ellos recuerdan tu belleza cuando te sientes feo; tu totalidad cuando estás quebrado; tu inocencia cuando te sientes culpable y tu propósito cuando estás confundido. No necesito una garantía firmada para saber que la sangre de mis venas es de la tierra y sopla mi alma como el viento, refresca mi corazón como la lluvia y limpia mi mente como el humo del fuego sagrado.

Tolba Phanem - mujer, poeta africana.

2nd Annual Global Oneness Day Celebrations

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Reconciliación - Benjamín González Buelta sj

La sangre del justo
y la del malvado
pasan por tu mismo corazón.

La espalda del que golpea
y la que recibe el latigazo
son parte de tu mismo cuerpo.

En tus lágrimas lloran
el dolor del bueno
y la confusión de su agresor.

Tu misma ternura abraza
el rostro de tu madre María
y el del soldado que te clava.

En tu corazón no hay excluidos,
en tu cuerpo todos cabemos,
en tus lágrimas todos lloramos,
en tu ternura todos existimos.

¡Déjame entrar contigo,
Señor, en tu misterio,
y vivir en el hogar de tu pasión
donde reconcilias lo imposible!

domingo, 6 de noviembre de 2011

Para ser agentes de paz, ¿cómo se marca la diferencia?

Para ser agentes de paz, ¿cómo se marca la diferencia?

Diálogo entre creyentes y no creyentes Por Enrique Valiente Noailles | LA NACION

¿Debe una religión ser refractaria a aquello que no se le asemeja? ¿O debe estar abierta a dialogar con la diversidad del mundo? Uno podría pensar que de la primera postura se origina, por un lado, la huida de mucha gente de las religiones tradicionales, dado que no se sienten cómodos ingresando en un mundo irrespirable en el que sólo la propia palabra tiene valor. Por otro lado, las religiones que adoptan una modalidad refractaria transmiten una sensación de falta de respeto a quienes no forman parte de ella. Y en su extremo, esta forma puede llegar al intento de suprimir lo que es diferente, como vemos hoy en el terrorismo y ayer en otras formas de violencia. La segunda postura, en cambio, refleja una madurez y una inteligencia mucho mayor, y supone una manera indirecta y adicional de cumplir con los propios fines como puede ser, por ejemplo, la consecución de la paz. Esta posición abierta al otro hace de la propia singularidad algo poroso, capaz de alimentarse desde el exterior, y a la larga, algo mucho más sólido que lo que nunca se entrecruza con lo diferente.

En 2009, el papa Benedicto XVI había adelantado su interesante posición en esta materia: "El diálogo con las religiones debe ajustarse al diálogo con aquellos para quienes la religión es una cosa extraña". Así, en una interesante iniciativa, el Papa sumó por primera vez el jueves 27 de octubre a cuatro no creyentes al encuentro interreligioso de Asís. Fueron invitados al evento la escritora y lingüista francesa Julia Kristeva, el filósofo italiano Remo Bodei, el filósofo mexicano Guillermo Hurtado y el economista austríaco Walter Baier, quienes se sumaron a obispos, pastores, imanes, rabinos y monjes budistas en el evento. Kristeva resaltó la necesidad de contar con "más complicidades entre el humanismo cristiano y el de origen ilustrado". Esa complicidad, dijo, es "un camino arriesgado, pero que vale la pena". En cualquier caso, un terreno común para el hombre puede ser trazado a partir del aprendizaje de lo que ha sufrido. "Tras la Shoá y el gulag, el humanismo tiene el deber de recordar a hombres y mujeres el pasado y el presente para construir el futuro".

Y agregó: "La era de la sospecha no nos es más suficiente. Ni dogma providencial, ni juego del espíritu, la refundación del humanismo es una apuesta". Probablemente esa apuesta incluya la búsqueda de la no violencia y, esencialmente, el cuidado del otro, cosa que inspiró unas palabras de Kristeva que bien podría haber formulado el Papa: "La solicitud amorosa hacia el otro, el cuidado de la tierra, de los jóvenes, de los enfermos, de los minusválidos, de los envejecidos dependientes, son experiencias interiores que crean proximidades nuevas y solidaridades inauditas". La conclusión es que no hay que temer al diálogo ni al aprendizaje. Los cuestionamientos de los no creyentes ayudan a los creyentes, así como la pasión de un creyente puede ayudar a un no creyente. Estos dos mundos, que admiten muchos matices, estas dos formas de metabolizar el misterio, no tienen necesidad de trazar un muro entre sí, ni de ignorar los puentes invisibles que los unen.

El ángel de la historia - Ángel Stival.

Walter Benjamin (1892-1940) pertenecía a una acaudalada familia judeo-alemana cuya mentalidad, común en aquellas épocas, soñaba para su descendencia un destino más elevado que el de hacer dinero o trabajar para conseguirlo.

El hijo pródigo no los defraudó y se convirtió en un intelectual inclasificable pero potente, un hombre de letras, un coleccionista incansable de libros, citas y observaciones que constituyen aún hoy uno de los más agudos acercamientos a los alcances y límites de la historia como disciplina científica.

Pero Benjamin pagó muy caro su carencia de sentido común para vivir en un tiempo tan difícil como el del nazismo. Aterrado por un improbable bombardeo a París, donde se había refugiado, huyó... hacia el frente: la frontera franco-española. Allí sí corría riesgo de ser deportado, con las consecuencias que ello le podía acarrear. Desesperado luego de un intento fallido de cruzar la frontera, decidió poner fin a su vida en el pueblito de Port-Bou.

Esos tiempos trágicos, a los que Benjamin nunca se adaptó y de los que huía perdiéndose en las acogedoras calles de París –“la capital del siglo XIX”, la llamaba–, debieron influir en su visión de la historia.

En su tesis número nueve, escribe: “Hay un cuadro de Klee que se titula Angelus novus . Se ve en él un ángel al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava la mirada. Tiene los ojos desencajados, la boca abierta y las alas tendidas. El ángel de la historia debe de tener ese aspecto. Su cara está vuelta hacia el pasado. En lo que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que acumula sin cesar ruina sobre ruina y se las arroja a sus pies. El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero una tormenta desciende del paraíso, se arremolina en sus alas y es tan fuerte que el ángel no puede plegarlas. Esta tempestad lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve de espaldas, mientras el cúmulo de ruinas sube ante él hasta el cielo. Tal tempestad es lo que llamamos progreso”.

Si se quedó pensando en Kabul, en Trípoli o en Bagdad, no lo atribuya a su imaginación ni a la casualidad, sino a la increíble vigencia de esta dramática visión que el hombre, con sus actos, se ocupa de alimentar.

Sumerios, persas y cartagineses desaparecieron del mapa en esas ciudades, atacadas en tiempos remotos por los predecesores de los mismos que hoy quieren imponer su hegemonía a fuerza de desastres. Damasco, otra ciudad con historia, puede ser la próxima víctima.

Fuente: La Voz del Interior, Córdoba, Argentina

viernes, 4 de noviembre de 2011

Cadena de perdón - Dolores Aleixandre

La parábola que Jesús acababa de contar nos había dejado sombríos y desconcertados por su dureza. La culpa la había tenido Pedro con su pregunta absurda sobre el número de veces que hay que perdonar y Jesús le había respondido con aquella historia del rey y sus dos siervos que terminaba con un terrible final que habíamos escuchado sobrecogidos.

Esa noche estábamos convidados a cenar en casa de aquel hombre paralítico al que sus amigos habían descolgado por el tejado y al que Jesús había curado. Estaba tan contento y agradecido que no dejó de insistir hasta que Jesús aceptó compartir su mesa y tres de nosotros le acompañamos.

Durante la sobremesa nuestro anfitrión reconoció que su agradecimiento le venía, más que de su curación, de cómo se había sentido mirado por Jesús y de las palabras que escuchó de él: “Hijo, tus pecados te son perdonados”. Y dirigiéndose a Jesús dijo:

- “Maestro, a veces he pensado que no hizo falta que pronunciaras aquellas palabras porque tus ojos me lo habían dicho ya antes de que pronunciaras la palabra perdón.

Desde el momento en que mis amigos depositaron la camilla en la que yacía ante ti y nuestros ojos se cruzaron, me sentí envuelto en una ternura parecida a la que encontraba de niño junto a mi madre, cuando ella acariciaba mis piernas retorcidas y frágiles y me susurraba palabras de consuelo.

Con tu manera de mirarme me estabas comunicando que mis muchos errores y pecados no significaban ningún obstáculo entre tú y yo y que nada podía detener la corriente de afecto que me estabas ofreciendo. Por eso, cuando me llamaste “hijo”, yo ya estaba interiormente puesto en pie, aunque siguiera tumbado en mi camilla y convencido de que, aunque no me curaras, ya habías hecho por mí lo más importante que un ser humano puede hacer por otro.

Luego se oyó el murmullo de escándalo de los que no toleraban que hubieras pronunciado aquellas palabras de perdón y dijiste como un desafío: “Para que veáis que el Hijo del hombre puede perdonar pecados, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”.

Y yo me enderecé como si jamás hubiera padecido parálisis, tomé mi camilla y me vine a esta casa en la que tengo hoy la alegría de recibirte como mi huésped.

Es verdad que el retorno no me ha sido fácil: los que son enemigos tuyos no me perdonan que sea un testimonio viviente de tu sanación y han levantado la calumnia de que yo fingía estar paralítico y que, por tanto, tú no me curaste realmente; otros dicen que lo hiciste echando mano de poderes demoníacos y otros, que siguen postrados en sus lechos, envidian mi suerte y no quieren saber nada de mí.
Pero en mi interior no siento rencor hacia ellos y creo que he llegado a perdonarlos de corazón. Todos me dicen que he cambiado y que no han sido sólo mis piernas las que se han afirmado: lo que hoy está más firme en mí es la decisión de tratar con misericordia a todos y perdonarlos, de la misma manera que tú me perdonaste a mí”.

Fue una sobremesa larga y cálida y todos estábamos emocionados de escuchar a aquel hombre que no sólo podía ahora caminar, sino que nos mostraba cómo el perdón lo había transformado.

Al día siguiente, mientras íbamos de camino, Jesús dijo:

“- Después de nuestra cena ayer en casa del hombre que fue paralítico, se me ha ocurrido esta otra manera de contar la parábola que no os gustó el otro día:

“Un hombre debía a otro una pequeña cantidad de dinero y cuando éste se lo reclamó, le dijo lleno de congoja:

- “Estoy pasando una mala racha económica, por favor, dame tiempo para pagarte y lo haré en cuanto pueda”.

Su compañero accedió y le dijo:

“También yo debo una gran cantidad al dueño de las tierras que tengo arrendadas, muchísimo más que tú a mí, y por eso comprendo la angustia que sientes: tampoco yo puedo pagar mi deuda...”

Y le dio un plazo más largo. Se enteró su acreedor y, como era un hombre de corazón noble, llamó al hombre que le debía tanto dinero y le dijo:

“Te has comportado como un verdadero amigo con tu compañero, así que voy a hacer lo mismo que tú: olvídate de lo que me debías porque en este momento rompo todos tus pagarés.”

La pregunta final que nos hizo Jesús quedó resonando en nuestro silencio:

“- ¿Cuál de estos personajes os ha recordado la conducta de nuestro anfitrión de ayer?...

Dolores Aleixandre

(Un tesoro escondido. Las parábolas de Jesús. Ed CCS)